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UNIVERSIDAD NACIONAL

JOSÉ FAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN

FACULTAD DE EDUCACION TECNOLOGICA

ESCUELA PROFESIONAL DE CONSTRUCCIONES METALICAS

“LABORIOSIDAD, JUSTICIA, BELLEZA, PAZ”

NOMBRE:

MENDOZA RODRIGUEZ CRISTHIAN ALBERTO

RODRIGUEZ ALARCON ROBERTO

PROFESOR:

GUTIERREZ MINAYA POMPEYO

CICLO:

NOVIEMBRE – 2018

HUACHO - PERÚ
LA LABORIOSIDAD

suele considerarse como un valor moral o una virtud. Gracias a la


laboriosidad, la labor (el trabajo) pasa de ser algo obligatorio o necesario a
un valor. Implica realizar las tareas con esmero, atendiendo los detalles y
tratando de conseguir el mejor resultado posible.

En el caso concreto, del trabajo como tal se considera que una persona tiene
el “don” de la laboriosidad si cumple con todos los deberes que le han sido
impuestos, si es constante en sus tareas, si sigue el horario que tiene
establecido, si el orden se convierte en una de sus máximas profesionales…

Esto lleva, por tanto, a determinar que quien quiera poseer ese valor debe
seguir las siguientes directrices:
• Debe comenzar y acabar su trabajo en las horas que están previamente
estipuladas.
• Debe finalizar sus tareas en el orden de llegada e importancia que se haya
establecido.
• Debe evitar siempre el dejar los trabajos sin concluir.
• Debe cumplir con todos sus deberes, independientemente de que le gusten
o no.
• Debe evitar cualquier tipo de distracción dentro de su ámbito laboral.
• Debe tener todo el material que necesita utilizar en el orden más adecuado.
• Debe también, en la medida que sea posible, ayudar a los compañeros que
así se lo soliciten y necesiten.

La idea de la laboriosidad es que, con esfuerzo, el trabajo se convierte en


una fuerza transformadora y de progreso. Supongamos que un hombre se
dedica a vender refrescos en el tren. Sabe que, si trabaja cinco horas al día,
consigue el dinero necesario para comer y para mantener a su familia. Sin
embargo, con laboriosidad, decide trabajar ocho horas al día para conseguir
más dinero, ahorrar y poder comprar una casa.

Como hemos mencionado, la laboriosidad se ha convertido en un valor del ser


humano muy importante. Y es que la persona que cuenta con él no sólo se
identifica por estar activo y realizar su trabajo de manera competente y
profesional sino también por dedicarle tiempo a otros individuos. En este
último sentido, también se considera que alguien practica la laboriosidad
cuando dedica tiempo a estar con sus hijos, pareja o padres así como quien
utiliza su tiempo libre para poder acometer tareas en asociaciones sin ánimo
de lucro o entidades de beneficencia.
La laboriosidad, por lo tanto, es hacer algo más que cumplir con lo
imprescindible, lo obligatorio o lo mínimo necesario. Supone realizar un
esfuerzo extra para conseguir un logro adicional y progresar.

Es importante, de todas formas, no confundir el esfuerzo con la adicción al


trabajo ni con la explotación. Una persona tiene derecho a disfrutar del tiempo
libre y necesita descansar, sin que eso implique pereza o una falla moral.

EL CORAJE O LA VALENTÍA

es una virtud humana, que se puede definir como la fuerza de voluntad que
puede poseer una persona para llevar adelante una acción a pesar de los
impedimentos. El coraje es la habilidad de sobreponerse a dichos
impedimentos y perseverar probablemente con la acción que se pretendía
realizar. El coraje consiste en enfrentarse a situaciones valiosas e importantes
de manera que superes el miedo a fracasar en ellas; también se entiende
como la fuerza por hacer algo por alguien o por ti mismo. Lo contrario al coraje
es la cobardía, que es el miedo a hacer algo por distintas razones.

El coraje nos ayuda a sentirnos bien y orgullosos de nosotros al realizar algo


que nos cuesta o nos da miedo. Por lo tanto, es importante superar nuestras
adversidades cuando realmente lo necesitamos.

El coraje físico se opone al dolor físico, el trabajo pesado o la posibilidad de


recibir lesiones o muerte. El coraje moral permite actuar correctamente a
pesar de recibir por ello descrédito, vergüenza, deshonor o represalias
sociales.

EL ENTUSIASMO

En la actualidad, se conoce como entusiasmo a aquello que mueve a realizar


una acción, favorecer una causa o desarrollar un proyecto. Por ejemplo: “Voy
a tratar de despertar su entusiasmo por la lectura con un libro de
cuentos”, “Jorge perdió el entusiasmo por el trabajo desde que le recortaron
el sueldo”, “Siento un gran entusiasmo ante el viaje que estamos a punto de
emprender”.

El entusiasmo puede entenderse como el motor del comportamiento. Quien


está entusiasmado con algo, se esfuerza en sus labores y exhibe
una actitud positiva ya que tiene un objetivo por cumplir. Un trabajador
redoblará sus esfuerzos si sabe que puede acceder a un aumento de salario
gracias a un buen desempeño; en cambio, si descubre que cualquier esfuerzo
será en vano, es probable que pierda el entusiasmo.

La felicidad y el bienestar interior también se asocian al entusiasmo, que


puede surgir de manera natural y espontánea, sin que existan motivos
concretos o específicos. Durante las épocas alegres y positivas de nuestra
vida, solemos afrontar el día a día con un entusiasmo espontáneo, que parece
ser un rasgo de nuestra personalidad. En cambio, los momentos de mayor
dificultad a nivel emocional o económico suelen atentar contra los deseos de
luchar, y en ellos se encuentra la clave para salir adelante.

Existen diversas formas de entender el concepto de entusiasmo, y en gran


parte se encuentra ligado a la vocación, en cuanto a que en cada individuo se
manifiesta de manera particular y, muchas veces, impredecible. Hay quienes
creen que todos nacemos con un talento especial, y que solo algunos lo
descubren; por otro lado, existe la teoría de que unos pocos afortunados
llegan a este mundo con habilidades sobresalientes, y que siempre oyen el
llamado de la vocación, aunque decidan ignorarlo.

Se trata de un aspecto de nuestra vida muy difícil de comprender, dada su


naturaleza intangible y las infinitas combinaciones que se dan en la
construcción de cada personalidad, lo cual deriva en infinitos caminos para
analizar la mente y sus características. Sin embargo, incluso las personas más
reservadas sienten debilidad por una actividad, y emanan una alegría capaz
de iluminar una ciudad entera cuando tienen la posibilidad de llevarla a cabo.

Ni siquiera quienes se muestran más apagados, aquellos que evidencian una


sensación de derrota ante los desafíos de la vida, pueden esconder su
felicidad si se les presenta un objetivo que toque esa parte tan profunda de su
ser que, muchas veces, solo ellos conocen. El entusiasmo se despierta por
motivos y de formas diferentes en cada uno y, a diferencia de la vocación,
parece estar al alcance de todo ser humano.

La vida moderna, que nos sumerge desde nuestro nacimiento en


una sociedad consumista, suele conducirnos a una espiral de inconformismo
y decepción ante la idea de no poder alcanzar nuestros objetivos, tanto a nivel
emocional como profesional. Todo comienza cuando permitimos que otros
decidan cuáles son nuestras necesidades, qué nos hace felices, con quiénes
queremos compartir nuestra existencia.

En la mayoría de los casos, dado que dichas elecciones no son propias, llega
un punto en el cual perdemos el entusiasmo y se desmorona toda la estructura
a nuestro alrededor; la solución, por lo tanto, es tan simple como desgastante:
cuestionar cada aspecto de nuestra vida, para dar con la combinación de
objetivos y necesidades que verdaderamente nos corresponde

LA JUSTICIA

¿Qué es justo y qué no? Difícil saberlo y definirlo. La justicia depende de los
valores de una sociedad y de las creencias individuales de cada persona.

El concepto tiene su origen en el término latino iustitĭa y permite denominar a


la virtud cardinal que supone la inclinación a otorgar a cada uno aquello que
le pertenece o lo concierne. Puede entenderse a la justicia como lo que debe
hacerse de acuerdo a lo razonable, lo equitativo o lo indicado por el derecho.

Por ejemplo: “Quiero que haya justicia y que los culpables sean
condenados”, “¡No hay justicia en el mundo! Trabajo diez horas por día y
apenas me alcanza para comprar comida”, “Ninguna sociedad puede alcanzar
la paz si no tiene justicia”.

Por otra parte, la justicia hace referencia al Poder Judicial y a las sanciones o
penas. De esta forma, cuando la sociedad “pide justicia” frente a un crimen, lo
que hace es pedir al Estado que garantice que el crimen sea juzgado y
castigado con la pena que se merece de acuerdo a la ley vigente.

Partiendo de esta acepción podrían exponerse diversos ejemplos que sirven


para entenderla mucho mejor. Así se encuentran los siguientes: “El presidente
de la Sala del Tribunal fue el encargado de impartir justicia y de declarar
culpable al detenido” o “Después de haber intentado solucionar el conflicto
mediante el diálogo y no lograr los resultados esperados, Miguel acudió a la
justicia para ponerle fin a los desagradables hechos que le enfrentaban con
su vecino”.

En general, es posible afirmar que la justicia cuenta con un sustento


cultural (de acuerdo al consenso compartido a nivel social sobre qué es lo
bueno y qué es lo malo) y una fundamentación formal (que implica una
determinada codificación en leyes escritas que son aplicadas por tribunales o
jueces).

En este sentido hay que subrayar que de manera habitual la justicia se


simboliza con la figura de una mujer que porta en la mano una balanza
equilibrada y que tiene sus ojos tapados con una venda. De ahí que en
muchas ocasiones se utilice de manera habitual la expresión “la justicia es
ciega”.
Con esa frase lo que se intenta es dejar patente que la justicia no “mira” a
quien debe juzgar para actuar de manera arbitraria, sino todo lo contrario. Es
decir, que actúa de manera equitativa y siempre tratando por igual a todos los
ciudadanos con independencia de su raza, sexo, condición sexual,
origen…Todos somos iguales ante la ley.

LA HONRADEZ

Honradez es la rectitud de ánimo y la integridad en el obrar. Quien es honrado


se muestra como una persona recta y justa, que se guía por aquello
considerado como correcto y adecuado a nivel social. Por ejemplo: “Mi abuelo
me enseñó que la honradez es lo más importante a la hora de los
negocios”, “El gerente fue despedido por faltar a su honradez”, “Encontré un
maletín con dinero y documentos importantes en un taxi e hice todo lo posible
por contactar con su dueño: mi honradez no me permitió dudar ni por un
segundo”.

La sinceridad (el apego a la verdad y a la expresión sin fingimientos) es uno


de los componentes de la honradez. La persona honrada no miente ni incurre
en falsedades, ya que una actitud semejante iría en contra de sus valores
morales. Si un sujeto es honrado y quiere vender su coche, reconocerá los
defectos del vehículo y no mentirá sobre su kilometraje. En cambio, una
persona en la misma situación que no es honrada intentará distorsionar la
realidad para conseguir más dinero, sin importarle los perjuicios que sus
mentiras pudieran causarle al comprador.

La tendencia hacia lo recto y lo transparente siempre prevalece en el individuo


con honradez y resulta aún más fuerte que cualquier necesidad. Cuando un
hombre que no tiene trabajo recibe una propuesta ilícita para acceder a dinero
fácil (robando, estafando, etc.), sólo su honradez hace que resista la tentación
y se niegue a aceptar. En cambio, si el sujeto careciera de esta virtud, es
probable que termine eligiendo el camino equivocado y se convierta en
delincuente.

LA RECTITUD

No todas las personas se comportan con rectitud, por lo tanto, es


una cualidad que nace en ciertas personas y que refleja algo positivo para
ellas. Las personas con rectitud son mucho más confiables ya que se puede
tener la seguridad que sus acciones serán hechas con total decencia.

La rectitud, implica que una persona, no solo sepa reconocer que ha fallado
en su proceder, sino que también reconoce cuál es la vía correcta a seguir a
fin de rectificar, aceptando con ello todos los sacrificios personales que lo
acompañan. En este sentido se puede decir que la rectitud es saber enderezar
una mala actitud hacia un comportamiento bueno.

Es hacer que los pensamientos se alineen con las acciones y que estas
puedan ser lo más positivas y rectas ya que de esta manera se convertirán en
una especie de imán que atraerá cosas positivas.

La rectitud y la integridad son valores de suma importancia para cualquier


persona que quiera ser respetada en la vida.

Finalmente, la rectitud es un asunto que se fundamenta o esté sujeto a los


intereses personales de las personas, sino que el simple hecho de proceder
con rectitud, siempre requerirá de un vínculo cercano con la verdad, algo que
no tiene que ver exactamente con los deseos, sino más bien con
las acciones que se puedan demostrar

LA BELLEZA

La belleza es un concepto que hace referencia a todo aquello que nos resulta
atractivo, sugerente y que despierta en nosotros una emoción intensa.
Nuestros sentidos perciben formas, colores y sensaciones y algunas de ellas
son consideradas como bellas.

Lo bello es algo que tiene alguna peculiaridad que llama nuestra atención. Ese
algo puede ser la armonía que posee, un cierto equilibrio, un aspecto llamativo
o cualquier otro elemento.

La belleza está estrechamente relacionada con las distintas expresiones


artísticas. Hay belleza en algunas composiciones musicales, en una imagen,
en las palabras o en una construcción. De hecho, la función singular del arte
es, precisamente, crear belleza a partir de una técnica y unos elementos. El
arte es un lenguaje, un medio de expresión y sus coordenadas giran en torno
a lo bello. Además del mundo del arte, en la naturaleza que nos rodea
podemos encontrar elementos y estructuras con un grado de belleza.

Lo bello tiene un componente relativo, ya que para algunos algo puede resultar
bello, mientras que otros no lo consideran así. En cualquier caso, es una idea
universal, aunque cada cultura tiene sus propios criterios y valoraciones
acerca de ella.
La belleza es un concepto que ha ido evolucionando y que está sujeto a la
moda y al contexto cultural de una época.

En el lenguaje y en la cultura la belleza está presente en diversos ámbitos:


concursos de belleza, secretos y trucos para mantenerse bellos, museos para
contemplarla, foros de debate sobre sus manifestaciones, blogs, etc. De
alguna manera, el mundo está dividido entre aquello que nos parece bello y
lo que no. Lo opuesto a lo bello causa repulsa y rechazo. Sin embargo, la
frontera entre las dos realidades es en ocasiones difusa y borrosa.

Valoramos la realidad, los objetos y las personas en función de su grado de


belleza. Sabemos que esto puede ser injusto en ocasiones, pero una cosa es
la moralidad de una acción y otra muy distinta la emoción que sentimos al
observar algo. Es tan amplio y complejo el mundo de la belleza, que hay una
disciplina que intenta explicar todas sus dimensiones, la estética. Este
conocimiento aborda la belleza como una idea y analiza sus magnitudes,
sentidos y expresiones.

Desde los tiempos más remotos el ser humano no ha dejado de debatir sobre
la belleza, de buscarla y crearla. Se podría decir, que la belleza es una
necesidad, un impulso hacia un estímulo misterioso por conectar con
elementos que incorporan un orden especial. Hay algo impalpable en ella, una
especie de enigma fascinante que sabemos que no podremos desvelar, pero
que aun así sigue atrayéndonos.

LA PULCRITUD

El valor de la pulcritud es la práctica habitual de la limpieza, la higiene y el


orden en nuestras personas, nuestros espacios y nuestras cosas.

Todos los días, dejamos ver a las demás parte de nuestra personalidad y
costumbres a través de nuestro arreglo personal, el esmero para trabajar, el
cuidado al utilizar las cosas y en general, por la limpieza que procuramos
mantener en nuestra vivienda y lugar de trabajo.

En algunos momentos de nuestra vida nos preocupamos por dejar una buena
impresión en las personas: elegimos con cuidado nuestro atuendo, peinamos
nuestro cabello al detalle, … y esto lo hacemos cuando vamos a solicitar un
empleo, asistir a una reunión de negocios, o cualquier otro acontecimiento que
consideramos importante para nuestra vida.
Desafortunadamente muchas veces esa primera impresión positiva dura poco
tiempo, pasan los días y comienza a notarse cierto descuido en nuestra forma
de vestir, en nuestros cajones, nuestras pertenencias… ¿Por qué sucede
esto? Sencillamente porque no estamos acostumbrados a vivir con orden y
someternos –al menos personalmente- a una disciplina que nos obligue a
cambiar nuestros hábitos.

Efectivamente, orden, disciplina, perseverancia y congruencia, son valores


que se complementan con el ejercicio de la pulcritud, porque dejamos de
presentar una personalidad ficticia y de apariencias, para convertirlo en un
modo de vida que demuestra educación, cultura y buenos modales.

Posiblemente lo primero que pasa por nuestra mente acerca de este valor es
el arreglo personal: ropa limpia y sin arrugas, el afeitarse, la selección del
maquillaje y zapatos bien lustrados, en una palabra: perfectamente aseados.
Y todos son elementos tan obvios que parece redundante hablar de ellos. Lo
cierto es que a nadie le gusta presentarse sucio y descuidado en público.

También las extravagancias en nuestra presentación personal denotan poca


seriedad y carácter; aquí no es cuestión de edad sino de madurez para darse
cuenta que el buen vestir es una costumbre de siempre.

Bueno sería que sólo tuviéramos que preocuparnos de nuestro atuendo, pero
por nuestras actividades utilizamos cosas y ocupamos determinados lugares,
¿cómo lucen? Dicen que para conocer como es una persona basta con revisar
sus cajones… y es muy cierto.

La pulcritud debe procurarse en la oficina, el orden de las cosas, sacudir el


polvo del escritorio y los objetos, periódicamente hacer una limpia de nuestros
cajones, evitar comer en nuestra área de trabajo, acomodar libros y archivero;
es cierto, son muchas cosas, pero cada pedazo de papel fuera de su lugar
habla de nuestros hábitos. Ese mismo cuidado se refleja en los documentos
que elaboramos y entregamos, el contenido puede ser extraordinario, pero
una pequeña mancha o una pésima distribución restan mérito a nuestro
trabajo.

Comúnmente pensamos que todo pasa desapercibido y con una “arregladita”


podemos cubrir nuestro desorden habitual, pero no es así. Existe diferencia
entre una casa cuyo aseo es cotidiano y otra donde se hace cada vez que hay
visita, tal vez el polvo en los marcos de los cuadros o debajo de los adornos…
pero no hace falta penetrar en la intimidad de cualquier hogar para darse
cuenta. Lo cierto, es que se nota.
En esta misma línea puede encontrarse nuestro automóvil, como es de uso
personal y normalmente nadie nos acompaña –además de nuestra familia-,
muchas veces es un verdadero basurero, no sólo por lo que hay tirado, sino
por el olor. ¡Qué pena llevar a otra persona! Por eso es importante formarnos
buenos hábitos, para no estar ofreciendo disculpas y sufrir penas
innecesarias.

Todo lo que pasa por nuestras manos denota el cuidado que tenemos en su
uso, agenda, apuntes, bolsillos y hasta las uñas. ¿Parece exageración vivir
este valor? De ninguna manera, en las relaciones humanas nuestra
personalidad tiene un sello distintivo, lo deseable es que sea positivo,
sinónimo de limpieza, buena presencia y cuidado de las cosas.

LA ARMONÍA

La armonía puede ser definida como la conjunción entre el movimiento, el


orden, la estabilidad y el equilibrio que se percibe en un objeto real o
imaginario, lo cual estimula al sujeto, produciéndole una agradable sensación
de paz, alegría o éxtasis interior.

La naturaleza tiene armonía, es decir posee un ordenamiento que no es


estático, sino que está en permanente movimiento e interactúan en ella ciertas
fuerzas o principios elementales. La armonía es, en cierta manera, sinónimo
de equilibrio y estabilidad, pero se diferencia de estos dos términos en el
sentido de que abarca más cosas y entre ellas está el hecho de que afecta
sensiblemente y benéficamente a nuestro estado de ánimo, a nuestros
sentidos y en especial a nuestros sentimientos.

Generalmente el concepto de armonía está íntimamente relacionado con las


artes, (el diseño, la pintura, la música, la escultura, etc.) Sin embargo, a la luz
de los valores y las virtudes, podemos definir a la armonía como el valor que
permite al hombre entrar en un vínculo, en una relación de dar y recibir con
todas las cosas que le rodean y con sus semejantes, produciéndose un estado
de satisfacción y bienestar (interior y exterior), tanto en si mismo, como en los
otros seres con quien éste se relaciona.

La toma de conciencia de este valor, su búsqueda y la puesta en práctica en


la vida cotidiana, hace que el sujeto incorpore la armonía como virtud,
convirtiéndose en una persona armoniosa en su quehacer diario. Cuando
observamos una correspondencia o reciprocidad en el vínculo formado entre
dos o más seres o cosas, decimos entonces que hay armonía en sus
relaciones.
El carácter armonioso de un individuo consiste en su capacidad de adaptarse
activamente a las circunstancias (adaptabilidad); de su flexibilidad al
confrontarse con las diferentes maneras de pensar, sentir y actuar de otras
personas y su habilidad de expresarse ante los demás, con valores tales como
la elocuencia, la amabilidad, el tacto, y la bondad.

Se logra la armonía cuando el sujeto entra en una acción de dar y recibir con
un determinado objeto (la palabra objeto no se refiere necesariamente a un
objeto material, puede ser otra persona o grupo de personas), pero esta
relación por sí misma no es suficiente, es necesario para que haya armonía
el reconocimiento de que entre ambos existe un propósito motivador en
común que une al sujeto con el objeto; y debe existir también como
consecuencia, un resultado que coincida con dicho propósito.

Se crea de esta manera un fundamento para la armonía, una base de cuatro


posiciones bien definidas a saber: la posición del “sujeto”, la posición del
“objeto”, con quien el sujeto entra en un vínculo o relación de dar y recibir, la
posición del “propósito” común que unifica a ambos y la posición del
“resultado” que se corresponde con el propósito. Al conocer estos factores y
meditar sobre ellos, podemos proveernos de una guía u orientación para ir en
búsqueda de la armonía.

LA PAZ

La palabra paz tiene su origen en un vocablo latino, pax, usado para hacer
referencia a un período de estabilidad o tranquilidad. Es en este sentido, la
paz es entendida como el resultado de la ausencia de conflictos, sean
violentos o no, externos o internos, grupales o personales, caracterizado por
una sensación de bienestar y tranquilidad.
Uno de los principales puntos a tener en cuenta respecto a la paz, es que a lo
contrario de lo que se cree usualmente, la paz no consiste en un estado
logrado que luego de alcanzado toma un carácter definitivo. Por el contrario,
la paz requiere de una actividad constante de uno mismo o de los miembros
de una sociedad para preservar este estado. Por esto es necesario trabajar
continuamente para lograr la paz, ya que esta nunca es definitiva.

Paz interior
La paz interior está asociada a ideas principalmente religiosas. Desde las
religiones más antiguas hasta el cristianismo y el protestantismo, pero
principalmente las religiones orientales, todas han hablado sobre
la necesidad de encontrarse en armonía con uno mismo y con su
entorno.
Para las religiones más primitivas, la paz interior provenía de la armonía y
contacto continuo con la naturaleza, fuente del poder que se encontraba en la
tierra. Esta paz era entendida como equilibrio, lo que no excluía la guerra,
ya que muchas veces esta sensación de equilibrio y bienestar era necesaria
para el combate y defensa de la tierra. La religión celta es un claro
exponente de esto.
Para el cristianismo la paz interior era el resultado de una vida en gracia,
es decir cercana a Dios y alejada del pecado. Con una vida en santidad y un
profundo arrepentimiento, las personas lograrán la paz interior, que les
permitirá lograr el acceso a la vida eterna luego de su muerte. En este caso,
la relación entre paz interior o paz en el mundo es directa para el cristianismo:
el mundo no está en paz porque el hombre no vive en paz consigo mismo, ya
que lleva una vida pecaminosa.

LA CALMA

Existen algunos rasgos de carácter que son muy valiosos en relación con la
felicidad. Una de las habilidades de inteligencia emocional es tener la
capacidad de mantener la calma en los momentos de dificultad, es decir,
mantener la serenidad para poder pensar con tranquilidad.

La calma es la tranquilidad de ánimo, la fortaleza emocional del sujeto que no


se deja afectar de un modo negativo por las circunstancias externas. Es decir,
una persona que mantiene la calma ante las circunstancias externas no se
deja afectar. Es más difícil mantener la calma en los momentos de dificultad y
en una situación de tensión.

La calma reduce el estrés


En la sociedad actual, existen dos grandes enemigos de la calma: el estrés y
la ansiedad laboral que se convierten en un lastre emocional que además,
afecta a la salud. El estrés y la ansiedad cuando se prolongan a lo largo del
tiempo dejan una huella negativa sobre el estado de ánimo y el bienestar
físico. Desde este punto de vista, conviene puntualizar que la calma es un
principio de salud. Es decir, buscar la calma de un modo consciente en el día
a día también es una premisa de autocuidado muy importante.

Cómo reforzar la tranquilidad


Existen algunos hábitos muy positivos para mantener la calma en el día a día:
caminar con más frecuencia (pasear y disfrutar de un paisaje bonito producen
una relajación emocional), establecer un orden de prioridades en la agenda
de acuerdo al criterio de la economía del tiempo (es importante no abarcar
más de lo que uno puede hacerse cargo), realizar ejercicios de relajación,
escuchar música relajante, cultivar las aficiones, reforzar los momentos de
ocio que son fantásticos para compartir planes con amigos...
Para mantener la calma también es muy importante marcar distancia respecto
del teléfono móvil en aquellos momentos en los que quieres evitar las
interrupciones.
El turismo de salud cada vez es más demandado por parte de aquellas
personas que quieren realizar un viaje de relax a un destino tranquilo en el
que reforzar la calma de vivir recuperando la perspectiva de aquello que es
importante. La vida en el pueblo es más calmada que en una gran ciudad:
menor nivel de atascos de tráfico, menor contaminación y mayor confianza
entre los vecinos. La calma mejora la calidad de vida, potencia el descanso
adecuado gracias a un sueño reparador

SOSIEGO

La palabra sosiego no es usada recurrentemente en nuestro idioma, aun así,


es importante conocer su significado a manera de ampliar nuestro vocabulario
y lograr conversaciones más profundas. Ésta significa calma,
tranquilidad y serenidad, por lo que es usada al referirse a algún
acontecimiento, lugar o persona que genere estos sentimientos.

Aunque la palabra no cuenta con gran popularidad en el idioma


español en conversaciones entre amigos, ésta se puede presenciar en
muchas obras literarias, así como en textos de índole profesional, programas
informativos o de noticias, entre otros. Por ejemplo: “Parece que, en este país,
ningún gobernante puede tener un rato de sosiego”, “Después de la terrible
tormenta que afectó gran parte del país, finalmente ha llegado el sosiego a los
habitantes, pues el fenómeno meteorológico ha perdido toda su fuerza”.

Por otro lado, la palabra sosiego se puede entender como el opuesto a la


conmoción o a la agitación. Un ejemplo de este caso puede ser pueden ser
los resultados que se obtienen en estudios meteorológicos, como se resaltó
en la cita mencionada anteriormente, en la que una región alcanza
este nivel de calma o sosiego, luego de que ha pasado un fenómeno
meteorológico, es decir un elemento que produce una alteración o agitación
en la tranquilidad de las personas.

Es por esta razón que este término siempre sea asociado con algo
positivo, pues su presencia en cualquier situación demuestra la ausencia de
sentimientos de nerviosismo, convulsiones o violencia. Por lo que se puede
decir que todas las personas buscan el sosiego, al menos en ciertos
momentos del día o en ciertas etapas de su vida.

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