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emociones
Grupo y
Liderazgo
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El observador: ser y acción
La vida que tenemos está en nuestras manos. Como diría Jean Paul Sartre
(1905-1980): “Todo ha sido descubierto menos cómo vivir”.
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De este modo, la coherencia le es propia al observador. Esta coherencia de
cada observador es la que nos hace pensar de una determinada manera,
dejando disponible un abanico de acciones posibles, así como también
definiendo las acciones que no lo son.
Figura 1:
La noción de observador
Volvamos sobre una afirmación previa: “la forma como vemos las cosas es
sólo la forma como vemos las cosas” (Echeverría, 1996, p. 2). Es común el
supuesto de que la forma en que vemos las cosas corresponde a cómo las
cosas son en realidad. Retomamos el ejemplo anterior. Creemos que
cuando decimos “Juan Pablo es tímido” realmente estamos diciendo lo que
otro es, parece que estamos accediendo a su verdadera alma, a su ser
último. Es así como nos basamos en la creencia de que los seres humanos
tenemos la capacidad de percibir las cosas en la transparencia de su ser, sin
mayores filtros. Sin embargo, si nos basamos en nuestra propia biología,
para empezar, podemos reconocer los múltiples filtros que esta nos
impone en todos nuestros sentidos. Podemos reconocer así que nuestras
percepciones son el resultado de una particular forma de cómo diferentes
perturbaciones ambientales estimulan nuestra estructura biológica. “No
vemos los colores que hay allá afuera; sólo vemos los colores que nuestros
sistemas sensoriales y nerviosos nos permiten ver. De la misma manera, no
escuchamos los sonidos que existen en el medio ambiente
independientemente de nosotros” (Echeverría, 2008, p. 83). Por lo tanto, la
forma en que vemos las cosas se relaciona, antes que nada, con la forma
en que biológicamente estamos constituidos, con nuestra propia forma.
Cuentan que un día Picasso se encuentra en la calle con una persona que le
pregunta: “¿Por qué usted no pinta lo que se ve?”, a lo que Picasso
responde: “Yo pinto lo que veo, que seguramente es distinto a lo que usted
puede ver”.
También hemos podido plantear que aquello que somos, nuestra identidad
personal, es una construcción lingüística, una historia que inventamos y
creamos sobre nosotros mismos, sobre la dirección de nuestras vidas en el
futuro, y sobre nuestro lugar en una comunidad y en el mundo. Hemos
también dicho que tanto lo que decimos que somos como lo que decimos
que el mundo es son construcciones lingüísticas.
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Al revisar los postulados aquí planteados, en función de una visión del
lenguaje como acción y, por lo tanto, como generador de realidad y de ser,
podemos ahora establecer una importante tesis sobre los seres humanos.
De acuerdo con Rafael Echeverría, se denominará el segundo principio de
la ontología del lenguaje:
El mundo.
El tiempo.
La diada inquietud y deseo.
La línea posibilidad y facticidad.
Los problemas y soluciones.
Los desgarros existenciales.
Las expectativas.
La habitualidad interpretativa del observador.
Los límites del alma humana.
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El misterio.
La línea posibilidad y facticidad: este eje guarda relación con los juicios
que emitimos acerca de cómo las cosas son, tema que abordaremos más
adelante. Podemos distinguir aquí que existe una línea en la que, hagamos
lo que hagamos, las cosas van a seguir como están, y esto se denomina lo
fáctico.
Por otra parte, existe el juicio que hacemos acerca de lo que puede
cambiar si actuamos de una u otra forma; si es adecuada, todo podría en el
futuro ser diferente. Se trata de un espacio que nos ofrece caminos
abiertos a la acción, es la línea de lo posible.
Como diría Gaston Bachelard (1884-1962): “un problema sin solución suele
ser un problema mal formulado” (como se cita en Echeverría, 2008, p. 30).
Vemos entonces cómo influye el observador. Para problemas ya
establecidos por el observador, uno de los elementos que debemos tomar
en cuenta para la solución o disolución del problema es la oportunidad: el
factor temporal que interviene en el curso de acción que lleve al
observador a ver nuevas oportunidades.
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no es más que el cómodo lugar donde dejamos de hacernos preguntas,
donde el pensamiento decide descansar.
Los límites del alma humana: los seres humanos no tenemos una esencia
fija, en sentido ontológico, sino que siempre estamos construyendo el
devenir. Como individuos genéricos, los seres humanos somos iguales,
tenemos una forma básica de ser que nos hace seres humanos y no otra
especie. Pero por otra parte somos diferentes, resolvemos los enigmas de
nuestras vidas de formas diferentes; es la forma particular de seres que
somos como individuos, es lo que llamamos el alma.
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El lenguaje reconoce el dominio del cuerpo y el dominio de la
emocionalidad, tema que habíamos introducido cuando se desarrolló “La
Ontología del Lenguaje: postulados básicos”.
¿Qué es la emoción?
Veamos qué nos dice el diccionario de la Real Academia Española:
emoción: “(Del lat. emotio, -ōnis.) f. Estado de ánimo producido por
impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos que con frecuencia se
traduce a gestos, actitudes u otras formas de expresión” (REA, 2012).
Muchos son los estudios acerca de las emociones que han generado teorías
de familias de emociones como, por ejemplo, la de las emociones
primarias, pero todos parecen ser insuficientes a la hora de explicar sus
complejidades, sus combinaciones.
A pesar de que suenan parecido, existe una sutil distinción, difícil a veces
de separar. Rafael Echeverría nos dice al respecto que “cada vez que
experimentamos una interrupción en la fluir de nuestras vidas, se
producen las emociones” (2008, p. 153).
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rocas. A no mucho andar, en la transparencia del fluir de su
recorrido, se pone a pensar en un posible proyecto
susceptible de ser emprendido en los próximos días. Se
siente contento, optimista; el proyecto lo excita; piensa que
al concluirlo, podrá abrir puertas que hasta ahora ha tenido
cerradas. Sonríe. En eso percibe una culebra que se desliza
en dirección a él, en la mitad del sendero, a pocos metros de
donde se encuentra. Súbitamente esa percepción lo lleva a
una experiencia diferente. Está asustado, el corazón le
palpita más aceleradamente; se pregunta si tendrá
suficiente espacio para esquivar la culebra o si le convendrá
retornar. El espacio de posibilidades en el que se encuentra
ahora es otro.
La emoción del miedo se ha apoderado de él. (2008, p.
153).
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Tabla 1:
Juicios de
Facticidad Posibilidad
(lo que no podemos (lo que podemos
cambiar) cambiar)
¿Qué es el resentimiento?
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El resentimiento nos arrebata la libertad, nos hace esclavos. Como nos diría
Nietzsche, es como una tarántula que espera paciente para descargar su
veneno; y el único que puede rescatarnos es el perdón.
¿Qué es la aceptación?
¿Qué es la resignación?
Como algo que ocurrió en el pasado no puede ser cambiado, cabe solo
reconocer el presente tal como está. La resignación tiene una doble
acepción: por un lado, se entiende como aquel estado en el que un
individuo se encuentra, en el cual (resignado) no puede hacer nada, deja
sus brazos a un lado y se deja caer. Decimos que una persona está en
estado de resignación cuando se comporta, en un determinado dominio,
como si algo no pudiera cambiarse.
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¿Qué es la ambición?
Para Susana Bloch (2002), los estados de ánimo son emociones que se
quedan “pegadas” por más tiempo. Independientemente del lugar donde
nos encontremos y de lo que hagamos, siempre estamos en algún estado
de ánimo que no elegimos ni controlamos. Estamos cautivos de nuestros
estados de ánimo, pero al mismo tiempo que ellos nos tienen nosotros los
tenemos a ellos.
Las emociones y los estados de ánimo guardan una estrecha relación. Así,
lo que comienza siendo una emoción puede convertirse en un estado de
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ánimo si permanece con una persona el tiempo suficiente y se traslada al
trasfondo desde el cual actúa.
El cuerpo. La corporalidad
Llevamos un camino recorrido hasta aquí. Hemos mencionado en varias
oportunidades la importancia que sostienen los dominios del lenguaje, la
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emoción y el cuerpo; es hora entonces de que entremos en este dominio:
la corporalidad.
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El cuerpo es el receptor de las situaciones y danza junto con el dominio de
las emociones y el lenguaje. Es también el primero en mostrarnos cuándo
el silencio es prolongado y doloroso; a su vez, expresa sus alegrías o penas,
haciéndonos sentir más livianos o más agobiados.
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Referencias
Bloch, S. (2008). El alba de las emociones. Buenos Aires, AR: Uqbar.
Echeverría, R. (2008). Ontología del lenguaje (5.a ed.). Buenos Aires, AR: Granica.
Echeverría, R. (2009). La empresa emergente (3.a ed.). Buenos Aires, AR: Granica.
Wolk, L. (2007). Coaching: el arte de soplar brasas. Buenos Aires, AR: Gran Aldea.
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