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EL PISO DE ARRIBA
El run run del ventilador que solía arrullar sus siestas veraniegas encrespó aun
más su ánimo.
No debería haber ido, la verdad es que ella nunca había creído en esas cosas,
nadie podía prever el destino, nadie. Dio una vuelta más en la cama y recolocó por
enésima vez la almohada.
- Y tu, mujer, disfrázate un poco. Al menos depílate esas escarpias y haz algo
con tus uñas, ¡y por Dios, ese pelo!, desde luego con esas pintas no hace
falta ser adivino para saber que no tienes pareja.
La venganza es dulce.
- Hola, soy Azabache, bonito ¿verdad?, vosotras debéis ser Luz y Vega.
- Acompañadme.
Arribaron a una minúscula salita ubicada al final del enorme pasillo iluminada
por un único candil idéntico a los de la entrada. La habitación estaba completamente
vacía a excepción de una alfombra de seda ámbar de deshilachados flecos atiborrada
de desdibujados jeroglíficos perfilados al parecer con tizas plateadas.
.- Sentaos – Ordenó.
- Cada una en una pared – Sentenció con su voz autoritaria al tiempo que les
alargaba sendas canicas.
Vega, cogió apresuradamente la suya acomodándose en la pared opuesta a
Azabache, cuanto más lejos, mejor, pensó. Luz lo hizo con más parsimonia a su
derecha. Mientras tomaban lugar, la pitonisa lanzaba un estruendoso grito adquiriendo
un níveo color a la vez que rascaba las negras paredes con sus aún más negras uñas
aumentando progresivamente el número de desconchones.
Al terminar estas palabras volvió a sus sacudidas epilépticas con más ahínco.
Vega se aproximo a ella con el fin de asistirla, pero Azabache le propinó una
desconsiderada patada. Cuando Vega se quiso dar cuenta, Luz se hallaba junto al
Buda con la mano en el pomo de salida, gimiendo. Corrió a su vez como alma que
lleva el diablo y ambas salieron apresuradamente del siniestro piso.
Luz saco con dificultad la canica de sus ajustados vaqueros comprobando que,
en efecto, era azul.
- Quizá un efecto óptico, con lo oscuro que estaba todo – aventuró Vega con
escasa convicción.
- Quizá – murmuro Luz - Pero ¿como ha podido saber que yo estaba
casada? No llevo alianza y que yo sepa no esta escrito en ninguna parte de
mi anatomía.
- Luz, no desvaríes, no ha dicho nada acerca de tu estado civil – apuntó
Vega sabiendo perfectamente a que se refería su amiga.
- Pero Vega!, no has oído que ha hecho su advertencia a la soltera, esta
claro, si tu eres la soltera, yo …
Vega decidió no discutir pues reconocía que ella también estaba impresionada,
no había comentado con nadie los extraños ruidos que le inquietaban desde hace
exactamente 3 noches y que curiosamente del piso de arriba.
Vega le tendió un billete de 20 riendo y agradeciendo que Luz con lo que era le
restara algo de hierro al asunto.
No había podido ni hincarle el diente a la ensalada que tenia ese día por menú,
entre la falta de apetito que le producía su preocupación, lo pocha que estaba y los 4
días a régimen estricto de ensaladas y te verde, tampoco era de extrañar.
Habían decidido con muy buen juicio, no quemar las naves, pedir una
excedencia y no realquilar su pisito de renta antigua en espera de lo que les deparara
su última aventura.
En los cinco años que llevaba viviendo en el edificio, Adriana y Mario habían
abandonado y retomado alternativamente la medicina por lo menos en dos ocasiones,
si bien ésta era la primera vez que lo hacían simultáneamente y a la tercera va la
vencida.
Vega asintió pensativa. Quizá todo fuese una broma de Luz, pues Merche y ella
se habían divertido de lo lindo mofándose de los tres kilos de silicona de sus tetas que
flotaban ostentosamente en la piscina de la Dehesa desafiando toda ley y lógica
conocida.
Iba por la primera página y el cuarto vodka cuando volvió a oír unos pasos
lentos y amortiguados. No cabía duda, alguien caminaba sobre la tarima del piso
superior; a continuación se escuchó el arrastre de algo pesado en dirección al baño,
Vega con el corazón a mil por hora siguió el ruido levantándose asustada del sillón.
Una risa, si era una risa, macabra, sorda, terrible, ahora una carcajada.
Vega no podía más. Taquicardica perdida descolgó el teléfono del pasillo con la
esperanza de poder hablar con alguien, el aparato permanecía mudo, al tiempo que se
apagaban todas las luces.
Los rayos del primer sol se filtraban por la persiana de madera, uno de ellos fue
a dar a los ojos de Vega sacándola de su aturdimiento. Contempló la botella de vodka
medio vacía recordando vagamente los sucesos de la anterior noche, estaba claro,
todo había sido producto de la sobredosis de alcohol.
Menuda resaca, tenía doloridos músculos que ni siquiera sabía que existían, se
preparó un Alkaselzer con agua mineral y puso en funcionamiento la cafetera.
Acudiría a comisaría, algo extraño sucedía en el piso de arriba y no estaba
dispuesta a pasar otra noche como la de anterior, no comentaría nada de de la
pitonisa, necesitaba que la tomaran en serio.
-Vega, corazón, si es domingo, ¿no puedes tomarte la vida con más calma?
Morirás joven con este estrés.
-Pues si, Vega, a Adriana no se le ha ocurrido mejor idea que dejar su precioso
piso al amigo de un amigo, bueno, ya sabes cómo es eso....el caso es que el tipo tenía
que filmar un corto de bajo presupuesto, si, algo tipo Hitchcock.
Vega suspiro aliviada y se encaminó nuevamente a la salida.