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Cartas y procesos, nos permite acceder al Perú del siglo XVIII y conocer cómo eran la nobleza

indígena de aquel entonces, han transcurrido más de 150 años desde que se publicó la Nueva
corónica y Buen gobierno de Guaman Poma de Ayala. La diferencia es que en esta recopilación de
documentos sobre la rebelión de Tupac Amaru II nos permite acceder a sus cartas y otros
documentos que dan cuenta de cuál era la situación de la nobleza indígena en ese periodo.

Poder que le conceden los curacas Ramón Moscoso y Tomás Soto del pueblo de Yanaoca a José
Gabriel Túpac Amaru para que represente en su petición de que sus pueblos queden exentos de
la mita a Potosí.

En este documento fechado el 04 de octubre de 1776, y que se refiere a una entrega de poder a
Túpac Amaru II en la ciudad del Cuzco por parte de dos caciques para que éste los represente en
una solicitud de exoneración de la mita, deja en evidencia que ellos mismos como nobleza
indígena no se consideraban a sí mismos como indios, de tal manera que en aquel documento
solicitan a Túpac Amaru que los represente en: «la causa que tienen pendiente en el Real y
Superior Gobierno de estos Reinos, sobre que se liberten los Naturales de sus ayllos de la pensión
de la mita que se despacha al Real Asiento de la Villa Imperial de Potosí. Y, en esta razón, presente
escrito, escrituras y demás documentos que fueren necesarios e informaciones que comprueben
lo inconveniente, que se sigue y perjudica a los miserables Indios, (…)»

En dicho textos tanto Ramón Moscoso, Tomás Soto y Túpac Amaru II se identifican como
“caciques”, lo cual implicaba un status social distinto a las personas que tenían a cargo que eran
denominados como: “naturales” o “indios”, división que ya se presentaba desde los textos de
Guaman Poma de Ayala.

Demanda de José Túpac Amaru contra Diego Felipe Betancourt sobre la legítima sucesión de
Felipe Túpac Amaru, el último inca del Perú

En este documento podemos apreciar cómo el título de “cacique” es motivo de una disputa legal
entre José Gabriel Túpac Amaru y Diego Felipe de Betancourt, nuevamente vemos como dicho
título solo puede ser ejercido por un descendiente de la nobleza indígena. En este punto debemos
señalar algo bastante particular, pues si bien el sistema que detalla Guaman Poma de Ayala se
mantiene, él afirma que los Incas se quedaron sin descendencia por lo que solo quedaron los
Capac Apus. Sin embargo, de la argumentación genealógica que plantea José Gabriel Túpac Amarú
se puede apreciar que si hubo una descendencia del último inca: Felipe Túpac Amaru. Por lo que
podríamos entender que Guaman Poma de Ayala se refería que no hubo una descendencia porque
el inca no dejó un hijo varón que lo suceda con el título de inca, sino que dejo una hija mujer de la
cual desciende José Gabriel Túpac Amaru. Por otro lado, nos encontramos nuevamente ante una
situación en la que los indios no forman parte del nivel social de los caciques que corresponden
más a una nobleza de sangre, los cuales no se han mezclado con los indios que controlan para los
españoles.
Escrito de José Túpac Amaru a la Audiencia de Lima sobre la exoneración de Potosí

En este documento del 18 de diciembre de 1777, donde se solicita la exoneración de la mita en


Potosí, el argumento utilizado por José Túpac Amaru nos muestra como para esas fechas la
población indígena había disminuido considerablemente, al punto que no había suficiente mano
de obra para laborar en las minas de Potosí. En otro párrafo, el autor hace mención a que apelar a
las poblaciones que están a su cargo implica la disminución de sus pobladores, puesto que por lo
difícil de la ruta y lo agreste del camino, muchos indios que van a las mitas de Potosí mueren en el
trayecto o simplemente se ven imposibilitados de regresar.

Respuesta del visitador José Antonio de Areche al escrito presentado por José Túpac Amaru ante
la Audiencia de Lima

En este documento del 23 de setiembre de 1777 se hace mención a las Leyes de Indias y como
éstas, según el visitador Areche, señalan que «han querido que sus primeros naturales no estén
ociosos más de lo que exige la naturaleza para un descanso legítimo, racional y propio. A este fin
encargan que se apliquen a las minas y a las haciendas, llamando a los primeros mitayos y a los
segundos yanaconas.» es decir, que dicha estaría disponiendo totalmente de las horas laborables
de los indios, determinando la cantidad de horas y las actividades a las que se dedican de tal
manera que si descansaran más allá de lo acordado sería algo considerado irracional e impropio.

En otro pasaje del texto, Areche argumenta que la mita debería abolirse porque les disminuye la
población y si desean que los indios se acerquen a lo que pueden ser. Así afirma que: «nosotros
(los españoles) los conquistamos para el buen trato, para provecho a sus almas, para hacerlos
civiles, (…)». Es decir que el español se coloca en la posición de civilizador, como aquel que
instruye al indio para que llegue a ser como él, es decir asimilarlos culturalmente. Sin embargo,
dentro de esa noción de civilización esta la del trabajo y en el caso de los indios la mita, y ante el
reclamo que le hace Túpac Amaru responde que: « Los indios pasan, después de conquistados, del
mismo punto a nuestra sociedad; pero si es pesada como parece que la conciben, poco
adelantaremos. Salen de la libertad natural a la sujeción civil, y si ésta pasa de sus precisos límites
degenera (…) en esclavitud».

Finalmente, esa parte del texto termina refiriéndose a la superioridad de la civilización cristiana
afirmando que: «(…) en la política cristiana advierten y experimentan cosas, que porque
desconocen y desconocerán por muchos días su objeto, se les hacen pesadas.», es decir que el
problema no está en la política cristiana sino en los indios que no son capaces de comprender que
las normas en realidad están para trabajar a favor de todos.

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