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TRES REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA EN EDUCACIÓN

Estamos acostumbrados a entender la violencia de manera negativa, como algo que se debe
evitar y que atenta contra una “sana” convivencia comunitaria y ciudadana. Los medios de
comunicación han hegemonizado el discurso de la violencia a su conveniencia, y la han
manipulado para demonizar y desviar la atención de ciertos sujetos y movimientos sociales
que la utilizan como forma de protesta. En el último tiempo, por ejemplo se ha criticado las
movilizaciones y manifestaciones estudiantiles -principalmente en algunos liceos históricos
de Santiago-, catalogándolas de “violentas”, y a sus protagonistas -los denominados
“overoles blancos”- de “delincuentes”. A raíz de ellas, de hecho, el gobierno ha mandado el
proyecto de ley “Aula Segura”, con el fin de entregar mayores atribuciones y poder a las
autoridades del establecimiento para enfrentar -mediante la expulsión- a los y las estudiantes
que incurran en actos de violencia. Es evidente, al menos para nosotros, que esta medida
guarda una mirada sesgada del fenómeno de la violencia que la lleva a no hacerse cargo del
problema de fondo, sino que busca simplemente castigar, disciplinar al sujeto conflicto
mediante su exclusión del espacio educativo. Por eso, en este artículo, queremos complejizar
y relativizar un poco estos puntos de vista a través de tres reflexiones sobre la violencia.

UNO:

DOS: Abarcar el fenómeno de la violencia dentro de la política implica entender que es una
forma de lucha, y que como tal, es una disputa en donde por lo general hay dos fuerzas
igualmente agresivas y dañinas. Y el problema con esto es que solo se utiliza la expresión
hacia una sola dirección. Se dice que los “jóvenes” o los “estudiantes del Darío Salas” son
violentos, pero nunca se dice que el “sistema social capitalista” es violento, que el “modelo
educativo de mercado” es violento, o que también el “aparato represivo” mediante el cual se
controla y disuade a estos mismos jóvenes recurre a formas y métodos violentos.

El gas lacrimógeno fue ideado durante la Primera Guerra Mundial y fue variando su
formulación hasta que las décadas de 50’ y 60’ se consolidó el clorobenzilideno
malononitrilo (CS), un compuesto químico que produce grave efectos en el organismo
humano, más allá de la “discapacidad temporal” producida por la irritación en párpados,
nariz, boca y vías respiratorias. Inhalado en espacios reducidos y/o cerrados y de manera
prolongada puede llegar a causar dolor de garganta, broncoespasmos en pacientes asmáticos
y hasta neumonía, así como en la piel puede causar distintas quemaduras. A esto hay que
sumar que los mecanismos por los que se usa también pueden producir daño en las personas,
como es el chorro del guanaco o las mismas escopetas disparadas al cuerpo, como en el
relato autobiográfico de Francisco.
Los carros lanzaaguas o guanacos fueron introducidos como mecanismo de represión
policial en Chile el año 1955, para disuadir manifestaciones y contingencias por medio de un
fuerte chorro de agua mezclada con gas lacrimógeno que puede causar gran daño sobre el
cuerpo de una persona. El 2015, por ejemplo, uno de estos chorros golpeó y botó al
estudiante universitario Rodrigo Avilés causándole lesiones de extrema gravedad (TEC
cerrado) que lo mantuvieron hospitalizado durante varios meses.
1)

2)

El gas lacrimógeno fue ideado durante la Primera Guerra Mundial y fue variando su
formulación hasta que las décadas de 50’ y 60’ se consolidó el clorobenzilideno
malononitrilo (CS), un compuesto químico que produce grave efectos en el organismo
humano, más allá de la “discapacidad temporal” producida por la irritación en párpados,
nariz, boca y vías respiratorias. Inhalado en espacios reducidos y/o cerrados y de manera
prolongada puede llegar a causar dolor de garganta, broncoespasmos en pacientes asmáticos
y hasta neumonía, así como en la piel puede causar distintas quemaduras. A esto hay que
sumar que los mecanismos por los que se usa también pueden producir daño en las personas,
como es el chorro del guanaco o las mismas escopetas disparadas al cuerpo, como en el
relato autobiográfico de Francisco.

Los carros lanzaaguas o guanacos fueron introducidos como mecanismo de represión policial
en Chile el año 1955, para disuadir manifestaciones y contingencias por medio de un fuerte
chorro de agua mezclada con gas lacrimógeno que puede causar gran daño sobre el cuerpo de
una persona. El 2015, por ejemplo, uno de estos chorros golpeó y botó al estudiante
universitario Rodrigo Avilés causándole lesiones de extrema gravedad (TEC cerrado) que lo
mantuvieron hospitalizado durante varios meses.

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