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Los órganos de la palabra

Los órganos de la palabra se modificaron cuando el hombre adoptó la posición erguida.


Los antepasados del hombre se desplazaban apoyándose sobre sus manos, al igual
que los grandes simios. El primer hombre que se mantuvo erguido fue el que llamamos
Homo erectus. Erguirse le permitió usar las manos en lugar de las mandíbulas para
atrapar su alimento. Como ya no era necesario que las mandíbulas fueran tan
poderosas, la cabeza se alivianó y enderezó; entonces se liberó la laringe y se
desarrollaron los órganos vocales.
Estas modificaciones físicas fueron necesarias para que apareciera el lenguaje
articulado, que es controlado en el cerebro por las áreas del lenguaje.
El aire que sale de los pulmones, pasa a través de la laringe y hace vibrar las cuerdas
vocales, provocándole la emisión de un sonido. Luego, ese sonido es modulado gracias
al cambio de forma y de posición de los demás órganos vocales: la lengua, la boca y los
labios.
Los primates poseen un aparato vocal similar al de los seres humanos, aunque menos
desarrollado: no pueden hablar.
Las primeras redes

La primera red Arpanet, nació a fines de la década de 1960, a raíz de las investigaciones
del ejército norteamericano, que quería construir una red de telecomunicaciones que
funcionaría incluso en caso de guerra.
Concibió entonces, un sistema que unía a las computadoras por varios días diferentes;
si se destruía una parte de la red, la información llegaba de todas formas a su
destinatario, pasando por otro camino. En la década de 1970 se crearon otras redes
informáticas, como Transpac, en Francia. Pero hubo que esperar que se inventara un
“lenguaje” común, el TCP/IP, para conectar a todas las redes entre sí. Este permitió
desarrollar una red mundial de computadoras: internet. Esta red está compuesta por
múltiple redes informáticas, por eso a veces se la llama la “red de redes”.
Inicialmente internet fue utilizada por los universitarios para intercambiar información.
Luego, en la década de 1990, su uso se masificó, principalmente gracias a la Web, un
sistema que permitió desplazarse fácilmente por la red.
Estrés

El estrés ha sido definido como cualquier acción o situación que cause una demanda
especial sobre el individuo. En otras palabras, cualquier cosa que cause un desequilibrio
en el físico o en lo psicológico de la persona y que requiera ajuste y adaptación.
Las situaciones estresantes causan reacciones diferentes en cada individuo. Esa
reacción es la que hace la diferencia. Dependiendo de la manera cómo el individuo
responda, su organismo superará bien la situación, o sufrirá daños mayores o menores.
Gran parte del resultado depende de la forma cómo el individuo escoja reaccionar.
Por ejemplo, imaginémonos que en una tarde de verano cae repentinamente e
inesperadamente una lluvia fuerte. Una señora mal humorada y quejosa, con actitudes
negativas, a quien la lluvia sorprendió en la calle, queda empapada por la lluvia. Ella
maldice, reniega, se enoja…y sufre el desgaste de eso. En la misma lluvia, un grupo de
muchachitos que están jugando a la pelota deciden aprovechar la situación y se divierten
con el agua que cae. Los chicos saltan, ríen…y reciben el beneficio de esa actitud.
El estrés ha sido relacionado con casi todas las enfermedades más comunes de la
actualidad: ataques cardiacos, presión alta, úlceras, colitis, dolor de cabeza, dolor de
espalda, asma, sistema nervioso afectado e incluso, el cáncer. Esa es la razón por la
cual es imprescindible tomar medidas conscientes para reducir el estrés y evitar los
daños que pueden causar al organismo.
SE IMPLANTAN CELULAS MADRE REPROGRAMADAS EN PACIENTES CON
PARKINSON
Neurocirujanos japoneses han implantado por primera vez células madre
«reprogramadas» en el cerebro de un paciente con la enfermedad de Parkinson.
La afección es solo la segunda en la que se ha puesto a prueba un tratamiento basado
en células madre pluripotentes inducidas (CMPI), que se desarrollan reprogramando
células de tejidos del cuerpo, como la piel, para que vuelvan a un estadio similar al de
un embrión, desde el que pueden transformarse en otros tipos de células.
Investigadores de la Universidad de Kyoto emplean la técnica para transformar CMPI
en células precursoras de las neuronas dopaminérgicas, las que producen el
neurotransmisor dopamina. La escasez de neuronas dopaminérgicas en personas con
párkinson puede provocar los temblores y la dificultad para caminar característicos de
la enfermedad.
En octubre, el neurocirujano Takayuki Kikuchi, del Hospital Universitario de Kyoto,
implantó 2,4 millones de las mencionadas células precursoras en el cerebro de un
paciente de 50 años. En la intervención, de tres horas de duración, el equipo de Kikuchi
depositó las células en 12 lugares conocidos como centros de actividad de la dopamina.
Se ha demostrado que las células precursoras de las neuronas dopaminérgicas mejoran
los síntomas de la enfermedad de Parkinson en los monos.
El experto en células madre Jun Takahashi y sus colaboradores de la Universidad de
Kyoto derivaron las células precursoras a partir de una reserva de CMPI almacenadas
en la universidad. Estas últimas se habían obtenido al reprogramar células cutáneas de
un donante anónimo.
«El paciente está bien y hasta ahora no ha experimentado reacciones adversas
importantes», comenta Takahashi. El equipo lo observará durante seis meses y, si no
surgen complicaciones, le implantará otros 2,4 millones de células precursoras de
neuronas dopaminérgicas.
De aquí a finales de 2020, el equipo planea tratar a seis pacientes más con párkinson
para examinar la seguridad y la eficacia de la técnica.
Takahashi comenta que si este ensayo tiene éxito, podrían reunir suficientes pruebas
para que el tratamiento se venda a los pacientes ya en 2023, bajo el sistema de
aprobación rápida de Japón para los medicamentos regenerativos. «Por supuesto, ello
va a depender de lo buenos que sean los resultados», comenta.
En 2014, la oftalmóloga Masayo Takahashi, esposa de Takahashi, creó células de la
retina a partir de CMPI que se utilizaron para tratar enfermedades oculares.
LOS SERES MÁS INTELIGENTES DEL MAR
Las orcas disponen de dialectos específicos de grupo, los cachalotes se cuidan de las
crías de sus semejantes y los delfines mulares cooperan con otras especies. Según un
reciente estudio publicado en Nature Ecology and Evolution, estas habilidades sociales
guardan una estrecha relación con el tamaño cerebral de los animales.
Hace casi treinta años, los científicos propusieron por primera vez la existencia de un
vínculo entre la vida social y la expansión del cerebro, o encefalización, al observar que
las especies de primates con mayor masa cerebral vivían, por lo general, en grupos más
grandes. Más tarde, esta teoría se amplió para asociar el tamaño del cerebro a otras
características sociales, como la resolución de conflictos y la distribución de los
alimentos.
Michael Muthukrishna, especialista en psicología económica de la Escuela de Economía
de Londres, y sus colaboradores buscaron un vínculo similar entre el volumen del
encéfalo y la sociabilidad de los cetáceos, el orden de mamíferos que incluye a las
ballenas, los delfines y las marsopas. Recabaron datos sobre la masa encefálica y
corporal de los cetáceos, el tamaño del grupo y el comportamiento social. Analizaron un
total de 90 especies de cetáceos y observaron que la variable que mejor predecía el
tamaño del encéfalo era un índice que tiene en cuenta diversas características sociales,
como la cooperación con otras especies, la caza en grupo y la existencia de
vocalizaciones complejas. El encéfalo más grande también se asociaba a otros factores,
como la riqueza de la dieta y el ámbito geográfico.
Según los autores, estos resultados concuerdan con la teoría de que los cetáceos
desarrollaron un cerebro voluminoso para enfrentarse a los retos de la vida en entornos
sociales con mucha información. Pero Robert Barton, biólogo evolutivo de la Universidad
de Durham que no participó en el estudio, recomienda cautela a la hora de extraer
conclusiones sobre causalidad en los análisis de correlación. También subraya la
importancia de examinar regiones cerebrales específicas que podrían evolucionar de
manera distinta. Su propio equipo ha observado, por ejemplo, que el cerebro de los
primates nocturnos desarrolla estructuras olfativas de mayor tamaño que las de
especies activas durante el día.
Para Muthukrishna, la principal limitación de su estudio es que no se dispone de
suficiente información sobre numerosas especies de cetáceos. Y añade que conocer
más datos de las ballenas y los delfines podría revelar que otros factores, como la
esperanza de vida y la duración de la etapa juvenil, también pueden influir en el tamaño
del cerebro.
Comprender cómo los cetáceos desarrollaron un cerebro de gran tamaño nos podría
ayudar, en último término, a reunir las piezas de nuestra propia historia evolutiva. Como
estos animales ocupan un ambiente completamente diferente al de las personas,
Muthukrishna afirma que «constituyen un grupo de control útil para comprobar hipótesis
sobre la evolución humana».
PARADOJA DE LA OBESIDAD Y EL CÁNCER
Que el exceso de peso altera la salud, no sorprenderá al lector. La obesidad, y en
concreto, la inflamación crónica asociada a ella, puede influir en el desarrollo del cáncer.
En tiempo reciente, los avances en inmunoterapia han permitido el desarrollo de nuevos
tratamientos para luchar contra las células tumorales. Sin embargo, no todos los
pacientes responden de igual modo ante esta estrategia terapéutica, hecho que limita
su éxito.
Ahora, Arta M. Monjazeb y su equipo, de la Escuela de Medicina Davis de la Universidad
de California, en colaboración con otros científicos de otros centros de investigación
estadounidenses, han dado con una observación sorprendente: la obesidad podría
aumentar la eficacia de la inmunoterapia contra el cáncer.
El estudio, publicado por la revista Nature Communications, muestra que, en ratones y
humanos obesos, la función de los linfocitos T se desregula. Estas células del sistema
inmunitario envejecen, se agotan y pierden la capacidad de combatir al tumor. Además,
el exceso de grasa aumenta la secreción de la hormona leptina, responsable de «avisar»
al cerebro cuando el organismo no requiere ingerir más comida, que a su vez,
incrementa la expresión del receptor de muerte programada tipo 1 (PD-1, por sus siglas
en inglés). Ello resultaría en la inhibición de la respuesta anticancerígena de las células
T.
El bloqueo de PD-1 constituye uno de los principales objetivos de la inmunoterapia, pues
en ausencia de esta proteína, los linfocitos T se activan y actúan contra la neoplasia. En
su investigación, Monjazeb y sus colaboradores observaron que la administración de
este tipo de terapia resultaba más eficaz en animales con sobrepeso. Resultados
parecidos se obtuvieron en pacientes obesos.
Para los científicos, este resultado sugiere que cuanto mayor es la expresión de PD-1
en los linfocitos T, mayor es la respuesta de estas células a los inhibidores del receptor.
Así pues, los «frenos» del sistema inmunitario que impiden su acción contra las células
cancerosas desaparecerían.
En conclusión, nos hallaríamos ante una paradoja. Por un lado, la obesidad impactaría
de forma negativa sobre la función del sistema inmunitario. El aumento de PD-1
bloquearía su acción antitumoral. Por el otro, no obstante, incrementaría la sensibilidad
de las células T al tratamiento inmunoterapéutico contra PD-1, hecho que favorecería la
eliminación de las células cancerosas.
VER A TRAVÉS DE LAS PAREDES CON EL MÓVIL

A los ojos de un móvil, un enrutador de WLAN es como una vela dentro de un farol: todo
lo que se mueva en la lámpara se manifestará en la forma de pequeñas variaciones de
la luz que se proyecta hacia fuera. Yanzhio Zu, de la Universidad de California en Santa
Bárbara, y sus colaboradores han demostrado que se puede espiar con un móvil el
interior de una vivienda por medio de la señal de WLAN que esta transmite. Escriben
que basta con un móvil corriente y la aplicación que ellos mismos han elaborado.
Hace ya mucho que se sabe que se pueden seguir los movimientos de una persona por
una casa por medio de la señal de WLAN y que incluso se pueden percibir los
movimientos que haga con los brazos. También se ha intentado ver a través de las
paredes de una casa aprovechando las señales de WLAN. Todos estos ensayos
requerían, sin embargo, contar con el control del enrutador de WLAN o emplear antenas
especiales. Zhu y sus colaboradores han realizado su prueba sin más medios auxiliares.
Solo miden la intensidad de las señales de WLAN.
Esas ondas de radio se reflejan de manera compleja en las paredes, ventanas y puertas,
así como en las personas. El procedimiento no puede, por lo tanto, ofrecer una imagen
nítida del interior, sino solo indicaciones groseras de las posiciones, explican los
investigadores. No obstante, puede distinguir dónde se mueve alguien, si se levanta o
si se sienta o si abre una puerta.
Un requisito es que el espía encuentre el lugar donde está el enrutador. Para ello deberá
pasar varias veces arriba y abajo ante el edificio, y así el aparato podrá localizar el
emisor de la señal de WLAN. Si hay varios emisores en la casa la fiabilidad del sistema
será mayor, afirman los investigadores en su artículo, que se puede leer en el servidor
de prepublicaciones arXiv. Para ensayar su método han espiado once edificios, con el
permiso de quienes viven en ellos.
Solo cuando nada ni nadie se mueve es ciego el fisgón de la señal de WLAN, ya que
entonces la señal es constante. Aparte de esto, pocos mecanismos realizables de
protección hay para quienes quieran preservar su intimidad. Una posibilidad
prometedora es que se provea a la señal de WLAN de ruido artificial.
EL SÍNDROME DEL INMIGRANTE CON ESTRÉS CRÓNICO Y MÚLTIPLE

Emigrar se está convirtiendo hoy para millones de personas en un proceso que implica
unos niveles de estrés tan intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de
los seres humanos. Estas personas sufren el riesgo de padecer el síndrome del
inmigrante con estrés crónico y múltiple, o síndrome de Ulises (haciendo mención al
héroe griego que padeció innumerables adversidades y peligros lejos de sus seres
queridos). Sin embargo, paradójicamente, hoy sabemos que la capacidad de emigrar
constituye uno de los rasgos distintivos de nuestra especie y se halla en la base de
nuestro gran éxito evolutivo (Science, 2003). Ante esa situación, obviamente la pregunta
es: siendo los humanos tan buenos emigrantes, ¿cómo puede ser que emigrar hoy
resulte tan terrible para tanta gente, hasta el punto que les afecte en su salud mental?
La realidad a la que nos enfrentamos es que nunca, en nuestro trabajo en la atención
en salud mental a los inmigrantes desde los años ochenta, habíamos presenciado
situaciones tan dramáticas como las actuales. Y sin embargo, consideramos que existe
una gran deshumanización al abordar las migraciones de hoy, ya que se presta muy
poca atención a los sentimientos, a las vivencias de los protagonistas de la migración:
los inmigrantes.

Ya hemos señalado que, desde la perspectiva psicológica, se considera que la


migración es un acontecimiento de la vida que, como todo cambio, supone una parte de
estrés, de tensión, a la que se denomina duelo migratorio. Tal como planteamos
(Achotegui, 2002) consideramos que existirían siete duelos en la migración en relación
a: la familia, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el grupo de pertenencia y
los riesgos físicos. Estos duelos se darían, en mayor o menor grado en todos los
procesos migratorios, pero consideramos que no es lo mismo vivir la migración en
buenas condiciones (duelo simple), que emigrar en situaciones límite (duelo extremo)
cuando las condiciones son tan difíciles que no hay posibilidades de elaboración del
duelo y la persona entra en una situación de crisis permanente, siendo este tipo de duelo
migratorio el característico del síndrome de Ulises.

Malos tiempos aquellos en los que la gente corriente ha de comportarse como héroes
para sobrevivir.
Ulises era un semidiós, que, sin embargo, a duras penas sobrevivió a las terribles
adversidades y peligros a los que se vio sometido, pero las gentes que llegan hoy a
nuestras fronteras tan sólo son personas de carne y hueso, que, sin embargo, viven
episodios tan o más dramáticos que los descritos en La Odisea. Soledad, miedo,
desesperanza… las migraciones del nuevo milenio que comienza nos recuerdan cada
vez más los viejos textos de Homero. Si para sobrevivir se ha de ser nadie, se ha de ser
permanentemente invisible, no habrá identidad, ni autoestima, ni integración social y así
tampoco puede haber salud mental.
¿EN QUÉ SE DISTINGUE NUESTRO CEREBRO?

Los humanos nos salimos de escala. Nuestro cerebro es unas tres veces más
voluminoso que el de nuestros primeros ancestros homininos y el de los simios
antropomorfos vivos. En el conjunto de los animales existe una fuerte correlación entre
el tamaño cerebral y el corporal. Pero los humanos nos situamos en punto muy atípico
en esta correlación. En la edad adulta, nuestro cerebro pesa una media de 1,36
kilogramos, lo que supone alrededor del 2 por ciento del peso corporal. En cambio,
consume un desproporcionado 20 por ciento de los recursos energéticos del cuerpo
debido a la elevadísima actividad eléctrica de las neuronas y a la cantidad de energía
metabólica que se gasta en la transmisión de las señales neuroquímicas.
La comparación minuciosa del cerebro de los humanos con el de nuestros parientes
primates vivos, incluidos los chimpancés, ha demostrado que las partes de la corteza
cerebral que se ocupan de las funciones cognitivas de alto nivel, como la creatividad y
el pensamiento abstracto, han aumentado su tamaño de forma llamativa. Estas regiones
corticales, conocidas como áreas de asociación, maduran relativamente tarde en el
desarrollo posnatal. Algunas de las conexiones neurales de largo alcance que vinculan
tales áreas con otras y con el cerebelo (que interviene en el movimiento voluntario y en
el aprendizaje de nuevas habilidades) son más numerosas en los humanos que en otros
primates. En estas redes mejoradas se localizan el lenguaje, la fabricación de
herramientas y la imitación. Incluso los ancestrales sistemas de recompensa del área
subcortical, denominada cuerpo estriado (un centro de actividad para el neurotransmisor
dopamina), parecen haberse remodelado durante la evolución del cerebro humano. Es
muy probable que este cambio sirviera para prestar más atención a las señales sociales
y facilitar el aprendizaje del lenguaje.
¿De dónde viene nuestro enorme cerebro? El registro fósil de los homininos revela la
tendencia general hacia el incremento de la capacidad craneal durante los últimos seis
millones de años, más o menos, cuando nuestro linaje se separó del último ancestro
común que compartimos con los chimpancés y los bonobos. Se piensa que muchos
rasgos interrelacionados de la biología humana se deben a nuestro enorme cerebro:
crecimiento más lento durante la infancia, mayor esperanza de vida y más implicación
del padre y de los abuelos durante la crianza de la descendencia para ayudar a la madre.
Que el cerebro siga creciendo después del nacimiento significa que los acontecimientos
importantes que fundamentan la cognición tienen lugar en un contexto social y ecológico
ricos.
Otra pista de lo que nos diferencia de los chimpancés y otras especies inteligentes viene
de investigaciones sólidas que han desvelado los cambios genéticos y moleculares
acaecidos durante el largo recorrido de la evolución del cerebro. Echemos un vistazo a
algunos de los rasgos distintivos del cerebro humano.
EN LOS CHIMPANCÉS EL AUTOCONTROL TAMBIÉN SE HALLA RELACIONADO
CON LA INTELIGENCIA
Como sucede en los humanos, la inteligencia general en los chimpancés se encuentra
correlacionada con la capacidad para el autocontrol y para la demora de la gratificación,
según publican científicos de la Universidad Estatal de Georgia en la revista Current
Biology.
Para su estudio, el grupo se basó en la denominada «prueba de malvavisco», un
experimento llevado a cabo originalmente en los años sesenta del siglo pasado por
investigadores de la Universidad de Stanford. En él, los sujetos (niños) tienen la opción
de recibir una recompensa pequeña e inmediata (un solo malvavisco colocado delante
de ellos) o esperar, y a cambio, obtener una gratificación mayor (dos malvaviscos). Los
niños que se desempeñan bien en este test de autocontrol también presentan un buen
desempeño en las pruebas de inteligencia general. Esta relación se ha comprobado
ahora en los chimpancés.
Un total de 40 primates llevaron a cabo una tarea híbrida de retraso, con la que se evalúa
no solo la frecuencia con que eligen esperar a obtener una recompensa más grande en
lugar de tomar una más pequeña pero inmediata, sino también su manejo de la
situación. En otras palabras, analiza la capacidad de autocontrolarse y resistirse a la
tentación. Asimismo, los animales efectuaron una batería de pruebas cognitivas para
primates, con la que se mide la inteligencia general a partir de una serie de factores
sociales y cognitivos, entre estos, la capacidad de seguir señales gestuales.
Los animales que obtuvieron las puntuaciones más altas en la prueba de inteligencia
general también destacaron en la tarea de gratificación demorada. Las valoraciones de
inteligencia se relacionaron tanto con la frecuencia con que decidían esperar para
obtener una recompensa mejor como con su capacidad para manejar la situación.
«El hecho de que el vínculo entre el autocontrol y la inteligencia exista en otras especies
además de en los humanos puede demostrar una base evolutiva en la función que
ejerce el autocontrol para la inteligencia general», indica Michel J. Beran, autor principal
del estudio. Y añade: «Investigaciones futuras podrían aclarar si la relación también
existe en otros primates o, incluso, en especies no primates.»
Premio Nobel de Medicina 2018 a un revolucionario tratamiento del cáncer
El norteamericano James P. Allison (Alice, estado de Texas, 1948) y el japonés Tasuku
Honjo (Kioto, 1942) han ganado el Premio Nobel en Fisiología o Medicina de 2018 "por
su descubrimiento de la terapia del cáncer por inhibición de la regulación inmune
negativa", según ha expresado hoy en un comunicado la Asamblea Nobel en el Instituto
Karolinska. El cáncer mata a millones de personas cada año, representa uno de los
mayores desafíos para la salud humana. "Mediante la estimulación de la habilidad
inherente de nuestro sistema inmunológico de atacar las células tumorales, los
laureados de este año con el Nobel han establecido un principio totalmente nuevo para
la terapia del cáncer", prosigue el comunicado. El cáncer avanzado sigue siendo
inmensamente difícil de tratar y, por ello, se necesitan desesperadamente nuevas
estrategias terapéuticas.
En los años 90, el inmunólogo James P. Allison investigó una proteína conocida, CTLA-
4, en su laboratorio de la Universidad de California en Berkeley. CTLA-4 es un receptor
proteico que, funcionando como un punto de control inmunitario (immune checkpoint),
disminuye las respuestas inmunitarias. "Se dio cuenta del potencial de soltar el freno,
liberando de ese modo nuestras células inmunitarias para atacar los tumores". En 1992,
unos pocos años antes del descubrimiento de Allison, Tasuku Honjo descubrió PD-1,
otra proteína expresada en la superficie de los linfocitos T o células T.
"Decidido a desentrañar su rol, exploró meticulosamente su función en una serie de
elegantes experimentos desarrollados durante varios años en su laboratorio de la
Universidad de Kioto". Honjo finalmente reveló la función de esta proteína: también
funciona como un freno, pero con un diferente mecanismo de acción. "Allison y
Honjo han demostrado cómo diferentes estrategias de inhibición de los frenos en el
sistema inmunitario pueden ser usadas en el tratamiento del cáncer. Estos hallazgos
fundamentales de los dos laureados constituyen un hito en nuestra lucha contra el
cáncer", afirma la Asamblea Nobel en el Instituto Karolinska.

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