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FILOLOGÍA HISPÁNICA 1
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“El llamado latín vulgar y las primeras
diferenciaciones romances (E. Coseriu)”
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2013
Rodrigo Díaz Dubé
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El llamado “latín vulgar” y las primeras diferenciaciones romances (E. Coseriu)
Se dice que las lenguas romances proceden del latín vulgar o popular. A continuación se
ofrecen, cronológicamente ordenadas, distintas teorías que explican su origen:
La Edad Media: Durante este periodo el latín clásico se opuso al habla vulgar, la cual era
considerada como una corrupción de aquel, o bien su base. Esta tradición procede, a su
vez, de una más antigua que arrancó en el s. IV d. C.
Romanistas del siglo XIX: Imaginaron un latín vulgar como otra lengua hablada en el
Imperio y la República. Es decir, una lengua popular opuesta a la de las clases cultas
(latín literario). Para Diez, las lenguas romances derivan del latín popular, es decir una
lengua distinta al latín clásico en cuanto a fonética, morfología, sintaxis y vocabulario.
El Romanticismo contribuyó a fortalecer el concepto de latín vulgar, al cual consideró
más legítimo y genuino. Asimismo, lo consideró como una lengua más o menos
homogénea, una lengua unitaria hablada de manera casi idéntica en todos los puntos
del Imperio.
Concepto intermedio: Es el que se delinea en el trabajo de Hoffman, quien opone a la
lengua docta o escrita la de lengua de conversación diaria o hablada. Se trataría,
entonces, no de lenguas distintas, sino de estilos diferentes.
K. Vossler opone a la idea de latín clásico o literario una de latín vulgar. Su concepto de
latín vulgar es distinto desde lo cronológico y lo social y, fundamentalmente, desde lo
intrínseco. Esta diferencia surge, según él, a partir de cosmovisiones particulares.
Estos estudios han ayudado a ampliar, flexibilizar y modificar el concepto de latín vulgar.
Asimismo, modifican el concepto de lengua. Esto quiere decir que la lengua no es concebida
como un organismo con vida propia que existe independientemente de los hablantes, sino
como una creación individual en constante movimiento. Su única realidad concreta es la de los
actos lingüísticos individuales, sobre cuya base se estructura abstractamente el concepto de
lengua, como sistema de isoglosas.
Por último, son convencionales los límites de una lengua construida glotológicamente:
dependen de cómo se consideren las isoglosas con máxima extensión. Por lo tanto, y más allá
de momentos históricos, es posible, considerando estas isoglosas de amplitud máxima,
entender todo el latín como una lengua (latín literario y popular, escrito y hablado, docto y
corriente, etc.).
El latín hablado presenta diferencias dialectales en Italia. Por un lado, existe el latín del
Lacio (Roma), y por otro, el latín con sustrato (el de los pueblos conquistados por Roma
con dialectos propios).
Italia fue romanizada por romanos y latinos, mientras que las demás provincias fueron
conquistadas culturalmente, en parte, por itálicos romanizados. El latín que se impuso
en las provincias fue un latín administrativo (con elementos dialectales) más culto que el
de Italia, propio de funcionarios y militares.
El latín que se difundió en las provincias no fue el mismo: en las primeras zonas
conquistadas se difundió un latín preliterario, más popular, el cual aún no había
alcanzado la unidad. En Galia e Hispania se difundió un latín más unificado y
culturalizado. En la etapa posterior el latín que se fue difundiendo se estaba
diferenciando (conquista de la Dacia).
El latín no fue nunca totalmente unitario. La heterogeneidad y variedad del latín arcaico
se mantuvo en la lengua hablada, más allá de la relativa uniformidad y
homogeneización que había alcanzado mediante la educación escolar; uniformidad que
a su vez, se derivaba de la que existía en el latín clásico, por ser lengua literaria, fijada y
codificada en un periodo relativamente breve por algunos escritores.
Además, se verifica en el latín clásico la falta de una total uniformidad tanto sincrónica
como diacrónicamente. Por ejemplo, entre los escritores de la misma época, se perciben
diferencias –amén de las estilísticas- gramaticales y cierta evolución limitada. Asimismo,
si también se considera al latín clásico como una lengua hablada por un reducido grupo
aristocrático, debe admitirse ciertas diferencias entre el registro oral y escrito.
Fuentes para el estudio del latín vulgar (Herrero, Victor. Introducción al estudio de la
filología latina): Estas fuentes pueden dividirse en tres grupos: literarias, epigráficas y
gramaticales.
Léxico clásico-vulgar: homo, filius, manus, aqua, panis, rota, ferrum, asinus, cervus,
caelum, arbor, vita, dolor, bonitas, habere, dormiré, videre, credere, rotundus,
plenus, calidus, siccus, niger, novus, bonus mater, pater, puteus, vacca, altus,
longus, viridis, amare, audire, dicere, venderé, bene, male, etc.
Léxico clásico y clásico-vulgar: aequa, tellus, sidus, jetum, ulnus, crúor, tergum, ager,
pulcher, magnus, validus, alius, omnis, equus, os, domus, brevis, imber, agere y ater.
Mare, terre, stella, mors, plaga, sanguis, dorsum, campus, formosus-bellus, grandis,
fortis, alter, totus, caballus, bucca, casa, curtus, pluvia, facere y niger.
Léxico vulgar: mamma, nonno, nonna, battalia, gentis, cucina, plattus, loccare,
cortina, grossus, septimana, camisia, carricare, etc.
Los fenómenos que diferencian el vocabulario clásico del vocabulario vulgar son la selección
(elección en la oralidad de una forma entre dos sinónimas) y la innovación (renovación léxico-
oral a partir de procesos lingüísticos como la derivación, composición y préstamos).
Selección: la lengua hablada considera menos matices y sutilezas determinando la elección de
determinados vocablos (ampliando su significación) en detrimento de otros. Ejemplo: mare,
terra, stella, mors, plaga, sanguis, dorsum, campus, formosus/bellus, grandis, fortis, alter,
totus, caballus, bucca, casa, curtus, pluvia, facere, niger, por: aequa, tellus, sidus, jetum,
vulnus, crúor, tergum, ager, pulcher, magnus, validus, alius, omnis, equus, os, domus,
brevis, imber, agere, ater.
El lenguaje hablado presenta una tendencia hacia la expresividad, por lo que prefiere formas
jergales, imágenes, metáforas, formas irónicas, etc. Ejemplos: edere por manducare; caput por
testa; domus por casa; crus por gamba o perna.
Innovación: el latín hablado de la época imperial prefirió formas derivadas, especialmente
diminutivos y aumentativos en los nombres y formas frecuentativas e incoativas en los verbos.
Ejemplo: avus por aviolus; vetus por vetulus; auris por auricula; culter por cultellus; genu
por genuculum; mane por maneana o matutinum; canare por cantare; adiuvare por
auditare, etc.
Son también parte del latín clásico elementos funcionales, adverbios, preposiciones y
conjunciones como: an, at, autem, domec, enim, ergo, etiam, haud, igitur, ita, nam,
postquam, quidem, quin, quoad, quoque, sed, sive, ut, utrum, vel, etc.).
Derivación verbal:
Finalmente, todas estas innovaciones son internas, es decir, son desarrollos permitidos por el
sistema de la lengua latina que no pertenecen a la norma del latín clásico.
Otro tipo de cambio semántico es el que se presenta en los cambios de categoría léxica:
algunos adjetivos adquieren el significado del sustantivo a los cuales acompañaban:
FONÉTICA
De las tres cualidades acústicas del sonido (cantidad, intensidad, altura musical) eran relevantes
para el latín, desde lo distintivo-fonológico, la cantidad y la intensidad.
Parece ser que al principio el acento en latín era melódico, pero posteriormente a la época
clásica, se desarrolló como acento de intensidad.
Cabe señalar que el acento adquirió valor fonológico propio y exclusivo solo con la
desaparición de la cantidad vocálica, ya que antes de esto resultaba secundario. Una vez
establecida la acentuación fija, las palabras solo pudieron acentuarse de manera oxítona,
paroxítona y proparoxítona. Posteriormente esta situación se modificaría. En general, el acento
se mantuvo en la misma sílaba que tenía en el latín clásico.
Cambios en la ubicación del acento:
Excepciones:
1. En latín vulgar, una vocal breve delante de una oclusiva seguida de una líquida se
vuelve larga por posición. Ejemplo: Latín Clásico (integrum, cáthedra, ténebras); Latín
Vulgar (intégru, catédra, tenébras).
2. En los verbos compuestos con prefijos, el acento queda en la raíz del verbo y no se
mueve al prefijo como en el Latín Clásico. Ejemplo: renegat > renégat; recipit > recípit;
etc. La acentuación prefijal se mantiene en los casos en los que se ha perdido el sentido
de la composición.
3. En el latín clásico, la desinencia de tercera persona del plural del Perfecto del Indicativo
–erunt se transforma en –erunt, acentuándose por analogía con las formas en –ere,
dixerunt, dixere, fecerunt, fecere. El latín vulgar, en cambio, repone las formas arcaicas
fécerunt, díxerunt, etc. El español mantiene las formas clásicas.
4. En el caso de hiato el acento pasa a la vocal siguiente: paríetem > parétem; avíolum >
aviólum; etc.
5. En los casos oblicuos de iste, ille, el acento tiende a pasar a la última sílaba. Ejemplo:
ílle, ílla > él, ella, pero illúm, illám > lo, la.
6. Muchos cambios acentuales ocurren por modificaciones conjugacionales (paso de la 3ª
a la 2ª persona y viceversa). Ejemplo: cádere > cadére.
7. Otros cambios ocurren de manera específica, aislada. Ejemplo: ficátum se vuelve fícatum
por influencia helénica.
VOCALES
En el latín hablado imperial (s. II-III) cae la cantidad vocálica sustituyéndose por la cualidad
vocálica, y determinando un cambio fundamental en el sistema vocálico del latín. Es decir que
la cualidad (que ya existía pero no era relevante) adquiere valor fonológico distintivo.
Simultáneamente, la i y la u breve abierta se confunden (por la semejanza de timbre) con la e
y la o cerrada respectivamente. De esta manera, las diez vocales del latín clásico quedan
reducidas a siete:
A A E E I I O O U U
a e i o u
Tal esquema explica el vocalismo del catalán, español, portugués, francés, provenzal, italiano,
pero no el de Cerdeña, donde i, u conservan su timbre, ni el de la Dacia que conserva la u.
Los diptongos ae y oe se simplifican en e y e. En latín vulgar e procede de e y ae; e de
e, i y oe. Tales simplificaciones eran populares antes de la época que se le atribuye al
latín vulgar.
El diptongo au, que ya se simplificaba en el lenguaje rústico y popular en la época
clásica, se reduce a o en el habla de varias regiones: auricula > oricla; aurum > oro; etc.
Sin embargo, se conserva en rumano, sardo, italiano meridional y provenzal.
Si al inicio de palabra se encuentra el diptongo au y en la sílaba siguiente existe una u,
la u del diptongo inicial cae. Ejemplo: Augustus > Agustus > agosto; augurium > aguriu
> agüero; etc.
Las vocales en hiato se reducen, caen o se consonantizan, respectivamente:
CONSONANTES
NS > s mensa > mesa; sponsi > sposi; constat > costa.
RS > ss desde el siglo I en Iberia. Pérsica > pessica.
KS > s dexter > dester.
Consonante + Y: por influencia de la Y, la consonante precedente llega a
palatalizarse o a asibilarse. Los grupos más frecuentes afectados son: TY, KY, DY,
GY, LY, NY.
TY y KY se confunden en una única articulación palatal desde el siglo III y en el
siglo IV la palatal se vuelve africada y hasta sibilante.
DY y GY se confunden a menudo en una única articulación palatal y llegan a dar
Y, aunque a veces DY se asibila transformándose en Z.
LY y NY se palatalizan en época imperial dando L’ y N’.
KW, GW (cu, gu) se conservan delante de a y pierden el elemento labial delante
de las demás vocales.
MORFOLOGÍA
10. Adverbios:
11. Preposiciones: Se crean nuevas preposiciones sintéticas, configuradas para lograr una
mayor determinación espacial y temporal: abante, in-abante, de subtus, de foris, de
intus, de trans, de retro, in contra, etc.
SINTAXIS
Gran revolución, también, en la construcción fraseológica latina que se modifica
profundamente. En general, la frase se vuelve más sencilla, se abandona el uso del hipérbaton,
se prefiere la parataxis a la hipotaxis, el orden se vuelve más fijo, los sintagmas se vuelven
analíticos.
1) Aparecen en la lengua hablada nuevas formas de determinación como ille y unus que
se emplean, cada vez más, con valor articular.
2) En lugar del genitivo se emplea el acusativo con ex, ab y de. En lugar de dativo se
emplea acusativo con ad.
3) La comparación adjetival se hace con magis y luego con plus. El complemento
comparativo se empieza a construir con quam o de.
4) El superlativo en –issimus cae en desuso (reintroducido más tarde por cultismo) y en la
forma analítica se emplea multu (muy).
5) El acusativo más infinitivo se sustituye por oraciones subordinadas normales,
particularmente con quia.
6) En los complementos de lugar se confunden distinciones entre estado y movimiento y
caen en desuso los complementos sin preposición. Para el complemento de compañía y
de instrumento se emplea la preposición cum.
7) Empleo de perífrasis:
Futuro con habeo, volo o debeo, que luego se aglutinará creándose un nuevo
futuro simple.
Participio empleado como complemento que dará origen al pretérito compuesto:
“habeo compratum” > he comprado. Esto sucede así porque habeo pierde su
valor léxico y se vuelve un simple auxiliar.
Perífrasis verbales y formas reflexivas se emplean para expresar la voz pasiva.
Ejemplo: dicitur > se dicit; prohibetur > se prohibet.
Esta descripción sumaria, si bien deja de lado un gran número de innovaciones, puede
ofrecer una idea de la rápida evolución acaecida en el latín hablado de la época
imperial. Al mismo tiempo, permite observar un tipo lingüístico que se acerca más al
tipo representado por las lenguas romances que el presentado por el latín ciceroniano.
Las diferencias internas, si bien existieron desde siempre como en toda lengua hablada, no
eran relevantes a la hora de hablar de sistemas menores dentro del latín vulgar ya que este
permanecía más o menos homogéneo.
a. El latín vulgar es un sistema más o menos unitario hasta comienzos del s. IV d. C., ya
que las diferencias regionales permitían la intercomprensión entre los distintos sectores
imperiales.
b. A partir del s. IV d. C. el latín comienza a adquirir un progresivo y veloz ritmo evolutivo
a la vez que se aceleran los movimientos divergentes por lo que se crean importantes
limitaciones regionales dentro de esa lengua corriente.
c. Después del s. VI d. C. estos límites resultan tan importantes que justifican considerar a
cada uno de estos sistemas menores como nuevas lenguas.
d. Esta escisión de la lengua latina hablada se debe a factores históricos y se relaciona con
los procesos históricos y culturales de la Romanidad.
Estos factores contribuyeron al fraccionamiento del latín, pero la causa principal fue la
decadencia de la cultura romana: una lengua es un hecho cultural, refleja un estado cultural, y
mientras esa cultura común vive y prospera la lengua se mantiene más o menos viva.
En los primeros siglos después de Cristo, se asiste a una progresiva decadencia de la cultura
latina, a profundos cambios en la mentalidad romana, al derrumbe de los ideales clásicos de
vida.
El Imperio se orientaliza y se germaniza permitiendo el crecimiento del fasto, el relajamiento
de las costumbres e ideales mezquinos; la vieja aristocracia romana decae en todo sentido y se
genera una nueva aristocracia burguesa, culturalmente inferior y heterogénea.
La instrucción pierde su prestigio y decae, la literatura no crea más obras capaces de otorgar
ciudadanía y difundir nacionalmente innovaciones, las cuales se desarrollan en la lengua oral
sin ninguna posibilidad de consagración de carácter general. Al mismo tiempo, disminuye la
conciencia de la norma ideal de una lengua común, lo que determina en muchos una suerte
de amparo cultural en los cánones lingüísticos de la época áurea.
El cristianismo tuvo un efecto popularizador sobre el latín hablado, lo que provocó que se
simplificara y alejara de los modelos clásicos.
La decadencia de Roma provocó que se desconociera su criterio lingüístico y que cada
provincia elevara a modelo su particularidad regional y que sus innovaciones se difundieran en
territorios cada vez más vastos, imponiéndose modélicamente en la lengua común.
Luego de Diocleciano Roma perdió la iniciativa lingüística, la cual fue transferida a las
provincias determinando un movimiento centrífugo dentro del latín hablado. Cada innovación
tuvo un espectro de difusión distinto: de esta manera se producen las primeras fracturas en la
unidad del latín vulgar.
División lingüístico-imperial: En el s. III d. C. se produce una escisión que diferencia dos áreas
lingüísticas:
La de kt > xt: Provocada por el sustrato céltico que abarcó Iberia y Galia (no incluye la
Galia Cisalpina).
U > ü: Provocada por el sustrato gálico que abarcó solamente a la Galia Septentrional.
Tal fisonomía se estabilizó más tarde por obra de los germanos y como efecto de la
constitución de estados germánicos.
La acción de los germanos fue muy profunda y/o extensa en la Galia Septentrional e
importante para la definición de fronteras lingüísticas como en las demás provincias.
Otras divisiones:
Menéndez Pidal y Amado Alonso sostienen que el castellano se puede considerar como el
dialecto innovador dentro del grupo de dialectos conservadores. Además, para Alonso existe
en la Romania Occidental una línea divisoria que separa los dialectos franceses de los dialectos
d’oc: el francés presenta caracteres tan particulares que debe considerárselo separadamente
del conjunto románico occidental.
Iberia resiste al celtismo mejor que Galia. Esta resistencia se puede entender porque fue
romanizada más intensamente que la Galia.
Iberia aparece, en general, más conservadora que el resto de la Romania Occidental.
Dentro del conjunto ibero-romance el castellano aparece como el dialecto más innovador, ya
sea por aceptar innovaciones ajenas (procedentes de centros situados al Oriente, al Occidente
y al sur de su territorio primitivo) o por innovar por su cuenta.
El castellano antes de volverse fue el dialecto de una pequeña zona de Hispania (Cantabria) y
posteriormente de la zona castellanizada de Burgos, entre el Duero y alto Ebro. La peculiaridad
castellana puede explicarse por razones históricas muy antiguas.
La zona fue romanizada de manera imperfecta y lenta. Los romanos necesitaron prácticamente
doscientos años para conquistar este territorio. Recién en el año 19 a. C. la zona queda
pacificada por Agripa.
La zona conservó cierta autonomía después de la ocupación germánica. Permaneció
independiente unos 150 años hasta que en el Leovigildo la incorporó al reino visigótico en el
año 574 d. C. siempre mantuvo un espíritu de rebeldía.
Lo que hoy llamamos español es el castellano de la primera región castellanizada (zona de
Burgos), una región mal romanizada y revasconizada en el s. X.
Es el más ibérico de todos los romances.