Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Contenido I
Contenido I
INTRODUCCIÓN
Qué es la ciencia política, —Los diversos enfoques de la ciencia política, —Aspectos
metodológicos y los retos que plantean, —El papel de la teoría en la ciencia política.
Tres razones nos impulsaron a hacer este libro. En primer lugar, el hecho de que
los politólogos, en general, no hayan reflexionado mucho sobre la naturaleza y el al-
cance de su disciplina. La practican pero no hablan de ella y, en cierto modo, esta ac-
titud es bastante saludable. Sin embargo, se ha hecho cada vez más necesario presen-
tar de forma explícita las características principales de la ciencia política, ya que el
«mundo exterior» solicita insistentemente que se evalúe tanto la investigación como la
enseñanza en este campo.
El objetivo de este libro es ofrecer una exposición y una valoración general y sis-
temática de las principales cuestiones teóricas y metodológicas que afectan al estudio
de la política, que resulte accesible para el estudiante pero también sugestiva para
profesores e investigadores. Como la mayoría de los autores son británicos, se centra
en la bibliografía y en los debates que han tenido especial relevancia en el Reino Unido.
Del mismo modo, los ejemplos y casos prácticos se refieren inevitablemente a la
experiencia británica. Sin embargo, no es un libro insular. Confiamos en que resulte de
interés para lectores de un amplio número de países ya que presenta un enfoque de la
ciencia política más amplio que el de muchos textos norteamericanos. Nuestro libro
constituye un sorprendente testimonio del cosmopolitismo de la ciencia política británica
y de la amplitud de su compromiso internacional con un amplio abanico de perspectivas
y debates.
La segunda motivación para hacer este libro surge del carácter cosmopolita de
nuestra concepción de la ciencia política. El reconocimiento del enorme aumento tanto
de las investigaciones como de las publicaciones que se consideran ciencia política
justifica la aparición de una guía que oriente sobre su variedad y complejidad. La Aso-
ciación Americana de Ciencia Política (American Political Science Association. APSA),
fundada en 1903, tenía en la década de los noventa cerca de 13.000 miembros en
2
Estados Unidos y otros setenta países (APSA, 1994). El Consorcio Europeo para la
Investigación Política (European Consortium for Political Research, ECPR) comenzó
con ocho miembros en 1970 y a mediados de los noventa ya formaban parte de él unas
doscientas instituciones. La Asociación de Estudios Políticos del Reino Unido (Political
Studies Association of the United Kingdom) se fundó en 1950 con unos cien miembros.
A mediados de los noventa su número de socios ya sobrepasaba los mil cien.
En esta introducción nos propusimos una serie de objetivos. El primero era acla-
rar y defender nuestra idea de lo que es la ciencia política; el segundo, presentar los
diversos enfoques de la ciencia política que se mencionan en el libro; el tercero, abor-
dar los retos metodológicos, y el cuarto, esbozar cuáles son las funciones de la teoría
en la ciencia política.
3
Los británicos nunca se han sentido cómodos al utilizar el término «ciencia políti-
ca». La London School of Economics (LSE) se inauguró en Londres en 1895 con el fin
de enseñar economía y ciencia política. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, las
universidades británicas se han ido apartando de esta nomenclatura y han preferido
utilizar denominaciones como: «gobierno», «política», «teoría e instituciones políticas» y
«política y relaciones internacionales». El Reino Unido tiene una Political Studies
Association (Asociación de Estudios Políticos) y no una American Political Science
Association (Asociación Norteamericana de Ciencia Política). Los escrúpulos que
suscita el uso de la palabra «ciencia» reflejan sin duda la posición especial que las
ciencias naturales reclaman para sí y el desprecio por las ciencias sociales que a veces
han expresado políticos de renombre. La muestra más lamentable de la poca estima
que algunos políticos tienen por las ciencias sociales la proporcionó el desaparecido Sir
Keith Joseph al insistir en que el Social Science Research Council (Consejo para la
Investigación en Ciencias Sociales del Reino Unido), la fuente principal de recursos
públicos para la investigación, fuera rebautizado como Economic and Social Research
Council, ESRC (Consejo para la Investigación Económica y Social).
El elegir Teoría y métodos de la ciencia política como título de este libro fue algo
completamente intencionado, porque de este modo se expresa el compromiso de re-
cuperar el término «ciencia» para designar todas las disciplinas organizadas de forma
académica. La palabra «ciencia» «procede del término latino scientia, que significa
simplemente un conocimiento adquirido a través del estudio» (Potter et al., 1981, p. 7).
De acuerdo con Mackenzie (1967, p. 17) nos referimos a la ciencia política en el sentido
de que «simplemente existe una tradición académica de estudio de la política, una
disciplina que se transmite de profesor a alumno, a través del discurso y de la
escritura». La disciplina no copia los métodos de las ciencias naturales porque no
serían apropiados. Presenta un «conocimiento estructurado» y exige que quienes la
practican respeten ciertas normas intelectuales a la hora de debatir.
La ciencia política exige una coherencia lógica. Esto implica definiciones claras y
precisas tanto de los conceptos principales como de sus correctas derivaciones. Los
argumentos deben construirse evitando la incoherencia y la imprecisión. También hay
que asegurarse de que los datos presentados para respaldar una afirmación sean
realmente adecuados. Como se mostrará más adelante, los diferentes enfoques de la
ciencia política hacen hincapié en diferentes tipos de datos, pero ninguno de ellos
4
afirma que éstos no sean necesarios. Incluso en teoría política, los argumentos se ba-
san frecuentemente en el análisis de textos y los principios normativos se ilustran con
ejemplos prácticos.
Una vez que hemos reivindicado el uso del término «ciencia», el lector podría
pensar que se ha alcanzado el objetivo de este apartado pero, por desgracia, no es así.
Si la palabra «ciencia» tiene muchas connotaciones, también las tiene «política». Como
señala Heywood (1994, p. 16):
El feminismo llevó esta pretensión aún más lejos. La política no podía reducirse a
un limitado espectro de asuntos públicos como la economía y los asuntos exteriores.
Desde una perspectiva feminista, Jenny Chapman afirma en el capítulo 5 que «la po-
lítica trata de todas las decisiones que configuran nuestra vida, y no sólo de aquellas
que se toman en el ámbito restringido que tradicionalmente se define como "política"».
Los asuntos privados pueden convertirse en asuntos públicos. Como afirma Heller
(1991, pp. 340-1): «Lo "político" se vuelve realmente político si hombres y mujeres
desean que, como tal, se discuta, rebata, o decida en el dominio público... Nada ni
nadie queda, en principio, excluido». Por ejemplo, en la mayoría de las democracias
occidentales la experiencia negativa de muchas mujeres en relación con la violencia
5
Lo político se define actualmente... de forma que pueda abarcar otras áreas de la vida
social, tales como el género, la raza o la clase. La política se entiende ya como un
aspecto de las relaciones sociales, más que como una actividad que tiene lugar en las
instituciones de la administración pública (Gamble, 1990, p. 412).
Para resumir el punto de vista que inspira este libro podríamos decir que lo que
entendemos por ciencia es una producción organizada de conocimiento que exige de
los que la practican ciertas disciplinas intelectuales, especialmente, coherencia lógica y
7
datos adecuados. La política es una actividad generalizada que tiene lugar en todos
aquellos ámbitos en los que los seres humanos se ocupan de producir y reproducir sus
vidas. Esta actividad puede entrañar tanto enfrentamiento como cooperación, de forma
que los problemas se presentan y resuelven a través de decisiones tomadas colec-
tivamente. La ciencia política es una disciplina académica que pretende describir,
analizar y explicar de forma sistemática esta toma de decisiones, así como sus valores
y puntos de vista subyacentes. Sin embargo, la ciencia política debería prestar una es-
pecial atención al ámbito colectivo que conforman las actividades de la administración
pública en el Estado moderno, dada la amplitud y el carácter coercitivo de la autoridad
que dichas actividades representan. Asimismo, debería reconocer que si la política
«normal» se resquebraja, la actividad política puede manifestarse de una manera más
violenta y brutal.
habido un súbito incremento tanto del interés en esta materia como de la confianza en
aquellos que la practican, y su reputación entre los politólogos también parece haber
mejorado» (p. 421).
Tanto la teoría conductista como la de la elección racional son enfoques más re-
cientes, aunque ya bien afianzados en la ciencia política. De hecho, en los Estados
Unidos, el enfoque conductista es el dominante dentro de la disciplina. Su impacto en
Europa ha sido muy considerable pero, a pesar de todo, sigue siendo un enfoque más.
El conductismo procura explicar el comportamiento político en los niveles individual y
agregado. En los cincuenta y sesenta los conductistas criticaron con frecuencia el doble
pilar tradicional de la ciencia política. Los estudios institucionalistas se consideraban
descriptivos y faltos de rigor y las instituciones menos importantes que el com-
portamiento como objeto de atención. El reglamento de las instituciones nos dice lo que
las personas deberían hacer, pero, como politólogos, nos tendría que interesar el
comportamiento real, la práctica. Los conductistas también daban gran importancia a la
necesidad de separar los hechos de los valores. Se consideraba que la teoría política
normativa, al interesarse por los valores, era una actividad inútil que expresaba diversas
opiniones pero, como enfoque, no podía presentar pruebas que resolvieran debates.
Los conductistas de los cincuenta y sesenta preferían una teoría basada en «los
hechos» y, por tanto, incuestionable. Lo que pretendían era dar, a través de una serie
de leyes y generalizaciones, un nuevo enfoque «científico» al estudio de la política.
Por otra parte, las conclusiones del método inductivo proceden de la observación
empírica y de la búsqueda de modelos y generalizaciones.
Los seis enfoques de la ciencia política abordados en este libro tienen ciertas
preferencias «viscerales» (véase Dunleavy y O'Leary, 1987, p. 336) por determinadas
formas de orientación metodológica y explicativa (véase el cuadro 1). Por ejemplo, el
análisis del discurso mantiene la posición más relativista, mientras que los conductistas
se acercan más al positivismo. Los institucionalistas y los conductistas han preferido
generalmente explicaciones más inductivas, frente a la tendencia más deductiva de la
elección racional y, por supuesto, de la teoría normativa.
Es importante recalcar hasta qué punto todos los enfoques aquí reseñados se re-
sisten a ser reducidos a posiciones extremas en lo tocante a sus orientaciones metodo-
lógicas. Si la postura relativista se llevara al extremo «culminaría en la incertidumbre
total o en la imposibilidad de suscribir ningún principio o posición» (Goodwin, 1992. p.
13). Como afirma Fiona Devine, la mayoría de los científicos sociales, para no caer en
la trampa del relativismo, suelen definir algunos criterios con los que evaluar teorías
contrapuestas (véase el capítulo 7). Así mismo, pocos científicos sociales suscribirían la
idea de que «los hechos hablan por sí mismos». Por consiguiente, Howarth, al hablar
del análisis del discurso en el capítulo 6, insiste en que existen criterios para evaluar
teorías contrapuestas, pero éstos sólo pueden establecerse dentro de ciertos discursos.
En el capítulo 3, Sanders aleja al conductista actual de posiciones positivistas extremas
y admite que toda observación empírica se ve ilustrada por el esquema teórico del
observador. Los teóricos de la elección racional están a favor de una elaboración
teórica de tipo deductivo, pero siempre contrastada con los hallazgos procedentes de la
observación empírica. Del mismo modo, el estilo inductivo del institucionalismo
tradicional, cuyo análisis parecía en ocasiones incapaz de ir más allá de una
descripción detallada, ha dado paso a un interés por desarrollar esquemas multiteóricos
que puedan, posteriormente, ser objeto de comprobación empírica.
Los seis enfoques de ciencia política que hemos señalado dan lugar a un amplio
abanico de teorías. En este apartado final de la introducción explicamos lo que enten-
demos por teoría e indicamos la necesidad de que se reconozca su diversidad tanto en
lo formal como en el contenido. A continuación se debate uno de los temas que gene-
ran más polémica y discusión teórica en la ciencia política: la naturaleza del Estado. La
tercera parte del libro se dedica a revisar la teoría del Estado y, por tanto, muestra como
se está desarrollando este debate en el seno de la ciencia política. En términos
generales, pone de manifiesto cómo se hace la ciencia política.
1
El concepto de agency ha sido traducido en español de dos maneras, como «actuación» o como «agencia». Ninguno de
estos dos términos recoge las connotaciones del concepto inglés (especialmente en lo que se refiere a tener poder o influencia),
pero el primero de ellos me parece menos confuso lingüísticamente, aunque precise de una nota aclaratoria (N. del T.).
14
explicar, el mundo "exterior"... La ciencia política, como cualquier otra disciplina del
conocimiento, no puede basarse únicamente en la observación». Sin una idea de lo que
es importante, no podemos desenredar la maraña del mundo. En pocas palabras, la
teoría nos ayuda a ver el bosque oculto por los árboles. Las buenas teorías muestran a
aquellos que quieren explicar un fenómeno sus factores más importantes o relevantes.
Sin este proceso de criba una observación no sería eficaz. El observador se vería
abrumado por un montón de datos y, a la hora de explicar un acontecimiento, sería
incapaz de sopesar la influencia de los diferentes factores. Las teorías son valiosas
precisamente porque estructuran la observación.
dad y, en este sentido, puede manifestarse como un modelo o marco conceptual. Los
modelos son representaciones o descripciones estilizadas y simplificadas de esa reali-
dad, que identifican los componentes importantes de un sistema pero no contemplan
las relaciones entre variables. Los marcos o perspectivas conceptuales aportan una
terminología general y un método de referencia con los que puede analizarse la reali-
dad, mientras que, por lo que respecta a la interpretación de las relaciones entre va-
riables, van más allá que los modelos y alcanzan una mayor profundidad y amplitud.
El cuadro 1 también pone de manifiesto que cada uno de los seis enfoques de la
ciencia política aquí descritos favorece unos esquemas teóricos más que otros. Evi-
dentemente, los teóricos normativos se concentran en la teoría normativa y en sus
subáreas, mientras que los estudios institucionalistas y el análisis feminista son los más
eclécticos, presentando todas las posibilidades, a excepción de la teoría predictiva. El
interés por las posibilidades de predicción es característico de la teoría de la elección
racional; los conductistas son partidarios de una teoría empírica causal, falsable, y la
teorización empírica, más general, es la que prefieren los otros cuatro enfoques, sin
contar, claro está, la teoría normativa.
Los capítulos 11, de Martin Smith, 12, de Mark Evans y 13, de George Taylor, re-
visan, respectivamente, las teorías del Estado de tipo pluralista, elitista y marxista.
Todas presentan considerables diferencias en cuanto a sus perspectivas y han sufrido
procesos de cambio y desarrollo como reacción al debate interno y a la crítica externa.
De hecho, en el capítulo 14 David Marsh señala que hay indicios de una considerable
convergencia entre las tres posiciones, aunque aún existan marcadas diferencias.
Tanto el desarrollo dinámico y separado de las tradiciones, como la mutua colonización
de territorio teórico y el constante proceso de adaptación que pueden observarse en las
teorías del Estado caracterizan a buena parte de la ciencia política.
CONCLUSIONES
En este capítulo final se esboza en primer lugar nuestra forma de abordar la cien-
cia política, antes de examinar dos de los problemas principales que la disciplina debe
reconocer y afrontar. En el primer apartado se propone una ciencia política diversa y
16
El oficio de politólogo
Este libro comenzaba pidiendo a los politólogos que fueran más reflexivos a la
hora de enfocar su trabajo. No hemos pretendido aquí ser paladines de ninguna posi-
ción; en realidad, las que adoptan nuestros autores son demasiado diversas como para
permitirnos esa pirueta. Sin embargo, insistiremos en que los autores deben admitir
explícitamente tanto su posición teórica como epistemológica. Posteriormente
volveremos a estos dos puntos.
Sin embargo, esto no significa que propugnemos una «teoría de sillón» a costa
de la investigación; más bien lo contrario. Este libro habrá fracasado si no sirve para
aportar la motivación y el entusiasmo que se necesitan para empeñarse en el duro
trabajo de hacer ciencia política. Responder a preguntas, sometiendo los hallazgos al
debate y al análisis público, desarrollar y matizar las propias ideas a la luz de los co-
mentarios de otros constituye la dinámica habitual de esta disciplina. Los que la
practican participan en ese debate y su trabajo se examina para comprobar si tiene
coherencia lógica y si sus datos son adecuados. Es en este contexto de trabajo
empírico e» el que se aprende a transigir, enfrentándose a retos teóricos y
metodológicos.
periódicas, conferencias y redes. Sin embargo, esta evolución podría dejar a los
investigadores atrapados en una rama de la disciplina, sin conocimiento de las aporta-
ciones importantes que se están produciendo en otras. Otro de los problemas es que la
investigación tiene lugar dentro de redes de investigadores que suelen compartir los
mismos métodos y argumentos principales y prestar poca atención a otras escuelas de
análisis. Los estudios electorales suelen ser cuantitativos y positivistas. Por el contrario,
los estudios europeos se han visto dominados por investigaciones descriptivas de tipo
histórico e institucional. Por lo tanto, la especialización es una fuente potencial de
oportunidades perdidas. De nuevo, nuestro libro pretende abordar este asunto
exponiendo la riqueza de la ciencia política y la variedad de los enfoques y métodos de
que disponemos.
Por supuesto, algunos autores señalan (véase Dunleavy y O'Leary, 1987) que,
para llegar a una explicación completa, hay que utilizar diversos enfoques o perspec-
tivas teóricas. Podríamos aceptar esta afirmación con una matización importante. Si se
usan varios enfoques resulta imprescindible asegurarse de que están bien ensam-
19
blados: expresar de forma clara y concisa cómo se están utilizando y cómo se integran
en la explicación. Al tomar de aquí y de allá se corre el riesgo de emplear determinados
conceptos, que funcionan dentro de marcos teóricos específicos, para explicar aspectos
de un cierto fenómeno, sin prestar atención a sus relaciones con otros que pertenecen
a marcos teóricos alternativos, también utilizados en la explicación de otros aspectos de
ese mismo fenómeno. La importancia de este punto justifica que nos extendamos en un
ejemplo de cómo puede funcionar la integración de diversas perspectivas. El ejemplo
está tomado de la obra de David Marsh y Rod Rhodes sobre las redes que se centran
en políticas, concepto que ha suscitado bastante interés dentro de la ciencia política
(véase Marsh y Rhodes, 1992).
A Marsh y Rhodes lo que más les interesa es cómo influyen las redes en los re-
sultados de las políticas. Sin embargo, las pretensiones de su modelo son modestas
aunque señalen que la existencia, los miembros y las características de estas redes in-
fluyen en los resultados de las políticas. Fundamentalmente, en las redes existen re-
laciones en las que los recursos se intercambian y la dependencia respecto al poder es
una de sus características principales. Así, Marsh y Rhodes señalan que la distribución
y la clase de los recursos dentro de una red explican el poder relativo de sus miembros,
ya sean individuos u organizaciones. Además, mantienen que los diferentes patrones
de dependencia respecto a los recursos explican algunas de las diferencias que hay
entre las redes que se centran en políticas. Lo más significativo es que dichas
diferencias influyen en los resultados de las políticas. Por ejemplo, el resultado de la
acción de una red compacta que se centre en una política -la «comunidad de una
política» (policy community), según la expresión acuñada por Marsh y Rhodes (véase
1992b. p. 251)- probablemente será la continuidad de la misma, que algunos llamarían
inercia, porque los participantes comparten una ideología -en consecuencia, prefieren
determinadas políticas- y la seguridad de que están en un juego en el que van a ganar.
Del mismo modo, es muy probable que una red de este tipo que se encuentre
dominada por un interés específico, muy posiblemente de tipo profesional o económico,
proponga y presione en favor de políticas que lo favorezcan.
Sin embargo, Marsh y Rhodes también admiten que, para analizar a los
miembros de estas redes y su influencia en las políticas, también es imprescindible
utilizar análisis a un nivel micro, basados en teorías del comportamiento individual y
grupal, y análisis a un nivel macro que se ocupen de los modelos de relación entre el
Estado y la sociedad civil. Este es el punto crucial para nosotros: la necesaria
integración del modelo de las redes que se centran en políticas con los análisis micro y
macro.
20
Aunque Dowding tiene razón cuando señala que, para explicar los resultados,
necesitamos integrar los análisis del nivel intermedio y del micro, no presta atención a
un punto que podría ser incluso más importante: también hay que integrar el nivel in-
termedio con el macro. El problema principal es que si queremos utilizar el análisis de
redes para explicar los resultados de las políticas necesitamos ir más allá de los in-
tercambios que se producen en la red: ir más allá de las limitadas, aunque importantes,
preocupaciones del teórico de la elección racional, para adentrarnos en el ámbito de la
sociología política. Necesitamos explicar cómo se genera la red y qué factores la
conducen al cambio. Las redes son estructuras políticas que constriñen y facilitan los
resultados de las políticas pero que no los determinan. Para explicar los orígenes,
configuración y resultados de una red es necesario examinar por qué se privilegian al-
gunos intereses en una red determinada o, si no se privilegia ninguno, por qué es
abierta. Como señala Marsh (1995). no es posible analizar ni a los miembros de las
redes que se centran en políticas ni sus resultados fuera del contexto de una teoría del
poder, de la relación entre el Estado y la sociedad civil, ya que las redes se caracterizan
por un firme privilegio estructural que es preciso explicar para comprender los
resultados de las políticas. Como indica la tercera parte de nuestro libro, éste es pre-
cisamente el problema que abordan las teorías del poder, aunque, evidentemente,
como vimos entre los capítulos 11 y 14, no hay respuestas fáciles para las preguntas
que se plantean.
Dicho de otro modo, el análisis de las redes que se centran en políticas se ocupa
de dos de las cuatro preguntas a las que cualquier teoría del Estado debe enfrentarse:
¿quién domina o hace la política? y ¿cómo lo hace? Concretamente, la teoría de la
elección racional podría responder a la segunda pregunta pues suele centrarse en ella.
El análisis de redes no se ocupa directa, o necesariamente, de las dos preguntas más
importantes: ¿por qué hay ciertos actores que ocupan una posición de privilegio en el
proceso de formulación de políticas? y ¿en interés de quién dominan y cómo se
promueve ese interés a través de su dominio? Estas dos últimas preguntas son la
principal preocupación de los sociólogos políticos y de los teóricos del Estado.
Como señala Marsh (1995), el análisis de las redes que se centran en políticas
tiene que integrarse con la teoría del Estado y el concepto que las define puede utilizar-
se, y así se ha hecho, junto con los diferentes modelos de relación entre el Estado y la
sociedad civil: el pluralista, el marxista y el elitista. Sin embargo, para nosotros lo más
importante es que la obra de Marsh y Rhodes recalca tanto la necesidad de manejar
conceptos de diferentes tradiciones teóricas en la explicación de la formulación de
políticas y de sus resultados como la importancia clave que tiene el análisis integrado
21
Globalización
La dimensión geopolítica
La integración política
Lo que queremos señalar aquí es que los politólogos tienen que admitir, al desa-
rrollar teorías y al elegir la metodología, que existen todos estos constreñimientos. Las
teorías han de tomarse más en serio la dimensión internacional y son necesarios más
23
análisis comparativos. Hay que analizar cómo y en qué medida afectan los procesos de
globalización a las instituciones, a los comportamientos políticos y a las políticas en
cada país; esto supone simplemente volver a insistir, y en cierto sentido redefinir, lo que
Gourevitch (1978) llamó las «fuentes internacionales de la política interior». Sin
embargo, al mismo tiempo, debemos estudiar cómo contribuye cada Estado a los
procesos de globalización.
La globalización pone a prueba los análisis que se hacen en todos los niveles de
la ciencia política. Para estudiar los ayuntamientos, por ejemplo, es preciso examinar no
sólo el impacto de la globalización como fuerza económica y geopolítica sino situar
estos gobiernos urbanos en el contexto de la cambiante arquitectura gubernamental y
de la práctica, cada vez más extendida, de establecer comunicaciones a escala plane-
taria. En los países de la Unión Europea los ayuntamientos no sólo están relacionados
con sus respectivos gobiernos nacionales sino con las instituciones comunitarias. La
Unión Europea ofrece un abanico de programas de financiación y apoyo de alcance
internacional. Establece consultas con los gobiernos subnacionales para discutir
posibles políticas o reglamentaciones. Los ayuntamientos solicitan la ayuda de la Unión
Europea, son objeto de sus reglamentaciones y pretenden influir en sus políticas, ya
sea de forma individual o, cada vez más, a través de redes internacionales de
ayuntamientos. Más allá de su participación en esta complicada arquitectura guber-
namental, los ayuntamientos se sitúan dentro de un intercambio de comunicación
global. Se aprende cada vez más de las políticas de desarrollo económico, de los pro-
gramas culturales y de los planes medioambientales de ciudades o poblaciones de
otros países, así como de fuentes más cercanas a la propia realidad.