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El pecado de Acán: el pecado oculto

Leer Josué 7

La historia del pecado de Acán, y todo lo que involucró nos ayuda a entender la diferencia tan absolutamente enorme que
existe entre el bien y el mal. Nos ayuda a entender acerca de la santidad de Dios, y de la necesidad de ser como Él.

1. La orden de Dios
(Josué 6: 17-19) <<Y será la ciudad (Jericó) anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente
Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que
enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis
anatema el campamento de Israel, y lo turbéis. Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean
consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová>>

Jericó fue la primera toma de Israel al entrar en la Tierra Prometida. Jericó era una poderosa ciudad muy bien amurallada,
pero muy maldita; infestada de demonios, de brujería, de satanismo, de baales, de maldad, pero Dios la entregó en las
manos de su pueblo Israel (Jos. 2: 24)

La condición era que no debían de quedarse con nada, ni siquiera tocar nada de aquella ciudad, ya que estaba minado de
demonios y de maleficio. Solamente el oro y la plata y otros utensilios de metal, una vez consagrados a Dios, deberían
entrar en el tesoro de Dios, pero jamás a particulares. Esa era la condición.

2. La prueba de Dios
Es evidente, que Dios quería probar a su pueblo en materia de OBEDIENCIA.

La tentación de quedarse con cualquier cosa valiosa era grande. La excusa de algunos para proceder así podría ser la de
haber conquistado la ciudad, y considerarlo como un botín de guerra. No obstante, fue el mismo Dios quien les entregó la
ciudad y el corazón de sus habitantes. No podían quedarse nada como botín de guerra.

No obstante, un miembro de ese cuerpo que era Israel no pasó la prueba:

<<Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi,
hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel>>

Y fue descubierto, y sólo entonces, reconoció su pecado, pero ya era tarde, porque no fue por arrepentimiento que lo
confesó, sino por miedo a las represalias.

<<Y Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho.
Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de
cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo
de ello>> (20, 21)

Acán fue:

1. Desobediente, por cuanto hizo todo lo contrario de lo que ordenó Dios directamente.
2. Rebelde, porque menospreció la autoridad directa de Dios.
3. Codicioso e idólatra, por cuanto por el afán de riquezas, las puso por encima del propio Dios.
4. Cobarde y encubridor, por cuanto ocultó su pecado hasta que fue descubierto.
5. Mentiroso, por la misma razón.
6. Homicida, por cuanto murieron hermanos por culpa de su pecado en el intento de conquistar Hai
7. Ladrón, por cuanto se quedó con plata y oro que debían de haber sido para el tesoro de Jehová, una vez
consagrado.
8. Anatema, que es maldito, por cuanto vino a ser así al quedarse con las cosas del anatema, es decir, del
diablo.

Acán cometió PECADO OCULTO. Ese pecado es doble. Por una parte es por lo que es en sí, y segundo, porque se intenta
ocultar de la vista de Dios, y de los demás.

3. Las consecuencias del pecado oculto


Dios quería preservar la pureza y santidad de su pueblo, toda esa nueva generación que había salido del desierto y estaba
entrando en la tierra prometida.
Parecido ejemplo lo tenemos con Ananías y Safira al inicio de la Iglesia (Hchs. 5), los cuales fueron muertos directamente
por Dios por un pecado similar al de Acán: Pecado oculto. Delante de los demás hermanos se mostraban santos, pero
habían ocultado en la tierra de la tienda de su corazón una gran cantidad de engaño, codicia y robo a Dios.

El Señor consideraba a Israel, Su pueblo, como a un solo ente. Eran para Dios un solo cuerpo, y cada miembro era
responsable en cuanto al cuerpo.

Por lo tanto, para Dios fue todo Israel quien prevaricó: <<Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al
anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová
se encendió contra los hijos de Israel>> (Josué 7: 1)

Debía haber consecuencias por causa de la prevaricación de Acán, y la consiguiente contaminación de Israel: (Josué 7: 1-
5) <<Después Josué envió hombres desde Jericó a Hai, que estaba junto a Bet-avén hacia el oriente de Bet-el; y les habló
diciendo: Subid y reconoced la tierra. Y ellos subieron y reconocieron a Hai. Y volviendo a Josué, le dijeron: No suba todo el
pueblo, sino suban como dos mil o tres mil hombres, y tomarán a Hai; no fatigues a todo el pueblo yendo allí, porque son
pocos. Y subieron allá del pueblo como tres mil hombres, los cuales huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de
ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada; por lo cual
el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua>>

Cuando hay pecado oculto en el seno del cuerpo de Cristo, eso tiene sus consecuencias para todos. El enemigo toma
mucha ventaja, ya que Dios aparta su mano.
Muchas veces, esa es, y ha sido la causa de la derrota frente al enemigo. Josué, se condolió por la derrota de Hai y sus
consecuencias, y se quejó ante Jehová (v. 6-9), porque no sabía lo que había ocurrido en aquel momento.

El no saber, no es razón para detener las consecuencias del pecado oculto.

Y entonces habló el Señor, y le dio la explicación de todo lo que había pasado: (Josué 7: 10-13) <<Y Jehová dijo a Josué:
Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y
también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los
hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto
han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros. Levántate,
santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti,
Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros>>

Sólo se puede hacer frente al enemigo, cuando hay santidad en el campamento de Dios, y no hay anatema enterrado bajo
él.

Ese anatema, es el pecado oculto, que uno guarda enterrado en el fondo de su corazón, como hizo Acán, y como hicieron
Ananías y Safira.

¡Qué Dios rebele ese pecado, como lo rebeló a Josué, para que pueda ser quitado de en medio, y no estorbe la obra de
Dios!

Es necesario que Dios rebele todo pecado oculto que pudiere haber en Su campamento, para que pueda cesar la actividad
del anatema.

Es necesario que el anatema que hubiere, sea quitado de la congregación, y de la familia y del individuo.

La Palabra de Dios dice: (Romanos 5: 20, 21) <<Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el
pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por
la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro>>

Esa gracia que sobreabunda sólo está disponible por parte de Dios para aquellos que genuinamente se arrepienten de sus
pecados conocidos y ocultos.

Acán no se arrepintió, sino que fue descubierto por Dios ante todos. Lo mismo ocurrió
con Ananías y Safira.

No hay gracia para los que pecan y son descubiertos, sino para los que habiendo pecado, se arrepienten genuinamente, y
dejan de practicar pecado.

No nos equivoquemos, Dios no puede ser engañado: <<No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el
hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que
siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo
segaremos, si no desmayamos>> (Gálatas 6: 7-9).

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