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COSA JUZGADA

La idea de cosa juzgada, de este modo, alude al efecto que posee una sentencia judicial firme, el
cual hace que no sea posible iniciar un nuevo proceso referente al mismo objeto. La cosa juzgada
reconoce la eficacia de la resolución a la que se llegó tras un proceso judicial: por eso dicha
resolución no puede ser modificada.

Para que exista la cosa juzgada, tiene que haber una sentencia firme. A esta instancia se llega
cuando ya no resulta posible presentar apelaciones o impugnaciones para establecer
una modificación. Así, cuando la sentencia judicial está firme, se considera que el objeto sometido
al proceso no puede volver a juzgarse dada la existencia de la resolución en cuestión. Se trata, por
lo tanto, de cosa juzgada.

La noción de cosa juzgada se vincula a la fuerza atribuida al resultado de un proceso judicial y a


la subordinación que le se debe a lo decidido anteriormente por la autoridad. Esto hace que un
mismo hecho no pueda ser juzgado en más de una ocasión.

El concepto proviene de la sentencia latina res iudicata. Si una persona es demandada por una
acción que fue juzgada con anterioridad y sobre la cual recae una sentencia firme, el demandado
puede alegar la denominada “excepción de cosa juzgada” e interrumpir el nuevo proceso,
eliminando la chance de volver a ser juzgado por lo mismo.

Es posible decir que la cosa juzgada es un principio procesal, un concepto que también se conoce
con el nombre de principio del derecho procesal y que se define como el conjunto de reglas que
representan puntos de partida para construir los instrumentos fundamentales de la función
jurisdiccional, es decir, de darles origen, además de forma.

El derecho constitucional a la efectividad de las resoluciones judiciales en un plazo razonable

7. El derecho a la ejecución de sentencias y resoluciones judiciales forma parte del derecho


fundamental a la tutela judicial efectiva. Su reconocimiento se encuentra contenido en el inciso 2)
del mismo artículo 139º, en el que se menciona que “ninguna autoridad puede (…) dejar sin efecto
resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada (…) ni retardar su ejecución”.

8. Después de haberse obtenido un pronunciamiento judicial definitivo, válido y razonable, el


derecho analizado garantiza que las sentencias y resoluciones judiciales se ejecuten en sus propios
términos, ya que de suceder lo contrario, los derechos o intereses de las personas allí reconocidos
o declarados, no serían efectivos sin la obligación correlativa de la parte vencida de cumplir
efectivamente con lo ordenado mediante las sentencias judiciales.

9. La satisfacción de este derecho tiene por finalidad que las sentencias y resoluciones judiciales
no se conviertan en simples declaraciones de intención sin efectividad alguna. Ello obedece a que
el ideal de justicia material consustancial al Estado Democrático y Social de Derecho que emerge
de los principios, valores y derechos constitucionales, requiere una concreción no sólo con el
pronunciamiento judicial que declara o constituye el derecho o impone la condena, sino mediante
su efectivización o realización material, que se logra mediante el cumplimiento de la sentencia en
sus propios términos.
10. Como lo ha sostenido el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el arret “Hornsby c/
Grecia”, sentencia de fecha 13 de marzo de 1997, el derecho a la efectividad de las resoluciones
judiciales forma parte de las garantías judiciales, pues “sería ilusorio” que “el ordenamiento
jurídico interno de un Estado contratante permitiese que una decisión judicial, definitiva y
vinculante, quedase inoperante, causando daño a una de sus partes (…)”.

12. Debe resaltarse, por otra parte, que nuestro ordenamiento jurídico está fundamentado en la
necesidad de asegurar el valor de la justicia. Por ello, el artículo 44º de la Constitución establece
que entre los deberes primordiales del Estado se encuentra el de “promover el bienestar general
que se fundamenta en la justicia”. La capital importancia que para el interés público tiene el
cumplimiento de las sentencias obliga a los jueces y tribunales a adoptar las medidas necesarias y
adecuadas para garantizar la plena efectividad de los derechos fundamentales, lo mismo que a la
parte vencida el cumplimiento oportuno de los fallos judiciales.

13. En atención a lo precedentemente expuesto, el cumplimiento de los mandatos judiciales en


sus propios términos debe llevarse a cabo de forma inmediata, a fin de garantizar una tutela
adecuada a los intereses o derechos afectados de los justiciables. El no cumplimiento inmediato de
un mandato judicial, por el contrario, puede afectar no solo a quien es la parte vencedora en el
proceso (esfera subjetiva), sino también a la efectividad del sistema jurídico nacional (esfera
objetiva), pues, evidentemente, de qué serviría pasar por un largo y muchas veces tedioso
proceso, si al final, a pesar de haberlo ganado, quien está obligado a cumplir con el mandato
resultante no lo hace; es por ello que, de darse tales circunstancias, se estaría frente un problema
real que afectaría per se el derecho fundamental a la ejecución de pronunciamientos judiciales,
contenido de la tutela jurisdiccional efectiva.

I.1.- CONCEPTUALIZACIÓN DE LA TUTELA JURISDICCIONAL EFECTIVA

Se considera a la tutela jurisdiccional como el poder que tiene toda persona, sea esta natural o
jurídica, para exigir al Estado que haga efectiva su función jurisdiccional; es decir, permite a todo
sujeto de derechos ser parte en un proceso y así causar la actividad jurisdiccional sobre las
pretensiones planteadas.

Por su parte el Tribunal Constitucional sostiene que, “la tutela judicial efectiva es un derecho
constitucional de naturaleza procesal en virtud del cual toda persona o sujeto justiciable puede
acceder a los órganos jurisdiccionales, independientemente del tipo de pretensión formulada y de
la eventual legitimidad que pueda o no, acompañarle a su petitorio. En un sentido extensivo la
tutela judicial efectiva permite también que lo que ha sido decidido judicialmente mediante una
sentencia, resulte eficazmente cumplido. En otras palabras, con la tutela judicial efectiva no sólo se
persigue asegurar la participación o acceso del justiciable a los diversos mecanismos (procesos)
que habilita el ordenamiento dentro de los supuestos establecidos para cada tipo de pretensión,
sino que se busca garantizar que, tras el resultado obtenido, pueda verse este ultimo materializado
con una mínima y sensata dosis de eficacia“.[1]
Este derecho constitucional tiene dos planos de acción, siendo factible ubicar a la tutela
jurisdiccional efectiva antes y durante el proceso. La tutela jurisdiccional antes del proceso opera
como aquél derecho que tiene toda persona de exigir al Estado provea a la sociedad de
determinados requisitos materiales y jurídicos, los cuales son indispensables para resolver un
proceso judicial en condiciones satisfactorias, tales como: un órgano estatal encargado de
la resolución de conflictos y eliminación de incertidumbres con relevancia jurídica, esto de
conformidad con la finalidad concreta del proceso; otro elemento es proveer la existencia
de normas procesales que garanticen un tratamiento expeditivo del conflicto llevado a juicio. Por
su parte, la tutela jurisdiccional durante el proceso engloba un catálogo de derechos esenciales
que deben ser provistos por el Estado a toda persona que se constituya como parte en un proceso
judicial.

Siguiendo la línea establecida por el Tribunal Constitucional, la tutela jurisdiccional efectiva no se


limita a garantizar el acceso a la justicia, su ámbito de aplicación es mucho más amplio, pues
garantiza obtener un pronunciamiento sobre el fondo de las pretensiones que se deducen en un
proceso.

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