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Teoría de la literatura III

Pérez Flores, Edwin Guillermo


Semestre 2019-1
Reporte de lectura de Ion y el Libro X
Platón fue un filósofo irreverente que revolucionó con sus ideas la maquinaria indómita e
inaprensible que hizo funcionar al mundo clásico. En la actualidad, el conocimiento de aquel gran
pensador sigue iluminando la oscuridad insaciable que devora a la sociedad contemporánea, la cual
se mantiene leyendo los escritos del fundador de la academia a fin de comprender no solamente los
componentes que construyen tanto a la realidad como a los seres humanos, sino para profundizar
en un fenómeno artístico misterioso, enajenante, indefinible: Ion y el Libro X son un buen ejemplo
de aquellos textos que irradian una verdad maravillosa, platónica.

La primera obra a explicar, intitulada Ion, es un diálogo breve que mantiene Sócrates con un
rapsoda, el cual se jacta de recitar y conocer el pensamiento de Homero como ningún poeta. Por
ello, el filósofo, sorprendido, lo pone a prueba al cuestionarle si conoce el trabajo de otros poetas
como Hesíodo o Arquíloco. Ion contesta afirmativamente. Sócrates sabe que miente. A partir de
ese momento, inicia un interrogatorio que le permite al sabio griego mostrar las nociones de
‘técnica’ e ‘inspiración divina’ al pobre Ion.
La técnica permite al que observa identificar los elementos que componen un objeto, el cual
está elaborado con base en un método específico. Así, por ejemplo, Ion, si hubiera conocido la
técnica que emplean los poetas para realizar un poema, podría identificar fácilmente cómo está
constituido una obra poética y, por tanto, saber si es una buena o mala poesía y poseer una noción
general de la misma puesto que “la poética es un todo”1.
En contraste, si un poeta carece de una técnica, entonces posee ingenuamente una inspiración
divina que le posibilita crear, aunque sólo a voluntad de la Musa o deidad que lo elige para
transmitir lo que ésta desea expresar, las más hermosas composiciones. De tal modo que un “poeta
[no es más que] una cosa ligera, alada y sagrada, y no es capaz [por consiguiente] de poetizar hasta
que no llegue a estar inspirado, sin razón, y la inteligencia ya no esté dentro de él”2. Además, a un
artista inspirado no le pertenecen las ‘cosas’ que produce en ese instante divino, sino a la deidad
misma, la cual ejecuta ese tipo de acciones con la finalidad de exponer la falsa originalidad de los
trabajos de aquellos poetas poseídos por un dios y, por tanto, enseñarle a la humanidad que no es

1
Platón, “Ion”, en Ion; Timeo; Critias, Madrid, Alianza Editorial, 2016, págs. 33-55.
2
Ibíd., pág. 42.

1
Ion (u otro artista) el que se manifiesta verdaderamente mediante las bellas palabras sino una deidad
que anhela educar a sus fieles creyentes contra el engaño de la apariencia, ya que el poeta no tiende
a mentirse sólo a el mismo, sino que tiende a contaminar a todo aquel espectador que lo escuche y
que, ante todo, no logré distinguir lo verdadero de lo falso a través del empleo de una técnica.
Por último, Sócrates, después de haberle enseñado a Ion su falta de técnica ante el fenómeno
poético, engendra una pregunta final, la cual, naturalmente, está dirigida al ingenuo rapsoda:
“Escoge, pues, cómo quieres que te consideremos, como un hombre justo o como un hombre
divino”3; a lo que Ion (re)afirma que prefiere quedarse impregnado de la belleza que otorga la
posesión divina: la técnica hace a un hombre justo, es decir, lo acerca a la verdad tanto de su
realidad como del trabajo que este empeñe; la inspiración divina, por el contrario, lo aleja.
El libro X de La Republica de Platón profundiza en el concepto de técnica e introduce y explica
nociones nuevas como el arte mimético; el alma, su esencia inmortal y otras partes de las cuales
está compuesta; la justicia y las bondades que esta otorga tanto a los hombres como a los dioses,
antes y después de la vida humana; la importancia de los estudios filosóficos pues con ellos un
hombre puede diferenciar la malo de lo bueno y, por tanto, preservar y obtener un vida moderada
tanto de riquezas como de males; la suerte o Fortuna que impera inevitablemente en el devenir de
la humanidad; pero, sobre todo, el concepto de razón, el cual es una herramienta eficaz que le ayuda
al hombre a encontrar la verdad oculta por el arte mimético, la injusticia, la dictadura de los placeres
humanos, la maldad intrínseca de los objetos de la realidad, los cuales contaminan el alma de los
individuos.
Primeramente, el ateniense nos explica la ‘esencia’ del arte mimético, el cual se encarga de
imitar no la idea en sí misma (la cual es creada solamente por los dioses, es decir, es el primer
producto que contiene las cualidades ‘originales’ de los entes), sino el objeto (fabricado por los
artesanos que son consciente del primer producto, es decir, de aquel objeto que concentra en sí
mismo la verdad) que intenta aproximarse a esa forma única, de tal modo que ese arte fabrica una
entidad muy engañosa puesto que mantiene una relación oscura, distante con la verdad.
Los poetas tienden a explotar las técnicas problemáticas del arte mimético a fin de elaborar sus
poemas. Platón relaciona la labor de un poeta con la de un pintor, el cual, si dibuja a un zapatero
que elabora una bota, sólo capturará en esa imagen lo que observa, lo que para él parece que es y
no lo que es en sí, ya que desconoce la técnica que aplica ese artesano para la elaboración de ese

3
Ibíd., pág. 55. (las negritas son mías)

2
objeto particular y, por consiguiente, sólo imita, desde su perspectiva carente de conocimiento
verdadero, la situación observada, la cual, no retrata fidedignamente lo que en realidad sucede; de
tal modo que la técnica del poeta se construye a partir de la imitación, del desconocimiento de la
realidad que anega las cosas. Tal fue el caso del poeta griego Homero, quien, a pesar de ilustrar
con palabras fascinantes distintos objetos realizados con sendas técnicas, nunca tuvo acceso a las
cosas en sí, sino a una serie infinita de “imágenes de excelencia”4.
El poeta despierta la parte irracional del alma humana que se inclina fervorosamente por el
drama, la puerilidad, las lágrimas, las quejas, la locura, en suma, por el placer, el cual no sólo
enajena al lírico, sino también al que tiene la desdicha de escucharlo. De tal modo, que estos
individuos, al igual que un mortal virus, contaminan de irracionalidad la salud del Estado, el cual
debe regirse por la rectitud que dicta la razón, por consecuencia, el Estado platónico destierra a
estos poetas porque permiten que la parte ‘mala’ del alma florezca, al grado que, cuando un alma
tenga que decidir en la muerte la vida que desea experimentar, esta sólo va poder elegir un modelo
de vida que la envilecerá totalmente y, por tanto, sólo conocerá los frutos de la irracionalidad del
alma, los cuales le otorgan placer a la humanidad, más nunca verdadera felicidad.

4
Platón, “Libro X”, en Diálogos IV Republica, trad. de Conrado Eggers Lan, Madrid, Gredos, 1988, pág. 466.

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