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DESARROLLO
El choque entre las esferas sociales involucradas en la problemática analizada se caracteriza
por su aparente inocencia, es decir, que no se presenta como una acción violenta de dominación
por parte de un sector social favorecido a otro más vulnerable, sino como un favor, como una
necesaria intervención para combatir las ignorantes costumbres y prácticas de la llanura.
En la novela, la interacción entre estos dos focos socio-culturales dispares tiene como
comienzo el capítulo once, llamado “La bella durmiente”. Este título podría indicar la forma en
que se observa a ese otro al que se domina: como una potencialidad que vale la pena explorar,
una latencia que es preciso avivar.
Respecto del campo semántico que opera en la obra, es importante rescatar la cantidad de
palabras que aluden a una cierta animalidad y salvajismo encarnados en Marisela; para referirse
a ella se utilizan: “bestia arisca” (Gallegos. 1929: 43), “arisca” (Ibídem: 48), “báquiro” (Ib.:48),
“animal salvaje” (Ib.: 49) y el termino predilecto de Santos Luzardo para nombrarla: “criatura”
(Ib.: 48, 49, 50,51, 69, 93, 123). De esta manera se da la interacción entre el hombre civilizado
y el ser completamente gobernado por las bárbaras leyes del campo, una especie de alimaña
hosca, que no llega a constituirse como mujer aún.
Además, remarcar el carácter arisco de Marisela es dotarla de una desconfianza y una
suspicacia que su comportamiento no refleja: desde un primer momento, es fácilmente
influenciada por Luzardo y, más adelante, ya puesto en funcionamiento el proceso civilizador,
ella naturaliza y perpetúa sin sospechas las lecciones impartidas por el hombre. Esta operación
de caracterización se da en un intento de mostrarla como una digna contrincante del hacendado,
con el objetivo de brindar a sus interacciones un toque de desafío que claramente no está allí:
el poder siempre está del lado del más aventajado, especialmente cuando el lado contrario se
caracteriza por la ingenuidad, ya que es más fácil lograr que acepte sin problemas el
determinado orden que el sector más poderoso tiene la intención de instaurar.
En cuanto a lo que se refiere a la adjetivación, son dos los que cifran la relación entre Luzardo
y Marisela: vulgar e incorrecto. La intervención de la fuerza hegemónica supone una limpieza
en los cuerpos intervenidos, no sólo física –los pasajes relacionados con la importancia de la
higiene y la pulcritud poseen un fuerte carácter didáctico– sino también lingüística, con
lecciones para depurar la lengua de aquellas “(…) exclamaciones vulgares y las palabras
incorrectamente pronunciadas, que tanto trabajo había costado hacérselas abandonar (…)” (Ib.:
93). Este aspecto resalta aún más la asimetría que caracteriza el vínculo entre ambas partes: el
poder de la palabra, el poder decir se encuentra en el extremo dominante del binomio y mientras
éste propone –y no impone, al menos explícitamente– al otro extremo no le queda otra
alternativa que obedecer, e incluso lo hace gustoso porque la propuesta civilizadora se presenta
en términos de ineludible progreso.
Por otro lado, el procedimiento de la antítesis se entrevé al tomar en consideración que “en
cuanto a maneras y costumbres, los modelos eran señoritas de Caracas, todas bien educadas y
exquisitas (…)” (Ib.: 93). Las nietas de Melesio nunca serían consideradas para ocupar este rol,
el cual corresponde a jóvenes de ciudad, habitantes del mundo civilizado y poseedoras de
características que no podrían ser más opuestas de las que configuran al personaje de Marisela
y, sin embargo, a través del adoctrinamiento impartido por la figura de Santos Luzardo, la joven
comienza a encarnar esas cualidades. El objeto de la intervención es pulir asperezas, neutralizar
cualquier particularidad que no cuadre con el esquema de femineidad funcional a la sociedad
dominante, logrando así un proceso de homogeneización de los caracteres femeninos para que
éstos encajen en el modelo ideal de mujer.
CONCLUSIÓN
La problemática de la relación entre Marisela y Santos Luzardo presenta el estereotipo de mujer
legitimado por Doña Bárbara, un modelo forjado por los intereses de las fuerzas hegemónicas
que dominan a los sectores más vulnerables de la sociedad.
El análisis arroja que mediante procedimientos como el campo semántico, la adjetivación y la
antítesis se llega a la construcción de una femineidad que responde a las exigencias socio-
culturales de la clase dominante, la cual es propuesta como modelo ideal de estructura social
por la obra.
Se considera que esa palabra es la indicada para denominar este proceso –en lugar de
“renovación” o “adaptación”– porque lo único rescatable del cuerpo intervenido es que cuenta
con las características biológicas que identifican al sexo femenino; nada más sirve de Marisela
en su estadio inicial. El objeto de la intervención llevada a cabo por las fuerzas hegemónicas es
crear un individuo completamente nuevo, despojado de sus viejas y bárbaras costumbres, que
acate las reglas establecidas por un sector más poderoso.
Además, a través de dicha operación se arriba a un logro aún mayor: la legitimación de la clase
social hegemónica, ya que al resaltar las carencias de la clase marginal, se engrandecen las
cualidades del segmento dominante que compone esta dicotomía.
Al enfrentarse a cualquier clase de obra literaria, resulta imperioso poner mucha atención en
las cosas que se dicen sin haberse escrito, las ideas que se leen entre líneas. Solamente de esta
manera será posible desleer y desmontar los procedimientos subyacentes que se encuentran en
la base de todo discurso, y que diariamente se consumen como productos transparentes –sin
cuestionamientos ni sospechas– cuando en realidad la situación es completamente opuesta.
BIBLIOGRAFÍA
Gallegos, Rómulo. (1929) Doña Bárbara. Buenos Aires: Espasa-Calpe. Ed. 19a. 1962.