Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mientras el ritual del lavatorio en el A.T puede ser visto como una remota prefiguración del
bautismo cristiano, el bautismo de Juan Bautista es un inmediato presagio del sacramento que
Cristo ha instituido. Existe, sin embargo, una gran diferencia entre el bautismo de Cristo y el de
Juan:
El de Juan no era un sacramento en cuanto tal, era más bien una preparación para el rito
cristiano; era un puente entre el A.T y el N.T. Santo Tomás lo explica así:
El bautismo de Juan no confería la gracia, pero preparaba las almas a ésta solamente en tres
modos:
En cuanto la enseñanza de Juan inducía los hombres a la fe en Cristo.
Habituando a los hombres al rito del bautismo de Cristo.
Mediante la penitencia, preparándolos a acoger el efecto del bautismo de Cristo.
En un cierto sentido, el bautismo de Juan puede ser considerado como un sacramental que
prepara el bautismo instituido por Cristo. El significado del Bautismo del Señor era un signo de
esperanza para todos los hombres, pero sobre todo una teofanía o manifestación de su Divinidad.
Aquél que no tenía necesidad del bautismo, lo recibe para santificar las aguas del bautismo,
como es indicado por muchos Padres de la Iglesia: San Atanasio, San Ambrosio, San Agustín,
San Gregorio Nacianceno.
La institución del bautismo por parte de Cristo se puede verificar fundamentalmente en tres
pasajes del Evangelio:
En la predicación de Juan Bautista fue indicado que Cristo había fundado un nuevo y
perfecto bautismo en el Espíritu Santo y en el fuego. (Lc 3,16)
En el discurso de Cristo con Nicodemo, en el cual insiste sobre la absoluta necesidad ,
para la salvación, de la regeneración, por medio del rito bautismal (Gn 3,5)
En el día de la ascensión, Cristo dirigió estas solemnes palabras: “Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”. (Mt 28,19, Mc 16,16)
Cristo no hubiera dado el mandato universal de usar un Nuevo rito si no lo hubiese instituido
anticipadamente. Santo Tomás dice que Cristo instituyó el bautismo cuando fue bautizado por
Juan, porque el agua mediante El, adquirió fuerza santificante.
Para San Agustín, fiel a San Pablo, el sacramento y más especialmente el bautismo, está
compuesto de materia y palabra. Una palabra se une a un elemento y así tenemos un
sacramento.
La palabra de la fe expresa la acción y precisa el significado sacramental de una materia
ambivalente. El agua y el baño son símbolos que pertenecen a la simbólica religiosa de la
humanidad entera.
El agua es la materia del sacramento del bautismo. El concilio de Trento precisó: “el
agua verdadera y natural”1. Es usual distinguir para la aplicación del agua bautismal, tres
modos posibles y más o menos utilizados en el curso de la historia: la inmersión, la infusión y la
aspersión. La palabra (que a la vez se convierte en la forma del sacramento) es la fórmula
Trinitaria con la cual se bautiza y que la Tradición de la Iglesia ha mantenido.
Los pelagianos con su negación del pecado original, habían minimizado la necesidad del
bautismo; Wiclef y los reformadores, sobre todo Zwinglio, Calvino y los socinianos, aún cuando
1
DZ 1615
2
CEC 1262
3
DZ 1316
4
CEC 1267
5
CEC 1268
6
CEC 1271
7
DZ 1609-1619
conservaron el rito, negaron en virtud de su enseñaza acerca de la sola fides la necesidad del
sacramento. Algunas sectas de tendencia racionalista lo suprimieron por completo.
El concilio de Trento, definió formalmente que el bautismo no es facultativo sino
necesario para la salvación desde la promulgación del evangelio, ya sea recibido in re o in voto8.
Finalmente, no hay que confundir la necesidad del bautismo con la realidad de la salvación. El
Señor mismo afirma que el bautismo es necesario para la salvación (Jn 3,5).
El bautismo es necesario para la salvación en aquellos en los que el Evangelio ha sido
anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (Mc 16,16). La Iglesia no conoce
otro medio que el bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna. Dios ha
vinculado la salvación al sacramento del bautismo, pero su intervención salvífica no queda
reducida a los sacramentos9.
Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por
razón de la fe, sin haber recibido el bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por
Cristo. Este bautismo de sangre como el deseo del bautismo, produce los frutos del bautismo sin
ser sacramento10.
A los catecúmenos que mueren antes de su bautismo, el deseo explícito de recibirlo,
unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han
podido recibir por el sacramento11.
Todo hombre que ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la
voluntad de Dios según Él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes
personas habrían deseado explícitamente el bautismo si hubieran conocido su necesidad 12. En
cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina,
como hace en el rito de las exequias para ellos13.
Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original,
los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el bautismo14. Por lo tanto la Iglesia y los
padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el
bautismo poco después de su nacimiento.
Ministro: Son ministros ordinarios del bautismo el obispo y el presbítero y en la Iglesia latina
también el diácono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la
intención requerida, puede bautizar, pero nadie puede bautizarse a sí mismo. La intención
requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar, y emplear la fórmula
bautismal trinitaria. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal
de Dios y en la necesidad del bautismo para la salvación.
8
DZ 1525, 1618
9
CEC 1257
10
CEC 1258
11
CEC 1259
12
CEC 1260
13
CEC 1261
14
DZ 1514
Sujeto: En principio, todos los seres humanos vivos, y sólo estos, son susceptibles de recibir el
bautismo. No existe ninguna limitación de edad: no hay ninguna necesidad de que el sujeto sea
adulto o dotado efectivamente de razón. Ni la fe ni la pureza de corazón son requeridas para la
validez del bautismo. Sólo se exige la intención actual, virtual o habitual del candidato, en
sentido de que éste debe presentarse libremente, con conocimiento de causa en la medida de las
posibilidades.