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Rito y violación: derecho de pernada en la Baja

Edad Media *

Carlos Barros
Universidad de Santiago de Compostela

Los inculpados medievales por delito de violación de mujeres son hombres que
pertenecen a todas las clases sociales, desde nobles hasta siervos y maníacos sexuales.
Con todo, hay que destacar un dato significativo en cuanto al origen social de muchos
de los agresores: el abuso de autoridad y la violencia ética que entraña la existencia de
una relación social y mentalde subordinación entre violador y violada, esto es, parientes,
soldados, oficiales públicos, señores1[1]. El hecho habitual de que nobles acusados,
directa o indirectamente, de violación suelan serlo al mismo tiempo de otros delitos2[2],
nos pone en la pista de la especialidad medieval en delitos de violación: el derecho de
pernada. Uso y costumbre en determinados lugares y momentos de la Edad Media, y
simple forzamiento de mujeres visto desde la modernidad y aún desde la propia Edad
Media, el derecho de pernada se presta pues a una cambiante representación social:
institución feudal versus violación.

*
Comunicación presentada en las Primeras Jornadas de Historia de las Mujeres, Luján
(Argentina) 28-29 de agosto de 1991.

1[1]
A. PORTEAU-BITKER, "La justice laïque et le viol au Moyen Age", Revue historique de droit
français et étranger, nº 3, 1988, pp. 499-504; B. S. ANDERSON, J. P. ZINSSER, Historia de las
mujeres: una historia propia, I, Barcelona, 1991, pp. 140-142, 301, 462.

2[2]
C. BARROS, Mentalidad justiciera, pp. 204-205; A. PORTEAU-BITKER, op. cit., p. 502.
Los nobles imponen el rito del acto sexual con las mujeres vasallas desde su
doble poder de hombres y señores, lo cual obliga a distinguir el estudio de la violación
en el feudalismo del estudio de la violación en otros tipos de sociedad. Sobre todo si
consideramos que, en principio, era tradición admitida más o menos ampliamente este
derecho feudal de que señor se acostase con la novia en su primera noche de casada
como gesto de vasallaje. Conforme esta costumbre pierde consenso social, y los señores
siguen exigiendoy prácticando la prestación corporal de la mujeres, deviene, ya en el
siglo XV, causa inmediata de revueltas antiseñoriales. El derecho medieval de pernada
va con el tiempo perdiendo el terreno que gana el derecho popular de revuelta.

No vamos a encontrar huellas de ius primae noctis en el derecho escrito: como


uso concierne al derecho consuetudinario3[3] y como abuso al derecho de revuelta,
ambos de expresión fundamentalmente oral4[4]. A través del derecho de revuelta los
vasallos han contestado la constumbre feudal de la primera noche, trasportándola así al
derecho escrito de aplicación: la Sentencia de Guadalupe aboliendo los malos usos y
otros abusos personales, promulgada por Fernando el Católico para Cataluña en 1486,
es el ejemplo más notorio, según estudiaremos al final de este trabajo.

Claro que el silencio, pleno de significaciones, de la cultura letrada tout court


acerca del derecho señorial de pernada, no es nunca total. Alfonso X y su corte de
juristas, empeñados en sustituir, en la segunda mitad del siglo XIII -cosa que no se
consigue hasta al menos pasado un siglo-, el derecho viejo castellano, de matriz goda y
localista, por la novedad europea, el derecho común romano-canónico, enfocan la
violación como delito muy grave, cuya punición pretende reservar para sí el rey como
caso de Corte. E indirectamente se refieren al derecho de pernada cuando fijan en
quinientos sueldos la multa a pagar en caso de que "alguu ome desonrrar nouho casando
ou nouha en dia de voda"5[5], ¿qué hombre si no uno poderoso y con ascendiente sobre

3[3]
M. ALBISTUR, D. ARMOGATHE, Histoire du féminisme français, 1, Cher, 1977, p. 46.

4[4]
Esta falta de noticias legislativas ha alentado y alienta dudas, en nuestra opinión
infundadas, sobre su existencia real.

5[5]
Fuero real, ed. de Azevedo Ferreira, Braga, 1982, p. 164.
los novios puede imponer tal deshonra del día de la boda? ¿No prueba este delito la
vigencia en el siglo XIII del ceremonial señoria

l de reservarse a sus vasallas la primera noche de bodas ?La indecisión legislativa


denota cierta complicidad a la hora de identificar a los posibles delincuentes;
indeterminación que resta credibilidad a la decisión paralela de hacer de la "mujer
forzada" un caso de Corte (1274). En cambio queda patente que el nuevo derecho no va
a favorecer dicha deshonestidad.

Otro indicio de la existencia de la costumbre feudal que nos ocupa: el clérigo


que cometa pecado de "fornicio" con una casada y virgen, "o que yogó con ella

después de que ouo marido", séale retirado el oficio y el beneficio (Partidas I, 5,


35)6[6]. No se hace aquí mención alguna al uso de la fuerza pero si a la condición del
virtual poseedor de la recién casada como clérigo con cargo y beneficio (cualquier
pequeño, mediano o gran señor eclesiástico).

Prácticamente todas las noticias explícitas que manejamos sobre el derecho de


pernada corresponden, o tienen en ellas su origen último, a fuentes orales de tipo
judiciales, relacionadas casi siempre con conflictos y cultura popular. Son los vasallos
en la Baja Edad Media quienes desde la tradición popular, oral y de revuelta, plantean el
problema del derecho de pernada como una violación encubierta. Si bien, letrados de
Corte primero e historiadores eclesiásticos después, van a converger con la presión
desdeabajo, dando cabida en la cultura savante a una tradición oral antiseñorial que se
ha ido formando lentamente desde finales del siglo XIV.

En 1385, García Gomes, alcalde mayor de Galicia por el Rey, dicta la sentencia
arbitral de un pleito entre los campesinos de Aranga y el monasterio de Sobrado sobre
señorío, rentas, justicia y derechos de vasallaje: en favor de la abadía en cuanto a

6[6]
Ed. de J. A. ARIAS BONET, Valladolid, 1975, p. 89.
propiedad y jurisdición7[7], y en beneficio de los campesinos reconociéndoles usos
como pastar ganado y cortar leña en el coto, y eliminando otros denunciados como
abusivos por los vecinos como cobrar maniñádego -el señor se quedaba con los bienes
del difunto sin herederos- habiendo descendencia, oel derecho de pernada. Oigamos al
representante campesino Juan Nieto, pues "me dijo e me querello", afirma el juez real
que "levaban los grangeros de Carballotorto sus mujeres contra su voluntad para facer
fueros en la dicha granja, non sabian quales, e que lostenian allá dos o tres dias"8[8]. No
habla claro Juan Nieto pero se entiende. La prueba la tenemos en el tono del fallo que
redacta el oficial real: "E otrosí en razon de las mujeres que eran tenudas de ir servir
duas vezes en el año al granjero de carballo tuerto en la manera que dicha es fallo que
tal servicio é tal fuero que non es onesto e por mal e desonestidad que se podria ende
seguir mando que tal fuero que non se faga"9[9]. En esta muestra de derecho aplicado,
todavía con algunos sobrentendidos, se reemplaza el "non sabian quales" de Juan Nieto,
de los misteriosos servicios que las mujeres prestaban en Carballotorto por un abierto
"tal fuero non es onesto", aseveración que colateralmente inculpa al granjero de
Carballotorto10[10], cuyo nombramiento en adelante, según la sentencia, el monasterio
ha de pactar con los campesinos: "quando y oviere de poner algun granjero que llamen y
dos omes buenos de la dicha ribera que le tomen juramento que ben é verdadeiramente

7[7]
En 1349 el adelantado mayor del rey pronunciara otra sentencia contra los mismos
campesinos, que no habían comparecido y se venían negando a acatar el señorío de Sobrado y
a pagarle las correspondientes rentas, publica M .C. PALLARES, el monasterio de Sobrado: un
ejemplo de protagonismo monástico en la Galicia medieval, A Coruña, 1979, pp. 326-329.

8[8]
Publica B. VICETTO, Historia de Galicia, VI, Ferrol, 1872, p. 57.

9[9]
Ibidem, p. 62.

10[10]
Miembro seguramente de la comunidad religiosa de Sobrado, un monje o al menos un
hermano converso, véase M. C. PALLARES, op. cit., pp. 193-194.
guardara e defender a los dichos omes de la dicha ribera (...) e se contra esto les pasare
que le tiren la granja e pongan y otro"11[11].

La imposición judicial al monasterio de un derecho de veto por parte de los


vasallos sobre su administrador y cobrador de impuestos en el coto de Aranga, además
de evidenciar su culpabilidad en el asunto del sexo, es un éxito característico del
derecho de revuelta, simbolizado en ese extraño ritual invertido del juramento que ha de
tomar el representante del señor ¡ante dos vasallos del coto! Cómo esta vez la tradición
oral les era desfavorable (parecía costumbre antigua que las mujeres fueran sólas a
presatar dicho servicio a la granja) los campesinos buscan apoyo en el derecho escrito y
preguntan al alcalde real que averigue en qué documentos consta dicha
obligación12[12]; el cual fundamenta precisamente su sentencia en que "no fue mostrado
ante mi carta nin privilegio ni recabdo cierto porque lo debiesen hacer"13[13]. Y si el
uso señorial de la novia en su primera noche de casada no es reconocido por el derecho
escrito, menos aún la interpretación libre y ampliada que se le atribuye al granjero de
Carballotorto, que siendo representante del señor debe también respresentar, camuflar,
mal imitar, una práctica ritual que ni lecorresponde ni le va a ser reconocida...

El derecho de pernada como uso y costumbre continuará vigente, y contestado -


en Galicia al menos hasta 1458-, tanto en su versión restringida y primigenea, señorial y
nupcial, como en su versión cada vez más extendida, practicada por los delegados y
soldados del señor los restantes días del año. La noche de bodas, en todo caso, es el
privilegio del amo. Ius primae noctis es un derecho personal del señor a satisfacer la
noche de bodas, su emulación por parte de los agentes señoriales al margen del ritual del
casamiento, se va diferenciar poco de la violación con abuso de autoridad, forma
degradada del derecho de pernada. Su cambio de percepción como violación acompaña
en el Baja Edad Media al desplazamiento de la acción delseñor a sus subordinados.

11[11]
B. VICETTO, op. cit., p. 63.

12[12]
e que me pedian que yo que sopiese por los dichos previlegios o por quantas partes
pudiese, quales fueros eran tenidos a facer los dichos omes de Aranga e que ellos los farian,
idem, p. 57.

13[13]
ídem, p. 62.
El forzamiento de mujeres del común por parte de los hombres del señor,
especialmente los soldados de las fortalezas, será uno de los grandes tipos de agravios
que desencadenan la ira justiciera y antiseñorial de los irmandiños en 146714[14]. La
propagación en los escalones inferiores del poder señorial de un derecho de pernada en
decadencia, incrementa el número de violaciones y la violencia con que éstas se
producen. El guerrero del castillo, a diferencia de nuestro todavía sutil granjero de
Carballotorto, tomará sin más por la fuerza a la doncella que encuentra con el ganado en
el monte o trabajando las viñas, violándola in situ: el envés del preciso ceremonial que
fija el rol sexual del señor como parte de la casamiento de una pareja de vasallos.

El clima de polarización social y mental en la segunda mitad del siglo XV


contribuye no poco a sumar mujeres violadas a los múltiples agraviados del reino de
Galicia. Todavía veinte años después de la revuelta irmandiña, en uno de los intentos
más tardíos, e inútiles, de volver a la dorada situación anterior a 1467, Nuño Gómez de
Puga, alcalde de la fortaleza de Allariz por Juan Pimentel, hermano del Conde de
Benavente, es denunciado por los vecinos de la villa ante la justicia real, bajo la
siguiente acusación, entre otras: "tenia consigo en la dicha fortaleza algunos criados e
parientes suyos y les consentian que matasen ombres y llevasen mujeres casadas e que
matasen despues aquellos que las llevaban a sus maridos e por aquella cabsa en la dicha
villa se han desfecho ocho o nueve casas de oficiales"15[15]. El señor aparece ante el
pueblo como responsable de lo que hacen sus hombres, y éstos necesitan matar a los
artesanos para llevarse a sus mujeres, prueba de la tremenda resistencia que, después del
levantamiento general de la Santa Irmandade, tenían que afrontar los pequeños
"señores" para seguir ejerciendo el derecho degradado de pernada, que a estas alturas,
insistimos, desaparecido todo asomo de consenso vasallático sobre él, y puesto en
práctica por simples campesinos vestidos de soldados, respondía a una imagen
elemental de forzamiento de mujer.

Si hay un silencio bastante general sobre el derecho de pernada en las fuentes


escritas (salvo las excepciones que más adelante nos van a servir para aproximarnos a su
perfil social, mental y simbólico). Tampoco las fuentes orales se libran totalmente de la
tendencia a ocultar las prácticas feudales del sexo, lo acabamos de ver en el discuro de

14[14]
Mentalidad justiciera, p. 203.

15[15]
Archivo de Simancas, Registro General del Sello, II-1489, fol. 172Goro nobl bem 67.
los campesinos de Aranga. Es preciso interrogarse por qué dicho uso señorial entra con
tanta frecuencia, en Galicia y en Castilla, en el terreno de lo no-dicho, de lo que se hace
pero no se dice y menos aún se escribe. Sabemos que los usos y costumbres de
transmisión oral raramente se transcriben. Y que cuando la difusión de uno de dichos
usos podría ser causa de mala fama para el señor y para los vasallos implicados, también
éstos se repliegan a cierta cómplice intimidad que vela y llena de ambiguedades los
hechos (las mujeres yendo silenciosamente dos veces al año a Carballotorto a no se sabe
qué servicio). ¿Guarda ésto alguna relación con el silencio otorgante con que las
mentalidades de la época encubren la libre vida sexual de tantos clérigos y seglares
antes de la reforma y del Concilio de Trento? Es posible, pero precisamente las
prácticas sexuales que se toleran no se ocultan alevosamente. El encubrimiento es índice
de mala conciencia y, en el peor de los casos, de temor a la justicia.

La privacidad de la práctica de la pernada señala el grado de su deterioro como


derecho consuetudinario. En su origen consiste en la invasión pública, exigiendo su
derecho e exhibiendo su poder, por parte del señor del cuerpo y de la privacidad del
espacio de la mujer, de los novios y de la casa familiar, el mismo día y en el mismo
lugar en que parientes y amigos y vecinos se reunen para festejar dicho casamiento y
visitar a los recién casados. La clandestinidad trastoca el derecho señorial en abierta
violación, en pecado contra la

honestidad, en violencia privada con fines sexuales que cualquier hombre, sea vasallo
sea señor, puede ejercer sobre cualquier mujer.

LLega un momento en que, perdido todo sentido para la comunidad del ritual
sexual de la primera noche, las mujeres y los vasallos asienten y callan por miedo al
señor16[16], sienten impotencia frente su poder17[17], caen en un consenso fatalista que
admite las prestaciones corporales y actúa, encasos extremos, como un especie de
servilismo del buen vasallo que busca quedar bien con su señor prestándose al uso de la
hija, la hermana o la esposa como objetos sexuales.

16[16]
Cuando el violador es el agente señorial el temor es más físico, menos complicado, y más
sencillo el proceso de equiparación mental y legal a un malhechor común por parte de la
familia de la víctima.

17[17]
B. S. ANDERSON, J. P. ZINSSER, op. cit., p. 140; impontencia femenina también frente al
poder de los hombres de su familia que a buen seguro se avenían más facilmente que las
víctimas a pagar sin rechistar el tributo corporal que ellas se encargaban de satisfacer.
Por otro lado, no hay que olvidar que denunciar al señor como violador supone,
además de desafiar su ira virtual -lo que no estaba al alcance de una mujer o de una
familia individual18[18]-, poner en evidencia la deshonra de la mujer y de la familia, y
aún la cobardía de sus esposos, padres y hermanos... Misión imposiblefuera de
coyunturas mentales de revuelta.

Entrando en el siglo XV tomamos contacto de algunos casos sonados de grandes


señores gallegos, y castellanos, que practicaban el derecho a la primera noche, por
medio del rumor y del romance, vía corriente y casi única de comunicación de noticias
sobre tema tan particular, y que afecta a gente poderosa: "e muchas cosas se callaron
por algunos grandes varones que se dixeron por otros menores"19[19]. Salvo que otros
señores, o el Rey y sus cronistas, o los mismos vasallos, aprovecharan el desliz señorial
para intentar quitar el poder -y la vida, como en Fuenteovejuna20[20]- a tan gran
malhechor (sin descartar la eventualidad de una falsa acusación) y, de paso, dejar
constancia escrita de tamaña y secreta trangresión21[21]. Cuando se rompa plenamente
el silencio de la impunidad de unos y del miedo de otros, la derrota de los usos
señoriales vistos como forzamientos sera estrépitosa (1458, Santiago; 1467, Galicia;
1486, Cataluña).

18[18]
La mayor parte de las denuncias por violación contra agentes señoriales que hemos
encontrado son colectivas.

19[19]
D. VALERA, Prosistas castellanos del siglo XV, I, BAE nº 116, Madrid, 1959, p. 9.

20[20]
También en los otros casos nobles que vamos a estudiar, el Duque de Arjona y Rodrigo de
Luna, el final fue la muerte violenta, justificada, sobre todo en las mentalidades colectivas, con
esas acusaciones de violadores feudales, para quienes la muerte era, en teoría al menos, pena
obligada.

21[21]
El secreto medieval era compañía habitual de la mala conciencia y de las malas obrascitar
NT T y TESIS.
De Fadrique Enríquez, Conde de Trastámara, Duque de Arjona, dice un
"Romance antiguo, que compusieron, diçiendo el Rey, de vos El Duque de Arjona,
grandes querellas me dan, que esforçades las mujeres, casadas y por casar", según
recoge el nobiliario de Malaquías de la Vega hacia 162522[22]. Noble de primer orden
en la Galicia de los años 20 del siglo XV, muy metido en las pugnas de la Corte de
Castilla, muere Don Fadrique ajusticiado en 1430 por orden de Juan II y de su valido
Alvaro de Luna. Los datos de la tradición oral contemporánea de Don Fadrique sobre
este gran caballero, amigo de trovadores23[23], dibujan el perfil de un hombre adúltero,
que maltrata a su mujer Aldonza de Mendoza, roba su dote y sus alhajas, y la tiene
durante dos años en prisión24[24]. La extrema violencia con que reacciona el Duque
ante la sospecha, o la certeza, de que damas de su corte señorial se acuestan con un
paje25[25] y con dos monje26[26], es más propia de un amante celoso que de un señor

22[22]
Chronología de los jueces de Castilla, BN ms. 19. 418, fol. 321.

23[23]
Plógole mucho la sciencia del trovar y gusto de tener en su casa grandes trovadores
(Marqués de Santillana), citado por A. LOPEZ FERREIRO, Historia de la S. A. M Iglesia de
Santiago, VII, Santiago, 1983, p. 44.

24[24]
Según información de testigos recogida en 1443, Archivo del Duque de Alba, C-85-1.

25[25]
Mandó echar de torre abajo a un paje del que sospechaba -se demostró que sin razón-
dormia con las damas, 1480, información de hildaguía de López de Marceo, Boletín del Museo
Arqueológico de Orense, VI, 1950-1, p. 116.

26[26]
Testimonia un clérigo que el Duque derrocó la fortaleza de Marceo por dous abades que lle
durmian con las damas e acolléronse a la fortaleza, ídem, p. 118.
preocupado por la honestidad de la damas de compañía de su esposa27[27]. En 1425
consigue Enríquez de Juan II carta de legitimación para su bastardo Alfonso de Castro,
"avido en Aldonça Alfonso de Orense mujer casada"28[28], a quien nombra heredero
del Condado de Trastámara, disposición que no surtirá demasiado efecto a su muerte.
Confirmamos pues la afición de Fadrique Enríquez a las "mujeres casadas", en el caso
citado vecina de una ciudad sobre la que, por aquellos años, el Duque ejercía de facto
como gran y poderoso señor29[29]. Asimismo hay evidencia de que las quejas de sus
andanzas llegan hasta el rey Juan II30[30]. Cuyo partido, contrario del Duque,
aprovechará el argumento para desprestigiarle cuando, por razones políticas, decide
librarse del Duque mediante la prisión y la muerte.

Malaquías de la Vega, queriendo limpiar la memoria del Duque de Arjona,


añade a la letra del romance inculpatorio: "Ya se sabe, que no hacia el Duque
semejantes delitos, sino un caballero, de su Casa, que por librarsse de la prision de las
justiçias, de noche encubierto, deçia que era el Duque de Arjona y por esto se daban las

27[27]
Es perfectamente compatible desde la subjetividad del caballero contemplar como legítima
y hasta honesta, la relación sexual del señor con sus mujeres dependientes (derecho de
pernada) y como deshonesta si ellas hacen lo mismo con otros hombres; el honor es cuestión
de posesión.

28[28]
Chronologia de los jueces de Castilla, fol. 308.

29[29]
En 1426 el alcalde del Duque confirma una sentencia por homicidio dada por el concejo de
Ourense, publica X. FERRO COUSELO, A vida e a fala dos devanceiros, I, Vigo, 1967, pp. 119-
123.

30[30]
Después de derrocar Marceo, so pretexto de que allí se había acogido los monjes que se
acostaran con sus damas, su agraviado dueño, foise queixar al Rey por la fortaleza e logo el
duque foi citado pra corte por aquelo e por al, Información de hidalguía..., p. 117.
quejas deses delitos, imponiendolos al Duque"31[31]. Ciertamente, Fadrique Enríquez
no parecía necesitar de sustitutos en cuestión de perseguir mujeres. El cronista de la
nobleza enfrenta así, al romance antiseñorial, una tradición oral contraria, exculpadora
del caballero ajusticiado por el Rey32[32], que él mismo trata de continuar, y relanzar,
con el prestigio de su cultura escrita.

Quizá sin querer ratifica Malaquías la gravedad de los actos en cuestión, no son
conquistas amorosas de las que se pueda pavonear un gran señor, son crímenes a
perpetrar "de noche encubierto" (secretismo del derecho de pernada en su fase de
decadencia) para "librarsse de la prision", que sólo pueden ser ejecutados por alter ego,
ese hipotético caballero servidor que se disfrazaba de Duque de Arjona...

Traspasar a un subordinado las feas responsabilidades del señor era algo


normal. Y ya dijimos que cuando el derecho de pernada en el siglo XV pierde el ropaje
ceremonial y asume la imagen de la violación: son los agentes señoriales los mayores
practicantes. Ambas cuestiones se recogen en la contra-tradición que quiere impulsar el
Malaquías de la Vega. Pero tal vez haya más: un indicio esquizoide muy propio del
otoño medieval. El desdoblamiento insconciente entre el buen caballero y el caballero
malhechor, el "otro" que de noche lleva a cabo aquellas maldades que nuestra buena
conciencia de día niega33[33].

31[31]
Chronologia de los jueces de Castilla, fol. 321; sigue escribiendo nuestro autor que en
negoçio de haçiendas no se sabe las tomasse a nadie, como si este fuese el delito que habría
que considerar más que el de llevar mujeres casadas y sin casar, siempre a posteriori
susceptible de una disculpa donjuanesca: Don fadrique pasó a la historia como un audaz
galán conquistador de emblecas, es decir, de mujeres casadas, J. GARCIA ORO, La nobleza
gallega en la Baja Edad Media, Santiago, 1981, p. 39.

32[32]
El mejor ejemplo gallego: la tradición oral en defensa del Mariscal Pardo de Cela,
ajusticiado en 1483 por el gobernador de los Reyes Católicos.

33[33]
Las raices culturales del mito literario de Stevenson sobre el doctor Jeckyll y mister Hide
(1886) son más antiguas de lo que podría pensarse.
A la caída en desgracia y ajusticiamiento, en 1453, de Alvaro de Luna,
enterrador del Duque de Arjona, siguió no mucho después, invirtiéndose los papeles, la
de su sobrino bastardo Rodrigo de Luna, arzobispo de Santiago, acusado en 1458 de
practicar el derecho de pernada, expulsado de su señorío y muerto en extrañas
circunstacias en 1460. Dos años despues de recibir aviso de la Corte para ir a la guerra y
para dar cuenta de su comportamiento. Escribe el cronista Diego de Valera: "fue
llamado por el rey a causa de algunas ynformaciones que le fueron fechas de su
desonesto vivir"34[34]. Aunque en otro tipo de fuentes no consta este segundo motivo
de la convocatoria.

Los documentos reales y eclesiásticos referidos a los hechos de los años 1458-
1460 en Santiago, hablan de realidades terrenales de guerra, obediencia y señorío, y no
de punición de prelados por pecados contra la honestidad. ¿No era por lo demás
costumbre generalizada en el siglo XV cierta despreocupación de los clérigos, incluidos
los arzobispos, en guardar votos de virginidad, castidad y celibato? Es en el marco de la
liberalidad medieval en cuanto a prácticas sexuales35[35] como hay que entender el
derecho de pernada como un rito sexual de vasallaje avalado por el uso y la costumbre,
lo que presupone cierto acuerdo de las partes, garantizado en caso de mala conciencia
por la doble moral de la época, vigente sobre todo en los medios dirigentes.

Rodrigo de Luna recibió carta real en marzo de 1458 para reunir su ejército y
acudir a la guerra de Granada, pero se negaron a seguirle los caballeros feudatarios de la
Iglesia de Santiago, de manera que estando el arzobispo fuera de su señorío al servicio
del rey, se rebelaron contra él, uniéndose a ellos los vecinos de Santiago y de otras
ciudades y lugares del arzobispado, y la mayoría del cabildo catedralicio. Consta que
Enrique IV mandó llamar a la Corte a ambas partes, pero mantuvo, hasta la sospechosa
muerte del arzobispo en 1460, una actitud dura y coherente de apoyo (envía allí a Juan
de Padilla para poner orden) a Rodrigo de Luna al fin de que pudiera recuperar el poder
perdido (del honor no parece preocuparse mucho), no mencionando en sus cartas
conminatorias a los concejos, caballeros y canónigos rebeldes para que obedezcan al

34[34]
Memorial de diversas hazañas, Madrid, 1941, pp. 52-53.

35[35]
La visibilidad, familiaridad y libertad para el sexo perduran hasta el siglo XVII, según Michel
FOUCAULT, Historia de la sexualidad, 1, Madrid, 1987, pp. 9ss.
arzobispo y acepten su señorío y le paguen las rentas, nada sobre el presunto "desonesto
vivir" del arzobispo36[36].

Una vez desaparecido Don Rodrigo, los rebeldes imponen como nuevo
arzobispo de Santiago, contra la opinión de Enrique IV que postulaba a Fonseca, a Luis
Osorio, hijo del Conde de Trastámara (jefe del bando nobiliar anti-Luna) y hermano de
un Pedro Osorio que en 1467 será un afamado dirigente militar de la revuelta irmandiña
contra Fonseca. Las visitas a Roma de ambas partes para conseguir el nombramiento
pontificio bien para Luis Osorio, arzobispo de hecho, bien para Alonso de Fonseca que
al final desplazará al primero por la vía de las armas, propagó con toda probabilidad en
la corte de Pio II el rumor de los malos hechos de Rodrigo de Luna y el inevitable
desmentido del bachiller Diego de Castro defensor del arzobispo desterrado37[37].

Antonio López Ferreiro, historiador y canónigo, que reconoce como posible el


mal vivir que se decía de Don Rodrigo38[38], no obstante se pregunta: "¿Qué se hizo,
pues, de los capítulos de acusación presentados contra D. Rodrigo, y en particular del
principal? En ninguno de los documentos coetáneos que acabamos de recorrer (...) se
halla el menor indicio de lo que á nuestro Prelado se atribuye"39[39]. El silencio

36[36]
Documentos del arzobispo Rodrigo de Luna del Archivo Catedral de Santiago publicados en
A. LOPEZ FERREIRO, Historia de la S. A. M. Iglesia de Santiago, VII, pp. 219ss, Apéndice pp. 115-
123; Don Rodrigo de Luna, Santiago, 1884, pp. 31ss; y cartas reales de Enrique IV de los años
1458-1460 en el Archivo Histórico Diocesano de Santiago, leg. 21, fols. 45, 51, 60, 66, 72, 73,
73v, 78, 84, 86, 89, 93, 95, 96, 101, 103v, 107-109, 112-126, 134-135.

37[37]
A. LOPEZ FERREIRO, Historia, VII, p. 242, apénd. p. 129.

38[38]
No es intrinsicamente imposible que D. Rodrigo hubiese cometido las torpezas que se le
achacan y que hubiese tenido el fin que se supone, Don Rodrigo de Luna, p. 6.

39[39]
ídem, p. 57.
documental en los archivos catedralicio y arzobispal es tan espeso que delata tal vez el
delito secreto, pues tampoco se argumenta nada contra el rumor que recoge Diego de
Valera en la corte de Castilla. Tiene su lógica que en los documentos del arzobispo
implicado no se hallen menciones a la inculpación moral, así como tampoco en las
cartas de su amigo y protector el rey Enrique IV. Toda publicidad del caso debilitaba la
lucha por reponer a Rodrigo de Luna en la silla arzobispal. Los graves problemas
sociales suscitados por la insumisión general de vasallos del arzobispado, relegaban
además a un segundo plano toda otra consideración, sobre todo moral. La "torpeza" de
Don Rodrigo que había contribuido altamente a desencadenar la rebelión que lo llevó al
exilio, era un mal ya pasado que no tenía remedio.

La evidencia de origen oral viene a sustituir y completar la evidencia escrita.


Diego de Valera, con muy pocas simpatías por Enrique IV y por el sobrino de Alvaro de
Luna, alejado del entorno real por aquellos años40[40] aunque testigo directo de la
política cortesana (muere en 1487), está muy interesado en poner por escrito las
"ynformaciones" (con toda seguridad verbales), sobre el arzobispo deshonesto de
Santiago, que los caballeros contrarios hicieron llegar al Rey y espeta en su crónica: "Y
entre otras cosas asaz feas que este arçobispo avía cometido, acaesció que estando una
novia en el tálamo para celebrar las bodas con su marido, él la mandó tomar y la tuvo
consigo toda una noche"41[41].

Una buena aproximación a la práctica del derecho de pernada esta descripción


ofrecida por Valera. "Tálamo" significa "el aposento donde los novios celebran sus

40[40]
Alineado con los nobles que empezaban a conspirar contra Enrique IV, Diego de Valera
escribe al Rey en 1462 dándole consejos que en realidad son acusaciones: que si concedía
diginidades eclesiásticas a onbres indinos, no mirando servicios, virtudes, linages, ciencias;
que si muchas cosas se callaron por algunos grandes varones que se dixeron por otros
menores, silencio complice que el firmante no había secundado en el caso de Rodrigo de Luna
y que casi seguro contiene una velada amenaza a Enrique IV, pues a continuación Valera, con
toda la intención intimidatoria, pasa revista a los reyes y papas que fueron depuestos y hasta
muertos por manos de sus vasallos, por su mala governación; termina la epístola así:
conviene tomar los caminos contrarios de los que fasta aquí llevastes, Prosistas castellanos
del siglo XV, I, BAE nº 116, Madrid, 1959, pp. 8-9.

41[41]
Memorial, p. 53.
bodas y reciben las visitas y los parabienes" y/o "la cama de los mismos novios"42[42].
Parece ser que el agente señorial llega en el momento de las visitas, justo un poco antes
de que se consuma en privado el matrimonio, y públicamente se lleva a la novia por
orden del arzobispo sin aparente impedimento, haciendo valer la autoridad que
representa y sin duda el peso de una antigua costumbre, es como el heraldo que anuncia
el inicio del ritual. No se trata de un rapto furtivo a mano armada con huída posterior:
no es un rapto con fines sexuales. Tampoco una simple violación donde la fuerza bruta
y las amenazas físicas lo son todo43[43]. Aquí lo decisivo es la coacción moral...
fundamentada en cierta tradición. El poder señorial "manda, toma, tiene consigo" ante
todos, como quién hace uso de un derecho legítimo que sólo hay que reclamar. Si el
apremio era necesario para el cobro de los derechos señoriales44[44], cuánto más para
requerir un tributo corporal de esas caracteríticas: "toda una noche". El acto sexual no se
nombra, se sobreentiende, hasta puede incluso que no haya tenido lugar, lo realmente
importante es que la ceremonia llegó a su conclusión pues "la tuvo consigo toda una
noche", ius primae noctis, y que el señor sustituyó al marido la noche de bodas,
consumiendo en su lugar el matrimonio. Y llegamos así al fondo del problema,
principalmente simbólico. Mediante el rito de pasar con la novia la primera noche el
señor significa y enseña, símbolo y pedagogía, la preeminencia de su poder sobre la
nueva relación de poder que se constituye en ese instante: la familia conyugal. La mujer
ha de obedecer al marido, pero no después de obedecer al señor, sierva del señor antes
que esposa, al igual que el marido, que consintiendo ser reemplazado la noche de bodas,
demuestra antes ser vasallo que esposo, y así los demás hombres de la casa, padre y
hermanos. Todos han pasado o habrán de pasar con dolor por el mismo aprendizaje: el
poder del cabeza de familia es subsidiario del poder del señor, el señor es la única y
máxima fuente del poder. Discurso imaginario y conductual que choca naturalmente con
las prentensiones eclesiásticas de hacer del matrimonio un lazo sacramental, por lo que
difícilmemte la Iglesia puede avalar el derecho de pernada.

42[42]
S. COVARRUVIAS, Tesoro de la lengua castellana o española (1611), Madrid, 1984, p. 951;
A. PALENCIA, Universal vocabulario (1490), Madrid, 1957, p. 181.

43[43]
La violación en sí con probabilidad se produjo después, en los aposentos del arzobispo.

44[44]
En la revuelta que siguió a estos hechos, los vasallos se negaron a pagarle nada al arzobispo
y se sustrajeron totalmente de su jurisdicción, AHDS, leg. 21, fols. 45-135.
Pero volvamos al hilo del relato de Diego de Valera, que después de contar la
puesta en escena señorial la noche de la boda, reseña la revuelta, que adivinamos con su
dimensión justiciera, de los caballeros, haciendo hincapié en la falta de respuesta y en la
responsabilidad real en todo el asunto: "Y como desto se querellasen al rey, y como ya
fuese ynformado de su desonesto vivir, no se dió a ello ningún remedio, de que se
siguiesen grandes daños, muertes y robos en aquel reyno de Galicia"45[45]. Acaba el
capítulo del memorial remachando que nunca más Rodrigo de Luna recuperó el
arzobispado: "y así murió derramado y pobre, por sus grandes culpas y
deméritos"46[46]. La lucha por el poder en la Corte favorece, en el caso de Don Rodrigo
de Luna, la ruptura del silencio complice y el salto de los datos directos de la tradición
oral a la tradición culta.

Galíndez de Carvajal, cronista y consejero de los Reyes Católicos y de Carlos V,


copia literalmente de Valera el relato de cómo el arzobispo tomó a la novia47[47], e
insiste en cómo fue llamado Rodrigo de Luna por Enrique IV, al objeto de éste "ponerse
medio e dar orden en los grandes males que del se dezian", y que después es el propio
arzobispo, conocida la revuelta, quien presenta a su vez quejas al Rey, "Desta nueva el
rey ovo asaz enojo", quien -dice el cronista- no se mueve con prontitud en favor del

45[45]
Memorial, p. 53; el cronista nos habla de dos embajadas a la Corte, una antes de la rebelión
(donde informan del deonesto vivir) y otra después.

46[46]
No resiste la tentación de sacar el máximo provecho de la moraleja: De todos los hombres,
por grandes estados que sean, deven tomar exemplo, y guardarse de fazer lo que no devan,
confiando en su gran poder; acordándose ser Nuestro Señor tan justo, que ni dexa mal sin
pena ni bien sin galardón, ídem, p. 54.

47[47]
El propio Galíndez era hijo legitimado de un arcediano y de una doncella noble, J. TORRES
FONTES, Estudio sobre la "Crónica de Enrique IV" del Dr. Galíndez de Carvajal, Murcia, 1946, p.
21.
depuesto arzobispo de Santiago a causa del malestar que le produjeran las noticias de
sus deshonestidades48[48]. No fue así, las fuentes documentales desmienten a la fuente
narrativa, la respuesta de Enrique IV en favor de Rodrigo de Luna contra los caballeros
rebeldes fue incondicional y fulminante49[49], y nada hizo el Rey en relación con la
acusación puntual del rito sexual con la novia sacada del tálamo. Enrique IV no era
precisamente un Rey que descollara personalmente por su inquietud justiciera en
relación con las mujeres forzadas50[50], por mucho que la mejor intención de Galíndez
ennoblezca su reacción en el caso que nos ocupa51[51]. En general, Galíndez tiende a
moderar los juicios apasionados sobre los pasados reyes, y como jurista destacado -
Oidor de la Chancillería de Valladolid desde 1499, a los 27 años- y defensor de la
institución monárquica, le habría de molestar que el Rey no hubiera hecho justicia
severa en una cuestión tan grave como la cuasiviolación perpetrada por un
arzobispo52[52]. De nuevo la convergencia, característica de la Baja Edad Media, entre

48[48]
No dio en esto tanto remedio quanto dar se deviera, antes se creyo aver avido plazer de
los movimiento cometidos contra tan desonesto perlado, y por eso tardo de proveer cosa
alguna de lo que al arçobispo cumplia, ídem, p. 142.

49[49]
El 19 de marzo de 1458 se niegan los caballeros de la Tierra de Santiago, sus vasallos, a
seguir al arzobispo a la guerra de Granada, y el 7 de abril de 1458 firma el Rey la primera carta
ordenando que los caballeros en rebeldía abandonen la ciudad de Santiago de la que se habían
apoderado, A. LOPEZ FERREIRO, Don Rodrigo de Luna, pp. 35-37; AHDS, leg. 21, fol. 45.

50[50]
Hacia 1455 cuenta el mismo Valera dos casos de servidores de Enrique IV, un moro y un
capitán, que tomaron por la fuerza a doncellas, y yendo los familiares y el pueblo a pedir
justicia al Rey, éste reacciona haciendo responsable por omisión a los padres, por aver puesto
muy mal recado es su casa y fija dexádola sola, amenazando incluso con azotar a los
demandantes, Memorial, pp. 28-29.

51[51]
Aunque también da por buena la versión de Valera de los raptos de doncellas que Enrique
IV dejara escandalosamente sin punición, J. TORRES FONTES, Estudio..., pp. 109-110.

52[52]
Recordemos que por acostarse un clérigo con una casada virgen estaba prevista como pena
quitarle sus bienes y su oficio eclesiástico, Partidas I, 5, 35; los rebeldes justicieros de Santiago
la tradición oral de revuelta -que había recogido Valera- y el derecho escrito cortesano
que representa el jurista Galíndez, quien como cronista retoca dicha tradición para
adecuarla a sus concepciones monárquicas letradas.

La tradición letrada sobre el arzobispo de Santiago presunto violador de


doncellas recién casadas, iniciada por Valera no mucho después de los hechos, bebiendo
de las fuentes de la oralidad y de la revuelta, pasa hacia la segunda mitad del siglo XVI
a la tradición eclesiástica postridentina. En efecto, los historiadores eclesiásticos de la
contrarreforma nos transmiten el juicio moral y político más radical sobre el asunto de
Don Rodrigo53[53]: dan claramente la razón a los vasallos rebeldes y hacen de Rodrigo
de Luna un contramodelo de prelado cristiano, siguiendo en general a Valera en cuanto
a la narración de la acusación central, esto es, vuelven de algún modo a la tradición oral
difundida primigeniamente desde Galicia.

El Padre Mariana, en 1601, escribe: "en especial era grande la disolución de los
eclesiásticos; á la verdad se halla que por este tiempo don Rodrigo de Luna, arzobispo
de Santiago, de las mismas bodas y fiestas arrebató una moza que se velaba, para usar
della mal; grande maldad y causa de alborotarse los naturales debajo de la conducta de
don Luis Osorio, hijo del Conde de Trastámara. En enmienda de caso tan atroz
despojaron aquel hombre tan facineroso y malvado de su silla y de todos sus bienes; lo
que le quedó de la vida pasó en probreza y torpezas, aborrecido de todos por sus vicios
y infame por aquel exceso tan feo"54[54].

y su Tierra no hicieron otra cosa, destronaron a Rodrigo de Luna de la Mitra arzobispal y


expropiaron sus beneficios terrenales en Galicia.

53[53]
Mucho antes de que los liberales del siglo XIX, por razones diversas, fustigaran el derecho
de pernada y otros usos feudales, lo hicieron a su modo los humanistas y los reformistas
católicos de los siglos XV, XVI y XVII.

54[54]
Remata nuestro clérigo historiador con una disquisición no exenta de valor religioso-
filosófico sobre las consecuencias de un instante de placer: Desta forma en breve penó el
breve gusto que tomó de aquella maldad con gravísimos y perpetuos males, con que por
justo juicio de Dios fué, como lo tenía bien merecido, rigurosamente castigado, "Historia de
España", Obras del Padre Juan de Mariana, II, Madrid, 1854, p. 150.
En 1645, Gil González Dávila, dominico y cronista real desde 1612, empieza por
acusar a Alvaro de Luna de dar, nepóticamente, las dignidades eclesiásticas a "personas
indignas" y pone de ejemplo "A don Rodrigo de Luna su sobrino, que estudiava
Gramatica en la ciudad de Avila, le hizo dar el Arçobispado de Santiago, con escandalo
del Reyno"55[55], y siguiendo a otro historiador eclesiástico de mediados del siglo
XVI56[56], agrega: "vivio como quiso, con deshonor de su Dignidad, y persona. Dice
san Juan Crisostomo, que el que no estima la fama de su nombre es cruel, y capital
enemigo de su alma. El Rey don Henrique le mandò venir à su Corte para ponerle en
razon..."57[57]. Lava la imagen del rey Enrique -a la manera de Galíndez- sacrificando
la fama y la alma de aquel Don Rodrigo, quién posiblemente aprendió en su propia
carne que los tiempos y los derechos genuinamente feudales estaban llegando a su fin.

Con el affaire de Rodrigo de Luna concluyen nuestras referencias a las prácticas


por parte de grandes señores del derecho de pernada en Galicia; a la altura del año 1458
dicho uso y ritual había perdido ya toda traza de consenso social. Entre 1458 y 1467, no
hemos encontrado huellas que impliquen a grandes señores en delitos que pudieran
parangonarse como violaciones, pese al importante número de agravios señoriales que
hemos recogido en las declaraciones orales de los testigos del pleito Tebera-Fonseca,

55[55]
Teatro Eclesiastico, I, Madrid, 1645, p. 76; en efecto, Rodrigo de Luna fue nombrado
arzobispo a la edad no canónica de 24 años (siendo ya capellán mayor del rey Juan II, tesorero
de la Iglesia de León y notario apostólico), lo cual se resolvió nombrándolo administrador
apostólico, hasta que cumplió los 27 años y pudo ejercer plenamente como arzobispo de
Santiago, A. LOPEZ FERREIRO, Historia de la S. A. M. Iglesia de Santiago, VII, pp. 187-193.

56[56]
Véase A. LOPEZ FERREIRO, Don Rodrigo de Alonso, p. 5 n 2.

57[57]
y estando en ella, mientras le dava la regla y forma de bien vivir, el Conde de Tastamara
Per Alvarez Ossorio, y otros Cavalleros le tomaron sus villas, y fortalezas, las quales mientras
vivio no las pudo cobrar. Murio desterrado de su Iglesia, ídem, p. 77; en fin, en la versión del
Padre Mariana, los caballeros rebeldes semejan instrumentos divinos, y Enrique IV Moisés
entregando las tablas de la ley, imagen que desde luego no es propia del Padre Mariana, crítico
feroz de dicho rey, sino probablemente de los textos un poco más moderados de Valera y
Galíndez.
quienes no pasarían por alto cualquiera noticia sobre grandes caballeros y prelados
violadores. Al estallar en 1467 la sublevación irmandiña el derecho de pernada, en su
sentido original, feudal, era ya agua pasada como práctica social. Prueba indirecta
también del tremendo eco popular que tuvo que preceder y seguir a la desposesión de
Rodrigo de Luna, acusado de forzamiento ritual. No disponemos, hoy por hoy, de listas
de agravios de los rebeldes de la ciudad y Tierra de Santiago contra Rodrigo de Luna:
conocemos sus opiniones más bien a través de las fuentes adversas, reales y
arzobispales. La hermandad y confederación de los vecinos de Santiago, Noia y Muros
con los caballeros para la mutua defensa, suscripta el 7 de junio de 1458, es un pacto
bilateral escrito que sólo se refiere significativamente al enemigo común, el arzobispo
Rodrigo de Luna, para acordar que "prometemos de non faser pas ni concordia con el
arçobispo de Santiago"58[58]. Ni rastro de los motivos desencadenantes de la revuelta.
Nuestra investigación sobre levantamientos bajomedievales59[59] nos enseña que a
diferencia del pleito legal, donde se plantean desde el primer momento cuestiones de
rentas, señorío y jurisdicción: la revuelta armada estalla como indignación colectiva
ante un(os) agravio(s) intolerable(s), estabilizándose más o menos de inmediato como
protesta social y económica60[60]. Por eso consideramos acertada la relación que
establece el contemporáneo y bien informado Diego de Valera entre revuelta
antiarzobispal y las "cosas asaz feas que este arçobispo avía cometido", muy
particularmente la toma pública de la novia. Sólo una mentalidad justiciera muy
asentada pudo transformar en junio de 1458 la revuelta nobiliaria en una revuelta

58[58]
Publica Colección Diplomática de Galicia Histórica, Santiago, 1901, p. 26.

59[59]
Hemos estudiado en concreto el rol de los agravios en los levantamientos gallegos de la
segunda mitad del siglo XV en Mentalidad justiciera de los irmandiños, Madrid, 1990.

60[60]
En 1468, el clérigo Rui Vázquez describe la revuelta popular contra Rodrigo de Luna como
una lucha antiseñorial: Por lo qual indo a mandado de noso señor el Rey, se levantaronse
contra él, non lle querendo obedescer por señor, et esto por los pedidos grandes que el
deitara ena çidade et villas et lugares desasperaron dél, Crónica de Santa María de Iria,
Santiago, 1951, p. 44; difícil sería encontrar aquí la acusación contra Rodrigo de Luna por
forzamiento, en general Rui Vázquez pasa por alto cualquier crítica que pueda afectar a la
Iglesia y a los señores prelados, el mismo escribe su crónica por encargo de un canónigo de
Santiago, y concentra toda su hostilidad milenarista contra el mal vivir de los caballeros de
Galicia que Dios había castigado enviando a los irmandiños.
popular y clerical61[61], cimentando en el sentimiento colectivo de agravio una dispar,
coyuntural pero triunfal alianza de caballeros, ciudadanos y canónigos contra Rodrigo
de Luna.

La condición eclesiástica de Don Rodrigo intensificó con seguridad ante el


pueblo cristiano la representación agraviante de la práctica señorial de la pernada. Por
mucho menos pusieron el grito en el cielo, en 1456, los feligreses de las parroquias de
Betanzos al protestar porque las ofrendas que hacían los días festivos para la
"Redención de sus animas y de sus difuntos (...) son osorpadas et apropiadas al uso et
comunicacion de los usos umanos", teniendo el arzobispo Rodrigo de Luna que ceder a
los párrocos su cobro: "para evitar el escandalo et mormuracion entre los parrochianos
et feligreses de las dichas iglesias"62[62]. Así de temible era el efecto del rumor en
aquellos tiempos. Imaginémonos ahora el escándalo colectivo al conocer los
parroquianos del arzobispado la noticia de la "cosa asaz fea" que Valera recoge andando
el tiempo de viva voz en la Corte de Castilla. No es extraño que los nobles, los
ciudadanos del concejo y los canónigos del cabildo (y después los enemigos de Don
Rodrigo y de su tío, recién ejecutado, en la Corte) consideraran que había llegado la
hora de actuar y de plantear cada uno sus reivindicaciones pendientes aprovechándose
de la vulnerabilidad del otrora todopodoroso arzobispo.

La función del derecho de pernada como detonante -agravio intolerable- de una


revuelta social está más clara todavía en la documentación del levantamiento de
Fuenteovejuna de 1476 contra su señor, el Comendador de la Orden de Calatrava,
monje y soldado, Fernán Gómez de Guzmán: "hizo tantos y tan grandes agravios a los
vezinos de aquel pueblo, que no pudiendo ya sufrirlos ni disimularlos, determinaron
todos, de un consentimiento y voluntad, alzarse contra él y matarle". El texto es de
Francisco Rades de Andrada, cronista de la Orden63[63], que es quién traslada con

61[61]
El cabildo se divide; los minoritarios partidarios de Don Rodrigo huyen de Compostela y se
refugían durante dos años en Padrón, A. LOPEZ FERREIRO, Historia, VII, p. 226.

62[62]
A. LOPEZ FERREIRO, Historia, VII, p. 208.

63[63]
Chrónica de las Tres Ordenes y Cavallerías de Santiago, Calatrava y Alcántara (1572),
Barcelona, 1976, fol. 79-80.
mayor fidelidad la realidad histórica, y por tanto la tradición oral, de la revuelta a la
cultura escrita64[64], dando lugar posteriomente a una rutilante tradición literaria que
tiene su máximo exponente en la famosa comedia de Lope de Vega.

Ya en 1477 Alonso de Palencia había recogido oralmente en su crónica real, con


la clara intención de defender al Comendador e de dar impulso a la tradición contraria
(tentativa fracasada a medio y largo plazo), la sensación de intolerabilidad de los
vecinos y el agravio principal que la había provocado: "Para disculpar de algún modo
sus crimenes, acusaron al difunto de torpezas y corrompidas costumbres; pidieron
volver al señorío de Córdoba y avisaron al Rey que los habían cometido por no ser más
tiempo victimas de maldades que ningun hombre libre podia tolerar"65[65]. Es evidente
que la parcialidad de Palencia le coarta para explicitar el carácter sexual del agravio -
silencio cómplice-, con todo aporta matices que apuntan hacia el derecho de pernada:
corrompidas costumbres que ningún hombre libre podía tolerar, escribe trasmitiéndonos
la opinión popular. Como el bienintencionado clérigo Rui Vázquez en el caso de
Rodrigo de Luna, opone Palencia, a la motivación justiciero-insurreccional, la
reivindicación económica antiseñorial -sin duda omnipresente- para explicar la
sublevación, siempre menos peligrosa que la temible impugnación moral colectiva: "La
única queja del vecindario parecía ser el aumento de pechos por causa de las rentas
anuales. Y este fue el pretexto para la conjuración"66[66]. Se entiende que la
justificación antiagravio de los protagonistas es, según Palencia, improvisada a
posteriori. Y la verdad es que la formación de mentalidad de revuelta en Fuenteobejuna
es un caso axiomático de la función detonante de los agravios en el estallido de las
revueltas medievales.

Rades de Andrada habla con más transparencia del "mal tratamiento a sus
vasallos" que inflingía el señor de Fuenteovejuna: "Ultra desto, el mismo Comendador

64[64]
R. GARCIA AGUILERA, M. HERNANDEZ OSSORNO, Revuelta y litigios de los villanos de la
encomienda de Fuenteobejuna (1476), Madrid, 1975, p. 124; E. CABRERA, A. MOROS,
Fuenteovejuna. La violencia antiseñorial en el siglo XV, Barcelona, 1991, p. 148.

65[65]
Crónica de Enrique IV, BAE nº 258, pp. 286-287.

66[66]
íbidem.
Mayor avía hecho grandes agravios y deshonras a los de la villa, tomándoles por fuerza
sus hijas y mujeres, e robándoles sus haziendas para sustentar aquellos soldados que
tenía"67[67]. Aunque no aporta detalles de cómo habían tenido lugar las tomas de
mujeres y hasta que punto seguía o no el señor de Fuenteovejuna el ritual tradicional de
tomar posesión de sus cuerpos en la primera noche de casadas. Sin más datos, lo único
que diferencia las supuestas violaciones perpetradas por el Comendador de las
violaciones comunes es su identidad señorial y el abuso de poder que supone, lo que no
debía de ser poca cosa: le costó la vida. Es el único caso de tardía aplicación del derecho
de pernada, de los que conocemos, en que la contestación de los vasallos no para hasta
lograr el ajusticiamiento encarnizado del señor68[68].

Cuatro circunstancias que concurren en la Cataluña de la segunda mitad del siglo


XV, rompen el acostumbrado silencio temeroso y cómplice sobre el derecho de pernada
que, durante el mismo periodo, hemos detectado en Galicia y Castilla, y que nos ha
obligado a rastrear a la manera de los arqueólogos la documentación savante en busca
de los restos de un derecho señorial consuetudinario de expresión oral.

Primero, la supervivencia en Cataluña de la servidumbre personal ha provocado


sin duda una mayor vigencia en el tiempo y en el espacio del derecho feudal a la
primera noche de los recién casados.

Segundo, la experimentada organización sindical y lucha de los payeses de


remensa permiten disponer de testimonios directos campesinos y de listas elaboradas
por ellos mismos con sus reinvidicaciones.

67[67]
Chrónica, fol. 80.

68[68]
En plena refriega el Comendador quiere pactar: y les preguntó la causa de tanta saña, o si
deseaban la restitucion de las rentas que habia cobrado (Crónica de Enrique IV, p. 286); pero
se muestran irreductibles -prueba que la cuestión de los tributos no estaba a primer plano- y
continúan la lucha hasta darle cruda muerte, para aplacar así su cólera justiciera y lavar el
honor mancillado por los forzamientos.
Tercero, la tendencia negociadora y arbitral de la monarquía (sentencia de
Guadalupe de 1486) y aún de la nobleza (proyecto de concordia de 1462), hace posible
una expresión legal y escrita, como parte del nuevo derecho escrito y promulgado, del
punto de vista campesino.

Cuarto, la abolición de las remensas, los malos usos, del derecho de pernada y de
otros los abusos personales. Disponemos, gracias a esta victoria campesina, de la más
clara transcripción del ritual sexual señorial de la noche de bodas.

Leemos en la sentencia de Guadalupe, 1486: "ni tampoco puedan [los señores] la


primera noche quel pages prende mujer dormir con ella o en señal de senyoria la noche
de las bodas de que la mujer sera echada en la cama pasar encima de aquella sobre la
dicha mujer"69[69]. La primera parte es diáfana, ¿qué pretenden algunos señores
catalanes?70[70]: ius primae noctis. El verbo "prender" en el sentido de privar de
libertad71[71] connota el objetivo que subyace en el acto matrimonial de sumisión de la
mujer (nombrada por su sexo) al hombre payés (nombrado por su categoría social que
lo ha elevado a interlecutor del Rey), cuya realización el señor interrumpe
momentáneamente en el momento crucial para, sustituyendo al marido, poner en
evidencia la precedencia de su poder. La prueba de que la importancia del ceremonial
consuetudinario es sobre todo simbólica, está en la segunda parte, donde se desvela
alternativamente una variante moderada, sin penetración, que deja a salvo el ritual de

69[69]
J. VICENS VIVES, Historia de los remensas (en el siglo XV), Barcelona, 1978, p. 342.

70[70]
La formulación en el proyecto de concordia de 1462 es semejante con el matiz de la
relatividad: Que lo senyor no puxe dormir la primera nit ab la muller del pages. Item
pretenen alguns senyores, que com lo pages pren muller, lo senyor ha a dormir la primera nit
ab ella, E. HINOJOSA, El régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña durante la Edad
Media, Madrid, 1905, apéndice, p. 8.

71[71]
Vale asir, pero comúnmente se toma por llevar a la cárcel, S. COBARRUVIAS, Tesoro de la
lengua, p. 880.
poder: se echa a la novia sobre la cama y el señor pasa por "encima" de ella "en señal de
senyoria"72[72].

La diferencia entre el derecho de pernada y una violación simple reside en que


los gestos y su significado son, en principio, más importantes para el rito de la primera
noche que el mismo acto sexual forzado. Pero éste, además de lo que supone como
desahogo sexual y sensaciones de poder para el señor violador, no está exento de su
propio simbolismo. En los rituales feudales de toma de posesión se suele colocar
"encima" de lo poseído la representación del poseedor, pero también, tratándose de
casas y fortalezas, entra y sale el poseedor en el edificio poseído "en señal de señorío".
Tenemos motivos para pensar que la misogia de la época no tenía a la mujer en mejor
consideración que a los objetos materiales. El ritual señorial más efectivo y pedagógico,
en la noche de bodas, sería pues: acostarse con la novia virgen. El derecho pleno de
pernada comprende entonces necesariamente la violación de la recién casada por su
señor feudal. Conforme la promoción real e imaginaria de la mujer, y la lucha general
contra las prestaciones corporales y el omnímodo poder señorial, avanza durante la Baja
Edad Media, ius primae noctis va malogrando su aceptación como rito feudal, quedado
poco a poco reducido en las mentalidades colecticas a la violación que se perpetra en
cualquier momento y lugar contra mujeres doncellas, casadas, viudas o religiosas. Entre
la admisión del rito y la resistencia a la violación trascurren varios siglos: los que
necesitan a menudo los hombres para desprenderse de la cárcel de su imaginario social,
fruto último -o primero, según se mire- de sus condiciones de producción y existencia.

Al final, el derecho de pernada, residual en su aplicación, ya no interesa a nadie.


Argumentan sobre su "infructuosidad" los campesinos remensas, en 1462, para
convencer a los señores a que renuncien a dicha costumbre ritual: "e com aço [ésto] sia
infructuos al senyor e gran subiugatio al pages, mal eximpli e occasio de mal"73[73]. A
lo que contestan los nobles por partes: se ratifican en que nada de eso está ya vigente en
el Principado (reconocen por consiguiente su carácter tradicional), lo cual seguramente

72[72]
Se suele traducir "derecho de pernada" como el rito feudal de poner la pierna del señor
sobre el lecho de los vasallos la noche de la boda; todavía más moderado como ritual de
apropiación simbólica.

73[73]
E. HINOJOSA, loc. cit.
venían repitiendo una y otra vez frente a las acusaciones campesinas74[74], para
contradecirse a continuación y aceptar la anulación de la servidumbre de la primera
noche como si que fuese verdad lo contenido en la demanda de los payeses: por ser cosa
"molt iniusta e desonesta"75[75].

74[74]
Responen los dits senyors que no saben ne crehen que tal servitut sia en lo present
principat ni sia may per algun senyor exhigida, loc. cit.

75[75]
loc. cit.

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