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4 Obviamente, damos por sentado que es repudiable ese pensamiento según el cual las
directrices bíblicas obligan a los cristianos de otra época solo a modo de "paradigmas"
o "modelos de conducta", pero no tienen valor para la concreción del dCto, marcado
por situaciones y circunstancias cambiantes.
de que los cónyuges abandonen reahnente a sus padres. La centralidad
del "una sola carne" no aparece como un principio clave de la práctica
pastoral. Repetimos: da la impresión de que el uso de la Escritura ocupa
un puesto de honor entre los "principios generales", expuestos en los
primeros capítulos, entre el conjunto del "ideal del amor". Pero que
apenas tiene espacio en la práctica pastoral. Desde luego, no es evidente
cómo la Sagrada Escritura se constituye en el "criterio de juicio y una
luz para el discernimiento de los diversos desafios que deben afrontar los
cónyuges y las familias" (n.227).
Permítaseme ilustrar esto con algún ejemplo más. El texto de 1 Cor
7 es otro lugar central para comprender el sentido del matrimonio cris-
tiano. El texto se cita un total de 10 veces en Amoris laetitia. Si descende-
mos a los casos concretos, vemos que se cita cinco veces la primera parte
de este capítulo bíblico (1 Cor 7,1-9), cuatro veces la parte final (1 Cor
7 ,25-40) y una vez la sección dedicada expresamente a "matrin10nio y
divorcio" (1 Cor 7,10-16). En este último caso, sin embargo, no se cita
1 Cor 7 en referencia al tema del divorcio, sino a la santificación del ma-
rido o la mujer no creyente por su cónyuge creyente (cfr. n.228). Solo
dos citas de 1 Cor 7 superan la frontera del capítulo cuarto. Las dos veces
con fines parenéticos: exhortar al amor hacia el cónyuge incrédulo en el
n.228; exhortar al reconocimiento del sentido último del camino nutri-
monial en el n.325. No puede dejar de sorprender que este texto apenas
se emplee como criterio para iluminar la cuestión de los divorciados
vueltos a casar. No puede dejar de sorprender que la sección dedicada
al divorcio en 1 Cor 7, 10-16 no juegue ningún papel en el documento.
Uno podría pensar que la afirmación de que Pablo ha recibido al respec-
to un n1andato del Señor no es determinante.
No supera tampoco la frontera del capítulo cuarto de Amoris laetitia
el texto bíblico de Ef 5,25-33, que es clave para comprender la sacra-
mentalidad del matrimonio cristiano. Las siete referencias a este texto se
encuentran en los cuatro primeros capítuos; y tres de ellas están desti-
nadas en el n.156 a negar que aquí subyazca una minusvaloración de la
mujer. La referencia del n.11 al "misterio" de la unión entre Cristo y la
Iglesia del que la realidad matrimonial es sacramento, no parece fecundar
luego la argumentación y los criterios concretos de actuación. De nuevo,
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4. CONCLUSIÓN