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El concepto: origen, características y potestades.

Dr. Neldo L. Candelero


Julio 03 (elaborado)

1. Origen.
El concepto, su origen. El concepto como origen. Estos dos sentidos posibles guarda
el título del presente itinerario. Tomaremos el primer sentido. El concepto, su origen.
Sócrates. El concepto nace en Sócrates, con Sócrates –no abordaremos qué le dio
ocasión de ser. Por cierto pueden pensarse antecedentes, sin embargo: un antecedente se
relieva como tal, sólo después del descubrimiento o invento. Entonces. El concepto emerge
en Sócrates –acaso hubieron antecedentes, pero sólo él los supo ver, reunir y resignificar.
El origen del concepto: Sócrates –no entraremos tampoco en teorías de la creación.
Sólo indicamos: Sócrates es el lugar, el ahí, a partir del cual habrá en occidente lo
conceptual e inconceptual, y antes del cual nada fue conceptual –sino fuera del concepto –
a-conceptual.
Ahora, el concepto como origen. En efecto, el concepto dio origen al pensar
racional de occidente –entra el pensar de sentido común, tanto como el pensar de la
ciencia.
Origen debe tomarse en el doble sentido de inicio y elemento: esto es, lo que
comienza, y a la vez, constituye –a algo. En nuestro caso, el pensar de occidente.
Siendo inicio y elemento, el origen es creación y conservación. En tanto inicio, el
origen no tiene antecedente, en tanto elemento es omnipresente. (El elemento no es sino la
conservación del origen en lo originado.)
Además, siendo elemento-constituyente, el concepto, y siendo Sócrates su lugar de
emergencia, estudiar Sócrates, ya no será estudiar historia –como abordaje de lo que
sucedió allá lejos y hace tiempo--, sino estudiarnos. El concepto nos viene de lejos, pero
nos llega permanentemente como lo que nos constituye y ejercemos. Aún somos
conceptuales, aún somos racionales –y prioritariamente.

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Hablar del inicio conservado es pensar el inicio como un acontecimiento histórico –
no porque ocurra en la historia –entendida bajo o según un tiempo lineal--, sino porque
hace historia –concebida como época. El inicio conservado es destino. Lo que no indica
predeterminación de los hechos, sino antes bien, la determinación de un hecho –original-
originante— que ha lugar a posibles e imposibles hechos.
Así debe entenderse la frase de Heidegger: “en todo inicio está rebasado lo
porvenir”. Rebasar no es predeterminar –tómese lo que rebasa (lo que aparece en el inicio)
como horizonte –permiso de hechos –no un hecho.
Hemos dicho que el inicio no tiene antecedente. En efecto, todo inicio salta el
mundo al que pertenece –consecuentemente, no pertenece sino al mundo que por él mismo
se abre. Todo inicio es original, inaugural –hemos ya dicho: originante.

2. Características.
El concepto articula la esencia de algo, y se explicita en una definición. Concepto y
definición son lo mismo.
El concepto es teórico, esto es: pensable –no observable. Y esencialmente no
observable. Queremos decir, no se observa porque cae fuera de los sentidos. Conocer un
concepto es pensarlo, inteligirlo –el concepto requiere del concurso del intelecto –para ser
sabido, no de los sentidos.
El concepto es unívoco, idéntico, o distinto –no es confuso. En cuento idéntico, y
por vía negativa, podríamos decir: no debe “caer” en contradicción.
Es universal. Vale para muchos. Y lo que es más: es universante. Universante dice:
impera sobre los entes.
Veamos. Estos bancos que aquí tenemos son diferentes cada uno entre sí. Más
diferencias tiene entre sí, que semejanzas. Sin embargo son bancos. Es decir: cumplen con
el concepto o definición de banco. Lo único que estos bancos tienen en común es que
cumplen una definición (esencia), por lo demás...., son diversos.
El concepto se impone: reúne y anula las diferencias. En ese sentido impera, manda,
rige. En ese sentido hace ser (es causa de) las cosas. Las hace ser en el sentido de que: si
cumplen –las cosas— con su regla o definición son tal cosa, si no serán otra cosa.
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En tanto reúne y anula las diferencias, el concepto impera sobre lo real, lo
aprehende, y puede mandarlo –y manipularlo.
En tanto impera gnoseológicamente –pues se conocen los hechos bajo conceptos—
habilita otros imperios: éticos, políticos, militares.
(Lo que no entra en conceptos (teóricos, unívocos, universales) no es –lo que tiene
muchos otros modos de aparecer o nombres: fantasía, ilusión, irracional, sentimiento,
mentira, quimera, etc.)

Ya lo hemos preanunciado. El concepto puede pensarse como una regla, o ley a


cumplir. Toda regla, como el concepto, es “invisible”, mas sin embargo, manda, rige –
define. Son las reglas de tránsito las que hacen que esos autos, ahí, hagan el tránsito –como
sustantivo.
Lo que no se ve, y sin embargo rige, eso es el concepto.

El concepto se explicita en una definición (qué) y tiene la potestad de ser causa (por
qué). Siempre. Toda vez que preguntamos por un por qué, respondemos con un qué.
Siempre y toda vez que preguntamos por la razón de un hecho, responderemos con un
concepto. Siempre que preguntemos por el fundamento de unos hechos o relaciones de
hechos observables, responderemos con un inobservable.
El concepto dice la esencia (qué) y la causa (por qué) de las cosas sensibles. El
concepto dice lo que algo es y por qué ese algo es lo que es y cómo es. El concepto mesa
dice: “útil que sirve para ...” Y a la vez dice que ese hecho ahí sensible es mesa (particular)
porque cumple con el concepto (Regla) “Mesa” (universal). Observación: el particular,
lógicamente, no se opone ni contradice con el universal, se subordina a él. El particular es
un Caso del Universal –desde otro respecto: un individual que encarna una pauta universal.

3. Propiedad.
Nacido el concepto, el mundo tuvo y se compuso (en modo dual) de: lo conceptual
y lo inconceptual –lo racional e irracional--: según entren ciertos hechos en las
características de la razón o caigan fuera de ellas. (Lo divino, por ejemplo, por aparecer
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heteróclito (contradictorio en sí o sobre sí mismo), no cabe en la característica de identidad
que todo concepto debe tener, y por lo tanto suele nominárselo o reconocérsele como
irracional.) Los nombres de lo racional/irracional a lo largo de la historia de occidente
fueron variados: alma/cuerpo, razón/sentimiento, razón/fe, ciencia/religión, ciencia/poesía.
Y este dualismo siempre ha sido jerárquico: siempre uno de los términos prevaleció –
prácticamente— sobre el otro.

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