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La unidad de los dos aspectos de nuestra vocación: educadores y pastores

A partir de esta enseñanza del artículo 3 de nuestras Constituciones: "la misión da


a toda nuestra existencia su tonalidad concreta", podemos concluir que es bastante
posible encontrar en nuestra misión, los rasgos fundamentales de nuestra identidad. En
este sentido, el artículo 31 nos recuerda que "educamos y evangelizamos siguiendo un
proyecto de promoción integral del hombre, orientado hacia Cristo, hombre perfecto",
nos permite destacar en el corazón de nuestra misión el famoso binomio: educación y
evangelización. De hecho, la realización de la única misión salesiana por la articulación
de estos dos aspectos implica para el salesiano, una articulación en su persona de estos
aspectos siendo a la vez educador y pastor. Así, por las características de la misión, se
revela el estilo apostólico propio del salesiano, que él deberá asumir. Por lo tanto, es un
requisito apostólico lógico que nos invita a redescubrir constantemente estos dos aspectos
de nuestra vocación única.
El redescubrimiento de la necesidad de esta gracia de unidad nos llevará primero
a los orígenes para una relectura de la vida de nuestro Padre Fundador. Luego,
inspirándonos de las Constituciones, tendremos que resaltar los elementos que puedan
ayudar a asumir continuamente esta gracia de unidad. Finalmente, tendremos que evocar
el motivo de la urgencia perpetua de asumir nuestro papel de pastor educador en todos
los contextos.
Contemplar en Don Bosco, la gracia de unidad.
En Don Bosco, especifica el artículo 97 de las Constituciones, encontramos un
guía seguro. Por lo tanto, redescubrir ciertos aspectos de su persona y de su vida nos
enriquece. En efecto, evacando el sueño de los nueve años, ciertas palabras pueden llamar
nuestra atención: "Cuando escuché estas blasfemias, me tiré en medio de ellas y, con los
puños y la voz, traté de silenciarlos" (Memorias autobiográficas). Por lo tanto, es una
preocupación de evangelización, mucho mejor, una educación a la fe que justifica el gesto
brutal, llamado a ser sustituido pedagógicamente por un arte que lleve a la virtud, a
alejarse del pecado: "No es con golpes, sino con la suavidad. y la caridad con la que
tendrás que ganar su amistad. Comienza de inmediato a darles una instrucción sobre la
fealdad del pecado y la excelencia de la virtud "(Ídem). La invitación no pudo ser más
clara: es necesario evangelizar con la pedagogía. El joven Bosco lo había entendido
rápidamente. En sus recuerdos, él mismo tuvo que revelar que muy pronto comenzó a
cuidar a los niños con un arte que anunciaba el carisma que iba a asumir. Así,
rememorando sus recuerdos, descubrimos que, en su juventud, antes de contarles a sus
amigos una de sus historias o desvelar algunas páginas de su famoso libro Les Rois de
France, los invitaba primero a orar. Hacía lo mismo al final. Antes de entretener a su
público jugando al saltimbanqui, el joven aseguraba una predicación edificante para sus
jóvenes amigos (ver Memorias autobiográficas). El joven se había dado cuenta de que,
para evangelizar bien, se necesitaban talentos educativos. Ser un buen pastor exige ser
primero un buen educador. Y eso se hizo sentir el 8 de diciembre de 1841, en el primer
contacto con Barthélemy Garelli, debido a que el acercamiento del joven sacerdote
piamontés, para llevarlo a interesarse por lo religioso era muy distinto al del sacristán. En
efecto, más allá de su persona y de su forma de actuar, se reflejaba la pedagogía adoptada
en una época para inculcar, a las nuevas generaciones, las verdades de fe.

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Por lo tanto, es con pedagogía que el joven sacerdote piamontés se ganó la amistad
del niño para instruirlo en algunas catequesis rudimentarias. Es a partir de este evento del
que testifican estas palabras: "Esta Sociedad fue en sus orígenes un simple catecismo"
(MB, IX, 61). Recordarlo no es reducir la labor salesiana a la actividad estricta y única de
la catequesis, sino más bien enfatizar la dimensión fundamentalmente catequética de
cualquier acción pedagógica-cultural o labor socioeducativa salesiana. Descubrimos lo
difícil que es, no solo separar la educación y la evangelización del apostolado del santo
sacerdote, sino también cuánto sería incorrecto tratar de yuxtaponerlos, porque tanto
maestro como educador. El hombre tenía el arte de difuminar cualquier rastro de
demarcación clara con el impacto perenne de hacer felices a sus destinatarios en esta
tierra, con la esperanza de ser así en el mundo venidero. Es una verdad histórica de nuestra
tradición que ha persistido antes de cualquier síntesis teórica de este binomio. Cualquier
hermenéutica de este binomio no debe eludir esta verdad histórica. Además, debe
recordarse que también es el ensanchador de la verdad histórica de nuestra tradición, que
nos permite no temer en el tiempo de crisis antropológico-religiosa o de adversidad a lo
religioso, una fidelidad a este estilo de ser educadores de los jóvenes. Porque debe
recordarse que fue el ministro Rattazzi del gobierno anticlerical quien habiendo visto la
obra del Valdocco en abril de 1854, aseguró a Don Bosco más tarde, después de una
conversación, todo su favor por la promoción de su trabajo (cf. Desramaut, pp. 495-497).
A pesar de las buenas relaciones de Don Bosco con este gobierno, no perdió nunca el
apoyo de las autoridades religiosas, que tenían un juicio mitigado respecto la acción de
este gobierno anticlerical. Por esta gracia de unidad, Don Bosco supo congregar las
fuerzas, los esfuerzos, dispersos en estos momentos, para apoyar su labor sin traicionar
su orientación fundamental. Entendemos por qué el propósito de su acción no sufre de
ninguna oposición y que una yuxtaposición refleja una unidad de hecho: ciudadanos
honestos y buenos cristianos. Al no dejarse llevar, Don Bosco supo influir. Es el arte del
educador-pastor que estamos llamados a asumir hoy por fidelidad a nuestro Padre y a la
finalidad de nuestra misión. Es un llamado al que sólo podemos alegar, como lo señala el
artículo 96 de nuestras Constituciones, cuando “respondemos a esta llamada con el
esfuerzo de una formación adecuada y continua, para la que el Señor nos da a diario”.
Formación y gracia son las armas, las herramientas para realizar esta unidad.

Formados para la misión de educadores pastores


Esta sección, como podemos ver, lleva el título exacto de la tercera parte de
nuestras Constituciones y de la segunda parte de nuestras Reglas. Lo sorprendente de las
Constituciones y los Reglamentos es que las partes que mencionan explícitamente el tema
de los "educadores pastores" están directamente relacionadas con la formación. El uno y
el otro sirven de mediación para adquirir el perfil de educadores pastores. Además, al
comienzo de esta sección, las Constituciones arrojaron luz sobre el significado de
formación: "Iluminado por la persona de Cristo y por su Evangelio, vivido según el
espíritu de Don Bosco, el salesiano se compromete en un proceso de formación que dura
toda la vida y respeta sus ritmos de maduración "(artículo 98).
La formación se entiende pues como una actitud de vida que no se reduce a
ninguna fase concreta, pero las integra todas. Además, la estructura de esta parte tiende a

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revelar que la formación en sus primeras fases, más que un plan de estudios, un currículo
académico terminando con la formación específica, es un proceso que introduce la
dinámica permanente de la formación. Así es como los artículos van, de la formación
inicial a la formación continua. Esto nos recuerda unas buenas noches que Don Cereda,
entonces Consejero General para la Formación, dirigió a los hermanos en formación
durante una de sus visitas a África. Parafraseando el contenido de su alocución, podemos
retener substancialmente que: el propósito de la formación no es formar a un perfil fijo,
sino enseñarnos cómo formarnos a nosotros mismos, para introducirnos en el arte de la
actualización personal de la dinámica formativa. Se puede deducir que un proceso inicial
de formación llega a su fin cuando, al final de la formación, habrá dado gusto a formarse
continuamente y, en particular, sobre la unidad de estos dos aspectos de nuestra vocación:
educador y pastor. Y a lo largo del proceso de formación, desde la formación inicial hasta
la formación permanente, las Constituciones presentan una serie de actores (colega,
formador, comunidad ...) y medios (experiencia formativa y pastoral, currículo ...) para
formarse a la figura del educador-pastor en varias fases. Esta diversidad y riqueza de
condiciones para promover la formación y la autoformación a la figura del educador
pastor invita a evitar cualquier escalada. Por lo tanto, solo evocamos el tema como
invitación a una recuperación y mejora continuas de todos estos regalos y dones. En
efecto, asumir este perfil de educador pastor es para nosotros un tema relevante en virtud
de nuestra identidad carismática y de nuestra misión.
Serios para la identidad carismática porque no es apropiado que nos confundan
con simples actores sociales en el mundo o agentes apostólicos que no revelan claramente
su especificidad carismática en la Iglesia.
Serios para la misión, porque corremos el riesgo, de provocar la aparición de
discapacidades o esquizofrenia en nuestros destinatarios si renunciamos a formar en ellos,
al buen cristiano en detrimento del honesto ciudadano o viceversa, o si nos contentamos
con yuxtaponer estas dos realidades en ellos. En este sentido, la vida y el testimonio de
nuestros jóvenes constituyen para nosotros un criterio permanente de evaluación de esta
unidad en nosotros.
Esta formación permanente deberá ser acompañada por la oración constante para
obtener, del Pastor Supremo, Jesús, quien realizó en él la Mayor unidad de vida: Dios y
hombre, nos puede comunicar toda gracia de unidad para enfrentar los desafíos actuales
de la formación integral de los jóvenes.

Ser educador pastora hoy: una pasión por la salvación de los jóvenes
La urgencia de asumir esta unidad, lejos de ser impulsada por un deseo de
proselitismo, está marcada por una profunda preocupación teológica y pastoral: la
salvación de los jóvenes. Como decía el Padre Pascual Chávez, es: la urgencia de
evangelizar, porque impulsado no por una preocupación por el proselitismo, sino por la
pasión para la salvación de los demás, por la alegría de compartir la experiencia de
plenitud de vida que se encuentra en Jesús. (Discurso de clausura de la CG26). Consiste,
fundamentalmente para el salesiano, en hacer feliz a la persona joven en este mundo y en
el futuro, haciendo que pruebe la felicidad de la Buena Nueva de Jesús. En efecto, ¿para
qué nos serviría hacer ricos a los jóvenes en muchos niveles (social, intelectual ...) si no
respondemos a esta pregunta que habitará sus corazones de jóvenes ricos en busca de un

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plus: Maestro, eso ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir vida eterna? (Mt 19,16).
¿No nos habría faltado educar y evangelizar según un proyecto de promoción integral?
Sin embargo, promover este proyecto integral nos invita a recordar, tal como lo
destaca P. Pascual (Idem) que, si no es " salesiana la educación que no abre al jóven a
Dios y al destino eterno del hombre, tampoco lo es, la evangelización que no tiene como
objetivo educar a las personas maduras en todos los sentidos y que no sabe adaptarse o
prestar atención, respetándola, al estado evolutivo del niño, el adolescente, el joven ".
En este sentido, es obvio que, de acuerdo con los contextos, la expresión de esta
unidad en la acción pastoral será diversa, pero nunca debe ser evadida o avergonzada.
Hay que decir que, según los entornos, nuestro tiempo comparte ciertos aspectos con el
de Don Bosco: métodos de educación para la fe (ver CG 23) a revisar, anticlericalismo
cultural y en ocasiones político ... Por lo tanto, la radiación luminosa de su trabajo, a pesar
de las dificultades de su tiempo, puede tranquilizarnos en nuestra misión como
educadores, pastores independientemente del contexto.
En los entornos donde el Evangelio está ganando terreno y donde parece cada vez
más dominador, sería trágico no traer el Evangelio de acuerdo con un método educativo
adecuado dejándose llevar por la destreza de los números sin cambios profundos. El Papa
Emérito Benedicto XVI nos instruye: Sin educación en efecto, no hay una evangelización
sostenible y profunda, no hay crecimiento y progreso hacia la madurez, no se logra un
cambio de mentalidad y de cultura (Carta con motivo del CG 26).
En los entornos donde el anticlericalismo y el secularismo están ganando terreno,
se deben hacer distinciones para evitar las generalidades que pueden incorporar la serena
y pertinente audacia. Es necesario distinguir el ateísmo político adoptado por los sistemas
opresivos sin enredar todas las mentes del ateísmo pragmático nacido a veces de
recepciones o temores de ser decepcionado por un Dios que es difícil de comprender, sin
olvidarse de no confundirlos al ateísmo heredado que transmite la imagen pasada de una
Iglesia del pasado. Hacia cada cual, se debe haber una actitud pastoral que se desarrolla
de una manera pedagógica. E incluso cuando "vendrá un tiempo, (...) donde algunos ya
no apoyarán la sana doctrina, pero, de acuerdo con sus propios deseos y su picazón de
oído, se rodean de muchos maestros" (Cf. 2 Tm 3), es necesario como lo pide San Pablo
a Timoteo que proclame la Buena Nueva en todo tiempo, con paciencia y preocupación
por la enseñanza (2 Tm 2), de manera discreta cumplimiento con su ministerio (2 Tm 5).
En los círculos existenciales donde dominan otras religiones, el vínculo de la
evangelización a través de la educación, y viceversa, será el testigo de la vida tanto en la
forma de hacer como de estar cerca (ver CG 26, 42). Allí, el testimonio será a la vez de
evangelización y educación.
En resumidas cuentas, como nos recuerda el P. Pascual Chávez: "Don Bosco
enseña a ser al mismo tiempo educadores y evangelizadores (" gracia de unidad ") Como
evangelizadores conocemos y buscamos el objetivo: guiar a los jóvenes a Cristo. Como
educadores, debemos saber comenzar desde la situación concreta de la persona joven y
lograr encontrar el método adecuado para acompañarlo en su proceso de crecimiento
hacia la madurez. Si es verdad que para los pastores sería una vergüenza de renunciar
a la meta, para los educadores sería un fracaso no tener éxito en encontrar la
metodología adecuada para motivarlos a emprender el camino y acompañarlos con
credibilidad "(discurso de clausura del CG26)

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