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The Cook Book
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Catyara
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Capítulo Uno
Psm & Co era una de las fábricas de alimentos más grandes del mundo. Los
Bullets estaban a punto de volar en pedazos todas sus instalaciones, incluidas las
oficinas de gerencia en la ciudad y también los locales de venta. Los planes
estaban hechos hacía tiempo, Lara había visitado las instalaciones por dentro y
monitoreaban todo el movimiento de la compañía.
Ningún animal saldría con vida de las granjas. Jacko creía que estaba mal, pero
no tenía cómo destruir el lugar de otra manera. Era un mensaje claro para el
gobierno, no se permitirían carnicerías nunca más.
Las petroleras y farmacéuticas comenzaban a armarse, así que habían resuelto
un golpe inesperado: la comida de la sociedad consumista. La gente que
trabajaba en las fábricas y locales serían muertos también, otro daño colateral.
Jacko envió un grupo reducido de gente a cargo de Wilson, otro a cargo de
Marcus y otro hacia las oficinas de Psm&Co. En cuanto apretara el botón rojo
comenzaría la debacle.
Apretó. Tenía ojos por toda la ciudad, drones premio de los asaltos a la Nan-Tec.
La granja principal estalló y luego las demás, en cadena y cada 60 segundos.
Después del tercer minuto estaban alertados los bomberos y la policía, lo que
desencadenó la respuesta del Comando de Defensa en doce.
Desde que comenzaron los asaltos los tiempos se habían hecho más cortos. El
Mayor y Marcus tuvieron que quedarse en la ciudad, no sería seguro regresarlos
pero ya los usaría de nuevo.
Sus ingenieros consiguieron mejorar notablemente la maniobrabilidad de los
drones y podía activarlos en vuelo aleatorio, gracias un programa hackeado a la
Armada hacía meses. Trasmitían comandos remotos desde los mismos cuarteles
del gobierno, querían levantar sospechas sobre infiltración en todos los niveles.
Activaron también otro paquete de datos de la Armada, que encontraron por
casualidad, con reportes sobre la construcción y expansión de los programas anti-
terroristas.
Jacko no conocía el impacto que podría generar sus actos en la sociedad. Había
desatado ataques en todo el globo, pero los políticos habían jugado esos juegos
toda su vida y comenzaba a renacer el fascismo.
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Un poco sorprendida por la muestra de afecto, Melissa volteó una última vez a
verlo y abordó.
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Supuso que la cinta había sido plantada para que los democráticos le temieran al
poderío de los Bullets y su jefe. Circulaban mitos de que eran capaces de correr
tan rápido como un automóvil o que escalaban edificios vidriados.
Cerró la computadora y se arropó en la cama. Probablemente, aquella sería la
última noche que dormiría en una cama decente.
“Bueno, no tan decente, pero al menos una cama”.
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Capítulo Dos
Esperó horas hasta que la primera señal apareció. Vio un reflejo sobre el agua a
las tres de la mañana en punto.
Era monitoreado. Entró pacientemente en la pequeña selva mientras terminaba
de conectarse a través de sus artefactos perimetrales. Tenía ojos y oídos
absolutos. La única manera de capturarlo sería bombardeando la isla entera y
eso no iba a pasar, valía mucho más vivo.
El primer grupo trató de establecer un perímetro. Alguien advirtió que los habían
descubierto, que estaban expuestos.
Jacko supo que era la oportunidad de atacar, tenían miedo y eso jugaba a su
favor. Cortó varios cuellos, los demás se reagruparon en la cabaña.
Activó los seguros de la casa y escuchó los disparos. El refugio había sido
equipado con una línea de fuego cruzado en el contorno inferior. Los cañones
estaban dispuestos en la base de concreto. Era efectivo, pero no se podía cargar
más de una vez por la temperatura del acero, la ronda era de seiscientos
proyectiles.
Cavó los pozos para los cadáveres, era lo menos que podía hacer. Para cuando
terminó ya era de día. Se quedaría el tiempo que fuera necesario.
-¿Qué…?
Fue lo único que se le ocurrió decir.
Miró a través de las ventanas del Hummer con la boca medio abierta. Le preguntó
al Mayor que estaba sucediendo.
-Hubo una vez, hace tiempo- dijo sin quitar los ojos de la ruta -, un ingeniero
social que decidió crear un nuevo tipo de ciudad, una del futuro. Sin necesidad
de tecnologías superiores a las que conocemos y con mejor aprovechamiento de
los recursos. Él lo llamó Proyecto Venus. Nosotros- refiriéndose a la ciudad en sí
-, la llamamos Libertad.
-Libertad… - repitió.
Se abrieron paso a través de calles, monorrieles en suspensión y trenes
electromagnéticos. Grandes espacios verdes eficazmente parquizados y múltiples
espejos de agua decoraban los exteriores del diseño, mientras que en el centro
de la metrópolis, una gran bóveda blanca y circular le cautivaba la vista.
-¿Có…?- continuó en monosílabos.
El Mayor le sonrió paternamente y se dedicó a conducir.
Tomaron una de las avenidas desde donde la selva dejaba de verse y las casas
circulares le tapaban el horizonte, debajo de una de las líneas de monorriel.
Melissa notó que esos también funcionaban con electromagnetismo, al igual que
los trenes de las afueras, solo que éstos últimos eran de carga y no de pasajeros.
Luego de diez minutos llegaron a la Cúpula, el centro exacto de la ciudad.
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indicándole hacia donde debía dirigirse, qué medio de transporte usar y los
horarios.
Aunque le causaba intriga viajar en el monorriel decidió ir a pie, quería ver la
ciudad. Consultó la tarjeta, que le mostraba todo lo que tenía alrededor. Incluso
los canteros y las fuentes.
“¿De dónde sacan estas cosas?”.
Libertad superaba altamente en tecnología al mundo de afuera. Todo era
eléctrico y la armonía en cada detalle la extasiaba, aumentando su percepción
sensorial. Sonrió sin quererlo todavía en el umbral de la Cúpula.
-Es un lugar maravilloso.
Volvió en sí y encontró la mirada de una muchacha, no mucho mayor que ella,
que la observaba con una sonrisa picaresca.
-Eres nueva, ¿no? Jacko hizo mucho por nosotros. Nos enseñó a vivir- continuó.
No hizo falta que contestara. No sabía si le hablaba en serio o era una enviada
del gobierno revolucionario para manipularla.
-Solo quiere ayudar- dijo y se fue.
La reportera tomó aquello como una opinión autoimpuesta (y un poco sombría).
Se alejó del centro de operaciones. Notó que la gente iba bien vestida, y además,
algunos descalzos, en especial los niños.
Melissa ubicó un banco en una plaza de juegos y escribió en su libreta todo
aquello que le llamaba la atención, como los niños descalzos y la chica que se
había encontrado antes.
-¿Señora?- le llamó una vocecita, interrumpiendo sus notas.
-¿Si?
Un niño de unos cuatro o cinco años.
-Si quiere le presto mi tablet.
Melissa abrió la boca de par en par.
-Es más fácil si en vez de escribir, lo dice- agregó -¿Ve?- y le mostró.
-Eh… No, gracias, amor. Me gusta más escribir- dijo con buenas intenciones.
El niño se fue a jugar y dejó la tablet en el banco.
Melissa pensó que las cosas no podían ser una casualidad y comenzó a mirar
para todos lados para ver si había alguien siguiéndola.
La ciudad era más grande de lo que parecía en la tarjeta y le tomó varios minutos
llegar hasta las zonas residenciales, donde se quedaría. El lugar no estaba
formado por bloques, sino por casas.
La puerta estaba abierta de par en par y no había nadie esperándola. Su equipaje
se encontraba allí, sobre la cama de la habitación. Chequeó con ahínco para ver
si le faltaba algo.
Hizo un recorrido por la casa. Los electrodomésticos se prendieron cuando entró.
Tenían un contorno de neón azul que se apagaba de a poco. La tarjeta hizo un
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Tomó el monorriel. Pasaba cada dos minutos exactos sin importar la cantidad de
pasajeros. Más gente descalza.
Sacó el cuaderno y escribió tratando de captar los pequeños detalles que hacían
al lugar.
Notó que mucha gente iba sonriente, cantando en voz alta o charlando con
desconocidos. Todo el mundo parecía ser feliz.
“Felicidad: ¡Check! Vine a parar a la maldita Colonia”.
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Capítulo Tres
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Capítulo Cuatro
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Condujo por la calle principal, estaba interesada en una de las zonas externas de
la ciudad donde se ubicaban los terrenos permaculturales. Sus habitantes solo
utilizaban los recursos naturales de la zona y construían lo demás mediante el
reciclaje.
Era gente muchísimo más simple que la de la ciudad, pero conservaban acceso
a las tecnologías y los recursos de la misma, e incluían ingenieros de Libertad y
nativos a sus proyectos para generar lazos entre las culturas.
Llegar no le llevó tanto tiempo como pensaba, al fin y al cabo, iba en auto. En
cuanto vio la primera casita echa con barro y hojas gigantes se impresionó.
Melissa conocía el sistema de bio-construcción, había leído sobre aquello, pero
nunca imaginó que podía resultar de aquella manera. Las paredes de los edificios
eran lisas casi a la perfección y tenían luz y agua corriente obtenidos de manera
alternativa.
Una muchacha fue a recibirle. Se llamaba Clara y hacía dos años que vivía en
Libertad.
-Esta es una oportunidad única de mostrar cómo debería vivir el ser humano-
dijo luego de las presentaciones -. No solo aquí, sino en Libertad y en todo el
mundo. Tenemos una calidad de vida excelente, algo digno de heredar a las
generaciones por venir.
Melissa asintió.
-¿Quiere entrar?- preguntó -. Le puedo mostrar la casa, si quiere verla.
-Seguro.
No tenían puertas ni ventanas, solo cortinas y alguna que otra tela mosquitera.
Los muebles de interior eran todos de madera, hechos a mano. Las conexiones
de luz y agua eran tradicionales pero al estilo Libertad, transparentes y flexibles.
-¿Tienen sensores aquí también?- preguntó Melissa.
-Claro. Todas las plantaciones son monitoreadas, cortesía de Jacko. Nos ahorra
mucho trabajo- soltó inocentemente.
-Me refiero a la electrónica civil.
-En realidad, no hay mucho para controlar. En la ciudad, cada persona tiene una
casa asignada a pesar que los inmuebles no tienen un verdadero dueño. Aquí
nadie vive en ningún lado realmente. Si uno lo desea, puede quedarse en una
casa, si no, no. Generalmente nos agrupamos para trabajar y terminamos
durmiendo todos juntos. Es como una familia descomunalmente grande.
-¿Y los niños se adaptan?
-Sí. Tratamos de darles todo el espacio posible, pero siguen dependiendo de sus
padres, en cierta manera. Generalmente los movemos con su familia.
-En cierta manera no, ellos realmente dependen de sus padres.
-Eso dije- devolvió con una sonrisa y un gesto tranquilizador -. Cada quien se
encarga de sus hijos de la misma manera que en el resto del mundo, solo que
tienen más libertad de acción. No vemos con buenos ojos la violencia verbal o
corporal y tratamos de educar a los más pequeños de acuerdo con lo que nos
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comentan que quieren hacer. Si uno de ellos decide ser ingeniero, lo enviamos a
estudiar a Libertad y hacemos que vengan profesionales hasta la comunidad para
instruirlos, a ellos y a nosotros, y si quiere ser artista, lo mismo, puede estudiar
aquí o donde quiera.
Melissa continuó las preguntas por un rato, mientras bebían té negro y admiraban
los diseños de las casas. Clara la invitó a pasar la noche pero se negó.
-Bueno, si quieres volver por aquí antes ir al sur puedes hacerlo con toda
confianza. No hace falta siquiera que nos avises.
-Lo haré, me gustó muchísimo lo que vi.
Era cierto. Si bien las preguntas no la satisficieron del todo en un principio, luego
de ver a la gente que vivía allí cambió radicalmente de opinión. De hecho, no
todas las personas de la comunidad tenían familia o colaboraban con la
construcción y mantención de la comunidad. Se encontró con un arquitecto, que
había mejorado los diseños de la Cúpula, que estaba allí solo tomándose meses
sabáticos. El hombre hacía literalmente nada, vagaba charlando con la gente y
tocando bongós.
Era una escena extraña para Melissa, pero en aquel lugar todo se le hacía
extraño. Lo que le sorprendió fue la armonía con la que circulaba la ciudad, en
todos sus sentidos. La gente no corría ni se chocaba. Se relajó. Después del susto
de la noche pasada ya no tenía ganas de estresarse demasiado.
Pasó algunos días sola, simplemente atendiendo a eventos culturales. Durante la
mañana caminaba por la selva y tomaba fotos de cualquier cosa que se le
apareciera enfrente.
Vio grupos de nativos caminando en contra de la corriente del río, dos veces. No
trató de hacer contacto, pero tampoco percibió hostilidad en su contra,
simplemente la miraron y continuaron camino. Una mujer le había contado que
ellos también iban a Libertad a buscar provisiones y a visitar doctores.
Una mañana, su tarjeta le comunicó que le habían extendido una invitación para
volver a la Cúpula, donde se encontraría con personal del ejército.
Melissa no dudó en responder afirmativamente y partió. El mismísimo Jacko
estaba en el centro de comandos.
-Señorita Lockehearth.
Melissa respondió asintiendo con la cabeza. No le parecía necesaria tanta
formalidad.
-Espero que haya encontrado lo que necesita para su artículo- continuó el
Guardián -. Lleva aquí un par de semanas.
-Aún creo que no está listo para salir- mintió.
-Si necesita de alguna clase de asistencia, sabe que todo nuestro equipo está a
disposición.
-Lo que necesito no es a su equipo, señor O’Heilm, lo necesito a usted.
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La reportera sabía que una entrevista con el Guardián le aseguraba una primera
plana en todos los noticiosos. Era la jugada perfecta.
Jacko se tomó un tiempo.
-No lo creo- resolvió.
-¿Por qué?
-No lo entendería.
-Pruébame- sugirió con coqueteo.
Jacko suspiró.
-La verdadera base de Libertad es que no posee ningún gobernante, ningún
Imperatore que decida sobre los demás. Aquí solo soy el líder de los Bullets, un
militar.
-Cuéntalo al mundo como me lo cuentas a mí.
Jacko frunció el ceño.
-No quiero que se vea como lo que no es, pero acepto. Si su nota no es precisa,
la encontraré- bromeó.
La reportera sintió un escalofrío pero le sonrió. Acordaron la hora y el día y volvió
cada uno a lo suyo.
Melissa continuó el paseo por la ciudad, disfrutaba de los días soleados y las
noches nubladas. En aquella época llovía mucho y el cielo siempre terminaba
gris. Le parecía poético.
Charló cuanto pudo e hizo varias amigas. Una chica de su edad la invitó a tomar
el té. Cuando llegó a la casa, la rodearon otras mujeres de la zona, todas viviendo
en Libertad desde el día cero.
-¿Realmente le dicen “día cero”?- preguntó.
Violeta le devolvió una sonrisa gigante.
-¡No! Solo es una broma entre nosotras.
Se habían apartado un poco, se llevaban extremadamente bien. Violeta había
querido ser periodista de no haber tenido dos hijos, cuando decidió solo ser
mamá. Y Melissa veía en ella todo lo que se imaginó que sería, una madre
cariñosa y progresiva que dejaba a sus hijos crecer en la naturaleza y sin
ataduras. Su nueva amiga representaba la esperanza que le quedaba de terminar
la vida de una manera cuerda.
-Te admiro muchísimo, amo lo bien que te ves y la gran familia que tienes- se
sinceró Melissa.
-¡Tú eres quien envidio! Una gran carrera en la ciudad, independencia- devolvió
Violeta sonrojada.
Dispararon algunos elogios más y volvieron a la charla banal. Las demás seguían
atrapadas por el buen aspecto de Jacko y su forma de ser.
-Es increíble que un hombre pueda ser dos personas al mismo tiempo. Sabemos
lo que hace ahí afuera, pero en la ciudad es completamente diferente- dijo una
de ellas.
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Capítulo Cinco
Contaba los días, los segundos. Sabía que debería volver a la Capital. Habló con
el exterior a través de una radio de la Cúpula.
-No tiene permiso de hablar absolutamente nada sobre Libertad- le prohibió el
Mayor sin más.
-¿Y de qué demonios voy a hablar, entonces?
-Usted es la reportera. Invéntese algo.
-Los reporteros re-por-ta-mos.
-Pues le apago la radio.
-¿Es una broma?
-No.
-No sea chiquilín.
-No hable de Libertad.
Melissa suspiró mientras se mordía el labio.
-A ver, quiero utilizar la maldita cosa- dijo tomando el micrófono.
Wilson encendió la radio e hizo señas que hablara.
Entendió que no iba a dejarla en paz.
-Aquí Lockhearth.
-¡Mina!- devolvió Julio con entusiasmo - ¿Cómo estás? ¿Estás bien?
-Sí, sí. ¿Qué me cuentas?
-¿Qué cuentas...? ¿Estás tomando drogas?
-¡Hey!
-Lo siento, lo siento. Te extrañamos, ¿sabes? Nos tienes preocupados.
-Lo imaginé, pero sabes lo difícil que es apuñalarme- bromeó -. En unos días
tendré lo que necesito.
-Un spoiler, por favor- dijo Julio con su lado periodista.
-Nada, lo siento. Tengo un orangután armado que no me deja hablar hasta que
vuelva. En una semana o dos a más tardar.
-Mina, ¿puedes irte?
El día le parecía ideal para estar afuera sin hacer nada, y se la pasó bebiendo
jugos orgánicos y paseando.
-Es increíble que se junten sin distinción, chicos, grandes, mujeres y varones. Eso
no ocurre en el sur- dijo mientras se acomodaba en el césped de la plaza.
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-Cierto, pero debería ser así de todas maneras… Perdemos mucho tiempo
etiquetándonos, haciendo caso a nuestras diferencias anatómicas y no a las
reales.
-¡Mierda! Es verdad- se le escapó a Melissa con algo de rabia -. Lo peor es que
tengo que volver. Aquí se la pasa de maravillas. ¿Es de zanahoria?- preguntó
mientras el chico le alcanzaba el vaso térmico.
-Y remolacha, ideal para los días de calor. ¿Sabes? Yo pasé casi toda mi vida en
este lugar, hace más de diez años que estamos aquí y ya no recuerdo como era
antes de todo esto.
-¿Libertad tiene diez años?
-Casi, mis padres son arquitectos. Ayudaron en la planificación y construcción de
la ciudad.
-¿Cuántos años tienes?
-Cumplo trece en unos meses.
-Te abrazaría pero luces más listo que yo.
El chico soltó una risotada y dejó de prestar atención hasta que se fueron.
Melissa había decidido a escribir un pedazo de su historia y quedaron en verse al
día siguiente en la biblioteca, que era uno de los pocos edificios que le faltaba
conocer.
La cantidad de material se le acumulaba puesto que allí todo era diferente, pero
no se sentía con ganas de escribir. Estaba desmotivada y, por sobre todo,
relajada. No quería escribir y no podía escribir.
Tampoco le preocupaba mucho no ser productiva. En el norte no existía el
gobierno como ente de administración y distribución, ni las fuerzas armadas
preventivas, ni las cárceles, ni las oficinas. La gente hacía otras cosas.
Casi sin querer, Melissa comenzó a verse involucrada en algunas actividades que
antes le parecían irrelevantes, como artesanías y música. Unos días antes le
habían prestado un laúd y hasta se puso a pintarlo.
-Sabes, ayer me sentí una hippie. Pinté con acrílico el laúd que me dieron en la
plaza.
Marcos la miró divertido, pidiéndole más explicaciones.
Charlaron mientras caminaban, la biblioteca se encontraba cerca de la Cúpula y
tenían varias cuadras a pie. Marcos le contó un poco de su vida, pero no mucho
más de lo que ya sabía. Parecía como si los eventos pasados, aquellos que
moldearon su comportamiento, no le importaran; como si lo único que pudiera
tener un chico de trece años fuera el presente.
-¿Qué quieres ser cuando seas grande?
-Aún no lo sé, pero creo que iré a la universidad a aprender carpintería.
-¿Qué? ¿Aquí dan carpintería en la universidad?
-Sí.
-Eso es genial. Y, ¿qué cosas haces todos los días? Como costumbre.
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El protocolo de ingreso fue casi nulo excepto por los scanners, y sin más fue
directo a la sala central, a donde se estaba la supercomputadora.
-¿Hola?- saludó al aire y otros saludos le retornaron bajito.
-Lockhearth, bienvenida- saludó Jacko -. No la esperábamos.
-Andaba cerca y decidí pasar.
El Guardián la miró estático unos segundos y le hizo señas para que se acercara.
-Ya es famosa en Libertad. Algunas personan hablan de usted. Hasta dicen que
tiene potencial.
-Optimistas, asumo.
-¿Necesita alguna clase de información?
-No en realidad, solo quería ver cómo operan.
Jacko asintió y abrió un holograma en el centro de la mesa.
-Mire, éste video es de ayer. Un espía quiso infiltrarse en la ciudad desde la selva,
mis agentes lo interceptaron.
La filmación mostraba al individuo desde varios sectores, como si la vegetación
estuviera llena de cámaras.
-En cuanto fue puesto en evidencia, abrió fuego y tuvo que ser neutralizado. Para
siempre.
Melissa estaba helada, el video incluso continuaba con nuevas tomas del
asesinato.
-Aquí hay más sobre situaciones similares… Ah, sí; en éste salimos Wilson y yo.
-¿Cómo es que esto pasa? Quiero decir, ¿sucede a menudo?- las imágenes
continuaban una detrás de otra.
-Sí y no. Hemos tenido muchos intentos de infiltración desde que nos dimos a
conocer, pero la cifra real no supera los seis casos por año. Es una amenaza
contenible, y francamente esperábamos situaciones peores.
-¿Con peores se refiere a más de un espía por ataque?
-No, tuvimos intentos de regimientos enteros también- desplegó más videos -.
Me refiero a la frecuencia de esos ataques. Al principio creí que era una jugarreta,
pero hackeamos comunicaciones militares y al parecer no tienen los recursos
necesarios para llevar a cabo operativos significantes. No es que no cuenten con
el dinero, solo que la corrupción es tan grande, incluso dentro de las fuerzas, que
todos sus fondos se ven comprometidos. Aparte que nuestros contratos con otros
países y algunas compañías del sur bloquean los intentos de recibir préstamos
relevantes y/o ayuda militar.
-Guau.
-No puede poner eso en sus informes- advirtió, pero luego lo pensó mejor -.
¿Sabe qué? Si puede ponerlo en sus informes. Le voy a dar todos los videos éstos
que ya vio, y también voy a darle copias de las comunicaciones que
interceptamos como prueba de la corrupción de su gobierno.
Melissa estaba a punto de sorprenderse, pero luego recordó que ya no podía
volver a sentirse así nunca más.
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-¿Y qué hay de ustedes? ¿También me dará copias de sus incursiones a la ciudad?
La expresión del Guardián se volvió austera.
-Las actividades de los Bullets están fuera de su alcance. De todas maneras, no
se preocupe; estoy seguro que ya tiene toneladas de información de nuestros
ataques. Después de todo, los utilizan como excusa para continuar soportando
el sistema putrefacto bajo el que se rigen.
-Usted habla de corrupción y guerra como si fuese algo cotidiano y efímero pero
es aterrador. Ya no sé quién tiene la razón aquí, pero estoy segura que no se
soluciona a balazos- soltó con honesta rabia.
-Es usted la que no sabe de lo que está hablando. A usted no la persiguen por
pensar diferente ni le niegan un trabajo por ser de color, ni le repiten todos los
días en la cara que cada persona tiene lo que se merece mientras se seca los
mocos en una estación de tren pidiendo monedas. Es usted la que no sabe lo
que les hace la guerra a los niños en el desierto, donde es más fácil conseguir
una kalashnikov y cinco gramos de cocaína que un litro de agua. No le mutilaron
sus partes a los diez por alguna estúpida tradición, ni la violaron sus padres.
Usted es la que decide levantarse todos los días en este mundo mugroso y tolerar
lo intolerable porque no tiene las agallas de hacer lo que hace falta para cambiar
las cosas. No me hable de balas, Lockhearth, la única justicia que existe son las
balas.
Fueron interrumpidos por un profesor que requería de Jacko. Melissa se sintió un
poco mal y decidió retirarse.
Estaba contenta con lo que hacía allí, con sus nuevas respuestas y preguntas.
Cada vez le gustaba un poco más Libertad, pero se sentía cansada. Estaba
exhausta por aquello en lo que se estaba convirtiendo, ya no confiaba en nadie
y eso le daba miedo, pero “vuelve la carne acero”. Melissa se transformaba de a
poco en alguien que sin temores.
Antes de poner un pie dentro del monorriel decidió entrenarse. Volvería a la
ciudad a decir cosas buenas de los terroristas, estaría apoyando la causa del dolor
y de los muertos. Ya era uno de ellos.
Sin dudarlo se inscribió a Kick-boxing y comenzó ese mismo día. Continuó
asistiendo a los encuentros en los parques. Volvió a probar marihuana y le pareció
fantástica. Los días se le escurrieron entre los dedos y la fecha de regreso se hizo
inminente.
Le pidió a uno de los proveedores de vestimenta que le regalaran algo de ropa.
Algunos de los trajes que utilizaban para asaltar le parecían increíbles y quería
uno. Se imaginó presumiéndolo por el periódico.
Comenzó una lluvia torrentosa como solo puede darse en la selva. Estaba a tres
días de la vuelta al sur y le esperaba una catástrofe. Ya tenía los documentos
que le había entregado Jacko en la mano, estaban llenos de información sucia
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Capítulo Seis
Jacko llegó a la playa tal y como lo había planeado. Tenía el ferry cargado con
las provisiones que podría llegar a necesitar, además de otros cargamentos en el
continente que aguardaban a su regreso.
Le impresionó la vista de la selva que se abría ante él. Era una de las pocas cosas
que lo hacían sentirse pequeño.
Comenzó el trayecto. Tenía que llegar hasta el punto más recóndito de la isla;
una playa pequeña oculta detrás de los riscos. Quedaba fuera de las rutas de
viaje de los barcos comerciales que transitaban en la zona, que de por sí eran
pocos.
Caminó alrededor de cuatro horas, para recién ver el acantilado que lo separaba
de la pequeña herradura que rodeaba la costa.
Armó las tomas para asegurar las cuerdas. Colocó tres de ellas, aún a sabiendas
que sería innecesario, pero necesitaba que no le fallara. Ató la mochila a la cuerda
y la bajó con las manos. Colocó los seguros y amarres para el descenso; tardó
menos de dos minutos de rappel, pero solo porque conocía las técnicas.
En cuanto llegó al suelo húmedo del acantilado, dejó los arneses y emprendió a
la playa, que estaba a unos veinte minutos de su posición. Debía cruzar la selva
y delimitar el camino, así que despejó cuanta maleza pudo.
Le gustaba el olor a naturaleza recién cortada.
-Podría pasar toda mi vida aquí… - se habló a sí mismo.
Llegó por fin a la arena desde donde veía el mar abierto. Activó su posición en el
GPS para llevarse una imagen holográfica que le serviría para los planos. Había
robado toda aquella tecnología de la Nan-Tec Multiverse y quería aprovecharla.
Perdida la única persona que había amado en el asalto, creyó que la mejor
manera de honrar a su hermano era siguiendo adelante. Era en lo único que
podía pensar.
Desarmó la mochila y sacó una alarma perimetral. La activó en varios puntos
estratégicos de la isla. El sistema escanearía la zona completa para luego
monitorearla minuto a minuto. Ya poseía el control de toda la costa.
Dejó, además, varios otros objetos de medición para recolectar toda la
información posible. Volvió hasta el acantilado desde adonde había bajado y
escaló, la mochila le pesaba bastante menos. Llegó al bote cuando el sol
comenzaba a bajar. Aún tenía un día más de viaje hasta el continente.
quienes traían materiales y provisiones que debían bajar únicamente por la ruta
trazada por él. Sería una odisea, pero valdría la pena.
Terminaron al cuarto día, la cabaña estaba alzada con una sólida platea de
concreto construida sobre las rocas, junto a la costa.
Pensó en días venideros mientras transitaba el tercer y último viaje hacia la isla.
Tenía una meta al fin, estaba estancado y necesitaba avanzar.
En cuanto llegó, prendió fuego el bote para que no fuera posible rastrearlo.
Incluso despojaron internet de los registros sobre ella. Era un lugar en el medio
de la nada donde nadie vendría por él.
Jacko se sentó tranquilo en la primera noche. Sabía que no tendría mucho que
hacer durante un buen tiempo. Continuó liderando a los Bullets desde allí, solo
que a través de fibra óptica, fue una proeza conectar aquel inhóspito lugar con
Libertad.
Tuvo mucho tiempo para pensar y repensar pero continuó con los proyectos de
mejoramiento de la tecnología robada. Jacko no era ingeniero ni tenía diploma
universitario, pero sabía mucho de muchas cosas y amaba leer. De chicos, solo
tenían libros en las estanterías y tiempo de sobra. Leyó de todo lo que pudo,
incluso diccionarios y novelas en otros idiomas.
Estaban revolucionados con su arribo a las oficinas, pero tenía aún preguntas
que responder, aparte de la inspección y entrevista en la frontera. Tres oficiales
de la policía se encontraban en su despacho. La bombardearon durante casi una
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hora con indirectas para que testifique ante un tribunal sobre su viaje por el
norte. Melissa les dio información, que los agentes consideraban vital para sus
investigaciones, pero estaba segura que los Bullets estarían preparados para ello
y confiaba que así lo hicieran. Confirmó la existencia de la ciudad y también
algunas especificaciones sobre su soberanía energética, ratificó las sospechas de
que era la revolución la que estaba saqueando las provisiones. Los agentes se
fueron contentos y dejaron sólo una tarjeta detrás.
Melissa comenzó ese mismo día con la historia. Se reunió con Julio para designar
el personal necesario y los recursos, mientras le relataba su historia y mostraba
sus notas. Julio comenzó a sentir el peso inmediatamente.
-Mina, espera un momento. Esto es incluso peor. Estábamos esperando guerra,
violencia y muerte, no iluminación. En algún lado está el truco, lo sé.
Ella suspiró.
-Yo pensaba lo mismo hace no mucho tiempo y volví sin respuestas. Julio, esto
no es peor, es terrorífico. El maldito Guardián tiene razón.
-Es un asesino.
-Lo sé, es un bastardo asesino, pero tiene razón.
Estuvieron así por horas, en la ex-sala de despachos. Concluyeron que todo debía
publicarse y condujeron el caso en dos grupos, y entre los dos redactarían la
historia.
Antes de la primera impresión hubo segundas opiniones, aunque el grupo era
sólido. Votaron un sábado por la tarde y la edición del domingo fue impresa con
la primera “Wakanda” de portada.
Ese mismo día, Melissa fue citada a la corte federal y sufrió un allanamiento. El
gobierno se sentía ridiculizado por la historia y quería retirarla a toda costa; el
periódico se valió de precedentes para no ceder.
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-Necesitamos llevar la lucha donde no sea posible pelear. Las bajas Bullets son
casi nulas pero no las de la ciudad. Hemos matado casi tanta gente como la gripe.
-No es gracioso.
-Tres mil setecientas dos personas. Tampoco creo que sea gracioso- devolvió el
Guardián.
“Lo voy a googlear”.
-¿Puedo preguntarte una cosa más?
Asintió levemente.
-¿Crees que hay una chance? Entre nosotros dos.
Jacko no pudo contener una sonrisa.
-Estamos en la ciudad del futuro, al borde de la guerra. El precio por nuestras
cabezas es enorme. ¿Crees tú que la haya?
Volvió a los barrios residenciales para asentarse. Ésta vez creía que para siempre,
aunque significara muy poco. Había perdido la capacidad de imaginar lo que
podría pasar en un par de meses, incluso semanas.
La realidad era que ya no le importaba. No podía preocuparse por aquello cuando
sabía lo que sabía y amaba a quien amaba. Vio su sonrisa distraída en los espejos
y recordaba cuentos de la infancia, donde las princesas conocían a los príncipes
y se enamoraban de ellos por lo que podían hacer. Admiraba a Jacko consciente
de la situación, sentía unas ganas tremendas de luchar.
Tomó una ducha y salió a recorrer el vecindario. Necesitaba conocer lo que
pasaba por la mente de los residentes de Libertad. Documentó variadas
reacciones, todas igualmente provechosas:
-No tengo miedo, pero me preocupa estar en guerra abierta con el sur.
Aquí tengo mi familia, mis amigos y mis aspiraciones.
-¿Pelearás por nosotros?
-Deberíamos habernos enfrentado hace años, esos malditos han estado
saqueando y mintiendo desde que la historia es historia, merecen pagar.
-Las cosas no cambiarán en la ciudad, lo harán en el sur. Su gente también
está harta. Lucharán por sí mismos y nosotros los apoyaremos. Hay que
devolverle al César lo que es del César. Comerán basura de sus basureros
y se limpiarán el culo con sus billetes.
-¿Fuiste tú la de Wakanda, no? Te felicito.
-La guerra no es la mejor opción, pero si hay que pelear lo haremos. No
dejaré que destruyan la paz que construimos con tanto trabajo, vamos a
proteger el futuro.
-Jacko es violento y eso genera violencia. No estoy de acuerdo con la
guerrilla, pero a estas alturas ya no depende de nosotros, ni de los Bullets.
Ya no existe el gobierno en el sur y si alguien declara la guerra serán los
aristócratas y burgueses que no conciben su caída del poder. Ésta será la
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El Mayor Wilson la llamó para pedirle consejo sobre una nueva visita diplomática
a la ciudad desde el sur. Le consultó sobre posibles candidatos.
-¿Reporteros?
-No necesariamente, ya que todavía anda por aquí- bromeó -. Estaba
considerando ingenieros, filósofos, profesores, etcétera. Lo que crea
conveniente.
-Bien. Creo que puedo extenderle una lista, pero el mundo es un lugar gigantesco
y solo conozco gente del país, con alguna que otra excepción.
-Lo que considere apropiado está bien, tomaremos su opinión como parámetro.
-¿Parámetro? Le voy a dar órdenes.
-Necesita ser bonita para eso.
Melissa le amagó un golpe.
Tomó cartas en el asunto, tenía que recomendar gente para la ciudad y le
preocupaba equivocarse. A esas alturas solo podía confiar en Julio, pero lo
necesitaba en el sur para continuar la publicación.
La búsqueda de voluntarios duró poco, sin embargo. Por la tarde, un día antes
de la sexta entrega de “Wakanda”, sus tarjetas personales dieron aviso del
movimiento masivo de las tropas.
Todo lo que podía ser utilizado para la guerra había sido alistado en el sur,
militares, policía, bomberos. El Senado Fundacional estaba decidido a destruir
Libertad.
Los pocos misiles con los que contaban fueron eliminados en ese instante, los
Bullets atacaron los tres puertos principales simultáneamente. Desbarataron gran
parte del arsenal y solo quedaron las tropas a pie, aunque también iban en caída.
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Les era trabajoso atravesar la selva, y los Bullets volaron tanques y camiones.
Era la única forma que encontraba el Guardían de minimizar los riesgos. Morían
soldados y disminuía el arsenal.
Para cuando llegaron a Libertad, las tropas del sur ya eran un tercio de las que
originalmente habían partido. Pero las naves irrumpieron el perímetro de la
ciudad, la Fuerza Aérea había recibido un aumento presupuestal encubierto.
Las baterías anti-aéreas en los límites externos funcionaron bien, eliminaron casi
el ochenta por ciento de los jets, y las bajas fueron pocas también.
Libertad fue atacada en ese día, sin embargo. Los misiles cayeron
mayoritariamente en los campos de cultivos. Jacko sabía que se avecinaba una
época oscura, pero estaba seguro que sobrevivirían.
Bombardearon la ciudad, pero no tuvieron en cuenta su funcionamiento de
contingencia. Ninguna persona fue dejada atrás, ni siquiera hubo heridos.
Libertad fue la primera ciudad en guerra sin un solo ciudadano muerto, y también
su primera apertura al mundo, aunque bajo una lluvia de acero.
Los Bullets activaron los trajes. El sistema fotovoltaico tenía bobinas en las calles
de paneles que imantaban a la ciudad completa, y gracias a eso podían volar.
Sus trajes estaban imantados y poseían alerones, despegaban entre setenta
centímetros y un metro. Con esa clase de equipamiento fueron recibidos los
ejércitos restantes del sur y quedó poco de ellos. La resistencia apagó en un solo
día, el primer y único foco de guerra real entre las dos facciones.
FIN.
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Capítulo Uno
-No lo entendés todavía… Necesito crear un alter-ego que crea en las mismas
cosas que yo, digamos, pero que sus métodos sean… otros- achinó los ojos y le
sonreí -. Yo sigo hablando de la libertad de expresión, de los perjuicios de la
política y demás, pero usando la palabra como medio, ¿Mmh? Este tipo no. Tiene
que ser como Batman. Alguien que pueda usar la violencia productivamente,
como poner una bomba en el Congreso.
Estaba todo ahí.
-¿Cómo se te ocurre…?
-¿Qué?
-Ay…- suspiró -, que a veces soñás. Mucha televisión.
-Mirá, no es tan difícil. Me estoy volviendo una figura pública, por esto, ¿viste?,
y ahora tengo un poco de guita y la quiero a usar. Voy a buscar a alguien que
sepa artes marciales y no tenga miedo de hacer lo que hay que hacer.
Le guiñé un ojo y me cruzó las manos detrás del cuello.
-Ay de mí, ay de mí…
Sabía que estaba medio loco, pero le conté lo mío y se sintió especial, distinta.
Nos dormimos. Bah, ella lo hizo, nunca me acostumbré a compartir la almohada.
Arlequín.
Sofía.
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Catyara The Cook Book
Fue una noche adolescente típica. Juntamos unos pesos, unos amigos, un alcohol
y un par mil. Las fiestas eran en casas eventualmente fuera de control parental,
dignamente reclamables.
Opción uno: Fin de semana y boliche. O: Día hábil, cosa no muy anormal, hasta
que alguien se cayera de la silla. Este caso era martes, lo sé porque parte del
chamuyo fue putear matemáticas, que cursaba los martes.
Después de la fiesta salimos un par de veces pero no terminó en nada serio. Yo
empecé la universidad, a ella todavía le faltaba un año y nos dejamos de ver.
Después me la cruzo en una de esas jodas del recuerdo. Andaba hecho un filósofo
con ideas anti-políticas y me estaban pasando en la radio. Ella estudiaba idiomas
y trabajaba medio tiempo para pagarse el viaje.
-¿Ah, sí? ¿Y entonces como proponés que la gente se organice sin ningún sistema
político? ¡Es anarquía!- dijo esa noche.
Le expliqué que no hacía falta tener gobernantes para mantenerse organizados.
No sé si entendió pero se quedó ahí conmigo.
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Capítulo Dos
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en una pared, sino para entrar en una casa a cagar a palos a un senador. Yo
sería una especie de patrocinador. Armas, droga, lo que sea que necesites.
Prendió un cigarrillo.
-Me parece imprudente, a decir verdad.
-¿Por qué?
-¿Qué sentido tendría? En el caso de poder, provocaríamos que el gobierno se
volcara en contra de la población, ya sea por desconfianza o miedo. Crearíamos
un gobierno autoritario con la excusa de la amenaza. ¿Entendés?
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Capítulo Tres
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-¿Diego?
No, el papa.
-Sí, campeón. ¿Todo bien?
-Se. Mirá, estuve pensando en lo que charlamos. Tengo ganas de concretarlo.
¿Te podés juntar hoy?
-Decime dónde y cuándo y nos vemos ahí.
El salmón había mordido el anzuelo. Todavía no arrancaba el día y las cosas
empezaban a salir bien. Me levanté radiante.
-Hola, amor- tiré cuando vi a Sofi.
Se sentía un olor a tuco tremendo. Me sonrió y la besé, ella también estaba de
buen humor. Le conté mis avances. Preparé unos mates para no irme con la boca
llena de gusto a dentífrico y salí.
Bajo Flores. Hogar del cuervo y el fasito.
Jugaba de visitante así que mantuve un ritmo apretado, con las manos en los
bolsillos y la cabeza alta. Me acompañaba el viejo y querido Spinetta (el tipo
desaparece cuando no querés escucharlo), sin tiempo para distracciones.
Llegué al rancho y me esperaba con café y facturas. Después de unos minutos
de nada me dirigí hacia donde quería.
-Bueno, ¿alguna sugerencia?
-Antes de la sugerencia, una pregunta, ¿Por qué no lo hacés vos?
-Soy una figura pública y estoy en contra de la violencia y soy totalmente pro
revolución no-armada. Sería hipócrita hacer ambas cosas.
-De todas maneras sos el genio detrás de cámara…
-Sí, pero no es lo mismo. Yo voy a hablar mierda de este personaje que
pretendemos crear. Necesito lograr adeptos ideológicos del mismo modo que
nuestro héroe necesitará los suyos. Además, no me va a dar el tiempo para hacer
ambas cosas.
-Se… De todas maneras es hipócrita ¿no?
-Solo vamos a saber vos y yo. Además, no es que realmente crea en esto, sino
que estoy seguro que aceleraría el proceso.
-Ah, en eso tenés razón- se acomodó en la silla y dejó el café en la mesa -. Con
respecto a la sugerencia, se me ocurrieron un par de cosas que podrían hacer el
plan un poco menos absurdo.
-Soy todo oídos.
-Primero que nada, me parece conveniente armar una organización. Que las
acciones no dependan de un solo hombre- su tono de voz se agravó por tener la
garganta fría. No hacía mucho que se había levantado -. Segundo, antes de sacar
al personaje a la luz tenemos que disponer de todo lo necesario: armas, chaleco
anti-balas, arneses, etc. Y por último, necesito otra clase de entrenamiento.
-Sí… Organización no puede ser. Sería muy caro y habría que entrenar a mucha
gente. Un solo tipo puede hacer cosas impresionantes. Por lo de los preparativos
estoy dispuesto a cooperar con todo lo que sea necesario, durante el tiempo
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Sofi armaba ñoquis caseros, una de mis debilidades. A veces la comida era lo
único que realmente importaba. Nos tiramos una siesta y, con la buena onda de
la mañana, no dormimos un sorete.
Partí a Lobos sin recuperarme del dolor de espalda.
-Hola. Diego- dije cuando entré. Había tres o cuatro pibes tomando una Coca y
jugando al truco.
-¡Ah, sí! Yo soy Nicolás- me dio la mano -. Hablamos por teléfono.
-Un gusto. Contáme un poco de que se trata todo esto.
-Bueno, lo que hacemos acá se llama paracaidismo. ¿Sabés más o menos de que
se trata?- oh, sí, por supuesto. Es como el paddle pero con la raqueta en el orto
-. Organizamos las cosas y salimos al hangar, que está a unos kilómetros de acá,
así te muestro el equipamiento y lo demás.
No entendí muy bien por qué me quería llevar a ver el hangar antes de hablar de
precios, pero no me negué. Mientras más supiera, mejor.
Durante el trayecto preguntó por qué había elegido hacer el curso de
paracaidismo y le conté que estaba interesado en salto BASE, y la única manera
de poder comprar un traje era acumulando horas de vuelo y una certificación.
-Mirá vos…- tiró pensativo -. No hay mucha gente en Argentina que tenga un
traje de ardilla. Quizás no haya nadie.
-Mejor- dije.
Nada más lejos de la realidad.
Un tinglado enorme con un par de avionetas adentro tapadas con nylon. Más
allá, una cabina de unos cuatro metros cuadrados. Asumí que era el famoso túnel
de viento.
-Estas son nuestras avionetas- señaló lo obvio -, con las que hacemos el diving.
Eso de más allá es el túnel de viento. ¿Querés ver los equipos?
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-Vamos.
Se pasó como media hora con los detalles de los paracaídas, las velas, los
sistemas de emergencia, el traje, etc.
-No sos muy charlatán, ¿no?
-Se me dan mejor otras cosas.
-¿Y de qué laburás, che?
-Soy músico.
Me miró.
-¡Ah! ¡Ya sé quién sos!- cambió de tono. Es normal si no se aprende a controlar
el registro -. ¡Mirá vos! Mi pibe te fue a ver al Luna hace unos meses ¡Si le cuento
se muere!- se rio -. El curso de 20 horas te sale diez lucas y el de 50 está en
trece- se le levantó una ceja esperando que le negocie los precios.
-¿Cuándo te puedo confirmar y cuando arrancaríamos?
-Mirá, si te apurás, te podemos hacer entrar con los pibes nuevos que están
ahora. Si no, hasta el año que viene.
-Genial. Ahora no tengo las diez lucas pero si me bancás unos días, hasta el mes
que viene, te las pongo todas juntas.
Se le escapó otra sonrisa.
Me tomé el palo. Medio me arrepentí cuando me agarró el tráfico bonaerense.
Pulsé la guitarra una vez más para ella. Le mostré uno de los blues nuevos y le
encantó. Sus ojos brillaban cuando tocaba y mucho más si la letra hablaba de
ella. Me dijo que le hacía acordar a pride and joy de SRV, pero la verdad es que
no.
Los últimos años con Sofía me pasaron siempre la misma factura. Discutíamos
solo un par de veces al mes, pero el sueño me costó desde el primer día. Dormía
de a ratos, cada diez o quince minutos, y cuando el cuerpo decía basta, partía la
cama en dos. Por eso mantuve unas horas de diferencia horaria con ella, para
poder dormir.
Incluso en eso me bancaba, la re putísima madre que lo parió.
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Capítulo Cuatro
Fracasó al fin, como puede fracasar el mundo. Fracasamos en todo y se hizo claro
que no hacía falta ni la bikini ni los relojes, se hicieron las doce y desde entonces
estamos ahí, son las doce.
Pero no sobra algún cagón que haga música y escriba y termine pensando en
papeles, burocracia y hamburguesas, en las tres cosas de la vida y se niegue a
colaborar. Hay otros que se creen extraterrestres y dicen que no hace falta comer
ni dormir. Esos son los peores, los que no duermen.
El cagón también es optimista porque es escritor. Cree las mentiras de los poetas
y también mira mucho las estrellas.
También por eso fracasó, imagino. Cavar es como preguntar pero sin la espalda
recta, cavar es peor. El optimista también es activo y se dice disciplinado. Gesto
de cagón. Los periodos son largos y se extrae demasiado poco para sostener la
mentira. Estamos solos. Los ladridos son meros ladridos y no importa lo que
piense el perro ni lo que piense la pelota, son dos puntos vista diferentes.
El destino, la suerte. Es menos absurda la idea de seguir jugando y trepar algún
paredón. De extrañar, también extrañamos, porque estamos solos y cada vez
somos más.
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Uya.
-¡Caminá para allá y dejate llevar!
Sentí como mis piernas se elevaban de a poco y me forzaba boca abajo. Era difícil
mantener el equilibrio, mucho más de lo que parece, pero me acostumbré rápido.
Sabía que no tenía tiempo que perder y pedí instrucciones. Me hizo moverme a
los costados e incluso voltearme. Fue una de las mejores sensaciones del mundo.
Salí con la sonrisa de oreja a oreja.
-¿Te gustó, eh?
-¡Terrible! ¿Cuándo volamos?
-El lunes saltás enganchado conmigo para que te acostumbres. Por mientras,
andá leyendo la info que te mandé al mail.
Seguimos charlando y me explicó un montón de cosas de física, corrientes
térmicas y seguridad. Le di la guita y me fui. No podía dejar de pensar en las
cosas que podríamos hacer. Todo parecía más cerca.
Llegué y lo primero que hice fue abrazar a Sofi y llamar a Juan Cruz. Le expliqué
absolutamente todo lo que había aprendido en el día y quedamos en vernos
después del show en el boliche del Guante.
-¡Estás rarísimo!- Sofía -. Nunca te había visto así.
Puse agua para mate y nos tiramos a ver una película, de esas que les gustan a
las minas.
“La inspiración llega, pero que me encuentre trabajando”, me acordé de Picasso
y me fui a grabar.
Otra vez me topé con Agustina en el estudio y me bardeó con lo de anarquista,
zurdo, bolchevique, terrorista, facho, machista y no se cuanta cosa más.
-Dale, boluda.
-Hablando de eso, escuché lo que grabaste y hay cosas interesantes…
La miré asombrado, escucha música difícil.
El gran problema del artista siempre fue decir lo primero que se viene a la cabeza.
Me senté en la batería un rato. No era muy bueno pero aguante pegarle a las
cosas. Se hicieron las cinco y me entró el sueño, pero tenía que estar bien para
tocar a la noche así que no dormí. Llamé al Gordo para ver en que andaba y dijo
que fuera para su casa. Había fernet, minitas y asado frío.
-Mirá a la hora que llamás. Tengo la mesa puesta- señaló con el vaso.
Me hicieron tocar unos temas. Las pibas estaban fascinadas con eso de conocer
a un famoso, pero a mí no me gusta el estrellato. El Gordo hizo jackpot.
Me quedé un rato jugando con el Bobi antes de volver para mi casa. Como que
me gustan más los perros que las personas.
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Catyara The Cook Book
Llamé a los muchachos de la banda para constatar que todo estuviera en orden
y el toque en lo del Guante explotara.
Se sabía que había chances de que algo pasara en el show y yo terminara en
medio de la gente. Nunca fui el inalcanzable de esos que solo se juntan con otros
músicos, y a la gente le gustaba. Incluso me iban a ver después de haberme
escuchado en alguna plaza o algo así.
Nos cagamos de frío afuera del boliche sacando los equipos. Nunca me pintó la
del careta que ni siquiera guarda la guitarra en el estuche. Había tenido que
hacerlo tantas veces que ya no me molestaba. Además, los pibes siempre venían
con una historia de nueva que contar. Me reía bastante.
“Nunca tanta gente”, había dicho el Guante.
-¡Tremendo, viejas!- saludó uno que iba pasando con un OK.
Encendida la combi y cargados los anviles, arrancamos. Los equipos a la sala.
Tenía la garganta destruida, pero lo llamé al Gordo y me dijo que cayera, había
putas, drogas y mentitas. Sus versos no excedían las tres palabras, claramente
nunca pudo soltar la muñeca.
No tardé mucho porque el taxista estaba loco y me hizo cruzar media ciudad en
veinte minutos. Frenamos en la puerta y le tiré los billetes en la cara. Me bajé a
insultarlo y se fue acelerando.
Había una piba mirando la escena y dijo algo. Juan Cruz estaba en la fiesta.
Entré empujando espaldas y humo y me topé con mucha gente desconocida. El
Gordo estaba todo el día en el Facebook conociendo gente nueva. Decía que
trabajaba. Tenía una cadena de mueblerías y artículos para el hogar que le dejó
el padre a cargo antes de retirarse. El negocio funcionaba solo y el Gordo estaba
ahí para figurar y gastarse la plata. Un campeón.
-¡Diego!
Juan Cruz, con su musculosa apretada y unos shortcitos deportivos
fosforescentes.
Fuimos de nuevo al patio donde estaba el Bobi y destapamos un par de cervezas
silenciosas, cómplices de la conversación que solo pasaba dentro.
-Me están dando ganas de arrancar, pero estoy asustado- dijo honestamente.
Prometí que íbamos a hacer lo imposible para que todo saliera perfecto. Tampoco
hacía falta ser un francotirador en un techo disparando a dos mil metros, sino
tener la cabeza fría y el corazón caliente, a lo Gravessen.
Nos pusimos un término. No pasaría otra semana sin mover al menos una pieza.
El mensaje tenía que ser oído y nunca íbamos a estar realmente preparados.
El primer golpe sería simple. Un pibe. Veintidós años y muchísimo dinero sucio
en el banco, cortesía de papá. Lo pensamos poco para ser el primero.
Necesitábamos algo sencillo que se pudiera conectar al proyecto después pero
no entonces. No todavía.
Juan Cruz llegó de noche al galpón que usábamos de aguantadero. Se vistió el
traje y encendió un cigarrillo.
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Catyara The Cook Book
-¿Fumás?
-Dejé.
-Yo también - dijo sonriendo.
Una pitada.
Encendí el auto. Íbamos a tener que esperar mucho hasta que saliera del boliche.
Otra pitada.
Era muy tarde. Juan Cruz estaba en el tejado de la casa de al lado y yo lo miraba
por la mira del Remingtong.
Otra pitada.
El tiempo se ralentizó. El pibe a los tumbos acompañado de una persona más,
un cobani o guardaespaldas. Juan Cruz en lo alto.
Otra pitada.
El cuchillo brilló un segundo, subió dos veces. Solo dos.
Otra pitada.
Abrí la puerta del auto con calma fingida y nos miramos por doscientas vidas
mientras arrancaba para el galpón.
-¿Vamos?
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Capítulo Cinco
-¡Te cortaste el pelo!- nunca me gustó que me toquen -. Te queda genial. Viste,
yo te dije que lo tenías que cortar.
-Cierto- admití.
Luana, de Brasil. Nunca supe muy bien de qué parte.
Me asesoraba en imagen corporativa (sí, asesora de imagen corporativa. Andá a
cagar) y audio-visual. Estaba todo el día diciéndome que hacer.
-¿Y?
-¿Sobre el disco nuevo?
-¿Qué te parece? ¿Sugerencias?
-No lo grabes- respondió con lo último de quedaba de acento portugués, y me
forzó un poco de puchero -. Es bueno. Pero creo que todavía no ha… madurado
nada nuevo. Suena como el anterior.
No era tan boluda.
-Qué se yo.
En cierto punto tenía razón. Siempre creé música cada vez más compleja, eso se
notaba en la técnica y disparaba la audiencia. Ésta era la primera vez que cortaba
el círculo, pero tenía mis razones.
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Catyara The Cook Book
El tándem se me hizo fácil, de manera casi natural. Los que habían arrancado
antes empezaban a entrenarse de más para ver si me alcanzaban.
-Bien ahí, Dieguito- decía Nicolás.
Estábamos por terminar el curso y hacíamos unos mangos saltando con turistas.
Uno de los muchachos que conocí en el hangar, que no me cobraba el viaje pero
si la nafta, y yo. Multipliqué las horas de vuelo y ya buscaba un wingsuit. Encontré
compañías que hacían trajes a medida, pero de los legales en términos de
seguridad y compra. Me lo esperaba.
Tenía ganas de empezar de una puta vez pero estábamos poco preparados. Hablé
con Juan Cruz. Compramos celulares robados en la villa y chips a nombre de
Pepe Hongo. No queríamos que si alguien nos vinculaba a la causa se le hiciera
demasiado fácil.
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Catyara The Cook Book
Desde ese momento me propuse hablar del tema todo el tiempo que fuera
posible, la psicología nos iba a jugar en contra y la mejor manera de convencerse
a uno mismo que no es un tirano es repitiéndoselo hasta creerlo.
Se hacía difícil concentrarme hasta con las cosas más pequeñas o más mías,
como la música. La cantidad de horas que tiré en el estudio esa semana sin hacer
algo productivo fue sorprendente.
Para ocuparme con algo que hiciera mucho ruido me iba las tardes para el Tigre,
donde tenía el galpón y podía disparar con el rifle de mi abuelo. Pasé tiempo
calibrando, traté de fusionarme con el arma como hago con los instrumentos y
me volví un experto. Lástima que me costó las municiones que tenía y se necesita
un permiso especial para comprarlas. Tuve que volver a la villa.
Balas y porro. Me vi confiando en personas que casi no conocía, una deuda de
dinero y sangre, un riesgo que no podía correr.
Con ella.
Una araña.
Miedo.
Una cabaña.
No.
Una salamandra y una silla de madera.
De barro.
La admiro.
Un arroyo.
Los pies en el lodo.
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Catyara The Cook Book
más que se tomaron un par de birras extra y les pegaron como el orto y
empezaron a quejarse por quejarse, porque la felicidad se escapa y no sabemos
ni por qué, pero se escapa y quiero estar tan solo que no te imaginás lo solo que
quiero estar, pero la mierda (que ahora sé, la reconozco) tiene olor a gente y no
queda otra que enterrarme en esa mierda que odio y levantarme y hacer tostadas
con manteca como la peor mierda de esta sociedad. Quizás ahora sea eso.
Sintió el ardor en el pecho, ese que solo nos da a los asesinos. Me impresionó su
manera de moverse, era mejor de lo que me imaginaba. Muchísimo mejor que
yo.
Sé que sintió el calor porque yo también lo sentí. Estaba en techo del edificio del
Banco Central con el sniper, Juan Cruz a balazos a la comitiva presidencial en el
Hilton. Vi el gigantesco personal de protección burladísimo, no eran ni las siete
p.m.
Juan Cruz activó las cargas. Seguí el rastro de la gente que pasaba, escuchaba
quejidos en el comunicador.
El pibe se lució. Saltó por el ascensor como habíamos previsto y activó las aletas
del wingsuit mejorado para aterrizar en el subsuelo.
El comando especial llegó con una velocidad fascinante, tres minutos antes de lo
previsto.
-¡Bum!- dijo por la radio.
Bajé la mano sin despegar la vista de la mira y apreté Enter.
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Capítulo Seis
Confeccionamos un traje con una chica que hacía trabajos de costura para las
fuerzas armadas y no parecía muy preocupada por la legalidade. Tener acceso a
la otra mitad del entrenamiento (la apertura al límite de la vela) me la podía dar
el equipo del amigo de Nico. No podía ser mejor. Arreglé todo en el hangar, al
Gordo le iba a encantar la noticia.
Juan Cruz entrenaba solo en la parte física y yo le proveía la información técnica
para volar. Arranqué con artes marciales mixtas para seguirle el ritmo de
sparring.
Hablé por horas con Sofi de las vueltas de la vida y de las cosas que estaban
pasando y se rio muchísimo de mí y de mis ideas. Hija e’ puta.
Jurisprudencia y asesinos.
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Catyara The Cook Book
imán potente es posible, pero también pesaría mucho y eso lo hace difícil de
transportar.
-Y bueno, tampoco es que se va a Perú de mochilero, viejo… Es bastante
específico el laburo. Un poco de peso se puede aguantar el gil ese. Está haciendo
pecho todo el día.
-El arnés tendría que ser un imán también. Para expulsar los imanes del gancho
habría que prenderlos con un bobinado e invertir la polaridad, saldrían
despedidos, listos para imantarse a la estructura. Tiene sentido. Cables,
conductores de cobre esmaltado. Una batería o algo similar… Creo que se puede.
¡Qué idea, boludo!
-Gracias, gracias. Quería aprovechar este momento para agradecerle a mi familia,
que siempre me apoyó incluso cuando les dije que apoyarse entre familiares es
depravado.
No se me fue de la mente hasta que me senté a diseñar, lo que costó, porque
estaba ocupado con el disco nuevo y que publicidad y que pla que plá.
Golpeamos una firma de abogados. Había miembros de la corte federal en un
caso de corrupción política. Nos cuidamos, sabíamos que iban a estar siendo
monitoreados y la prensa también conocía el dato. Iban cámaras dentro y fuera
del estudio.
Mejoramos ambos trajes. El mío (que usaba para saltar oficialmente)
técnicamente no podía utilizarlo pero lo habíamos probado en Córdoba. Con esa
experiencia modificamos el sistema de alerones. Agregamos cuatro pares más y
logramos bajar la velocidad de freno un sesenta por ciento, que es bastante, pero
no lo suficiente para aterrizar sin una vela. El segundo traje estaba ensamblado
a la estructura del maniquí en el galpón, no volaba bien pero se podía usar.
También le hicimos alerones retráctiles, pero fue más fácil gracias a la armadura
rígida. Usamos el segundo traje, bah, Juan Cruz lo usó. Se tiró desde el edificio
de al lado y aterrizó en el techo. Liberamos animales del zoológico para crear la
distracción de los estaban en la calle. Y molotov a las cámaras.
Fue bastante fácil. Juan Cruz entró, colocó las cargas y salió en ocho minutos,
habiendo quemado la sala de vigilancia y con alguna que otra víctima casual.
Conocíamos el lugar. Sabíamos que la sala de conferencia estaba acústicamente
aislada, lo que nos aseguraba movimiento sin necesidad de cobertura. Ninguna
persona sobrevivió.
En cuanto Juan Cruz salió (a lo Superman) lo hicimos explotar.
La prensa estaba ahí y se filmó toda la secuencia, desde el escape masivo del
zoológico hasta que la policía terminó de limpiar la escena. Nadie nos vio entrar
ni salir.
La noticia cruzó el mundo y la gente usó las redes para opinar. La fase dos del
plan se gestó sola. Hice un video casero difamando esas actividades y mi imagen
pública mejoró.
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In the world I see, you're stalking elk through the damp canyon forests, around
the ruins of Rockefeller Center. You'll wear leather clothes, that will last you the
rest of your life. You'll climb the wrist-thick kudzu vines that wrap the Sears
Tower. And when you look down, you'll see tiny figures pounding corn, laying
strips of venison on the empty car pool lane of some abandoned superhighway.
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Capítulo Siete
Me pregunté con sorna cómo se hacía para querer y no hubo cómo hacerle y la
cosa se puso difícil. Pegunté si era el miedo el que ponía en vilo las acciones,
contesté que sí y salí a tirar piedrazos a los autos, refugiado de la policía y los
caretas.
¿Paz? No, no pareciera cambiar la forma de la granada o los cartones. Está todo
hecho de líneas y esas líneas son perennes. Son líneas caprichosas, pases al pie
y malabares.
La silla pegada al culo y heme aquí, enojado con todo y sobre todo con las rosas,
que se mezclan con augurios malos y convoques estoicistas; una cadena de
mando y tradición en el desembarco de pieles blancas y racistas del presente
simbólico envuelto en papel comestible, un cordón etéreo de indecisión.
Te digo que me dijo y dijo que diga que no te diga lo que dijo. No hay manera
de entender que un ladrillo va (sí o sí) encima del otro porque si no te vas a cagar
de frio. Mirá nene, te traje un juguetito.
Y veo también ese culo redondito y por las dudas se me ocurrió preguntar si
quizás eran los colores lo que había que querer, si me daban miedo los culos o
me sentía tranquilo en su presencia.
La otra quiere correr pero caminamos la tormenta con ojos de rayo y displicencia,
preguntando también por la foto maestra que devele todos los misterios, y parece
buena idea quedarme acá sentadito con el mate en la mano, recitando violentas
poetisas y amores imposibles con la boca en el corazón y el sonido de las olas,
el agradable vacío de personas. Las gotas florecen y nos dedicamos a invocar
truenos y sangre de dioses que fluye desde otra dimensión inundando hasta el
último de los rincones olvidados y algún que otro mes de enero, en plena
saturnalia diferida, con una flecha hacia la izquierda, una casa mal dibujada, otras
líneas impertérritas y un cubo dentro de un cubo.
El reflejo del alma yace en los puños y huesos calados. Estaba tornándome
profesional. Juan Cruz estuvo al margen por un tiempo y el Gordo hizo de Robin.
Fue perfecto. Volví a la merca, venía bien para los saltos. También porque es
más fácil plantear una defensa jurídica. Hice más entrevistas y presentamos el
disco.
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Catyara The Cook Book
-Dale, a ver.
Disparé a ciento sesenta metros.
-¡Jodéme!
Volvimos entre chistes, no podíamos evitarlo. Hice el tiro con un arco de poleas.
Dificilísimo.
-¿Te dás cuenta? Tremendo.
Paramos a tomar un café en Santa Fe y volví a casa. A Sofi se le notaba la pancita.
Estaba más bonita que nunca.
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Catyara The Cook Book
-¿Y si es varón?
-No me dejes sola. No quiero estar nunca más sola.
La ruta sigue más allá de las luces de la autopista, secando al ojo de la lágrima.
-Menos mal que trajimos a Juan Cruz, sino no estaría acá. Ya sé que te prometí
que no iba a pasar nada, pero tampoco fue para tanto. No se murió casi nadie.
Nena. Lo dijo el de blanco.
-Decile que si lo veo en la calle lo re cago a trompadas. Lo reviento.
-Estos mierdas…
-Ocho muertos casuales en un tiroteo entre la policía federal y un grupo terrorista
en la Bolsa de Buenos Aires. El índice Merval cayó drásticamente, impactando
seriamente en la economía regional. Otras naciones, como Chile y Perú, también
padecen del nuevo fenómeno conocido como “Casa Blanca” desde la caída de
Washington.
-¿¡Por qué carajo te quedaste a tirar!?
-¡Necesito salir YA!
Fui el creador del caos y me explotó en la cara. Se llevó lo único que me hacía
humano. Ciego, cubierto de tanta sangre que no distinguí mis heridas de las
ajenas. Mi cuerpo no sirve. No puedo pensar.
El fuego que lamía mis ideas se extinguió y me abrasó la piel que creía
indestructible. Se la llevó y me quedé solo, carbonizado, agónico.
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Catyara The Cook Book
Capítulo Ocho
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Catyara The Cook Book
Al otro día ya estábamos en casa y sin más preocupaciones que las esperadas.
Sofi se sentía mucho mejor y se la pasó limpiando. Las cosas parecían
acomodarse solas. El Gordo de vacaciones y de Juan Cruz tuve pocas noticias.
Di algunas entrevistas más para radios y blogs. El disco había sido muy bien
recibido. Esperamos unas semanas antes de salir de gira con la banda por si
surgía algo con la beba, pero como todo venía bien, arrancamos.
A la mitad del viaje, por Neuquén, ya había cubierto los gastos programados.
Aproveché para comprar cosas en el camino para los trajes y también para mis
chicas.
Voilà! In view, a humble vaudevillian veteran, cast vicariously as both victim and
villain by the vicissitudes of Fate. This visage, no mere veneer of vanity, is a
vestige of the vox populi, now vacant, vanished. However, this valorous visitation
of a by-gone vexation stands vivified and has vowed to vanquish these venal and
virulent vermin vanguarding vice and vouchsafing the violently vicious and
voracious violation of volition.
The only verdict is vengeance; a vendetta, held as a votive, not in vain, for the
value and veracity of such shall one day vindicate the vigilant and the virtuous.
Las cosas se salieron de control. Caminaba con Sofía pegada al brazo y los vi
venir, alguien había hecho las cuentas. Cubrí a Sofía entre dos autos y trepé para
caerle encima al primero que se cruzara en el camino. Eran solamente dos, pero
llevaban kevlar y M16s. Yo solo tenía un tantô. Aseguré la victoria pero sentí el
golpazo en la cabeza.
Estaba atado y atontado. No lo veía pero sabía que era Juan Cruz.
-Te descubrieron. Te dije que ibas a terminar muerto.
-¿Qué pasó? ¿¡Qué hiciste!?
La tenía él.
-Preguntate vos que hiciste, infeliz. No pudiste soportar la presión. Te
descubrieron. O pensás que te cayeron de mala suerte.
Se rio, lo puteé, se rio, lo amenacé.
-Ahí queríamos llegar- me sacó la venda. La tenía atada, amordazada en la
cornisa -. Peleaste bien ahí en el callejón. Bien para ser un cagón. Tenías miedo
de que algo le pase, no entendiste porqué. Porqué fracasó todo tu plan de ser
un súper héroe y esa mierda que vendiste. Fracasó porque sos débil y sos débil
porque la tenés a ella. Si no la hubieses tenido las cosas habrían sido diferentes.
No habríamos dudado. Estarían todos muertos. Así que te voy a hacer un favor.
La levantó del cuello. Ella se retorcía y yo trataba de zafarme. Un fondo que no
existía. Abrió los dedos de la mano y acarició mechones rubios.
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Catyara The Cook Book
Llegó el momento que necesitaba para perderlo todo. Ninguna comida supo
alguna vez a algo. Me quedé sin recuerdos. La beba con Luana o no sé quién. Lo
busqué por dos semanas y apareció en el galpón, el hijo de puta. Teníamos
alarmas. Salió en el bote desde el delta a Iguazú o a Montevideo, tuve que
adivinar.
Llegué a Uruguay y no había un solo rastro. Nadie es tan bueno como para que
no lo encuentre. Además no estaba escapándose. Si no imaginaba que lo iba a
buscar era porque había perdido la cabeza. Crucé a Brasil y lo alcancé en
Asunción. Fue una pelea corta, estoy a otro nivel. No se puede partir al medio
una persona. Me disparó dos veces. Todo el acto fue filmado y distribuido. Estuve
unos días en el hospital y me llevaron a una comisaría caída a pedazos. A la
semana tuve un juicio a puerta cerrada y me dieron dos perpetuas en Curipatí.
Sentí mis chakras desbloquearse con la nueva adquisición. Ser padre cambió toda
perspectiva que pudiera tener sobre la vida.
Caminé perdido todo este tiempo, creyendo (ha)ser la diferencia, despejar mi
mente a través de la inocencia cargó contra todo antiguo anhelo y alusión. Dejé
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Catyara The Cook Book
de importunarme sin proponérmelo, y cruzar los lazos de los días trajo consigo
un alivio tan esperado que logré hablar en dedos de todo lo que se me escapaba.
Y también estaba ella, esperándome, cargada de luz.
Cómo volver a matar si sabía que podía renacer así, de tan sana manera.
Transitar el destino auto predicado sonó de pronto insensato, historia ninguna
sintióse tan irreal y perecedera. No necesité creerme nunca más, ni preguntarme
frente a los pinos sobre fieras decisiones. Fui trascendido por defecto, coronado
sin la desesperación de sentirme profundo o arrastrado.
Me fui tranquilo y a sabiendas de la significancia que separaba el cimiento de la
simulación. Dejé de sonreírles a las palomas por deber, sino, más bien, era una
emulsión, un sarpullido floreciente producto de tamaña aprobación inédita, de
ser algo irrompible. Una vertiente inagotable de potencia acumulada.
Pasé un invierno armonizado con el entorno y con la libertad de elección y conté
los cilindros para luego quemarlos para siempre. Fue docta la madera y aquellas
artes culinarias habituadas a la supervivencia. Corté los signos por el cabo y junté
la tierra y las estrellas. Quise devolverle a la miseria algo de clemencia y la
paciencia no paraba de brotarme. Fijose huido el averno de mi propia persona y
nacieron letras modernas vestidas de añejas y en esos mismos brotes se
charlaron mis palabras.
FIN
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Do
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Catyara The Cook Book
Capítulo Uno
Estan mirandomé.
No fue la primera vez. Soy un viajero y uno nunca termina de acoplarse a las
costumbres, hubo que encontrarle la vuelta.
La ropa era poco cómoda pero servía para varios propósitos. La estratificación
tampoco estaba mal: A los nuevos los entrenaba para seguir ciertos estándares
de convivencia impuestos desde antaño, como los privilegios para los viejos.
Lo de las zapatillas duró varios días. Estuve cansado como nunca antes, con las
manos hechas pedazos del agua fría y el jabón.
Una vez dentro ya no importa el pasado. Las historias son crudas, se le rompe a
uno el corazón varias veces al día. Apenas logré sobrevivir el primero:
Paso número uno: Burocracia y difamación.
Paso número dos: Golpiza y limpieza general.
Paso múnero tres: Revisión de los estatutos y normas de convivencia.
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Catyara The Cook Book
Soy una máquina de penetración, un taladro aceitado, una fuerza imparable. Aún
no sé qué quieren pero ya están menos seguros. Caídos hay muchos, solo quedan
dos. Fue perdida, sin embargo, mi querida birome. Estará tatuando otros paisajes
en las pieles de los derrotados. Por mientras, blandiré dos piezas de metal que
fueron pesas antaño, bravamente.
Esperé bastante tiempo por contacto con mi gente y finalmente llegó con el día
de los cigarrillos. En aquel tiempo comencé a fumar, era obligación hacerlo.
Recuerdo la puerta mosquitera, la visita fue corta. Yo era preso político y las
jurisdicciones hacen agua en la vieja Asia.
A penas fuéronse mi afectos recibí otro invitado, el Khan. Amenazó con herirme
ahí donde no podía defenderme y volteé hacia él con toda mi intensión. Ahora
sabe lo que se siente provocarme.
Los días cavilaban entre dos oscuras pretensiones: La justicia con mayúscula y el
concilio. Se reunían las pirañas y decidían los pasos a seguir. Más de uno me
detestaba, pero contaba con protección dentro y fuera de mi habitación.
El futuro se despejó y conté pocos días hasta mi nuevo desembarco al mundo de
afuera. Debatimos las pericias realizadas por el Khan, quien recordaba la paliza
pero recibía órdenes de los que apoyaban la continuidad de mis lamentos y
disecciones. Me torné otra clase de sentencia.
-Guerra es el apego.
-Contará con más armas, se verá envuelto en mediaciones, aprenderá de roles
que destruyen las ideas fundacionales. Conoce ya las nuevas proclamaciones que
abundan ahí fuera y también hase visto implicado en las de aquí dentro.
Impondremos un balance perecedero y usted vendrá a delimitar las sendas a
nuestro lado, pero de lejos. Podrá volver, vea, con esto. Su permiso y
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Catyara The Cook Book
conocimiento son ahora nuestros. Jurará por la bandera del universo apátrida y
será resuelto a ser lo que precisan los dioses. Traerá consigo la tiniebla;
temblarán los pechos y tendrá más razones para vivir. Viva, entonces, hermano.
Vuélvase eso que necesita ser.
Vi ayer la luz del sol, una vanagloria digna de poetizar. Volveré a pasar alguna
vez una estancia desgarradora tan terrible como la que acabé de soportar, no
podría asegurarlo.
Aún siento las hojas no leídas caer sobre mi dedos gentilmente y escucho sonetos
versados reclamarse unos a otros por justeza y sabiduría, y traspaso los límites
de la reja que impedía mi paso por los sanos juicios de cordura. Delante, otro
camino sin retorno maquinado; la soledad extrema del que vuelve a ser retratado
por sus propias presunciones. Y quiero verla también a ella. Digo que la extraño
y se lo digo a las palomas; digo que la extraño como un imbécil, estancado por
no aprender a comportarme.
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Catyara The Cook Book
Capítulo Dos
No volví a los laboratorios, aunque la terapia se haya hecho parte de mis nuevos
achaques esteparios. Retorné, como los locos de antaño, a las posadas y
callejuelas de la juventud y heme aquí, desconcertado. Mi mundo ha sido
mezclado con las sutilezas, estoy siendo consumido por mi otro yo: el que todo
lo ve.
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Catyara The Cook Book
A veces pregunto al viento cómo aparece sin ser anticipado. Shinden de vos a
vos; parte es conveniencia, parte presencia y parte presión. El viento ni siquiera
cuenta con letras, es una verdad desfasada, encuentro furtivo entre saludo y
nudillo y también parte dislexia.
Somos blanco y negro, los seres pretenciosos que solemos sentir como nosotros
dos, Karen (que tiene cara de Karen) y yo, éste estupor creciente relleno de
palabrerío etéreo y helo al viento, vendaval extranjero y frívolo, colmado, fuera
de alcance falaz. Es pura transición.
Sí, a la estocada el negro estaba listo. Fijase dos veces el peso del
vuelto y se paga con mutismo la sordera de consejos.
Hechos los honores, levantase la guadaña por encima de los faros y
advertido entre la sombra el veterano, hecho furia y compensando los
años idos en aspereza, los dedos de latón que despiertan pasajes de
paciencia y alcanzando el preciso fragor, encuentra un par de huesos
rotos y una triste exhalación. Los asuntos postergados hacen mella y
vueltose otra fiera, fijase también el precio del corazón.
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Catyara The Cook Book
Capítulo Tres
Mi nombre es Coco. Escribo por primera vez. Ésta es una de las pruebas.
Buscan la cura del Alzheimer. Fui bien educado de chico. Soy exjugador
profesional de fútbol, pinto desde los cinco y hablo seis idiomas.
El desarrollo del cuerpo junto al arte temprano impulsa una regeneración
neuronal intensa combinado con Modafinil, que es un estimulante lo
suficientemente potente para restaurar el funcionamiento cerebral de un paciente
con Alzheimer tardío, aunque no se habían podido mantener los efectos. Mi
diseño cerebral soluciona el problema, es una sinapsis integrativa que completa
la conexión antes de que vuelva a ser deteriorada.
Me gusta escribir, ahora que lo pienso. La psicóloga dice que sirve como
barrera antiestrés en el estudio.
A veces me toca correr, otras jugar y otras crear. Todas las semanas
desarrollan desafíos de destreza. Instrumentos musicales, ingeniería, deportes,
ingenio, matemática. Cualquier método sirve como referencia, incluso la
meditación.
Hace dos meses que estoy acá y me cuesta seguir el paso. Sigo escribiendo
porque me gusta y porque todavía estoy aprendiendo. Según la psicóloga es
esencial.
Probé una dosis considerable de LSD para chequear posibles trastornos
psicóticos, como la esquizofrenia y la paranoia.
Cité incontables libros y autores para continuar con los escritos, la pintura
ya no me interesa. Me dejan tener un diario; a efectos del estudio es consultado
con frecuencia y tengo que incluir un poema sí o sí.
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Catyara The Cook Book
Soledad es ergocídio,
no dejar entrar, celosas
piedras blancas maliciosas
llenas de rencor
Cintia vino a verme dos veces. Le mostré mis poemas y unas canciones
sin letra para piano y mandolina.
Sed de la espada
vieja filosofía
aku soku shin
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Catyara The Cook Book
Capítulo Cuatro
-Creo estar respondiendo las preguntas que hay que hacerse a uno mismo.
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Catyara The Cook Book
La flor puede ser también, ¿capaz de olerme? Quisiera contarle con palabras
simples que me gusta, que prefiero vivir con ella en el alfeizar con mis pasos
presenciados por su saber descomunal. La veo, exuberante, y me provoca
probarla.
Gustaría despertar en compañía de los tactos de sus pétalos, que hablara de
semillas y de polen, emociones que solo las flores pueden tener. Que confirmara
la existencia de los enanos de jardín. Quisiera que riera.
Todas las rosas recuerdo, las que aguijaron y las que no. Retorno a libertades
extraídas de la tierra: el olor a la montaña compactada; cuando reímos a caballo;
metegol y Hitchkok; la caña en Vientián; su katana en el piso; la paliza recibida
por la margarita milenaria entre los campos de arroz.
Me llamaron tigre derrotado y estuve camino al cielo de haber sido por la flor. La
luna esperaba tranquila a que decida refugiarme, el viento azotaba burdo y no
podía protegerla en esas condiciones.
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La helada avecinaba. Sus labios susurraban a mi oído que me mate, que no tenía
que vivir. Un solo. Día más. Pero las tapas cernían sobre la noche enredada aún
en especulaciones, vacía de amigables impulsos. ¿Sería la flor el encontronazo
flotando encima el piso?
Los latigazos ardían en mi espalda. Yací vencido por el razonamiento y decidí
parecerme a las praderas, quizás así encontraría una respuesta. Tramas que
fueron válidas hecho monte, cuando sentí la rotación y los sentidos acontecieron
en otras formas.
Devinieron instrucciones, sorprendentemente, y disipados fueron los temores
aunque no así las dudas. Ida, entonces, la presunción de ser pregunta y director
de orquesta, me consideré de la forma en la que soy. Encontré la pasión en el
movimiento de los hilos y en mis propios diseños. Por primera vez usé colcha de
tierra y dormí apacible bajo un cielo absolutamente viejo, vuelto preludio y sin
un tiempo establecido.
Vuelto una flor.
Extrañarte debe ser pasión, también. Ya especialista, recogí las hojas del otoño
terminado de caer. Llevó consigo jaurías de lobos hambrientos y preocupaciones
peores, dejándome solo con toda tierra blanca y temblores esporádicos, y vime
desternillado, solísimo y esperanzado. La barba me acariciaba las orejas y hacía
pasar de largo el frío como a Boateng, pobre muchacho.
Una por una cazaba ramas crujientes que aventurarían a calentarme a la noche,
debajo de la tetera holgada que me habían regalado por ahí. Adicto al té y a los
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Catyara The Cook Book
cerezos blancos, pasé el invierno acunado por árboles, con la cabeza tapada en
nieve y blandiendo una fugaz yari.
Desmembradas, no, vencidas, acababan las cañas luego de los fatídicos
combates con mi maestro, la montaña. Afirmaba firme su peso, era difícil de
vencer. Bastante costó golpearlo sin insolencia o significado. Me enseñó artes de
supervivencia y comprensión y pude venerar el alma cultiva con tan solo pensar
en ello.
Conocí una música rarísima que seguí embriagado y así topé al hombre de las
tazas. Con sus bajos y permisos enseñó sobre arcilla al desencontrado vagabundo
que vestía aquellos días. Mostró sus coincidencias y vínculos con la tierra.
Hablamos sobre espadas y cortó la mía, dejando de souvenir una lanza y
moretones famélicos, que curó con medicinas poco creíbles y moretones nuevos.
Plantó semillas en bolas de barro y las esparció al voleo, sin más.
Como gorilas, corríamos durísimo y con facilidad el rastro perdíamos para luego
encontrarlo donde siempre, donde suponíamos que iba a estar, lejos de las
luciérnagas que nos perseguían por las huellas y los claros, adónde aún había
humanos y guirnaldas coloridas. Los corros vestían de gala por las noches y
esperaban ser vistos por crédulos, pero por nosotros no.
Trabajé para patrón ninguno excepto mí mismo, atendí las heridas de mi maestro
y sus guerras. La superficialidad de las personas me hizo un buraco en el corazón,
adonde suponía iba la espada. Vi mis ardores e internamente suspiré por
inexplicables oraciones que mostrasen menos de mis pasiones en las acciones de
los demás. Otro arduo trabajo, casi imposible.
Mi maestro gozó de inmunidad en mis momentos de inflexión. ¡Que valía ha de
tener, ah, procurar la lejanía estando tan cerca de la tierra y sus pobladores!
Explicarlo solo podría el tiempo y ante certeza tal acaecí, sin contar los segundos
o temores. A mi escaparon dichos motivos, por ya no ser hombre ni pez, ni
lúgubre luciérnaga flotando entre la niebla.
Era hora, sin embargo, de retornar a los cabales sueños geográficos y a la entrega
de saberes que había heredado de la montaña. Junté el coraje necesario para
volar por el suelo. Perdí palabras en presencia de la montaña, en aquel lejano
lugar de invierno: Vástago propio me había forjado entre yo y mi propia opinión
sobre mí mismo. Las ansias de soñolencia encontrábanse huidas y subí a uno de
esos botes de madera que lo arrastran a uno por las aguas y lo depositan en otro
lugar. Llámabase Barcaza, y funcionaba gracias a la voluntad de manos mucho
más laboriosas que las mías.
Intercambié rugidos y señas con el barquero, que contaba historias sobre una
familia que decía poseer sin ánimos de lucro y dónde encontrar situación similar.
Dijo, en su idioma, que las monedas importan, que transportan cosas necesarias,
y gestaba proporciones áuricas mientras; un palo de madera para acompañar las
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Catyara The Cook Book
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Catyara The Cook Book
Luego de caminar al sol por segunda vez, topé con otros ojos en tono miel
guardados tras una cuota de malicia y bravura. Caí herido y abrazado a tus
rodillas como Telémaco a las de Palas Atenea. Me enseñaste las artes de existir
con gracia, un nuevo nivel de sutilezas. Sabías desaparecer y lo hacías con
frecuencia, y quedaba yo con la boca llena de palabras aguardando a que decidas
dejarte ver, casi como en un juego de niños. Y querías oír sobre todas las cosas.
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Capítulo Cinco
¿De dónde salen? Ah, de las entrañas de otra cucaracha inmunda tratada en cloro
pensada como un insecto menos del montón. Buscan la resurrección vasta en
falacias indecentes, necesitan libros (El Libro) para verse en la vanguardia de
algún proceso creativo, la poesía se les escurre de los dedos, fijan costumbres
guturales, ni siquiera saben hablar.
Se presto nesta cidade são relevantes as queixas e porras. Fale assim, meu
irmão, e se torna complexo numa corrente tempestuosa pronta a ser prosa e
arara branca.
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Emprestando caridade sobre as mais ferozes aristas apraze um halo que ri, e
embaixo da ponte, cantores de giz em guerra de punho e dente fazem seus filhos
compartilhar as últimas xícaras da nobreza. Um cálido abraço nas costas lembra
as velhas praias loiras, os morros e a braveza da galera que resolve ficar.
Conducidos por estrechos yugos en mosaicos van a tempo uno contra el otro,
balanceándose. Qué manera de desperdiciar la vida. Me sumerjo entre ellos para
emerger.
Ya no quiero verlos. No quiero hablarles y detesto acercar una mano con un
mísero cigarro lleno de lástima y enseñarles a lavarse el culo antes de los dientes
y todas esas cosas que uno se supone que tiene saber por ser una cucaracha
mugrienta pero refinada.
Indo para nenhum diferente lar, a morada tão bonita e a moça todavia mas.
Intenções que ficarem tranquilas depois da paçoca.
Los miro ahogarse con pocas ganas de rescatarlos de su ingenua manera de vivir,
asfixiados uno contra otro, cantando alguna insensatez escrita por veinticinco
imbéciles para el último hitazo del verano.
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Capítulo Seis
Domingo
Estaba parado en el semáforo y los vi venir. En total eran dos, si dejo de lado el
auto, que con éste serían tres. Yo estaba solo, con mi auto, cuando el sentido
arácnido me advirtió. Nosotros dos, el auto y yo, nos quedamos con poco por
hacer. Pensé en acelerar pero no tuve tiempo, además el cambio endurecería la
tracción y convenía que nos moviéramos con libertad. Pensé en vano en el freno,
en aferrarme, en escaparme. Dejé entonces que el impacto nos melle, que sea
el auto quien se lleve lo peor.
Luego del golpazo nos desplazamos como en un desfile hasta cruzar toda la ruta.
Yo, bien. El auto, también. Los tres, asustados y pidiendo directivas.
No sabía cómo venía la mano porque fue nuestra primera colisión. Hubo que
esperar a la policía y realizar una pesquisa, como en las películas. El auto guardó
silencio porque le dolía el culo.
Nos fuimos del lugar despacito, atentos a cualquier detalle que vaticinara otro
accidente. Yo que iba contento a entrenarme y el auto que pedía ser manejado
con precisión y todo al tacho por quedarme en el semáforo.
Esto nunca se lo dije a nadie, pero pude haber pasado antes. Cuando veníamos
doblando estaba en verde y de pronto se puso amarillo. Si hubiera querido, con
tan solo un poco de nafta habría cruzado la ruta y los tres pasaban de largo. El
precio que se paga por ser un buen ciudadano es insano, pero las experiencias
hay que vivirlas, de otro modo no tendrían sentido las teorías.
Lunes
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una símil apreciación suya, una especie de mentira piadosa, porque, en realidad,
no creo que nadie sepa cómo luce el marrón.
Miércoles
Jueves
El mecánico dice que va a salir barato. No le creo, seguro termina siendo un ojo
de la cara. Tengo unos tembleques que me hacen ver como un idiota. No puedo
andar derecho. Y me doy cuenta porque la gente ahora parece verme y podría
jurar que saben que me siento achacado. No quisiera ponerme paranoico, pero
me duele la frente y me cuesta respirar, como si hubiera olvidado prender el
piloto automático del corazón. Si lo dejo solo por un rato se acelera y si me relajo
demasiado no me llega aire, dos segundos y lo siento. Una especie de succión
instintiva.
Viernes
Sábado
Martes
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Capítulo Siete
Estas memorias son prueba de ello. Ahora caen los imperios que creíanse ajenos
al mundo y todo lo que somos en conjunto. Volví a visitar los templos de los thai
y no quedaban armas explicando las razones de los ricos. En Japón, las manos
se voltearon a los campos y crecieron frutos de los golpes. Vi pasarle lista a los
que faltaban en las líneas y atestigüé la caída de la pantalla y el patrón.
Cayeron muchas cosas en aquellos días. Tardé bastante en recuperar el cuaderno
olvidado en los estantes de la psicóloga. Se lo pedí al teléfono y sugirió un
encuentro en su casa para devolvermeló. Llegué con dudas que se fueron al
primer sorbo de té y después del respectivo cigarrillo. Karen dijo que me
admiraba, que esperaba verme pronto pero no antes de viajar, que su casa
estaría sucia un par de meses y que no le molestaba. Dijo creer en nada más, ni
en sus propias distinciones.
Pasamos una tarde extraña, fue la primera vez que me senté a oírla. Hablamos
sobre sus hijos, que eran cuatro o seis, contando gatos y perros.
Leyó frente mío algunas frases que salieron de mis puños cuando nos conocimos
e hizo alardes de estudiante, que aprender había aprendido y que estaba
mejorando. ¿Qué hacer con la simpatía y las palabras de aliento? No lo sé, no
pensé que llegaría tan lejos.
Reacción
kaze
me agacho
respiro
Nagare
el verdadero camino
es
un soplo de viento
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Sé que suena redundante, quizás, una tan larga explicación de los procesos que
pasa un artista que tiene la suerte de ser parte de algo gigantesco y pretende
(con alto suceso) ser uno más del montón.
Al final, volví a jugar al fútbol y me contenté con pasar la pelota. Ya no entiendo
tanto de las cosas como solía hacerlo, el mundo ha cambiado desde entonces y
como todo lo viejo camino ahora obsoleto y en paz. Veo brillos en los ojos en las
esquinas y casi que me dan ganas de ponerme un carrito con ruedas para ir
saludando viejitos por la calle. Espero, la recopilación haya sido de su agrado.
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Final Alternativo
FIN
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