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12. Para en Cristo, entender un eco interior que está constante en mi propia
vida y la imposibilidad de lograrlo. Sólo Cristo puede trascender el tiempo y
dar respuesta a este dolor de la existencia.
15. El amor humano es el signo que Él nos da para revelarnos su amor por
nosotros y nuestra existencia en él.
EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
Los seres humanos, creados a imagen de Dios, son personas llamadas a gozar
de la comunión y a desempeñar un servicio en un universo físico.
Además Jesús nos redime a través de cada acto cumplido por Él en su cuerpo.
Su cuerpo ofrecido por nosotros y su Sangre derramada por nosotros significan
el don de su Persona para nuestra salvación. La obra redentora de Cristo se
cumple en la Iglesia, su cuerpo místico, y se hace visible y tangible a través de
los sacramentos. Los efectos de los sacramentos, en cuanto ellos mismos
principalmente espirituales, se actúan a través de signos materiales
perceptibles, que pueden ser recibidos solamente en o con el cuerpo. Esto
demuestra que no solo la mente del hombre es redimida, sino también su
cuerpo.
Finalmente, que el cuerpo sea parte esencial de la persona humana está insito
en la doctrina de la resurrección del cuerpo al final de los tiempos, que hace
comprender como el hombre exista en la eternidad como persona física y
espiritual completa.
Hombre y mujer
Juan Pablo II vio llegado el momento de cambiar las bases del debate. La Iglesia
no había encontrado ninguna voz con que abordar el desafío de la revolución
sexual. Juan Pablo consideró que habían empezado a hacerlo él y sus colegas
de Lublin y Cracovia, mediante las ideas sobre sexualidad humana contenidas
en Amor y responsabilidad[7]. Había llegado la hora de ahondar en el análisis
bíblico y llevarlo ante una audiencia mundial. El resultado fueron los ciento
treinta discursos que, pronunciados a lo largo de cuatro años de audiencias
generales, formaría The Theology of the Body ("Teología del cuerpo") de Juan
Pablo II”.
Notas
[2] ¿En qué sentido el hombre ha sido creado a «imagen de Dios»? El hombre
es creado a imagen de Dios en el sentido en que es capaz de conocer y de
amar, en la libertad, a su propio Creador. Es la sola criatura, en esta tierra, que
Dios quiso por sí misma y que llamó a compartir, en el conocimiento y en el
amor, su vida divina. Él, en cuanto creado a imagen de Dios, tiene la dignidad
de persona: no es un algo, sino alguien, capaz de conocerse, de donarse
libremente y de entrar en comunión con Dios y con las demás personas
(Compendio CEC. 66).
Dios creó todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer,
servir y amar a Dios. Para ofrecerle en este mundo toda la creación en acción
de gracias, y ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio
del Verbo Encarnado halla verdadera luz el misterio del hombre, predestinado
a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta
«imagen del Dios invisible» (Col. 1, 15) (Compendio CEC. 67)
Significa que el estado definitivo del hombre no será sólo el alma espiritual
separada del cuerpo, sino que también nuestros cuerpos mortales un día
recobrarán vida (Compendio CEC. 203).
¿Qué le pasa a nuestro cuerpo y a nuestra alma, con la muerte?
[6] George Weigel, Testigo de Esperan=, Biografía de Juan Pablo 11, Ed.
Plaza&Janés Editores, 1999, pp. 454-455
[7] Karol Wojtyla Amor y responsabilidad, Ed. Plaza & Janés, 1996.