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Por lo tanto, es con pedagogía que el joven sacerdote piamontés se ganó la amistad
del niño para instruirlo en algunas catequesis rudimentarias. Es a partir de este evento del
que testifican estas palabras: "Esta Sociedad fue en sus orígenes un simple catecismo"
(MB, IX, 61). Recordarlo no es reducir la labor salesiana a la actividad estricta y única de
la catequesis, sino más bien enfatizar la dimensión fundamentalmente catequética de
cualquier acción pedagógica-cultural o labor socioeducativa salesiana. Descubrimos lo
difícil que es, no solo separar la educación y la evangelización del apostolado del santo
sacerdote, sino también cuánto sería incorrecto tratar de yuxtaponerlos, porque tanto
maestro como educador. El hombre tenía el arte de difuminar cualquier rastro de
demarcación clara con el impacto perenne de hacer felices a sus destinatarios en esta
tierra, con la esperanza de ser así en el mundo venidero. Es una verdad histórica de nuestra
tradición que ha persistido antes de cualquier síntesis teórica de este binomio. Cualquier
hermenéutica de este binomio no debe eludir esta verdad histórica. Además, debe
recordarse que también es el ensanchador de la verdad histórica de nuestra tradición, que
nos permite no temer en el tiempo de crisis antropológico-religiosa o de adversidad a lo
religioso, una fidelidad a este estilo de ser educadores de los jóvenes. Porque debe
recordarse que fue el ministro Rattazzi del gobierno anticlerical quien habiendo visto la
obra del Valdocco en abril de 1854, aseguró a Don Bosco más tarde, después de una
conversación, todo su favor por la promoción de su trabajo (cf. Desramaut, pp. 495-497).
A pesar de las buenas relaciones de Don Bosco con este gobierno, no perdió nunca el
apoyo de las autoridades religiosas, que tenían un juicio mitigado respecto la acción de
este gobierno anticlerical. Por esta gracia de unidad, Don Bosco supo congregar las
fuerzas, los esfuerzos, dispersos en estos momentos, para apoyar su labor sin traicionar
su orientación fundamental. Entendemos por qué el propósito de su acción no sufre de
ninguna oposición y que una yuxtaposición refleja una unidad de hecho: ciudadanos
honestos y buenos cristianos. Al no dejarse llevar, Don Bosco supo influir. Es el arte del
educador-pastor que estamos llamados a asumir hoy por fidelidad a nuestro Padre y a la
finalidad de nuestra misión. Es un llamado al que sólo podemos alegar, como lo señala el
artículo 96 de nuestras Constituciones, cuando “respondemos a esta llamada con el
esfuerzo de una formación adecuada y continua, para la que el Señor nos da a diario”.
Formación y gracia son las armas, las herramientas para realizar esta unidad.
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revelar que la formación en sus primeras fases, más que un plan de estudios, un currículo
académico terminando con la formación específica, es un proceso que introduce la
dinámica permanente de la formación. Así es como los artículos van, de la formación
inicial a la formación continua. Esto nos recuerda unas buenas noches que Don Cereda,
entonces Consejero General para la Formación, dirigió a los hermanos en formación
durante una de sus visitas a África. Parafraseando el contenido de su alocución, podemos
retener substancialmente que: el propósito de la formación no es formar a un perfil fijo,
sino enseñarnos cómo formarnos a nosotros mismos, para introducirnos en el arte de la
actualización personal de la dinámica formativa. Se puede deducir que un proceso inicial
de formación llega a su fin cuando, al final de la formación, habrá dado gusto a formarse
continuamente y, en particular, sobre la unidad de estos dos aspectos de nuestra vocación:
educador y pastor. Y a lo largo del proceso de formación, desde la formación inicial hasta
la formación permanente, las Constituciones presentan una serie de actores (colega,
formador, comunidad ...) y medios (experiencia formativa y pastoral, currículo ...) para
formarse a la figura del educador-pastor en varias fases. Esta diversidad y riqueza de
condiciones para promover la formación y la autoformación a la figura del educador
pastor invita a evitar cualquier escalada. Por lo tanto, solo evocamos el tema como
invitación a una recuperación y mejora continuas de todos estos regalos y dones. En
efecto, asumir este perfil de educador pastor es para nosotros un tema relevante en virtud
de nuestra identidad carismática y de nuestra misión.
Serios para la identidad carismática porque no es apropiado que nos confundan
con simples actores sociales en el mundo o agentes apostólicos que no revelan claramente
su especificidad carismática en la Iglesia.
Serios para la misión, porque corremos el riesgo, de provocar la aparición de
discapacidades o esquizofrenia en nuestros destinatarios si renunciamos a formar en ellos,
al buen cristiano en detrimento del honesto ciudadano o viceversa, o si nos contentamos
con yuxtaponer estas dos realidades en ellos. En este sentido, la vida y el testimonio de
nuestros jóvenes constituyen para nosotros un criterio permanente de evaluación de esta
unidad en nosotros.
Esta formación permanente deberá ser acompañada por la oración constante para
obtener, del Pastor Supremo, Jesús, quien realizó en él la Mayor unidad de vida: Dios y
hombre, nos puede comunicar toda gracia de unidad para enfrentar los desafíos actuales
de la formación integral de los jóvenes.
Ser educador pastora hoy: una pasión por la salvación de los jóvenes
La urgencia de asumir esta unidad, lejos de ser impulsada por un deseo de
proselitismo, está marcada por una profunda preocupación teológica y pastoral: la
salvación de los jóvenes. Como decía el Padre Pascual Chávez, es: la urgencia de
evangelizar, porque impulsado no por una preocupación por el proselitismo, sino por la
pasión para la salvación de los demás, por la alegría de compartir la experiencia de
plenitud de vida que se encuentra en Jesús. (Discurso de clausura de la CG26). Consiste,
fundamentalmente para el salesiano, en hacer feliz a la persona joven en este mundo y en
el futuro, haciendo que pruebe la felicidad de la Buena Nueva de Jesús. En efecto, ¿para
qué nos serviría hacer ricos a los jóvenes en muchos niveles (social, intelectual ...) si no
respondemos a esta pregunta que habitará sus corazones de jóvenes ricos en busca de un
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plus: Maestro, eso ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir vida eterna? (Mt 19,16).
¿No nos habría faltado educar y evangelizar según un proyecto de promoción integral?
Sin embargo, promover este proyecto integral nos invita a recordar, tal como lo
destaca P. Pascual (Idem) que, si no es " salesiana la educación que no abre al jóven a
Dios y al destino eterno del hombre, tampoco lo es, la evangelización que no tiene como
objetivo educar a las personas maduras en todos los sentidos y que no sabe adaptarse o
prestar atención, respetándola, al estado evolutivo del niño, el adolescente, el joven ".
En este sentido, es obvio que, de acuerdo con los contextos, la expresión de esta
unidad en la acción pastoral será diversa, pero nunca debe ser evadida o avergonzada.
Hay que decir que, según los entornos, nuestro tiempo comparte ciertos aspectos con el
de Don Bosco: métodos de educación para la fe (ver CG 23) a revisar, anticlericalismo
cultural y en ocasiones político ... Por lo tanto, la radiación luminosa de su trabajo, a pesar
de las dificultades de su tiempo, puede tranquilizarnos en nuestra misión como
educadores, pastores independientemente del contexto.
En los entornos donde el Evangelio está ganando terreno y donde parece cada vez
más dominador, sería trágico no traer el Evangelio de acuerdo con un método educativo
adecuado dejándose llevar por la destreza de los números sin cambios profundos. El Papa
Emérito Benedicto XVI nos instruye: Sin educación en efecto, no hay una evangelización
sostenible y profunda, no hay crecimiento y progreso hacia la madurez, no se logra un
cambio de mentalidad y de cultura (Carta con motivo del CG 26).
En los entornos donde el anticlericalismo y el secularismo están ganando terreno,
se deben hacer distinciones para evitar las generalidades que pueden incorporar la serena
y pertinente audacia. Es necesario distinguir el ateísmo político adoptado por los sistemas
opresivos sin enredar todas las mentes del ateísmo pragmático nacido a veces de
recepciones o temores de ser decepcionado por un Dios que es difícil de comprender, sin
olvidarse de no confundirlos al ateísmo heredado que transmite la imagen pasada de una
Iglesia del pasado. Hacia cada cual, se debe haber una actitud pastoral que se desarrolla
de una manera pedagógica. E incluso cuando "vendrá un tiempo, (...) donde algunos ya
no apoyarán la sana doctrina, pero, de acuerdo con sus propios deseos y su picazón de
oído, se rodean de muchos maestros" (Cf. 2 Tm 3), es necesario como lo pide San Pablo
a Timoteo que proclame la Buena Nueva en todo tiempo, con paciencia y preocupación
por la enseñanza (2 Tm 2), de manera discreta cumplimiento con su ministerio (2 Tm 5).
En los círculos existenciales donde dominan otras religiones, el vínculo de la
evangelización a través de la educación, y viceversa, será el testigo de la vida tanto en la
forma de hacer como de estar cerca (ver CG 26, 42). Allí, el testimonio será a la vez de
evangelización y educación.
En resumidas cuentas, como nos recuerda el P. Pascual Chávez: "Don Bosco
enseña a ser al mismo tiempo educadores y evangelizadores (" gracia de unidad ") Como
evangelizadores conocemos y buscamos el objetivo: guiar a los jóvenes a Cristo. Como
educadores, debemos saber comenzar desde la situación concreta de la persona joven y
lograr encontrar el método adecuado para acompañarlo en su proceso de crecimiento
hacia la madurez. Si es verdad que para los pastores sería una vergüenza de renunciar
a la meta, para los educadores sería un fracaso no tener éxito en encontrar la
metodología adecuada para motivarlos a emprender el camino y acompañarlos con
credibilidad "(discurso de clausura del CG26)