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El concepto “sub alternas” profundiza aún más la noción de diferencia porque incluye
abiertamente la existencia de dominación, y eso está mucho menos presente en “populares”,
que privilegia la locación social, el “pueblo” en el sentido de la mayoría.
Es importante acometer una reconstrucción, precisa y situada que sea posible de los
sectores populares efectivamente intervinientes en los procesos históricos, de sus
motivaciones y forma de acción, así como de sus trayectorias y experiencias
específicas.
Todavía es mucho lo que falta conocer acerca de los modos populares de entender e
intervenir en el espacio político.
Las formas de aproximarse a la relación con la política del amplio universo popular han
sido variadas. Análisis desde las condiciones sociales y materiales. Abordajes realizados a
partir de la mirada de las elites.
Durante la crisis de la sociedad colonial, esa politización popular, no sólo promovió una
sostenida intervención de la población urbana de los asuntos públicos sino que terminó por
desarticular el control del aparato administrativo y de inclusión de los sectores de
plebeyos en ese debate abierto que contenía una auténtica revolución política.
Se debe llegar a una aguda reflexión sobre las formas populares de participación e
intervención política a través de un ejercicio que es a la vez empírico e interpretativo y que
apartándose de las tradiciones legadas por las historiografías provinciales se interesa
primordialmente por las modulaciones de la cultura política popular y en las condiciones y
el realineamientos del protagonismo popular frente a los inestable sistema político que
emergieron.
Gustavo Paz. “auge y caída del comunismo indígena en el norte argentino: los andes de
Jujuy, 1830-1900”.
Los indígenas de la puna entre 1872 y 1875 absorbieron ideas que se encaminaron
claramente a disputar lo que llamaban “el asunto de la comunidad”. Este activismo indígena
expresó una serie de peticiones elevadas a las autoridades provinciales basadas en la idea de
que las tierras deberían ser distribuidas entre quienes la trabajan, porque así lo entendía un
orden divino que antecedía al derecho de propiedad. Esta política se vinculaba con la
expansión de la ciudadanía entre los indígenas que garantizaría del orden republicano en
esas regiones alejadas.
Tratar de analizar lo que sucedió en la puna jujeña a fines del siglo XIX, implica
estudiar las peculiaridades de la incorporación de poblaciones indígenas a la experiencia
histórica nacional.
Tras el contexto post revolucionario, las familias notables expandieron sus tenencias y al
mismo tiempo consolidaron la condición de arrendatarios y peones de la mayoría de la
población de Humahuaca. Se reclutó una nueva generación de políticos provinciales con
capacidad de movilización de milicias campesinas en sus distritos. La política provincial de
tierras provocó una segmentación de la sociedad campesina de Humahuaca. Este nuevo
ordenamiento de la sociedad campesina, segmentado y despojado de las estructuras
comunitarias, hayan colaborado a un mayor control de la población rural desde arriba y el
establecimiento del orden en la quebrada.
Los campesinos indígenas recurrían pocas veces a la justicia para remediar sus problemas,
alejándose de una práctica colonial frecuente. Los jueces de paz departamentales no eran
considerados confiables por los campesinos al pertenecer por lo general a las pequeñas
elites locales.
Desde 1870 las tensiones entre campesinos indígenas y élites locales derivaron en un
conflicto más complejo y profundo. Los campesinos comenzaron a poner en entredicho la
legitimidad de los derechos de propiedad de las tierras.
Los fundamentos de este reclamo se basaban en principios del derecho colonial contenidos
en la recopilación de leyes de indias, tergiversados desde la independencia.
En 1884 el gobernador Eugenio Tello menciona que para terminar la obra, es indispensable
convertir en propietarios a los ciudadanos indígenas haciéndolos propietarios serían
guardianes del orden.
Convertir a los indígenas en pequeños propietarios, era la base del orden social que
descansaba en el reconocimiento y respeto incondicional del derecho de propiedad. De
este modo los “ciudadanos indígenas” serían propietarios de parcelas de tierras sería
legítimo participantes y celosos custodios del orden social.
Desde 1895 del estado provincial comenzó a la venta de los rodeos fiscales de la puna
mediante remate público. Las compras se efectuaban un intención especulativa,
probablemente relacionada la minería, hecho que hasta ese momento era poco frecuente.
Las ideas del comunismo indígena estuvieron basadas en la tenencia comunal de la
tierra. Los indígenas sólo pudieron reivindicar su propiedad de las tierras mediante
un levantamiento masivo en un momento de extrema conflictividad política nacional
producido por las divisiones facciosas dentro de la élite provincial en víspera de
elecciones nacionales de 1874.
Las ventas de las extensas fincas se realizaron al mejor postor, a precios relativamente altos
y por razones especulativas; el resultado final fue la consolidación de las haciendas
pobladas de arrenderos y la exclusión de la mayoría de campesinos indígenas de la
propiedad de la tierra.
Hay que volverse a los niveles locales de vida social, para apreciar de qué manera “las
practicas acostumbradas se ajustaban, se corregían, daban la espalda a, o entraban en
conflicto con, las intenciones y los discursos de los legisladores” o con las medidas
dispuestas por las autoridades de turno, ya para recibir “el movimiento cotidiano de
la denominación”.
Se tomara los pueblos de indios como campo de observación para examinar las formas
creativas en que se re acomodaron y participaron en este nuevo ciclo de cambios políticos.
Para ello será necesario considerar los cambios en la administración de gobierno y justicia
que afectaron a la población de Córdoba.
Esto nos permitirá preguntarnos por la presencia o ausencia de autoridades indígenas, sus
atribuciones, el tejido de alianzas y enfrentamientos cotidianos sobre que se producían o
recreaban las formas de gobierno local, se disputaban en el terreno los liderazgos, la
autoridad y la legitimidad, y se intentaba sostener o ganar la adhesión, el consentimiento o
la obediencia de la población. ¿Quiénes eran las autoridades con jurisdicción sobre los
pueblos de indios? ¿Quiénes las nombraban? ¿Cómo se fueron modificando sus
atribuciones? ¿Cómo fueron recibidas, impugnadas, interpeladas o puestas a negociar por
la población que pretendían sujetar a su mando?
A fines del siglo xviii, alcaldes y regidores del cabildo indígena era renovado en elecciones
anuales y confirmado por el gobernador intendente, quien también confirmaba o nombraba
a los curacas o caciques, siguiendo la disposición de la real ordenanza de intendentes para
el río de la plata.
A partir de 1780 y por lo menos hasta mediados del siglo xix, esta red de jueces de
campaña se fue expandiendo notablemente y sus distritos de multiplicaron, reduciéndose en
superficie pero aumentando en la cantidad de población que albergaban, al compás del
crecimiento demográfico.
Desde la década de 1810 fue creciendo el número de celadores, auxiliares que tenían
fundamentalmente funciones de policía (no tenía vara de justicia) y eran milicianos o
habitantes nombrados por lo mismo pedáneos en distinta localidad de sus distrito, lo que se
volvieron una presencia cotidiana y altamente conflictiva los poblados de la campaña.
Para 1820 desaparecen los rostros de los cabildos indígenas en la nutrida documentación y
comienzan a aparecer indios colocados en el empleo de celadores. Los curacas en cambio,
permanecen visibles en los documentos por mucho tiempo más hasta fines del siglo xix.
Las diferencias entre curaca y el alcalde no debieron ser tales, porque ambos coincidieron
en invocar al cabildo como instancia legítima de decisión de debía convocarse para
instruirse de las órdenes del gobierno.
Los cambios en las reglas de juego ponían a disposición de curacas y alcaldes, nuevos
recursos para resolver las discordias y competencias que rutinariamente tenían en muchos
pueblos desde la época colonial, principalmente por controlar la distribución de bienes
comunitarios y con ello ganar el apoyo de distintos grupos familiares. Esos conflictos
internos empiezan a hacerse más visibles posteriormente a 1820 cuando los propios
habitantes de los pueblos comenzaron a acudir directamente a autoridades externas como
después de alzada o el gobernador para resolver sus disputas por el usufructo de parcelas y
el reparto de los turnos de riego, poniendo así en entredicho la capacidad y legitimidad de
los curacas como únicos árbitros de conflictos y distribuidores de recursos.
En sus peticiones y negociaciones, los indígenas también apelaron al principio general que
orientaba a la selección de los “reclutables” por parte del gobierno: el de eximir a los padres
de familia ya los hijos que estaban a cargo de madres viudas o de padres ancianos, a fin de
no comprometer a aquella parte de la población.
Los indígenas también movilizaron redes más amplias de alianzas como párrocos,
estancieros y autoridades de la ciudad de Córdoba, y trataron de sacar provecho de los
espacios de fractura dentro del conjunto de autoridades provinciales.
Muy frecuentemente se presentaban como indios originarios, aunque ese adjetivo fue
adquiriendo nuevas significaciones: en la década de 1810 todavía podía rememorar la
distinción fiscal colonial entre originarios de forasteros, pero en 1840 el uso de la palabra
aludía al hecho de ser oriundo o natural de la localidad y de vivir en ella, y tenía poco o
nada que ver con el color o la condición jurídica colonial. Auto categorización.
Dirigieron sus esfuerzos a denunciar los abusos de quienes ocupaban esos cargos y
conseguir su reemplazo, promoviendo candidatos más afines a sus intereses o siendo
postulados ellos mismos como candidatos por los vecinos de su partido.
Al mismo tiempo que desde el gobierno provincial se hacia el trabajo de fino desgaste de
las autoridades indígenas, comenzaba a plantearse la idea de disolver la comunidad de
tierras para convertirlas en propiedades individuales o fiscales. Ya en los primeros años de
la postrevolución, la supresión de curacas y cabildos y la creación de pequeñas propiedades
individuales eran presentadas por gobernantes y letrados como un paso indispensable hacia
la extinción de los pueblos y la igualación de los indios con los demás “individuos y
ciudadanos del estado”.
El estatus corporativo colonial de los pueblos de indios (tierra y autoridades) era una
situación deseable para una parte importante de los comuneros.
Silvia Ratto; Resistencia y movilización entre los indios fronterizos del Chaco.
La frontera chaqueña, los indígenas que la habitaban a mediados del siglo XIX no se trataba
de grupos incorporados de manera total a la sociedad hispano criolla sino que, por el
contrario, son objetos de políticas de integración parcial a través de dos instituciones; las
misiones y los establecimientos productivos.
En efecto el tipo de relación que se desarrolló con los indios chaqueños en el lado oriental
fue muy diferente. Las funciones de las instituciones fueron diversas para cada frontera y
cambiantes a lo largo del siglo XIX. Resistencia a los intentos misionales de
sedentarización y conversión religiosa.
¿Qué se conoce con respecto a los espacios fronterizos chaqueños hasta el momento?
Luego de 1860 se empieza a planear de manera más definitiva la ocupación de los espacios
de poder de los grupos indígenas independientes. Además a partir 1862, incluyen acciones
militares sucedidos en las fronteras. Los informes eclesiásticos, a diferencia del periodo
colonial, son bastantes escasos ya que solo en la década de 1850 se impulsa nuevamente la
acción misionera en la frontera con éxito dispar según espacio fronterizo en el que se
instalaron.
Ello hace pensar en un acuerdo total entre misioneros, militares y hacendados, que se
necesitan mutuamente.
La necesidad de mano de obra en la región norte era muy clara porque allí se habían
asentado haciendas de gran extensión territorial dedicada a la ganadería y la fabricación de
azúcar y aguardiente, que requerían de gran cantidad de trabajadores estacionales.
Se han tomado como episodio emblemático la sublevación de los indios tobas de la misión
de los San Ignacio de 1789.
En 1802 se produjo una alarma general en la frontera que comenzó con robo de ganado,
involucró a indígenas reducidos y no reducidos. El robo de ganado vacuno, caballar y lanar
en muchas de las estancias de la zona.
Desde las reducciones de San Ignacio de los tobas y de Zenta llegaban noticias alarmantes.
El argumento utilizaban algunos curacas fue que a todos los iban a llevar a Salta para
venderlos esclavizarlos.
Para intentar frenar los ataques, se envió una expedición al interior del chaco en noviembre
de 1807. Hubo resistencia y movilización indígena en la frontera. Apropiación de comercio
interno entre las provincias. La amenaza que no habría peones para la cosecha de azúcar.
A fines del siglo xix la situación fronteriza mostraba signos de fuerte de composición. ¿Qué
pasó durante el proceso revolucionario?
Las investigaciones se retoman con fuerza en la segunda mitad del siglo xix.
Los datos son fragmentarios y no permiten conocer los móviles, el alcance y las
movilizaciones indígenas, se refleja una crisis fronteriza iniciada a fines de la colonia y se
mantuvo con una variable intensidad.
Para la segunda mitad del siglo xix, los trabajos y documentación señalan un claro avance
territorial criollo sobre el espacio indígena, un renovado proceso de evangelización con
nuevas fundaciones de orden franciscana y una débil experiencia colonizadora en el
extremo norte hacia 1850 la colonia San Felipe y Santiago, en 1862 la colonia Rivadavia.
La competencia no sólo fue por la mano de obra indígena sino también por las tierras.
Nuevas relaciones con los colonos fronterizos.
La colaboración militar que los indígenas brindaron a los españoles durante la colonia en
las entradas al territorio chaqueño mediante el cuerpo de lanceros.
Avanzado el siglo xix, las milicias de lanceros indígenas aparecen como fuerzas auxiliares
en los fuertes acompañando una política general de incorporar este tipo de fuerzas a la
defensa fronteriza. En el año 1876 se señala que la defensa de la frontera de Salta estaba a
cargo de un piquete de baqueanos y del regimiento doce de caballería de línea, con dos
jefes 28 oficiales y trecientos 14 indios amigos.
Desde la segunda mitad del siglo xix, se registra una política de avance territorial pero aquí
las principales instituciones que la llevan a cabo son tres: el fuerte, la misión y la colonia
agrícola. Fue un fuerte impulso provincial y nacional desde 1856.
Los lanceros indígenas no servían solamente de defensa sino también eran esenciales para
organizar las entradas al territorio chaqueño. Durante el periodo revolucionario, los
lanceros comenzaron a cumplir otra función que excedían las tareas de defensa
integrándose a los ejércitos revolucionarios.
Hubo dos momentos en diferentes, en sus comienzos de la movilización era incentivada
por los líderes criollos o jefes nativos y autoridades de las misiones pero los lanceros tenían
un alto grado de autonomía que se evidenciaba de manera clara en la forma nativa de
guerrear y en la apropiación de ganado como forma de recompensa.
La segunda mitad del siglo xix existieron esfuerzos cada vez mayores del gobierno por
disciplinar e integrar de manera efectiva los cuerpos de lanceros al ejército provincial. La
tarea no fue sencilla y debió enfrentarse constantemente con la resistencia de algunos
líderes que no aceptaron sumisamente el sometimiento de se les quería imponer.
Las jefaturas chequeñas, y los caciques tenían una caso poder coercitivo sobre sus indios
por lo cual la colaboración militar no sólo dependía de las relaciones entre oficiales criollos
y jefes nativo sino también en la capacidad de persuasión que éstos últimos tuvieran sobre
los indios de pelea. Aquí abundan los casos de sublevaciones de algunos grupos que no
acuerdan con la política pactista de los jefes.
Hacia 1870 la situación parece que comienza a cambiar de los lanceros perdieron
progresivamente su autonomía, mientras paralelamente, se empezaron a aplicar medidas
coercitivas sobre los grupos indígenas.
Los lanceros perdieron progresivamente su autonomía. De ser aliados del gobierno pasaron
a ser soldados y como tales, comenzaron a recibir órdenes de los oficiales criollos. El
acriollamiento fue muy claro en estos años. La militarización de los indios chaqueños,
produjo habituales deserciones, sublevaciones y de abandono del espacio fronterizo.
Fue claro el peso de las relaciones personales para sostener las alianzas.
Puntos finales.
La participación de los lanceros como cuerpos auxiliares de diversos ejércitos. Este tipo de
intervención podría ayudar a comprender los procesos de integración y disciplinamiento
pensados hacia y esos grupos nativos. ¿Buscaban ellos una incorporación total a la sociedad
criolla?