Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
deberían saber
1ª edición: abril de 2011
Diseño de colección
Ediciones Puntocero
Diagramación
Ediciones Puntocero
Fotografía de portada
RockySchenck.com
Traducción
Leila Macor
Corrección
Magaly Pérez Campos
Impresión
Mastergraf
Printed in Uruguay
Para Liz,
Hugh y Nancy,
donde sea que estén
índice
Agradecimientos .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
Cómo estar vivo
por juan morris
Antes de ser un libro, Cosas que los nietos deberían saber fue
una canción. En 2005, después de siete años de trabajar en un
disco que iba creciendo y juntando polvo en el sótano de su
casa y que siempre, inevitablemente, terminaba relegado detrás
de otros proyectos musicales más urgentes, Mark Oliver Everett
se decidió por fin a editar Blinking Lights and Other Revelations,
el sexto disco de su banda, Eels.
Y si en 1998 el álbum Electro-Shock Blues había sido
un descenso al cuerpo frío de su hermana tirado en el piso
del baño después de tragarse demasiados psicofármacos juntos
en busca de un resplandor químico, o a la larga agonía de su
madre bajo la radiación de un tratamiento estéril, tres discos
después Everett revisitaba esos mismos lugares como si se tratara
de la escena de un crimen ya prescripto, con menos crudeza y
más sabiduría, en un intento por restituirle un sentido a todo
eso. Una vez parado del otro lado de ese océano de oscuridad,
intentaba encontrar un lenguaje en el parpadeo ciego de las
estrellas en medio de la noche: la muerte como aprendizaje.
Everett terminó el disco una mañana en la que se estaba
lavando los dientes y, al mirarse en el espejo del baño, vio a su
padre reflejado. Fue un gesto en la cara, pero fue mucho más
9
que eso. A veces ni nuestro propio inconsciente puede aho- Después de terminar de lavarse los dientes, bajó al sótano de
rrarnos ese tipo de metáforas. Tenía 42 años. Y así como en El su casa y compuso Things the Grandchildren Should Know, una
primer hombre, la novela póstuma de Albert Camus, cuando hermosa y melancólica pieza de 4 minutos y medio, acompañada
el protagonista se encuentra por primera vez frente a la tumba de violines, contrabajo y una slide guitar, que funciona como el
de su padre y se da cuenta de que ese hombre ahí enterrado testamento de un hombre que, en la madurez, con el rapto de
es más chico que él, la sombra indescifrable y perturbadora de sabiduría que nos da la muerte cuando nos pasa demasiado cerca,
un padre que no conoció se convierte de pronto en ternura y ofrece su vida como un objeto descifrado. Es conmovedora la ne-
compasión por un joven muerto demasiado pronto, Everett vio cesidad de Everett de intentar explicarse a sí mismo, la declaración
en sí mismo ciertas cosas de su padre y encontró un principio de un hombre maduro explicando que le gusta acostarse temprano,
de entendimiento con ese hombre que había muerto hacía más salir poco de su casa, estar rodeado de la menor cantidad de gente
de veinte años y al que siempre había visto sentado en el sillón posible y no porque odie a la gente, sino porque es simplemen-
del living como a un extraño. te así, y enumerando las pequeñas verdades fundamentales que
En 1953, su padre, el científico Hugh Everett III, basándose aprendió en su vida, que no son muchas y que son muy simples
en el principio de indeterminación de la mecánica cuántica, en y que en realidad es casi una sola cosa: la canción de alguien que
su tesis doctoral había desarrollado la teoría de los universos aprendió a estar en paz consigo mismo y con su vida, que perdonó
paralelos. Como en la mecánica cuántica es imposible deter- a su padre, que puede mirar el sufrimiento que atravesó y sentirse
minar la posición y la velocidad exactas de una micropartícula, bien porque sacó algo bueno de todo eso.
el cálculo matemático sobre su trayectoria arroja una serie de «Nunca entendí del todo / lo que debió de ser para él vivir
resultados posibles que, mientras no se pruebe cuál de ellos es el en su cabeza / ahora siento que está conmigo / por mucho que
verdadero, todos lo son. Everett padre fue más allá y en su tesis esté muerto», canta Everett hacia el final de Things the Grand-
planteó que todos los diferentes resultados de ese cálculo eran children Should Know.
verdaderos, solo que cada uno lo era en un universo paralelo. Pero la vida de alguien no cabe en una canción, ni en
A mediados del siglo XX, esa teoría resultó demasiado un disco doble de treinta y tres canciones, así que en 2005,
poética para que alguien la tomara en serio y Hugh Everett se después de sacar Blinking Lights and Other Revelations y salir
pasó el resto de su vida adulta frustrado, rumiando cálculos de gira por el mundo vestido de traje, con un sombrero negro,
complejos en el living de su casa, desarrollando su teoría en una larga barba, un habano humeante y el acompañamiento
cuadernos que tenía apilados en la mesa del comedor. Varios de un cuarteto de cuerdas, Everett decidió encerrarse en su casa
años después, en sus canciones, Mark Everett retomó de al- de Los Feliz, en Los Angeles, y se pasó cuatro años escribiendo
guna forma la teoría de su padre y convirtió sus canciones en sus memorias. El testamento de alguien que después de pasar
pequeños universos paralelos donde algunos momentos de su siete años de maldiciones y sed en el desierto vuelve al pueblo
vida cobraban otro sentido. con algunas buenas noticias.
10 11
El libro empieza como empiezan todas las grandes narra- da algo valioso. Everett tiene algo bueno para darte, pero antes
ciones americanas del siglo veinte, con nuestro protagonista te tenés que pinchar.
cruzando el país a bordo de un auto destartalado, en el caso de David Foster Wallace, autor del gran libro Algo supuesta-
Everett un Chevy Nova dorado, modelo 71, solo que enseguida mente divertido que nunca volveré a hacer y uno de los mejores
ese viaje se pierde en sus distintas narraciones mentales y las escritores norteamericanos de los últimos veinte años, decía
imágenes, los viajes y las sensaciones comienzan a superponerse que la función de la literatura es darle calma a los perturbados
en una especie de collage sensorial dividido en breves capítulos y perturbar a los que están en calma. Everett eso lo tiene claro,
que podrían ser canciones. Está su relación esquizofrénica con solo que también sabe que en nosotros conviven los dos esta-
las discográficas, que aún hoy sigue siendo ríspida porque la dos y en sus canciones siempre trabaja en las dos direcciones,
carrera de Everett es lo más anticomercial posible: un disco simultáneamente. Y, sobre todo, tiene el talento y la valentía de
doble de treinta canciones, cuatro años de silencio, tres discos prestarle atención a esa conversación que solemos tener con no-
en catorce meses, etcétera. Está su crecimiento como artista sotros mismos cuando no estamos pensando en nada, exhumar
desde el comienzo, están sus primeros fracasos, están las mujeres los cadáveres de nuestra conciencia y convertirlos en pequeños
que pasaron por su vida y que tienen un capítulo aparte en el íconos religiosos que nos guíen: en canciones, en discos o en
libro (Siempre me enamoro de una loca) y están, sobre todo, las un precioso libro. Bienvenidos.
muertes que lo han rodeado siempre: su intento por reanimar
el cuerpo ya rígido de su padre, la sobredosis de su hermana, Juan Morris, marzo de 2011
la lenta agonía de su madre y, para darle más espectacularidad
a toda esta cadena de catástrofes familiares, en la mañana del
11 de septiembre de 2001, su prima y el esposo viajaban en el
avión que supuestamente se estrelló contra el Pentágono.
El libro crece a partir de pequeños impulsos eléctricos que
lo llevan a Mark a armar un relato zigzagueante en el que con-
fluyen, en un solo párrafo, distintas épocas de su vida y distintos
estados, arrastrándote por un torrente caótico de recuerdos con
la certeza de que todo eso tiene una lógica, un sentido.
¿Y tiene sentido? Sí, lo tiene. Everett es un artista en carne
viva, que primero busca ponerte en un lugar incómodo –guita-
rras crudas que parece que saturaran, una voz envejecida, una
prosa aparentemente desnuda que te hace bajar la guardia– y
que después de sacarte de un estado confortable y alterarte, te
12 13
Lo que sigue es una historia real.
Solo se han modificado algunos nombres
y colores de cabello
1. El verano del amor
No quiero que pierdas tu tiempo leyendo mierda florida, Soy hijo de un humilde mecánico. Un mecánico cuántico.
así que, por respeto a ti, gentil lector, me quedo con el estilo Mi padre, Hugh Everett III, autor de la teoría de los universos
directo. paralelos, fue un hombre tranquilo, al menos durante los más o
Nunca había tenido interés en escribir un diario. Estaba menos dieciocho años que viví con él. Resulta que era depresivo
tan ocupado intentando vivir la vida que me tocó, que nunca por una infancia triste y luego fue despreciado por chiflado;
tuve uno. Además no me sentía preparado para revivir muchas pero fue reconocido después, aunque demasiado tarde, como
de las cosas por las que pasé, pero eso fue exactamente lo que un genio. Supe mucho más sobre él a través de libros y revistas
me entusiasmó de repente cuando mi amigo Anthony me in- luego de su muerte, de lo que jamás habría sabido a partir de las
sistió por enésima vez que escribiera un libro sobre mi vida. pocas docenas de frases que me dijo durante nuestros dieciocho
Tengo un extraño mecanismo que se activa cuando pienso que años de convivencia.
algo no es posible: debo conseguirlo. Aunque signifique revivir El padre de mi padre fue el coronel Hugo Everett Jr., del
minuciosamente todos los momentos que mi memoria selectiva ejército estadounidense. Era un hombre imponente: alto, con
sea capaz de reunir. una redonda calva y una chivita plateada cuidadosamente recor-
En primaria yo era un niño pequeño y flaco con pelo largo tada en la barbilla. Como abuelo, era un viejito simpático que
que a menudo confundían con una niña y que además era el me llevaba a ver los trenes que pasaban por Berryville, Virginia,
último o penúltimo que elegían para participar en los equipos donde él vivía. En ocasiones nos encerraba a mi hermana y a
deportivos de la escuela. Ahora soy un hombre grande, que pasa mí en su centenario armario de los abrigos, apagaba las luces y
la segunda mitad de su primera crisis de mediana edad escon- nos anunciaba que un fantasma llamado «El Gazunk Real» se
diéndose detrás de guardaespaldas que intentan protegerlo en nos iba a aparecer. Algunos dirán que aquello era un maltrato
sus conciertos de rock del acosador obsesivo de turno. ¿Cómo aterrador, pero recuerdo que era divertido. No obstante, en los
llegué a esto? años cuarenta mi abuelo envió a mi padre a la escuela militar.
24 25