Está en la página 1de 31

Julio Gamero 113

La desigualdad en el Perú: una mirada desde la


economía (y desde el trabajo)1

Julio Gamero
114 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía
Julio Gamero 115

ESTABILIZADA LA ECONOMÍA PERUANA y reiniciado su ciclo ex-


pansivo se hacen visibles los problemas reales (y de larga data)
de nuestro país: la persistencia de la pobreza y la extensión
del empleo adecuado, que no aumenta como quisiera la po-
blación. Hay una insatisfacción mayoritaria que, periódicamen-
te, es recogida por las diferentes encuestas de opinión. Una de
las causas de la manifiesta desconexión entre el comportamien-
to de la economía y el empleo en relación a la pobreza, así
como de la naturaleza del crecimiento económico, residiría en
los niveles de desigualdad, que para nuestro caso son muy
elevados y que colocan al Perú en el tercio de países con peor
distribución de la renta (CEPAL 2005).
El tipo del crecimiento económico jugaría un rol importan-
te en su menor o mayor impacto sobre la generación de em-
pleo. Si se hiciera un ordenamiento de los tipos de crecimiento
según sus efectos sobre la pobreza, mediada por la genera-
ción de empleo adecuado, se hallaría, de acuerdo con diver-
sos trabajos (Francke, 1996; y Bruno, Ravaillon y Squire 1998),
que el menos favorable con la reducción de la pobreza es el

1 Se ha contado con la invalorable asistencia de José Valderrama en todo el

soporte estadístico.
116 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

del sector primario exportador. Si este viniese con un aumen-


to de la desigualdad intrasectorial, sería aún más desfavora-
ble. Por el contrario, un crecimiento similar de todos los secto-
res con una importante política social que genere una fuerte
redistribución intrasectorial sería más favorable al aumento
del empleo y la reducción de la pobreza.
Invirtiendo el postulado de Kuznets, según el cual el creci-
miento económico va acompañado de un aumento inicial de
la desigualdad, se ha sostenido que la desigualdad inicial de
los activos de una sociedad afecta el dinamismo del crecimiento
económico y, así, su capacidad de generación de empleos y de
disminución de la pobreza (Birdsall y Londoño 1997 a y b).
Analizando el comportamiento del empleo, la pobreza y el pro-
ducto bruto interno (PBI) en la región durante la última época,
resultaría claro que el tema distributivo afecta el crecimiento
económico. Países como Costa Rica y Uruguay, con crecimien-
tos de sus PBI per cápita ligeramente superiores al del Perú,
cosechan un impacto mucho mayor en la disminución de los
niveles de pobreza (de dos a tres veces más).

Revisando la teoría
El crecimiento económico generará, en algún momento,
mejoras en la distribución

Según el planteamiento de Kuznets, en los tramos iniciales del


crecimiento económico de los países, cuando la renta per cápita
es baja y cuando comienza a crecer, dicha trayectoria va acom-
pañada de un aumento de la desigualdad. Sin embargo, en
una parte de esa senda de crecimiento económico, la desigual-
dad se estanca —no crece más—; y en la medida que ese creci-
miento económico continúa, dicha desigualdad —que había
venido aumentando— disminuye.
Julio Gamero 117

En consecuencia, según este planteamiento, conocido como


el de la U invertida de Kuznets, la idea-fuerza es que el creci-
miento económico basta para reducir la desigualdad y que esta
acompaña, necesariamente, los tramos iniciales del crecimiento
económico. Este planteamiento, que abonaría el enfoque del
«chorreo» o trickle down, ha marcado mucho el contenido y la
formulación de las teorías económicas de crecimiento econó-
mico en los años sesenta. Planteamientos como el de Rostow,
por ejemplo, buscaban «la receta» para llegar a ese punto de
inflexión (cuando la desigualdad se estanca para disminuir) a
partir del cual el crecimiento económico ya no produce más
desigualdad, sino que, por el contrario, produce menos des-
igualdad, es decir, produce desarrollo.

Gráfico 1. La U invertida de Kuznets

Desigualdad δ
´= 0

>0

Renta per cápita

Fuente: Gonzáles y Venancio 2002.


118 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

Como ya se señaló, Kuznets estableció que en los estadios


iniciales del desarrollo económico de una nación, vinculados con
el predominio de actividades económicas principalmente agríco-
las, existirán bajos niveles de desigualdad; en los estadios inter-
medios, niveles de desigualdad altos; y en los estadios finales,
una mayor equidad.
El supuesto tras esta hipótesis es que en el proceso de trans-
ferencia de mano de obra de los sectores considerados de baja
productividad (es decir, la agricultura) hacia los de alta pro-
ductividad (en este caso, la manufactura) hay un aumento ini-
cial de la desigualdad. De estar igualados en la baja producti-
vidad, la economía empieza a «mezclarse» con actividades de
mayor productividad que, al aumentar inicialmente las dife-
rencias salariales entre uno y otro sector, alimentan esa mayor
desigualdad inicial. Posteriormente, cuando culmina ese pro-
ceso de migración masiva del campo a la ciudad, los trabaja-
dores estarán «igualados» a un nivel más alto de productivi-
dad, con lo cual la inequidad habrá cedido su lugar.
Las series de datos disponibles para ese entonces, prove-
nientes de los Estados Unidos, Inglaterra, y Alemania, y refe-
ridos a los años cincuenta del siglo pasado, hacían irrefutable
dicha teoría y también su lógica subyacente. Esta fue amplia-
mente discutida por los ganadores del Nóbel de Economía 1979,
T. W. Schultz, de la Universidad de Chicago, y Sir Arthur
Lewis, de la Universidad de Princeton.2 Lewis proponía que,
en el caso de una sociedad con exceso laboral en el sector agrí-
cola —hecho que reforzaba la precaria forma de vida de sus
miembros—, era necesario trasladar mano de obra hacia las
ciudades para poder asegurar un nivel de crecimiento econó-
mico óptimo e industrializar la economía. Eso permitiría in-
crementar los ingresos de las personas y, así, reducir los nive-

2 Véase Schultz (1964) y Lewis (1954).


Julio Gamero 119

les de desigualdad social. Por el contrario, Schultz argumen-


taba que si bien era cierto que existía un problema de desem-
pleo en los sectores urbanos, ello no implicaba un exceso de
trabajo en el sector agrícola. Más bien, era necesario impulsar
la inversión en este sector. Así se obtendrían mayores rendi-
mientos económicos, y ello permitiría una industrialización
favorable.
Inicialmente, en 1993 se publicaron varios trabajos en los
que se criticó sistemáticamente la hipótesis de Kuznets. En
primer lugar, Anand y Kanbur (1993) señalaron que no existía
base suficiente para apoyar la teoría a partir de un análisis ex-
haustivo de la base de datos recolectada por Ahluwalia para
sesenta países. Encontraron que varios de estos datos carecían
de posibilidad de comparación en relación con las variables
de ingreso, unidades poblacionales y cobertura de las encues-
tas. Los datos restantes no favorecieron de manera sólida los
resultados encontrados previamente por Ahluwalia.
En fecha más reciente, Deininger y Squire (1996) recolecta-
ron suficiente información de calidad de alrededor de 108 paí-
ses para un período de casi cuarenta años, y no encontraron
ningún patrón sistemático que apoyara la relación de Kuznets.
Sin embargo, el debate aún no está acabado. Así, Morley
(2000) señalaba que
[…] parece haber una relación robusta y significativa entre la dis-
tribución y el ingreso. Y tiene la forma de U invertida que predijo
Kuznets, aunque esta relación se ha ido volviendo más regresiva
con el tiempo. El crecimiento económico es mucho menos pro-
gresivo que lo que era antes. En general, esto significa que con
un mayor crecimiento en América Latina, no mejorará mucho la
distribución.
120 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

Gráfico 2. Curvas de Kuznets para la región

Fuente: Morley 2000.

La desigualdad inicial afecta el crecimiento, principalmente


la desigualdad de los activos

Estudios posteriores realizados por investigadores del Banco


Mundial permitieron esbozar la hipótesis de que para aque-
llos países donde existe mayor desigualdad inicial se puede
esperar menores tasas de crecimiento y, de acuerdo con este
resultado, un menor éxito en la reducción de los niveles de
pobreza.
Birsdall y Londoño (1997), y Szequely (1997) afirmaban que
mientras más equitativa sea la distribución de los activos físi-
cos y humanos, tales como la tierra y la educación, se tenderá
a observar mayores tasas de crecimiento económico. A escala
nacional, este enfoque ha sido corroborado por Escobal et al.
Julio Gamero 121

(1998), quienes señalan que activos como la educación, el ac-


ceso al crédito, el capital público y organizativo, y el acceso a
servicios públicos básicos tienen un efecto positivo y comple-
mentario sobre el gasto y la probabilidad de no ser pobre. De
esta manera, dichos activos repercuten en la reducción de las
brechas de ingresos. Otro resultado empírico que abona a fa-
vor de esta conclusión es reportado por Hentschel (1999), quien
indica que los peruanos con mayor nivel educativo pudieron
afrontar de manera más eficiente los ciclos económicos que
sus compatriotas carentes de educación. Complementariamen-
te, Shack (2000) encuentra que el nivel de educación es impor-
tante para explicar la probabilidad de ser pobre; sin embargo,
su relevancia depende de la tasa de retorno con la que actual-
mente el mercado laboral peruano remunera a la educación.
Entre los hallazgos de los exponentes de este enfoque,
Birsdall y Londoño (1998), destaca el fuerte vínculo existente
entre la desigualdad de los activos en la actual desigualdad de
los ingresos y, por ende, en los resultados del crecimiento eco-
nómico. En efecto, a su entender, una distribución regresiva
en cuanto al acceso al crédito —debido, por ejemplo, a una
desigual distribución de la tierra— determinará que solo una
cantidad reducida de personas puedan disponer de recursos
para invertir en capital humano o físico. Así, los rendimientos
del crecimiento económico serán menores que si los activos
hubieran estado mejor distribuidos.

La teoría de la exclusión, cuando la historia cuenta

Desde otra perspectiva, a partir de un análisis de largo plazo


sobre la evolución de la desigualdad relativa de América Lati-
na en relación con los demás continentes, Figueroa señala que,
en la región, la desigualdad es inelástica a los diversos ensa-
yos de política económica que se han producido en ella y que
122 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

han transitado desde el marcado intervencionismo hasta el li-


beralismo extremo.
Figueroa encuentra que los elementos institucionales y el
desarrollo histórico de las sociedades de la región constituyen,
entre otros, factores explicativos de la igualdad-desigualdad de
largo plazo. Concluye que si la distribución es un problema don-
de la historia cuenta, entonces hay que hacer políticas que lle-
ven a hacer algo así como refundaciones de la sociedad.
Su planteamiento parte del análisis que realiza de nuestras
sociedades, poniendo énfasis en la dinámica de los mercados
de trabajo. A diferencia de las sociedades más igualitarias, en
las cuales solo hay dos actores: los capitalistas y los trabajado-
res, homogéneos y con similares niveles de calificación, países
como el nuestro presentan dos categorías adicionales: los tra-
bajadores localizados en el autoconsumo por no encontrar es-
pacio en el mercado de trabajo formal (en el que los salarios
son más altos) y los del tipo Z, que resultan segregados por
elementos raciales y culturales.
La inelasticidad de la distribución en relación con los dis-
tintos regímenes políticos y económicos tiene relación con la

Cuadro 1. Concentración de ingreso en el Perú, 1961-2004

1961 1971- 1985- 1991 1994 1996 2000 2002 2004


1972 1986

50% más pobre 12,3 10,7 18,8 21,0 22,9 24,5 s./d. s./d. s./d.
20% más rico 77,3 60,9 51,4 46,6 45,4 42,9 s./d. s./d. s./d.
GINI 0,58 0,55 0,48 0,43 0,41 0,38 0,50 0,54 0,53

Fuente: los datos de 1961 se refieren al ingreso personal y son reportados por Webb (1977); los de
1971-1972, al ingreso familiar según Amat y León (1981); y los de 1991, 1994 y 1996 son cálculos
propios basados en ingreso familiar con información de las ENNIV y datos tomados de Escobal y
Torero (1998). Los datos del 2000 al 2004 son también cálculos propios basados en ENAHO y
también corresponden al Gini del ingreso familiar.
Julio Gamero 123

Cuadro 2. Distribución del gasto familiar según áreas,


1971/ 1972-2004

Coeficiente de GINI

Región 1971-72 1985-86 1991 1994 1996 2000 2002 2004

Perú 0,5036 0,3977 0,3493 0,3408 0,3093 0,42 0,46 0,43


Rural 0,4612 0,3973 0,3600 0,3256 0,2792 0,33 0,37 0,34

Urbana 0,1332 0,3856 0,3317 0,3325 0,3076 0,35 (*) 0,36 0,34

Fuente: datos tomados de Escobal y Torero (1998).


(*) Del 2000 en adelante, excluyendo Lima Metropolitana. Son cálculos propios en base a ENAHO.

ausencia de incentivos en el Estado y en la clase empresarial


para incluir a los trabajadores del tipo Z. Estos trabajadores
resultarían superfluos para la reproducción del sistema.

Pobreza, desigualdad y crecimiento


La desigualdad en el ingreso se estudia a menudo como parte
de un análisis más amplio, que cubre los temas de pobreza y
bienestar de los hogares, aunque, obviamente, estos tres con-
ceptos son distintos. En cierto sentido, la desigualdad es un
concepto más amplio que la pobreza, ya que se define sobre la
totalidad de la distribución de los ingresos. Los ingresos de
los quintiles superiores o medios de una distribución son tan
importantes al explorar las mediciones de la desigualdad como
los de quienes se encuentran en los quintiles inferiores. Como
en los estudios de pobreza, no se enfoca solamente a la pobla-
ción que está debajo de cierta línea de ingreso o gasto.
Matemáticamente, la reducción de los niveles de pobreza
puede ser compatible con una disminución de la desigualdad
124 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

de los ingresos y, sin embargo, tener a la totalidad de la pobla-


ción más empobrecida (es decir, con un menor nivel de ingre-
sos medios per cápita que en períodos previos). Ya anterior-
mente se había llegado a conclusiones similares para el período
de fines de los años ochenta. Escobal y Agüero (1996) sostenían
que para el caso peruano, el deterioro de los ingresos estuvo
acompañado por una mejora «perversa» en la distribución de
los ingresos: en un contexto de recesión y de disminución de
ingresos en todos los deciles de ingreso (de los más ricos a los
más pobres), los ingresos de los más pobres cayeron porcen-
tualmente menos que los ingresos de los más ricos.
En otro sentido, como lo evidencia el comportamiento di-
vergente entre la pobreza y la desigualdad en la economía chi-
lena (Larrañaga 1999), se observa, en los noventa, una coexis-
tencia entre altas tasas de crecimiento económico y un marcado
deterioro de la desigualdad. Si bien en todos los deciles de
ingresos se han apreciado incrementos reales —lo que es con-
sistente con una reducción de los niveles de pobreza—, en tér-
minos absolutos la brecha salarial entre los de mayores ingre-
sos y los de menores ingresos se ha acrecentado, y eso empeora
la distribución.
Del mismo modo, y también en el caso chileno, se ha apre-
ciado que los sectores en expansión son los que muestran ma-
yor desigualdad, mientras que los sectores menos dinámicos
presentan menor desigualdad. Esto parece ser consistente con
la mayor demanda de trabajo calificado propia de un proceso
expansivo, en desmedro del empleo de menor calificación re-
lativa. Este incremento en el coeficiente de intensidad del tra-
bajo calificado3 se traduce en un aumento del diferencial de

3 Este coeficiente mide unidades de trabajo calificado por cada unidad de trabajo

no calificado (trabajo calificado de un sector j/trabajo calificado de un sector j). Por


trabajo calificado se entiende el empleo con un nivel de escolaridad superior técnico
o universitario.
Julio Gamero 125

ingresos. Incluso, en un análisis de largo plazo (1957-1997), la


variable calificación de la mano de obra resulta determinante
en la trayectoria de la desigualdad en Chile, situación que pa-
rece estar reproduciéndose en el Perú.
A mediados de los años setenta, la comprobación de los
deficientes resultados de la industrialización en cuanto a re-
ducción de la pobreza y disminución de las desigualdades dis-
tributivas en diversos países —tales como el Brasil y la India—
llevó a reconsiderar los aspectos distributivos del crecimiento.
Se comenzó a argumentar que las estructuras distributivas
hacían que los beneficios del desarrollo no «gotearan» sobre
los más pobres y que en realidad postergaban todo progreso
en el conjunto de las sociedades. El Banco Mundial (1974) pu-
blicó un documento que ponía sobre el tapete el estado de la
cuestión en torno a este problema: «Redistribución con creci-
miento». Este texto constituyó la culminación de una segunda
fase del debate sobre la relación entre el crecimiento y la des-
igualdad: era compatible la existencia de conflictos entre cre-
cimiento y la distribución, y eso hacía necesario intervenir en
la administración del proceso.
Durante los años ochenta, el tema fue relativamente deja-
do de lado, y cobró más importancia el problema de la deuda
externa, que afectaba en mayor medida a los países de Améri-
ca Latina. Los estudios se orientaron a analizar el papel que
cumplían las instituciones y los gobiernos para afrontar dicho
problema. Se generalizó el diagnóstico de que estos actores
habían tenido un pobre desenvolvimiento en este aspecto y
que se hacía necesaria una serie de reformas y ajustes estruc-
turales, primero de tipo económico y luego de orden institu-
cional y gubernamental. De hecho, el consenso en esta fase era
que los conflictos entre el crecimiento económico y la desigual-
dad solo podrían resolverse si se aplicaba una política econó-
mica correcta, ya fuera en el corto o en el largo plazo.
126 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

Luego de la llamada «década perdida», por lo menos para


los países de América Latina, los resultados indican que el pro-
blema de la deuda externa constituye un importante determi-
nante de las realidades actuales. Un análisis de regresión sen-
cillo entre los indicadores de pobreza nacional, los ratios entre
los quintiles más ricos y más pobres (Q5 entre Q1) y el peso de
la deuda externa sobre el PBI de 34 países de América Latina
indica que existe una relación directa entre estas variables.
La última fase de la discusión sobre la relación entre el cre-
cimiento, la desigualdad y la pobreza está marcada por la pro-
fusión de información estadística sobre el crecimiento y la des-
igualdad. Además de la generalización de las encuestas de
hogares, de niveles de vida y mapas de pobreza, hay una ma-
yor cantidad de países con dicha información.
Como ya se señaló, Deininger y Squire (1996) recolectaron
información de alrededor de 108 países para un período de
casi cuarenta años, y no encontraron ningún patrón sistemáti-
co que apoyara la relación de Kuznets. Otro trabajo muy di-
fundido de los mismos investigadores (Deininger y Squire
1998) confirma la existencia de una significativa relación ne-
gativa entre la desigualdad inicial (de ingresos o de tierra) y el
crecimiento económico actual observado, aunque dicha rela-
ción no es tan robusta con la variable ingresos y sí, más bien,
con la variable tierra.
Sin embargo, aún no se ha estudiado de manera suficiente
las aproximaciones empíricas respecto al papel distributivo del
Estado. Para el caso de Colombia, Londoño (1998) señalaba
—a diferencia de las dos décadas precedentes— una menor
importancia relativa de la distribución primaria del ingreso
frente a la redistribución secundaria —llevada a cabo por el
Estado a través de la recaudación tributaria y el gasto social—
en la reducción de la dispersión final de los ingresos para los
años noventa. La CEPAL (1988) destacaba que, en el Uruguay,
Julio Gamero 127

Gráfico 3. Pobreza y pobreza extrema en el Perú, 1970 -2004

60,0     


   
50,0 
 

40,0

30,0

20,0

10,0

0,0

2004
2001

2003
1999
1970

1991

2000

2002
1980

1994

1997

1998
1985

Pobreza Pobreza extrema


Fuente: MEF (MINISTERIO DE ECONOMÍA Y FINANZAS) 2005 con datos de CEPAL (1970-
1980); Cuánto (1985-1994); Herrera, Javier (1997-2000), e INEI (2001-2004). Nota: datos no compa-
rables entre fuentes distintas.

las transferencias del sector público, especialmente en lo que


respecta al valor y a la cobertura de las jubilaciones y pensio-
nes, contribuyeron a lograr un buen desempeño de los ingre-
sos en materia distributiva. Empero, concluía que, en toda
América Latina, la concentración del empleo en actividades
de baja productividad parece reforzar las tendencias regresi-
vas que invariablemente mantienen las estructuras distributi-
vas frente a los éxitos macroeconómicos de la región.
Otro conjunto de estudios empíricos también examina el
impacto de la desigualdad —independientemente del nivel de
pobreza— sobre los indicadores de salud, tasas de mortalidad
o morbilidad, o sobre la violencia social. Existen muchos ca-
nales a través de los cuales la desigualdad influye en los resul-
tados económicos y sociales. Por ejemplo, en mercados de ca-
pitales imperfectos, los ciudadanos con bajos ingresos y poca
128 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

capacidad para obtener avales pueden encontrar que su acce-


so al capital se ve impedido. Esto les impedirá escapar de la
pobreza, distorsionará la distribución de los recursos en la eco-
nomía y, por lo tanto, reducirá las tasas de crecimiento econó-
mico. El crecimiento económico esperado también puede ser
negativamente afectado a través del sistema tributario. Este
sería el caso si, desde una perspectiva de economía política, la
desigualdad condujera a una estructura ineficiente de la
tributación.

La desigualdad tras las reformas liberales


De acuerdo con el enfoque de Figueroa, el Perú es una socie-
dad Sigma, en la cual hay cuatro actores: los capitalistas; los
asalariados de mejor calificación, que trabajan en actividades
del sector moderno; los trabajadores de autoconsumo, que se
localizan en el sector informal y cuentan con menor califica-
ción relativa; y los trabajadores tipo Z, que, además de estar
en el autoconsumo y tener menores calificaciones, están ex-
cluidos por elementos de índole cultural (Figueroa 2005).
En dicha configuración ya se presentan elementos que
segmentan el mercado laboral peruano y que el ajuste estruc-
tural de los noventa habría exacerbado. Por ejemplo, una ex-
plicación de la insuficiente generación del empleo de calidad,
no obstante el crecimiento de la economía, puede encontrarse
en la reestructuración de los mercados laborales después de la
reforma laboral. El ajuste estructural incluyó, además, un cam-
bio en la orientación de la política social: su focalización en los
pobres y la privatización de la seguridad social en los servi-
cios primarios de salud y pensiones.
Ambas reformas, lejos de producir mayor integración so-
cial, han exacerbado la segmentación del mercado laboral
(Gamero 2005), toda vez que la política económica acabó
Julio Gamero 129

Gráfico 4. Diferencias salariales entre los trabajadores de


empresas de más de 10 trabajadores y aquellos de
empresas de entre 2 y 9
3.00

2.50

2.00

1.50

1.00

0.50

0.00
1986 1987 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

Fuente: Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE).


Elaboración propia.

apostando por la generación de empleos de menor producti-


vidad y calidad (autoempleo y microempresas, ambos de su-
pervivencia), y con salarios tan bajos que han impedido, a los
trabajadores de estos sectores, el financiamiento privado de la
salud y de las pensiones.

La política social del residuo y los cambios en el mundo del


trabajo

De acuerdo con Esping-Andersen (1999), los modelos de polí-


tica social después de la Segunda Guerra Mundial son el resi-
dual, el corporativo y el universal.
El denominado modelo residual, cuyo ejemplo son los Es-
tados Unidos, no reconoce mayor participación del Estado en
la provisión de servicios sociales. El mercado resulta el pro-
veedor, por excelencia, de ellos. Circunscribe la presencia del
130 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

Estado para enfrentar aquellas situaciones derivadas de la


pobreza extrema. En ese sentido, la necesidad se constituye en
la base de derechos «residuales» de grupos específicos. La ac-
ción estatal es la mínima indispensable para garantizar la
salarización de la fuerza de trabajo.
El modelo corporativo, anclado en la Europa continental,
tiene como figura central la seguridad social: el denominado
seguro contributivo financiado por aportaciones gravadas so-
bre la planilla. Es la base del conocido sistema de reparto y
supone el mecanismo de solidaridad intergeneracional en el
financiamiento de las pensiones (de los más jóvenes y activos,
a los ancianos y pasivos).
En el modelo universal, asentado en los países escandina-
vos, la noción de ciudadanía es la que viabiliza el derecho a
ser perceptor de la política social. Hay una fuerte concepción
igualitaria que va más allá de la relación laboral.
Mientras la economía se encontraba en la onda larga del
crecimiento económico, lo que suponía una incorporación de
más asalariados al mercado de trabajo, las tres modalidades
descritas de política social resultaban funcionales al proceso
de acumulación. En el caso de las políticas residuales, mien-
tras se incorporaran asalariados con capacidad adquisitiva y
ante la presencia de bajas tasas de desempleo, la cobertura
privada de la salud y las pensiones funcionaba. En el caso del
modelo corporativo, mientras más asalariados había en plani-
lla, más sólidas bases financieras y de expansión de su cober-
tura tenía la seguridad social.
El neoliberalismo, con su propuesta de privatización y re-
ducción de la intervención estatal en el marco del proceso de
globalización, afectaría radicalmente las políticas sociales an-
tes vigentes. El nuevo contexto estaría signado por el aumento
de la diferenciación salarial, cuyo origen se vincula con lo que
diversos autores como Reich (1994) y Castells (1999) llamaban
Julio Gamero 131

la emergencia de las nuevas categorías de trabajo (con una


marcada oposición entre los trabajadores altamente califica-
dos, analistas simbólicos según Reich y autoprogramables se-
gún Castells, y los denominados trabajadores de los servicios
de rutina y de los servicios personales).
Así, el vértice de la nueva pirámide estaría conformado
por los analistas simbólicos, en la jerga de Reich, o auto pro-
gramables, en los términos de Castells, que son personas que
tienen un conocimiento científico adquirido y que no solo tie-
nen ese conocimiento, sino que tienen la habilidad para dise-
ñar, obtener productos y modelar necesidades, así como para
vender nuevas ideas en forma de servicios a partir de los pro-
ductos ya existentes.
Independientemente a tales mutaciones en el mundo del
trabajo, el ajuste y la apertura de los noventa generó, en la
región, mayor demanda de trabajo calificado (recurso escaso)
que de mano de obra menos especializada (recurso abundan-
te). Dicho proceso ya supuso un empeoramiento en la distri-
bución, dado el aumento de los diferenciales salariales.
La calificación de la fuerza laboral se convirtió no solo en
el elemento distintivo entre una y otra categoría laboral sino,
en el caso de la región y del país, en un elemento explicativo
muy fuerte del aumento de la desigualdad. Las crecientes ga-
nancias de productividad derivadas de la revolución tecnoló-
gica de la informática y las telecomunicaciones serían el otro
elemento que abonaría el creciente proceso de desigualdad
social, ya que facilitan un proceso de crecimiento económico
que no absorbe mano de obra como antes, con lo que coexis-
ten tasas positivas de expansión económica con la presencia
persistente de desempleo abierto. Esta situación trastocó el
imaginario vigente desde mediados del siglo pasado. Según
este, la expansión del trabajo asalariado se acabaría imponien-
do y homogenizando al conjunto de la población mediante la
132

Gráfico 5. Perú total: distribución de la PEA ocupada remunerada


según decil de ingreso y nivel educativo, 2004 (en %)

Fuente: ENAHO 2004.


Elaboración propia.
La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía
Julio Gamero 133

extensión de la seguridad social como el mecanismo de inte-


gración social.
El principal dilema planteado por el cambio en las relacio-
nes laborales residiría en lo que Esping-Andersen (1998) de-
nomina el trade off entre la cantidad y la calidad de los puestos
de trabajo generados. Por un lado, el aumento de la producti-
vidad sectorial implica una disminución neta de puestos de
trabajo en dicha actividad, pero remuneraciones más altas para
los que en ella se mantienen ocupados.
Por su parte, la expansión de la demanda de servicios per-
sonales de todo tipo permite la generación de nuevos puestos
de trabajo en la sociedad postindustrial. Sin embargo, dado
que la productividad de estas actividades es por naturaleza
baja y la competencia se da a través de los precios, el nivel de
las remuneraciones no puede ser elevado ni las condiciones
de contratación demasiado rígidas como en el caso de las ocu-
paciones en el llamado sector informal urbano o en la mayoría
de la microempresa. Dadas estas condiciones, «el mundo del
trabajo no puede sostener simultáneamente alta ocupación,
altas remuneraciones y poca diferenciación salarial» (Esping-
Andersen 1998).
En esa opción por dar ocupación con un aumento de las
diferencias salariales, se halla el resquebrajamiento del con-
trato social después de la Segunda Guerra Mundial. Así, se
vienen generando pocos empleos adecuados, mientras abun-
dan los empleos precarios y de baja productividad. En esa
situación resulta poco posible mantener las promesas y las
garantías sociales en un nivel alto; y permitir que, al mismo
tiempo, los salarios sean muy desiguales en el mercado de
trabajo.
Una estrategia de desregulación y de flexibilización de los
mercados laborales, si bien puede tener como efecto un au-
mento de la movilidad laboral y la creación de más trabajo en
134 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

las actividades terciarias de menor valor agregado, genera,


precisamente por su menor productividad, bajos salarios, que
en muchos casos no permiten superar la línea de pobreza.
De acuerdo con Isuani (2002), las políticas que han adopta-
do los distintos Estados de bienestar como respuesta a la crisis
de legitimidad han estado determinados por su matriz histó-
rica —entre el Estadocentrismo y el mercado— y por la corre-
lación de fuerzas vigente: más o menos sindicalismo, más o
menos movimiento social.
Mientras que para los incorporados al modelo residual
(entre ellos nuestro país), el énfasis se puso en la recomposi-
ción de las condiciones de salarización, para el modelo cor-
porativo (aún anclado en la Europa continental) el acento se
puso en cómo distribuir la participación de la fuerza laboral
en los empleos protegidos (reducción de jornadas laborales,
por ejemplo).

Política social y reforma laboral en el Perú de los noventa

Hacia 1991, el 63% de los asalariados privados disponía de


contratos de trabajo indefinido (con acceso a la seguridad so-
cial), mientras que, en el 2003, dicha modalidad de contrata-
ción había descendido al 34,7% (MTPE 2004). El cambio de
paradigma en la política social y la reforma laboral implemen-
tada a inicios de la década pasada nos introdujeron en lo que
se ha descrito como el modelo residual. La pobreza se convir-
tió en el objeto de la política social. El trabajador —formal e
informal— quedó solo frente al mercado, para que ahí busque
proveerse de los servicios sociales básicos.
La privatización fue, también, un sello distintivo de la po-
lítica social del ajuste estructural. Iba en consonancia con el
proceso de la reforma laboral, ya que suponía que los princi-
pales riesgos sociales —en aras de una mayor eficiencia—
Julio Gamero 135

tenían que pasar de ser ofertados por el Estado a ser provistos


por la iniciativa privada.
El éxito de dicha estrategia suponía que no solo tenía que
crecer el número de asalariados, sino que, además, tenía que
mejorar su capacidad adquisitiva: para que puedan costearse
en el mercado la cobertura de salud y previsión social, y para
que las tarifas de acceso garantizaran rentabilidad al provee-
dor privado. La reforma laboral, justificada en la necesidad de
reducir las ineficiencias del mercado laboral, debería facilitar
el proceso de salarización, y el aumento de la demanda de tra-
bajo —al expandirse la economía— debía impulsar la recupe-
ración de los ingresos reales.
La evidencia empírica, sin embargo, estaría indicando lo
contrario.

Salarización de baja intensidad

En el ámbito de Lima Metropolitana, que constituye el merca-


do laboral más desarrollado del país, los asalariados como
porcentaje de la población ocupada, si bien muestran una re-
cuperación en el 2003, aún están por debajo de la participa-
ción que les cupo a comienzos de los noventa, inmediatamen-
te antes de la aplicación del ajuste estructural. De las categorías
ocupacionales que lo conforman, el empleado público es el
que estaría explicando el declive en la participación del con-
junto de los asalariados, y el asalariado de la microempresa, el
que viene explicando poco más de la mitad del empleo en el
sector privado (Chacaltana 2005).
Si la disminución de los asalariados tiene una explicación
más vinculada con la naturaleza de la reestructuración pro-
ductiva de los noventa y con la política económica desarrolla-
da en dichos años, los cambios en la naturaleza de las contra-
taciones de los trabajadores del sector privado se relacionan
136 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

con la reforma laboral. En la búsqueda de una mayor eficien-


cia y de abaratar los costos de contratación como un medio
para absorber más mano de obra, se amplió la gama de moda-
lidades de contratación. Esta situación ha ido en contra de la
extensión de los típicos contratos de trabajo de temporalidad
indefinida.
Así, mientras que en 1991, el 63% de los asalariados del
sector privado estaban contratados bajo dicha modalidad, en
2003 apenas el 35% contaba con cobertura típicamente laboral.
Este deterioro en las condiciones de contratación de la fuerza
laboral no es exclusivo de las unidades empresariales de me-
nor tamaño relativo, en las que el 94% de sus trabajadores no
tienen contrato alguno (Lévano 2005). Incluso aquellas de ta-
maño medio y grande han incurrido en ese comportamiento.
En estas, los asalariados con contrato indefinido han descen-
dido de representar el 73,6% en 1991 a un 47,8% durante el
2003.
Este cambio tan significativo en la participación de los asa-
lariados bajo contrato indefinido tiene consecuencias más allá
del aumento de la rotación laboral. Se convierte en un elemen-
to que debilita la acumulación de otros derechos: negociación
colectiva, sindicalización, coberturas de salud y previsión so-
cial, etc.
De acuerdo con los resultados de la distribución de los in-
gresos laborales de la población económicamente activa (PEA)
ocupada de Lima Metropolitana, se observa que, entre 1987 y
1995, los dos primeros quintiles mejoraron relativamente su
participación en los ingresos de la capital. En forma más
sustantiva lo hizo el decil de mayores ingresos; en contraste,
la mitad de la PEA habría visto decrecer su participación en
dicha distribución (MTPE 2002). La disminución en este seg-
mento, que por ingresos corresponde al sector asalariado for-
mal, podría ser atribuida a los cambios en la política laboral.
Gráfico 6. Perú: curva de Lorenz 2000 y 2004
Julio Gamero

Fuente: ENAHO 2000 y 2004.


Elaboración propia.
137
138 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

El Perú que ha emergido de la reforma laboral de los no-


venta muestra un gran déficit de trabajo decente (OIT 2004).
Los estándares tan bajos del proceso de salarización, si bien
pueden haber facilitado la generación de empleos, lo han he-
cho promoviendo aquellos de baja productividad y, consecuen-
temente, con salarios que no siempre cubren los requerimien-
tos de una canasta básica de consumo. La presencia de un
porcentaje tan significativo de mano de obra que trabaja sin
contrato alguno supone una restricción en lo que Isuani deno-
mina la gestión de los riesgos sociales, consustanciales al capi-
talismo: desempleo, cobertura frente a accidentes de trabajo,
enfermedad, jubilación, etc.

Gráfico7. Lima Metropolitana: índice de Gini según ingreso


o gasto, 2000-2004
0.60
0,60

0,55
0.55

0,50
0.50

0,45
0.45
Ingreso perso
Ingreso personal
nal 1/.
1/.
0,40
0.40 Ingreso familiar
Ingreso familiar 2/.
2/.
Ingreso familar
Ingreso familiar percapita
per cápita
0,35
0.35 Gasto familiar
Gasto familiar
Gasto familiar
Gasto familiar per cápita
percápita
0,30
0.30
2000 2001 2002 2003 2004

Fuente: ENAHO 2000-2004.


Elaboración propia.
Julio Gamero 139

Gráfico 8. Perú total: índice de Gini según ingreso o gasto,


2000-2004

0.65

0,65
0.60
0,60
0.55
0,55
0.50
0,50
0.45
0,45

0.40
0,40 Ingreso
Ingreso perso nal 1/.
personal 1/ .
Ingreso ffamiliar
Ingreso amiliar 2/.
2/.
Ingreso ffamiliar
Ingreso amilar pper cápita
ercap ita
0.35
0,35
Gasto
Gast familiar
o familiar
Gasto
Gast familiar per
o familiar cápita
percáp it a
0,30
0.30
2000 2001 2002 2003 2004
Fuente: ENAHO 2000-2004.
Elaboración propia.

En la medida en que el proceso de salarización permita no


solo aumentar la absorción de mano de obra sino, paralela-
mente, retribuir adecuadamente los costos de reproducción de
la misma, el tránsito hacia un modelo residual podrá ser exito-
so. De no ser así, con una creciente fuerza de trabajo que no
cuente con contrato laboral alguno y, por tanto, se vea imposi-
bilitada de acceder a las coberturas necesarias para atender
los riesgos sociales propios del capitalismo —tanto bajo el mo-
delo corporativo (a través de la seguridad social) como bajo el
residual (a través del mercado)—, asistiremos a un proceso de
creciente desigualdad social, que será mayor bajo el modelo
residual que el corporativo.
Este proceso, por lo demás, de perpetuarse en el tiempo ge-
nerará un grave problema social cuando la hoy joven y media-
na fuerza laboral se acerque a la culminación de su ciclo de vida
140 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

laboral. ¿Será la familia, en ausencia de una política social más


inclusiva, la que tendrá que asumir los costos de salud y de
jubilación que demandarán esos ex trabajadores activos?
En el 2003, de acuerdo con la información disponible del
MTPE solo uno de cada tres miembros de la PEA ocupada de
Lima Metropolitana cuenta con la cobertura de un seguro de
salud, mientras que apenas un 28,3% está afiliado a algún
sistema de pensiones. Estos resultados se vinculan, en ma-
yor medida, a la situación de los trabajadores de la mediana
y gran empresa, en la que se encuentra el mayor porcentaje
de contratos típicos. En el ámbito de la microempresa, que ha
incorporado el mayor número de asalariados en los noventa,
la afiliación a un sistema de pensiones y la cobertura con al-
gún seguro de salud debe ser mucho más inquietante. Este
hecho es importante, ya que en este sector se juega la viabili-
dad de un modelo residual. Los resultados, sin embargo, esta-
rían señalando lo contrario. ¿Estará yendo el sistema hacia la
exclusión?

Bibliografía

BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO


1997 Estrategia para reducir la pobreza. Washington, D. C.: BID.
BIRDSALL, N. y J. L. LONDOÑO
1997a «Asset Inequality Matters: An Assessment of the World Bank’s
Approach to Poverty Reduction». American Economic Review
87(2), AEA Papers and Proceedings, pp. 32-37.
1997b «Asset Inequality Does Matters: Lessons from Latin America».
OCE Working Paper 344. Washington, D. C.: BID.
BIRDSALL, Nancy; Thomas PINCKEY y Richard SABOT
1996 «Why Low Inequality Spurs Growth: Savings and Investment
by the Poor». OCE Working Paper 327. Washington, D. C.: BID.
Julio Gamero 141

BRUNO, Michael; Martin RAVALLION y Lyn SQUIRE


1995 «Equity and Growth in Developing Countries: Old and New
Perspectives on the Policy Issues». World Bank Policy Research
Working Paper 1563. Washington, D. C.: Banco Mundial.
CHENERY, H.; M. AHLUWALIA, C. BELL, J. DULOY y R. JOLLY
1974 Redistribution with Growth. Oxford: Oxford University Press-
Banco Mundial.
DEININGER, Klaus y Lyn SQUIRE
1996 «A New Dataset Measuring Income Inequality”. World Bank
Economic Review, vol. 10, pp. 565-591.
1997 «Economic Growth and Income Inequality: Reexamining the
Links». Finance & Development, vol. 34, n.o 1, marzo, pp. 38-41.
1998 «New Ways of Looking at Old Issues». Journal of Development
Economics, n.o 57, pp. 259-87.
ESCOBAL, Javier; Jaime SAAVEDRA, y Máximo TORERO
1998 «Los activos de los pobres en el Perú». Documento de trabajo, 26.
Lima: GRADE.
ESPING-ANDERSEN, Gosta
1998 «La transformación del trabajo». La Factoría, n.o 7.
1999 Fundamentos sociales de las economías post industriales. Barcelona:
Ariel.
FIGUEROA, Adolfo
1990 De la distribución de la crisis a la crisis de la distribución: Peru,
1975-1990. Lima: s. e.
2002 «Sobre la desigualdad de las naciones». Economía, n.o 49.
2003 La sociedad Sigma: una teoría del desarrollo económico. Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú-Fondo de Cultura
Económica.
142 La desigualdad en el Perú: una mirada desde la economía

FRANCKE BALVE, Pedro


1996b «Tipos de crecimiento y pobreza: una aproximación». En ¿Cómo
estamos? Análisis de la encuesta de niveles de vida. Lima: Cuánto-
Unicef.
GAMERO, Julio
1996 «Distribución del ingreso, diferencias salariales y cambios en
el mercado de trabajo de Lima Metropolitana, 1989-1995». Po-
nencia presentada en el seminario «Los efectos de las refor-
mas estructurales sobre el mercado de trabajo». Santafe de
Bogotá: Fedesarrollo.
GONZÁLEZ LAXE, Fernando, y J.VENANCIO SALCINES
2002 «Desigualdad y bienestar en América Latina, 1970-1999». Aná-
lisis Económico, vol. XVII, n.o 36, Facultad de Ciencias Econó-
micas y Empresariales de la Universidad de A. La Coruña.
HENTSCHEL, Jesko
1999 «Pobreza y desarrollo social 1994-1997». En Política y economía
social. Análisis de una encuesta (ENNIV 1997). Lima: Cuánto-
Unicef-USAID, pp. 16-74.
ISUANI, Aldo
1992 «Política social y dinámica política en América Latina. ¿Nue-
vas respuestas para viejos problemas?». Desarrollo Económico,
vol. 32, n.o 12, abril-junio, pp. 107-118.
ISUANI, Aldo y Daniel NIETO
2002 «La cuestión social y el Estado de Bienestar en el mundo post-
keynesiano». Reforma y Democracia, n.o 22, Caracas, CLAD.
KANBUR, Ravi
1998 Income Distribution and Development. Ithaca: Cornell University.
KUSNETS, Simon
1955 «Economic Growth and Income Inequality». The American
Economic Review 45 (1).
Julio Gamero 143

LONDOÑO DE LA CUESTA, Juan Luis


1997 «La dinámica de cambio de la distribución del ingreso y la
pobreza en Colombia en las últimas décadas». En Mauricio
Cárdenas (ed.). Empleo y distribución del ingreso en América Lati-
na. Bogotá: TM Editores-Fedesarrollo-CIID-Colciencias.
MEF (MINISTERIO DE ECONOMÍA Y FINANZAS)
2005 Presentación del ministro de Economía. Lima, 6 de octubre.
MORLEY, Samuel
1995 «Comentario al tema: población y pobreza en el marco de la
transformación productiva con equidad». Seminario «Infor-
mación sobre población y pobreza para políticas sociales».
Lima: Instituto Nacional de Estadística e Informática.
MTPE (MINISTERIO DE TRABAJO Y PROMOCIÓN DEL EMPLEO)
2002 Boletín de Economía Laboral, n.os 22-24, octubre. Recuperado de
<http://www.mintra.gob.pe/peel/publicaciones/bel/
BEL_22-24.pdf>.
RAVALLON, Martín
1997 «Can High-Inequality Developing Countries Escape Absolute
Poverty?». Economics Letters, vol. 56, Banco Mundial, pp. 51-57.
REICH, Robert
1994 El trabajo de las naciones. Bogotá: Vergara.
SHACK, Nelson
1999 «La educación y la probabilidad de ser pobre en el Perú de
hoy». En Política y economía social, Análisis de una encuesta
(ENNIV 1997). Lima: Cuánto, pp. 143-162.

También podría gustarte