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COMUNICACIÓN ALGO MÁS QUE PALABRAS

La comunicación no solo está en las palabras, las palabras por sí solas no comunican nada.
Cuando detrás de las palabras hay vida y sentimiento, cuando detrás de los gestos existe un
ser humano, da entonces la posibilidad de saber escuchar para quien oye y de ser acogido
para quien habla. Los gestos, la expresión facial, la actitud corporal, el lugar elegido para
comunicarse, la cercanía o distancia física, incluso la hora, puede influir en el éxito o fracaso
de la comunicación. El saber elegir, el cuidar las formas, son aspectos fundamentales para
obtener un buen resultado. El uso de leguaje acertado ayuda en muchas ocasiones a
establecer una comunicación fluida y comprensiva, ayuda a disminuir una carga de
emotividad o agresividad que se lleve dentro. Si por el contrario el uso de las palabras se
descuida es fácil que aparezca el conflicto o el enfrentamiento Las mismas palabras pueden
significar cosas distintas dependiendo del tono en que se digan, del momento o
circunstancias en que se emplean, del contexto en que se usen.

SIGNIFICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN

Eguiluz (2003) escribe que el lenguaje es solo uno de los constitutivos de la comunicación.
Al final de cuentas lo más importante del proceso comunicacional en el ser humano es su
finalidad de atender la necesidad, de compartir lo que piensa, lo que cree, lo que espera, lo
que necesita, lo que vive, lo que es. La comunicación se constituye esencialmente a partir de
la generación de significados, es decir, de interpretaciones que tienen lugar por vía de las
interacciones, planteadas en la paradoja de la imposibilidad de reconocer directamente la
experiencia del otro, o de los otros, y, por supuesto, de transmitir la propia experiencia. Se
recurre así a la construcción de la experiencia interpretativa, mediante la cual cada uno
construye sus propias significaciones, en la alternativa de construirlas solo o con compañía,
y si es en compañía con la posibilidad de alcanzar las metas más importantes de la
comunicación como compartir para afirmarse, para reconocer o simplemente para recibir lo
que se necesita a lo largo de la vida afecto y amor. La significación no es un proceso innato
del ser humano. Aprendemos a elaborar significados, a interpretar mensajes, a
comunicarnos. Aprendemos también a prestar atención a algo en una interacción. Esta
atención selectiva en la comunicación responde a la necesidad de evitar situaciones
generadoras de ansiedad percibiendo señales consistentes con información aceptada con
anterioridad. Los signos y los símbolos corresponden a los aspectos que dirigen la
elaboración de los significados en la comunicación. También en necesario considerar las
señales que contextualizan el proceso, donde se habla de metacomunicación y de
metamensajes. La metacomunicación en general hace referencia a todo mensaje acerca de la
comunicación. Dado que los procesos comunicativos en los humanos tienden a efectuarse
por medio de la contextualización, el entendimiento de los metamensajes es esencial para
comprender los procesos comunicativos. El metamensaje dirige la interpretación del
episodio comunicativo. Como cuando se dice que no se tome algo en serio o como una
broma de forma que cause gozo, en el caso de las interacciones familiares cuando un padre
llega del trabajo y saluda con una voz poco audible, se dirige inmediatamente a su
lugar de descanso y comenta que quiere cenar, el mensaje puede ser que no está en
disposición de hablar con alguien y que quiere que lo dejen solo, pero el meta mensaje
es que quiere estar solo, más quiere ser atendido, que le presten atención.

El metamensaje dependerá siempre de la construcción social de significados elaborada hasta


ese momento en ese espacio familiar. Sería desafortunado generar significaciones sin
considerar el mensaje implicado. La congruencia entre el mensaje y el metamensaje está
relacionada directamente con los problemas de comunicación familiar. Así, en una relación
familiar saludable, la comunicación se mueve a través de la espontaneidad y los aspectos
relacionados de manera directa con las experiencias vividas. De esta forma los mensajes
están implicados directamente con los mensajes en la acción comunicativa, lo que lleva al
mínimo las malas interpretaciones.

Por el contrario, en una relación no saludable la diferencia entre los mensajes y los
metamensajes constituye lo cotidiano, de manera que la interacción comunicativa ha sido
distorsionada al punto de convertirse en un aspecto cada vez menos importante. Cuando la
diferencia entre los mensaje y los metamensajes se vuelve la norma más que la excepción en
la interacción comunicativa, la tendencia es a desarrollar estructuras patológicas como la
tangencialización, en donde el emisor emite un mensaje al receptor, aun cuando el receptor
identifica el requerimiento de comunicación por parte del emisor, descuida el contenido del
mensaje y la finalidad del emisor, lo que arroja una respuesta inesperada o sin pensar.
La mixtificación es una estructura comunicacional, la diversidad aparece entre la
declaración de uno y las percepciones, sentimientos e intenciones del otro. Aquí la
diversidad ocurre por la diferencia entre lo que se observa y lo que se comunica que está
pasando, como cuando se dice que nada está pasando cuando en realidad si esta ocurriendo
algo. La paradoja es una estructura, en que el contenido del mensaje esta la contradicción,
de manera que un mensaje significa tanto la afirmación como la negación de este, como
cuando los padres exigen al hijo que se defienda de la agresión y no permita los abusos,
pero al mismo tiempo le prohíben lastimar o agredir a otros, situación que le conduce a
responder obedecer y desobedecer.

La comunicación puede ser entendida como un sistema cuyas partes constitutivas


interaccionan y, por lo tanto, se afectan mutuamente a través del proceso de construcción de
significados. En tal sistema está inmerso todo el ser humano, aun cuando no tenga la
intención de comunicar, ya que es proporcionado mediante el aprendizaje que genera la
cultura.

Por todo ello, la comunicación no necesariamente es intencional y consciente ni


necesariamente verbal o clara. La comunicación es un proceso mucha más complejo que el
simple emitir y recibir mensajes. La comunicación como sistema se dirige a la necesidad
humana de compartir experiencias a partir de un complejo proceso de elaboración de
significados con los otros que constituyen en el entorno social. Se puede afirmar entonces
que ninguna aproximación al reconocimiento de lo que es la familia sería completa sin la
incorporación del estudio de los procesos de la comunicación que la caracterizan y sostienen
sus formas de relación.

ENTENDER Y SER ENTENDIDO

Covey (2010) menciona que la clave para comunicarse y tener poder e influencia sobre los
demás se resume en la frase busca primero entender, y luego ser entendido, en otras palabras
escucha primero y habla después. Si se puede aprender este hábito, ver las cosas desde el
punto de vista de las otras personas antes de hablar del propio, se abrirá un nuevo mundo de
comprensión. La necesidad más profunda del corazón humano es ser comprendido. Todos
desean ser respetados y valorados por lo que son. Nadie deja expuestas sus necesidades más
delicadas a menos que sienta genuino amor y comprensión, pero una vez que alguien lo
siente, contará más de lo que se quiere oír.

CINCO MALOS ESTILOS PARA ESCUCHAR

Para comprender a otra persona, se le debe escuchar, el problema es que la mayoría de


personas no saben como escuchar. Escuchar es una de las cuatro formas primarias de
comunicación, junto con leer, escribir y hablar. Cuando los demás hablan, pocas veces se les
escucha, porque se está ocupado para preparar la respuestas, juzgar o filtrar las palabras
según los propios paradigmas. Es típico distraerse al estar pensando en otra cosa, lo que hace
creer a la otra persona que se está fuera de órbita; fingir que se escucha es algo común al
contestar comentarios cortos como aja, me parece bien, la persona que escucha siente que no
es lo suficientemente importante para ser escuchada; escuchar selectivamente, es prestar
importancia a una parte de la conversación por creerse importante, lo que lleva a interrumpir
a la otra persona restándole importancia a lo que dice y puede llevar al término de la
conversación y quizá su amistad; escuchar sólo las palabras, ocurre cuando realmente se
presta atención a lo que dice el otro, pero solo se escuchan las palabras y no lo realmente se
quiere decir, los sentimientos o el verdadero significado tras las palabras. Como resultado no
se comprende lo que se quiere decir, y no estar en contacto con las emociones más
profundas de los demás. Escuchar de forma egocéntrica, significa, que se ve todo desde
nuestro punto de vista, en vez ponerse en el lugar del otro, se quiere que el otro se ponga en
nuestro lugar, lo que lleva a responder de tres maneras al juzgar, aconsejar y sondear, esto
lleva a que la persona que desea conversar se cierre inmediatamente.

OBSTÁCULOS EN LA COMUNICACIÓN

Galdeano (1995) escribe que esperar que las personas hablen abiertamente y revelen sus
secretos más profundos es una tarea difícil. Por lo general las reglas contra la comunicación
abierta son las que dificultan la solución de los problemas. Estas reglas suelen ser sutiles, no
están codificadas y no resultan evidentes para la familia en sus inicios. La mayoría de los
conflictos se centran en la forma en como se habla, en si se tiene el derecho en decir lo que
se dice, en comunicar correctamente los sentimientos y los deseos. En la vida de familia
pueden existir tabúes, secretos, cosas de las que no se puede hablar y esto afecta
negativamente la comunicación en familia. Los principales tipos de comunicación
disfuncional en la familia son el doble vínculo o contradicción entre los niveles de
comunicación analógico y digital. La escalada simétrica, perceptible cuando cada una de las
personas inmersas en una interacción responde incrementado la frecuencia y la intensidad de
la comunicación, de un modo más o menos igual (una discusión por un asunto de escasa
importancia podría, con esta escalada, acabar en insultos graves). La complejidad rígida,
tomando los interactuantes posiciones interpersonales complementarias (distintas pero que
encajan) a las que se adhieren rígidamente como el caso de una mujer dócil con un hombre
dominante. Las estadísticas comparan familias felices con familias no felices, muestran que
las dos tienen iguales situaciones de conflicto, pero se diferencias en la manera de
enfrentarlos. Las habilidades de comunicación permiten llegar a soluciones satisfactorias
para todos, lo importante es como se elaboran y manejan esos cambios.

PATRONES DE LA COMUNICACIÓN

Satir (2002) escribe que al valorar los patrones generales de la comunicación en la familia,
el terapeuta obtiene información relevante a la manera de cómo los miembros de familia
experimentan sus relaciones interpersonales, su capacidad de expresar intimidad, la manera
de cómo intercambian información, los significados que dan a su comunicación y, en
general, la capacidad de los miembros de la familia para utilizar las palabras de manera
adecuada.

Debido a que una buena comunicación es un factor fundamental para la vida familiar sana.
Las personas a menudo pretenden comunicarse bien, pero carecen de los elementos
necesarios para hacerlo. La comunicación es funcional cuando el interlocutor declara o
solicita algo de manera clara y directa, cuando el interpelado puede aclarar y calificar lo que
le dicen, y cuando la retroalimentación es posible. En toda buena comunicación, la intención
y el resultado de la comunicación concuerdan y, en caso contrario es posible recurrir a la
aclaración. Cuando los comunicadores relatan una experiencia suelen hacer comentarios
incompletos, distorsionados o generalizados de manera inadecuada.

El terapeuta debe ayudar que los miembros de la familia tomen conciencia de sus
comunicaciones disfuncionales y enseñarles a utilizar patrones de comunicación más
exactos. La nominación, proceso de comunicación disfuncional, en que los procesos activos
de una experiencia quedan representados por palabras estáticas. En vez de decir estoy
confuso se dice que se experimenta confusión, esto cambia el proceso de estar (verbo)
confuso a un acontecimiento estático (nombre o sustantivo). Al ayudar al comunicados a
desustantivar se redescubre y experimenta la sensación de movimiento y continuidad, que
son fundamentales para que el individuo reciba la impresión que se puede cambiar.

El paso de equivalencia, es en donde un individuo equipara una parte de la conducta de


otro con una comunicación total y luego la caracteriza como su propia experiencia interior.
Como cuando un miembro de la familia frunce el seño, otro solo se percata del seño
fruncido e ignora otros acontecimientos y palabras para comunicar algo adicional. O cuando
una persona aparta la mirada, la otra supone que no se le presta atención y se siente
lastimada.

La diferencia entre los principales sistemas de representación también conduce a la mala


comunicación que se presenta en tres canales sensoriales el visual, auditivo y el cenestésico.
La mayoría tiende a favorecer a uno de estos sobre los otros. En el ejemplo de adivinar la
mente descrito anteriormente, la persona aparta la mirada bien podría pertenecer al grupo de
atención auditiva, donde el contacto visual, es en realidad un impedimento para la
concentración, en tanto que el receptor podría ser una persona visual que no se comunica sin
establecer contacto visual. Por eso se debe hacer conciencia de esas diferencias, pues ayuda
al grupo a comprender sus idiosincrasias de una manera positiva.

La forma en que la familia resuelve su comunicación es reflejo de la autoestima de sus


miembros y, en consecuencia, proporciona información adicional sobre la falta de armonía y
disfuncionalidad del sistema familiar. En una familia donde existe baja autoestima
generalizada, el temor al exponer las áreas de vulnerabilidad o experimentar la pérdida del
amor, impide una comunicación clara de las emociones o cuestionamientos íntimos. El
objetivo primario de la comunicación se convierte en la validación por parte de los demás.
Una persona que experimenta baja autovalía sólo piensa en la supervivencia emocional, así
que su principal temor en la comunicación con los demás es el temor a descubrirse. Cuando
utiliza la comunicación para ocultar y proteger, hay una incongruencia entre sus
sentimientos y su conducta.
Existen cuatro posturas de comunicación incongruente o disfuncional la aplacadora, la
acusadora o inculpable, la superrazonable y la irrelevante.

El aplacador esconde su vulnerabilidad al tratar de complacer a los demás, y cuando acepta


algo no lo hace porque así lo desee, sino porque su supervivencia emocional depende de
ello. Considera que no tiene valor alguno, pero al hacer lo que otros esperan de él, al menos
no será rechazado.

El acusador oculta su vulnerabilidad al tratar de controlar a los demás y al mostrarse en


desacuerdo de manera indiscriminada, lo que le brinda la sensación de ser importante a pesar
de sus sentimientos internos de soledad y fracaso.

Para el individuo superrazonable, todo aspecto de la vida se convierte en una experiencia


emocional que omite al yo interior y garantiza el adormecimiento de las emociones. Todo se
convierte en un eso. Aunque esta postura comunica una falta de interés y gran control, el
sentimiento interno es de vulnerabilidad.

Por último, el irrelevante resuelve las tensiones al fingir que no existen. La persona enfoca
su atención en otra cosa, algo ajeno al contexto presente y a las emociones. Por dentro, el
individuo irrelevante se siente poco querido y aislado. Estos son estilos de ocultar la realidad
de los sentimientos ante uno mismo y los demás.
ROL DE GÉNERO Y FUNCIONAMIENTO FAMILIAR

Con el surgimiento de las clases sociales aparece también la discriminación de la mujer y su


conversión, por parte del hombre, en un objeto de placer y procreación.1 A lo largo del
desarrollo de la sociedad los individuos fueron aprendiendo, a través del proceso de
socialización, el comportamiento que cada uno debe asumir según fuera hombre o mujer.
Esta diferenciación, que abarca normas de comportamiento, actitudes, valores, tareas, etc., y
donde lo femenino se debe supeditar a lo masculino, trasciende a todas las esferas de la vida
y provoca una relación de poder donde el hombre es el dominante mientras que la mujer, su
papel y tareas, son devaluadas socialmente.

Como dice AZ Manfred,2 "Hablar de mujer desde una perspectiva de género, es referirnos a
una historia de supeditación que nace con la implantación del patriarcado en las
comunidades primitivas y no ha dejado de ser así en las comunidades contemporáneas". Sin
embargo, esta diferenciación de normas y valores no afecta solo a la mujer, ya que el
hombre también es víctima de las expectativas sociales que se tienen sobre su
comportamiento y desempeño, del cual se espera siempre fortaleza, valentía, control
emocional e independencia, entre otras cosas.

Esta diferenciación entre los sexos se conoce como rol de género, considerándose el género
aquella categoría en la que se agrupan todos los aspectos psicológicos, sociales y culturales
de la femineidad-masculinidad, y que es producto de un proceso histórico de construcción
social.3 Al analizar este concepto vemos que el género va más allá del sexo, dado que este se
limita a las características biológicas y anatómicas, mientras que en el género se integran
características económicas, sociales, políticas, jurídicas y psicológicas, además de las
sexuales.

Hay 3 elementos básicos en cuanto al género, que son:

 Asignación de género: Se da desde el momento del nacimiento por los órganos


genitales.
 Identidad de género: Son los aspectos biológicos y psicológicos que se establecen
desde los primeros años de vida.
 Rol de género: Conjunto de normas establecidas socialmente para cada sexo.

La familia constituye el espacio primario para la socialización de sus miembros, siendo en


primera instancia el lugar donde se lleva a cabo la transmisión de los sistemas de normas y
valores que rigen a los individuos y a la sociedad como un todo.4

De esta manera, desde muy temprano, la familia va estimulando el sistema de diferenciación


de valores y normas entre ambos sexos, asentando así tanto la identidad como el rol de
género. Las reglas sociales van deslindando de manera clara las expectativas relacionadas
con los roles que las personas deben asumir. Igualmente, la idea que se tiene sobre el rol de
padre, madre, esposa o esposo, está condicionada en gran medida por la sociedad de la cual
somos resultado (Fernández L. Roles de género. Femineidad vs masculinidad. Tema No.5.
Marzo 1996. pág.18.).

El contexto familiar refuerza la diferenciación genérica, dando actividades diferentes a niños


y a niñas; a las niñas se les destinan aquellas relacionadas con el hogar, servir, atender a
otros; mientras que a los niños se reservan actividades de competencia que les permiten
tener un mayor control sobre el medio externo, lo cual es una forma muy importante de ir
delimitando las normas de comportamiento y dejando claras las expectativas sociales hacia
cada sexo. La familia, por tanto, es el principal eslabón del proceso de tipificación sexual
dado que es formadora por excelencia y de difícil sustitución.5

Este proceso de tipificación sexual se observa en las familias, no solo en el proceso de


transmisión de estos valores a las nuevas generaciones, sino como parte intrínseca,
importante e indiscutible de las pautas relacionales que se establecen entre sus miembros,
que conlleva, en no pocas ocasiones, a alteraciones en las relaciones familiares y en el
funcionamiento familiar.

Dentro de los elementos que interfieren considerablemente en la salud familiar está la


dinámica interna de las relaciones o funcionamiento familiar. Cuando estas son armónicas,
hay cohesión familiar, una adecuada comunicación, flexibilidad, claridad de reglas y roles,
en fin, un adecuado funcionamiento familiar, hay una predisposición favorable a la salud en
la familia como sistema; sin embargo, cuando hay un funcionamiento inadecuado este se
constituye en un factor de riesgo para la salud familiar.6

Como indicadores de un funcionamiento familiar adecuado puede considerarse la


flexibilidad en las reglas y roles familiares, es decir que estas no sean rígidas, que no se
impongan, sino que sean claras y que se asuman conscientemente por los miembros
existiendo complementariedad entre los integrantes del sistema familiar para su
cumplimiento, con el objetivo de evitar la sobrecarga y sobreexigencia en algún miembro.
Sin embargo, cuando analizamos este indicador desde el concepto de género nos damos
cuenta que están indiscutiblemente relacionados y que las problemáticas del rol de género,
en cuanto a las normas establecidas para cada sexo, imposibilita en muchos hogares su
comportamiento adecuado, manteniéndose, por lo general, un modelo tradicional de
distribución de las tareas domésticas que da a la mujer la mayor responsabilidad ante ellas y
mantiene el hombre un rol periférico.

Al unirse a esto la creciente independencia e incorporación de la mujer a las actividades


sociales, se provoca inevitablemente una sobrecarga y sobreexigencia en ella, dinámica que
se hace aún más compleja al tratar la familia, y el propio hombre, de incorporarse cada vez
más a estas tareas, para tratar de asumir un rol diferente en aras de lograr mayor
complementariedad, pero al no cambiar sus valores aparecen conflictos en la relación
asignación-asunción del rol, lo que afecta necesariamente los procesos de interrelación
familiar. Esta situación se convierte en un espiral, dado que las madres educan, en la
mayoría de los casos, a sus hijos en patrones sexistas, mientras que exigen que el padre
participe más en las tareas del hogar, con lo que provocan que no queden claros los roles y
valores en la familia.

Según P. Arés se hace muy difícil cambiar porque aún persisten influencias sociales muy
poderosas que son las generaciones precedentes, los medios de comunicación y la propia
sociedad, que en ocasiones promueven nuevos valores y a la vez preservan los de la familia
patriarcal.8
Otro indicador importante del funcionamiento familiar viene dado por la jerarquía, donde
debe quedar clara la posición de poder, siendo más favorable en la medida en que se logre
un sistema jerárquico horizontal entre ambos miembros de la pareja, lo que es decir, un
mismo nivel de poder en el subsistema conyugal con relación a los otros subsistemas
familiares; sin embargo aquí interviene también de manera negativa el rol de género, dado
que en Perú todavía persiste el modelo de familia tradicional patriarcal, caracterizada
por vínculos de dependencia y jerarquía rígidos en la que la mujer debe supeditarse al
hombre, no lográndose el nivel horizontal ya que ellos responden también a su
asignación genérica que les crea la expectativa de que deben ejercer poder y autoridad
sobre otros. Para que exista una jerarquía adecuada y un adecuado funcionamiento familiar
debe haber igualdad, por esto la primacía del hombre de una forma rígida conlleva a una
disfunción familiar.

Muy relacionado con este indicador está otro que viene dado por las características de la
relación autonomía-dependencia, considerándose como favorecedor de un funcionamiento
adecuado el hecho de que el sistema familiar permita el desarrollo de la identidad personal y
la autonomía de sus miembros. El papel de la mujer y la maternidad, tal y como es
concebida en la estructura patriarcal, demanda de ésta instinto, entrega total y una negación
de su ser como persona, obstaculizando su autonomía e independencia, lo cual constituye un
factor patógeno del funcionamiento y la salud familiar.

Según Arce M, al centrar la identidad femenina en una matriz relacional, donde se le exige a
la mujer una actitud de servicio y atención en forma incondicional a las demandas y
necesidades de los otros, se inhiben sus posibilidades de autoafirmación y autonomía.4

No se podrían dejar de analizar 2 indicadores muy importantes de funcionamiento familiar


que son la comunicación y la afectividad en la familia, y que también se ven afectados por lo
asignado socialmente en el rol de género interfiriendo en muchos hogares en la adecuada
dinámica interna del sistema familiar.

La comunicación para que sea efectiva y favorable a la salud familiar debe darse de forma
clara, coherente y afectiva; sin embargo, cualquier alteración de los procesos de interrelación
familiar la afecta y da lugar a dobles mensajes, mensajes indirectos y comunicaciones
incongruentes que tienen como principal causa dilemas no resueltos y que se pueden poner
de manifiesto, por ejemplo, en los conflictos ante la asignación-asunción de roles, ante la
necesidad de realización personal y autonomía de la mujer, y las limitaciones impuestas por
la familia.

Se afecta también la comunicación en tanto que la sobrecarga de roles, la sobreexigencia en


la mujer, unido al papel periférico en que se mantiene el hombre, limitan las posibilidades de
comunicación con los hijos y entre ellos como pareja, limitándola en ocasiones a las
cuestiones referentes a la vida escolar o laboral.

Según P. Arés, "si los roles, los límites, las jerarquías y los espacios están distorsionados, lo
más probable es que ello altere todo el proceso de comunicación e interacción familiar; por
tal motivo el tema de la comunicación no puede ser visto desligado de estos procesos".7

La afectividad o forma de expresar los sentimientos se ve marcada también,


indiscutiblemente, por los patrones de comportamiento y valores asignados por el rol de
género y la dinámica interna de la familia. Para que esta sea funcional y promueva la salud
de sus miembros debe permitir y fomentar la expresión libre de la afectividad, ser capaz de
expresar las emociones positivas y negativas, y transmitir afecto.

Varios autores señalan que el proceso de entrenamiento a que es sometido el hombre,


estimula en ellos el uso de la violencia para dominar a otros, para ejercer el poder y para
resolver conflictos, mientras por otra parte se les restringe el contacto con el mundo de los
afectos, y se le obliga no solo a inhibir sus sentimientos, sino también a no sentir.4 La forma
de expresar los sentimientos para los hombres y las mujeres se refuerza continuamente de
manera que se llega a tomar como normal la actitud que encierra contenidos discriminantes
para ambos; como por ejemplo, el considerar que la mujer debe ser más emotiva, y asociar a
los hombres a la rudeza y la agresividad. Evidentemente esto afecta la expresión libre de los
sentimientos y la transmisión de afecto dentro de la familia.

Por lo que hemos podido ver, la problemática de la asignación de un rol de género a


hombres y a mujeres va más allá de una significación social vista de manera abstracta, ya
que interfiere de manera palpable y ostensible en la vida cotidiana, en las pautas de
interrelación familiar y en la dinámica interna de la familia, afectando, en muchas ocasiones
su funcionamiento y sobre la base de ello, a la salud familiar.

En las 2 últimas décadas se ha venido produciendo una ruptura progresiva con la familia
típica tradicional caracterizada por la jerarquía rígida entre el hombre y la mujer, y entre
padres e hijos, en papeles polarizados para lo masculino y lo femenino, en la dicotomía de
mundo público para el hombre-mundo privado para la mujer, y en el modelo de la madre
caracterizada por la entrega y abnegación, y el padre proveedor y representante de la
autoridad suprema (Arés MP. Hacia la búsqueda de nuevos modelos de interacción
individuo-familia-sociedad. En: Hogar dulce hogar ¿mito o realidad? Facultad de Psicología.
Universidad de La Habana. 1998 pág. 2-4).

Hay también un rompimiento de las asignaciones culturales que han producido cambios en
las formas tradicionales de asumir los roles y en la distribución de las responsabilidades
domésticas, siendo este uno de los cambios más importantes de la familia, aunque, como
refiere P. Arés esta tendencia provoca un aumento de los conflictos entre lo asignado y lo
asumido en los roles sexuales y parentales, ya que en tiempos pasados lo asignado al rol de
hombre, mujer, padre y madre se asumía sin conflicto, mientras que en la actualidad se
vivencian de manera conflictiva (Arés MP. Abriendo las puertas a las familias del 2000. En:
Hogar dulce hogar ¿ mito o realidad? Facultad de Psicología. Universidad de La Habana.
1998. pág. 18-36).

Otro cambio muy importante viene dado en los conceptos de autoridad y obediencia, lo cual
posibilita que las jerarquías se hagan más flexibles y los vínculos de dependencia se vayan
disolviendo, lográndose cada vez más uniones sustentadas en motivos afectivos, y no por
necesidades económicas, así como un mayor nivel de realización personal de la mujer.
CONCLUSIONES
Persisten sobrecargas para la mujer en cuanto a las tareas del hogar, la educación y crianza
de los hijos, así como prejuicios y concepciones erróneas sobre el papel de cada miembro de
la familia.

Todas estas transformaciones sociales que, indiscutiblemente han generado cambios en los
valores y patrones asignados genéricamente, y por tanto presuponen también cambios en las
pautas de relación interna familiar, están avaladas por legislaciones sociales como el Código
de la Familia y el Código de la Niñez y la Juventud, lo cual contribuye a que nuestra
sociedad se vaya perfilando cada vez más hacia un equilibrio y flexibilidad adecuados en
cuanto al rol de género que favorezca la armonía y la salud familiar.

BIBLIOGRAFIA

Arés MP. HACIA LA BÚSQUEDA DE NUEVOS MODELOS DE INTERACCIÓN


INDIVIDUO-FAMILIA-SOCIEDAD. EN: HOGAR DULCE HOGAR ¿MITO O
REALIDAD? Facultad de Psicología. Universidad de La Habana. 1998 pág. 2-4).

Fernández L. ROLES DE GÉNERO. FEMINEIDAD VS MASCULINIDAD. Tema No.5.


Marzo 1996. pág.18.
Herrera Santi1 Patricia ROL DE GÉNERO Y FUNCIONAMIENTO FAMILIAR, Rev Cubana
Med Gen Integr 2000;16(6):568-73

Mazariegos Cobón ,Merly Lizeth “RELACIÓN ENTRE LAS IDEAS IRRACIONALES Y LA


COMUNICACIÓN DISFUNCIONAL EN LA FAMILIA” (ESTUDIO REALIZADO CON
ADOLESCENTES DE 14 A 17 AÑOS DE INEB ADSCRITO A LA ESCUELA NORMAL DE
MAESTRAS DE EDUCACIÓN PARA EL HOGAR DE QUETZALTENANGO) Coordinación de
Facultad de Humanidade sQuetzaltenango, junio de 2013

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