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INTRODUCCION

— “Maestro, ¿dónde vives?”


— “Venid y lo veréis” (Jn 1, 38-39)

Miles de jóvenes se están tomando muy en serio el “ir” y “ver” donde “vive” Jesús.
Jóvenes que van descubriendo que Jesús dice la verdad. Que Jesús no defrauda. Que
Jesús, lo que promete lo cumple. En una palabra, que Jesús merece la pena.
No lo tienen fácil. El ambiente les arrastra. La sociedad de consumo les bombardea.
Los medios de comunicación les sugieren cosas maravillosas. La droga es una
tentación a la evasión. El sexo se les presenta como un amor a corto plazo. Los
mayores, con nuestras incoherencias, les desorientamos.
Me han pedido que escriba algo sobre la juventud y la oración. Y lo voy a intentar.
No va a ser un estudio sobre la juventud y la oración. Más bien serán unas
experiencias de mis años en contacto con la juventud y los grupos de oración.
Todo empezó el año 1975. Tuve que dejar la misión de Malawi por falta de salud.
Allí se quedaron mis primeros años de sacerdocio, y me vine a España cargado de
miedos ante unas perspectivas de apostolado tan diferentes.
El Señor quiso enviarme al apostolado de la juventud, precisamente al que más
miedo tenía. Todavía me río recordando los principios. Sólo tenía buena voluntad y
un poco de confianza en el Señor Jesús.
Los jóvenes me han enseñado muchas cosas: su corazón, sus inquietudes, sus
rebeldías, su búsqueda, sus verdades y mentiras... Y me han enseñado que con ellos
hay que comprometerse, hay que “mojarse”.
Recuerdo con cariño aquellas primeras convivencias en Pamplona, en Bilbao, en
Larrea (Vizcaya), en diferentes colegios y casas de ejercicios y en los internados de
las MM. Adoratrices y MM. Oblatas.
Horas y horas con chicos y chicas. De tú a tú, sin prisa. Recuerdo aquellas
confesiones maravillosas que terminaban en lágrimas gozosas y en compromisos
esperanzadores.
Recuerdo con cariño, con dolor y con esperanza aquellas convivencias, que
normalmente duraban tres días. Algunos jóvenes tenían apenas 14 años. Otros
estaban en la universidad.
Los recuerdo con cariño, porque tenían una primera experiencia fuerte con Jesús.
Iban buscando algo o nada y algunos salían encontrando a Alguien, a Jesús.
Los recuerdo con dolor, porque no podía seguir ayudándoles, y muchos, a la primera
desilusión que les venía, se desmoralizaban. Incluso más de uno se sentía
traicionado. Y aquella semilla que caía entre piedras, se secaba y no producía fruto
alguno.
Y los recuerdo con esperanza, porque de vez en cuando recibo carta de aquellos
jóvenes que conocí hace doce o trece años y me cuentan que aquellas convivencias
les han servido para mucho. Y aquel Jesús descubierto a los quince años les ha
marcado positivamente en su vida joven.
En toda convivencia con jóvenes, en todo inicio de grupos de oración, me ha
preocupado el después. El cómo continuar, el cómo mantener a esos jóvenes en la
experiencia primera con Jesús para que fuera evolucionando en su seguimiento Unas
convivencias, unos ejercicios espirituales, un grupo que no tenga un seguimiento,
puede ser, y de hecho lo es, un fraude para la juventud. Por eso hemos de ser muy
prudentes y mirar al futuro antes de iniciar encuentros de todo tipo o grupos de
oración con los jóvenes. Es muy fácil entusiasmar a los jóvenes. No es tan fácil el
acompañarles para que ese entusiasmo primero no decaiga y evolucione hacia Jesús.
Muy hacia adentro de Jesús.
He intentado varias fórmulas de seguimiento Fórmulas que han ido fallando unas
tras otras. O han fallado las fórmulas, o he fallado yo y los que las seguían. A veces
he pensado que eran técnicas muy válidas, pero vacías de la presencia del Espíritu
Santo.
Hace unos doce años, descubrí los grupos de oración y me di cuenta que aquél podía
ser mi camino. Los descubrí por dentro, semana a semana. Aunque ya había
formado grupos Unos años antes, pero no los seguía de cerca. Los seguían otras
personas a las que tanto debo y tanto me han enseñado con su perseverancia y buen
hacer, tanto religiosos como seglares.
Comencé a seguir semana tras semana con algunos universitarios de Pamplona, y
descubrí cómo iban adentrándose en el Evangelio, en la reflexión, cómo iban
gustando el silencio y cómo se iban comprometiendo. Algunos ya están casados. El
grupo de oración les ha ido madurando en la fe.
En los cinco años que llevo en Calahorra, las experiencias han sido muy ricas.
Incluso las experiencias negativas también han sido muy ricas.
Estas páginas van a dar fe de esta experiencia. Jóvenes de diferentes lugares van a
dar testimonio de su experiencia oracional. Gracias a todos los que han respondido a
esta invitación.
Voy a tratar los siguientes aspectos:
* Qué es un grupo.
* Cómo iniciarlo.
* Problemas que surgen.
* Medios para seguir.
* A qué compromete.
* Esquemas para los animadores y los principiantes.
Estas páginas no tienen otra finalidad que ayudar a los monitores de grupos y a los
mismos jóvenes a caminar por los caminos de la oración. Para todos esos jóvenes y
gente mayor que se han dado cuenta que el grupo de oración es algo fantástico para
madurar en la fe y en el seguimiento a Jesús para servicio de los hermanos.
Quisiera que fueran como un homenaje a tantos jóvenes que he conocido a lo largo y
ancho de España. Desde Ceuta — qué recuerdos tan bonitos los de Ceuta! —hasta
Santander —gente maja la de Cantabria! —;desde Salamanca —qué lejos aquellos
recuerdos en el internado de las MM. Adoratrices!—, hasta las zonas alicantinas de
Novelda, Crevillente y Callosa de Segura o Elche, donde se están comprometiendo
de lleno en el fantástico mundo de la oración.
También quiero que estas páginas sirvan para pedir perdón a los jóvenes, a los que
haya decepcionado o aconsejado mal. Sobre todo en los comienzos cuando tuve la
osadía de meterme en este lío con tan poca experiencia como tenía.
En nuestros grupos, los llamamos GOT (Grupos de Oración Teresiana). Como
carmelitas, dejamos caer en lo que nos rodea y en lo que trabajamos, el carisma
teresiano.
Pero aunque le queremos dar ese sabor teresiano, he de confesar que tienen similares
características a otros grupos eclesiales, en especial a los grupos de Renovación
Cristiana a los que tanto debo y de los que tanto he aprendido, sobre todo en el punto
de la alabanza que por otra parte es algo muy teresiano. Si alguien alaba a Dios, es
Teresa de Jesús.
Pongo estas páginas, que vuelvo a repetir no son un estudio, en manos de nuestra
Madre del Carmen y de San José. Que ellos las presenten al Padre por medio de
Jesús y nos envíe el Espíritu Santo, que tanto lo necesitamos.
Calahorra, Octubre de 1992.
1. ENCUENTRO
La gente pregunta con frecuencia qué es “eso” de grupos de oración. Y los más
jovencillos se lo saben ya de memoria y desde su joven experiencia. Para ellos
oración es: hablar y escuchar a Jesús. Así de sencillo y así de misterioso.
Los jóvenes han descubierto la necesidad de dialogar con Jesús. El señor Jesús de
Nazareth les va descubriendo los caminos de la fe, de la esperanza y del amor. (Jn 3,
1-10 * Jn 4, 1-34).
Hablar con Jesús
Hablar con Jesús es como hablar con un amigo. La oración es un trato de amistad,
como dice Teresa de Jesús. Los jóvenes sueñan con la amistad. Con frecuencia
tienen ideas erróneas sobre la auténtica amistad. Llaman amistad a cualquier
sucedáneo y con frecuencia sufren fracasos en sus relaciones con sus amigos. Es
importante en los inicios de un grupo, hablarles de la auténtica amistad. De lo
maravilloso que es la amistad; y abrirles los ojos a esas dificultades dolorosas al
vivir la verdadera amistad.
En el grupo de oración, se rompen los silencios para hablar con Jesús en voz alta.
Para compartir con los demás lo que sale del corazón. Pero sólo hablan los que
quieren. No se puede “obligar” a nadie a que hable o participe. Es un proceso a
veces corto y a veces largo. He conocido a jóvenes que han estado un año o dos sin
“atreverse” a hablar en voz alta y sin embargo han estado metidos en una estupenda
dinámica de oración. Hay que inculcarles desde el principio, que no importa que no
hablen por vergüenza o complejos. Su oración puede ser tan válida como la de los
que tienen más facilidad para compartir lo que llevan dentro.
En la oración “se habla” para invocar al Espíritu Santo. Para que el Espíritu de Jesús
que está presente‟, les vaya serenando su mente y abriendo su corazón. Es muy
importante este momento oracional. El joven viene desde una semana llena de
“ruidos”: ese problema con sus padres, el amigo que les ha fallado, la novia o el
novio con sus crisis, esos estudios que le amargan la existencia, la última película
que les ha revuelto. Esa llamada a que el Espíritu Santo esté presente en la oración,
les va como abriendo el apetito a ese encuentro con Jesús.
“Se habla” con Jesús para pedirle perdón. Hay que inculcar a los jóvenes que Jesús
es bueno. Que les comprende y que les perdona todos esos fallos que a lo largo de la
semana les ha dejado con un sabor de tristeza y soledad. Hay que convencerles de
que cuando dicen “perdón, Jesús”, Jesús les está curando y sanando ese daño que
llevan en su corazón. Si el joven al inicio de la oración no se siente perdonado por
Jesús, es muy difícil que pueda concentrarse en ese encuentro de amistad. Es
necesario que cuando se inicia un grupo, se hable a los jóvenes del concepto de
pecado. Te encuentras con jóvenes para los que nada es pecado y otros, que sufren,
porque todo es pecado para ellos.
“Se habla” en la oración para alabar a Dios y para darle gracias. Me decía una joven,
que para ella “alabar a Dios era como abrir la fuente de su corazón y piropear a
Dios”.
La oración teresiana debe ser una oración agradecida. Los jóvenes desde niños, están
acostumbrados a pedir cosas a Jesús pero no se les ha inculcado suficientemente la
necesidad de dar gracias por todo lo bonito que Jesús hace en sus corazones. Hay un
ejemplo clásico sobre esto, en el momento de los exámenes. Todos piden al Señor
que les ayude en esos momentos de tanto nervio. Pasados los mismos, qué pocos son
los que le dan las gracias. Es como si todos, o casi todos, hubieran Suspendido
“Se habla” en la oración para interceder por los demás. Para pedir a Jesús ayuda para
ellos, y por las necesidades del mundo entero. El grupo de oración no tiene
fronteras. Hay que inculcarles el sentido eclesial que debe tener el grupo de oración
y que hagan suyos los problemas de nuestros hermanos los hombres.
Por último, “se habla” para compartir la Palabra de Dios. Es esencial para un grupo
de oración ese compartir los mensajes de Jesús. La Palabra les va llegando al
corazón y los va comprometiendo. No deja de ser a veces una estupenda catequesis.
Y “se habla” sin que lo oiga nadie. Es el momento de intimidad desde donde el
joven le habla a Jesús de esas cosillas íntimas que lleva en lo más profundo de su
corazón, y que sólo es capaz de decírselas a El.
Escuchar a Jesús
Escuchar a Jesús en el silencio. Que se vayan enamorando del silencio. Hay que
provocar el silencio en el grupo. Llevar a los jóvenes al silencio. Un grupo donde no
se vaya logrando el silencio, no se le podrá llamar grupo de oración. Un joven
llegará a ser orante cuando no le canse el silencio.
Va escuchando a Jesús. Acepta su Palabra, la acoge, la rumia, la lleva a su vida y la
va contrastando con sus hechos de vida. Va dejando que el silencio penetre en lo
profundo de su corazón. En ese silencio, es Jesús quien le va diciendo palabras de
esperanza, o le va corrigiendo con cariño de esos fallos que estropean su juventud.
En el silencio van descubriendo al Jesús amigo. Si acepta ese silencio, Jesús ya no
morirá nunca en su corazón.
Llegar a que un grupo viva el silencio, no es fácil. Hay que seguir un proceso. Al
principio les cuesta mucho y es normal que les cueste. Vienen al grupo desde un
mundo lleno de ruidos. Los medios de comunicación con el último canto de moda...
Ese problema que les ha puesto nerviosos... El último fracaso amoroso... La falta de
entendimiento con sus padres o con los compañeros de clase o de cuadrilla... Y los
ruidos interiores de la no aceptación, de la timidez, de los complejos, de las
comparaciones con otros jóvenes, sintiéndose inferiores en todo...
El proceso es lento. Al principio les cuesta mucho el concentrarse. Cuando pasan
unos años ya sólo les gusta orar en silencio. Hay monitores que tienen prisa y eso es
malo. Sería un disparate, con todos los respetos, el tener a unos jóvenes quince
minutos de silencio seguidos, el primer día que se reúnen para orar. Para algunos
sería un descubrimiento positivo, pero para la mayoría sería un peso inaguantable y
motivo de no volver la semana siguiente.
Hay que contar con diversos factores: la experiencia religiosa que tienen... La
experiencia sacramental con Jesús... Si han orado con Jesús antes de venir al grupo...
Su cultura religiosa e incluso su cultura general.
Al principio basta con un par de minutos, que con el paso de las semanas se van
prolongando. El monitor debe pedir la gracia de “sentir” cuando el grupo vive el
silencio o cuando, a pesar de estar callando, hay mucho “ruido” en el ambiente. Hay
momentos que da pena romper el silencio, porque se percibe que el grupo entero está
gozando de esos momentos de silencio. Todo es proceso, y no hay dos grupos
iguales, por su forma de ser o por el tiempo que llevan reuniéndose.
El joven que no aguanta el ritmo de silencio de los demás, el joven que no aguanta el
silencio, dejará tarde o temprano el grupo. No se ha atrevido a dejarse interpelar por
Jesús. Pondrá muchas excusas, más o menos razonables, pero en el fondo no ha
dejado entrar, no ha abierto su corazón a Jesús. El silencio le compromete a cosas
que no puede dejar. El silencio no ha podido con los ruidos que lleva en su corazón.
Los dioses de los ruidos han podido con el Dios del silencio.
Cuando en un grupo se respira el silencio, podemos decir que ya es un grupo de
oración maduro.
Este hablar y escuchar a Jesús tiene que ir enmarcado en unos esquemas, que al
formar un grupo son necesarios, pero que con el paso del tiempo se pueden dejar.
Serían un estorbo. Encadenarían las sugerencias del Espíritu Santo.
Por supuesto que con esquemas estructurados, o sin esquemas fijos, lo que no puede
faltar en todo grupo son estos tres puntos esenciales:
* Palabra de Dios.
* Alabanza.
* Silencio.
Fases del encuentro
Veamos los diferentes momentos por los que pasa el grupo desde que llegan hasta
que se marchan.
— ¿Cuánto tiempo estaremos reunidos?
— Lo del tiempo es muy relativo. Depende de la edad de los jóvenes y de la
profundidad que vaya adquiriendo el grupo. Hay grupos que han fallado por querer
estar mucho tiempo y llegar a un tope establecido. Y se han cansado.
— ¿Y el rato de oración?
— El rato de oración puede durar entre cuarenta minutos y hora y media. Y el
mismo grupo puede estar una semana, una hora de sesión, y la semana siguiente
hora y media. Vuelvo a insistir que no hay dos grupos iguales y que el mismo grupo
no está en las mismas condiciones una semana que otra.
* Acogida:
Es el momento del encuentro. Van llegando con sus ilusiones y sus problemas. Ha
pasado una semana. Algunos no se han visto durante toda la semana. Saludos y
sonrisas. Bromas. Se interesan unos por otros. Se comenta el partido de fútbol o de
baloncesto. De los exámenes y los profesores. Algunos vienen de su trabajo. Otros
comentan la juerga del fin de semana...
Hay que ir creando un clima distendido y de amistad. Que se vayan conociendo. Que
se vayan sintiendo a gusto y amigos.
Cuando llega uno nuevo al grupo, hay que “mimarlo”, pero sin pasarse. Que
encuentre que se le acoge con sencillez, sin actitudes prefabricadas.
Es muy importante inculcarles puntualidad. El llegar tarde supone no gozar de esta
acogida y comenzar la oración bruscamente, sin prepararse.
* Escuela de oración:
Se llama escuela de oración, al momento teórico que precede al momento fuerte de
oración. El ideal es tener este rato en una sala diferente al lugar de la oración.
En estos momentos se le enseña al joven qué es la oración, caminos de oración,
medios para orar, dificultades que se va a encontrar, aspectos de la oración, los
compromisos de la oración durante el momento oracional y a lo largo de la semana.
Se pueden tratar temas esenciales para vivir la oración. Se les habla del Jesús orante,
de los sacramentos cono vehículo indispensable para la oración, del Espfritu Santo,
de María, de Teresa de Jesús, etc...
Debe durar unos quince minutos. Que sean momentos muy humanos y que no se
conviertan en una clase más, como las que han tenido durante la semana. El monitor
debe ser animador, no un profesor que sabe mucho de oración.
* Ambientación:
Ya en el lugar de oración, hay que serenar la mente y el corazón del joven, para que
se prepare al encuentro inmediato con el Señor. Se puede preparar este momento
como mejor le vaya al grupo. Música propia para meditación, un canto apropiado,
explicación de los símbolos que hay en la sala. Es importante que haya símbolos que
ayuden a la oración: una Biblia abierta, un icono de María o de Jesús, una planta, un
cirio encendido.
Puedes utilizar frases escritas en las paredes de la sala alusivas a la oración...
• Frases como: “Quién eres tú?”; “Quién es Jesús?”; “El te esperaba, escúchale”;
“Entra dentro de ti “; “No tengas miedo”; “Preséntale tu vida “, etc.
Pero sobre todo es fundamental invocar al Espíritu Santo de diferentes maneras y
como el mismo Espíritu nos vaya dictando. Esa invocación al principio la dirá el
monitor, pero con el tiempo hay que invitarles a que ellos mismos lo invoquen en
voz alta. Se pueden usar muchas fórmulas.
Puedes utilizar frases como: “Enséñanos a orar”. “Libera mi mente de estorbos para
la oración. Abre mi corazón a tu presencia. Enséñame a vivir desde el silencio Tras
cada una de las invocaciones, todos responden “Ven, Espíritu Santo, “...
* Perdón:
El pedir perdón al principio de la oración, es una excelente dinámica de relajación.
Es importante que descubran a ese buen Dios misericordioso. El joven llega cargado
de sus debilidades. Hay que mentalizarle para que experimente que Jesús de
Nazareth libera, cura y sana. Que Jesús de Nazareth, está empeñado en damos un
corazón nuevo.
Pueden usarse fórmulas como éstas: “perdóname, Señor, por mi egoísmo” o por lo
que más les duele. “Sáname, Señor”, “libérame, Señor”. Y el grupo responde con la
misma fórmula. También se pueden dar las manos y pedir ese perdón por el que
tienen a la izquierda y a la derecha.
Se hace sin prisas, y se va notando que el grupo se serena y que ya está preparado
para la escucha de la Palabra o la alabanza o aquello que se le ocurra al monitor.
* Resonancia sálmica:
Cuando se inicia un grupo, e incluso después de años, la resonancia sálmica es un
camino muy válido para introducir al joven en la escucha de la Palabra de Dios.
Es muy sencillo, y es desde ahí desde donde el joven quita el miedo a compartir, ya
que no es algo que tiene que “inventarse” sino que es volver a leer esa frase que más
le ha tocado el corazón.
Se elige un salmo que haga referencia a lo que se ha tratado en la escuela de oración
y que enfoque la oración hacia la Palabra que se compartirá después.
Se puede leer de diferentes maneras. En dos grupos, o cada joven lee una estrofa, y a
continuación, dejando unos intervalos de silencio que deben ser prolongados, los
jóvenes que quieran van repitiendo esa palabra que más les ha impactado. Puede
repetirse la que ha dicho el compañero si era esa la que les ha gustado.
Se les inculca que se dejen coger por la Palabra que les regala el Señor a través del
salmo.
* Alabanza:
Es un momento esencial en la oración. Puede hacerse antes de leer la Palabra de
Dios. Así les sirve para prepararse a la escucha. También se puede hacer tras
compartir la Palabra, como respuesta a la misma.
Se puede decir que cuando un grupo alaba a Dios con fluidez, es ya un grupo
maduro. Al principio les cuesta. Cuando rompen en alabanzas es algo que les llena
profundamente.
Hay que enseñarles a alabar a Dios. Hay muchas citas bíblicas que ayudan a
entender lo qué es la alabanza y cómo a lo largo de la historia de la Salvación, los
hombres se dirigían a Dios en esta actitud de alabanza. (Crónicas, 20.) En el Nuevo
Testamento vemos a Pablo como el hombre de la alabanza. (Efs. 5,20) Y por
supuesto María con su Magníficat, que es un canto de alabanza. También Santa
Teresa y San Juan de la Cruz son maestros de la alabanza a Dios. (Moradas 6, 6-12)
* Acción de gracias:
Puede hacerse al mismo tiempo que la alabanza. Les resulta más fácil participar
dando gracias que alabando. Inculcarles que hay que dar gracias a Dios por todo,
incluso por esas cosas que no entienden y que les resultan al revés de lo que
esperaban. También es bonito alabar a Dios por el hermano que tenemos a nuestra
izquierda y a nuestra derecha.
Que den gracias por todo lo positivo que llevan en su corazón. Por todo lo que Dios
les ha concedido: familia, estudios, trabajo, amigos...
Es muy positivo dejarles un rato en silencio y que recuerden todo lo bueno que
tienen, sus cualidades y también que hagan un repaso de la semana que ha pasado y
que den gracias por esos momentos buenos que han vivido. Incluso por los
momentos difíciles que han pasado.
* La Palabra:
Junto con la alabanza y el silencio son los momentos fuertes y esenciales de la
oración en grupo. Es muy práctico el leer la Palabra de Dios correspondiente al
Domingo siguiente en esos ratos de oración. Para muchos es como una preparación
de la Eucaristía dominical.
El proceso oracional a través de la palabra se puede vivir de diferentes maneras. Se
lee despacio y dándole sentido. A continuación, después de un gran silencio, según
la edad del grupo, se puede compartir así:
* Repitiendo la frase que más le ha impactado.
* Alabando a Dios como respuesta a lo que le ha dicho en su mensaje.
* Comentando lo que le ha sugerido.
* Compartiéndola desde el diálogo.
* A qué le compromete durante la semana. Cómo puede hacer vida, a lo largo
de la semana próxima, esta Palabra en relación con Jesús, con los demás y
consigo mismo.
* El monitor explica la Palabra y se dialoga.
* A los más jovencillos se les hace preguntas sobre lo que han escuchado.
* Intercesión:
Hay que interesarles en la oración de intercesión. Que oren unos por otros, por el
mundo, por la Iglesia, por sus padres, por todas las necesidades de la humanidad, por
“eso” que le ha llamado la atención en el último “Telediario”...
Que sepan que la oración que antes escucha Dios, es la que se hace por los demás.
Es bueno que unan sus manos y que oren por el de la derecha y el de la izquierda. A
veces diciendo el nombre. Esta oración es un buen vehículo para su amistad. Es muy
bonito el orar por una persona determinada del grupo, de la que sabemos que tiene
un problema concreto.
La oración de intercesión por otras personas, repercute maravillosamente en el
intercesor. Es uno de los momentos que más gusta a los jóvenes y más les une a
Jesús y a los demás. En algunos grupos han tenido experiencias muy fuertes de Dios
cuando han profundizado en este modo de oración.
Los cantos ayudan a la oración. Pero hay que tener cuidado de no abusar de cantos e
instrumentos. Al principio pueden ayudar. A la larga son un estorbo si se abusa de
su duración o de su frecuencia.
* Cantos:
Los cantos son para ayudar a la oración. No se puede ir a la oración porque se canta
muy bien. El abuso de cantos o de instrumentos despista a veces del verdadero
sentido de la oración.
Los cantos breves o los “mantras”, ayudan a la interiorización. El monitor debe
encontrar el momento y el canto apropiado para cada situación. No se puede cantar
algo que no vaya a ritmo con la oración.
Puede cantarse entre los distintos momentos de oración. Tras el perdón, la alabanza,
etc. Y después del canto o antes, se puede fortalecer momentos de silencio.
Si se tocan instrumentos, los que los tocan tienen que estar preparados y saber qué
cantos tocar antes de iniciar la oración. Ocurre a veces, que por no prepararse, se
rompe el ritmo de la misma.
* Despedida:
Es la hora del ánimo, del compromiso. De tomarse en serio esa Palabra que me ha
dicho Jesús. Es el momento de animarles a que a lo largo de la semana vivan con
algún compromiso personal. Nunca un compromiso a nivel de grupo. El Señor
compromete a cada uno de diferente manera y cada joven tiene un ritmo diferente de
seguimiento y de exigencia.
Los compromisos que le llegan al joven desde fuera, desde el monitor, desde el
grupo, puede que no sean para él en ese momento, y se puede cansar. Cuando al
joven le nace el compromiso desde Jesús, desde su interior, lo llevará a cabo sin
duda, aunque tenga sus dificultades y sus fallos, que es por otra parte muy normal,
ya que somos pecadores y débiles.
Tras unas palabras de despedida o de avisos, se reza el Padre Nuestro con las manos
unidas y es muy bonito darse un abrazo de paz.
* Conclusión:
Cada monitor o animador verá con libertad, desde la experiencia o desde la
inspiración del Señor qué es lo que tiene que resaltar más en unos momentos y en
otros, contando siempre con el momento por el que está pasando el grupo. No es lo
mismo al principio del curso, que las vísperas de exámenes, que durante las
vacaciones de verano (hay grupos de oración que no quieren “descansar” en verano).
También es diferente Adviento, Navidad, Cuaresma o Pascua. Por supuesto, y es
necesario tenerlo muy en cuenta, no se puede nunca prescindir de la Palabra, de la
alabanza y de los ratos de silencio.
Desde estos presupuestos el grupo irá creciendo en profundidad. Y hablando de
crecer. Se puede caer en la tentación de querer que el grupo crezca en número de
personas. Es importante que cada día haya más gente joven que haga oración, pero
no que el grupo tenga cada vez más personas. Es mejor que vaya de menos a más,
que de más a menos, como suele ocurrir, por ejemplo, cuando en algunos colegios se
pretende que toda la clase haga oración.
Cuando se inicia el grupo con muchas personas, es muy difícil mantener la atención
y muy difícil que todos sigan el mismo ritmo.
Por supuesto que depende de la edad de los jóvenes y del carisma del monitor.
2. LA FORMACION DE UN GRUPO
En estos momentos sigo de cerca a tres grupos de jóvenes. Y por referencia, a otros
muchos. Cuando hacemos comentarios sobre este fenómeno de los jóvenes que se
reúnen para orar, muchas personas, sobre todo sacerdotes, religiosos/as y seglares
comprometidos me preguntan: ¿ Y cómo iniciar un grupo de oración? Y mi
respuesta inmediata es: no sé. Porque sólo lo sabe Dios. Cada grupo tiene su propia
historia. Cada joven ha ido a un grupo desde diferentes llamadas o convocatorias.
Pero después de estos años de experiencia, sí que se pueden trazar unas líneas sobre
qué momentos son buenos para la llamada a formar un grupo, o desde qué personas
se puede llegar a un grupo de oración.
Y cuando menos lo esperas, y donde menos lo esperas y con quien menos lo esperas,
surge un grupo con fuerza. Sin duda alguna es obra del Señor que llama cuando
quiere y como quiere.
Por eso cuando la gente inquieta quiere formar grupos y me dicen que les eche una
mano, lo primero que les digo es que comiencen a orar, para discernir si Dios lo
quiere y para que sea como Dios quiera y cuando El quiera.
Siempre recuerdo con cariño mi aventura en las Hermanas Reparadoras de
Pamplona. Me invitó Maruja a dar una charla a las chicas porque quería iniciar un
grupo de reflexión. Había en la residencia 110 jóvenes universitarias. Fueron a la
convocatoria doce. Les hablé de Jesús libertador. Hubo quien se estuvo riendo todo
el rato de las “tonterías” que yo decía sobre que Jesús nos curaba y sanaba las
heridas y nos daba un corazón nue yo. Volví otro día, y allí estaban las doce y
alguna más. Y de allí nació un estupendo grupo de oración: Consuelo, Ana, Elena,
Maribel y otras. Una vez a la semana nos reuníamos para orar. Las cuatro citadas se
fueron a un piso y seguían orando en el piso una vez por semana. Y ellas fueron la
base de un grupo de oración en la calle Descalzos. Las cuatro han terminado
medicina. Tres se han casado. Y aunque andan por esos mundos de Dios con su
especialidad de pediatría, medicina interna y forense, llevan la semilla de aquellos
encuentros con el Señor y con los amigos.
Hay muchos caminos desde el Señor para iniciar un grupo. Pero un grupo, que a la
larga vaya haciendo que cada componente tome compromisos en la vida normal de
cada día, de servicio a los demás.
Nacen grupos desde la catequesis, desde la post- confirmación, desde un cura que
invita, desde una madre que empuja, desde una catequista que anima, desde un
confesionario, desde los amigos que testimonian su experiencia, desde una monja
“pesada” que quiere que los jóvenes vivan su experiencia de Dios, desde una
convivencia, desde una acampada, desde una Pascua, o desde un campo de trabajo
de verano.
Pero he creído más interesante que sean los mismos jóvenes los que cuenten su
historia oracional. Son más de veinte jóvenes los que contestaron a mis preguntas.
Son cientos de jóvenes los que podían haber contestado por qué empezaron, por qué
siguen y por qué lo han dejado.
La pregunta que les hice fue ésta: ¿Cómo inició el grupo, y por qué sigo en el grupo?
“El grupo de oración comenzó en el colegio Carmelitas de Novelda, a cargo de un
cura muy joven. Yo iba por esperar a mis amigas. No sen tía nada. Simplemente era
un ambiente muy agradable. Pero con el tiempo me empezó una necesidad que
hasta entonces desconocía:
“debía ir los viernes a aquella oración “. El cura se fue y la oración siguió. La
llevaba gente que no conocía bien. Han pasado meses y la necesidad no ha pasado,
a veces es muy fuerte. .Ahora me siento muy integrada y ya he llevado varias
oraciones. Sigo en el grupo porque Cristo me ha atrapado.” Mado Beltrá. 18 años.
Novelda (Alicante) COU.
“Empecé porque mi profesor de religión hace tres años era cura y me invitó a hacer
oración cada viernes por la tarde. Creo que en esa época (a parte que ese curilla
me caía bien), necesitaba volver a rezar con gente, al igual que hacía cuando estaba
en EGB con las Carmelitas. Y sigo porque me gusta que llegue cada viernes y me
relajo haciendo oración”. Nieves Rizo. ¡7 años. COU. Novelda.
“Me inicié en el grupo para pasar un rato con mis amigos, para estar con ellos y
también creo que para estar con Dios. Sigo porque necesito tener a Dios más cerca
de mí y porque una hora o dos cada semana necesito olvidarme de todo un momento
“. Luisa Cerro. 17 años. Novelda. COU.
“Siempre me ha gustado relacionarme con la gente. Un buen día conocí a Rcfa (el
cura) y me invitó al grupo. Allí lo pasaba bien. De esto hace ya dos años, pero hoy
ya no voy por hablar Voy a encontrarme con El. El silencio en grupo me coima de
paz y a la vez de energía”. Antonio Alvarez. 21 años. 2° de Empresariales.
“Empecé por una necesidad. Era como mirar al mar, estar delante de él y no
atreverme a entrar yo sola. Entonces recurrí al grupo y comprobé que era
estupendo nadar al compás de las olas y a la vez me di cuenta de lo que me había
perdido hasta entonces. Sigo porque sinceramente merece la pena”. Mamen
Navarro. 19 años. Filología. Novelda.
Es interesante comprobar cómo estos jóvenes de Novelda siguen la invitación de un
cura joven para vivir el grupo de oración. Creo que si muchos sacerdotes
descubrieran este camino para los jóvenes sería estupendo para construir una Iglesia
futura fundamentada y comprometida desde Jesús de Nazareth encontrado en el
grupo de oración.
Hay algo interesante en estos grupos de Novelda. Y es que Rafa se marchó pero los
jóvenes siguieron orando. Se habían encontrado con Jesús. Porque hay un peligro, y
es que los jóvenes se queden en el monitor.
“Me inicié al salir del colegio de las Carmelitas hace nueve años. Nos lo propuso la
hermana Segunda. Empezamos unas cuantas personas. Actualmente el grupo ha
cambiado. Hay personas nuevas y antiguas “. Silvia Zaplana, 24 años. Profesora.
Crevillente (Alicante).
“Fue un día que fuimos a visitar el colegio y la hermana nos invitó a mi amiga y a
m1 Entonces el domingo fuimos y nos gustó y hasta ahora vamos yendo porque creo
que lo necesito “. Rosa María Gutiérrez. 16 años. Crevillente. Administrativo.
“Inicié el grupo cuando acabé octavo de EGB, ayudada por la hermana Segunda.
Más que todo lo inicié porque quería no perder contacto con el colegio de mi
infancia y además porque quería que Jesús penetra ro más en mi vida”. María
Lourdes González. 17 años. 3 Administrativo. Crevillente.
“Yo inicié el grupo de oración porque me impulsaron a él. Me lo propusieron y
decidí probar. Al principio no le encontraba mucho sentido a las reuniones. Me
resultaban un tanto aburridas y monótonas, pero cuanto más asistía a ellas, más
atraída me sentía. Cada vez aumentaba ese vínculo de unión. Y de hecho ahora el
grupo de oración ocupa una parte importante de mi vida. Es algo que necesito, no
sólo porque es algo agradable el reunirte con amigos y amigas con los que puedes
contar en todo momento para liberarte de tus problemas, sino que también es una
forma de conversación con Dios, de sentirte muy cerca de El, de sentir su presencia
y apoyo. Y yo creo que esto de conocerme mejor a mí misma y también a Dios, es
algo muy importante y que de hecho me ha marcado mucho”. Raquel Ruiz. 15 años.
2ª BUP. Crevillente.
Son interesantes estos testimonios de Crevillente. La convocatoria del Señor llega
por medio de una religiosa inquieta, que ha descubierto que la oración es importante
para la juventud.
Hay un problema en los jóvenes que están hasta octavo de EGB en colegios de
religiosos/as. Les forman lo mejor que pueden, pero después, ¿qué pasa con esos
jóvenes? Lo más normal, por desgracia, es que se sienten engullidos por el mundo y
el ambiente que les rodea y su fe va languideciendo. Una forma para que esos
jóvenes sigan viviendo y progresando en la vida cristiana es que tengan la
oportunidad de un grupo de oración que les haga crecer por dentro y desde Jesús,
comprometerse con la sociedad en lo que el Señor les vaya pidiendo.
Este mismo problema surge en los jóvenes que hasta COU han estado en grupos y
después se van para la universidad. Entre todos tenemos que tenderles puentes para
que nunca dejen los grupos y ese encuentro fuerte con Jesús desde los grupos de
oración.
“Mi vida era y sigue siendo muy activa, pero me cansaba y me di cuenta de que lo
que me faltaba era un grupo de oración al que me sintiese unida y por el que me
sintiese respetada. Esto me lo recomendó una religiosa “. María José. 20 años. T
Social. Pinse que (Zaragoza).
“Fue gracias a mi padre, que siempre ha querido que como él fuese adoradora. Mi
primer grupo fueron los Tarsicios y más tarde el MTA de mi colegio. Siempre me ha
gustado compartir la experiencia de oración, porque por medio de ella te puedes
conocer mejor a ti misma y a Dios sobre todo, descubriéndolo a través de los demás
“. María Eugenia Cabañas. 16 años. 2a BUR Calahorra.
“Las animadoras del movimiento juvenil de la parroquia, decidimos reunirnos, no
sólo para programar, revisar y animarnos en nuestra tarea, sino también para orar
juntas y compartir nuestras experiencias desde la Palabra. Queríamos trabajar juntas
y compartir nuestra fe en un mismo Señor”. Pili Gil. 22 años. Enfermería. Proyecto
de ser monja. Hoy es postulante.
María José nos da una pista interesante para los jóvenes. Hoy les animamos a los
jóvenes al compromiso. Y está muy bien. Y les planificamos mil actividades para
servir a los demás. Y eso también está muy bien. Y les decimos que tienen que ser
catequistas y comprometerse con los pobres y visitar a los ancianos y
comprometerse con la política y con la vida social. Y eso también está muy bien.
Pero yo me pregunto: ¿Dónde van a encontrar la fuerza para seguir luchando y
peleando? Porque todos esos proyectos exigen lucha, sudores de corazón, ganas de
tirar la toalla y como dicen muchos jóvenes: “nos hemos cansado”. Actuar así con
los jóvenes es defraudarlos. Por eso hay que animarles a hacer todo eso desde
encuentros fuertes con Jesús, que es el artífice directo de todo apostolado. El joven
que se encuentra con Jesús desde una oración profunda, se cansará mil veces, pero
nunca tirará la toalla. Tendrá crisis, pero seguirá luchando por ser testigo de un
mundo mejor.
Y no basta tener y hacer grupos con ellos y compartir temas y tratar problemas de
última hora. Si el joven no se encuentra consigo mismo y con Cristo, a la larga podrá
ser un buen activista o un buen político, pero no un activista o político cristiano.
Hay que hacer muchas cosas en nuestra sociedad y tenemos que impulsar a los
jóvenes a entregarse a los demás, pero antes del HACER, tenemos que ayudarles a
descubrir el SER.
¿Cómo no se darán cuenta muchos sacerdotes de esta realidad, cuando están viendo
que muchos jóvenes fenomenales se les han ido de las manos, porque se han
cansado de hacer cosas?
“Tras unos años de pasividad, llegó un momento en que contaba con quince años y
tuve una experiencia fuerte del Espíritu de Dios en mí. Durante una semana estuve
compartiendo con otros jóvenes la experiencia de Dios. En esa semana, sentí dentro
de mí algo que me hacía sentir rara, pero satisfecha y llena de fuerza y ganas para
poder extender a los demás lo que yo llevaba dentro (o detrás) “. Ana Mercedes
Prieto. 17 años. COU. Irún (Guipúzcoa)
“Sentía la necesidad de compartir mi amistad con Dios, con los demás cristianos,
buscando un grupo de seguidores de Cristo, con un mismo ideal”. Natalia Pérez. 17
años. COU. Irún.
Estas dos jóvenes de Irún, han seguido más o menos el mismo camino, y nos
plantean una reflexión. Ellas, como cientos de jóvenes han tenido una experiencia de
Jesús en unas convivencias o ejercicios espirituales o en un fin de semana.
Descubren el ideal de Jesús y quieren seguirlo. Y cuántas veces les ayudamos a
encontrar a Jesús, nos quedamos contentos de que han tenido un encuentro bonito
y... después, ¿qué pasa con ellos? Hay una palabra clave: continuación.
Cuántos jóvenes se han sentido defraudados porque les hemos lanzado a una
aventura maravillosa, pero ha faltado continuación. Es muy importante que los
jóvenes tengan momentos fuertes de encuentro con Jesús, pero si no hay un
seguimiento, se comprueba con pena que el joven solo no puede caminar. Se cansa,
deja de sentir ese primer calor de Jesús y se queda en una nostalgia, cuando no a
veces en un rechazo, porque se sienten defraudados. Y todo aquello que les
prometimos, que les hicimos descubrir, se les ha ido apagando.
El grupo de oración es uno de los medios para que continúen sin desanimarse. En el
grupo descubren que a Jesús hay que seguirle a las duras y a las maduras. Que seguir
a Jesús, no es solamente sentirlo, sino seguirlo hasta la cruz. Que el cristianismo no
consiste en sentirse bien, sino en que se sienten bien los demás. Que Jesús al
principio nos da esos sentimientos gozosos, pero después nos invita a seguirle por
esos caminos duros que El siguió.
Quizá mis experiencias más negativas con jóvenes han sido a raíz de convivencias
por esos colegios de Dios. Jóvenes que a sus quince o veinte años descubrían a un
Jesús vivo y desde la lejanía veían que nadie les seguía ayudando.
Incluso más de una vez opté por no ir a algunos colegios de religiosas, en los que se
conformaban con darles tres días de convivencias, pero ahí se acababa todo. No
había un proceso de seguimiento para que crecieran. Y cuántas cartas he recibido
llenas de desilusión, porque aquello que habían descubierto se había diluido con el
paso del tiempo.
Y mi experiencia más gozosa, cuando tras una convivencia o un fin de semana o un
campo de trabajo, he visto cómo otras personas siguen lo iniciado. Con toda
seguridad os puedo decir que ese joven seguirá luchando pase lo que pase, sienta o
no sienta. No se les puede dejar solos en la empresa de seguir a Jesús de Nazareth.
“A raíz que me iniciara una persona. Me incorporé al grupo de pequeños y después
me ascendieron al grupo de mi edad”. Francisco Munilta. 15 años. 2” de
automoción. Calahorra.
“Porque mi madre iba a grupos de oración y yo le acompañaba. Como era
pequeña, no podía entrar por si me aburría, pero de mayor entré y me quedé porque
me gustó”. Laura Jiménez. 12 años. 6’ EGB. Calahorra.
“El grupo de oración lo inicié por mi madre que trabajaba con los jóvenes del
grupo de oración de mayores. Lo inicié con la curiosidad de qué sería la oración y
qué tenía ésta para dar una alegría diferente a los jóvenes y entusiasmo para hacer
cosas nuevas. A mi me gustaba lo que experimentaba aquellos “. Marta Jiménez. 15
años. 2 BUR Calahorra.
“En principio a lo tonto, como cualquier niña que se mete en un grupo de oración
de su colegio. Pero a medida que pasaba el tiempo, iba siendo más necesario y veía
que no lo podía dejar”. Miran. 17 años. COU. Amorebieta (Vizcaya).
“Yo inicié mi vida en grupos, porque andaba en un colegio religioso. Ahora no lo
puedo dejar”. Amaia. 18 años. Amorebieta.
“Quizá influenciada por el ambiente religioso de mi familia y del colegio, que
propuso formar un grupo de oración”.
Desde estas experiencias vemos la importancia de las demás personas. El colegio, el
ambiente familiar, una madre, una persona que a veces puede resultar “pesada”...
En los grupos de oración se palpa el ambiente religioso de la familia y de los
colegios. Por desgracia, hay familias cristianas y colegios religiosos donde no se
“huele” ese ambiente de piedad y de cercanía de Dios.
Hay madres que tienen miedo a los grupos de oración. Piensan que es un buen
medio para que “cacemos” a sus hijos para la vida religiosa o sacerdotal. No les
interesa que sus hijos vayan a salas de fiesta y vuelvan a cualquier hora. Pero eso de
que vayan a un grupo o a una convivencia, les parece sumamente peligroso.
Es una pena que haya madres y padres que no sepan que desde los grupos, es desde
donde van a tener unos hijos maduros, honrados y honestos. Y que el futuro de sus
hijos no es el que ellos quieren, sino el que sus hijos descubran como ideal.
En los colegios se intenta y trabaja mucho y bien, para que los alumnos tengan
buenas notas y den la talla en una selectividad, pero se percibe, sin ánimo de crítica,
que no hay el mismo empeño en que sean unos auténticos cristianos y que vivan los
ideales fuertes desde dentro.
Y así acostumbramos a los jóvenes a elegir una carrera que tenga “salida”, a que a
los 18 años tengan su moto o su coche, a que sean algo en la vida, Pero no les
ayudamos a que tengan ideales fuertes, a que sean ellos mismos, a que no se dejen
arrastrar por la sociedad de consumo.
Vemos con gozo que desde los grupos de oración los jóvenes van descubriendo una
escala de valores auténtica, que les hace ser verdaderos hombres en el futuro.
“Comencé a acudir a un grupo de oración al poco tiempo de hacer la
Confirmación, animada por mi catequista, la cual pertenecía a un grupo de o ración
de matrimonios. Acudí unas pocas veces al grupo, pero luego lo dejé porque no
conocía a nadie. Había mucha gente y no estaba a gusto. Más tarde me cambié de
grupo, porque conocía a dos chicas de él. Desde entonces ya no lo he dejado. Ahora
no dependo de la asistencia de ningún componente del grupo “. Eva María
Montoya. 18 años. COU. Calahorra.
Eva nos lleva a otra reflexión, mejor dicho, a dos. La primera es que hay que saber
cambiarse de grupo. Que no se puede meter de golpe a un joven sin que conozca a
los demás, al menos hasta los 18 años. Pero sobre todo nos lleva a la reflexión sobre
la post-confirmación.
• ¿Dónde están los cientos de jóvenes que se confirman cada año?
• ¿Qué experiencia de Jesús les hemos hecho descubrir, cuando al poco tiempo
lo abandonan todo?
• ¿Por qué los confirman tan jovencillos?
• ¿No sería un camino fenomenal el introducirlos en grupos de oración
parroquiales mientras se van preparando para ese sacramento tan maravilloso?
• No lo sé. Porque Eva es una chica fenomenal, pero quizá si no fuera por haber
ido al grupo, su vida sería diferente ahora que está en la universidad.
“Fue porque Dios lo quiso. Conocí al P. Viguri un día que fui a confesarme a los
carmelitas. Fue una confesión muy especial y se lo conté a mi novio. El volvió otro
día y se confesó con él. Entonces es cuando le propuso que habláramos y le contó su
proyecto de grupo. Como nos pareció bien y teníamos inquietudes, empezamos “.
Elena Valls. 28 años. Farmacéutica. Pamplona.
“Gracias al azar o a la voluntad de Dios, fui a parar a las manos del P. Viguri,
quien ya tenía en mente la formación de un grupo de jóvenes para orar Yo tenía la
necesidad de junta rme con otras personas de mi edad, con mis mismas inquietudes
espirituales y a la vez dar un sentido a mi vida más profundo y cercano a Jesús.
Sentía la necesidad de orarle a Dios”. Fermín Rosas. 30 años. Médico. Pamplona.
(Hoy marido de Elena Valls).
La experiencia de Elena y Fermín se ha repetido muchas veces. Creo que los
sacerdotes debemos vivir en el confesionario la experiencia del Cristo que llama a
seguirle.
Muchos jóvenes que van buscando y no saben dónde encontrar un aparcamiento
para sus inquietudes, pueden descubrir desde la acogida del sacerdote, una invitación
para unirse a otros jóvenes con las mismas inquietudes.
He tenido experiencias muy ricas a través del confesionario y que han terminado con
otros jóvenes en grupos con vida. Y no sólo jóvenes que tenían inquietudes, sino
también jóvenes “perdidos” que se habían acercado a la confesión por pura rutina o
por la insistencia de su madre o porque habían aterrizado sin saber por qué en unas
convivencias o en un campo de trabajo.
También jóvenes que estaban trabajando mucho en parroquias, pero que se estaban
cansando porque daban mucho, pero ellos no recibían esa ayuda para seguir
caminando.
Creo que el grupo es algo maravilloso y que hoy cientos de jóvenes que un día lo
iniciaron, no sólo no lo pueden dejar, sino que ellos desde su experiencia, son
capaces con Jesús, de ser monitores de otros jóvenes o de niños que se inician en
algo parecido a hacer oración. Pero por algo se empieza.
Dios es el que convoca. Dios es el que llama. Pero necesita puentes, necesita
intermediarios para que esas llamadas no se pierdan por no saber dónde situarse en
el camino del Pueblo de Dios, en ese inmenso desierto por el que toca pasar a los
jóvenes de hoy.
3. PIEDRAS EN EL CAMINO
El caminar de un grupo está lleno de dificultades. Todo componente humano lleva
en sí mismo una carga de problemas. Los jóvenes van llegando al grupo con
expectación, con dudas, a ver qué pasa, con ilusión, a llenar huecos buscando a otras
personas, buscando más a Dios.
Cada uno llega con su problema guardadito en su corazón, con sus intimidades
infranqueables. Con sus miedos. Con “eso” que creen que sólo les pasa a ellos.
Proceden de diferentes familias, capas sociales, ambientes políticos diferenciados,
más o menos cultura general y religiosa. Te encuentras en el grupo con un
universitario y con un obrero.
A sus quince años hablan más con sus ojos y su rostro que con sus palabras, y se lee
en ellos sufrimiento, pena, timidez, miedo, duda...
En este capítulo seguirán los mismos jóvenes y el mismo orden que en el segundo
desgranando sus dificultades. Dificultades que con un tratamiento y con el tiempo y
la experiencia fuerte de Dios van desapareciendo. Son problemas normales y que no
tienen que asustar a ningún monitor.
El grupo de oración es como trabajar en un campo, que lo hemos encontrado lleno
de malezas y hierbas malas, que vamos arrancando hasta poder plantar una rica
semilla que se convierte en ricos frutos.
“Creo que hace falta sinceridad y confianza. Son un gran obstáculo a la hora de
poner en común lo que hemos sentido en la oración. La puntualidad también afecta
al grupo, porque descentra cuando hemos empezado. También están los celos y
envidias que todo tenemos y que a veces no podemos controlar. Muchas veces
olvidamos que el centro es Dios y ponemos a otra persona. Cada uno viene
buscando una cosa y no tenemos una unidad que nos falta como grupo “. Mado.
Por supuesto que al principio hay en todo grupo una desconfianza innata de la que
nace esa media verdad en la que se vive. Pero es muy bonito el constatar cómo,
cuando se van produciendo encuentros con Jesús, va naciendo el encuentro confiado
con los demás.
Uno de los peligros que puede haber en la marcha de un grupo es que el monitor
fuerce esa confianza, o incluso use técnicas para hacer crecer la confianza. Pienso
que lo más práctico es dejar que Jesús vaya haciendo su obra. A veces por tener
prisa, se puede dejar gente herida en el camino.
Esta joven apunta el problema de la puntualidad. Es algo que hay que tomar muy en
serio desde el principio. Molesta mucho el que se inicie la oración y siga llegando
gente.
Es curioso, pero para coger el tren o ir al cine o llegar a clase, suele haber más
puntualidad. Hay que mentalizarse que la puntualidad es un respeto a Jesús y a los
demás.
Desde luego a Mago no le falta sinceridad. Toca un punto que duele mucho a los
jóvenes: los celos y la envidia. Sencillamente porque no nos centramos en Jesús.
Es trabajo del monitor con la ayuda de Jesús, el ir descubriendo estas debilidades, no
darles más importancia que la que tienen y animar a los jóvenes a que se vayan
olvidando de sí mismos y centrándose en el Señor.
“Que a veces hay gente que no se lo toma en serio y eso hace que te desconcentres y
no pongas atención a lo que es la oración en sí. Además hay semanas en que sólo
hago oración cuando estoy con el grupo y eso hace que no sea demasiado intensa
una hora de oración”. Nieves.
Se plantean dos problemas muy interesantes. El primero es el problema de la falta de
seriedad. Y aquí entra en juego el monitor, que tiene que ser muy comprensivo, pero
muy serio.
Es normal que al principio haya jóvenes que el silencio o la alabanza, que nunca han
practicado ni oído, les cause risa y sorpresa. No importa. Pero está el clásico que va
buscando llamar la atención. El mejor camino es invitarle a solas a un cambio de
actitud o decirle que ése no es su grupo. Se les da un margen de confianza y si no
responden se Les puede invitar cariñosamente a que no vuelvan.
Puedo decir en mi experiencia, que nunca he tenido que despachar a nadie de un
grupo. Pero sí que tras un par de semanas han dejado de acudir a la reunión, lo cual
ha sido agradecido por el grupo.
Y el otro problema que apunta Nieves es vital. Hay que inculcar a los jóvenes que
deben hacer oración personal todos los días. Y enseñarles a hacerla. Puede ser
leyendo la Biblia y pensando un poco. Hablando a Jesús de sus cosas...
Hay jóvenes que ya hacen su media hora o su cuarto de hora diarios. A esos jóvenes
se les nota cuando se reúnen en el grupo. La oración de grupo les ayuda a la personal
y viceversa.
Hace dos años iniciamos en Calahorra una campaña con los pequeños, para que al
menos hicieran cada día cinco minutos de oración. Claro que no es fácil que los
hagan, pero a fuerza de insistir, cada vez mayor número de jóvenes hacen su oración
personal y no la pueden dejar.
“Creo que en grupo estamos un poco separados. Cada uno está con su grupo de
amigos y pasa de los demás. No estamos realmente unidos.” Luisa.
“La principal y básica, es que se forman semigrupos, lo cual crea fronteras, que
acaban siendo recelos y éstos si no se vencen, llevan a una crisis interna “. José
Antonio.
Es el problema clásico de todo grupo. Hay que diferenciar el grupo de oración y el
grupo de amigos con los que salgo los fines de semana. En el grupo hay que luchar
por ser todos uno. En cuanto salimos de la oración, cada uno que sea libre en sus
actuaciones y en sus compañías. El grupo de oración no obliga a que los que hemos
estado haciendo oración tengamos que seguir juntos todo el fin de semana. Hay que
llegar y se llega a que durante el rato de oración nadie sabe quién es amigo de quién.
En la oración todos somos hermanos y todos tenemos que tender a ser amigos.
He vivido la bonita experiencia de grupos en que había parejas de novios, y cuando
llegaba alguien nuevo, ni se daba cuenta de que eran pareja, porque cuando entraban
en la oración en grupo, se olvidaban el uno del otro, para ser uno con los demás.
Esto, claro, lleva tiempo.
Las fronteras que comenta José Antonio, se van destruyendo según va pasando el
tiempo y cuando cada componente se va centrando en Jesús. Los monitores no
deben alarmarse por este problema. Es normal en casi todos los grupos cuyos
componentes no se conocían de antes. Volvemos a insistir que se trata de un proceso
más o menos lento.
“Creo que a veces el problema, aunque nos cuesta reconocerlo, somos nosotros
mismos, o mejor nuestros egoísmos, nuestros juicios acerca de los demás, nuestros
rencores. El centro de todo grupo de oración, siga el método que siga, ha de ser
Jesús vivo, pero no tú ni yo, ni un sacerdote, ni el animador. Nunca
comprenderemos esto, hasta que no aceptemos que somos miembros del cuerpo
místico de Cristo”. Mamen.
Es muy frecuente que en los comienzos haya gente que tenga por norma decir: “Hoy
no ha salido bien el grupo. Este grupo no funciona”..., etc. Y no se dan cuenta, que
el grupo está siendo juzgado de acuerdo con el “color del cristal con que se mira”.
Somos nosotros mismos el problema. Comenzamos a enjuiciar a los demás.
Sacamos defectos. Juzgamos al que participa y pensamos que dice lo que no siente.
Y juzgamos al que no participa porque pensamos que está “pasando” del grupo.
Y la solución la da esta joven. El centro del grupo ha de ser Jesús vivo. Que los que
estamos en el grupo somos caminantes pecadores que vamos a su encuentro. Y que
todos tenemos defectos semejantes, que debemos presentarlos al Señor.
“En un principio, el no encontrar sentido a esa oración. El no entenderla bien.
También la timidez y no participar mucho en la oración compartida, debido a la
causa anteriormente nombrada y a la falta de constancia “. Silvia.
Hay que tener paciencia. Lo normal es no entender bien la oración y sus diversos
momentos. Si eso se vive desde la timidez y no se espera, nace la poca constancia.
La escuela de oración es un buen momento para dar pistas sobre la oración y animar
a los jóvenes a que tengan paciencia consigo mismo.
Personalmente creo que hay que avisar a los jóvenes, que al menos durante siete
semanas tengan paciencia y sepan esperar. Cuando un joven descubre la oración,
desaparece la inconstancia.
La timidez es un problema, que con el tiempo y la comprensión de uno mismo y de
los demás, va desapareciendo. Salir de nosotros mismos y centrarnos en Jesús, es el
mejor medio para que vaya desapareciendo.
“Pues que a veces nos juntábamos tres o cuatro personas y como no había gente, se
me quitaban las ganas de ir. A veces por la pereza de levantarme para ir y otras
veces dejándome llevar por otras amigas que me quitaban el camino de la oración.
También con la llegada del verano me alejaba por completo de la oración “. Rosa
María.
“En general ninguna, aunque me he enfadado cuando yo preparaba la oración y ese
domingo no acudía gente al grupo. Pero Jesús me ha ayudado, cuando a veces ha
habido gente para preparar la oración y si la he tenido que preparar yo, la
preparase con ilusión y como si no hubiera pasado nada “. Lourdes.
Estas dos jóvenes apuntan el mismo problema. El número de los asistentes. Cuando
se inician los grupos, o cuando por diversas causas gente del grupo se desplaza a
otros lugares, o por gente que lo deja, puede llegar el desánimo a los que van al
grupo y se encuentran con poca gente.
Hay que mentalizar, primero a los monitores para que no se desanimen, y luego a los
jóvenes para que sepan que bastan dos personas para hacer grupo.
Sobre esto, tengo una experiencia interesante. En un grupo de Calahorra, se fueron
marchando a estudiar fuera algunos componentes y otros lo fueron dejando, porque
el grupo no había nacido con garantías. Durante un año acudían al grupo a veces
cuatro personas, a veces tres, incluso algunas veces acudía uno solo. Pero nunca
dejamos de hacer oración, el mismo día y a la misma hora. Cuando venía uno solo,
aprovechábamos para vivir el sacramento de la Reconciliación. Fue una experiencia
gozosa y dolorosa.
Al final el grupo no se deshizo. Hubo acoplamiento con otro grupo más joven y hoy
es el grupo con más vida y futuro, pues llevan ya muchos años, y son todos mayores
de edad.
Cuando fallan una semana, jamás se nos debe ocurrir el pedir cuentas de por qué no
vinieron. Ya lo dirán ellos y si no, pues no pasa nada... El grupo de oración es para
jóvenes libres.
“En el grupo de oración no he tenido dificultades graves, porque todos los
componentes, aunque no opinamos siempre igual, sabemos comprendernos de una
manera u otra, aceptando las diversas ideologías, siempre que vayan por el buen
camino. Intentamos apoyarnos unos a otros. Tal vez, lo que falta a veces es la
constancia y en eso yo también fallo. En ocasiones por pereza, por falta de
organización o por otras razones, relegamos la oración a un segundo plano. Nos
dejamos llevar por los demás. Así es frecuente la expresión: “Si mi amigo no va, yo
tampoco”. Nos falta esa fuerza interior que nos ayude a superar esas dificultades.
Todo esto hace que los asistentes al grupo sean a veces pocos. No obstante, no
tarda en aparecer en nosotros esa necesidad de acudir al grupo de oración,
volviendo así de nuevo a la normalidad”. Raquel.
Entresaco del testimonio de Raquel dos puntos a tener en cuenta. Primero el
problema de las ideologías. En un grupo de oración nos juntamos para orar al Señor
y encontrarnos con El, pero no para discutir la ideología de los demás.
Tanto en jóvenes como en mayores, a nadie hay que pedirle el carnet de identidad y
lo que piensan ideológicamente. Gracias a Dios hay mucho respeto. Normalmente,
aunque se conciencian en sus deberes políticos, no suelen discutir sobre partidos
concretos. Quizá porque están un poco desilusionados por promesas que no se
cumplen.
La organización es esencial. Al iniciar el grupo hay que poner el día y la hora, y no
cambiarla por nada. Cuando se cambian continuamente los días y los horarios a
conveniencia de algunos, se termina por desorientar al grupo.
“Las personas que pertenecían al grupo, llevaban mucho tiempo, eran más expertos
que yo. Eso te da miedo y te reservas alguna cosa por el siempre presente “qué
dirán “. María José.
Cuando un joven llega a un grupo por primera vez y en ese grupo la gente lleva bien
la oración, le nace como un complejo. Es muy importante que cuando llega una
persona nueva, se le anime a que tenga paciencia. Hay que decirle que los demás
estaban igual el primer día que se integraron en el grupo, que no importa, que ya
llegará el momento. Que esté atento y que espere. Es muy positivo que en un
momento de la oración, sobre todo en la intercesión, se ore por esa persona que ha
llegado.
“Desde hace siete años no he encontrado ninguna dificultad. Tal vez mi mayor
dificultad es la timidez porque me gustaría decir algo que siento, pero no puedo. De
todos modos tampoco le doy mucha importancia. Si no es hablando, se puede
transmitir de otras maneras el amor que Dios nos tiene “. María Eugenia.
Estupenda la reflexión de esta joven. No importa el medio para transmitir el amor
que Dios nos tiene. Conozco a esta joven y siempre lleva en su rostro una sonrisa
abierta.
Hay que animar a los jóvenes a que no se apuren cuando les gustaría hablar y no
pueden. Lo importante es compartir como sea; unas veces hablando, otras desde el
silencio, metidos en la marcha del grupo y siempre centrados en Jesús.
Los tímidos suelen sufrir en el grupo, por eso hay que animarles a que no den
importancia a su timidez. Como se aceptan como María Eugenia, la timidez
desaparece antes.
“Las dificultades surgieron en momentos de crisis personal en las que yo era
incapaz de comunicarme desde dentro, incapaz de romper mi silencio “. Pili.
“En un principio me costó asistir asiduamente, no por cuestiones de tiempo, sino
por creer que mi experiencia pudiera ser lo suficientemente consistente para ello y
por no sentirme muy segura de que era eso lo que yo necesitaba en mi vida, pero en
poco tiempo empecé a acudir todas las semanas. Incluso me encontraba tan a gusto
que deseaba que llegara el tiempo de reunión.
Ahora hace dos años que formo parte del grupo. En realidad soy de las personas
que lo fundó. A lo largo de estos dos años he tenido muchos momentos de crisis,
deseando que se acabase pronto, mirando el reloj y sin llegar a integrarme
plenamente en la oración. Ha habido momentos en que he pensado dejarlo por
algún tiempo, pero no he sido capaz. Me he dado cuenta de que poco a poco el
grupo me ha ido absorbiendo y es un trocito más de mí, sin poder pasar de él”. Ana
Mercedes.
Benditas crisis. Es lo mejor que le puede pasar a un joven en el grupo de oración. La
crisis superada es un paso de gigante para el encuentro con el Señor y con los demás.
Lo importante en esos momentos es no dejar el grupo por nada. Las crisis pueden
llegar, por empezar a no sentir aquellos sentimientos del principio. También, porque
el Señor empieza a pedir más exigencia y hay como un rechazo a salir “de mi casa”
para ir hacia El.
El monitor tiene que estar atento a estas crisis y animarles a que pasarán y
convencerles, aunque cuesta mucho, que es algo positivo.
“Hace dos años aproximadamente entré en el grupo y siempre me he sentido muy
acogida y poco a poco se han ido creando lazos muy fuertes de amistad. En los
momentos de rechazo o de duda, siempre les he tenido a mi lado “. Natalia.
“Hace tres años empecé. Tuve dificultades de no conocer a nadie, pero poco a poco
me voy integrando en el grupo “. Francisco.
“Llevo cinco años aproximadamente. Las dificultades han sido con unas chicas que
no me llevaba muy bien”. Laura.
“Hace seis años que me inicié en los grupos. Las dificultades pueden venir por falta
de conocimientos, por el numeroso grupo de gente que íbamos a la expectativa, el
poco conocimiento quizá de las señoras que llevaban el grupo. Pero a parte de estas
dificultades en el inicio del grupo, conforme hemos ido entrando en la oración, el
único problema es el de la inestabilidad de la gente hasta el momento “. Marta.
Una de las dificultades frecuentes en los grupos, y que cuesta a veces años en
corregir, es la estabilidad. Por diferentes causas, unos vienen y otros van. Pero el
grupo funcionará si hay un núcleo de cuatro personas que se lo toman más en serio,
y que de no estar enfermos o por un viaje, jamás dejan de acudir al grupo.
Otras dificultades como integración, falta de comprensión con algunas personas del
grupo, inmadurez de otras, se van superando con la paulatina integración en lo que
es oración de todos los miembros del grupo.
“La inicié en grupo hace seis años y he tenido dificultades porque al segundo o
tercer año, tuve una crisis en la que comencé a no creer o creer muy poco. Lo dejé
por algún tiempo, pero a raíz de unas convivencias todo volvió a nacer de nuevo y...
aquí seguimos con muchas ganas “. Miran.
Una de las cosas que hay que enseñar a los jóvenes en las escuelas de oración y
desde la Palabra de Dios, es el problema de la Fe. Qué es Fe, cómo vivirla, las
dudas, la diferencia entre creer y el sentir. Diferenciar- les la Fe en Cristo y en su
Iglesia y la Fe de las personas que la componemos. A veces los jóvenes confunden
la Fe con la profesora que les suspendió las matemáticas.
Hay que insistirles que por muchas dudas que tengan, aunque no vean al Señor por
ningún sitio, que sigan acudiendo al grupo a “dejarse mirar por el Señor”, aunque no
tengan gusto alguno en lo que hacen. Hay que inculcarles que hay que acudir al
Señor gratis.
“El grupo empezó hace seis años. Yo nunca había orado con gente y mucho menos
en voz alta. Me costaba mucho participar y estaba más preocupada de cómo
hacerlo, que de la oración. Estuve así dos años. Sin abrir la boca. También me
costó abrirme a los demás del grupo, ya que éramos gente muy distinta y yo tenía la
idea de que no encajaba. Luego vi que no era así”. Elena.
“Empecé hace seis años. Las principales dificultades las he encontrado en mí
mismo. Era muy tímido y me costaba abrirme a los demás tal cual era. Todas las
personas que he conocido en el grupo eran maravillosas y me querían mucho. Sin
embargo yo he podido fallarles algunas veces sobre todo por motivos de timidez y
por no mostrarme a los demás tal cual era, con sencillez. Aprovecho la ocasión
para pedirles perdón”. Fermín.
Elena y Fermín eran novios cuando iniciaron el grupo. Un día me vinieron a
comentar sus dificultades cara al grupo, porque como eran tímidos, ellos iban a ser
incapaces de integrarse y participar. Por otra parte ellos se encontraban a gusto en el
grupo y les encantaba ese modo de orar. Les animé a seguir. Pasaron los años, e
incluso ellos llevaron algún día la dinámica de oración y prepararon algún grupo en
su parroquia para la confirmación.
Una vez más. No debemos tener prisa en que los jóvenes participen en voz alta en el
grupo. La timidez no es problema para el orante en grupo.
“Creo que ando en el grupo desde los seis años, pero al principio de manera
cómoda, de ir por ir. Las dificultades más grandes eran la vagancia y la
inconstancia hacia el grupo. Por lo demás nunca he tenido problemas con las
personas que iban junto a mí, ya que éramos amigos y amigas “. Amaya.
“La oración en grupo la inicié hace seis años, pero hasta hace dos o tres no me he
dado cuenta de la importancia de la oración en grupo. La mayor dificultad ha sido
la vagancia. El poder estar echando la siesta en vez de ir a orar y el hecho de no
estar respaldada por mis “amigas “. Meri.
Estas dos experiencias de Amaya y Meri son una nueva llamada a los monitores a
dar tiempo al tiempo. A no desanimarse cuando vean que hay jóvenes que no
arrancan.
Lo importante es que a pesar de que hay días que no van por vagancia o por otras
causas, se les siga animando. Llegará un día en que si no dejan el grupo, descubrirán
desde Jesús lo maravilloso que es crear Iglesia con los demás jóvenes movidos por
los mismos ideales.
“Llevo orando en este grupo algo más de tres años. Como ya he explicado, en el
primer grupo no me encontraba bien. Había demasiada gente, no me atrevía a
colaborar... pero más tarde cuando entré en otro, debido a la insistencia de mi
catequista, me integré mucho más. Me sentí acogida por los demás. En poco tiempo
ya no dependía de las amigas a las que conocía “. Eva María.
No hay dificultad que no se pueda superar en los grupos de oración cuando hay
constancia y Fe en el Señor. Los grupos los ha formado el Señor y los demás
debemos ser colaboradores e intermediarios del Señor.
Puede haber otras muchas dificultades en los grupos. Cuando parece que todo va
bien, surge un problema imprevisto. No hay que asustarse. También tenemos que
creer en la fuerza del mal, que no le interesa que los jóvenes sigan a Cristo y se
comprometan a testimoniar que Cristo sigue vivo.
A veces me suelen escribir o llamar jóvenes de otros grupos contándome sus
problemas, crisis y desesperanzas. A veces me piden consejo porque algunas cosas
no funcionan.
Para solucionar problemas es bueno saber dialogar, poner las cosas sobre la mesa.
Pero sin dejar al Señor.
En mi experiencia de crisis de grupos que he conocido, y que gracias a Dios han
sido muchas, siempre salen los grupos fortalecidos, y he constatado que el mejor
camino para solucionar los problemas, es la oración misma.
Una de las experiencias más duras fue la de un grupo en el que un chico que salía
con una chica del mismo grupo, la dejó para salir con otra chica de su mismo grupo.
A la semana siguiente, los tres acudieron al grupo. Se notaba nerviosismo en los
quince o veinte que lo formaban. No hubo ningún comentario. Se oró mucho y
aquello pasó sin dejar heridas y más fortalecido que antes.
Pero no paró ahí la cosa. Este chico dejó a la nueva chica, y comenzó a salir con otra
de fuera del grupo, a la que trajo al grupo. Aquello fue una bomba. Pero nada se
habló ni se dijo. Se volvió a orar fuertemente.
Al final este chico dejó el grupo. Ciertamente que el grupo se podía haber ido “al
garete” si no hubiera sido por la sensatez de las personas afectadas, la ayuda de los
demás, pero sobre todo porque no se habló, sino que se oró.
Que nadie se asuste por las dificultades. Debemos asustarnos si no sabemos
afrontarlas desde la misma oración. Y por supuesto, desde un ofrecer al Señor el
dolor que suponen muchas cosas de las que ocurren a las personas que amas y que se
reúnen contigo cada semana.
4. APOYOS PARA EL CAMINO
Todos los Sábados por la tarde nos reunimos varios grupos de jóvenes en el
convento de Calahorra. A las cuatro y cuarto comienza el primero, con los tres
grupos de “benjamines”, que son una pocholada, alimento de paciencia y futuro
esperanzador. A las seis comienza el de los jóvenes desde primero de BUP hasta
universitarios. Estos están madurando día a día. A las siete y cuarto, son los jóvenes
mayores. Ser monitor de estos mayores es una gozada. Ya ni necesitan monitor. Son
capaces de llevar la oración ellos solos, aunque siempre está con ellos Tere, que es
como una madre.
Son alegres y juerguistas. Unos viven en Calahorra toda la semana. Otros vienen de
fuera, de la universidad normalmente. Hay tres o cuatro parejas de novios.
A la misma hora que estos jóvenes mayores alaban a Dios y comentan su Palabra
para su compromiso semanal, otros jóvenes hacen otras cosas más “divertidas”,
como visitar bares, aspirar humo en los “Pubs”...
Cuando cercanas las nueve de la noche se van y cierro la puerta del convento, éste se
queda en silencio. Un silencio lleno de esperanza, tras unas horas de entradas y
salidas de niños y jóvenes.
Hemos visto en el capítulo anterior las dificultades que tienen con sus grupos y
personalmente. ¿Por qué no echan a correr? ¿Por qué no tiran la toalla? No cabe
duda de que en el ambiente de la calle, aparentemente todo son facilidades para vivir
sin esos problemas.
He preguntado a los veintitantos jóvenes cómo han superado esas dificultades y qué
medios han empleado para seguir adelante, para superar sus crisis con casi todos los
ambientes en contra, y con su lucha personal.
Han contestado con su sinceridad habitual. Han dado en el clavo de esos medios
necesarios para seguir adelante luchando en el Reino y por el Reino de Jesús.
“Me han servido otras actividades de la parroquia como catequesis de niños,
grupos de confirmación, visitar ancianos. Una Eucaristía mensual con el grupo.
Compartir cenas en el salón parroquial con gente mayor y ancianos. Pero a mí
personalmente lo que más me ayuda a vivirlos con ganas, son las convivencias que
hacemos en el Desierto de Las Palmas (Castellón). Es ahí donde encuentro las
fuerzas que después he de compartir con los demás. Es como olvidarme de “todo”
para acercarme más a El. Cuando realmente lo siento cerca es cuando renacen las
fuerzas y las ganas para todo. Es genial sentirte hija suya. Es muy importante la
oración personal. Es imprescindible “. Mado.
Mado comenta unos apoyos estupendos para enriquecer la oración del grupo. El
grupo le genera esa actividad parroquial, que al mismo tiempo la lleva
semanalmente a los demás. Y los demás le llevan a comprometerse con el grupo.
Nos habla de una Eucaristía mensual en el grupo. Creo que no debería faltar en
ningún grupo. Y en esto creo que fallamos bastante. La Eucaristía en el grupo ayuda
a crear lazos con el grupo desde Jesús, desde su comunión.
Nos habla de las convivencias. Otro punto a tener muy en cuenta en los grupos.
Desde mi experiencia con grupos y en otros grupos eclesiales, se constata la
necesidad de pararse a convivir en fines de semana. La convivencia les hace pararse,
reflexionar más tiempo, compartir con los demás, la vida, las inquietudes...
Esto lo saben bien en nuestros grupos, los que se reúnen en el Desierto de Las
Palmas, en Aitona, en Burgos... Les queda como una marca y unas ganas enormes
de seguir luchando. En estas convivencias es como si Cristo se manifestase más
vivo. Los “entendidos”, dirán que son fenómenos sociológicos. Me da lo mismo. Yo
sólo sé, que los jóvenes vuelven nuevos de esas experiencias y con un nuevo empuje
para seguir construyendo Iglesia.
Mado acentúa la oración personal. Ya lo he comentado. Los monitores deben dar la
lata a los jóvenes para que se paren todos los días un rato para que desde la Palabra
de Dios, se sientan cuestionados y empujados.
“Que podamos participar todos, y si algún día alguien propone preparar la
oración, pueda hacerlo. Y que poco a poco las caras de la gente se te vayan
haciendo más familiares. Eso hace que te sientas a gusto “. Nieves.
En los grupos de jóvenes hay que mirar al futuro. Un grupo que después de un par
de años de orar juntos y con las mismas personas, no sea capaz de hacer oración sin
el monitor que los inició, es que no ha madurado.
Por eso es importante que el monitor invite a los jóvenes a que ellos lleven la
oración.
Mi experiencia en este aspecto es muy rica. Aunque yo esté presente, invito con una
semana de antelación a que dos o tres preparen la oración de la semana siguiente.
Es una gozada el empeño que ponen. Desde luego, que el día que la dirigen no hacen
oración, por los nerviosos que están, pero hacen una oración preciosa mientras la
preparan.
Incluso en el grupo de octavo y primero de BUP lo han hecho. Todavía veo sudar a
Ricardo, a Justo Román, a Francisco y a otros. Es bonito saber que Roberto y su
novia no han salido un domingo a la noche, para preparar y dirigir la oración el
sábado siguiente. Y me dijeron que lo habían hecho muy bien.
Mi mayor alegría ha sido cuando he faltado un día a la oración y a la semana
siguiente me han dicho:
“Antonio, ha salido mejor que cuando estabas tú”. He pensado para mí que ya eran
maduros para la oración y he dado gracias a Jesús porque no les ha fallado.
“Yo creo que el principal apoyo que tiene es la fe en Dios y las ganas de estar con
El, aunque a veces esto cuesta un poco “. Luisa.
“Cuando estoy en oración, es Dios mi centro. Pero cuando estoy con los amigos del
grupo, son ellos los que me dan la energía para seguir en el grupo, a pesar de saber
que debería ser Dios el centro, tanto fuera como dentro del grupo “. J. Antonio.
La fe en Dios y el compartir con los amigos del grupo no son cosas antagónicas sino
complementarias. La energía que se recibe de los componentes del grupo, viene de
Dios que va regalando la fe cada semana, para que la vivan con ilusión.
Claro que cuesta vivir la fe en Dios. No lo vemos, no lo tocamos, no lo sentimos y
eso “cuesta un poco”, como dice Luisa.
Hay que ayudar a los jóvenes que van al grupo a encontrarse con Dios, con un Dios
que está en el corazón de todos los del grupo, y amar y compartir con los
compañeros del grupo, es amar y compartir con Dios.
“Mis apoyos son: a diario la oración. Eucaristía semanal. Quincenalmente, carta a
Jesús. Mensualmente confesión y convivencia siempre que haya una a la vista.
Además las ganas de vivir la alegría, el que haya algo que compartir aunque sean
mis lágrimas. El sentir a Jesús ahí y el comprender que aunque a veces no lo
sintamos, El está ahí detrás de cada pisada de zapato “. Mamen.
Casi nada. Mamen vive todo lo que hay que vivir para que las dificultades de la vida
no puedan con ella.
La Eucaristía de cada domingo, muchos dirán que es lo normal, pero por desgracia
no lo es tanto. Cuántos jóvenes, cuando han llegado al grupo, pasaban de la misa
semanal, porque es un “rollo”, porque no hay quien aguante al celebrante, porque no
me dice nada... Hay que inculcar a los jóvenes que la Eucaristía es esencial en la
vida de todo cristiano.
Tuve la dolorosa experiencia de un grupo al que inicié en un pueblo. Eran jóvenes
estupendos, no fallaban ninguna semana a la oración, se lo tomaban muy en serio lo
de compartir la Palabra. Pero ese grupo duró entre dos y tres meses. Casi ninguno
iba a misa los domingos. Y así no hay grupo que dure. Hay que inculcarles que los
sacramentos, encuentros con Jesús, son esenciales para poder vivir un grupo y que
ese grupo cristiano de oración, tenga sentido. Los sacramentos son, fuerza misteriosa
que empuja al joven. Hay que mentalizar a los jóvenes, que la misa la tienen que
“celebrar” ellos, aunque el celebrante lo haga sin vida e invite a la pasividad.
Mamen nos habla de la confesión. Cuando los jóvenes descubren el sacramento de la
reconciliación, han descubierto el apoyo de Jesús para sentirse libres e ir curándose
de sus heridas y recuerdos negativos y para llenarse de la gracia de la reconciliación
con el amigo Jesús.
Cuando el joven va cargando su alma de debilidades, cuando siente la pena de haber
fallado a Jesús, cuando lo que ha hecho le deja inquieto, es muy difícil que pueda
participar con alegría en el grupo de oración. De ahí la necesidad de inculcarles que
vivan con profundidad este sacramento y que el momento de perdón antes de la
oración, los lleve a vivir la misericordia del buen Dios que los comprende.
El apoyo maravilloso de creer que Jesús está “ahí”, como dice Mamen, aunque a
veces no lo sintamos. Hay que insistir mucho en este sentido de fe. Creer que Jesús
me acompaña aunque no le vea, ni le sienta, ni me diga nada.
De todos los encuentros nacen las ganas de vivir con alegría. Yo suelo invitar a los
jóvenes (y son cientos los que lo hacen), a ofrecer el día a Jesús, y como primer
pensamiento del día decir nada más despertarnos: “Buenos días Jesús, buenos días
alegría...”.
“Las dificultades se superan a través de la unión y la confianza en el grupo y
sabiendo que tienes otras personas que te apoyan y ayudan. En cuanto a la falta de
comprensión en la oración, se supera con el tiempo y la constancia “. Silvia.
“Bueno, las he ido superando gracias a la hermana Segunda que me da ánimos
para seguir yendo al grupo. Y pidiendo a Dios que no me alejara del grupo “. Rosa
María.
“Creo que no he usado ningún medio para seguir en el grupo. Que mis dificultades
en él, han desaparecido gracias a Jesús, que dándome voluntad, me ha ayudado
domingo a domingo a no faltar a la cita que tenía con El”. María Lourdes.
Los apoyos nos llegan de Dios, del mismo grupo, y de personas cercanas que nos
ayudan a seguir luchando.
Hay que animar a los jóvenes a que se fíen de los demás componentes del grupo,
pues todos navegamos en el mismo barco y con las mismas ilusiones. Y un día uno,
y otro día otro, nos necesitamos para seguir “en la brecha”.
Algo que está por descubrir con fuerza y seriedad es el acompañamiento para el
camino. La tradicional dirección espiritual. Alguien que te acompañe en el camino.
Puede ser un sacerdote, que además de ayudarte, en el sacramento de la
Reconciliación puede aconsejarte y darte ánimos. Una religiosa en la que tengas
confianza. Puede ser una persona seglar. Y por supuesto, un compañero o
compañera del grupo.
Cuando Jesús guarda silencio, siempre te podrá hablar por medio de esa persona en
la que tienes confianza. Una de mis bonitas experiencias en este sentido es el
acompañamiento a través de la correspondencia epistolar. Escribir una carta a un
amigo, es un buen método de desahogar y de compartir las alegrías o las penas del
camino.
“Las dificultades del grupo las he superado aumentando mi responsabilidad,
alejándome de todo lo negativo, aunque no siempre es fácil, pues son muy fuertes
las presiones a las que nos somete esta sociedad, con lo cual las posibilidades a
adoptar, quedan reducidas a unas pocas. Pero siempre en el interior de cada uno de
nosotros, hay algo que nos mueve, algo que nos impulsa a seguir adelante por el
buen camino.
Para seguir haciendo oración, pienso que no debemos tener miedo de hacer pública
nuestra fe, nuestra creencia en Dios. Ese Dios vivo que está dentro de cada uno de
nosotros. Gracias a El, he perdido ese miedo y no me avergüenzo de hacer oración
y decirlo. Por eso intento prestar mi apoyo a los que no tienen las ideas claras
todavía y necesitan ayuda. Yo pienso que es muy importante ser modelo de fe,
porque no sólo haces tú oración, sino que también motivas a los demás a
practicarla “. Raquel.
Esto es tornarse las cosas en serio. Hay muchos jóvenes que como Raquel, sacan la
fuerza y el apoyo para seguir en un grupo, desde un testimonio vivo de lo que creen.
Hay que pedir la gracia para todos los jóvenes, para que crean que llevan a Dios en
su interior y que con ese Dios nada deben temer. Raquel en cierta ocasión tuvo la
valentía de enfrentarse a un profesor que inculcaba a los alumnos el “sí” al aborto, y
otras lindezas. Fue curioso que el profesor pegó un portazo en la clase y se fue
cuando todos los compañeros de clase de Raquel, se pusieron de su parte. No fue
Raquel la que habló, sino ese Dios que ella llevaba dentro.
Es muy bonito ver cómo muchos jóvenes vienen a los grupos de oración, porque han
constatado que los que acudían al grupo de oración, llevaban dentro algo que él no
tenía.
“Con la oración misma, alabando y dando Gracias a Dios por esos momentos, y
sobre todo por el apoyo que he encontrado en el grupo “. María José.
“Las he superado al seguir reuniéndome con el grupo, a pesar de los malos
momentos en los que sólo sentía rebeldía, y porque en ninguna ocasión he dejado de
orar personalmente “. Pili.
“En verdad, lo que realmente me ha ayudado a superar esas crisis y a conseguir
volver a integrarme en el grupo de pleno, ha sido el apoyo de la gente del grupo,
que ha hecho que no abandone y siga orando, tanto en el grupo como
personalmente. Creo que me ha ayudado mucho la perseverancia “. Ana Mercedes.
En el grupo hay que tener un sexto sentido, tanto los monitores como los
componentes del grupo, para percibir quién lo está pasando mal y saber echarle una
mano a tiempo.
Y volvemos, desde La experiencia de Mercedes, a inculcar la perseverancia. Seguir.
Seguir siempre. Seguir sin desanimarnos, aunque nuestros ánimos estén por los
suelos. Tener la suficiente confianza y humildad de gritar a los demás que nos echen
una mano, que nos ahogamos.
Ante el cariñoso “acoso” de Jesús, pueden nacer rebeldías. Lo puede decir Pili, la
gran “acosada” por el Señor, la rebelde que ha vencido su rebeldía diciéndole al
Señor que ya está bien, porque se acabó, que le va a seguir con todas sus
consecuencias.
“Sin presiones ni insistencias para seguir. Sólo sabía que el grupo estaba allí y me
apoyaba. No les podía fallar a ellos ni a El. En los problemas personales ha habido
mucha sinceridad y comprensión “. Natalia.
Los grupos deben estar abiertos a los que llaman a su puerta. Tanto a los que llevan
tiempo como a los que lo inician, hay que respetarles. Invitar sí, pero no presionar e
insistir.
A ciertas edades suele surgir el espíritu de contradicción. Basta que me digas esto,
para que yo haga lo contrario. Que sepan los jóvenes que tienen un grupo que los
quiere, que los recibe con los brazos abiertos, pero que si no quieren entrar, no pasa
nada, se les seguirá queriendo igual.
A la hora de compartir un problema, que haya mucha comprensión, mucha escucha.
A veces los jóvenes no buscan soluciones, que ya vendrán, sino que buscan que se
les escuche.
Tanto los monitores como los componentes que llevan mucho tiempo, pueden caer
en la tentación de dar consejos y seguridades, cuando en realidad lo que necesitan
los jóvenes es comprensión, y que los demás se hagan cargo de que su problema es
muy serio y que no hay consejo que en ese momento les vaya a solucionar nada. De
ahí, vuelvo a insistir, que lo interesante es escuchar y decirles que estamos ahí para
lo que necesiten, que los aceptamos así y los queremos como son.
“Hablando con los del grupo y entablando amistad generalmente con todos “.
Francisco.
“Viviendo en oración y aceptándolos”. Laura
“Esta dificultades se superan olvidándose uno de la gente que está a tu alrededor e
intentando asistir al grupo para hablar con Jesús y que El te hable a tí”. Marta.
“Gracias al grupo que no me abandonó y gracias a la oración personal”. Miran.
Las relaciones con el grupo no siempre son fáciles. El grupo ayuda sin duda ninguna
a amar al mismo grupo. Un camino estupendo es hablando, como dice Francisco, e
intentar tener una relación con todos. Es peligroso hacer grupitos. Esto hiere al
grupo, que tiene que ser abierto a todos.
Hay que aceptar a los demás como son. Cuando vienen al grupo, cada uno trae su
propia historia, diferente de la nuestra. Y así como nos gusta que nos acepten,
tenemos que aceptar nosotros a los demás, sobre todo a los que a veces “incordian”
en los grupos, por falta de seriedad. Esto sucede a ciertas edades y en los inicios de
todo grupo.
No hay que olvidar a los demás y “pasar” de ellos, sino que hay que olvidarse de lo
que están haciendo y no me gusta, y centrarme en Jesús, como dice Marta. Mi
postura coherente, les puede hacer cambiar y tomar- se en serio el rato de oración, lo
que supone tomarse en serio su vida.
“He encontrado el apoyo casi sin darme cuenta. Empecé a compartir en una
oración de intercesión que hicimos en un retiro en Erviti. Cuando oí que todo el
grupo oraba por mí, me impresionó mucho. Yo también empecé a orar por los
demás. Así tomé conciencia de grupo y al mismo tiempo me abría a la oración
compartida en el grupo “. Elena.
“La aceptación de uno mismo y el vencer las barreras que impiden a uno el abrirse
al grupo. Supone un esfuerzo difícil, que se encuentra en marcha como proceso de
autoeducación que es. Pienso que desde que inicié el grupo de oración, he mejorado
mucho. Sin embargo todavía sigo luchando “. Fermín.
Quizá una de las experiencias más ricas de apoyo en la marcha de un grupo, es la
oración de intercesión. Orar unos por otros. Es muy bonito y muy enriquecedor.
Erviti es un pueblo precioso del norte de Navarra, donde todo comienza a ser verde
y frondoso. Allí solíamos ir tres o cuatro veces al año. Solíamos juntarnos entre
dieciocho y veinte personas. La mayoría eran universitarios. Llegábamos los
sábados a media tarde, con aquellas puestas de sol tan maravillosas que me
recordaban los atardeceres de Africa.
Iniciábamos el retiro con una charla-reflexión tanto personal, como del grupo. Tras
una liturgia penitencial, venía la cena. Hacia las dos de la madrugada, les dejaba
solos. Yo me volvía a Pamplona por razones de apostolado dominical. Volvía a la
tarde del domingo para finalizar el retiro con la Eucaristía. Durante la mañana del
domingo, ellos seguían reflexionando.
Pero quizá, el momento fuerte era de dos a cuatro de la madrugada. Era el momento
de la intercesión.
Lo hacíamos de la siguiente manera: Empezábamos a orar todos por uno, que de
antemano exponía la necesidad por la que quería que intercediéramos. Así, uno tras
otro, iban pasando todos por la oración de los demás. Hubo experiencias preciosas
como la de Elena. Veían la intervención de Dios ante situaciones difíciles que les
preocupaban. Lo podría certificar bien Conchi, ya que oraron un buen rato por un
problema que tenía con sus padres. Cuando volvió a su casa, sus padres habían
cambiado de opinión. De esa oración, nació un matrimonio.
Yo invito a hacer esto a todos los grupos. Creo que es el camino más fácil para crear
lazos de amistad entre los componentes del grupo. Como ya he dicho en otra parte al
hablar de la oración de intercesión, el que intercede recibe una gran alegría al orar
por otra persona. El que intercede por otro, es como un puente que lleva a la persona
por la que se intercede, hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios en su vida.
“Todas las dificultades han ido pasando con los años, la madurez y el compromiso.
Han reforzado mi fe “. Amaya.
“Las dificultades las he superado con el apoyo del resto del grupo y con el tiempo.
Poco a poco me he dado cuenta de que la oración en grupo es imprescindible para
mí. Es como una droga sana “. Eva María.
Dar tiempo al tiempo. Hay monitores o gente ajena a los grupos de oración, que
quieren que ya los de EGB sean grandes orantes, lo cual no es posible, porque no
tienen capacidad para poder serlo. A veces los problemas se los podemos crear
nosotros por impacientes.
Los mismos jóvenes se dan cuenta de que la madurez va llegando con la ayuda del
grupo y de Jesús.
Es precioso el constatar que tras las dificultades, hay jóvenes como Eva, para los
cuales la oración es como una droga sana. ¡Bendito sea Dios!, que no hay dificultad
que no se pueda superar con su ayuda. El siempre está al quite de las piedras que se
interponen en el camino del joven orante. Gracias, Señor.
V. LA ORACION COMPROMETE
“Orar para qué? Lo que hace falta es hacer cosas por los demás. Hay muchas
necesidades a nuestro alrededor y refugiarse para orar es una pérdida de tiempo. Es
un espiritualismo facilón para tranquilizar conciencias. Van los jóvenes al grupo de
oración y total que no se les nota nada. Lo importante es que el joven se
comprometa en la sociedad, luche por algo que merezca la pena”.
Los que así opinan, reúnen a los jóvenes para tratar temas de actualidad: droga, sida,
sexo, amistad, política... Todo esto está muy bien. Desde la Palabra de Dios, los
jóvenes discuten y dialogan sobre estas cosas y se quedan satisfechos. Pero, ¿cuánto
les dura?
Hay cuatro estadios para llegar a ser un joven comprometido. Un joven cuando
escucha la Palabra de Dios, la entiende perfectamente. Podríamos decir que le ha
llegado a la mente, le gusta y piensa que es fantástico seguir esa Palabra. Con sólo
eso no basta. Se queda en una mera escucha y nunca moverá un dedo por hacer eso
que ha entendido de la Palabra.
El segundo paso es llevar esa Palabra de la mente al corazón. El joven siente en su
corazón ganas de hacer eso que le ha sugerido la Palabra de Dios, y sus sentimientos
comienzan a funcionar favorablemente. Pero no basta. Se queda en un simple
sentimentalismo. Es maravilloso, pero se cansa en seguida.
El tercer paso es llevarlo al vientre, más al interior. “Rumiar” la Palabra de Dios,
meterla muy adentro desde una reflexión fuerte. Ya tenemos un joven revuelto por
dentro y tocado por la Palabra. Ya no vive a gusto, si no lleva a cabo “eso” que le ha
sugerido la Palabra de Dios en lo más hondo de su ser, pero todavía no basta. El
joven se quedaría inquieto, pero parado.
El cuarto paso es llevar la Palabra hasta las rodillas y orar desde el silencio. Pedir al
Señor. Decirle, que lo que la Palabra le sugiere es muy fuerte y él solo no puede. Y
gritar y suplicar al Señor que no le deje solo en el camino, que va a empezar a poner
por obra lo escuchado. Ha hecho silencio dentro de sí mismo y el Señor comienza a
actuar desde él, en los compromisos a los que el Señor le envíe, cada uno desde su
carisma y desde la gracia que el Señor le conceda.
Cuando el joven ha dado los cuatro pasos, ya se puede decir que es un joven orante.
Ya tenemos un cristiano para siempre. Un cristiano que ora, se comprometerá y
nunca dará marcha atrás, porque ya no camina solo. Siempre “siente ahí al Señor”
como compañero de viaje.
Cuando un joven es consciente de que ES, por dentro comenzará a HACER, y esto
requiere un proceso que nadie puede forzar. Lo que sí está claro es que si un joven,
después de asistir a un grupo, no llega a este estado, es que nunca ha profundizado
en la oración.
El pecado de los monitores y de gente ajena a este proceso de oración, es tener prisa
o dar prisa a los jóvenes para que se comprometan. Hay que sugerirle al joven
compromisos, pero sin forzarle. Ya le irá “forzando” el Señor.
Hay que presentarles ideales fuertes. Algo por lo que merezca la pena vivir. Decirles
que “el mundo está ardiendo”, como diría Teresa de Jesús. Decirles que el mundo
les necesita, que tienen que jugar un papel importante, un futuro que es de ellos,
pero desde un dinamismo interior.
Y de nuevo vamos a dejar a los jóvenes que nos cuenten cómo van viviendo el
proceso de su compromiso. Algunos están ya con sus rodillas, pidiendo al Señor
llevar a cabo lo que les ha pedido. Otros llevan el proceso a la altura de su corazón.
No se puede poner tiempo a este proceso. Depende de muchos factores. Cada joven
y sus circunstancias son diferentes. Depende del grupo y de su seriedad. De si llevan
mucho tiempo juntos o ha habido demasiado trasvase de gente en el mismo grupo.
Desde mi experiencia, para que un grupo funcione y sus componentes estén a nivel
de rodilla, y calculando desde una perspectiva humana -ya que Dios tiene sus
parámetros especiales- se necesitan unos cuatro años. Claro que algunos en un par
de años han llegado y otros a los ocho, siguen igual que el primer día que la Palabra
les llegó al corazón y de ahí no han pasado.
Estos jóvenes que testimonian su compromiso, llevan orando en grupo entre dos y
seis años.
“A dar testimonio no sólo con palabras, Sino con obras. A preocuparme algo más
por la gente que nadie quiere por cualquier prejuicio. Pero el compromiso más
fuerte es el de “ser Mado
Creo que me compromete a dar lo mejor de mí a los demás “. Mado.
Los jóvenes no se aceptan como son. Quizá es uno de los problemas que más
deberíamos tener en cuenta los monitores. Hay una tendencia a no valorarse y a ver
lo negativo de sí mismo. Se comparan siempre a la baja. Se llenan de complejos. Es
alentador ver cómo los jóvenes se van abriendo desde la oración en grupo. Se dan
cuenta que los demás jóvenes tienen parecidos problemas y comienzan a aceptarse
como son. A ser ellos mismos. Sin este conocimiento propio, sin ser ellos mismos,
difícilmente un joven puede entregarse a los demás, pues entregaría lo externo, lo de
siempre, pero no se entregaría con sus valores auténticos y con el carisma que Dios
le ha regalado a cada uno.
“Creo que Jesús, al llamarme a asistir a la oración quiere que me de cuenta de todo
lo que puedo hacer y sentir cuando creo en El. Me compromete a encontrarme a mí
misma y entender a los demás “. Nieves.
Vemos, cómo la sociedad actual envuelve y lía a los jóvenes con sus mensajes y
cómo se pueden convertir en marionetas de la sociedad de consumo. Desde un
encontrarse a sí mismos dejarán de ser manipulados. Por otra parte, desde su
conocimiento propio, desde ese constatar sus debilidades y pecados, sus problemas y
necesidades, comenzarán a entender y a comprender a los demás jóvenes que sufren
por las mismas deficiencias. Desde ese momento, el joven comenzará a tender la
mano a los demás.
“El grupo me compromete a ser mejor y a seguir las enseñanzas de Dios “. Luisa.
Los jóvenes cuando inician la oración en un grupo, se dan cuenta de todo lo que han
vivido en rutina y apatía, y comienzan a descubrir la necesidad de “ser mejores”.
Creo que el papel del monitor en estos momentos es muy importante, para animarlos
a que no sean “mejores”, sino a que sean “nuevos” con un nuevo corazón. No es lo
mismo mejorar, que empezar de nuevo. Desde este corazón nuevo es como podrán
seguir mejor las “enseñanzas de Dios”. Seguir a Dios. Palabra fuerte y terrible.
Seguir a Dios es caminar hacia la muerte de nuestros egoísmos. Seguir a Dios es
morir por el amor, morir por el hermano.
“Con el corazón en la mano: no me siento comprometido para nada. Quizá más
adelante sí, pero hoy por hoy no. Yo actúo como actúo, porque El quiere que sea
así. Y si voy al grupo es quizá por egoísmo, ya que es la mejor forma de
encontrarme con El “. Antonio.
“Quizá más adelante sí”, dice Antonio. Seguro. Si un joven sigue el proceso orante,
llegará a ese compromiso, el que sea. Lo demás sería un parón en su vida que le
desilusionaría. Y aún por egoísmo, cuando alguien se quiere encontrar con Dios, El
sale al encuentro y le va cambiando el corazón para que se comprometa en el
seguimiento.
“A demasiadas cosas. Quizá me exijo demasiadas cosas a mí misma. Si tomo
conciencia de lo que supone’ Dios en mi vida, me dan ganas de abrir los brazos y
(le entregarme del todo a El, y con El a los problemas de la sociedad, a las
injusticias, a todo el que me necesite y también al que no. Me compromete a la
parroquia, a la gente desconocida, a los animales abandonados. Si mi grupo me
fortalece en Dios y en el amor, debo amar todo lo que Dios ha creado. Incluso a mí,
que es lo que más me cuesta “. Mamen.
A los jóvenes que como Mamen, sienten desde “el vientre” esa necesidad de abrazar
a todos, es bueno ayudarles a discernir en qué cosas le puede estar pidiendo Dios
que se comprometa, pues en este fuego juvenil puede nacer la desesperanza cuando
se da cuenta que no puede abarcar todo lo que siente por dentro. Y sobre todo,
animarles a que se amen a sí mismos como Dios los ama, para que cuando ellos
amen y se comprometan por los demás, lo hagan desde el amor de Dios y en el
nombre de Jesús de Nazareth.
“El grupo me compromete a esforzarme más como persona. Y la oración me
compromete a prestar mis servicios a la Iglesia, participando activamente en ella.
También me compromete en mi actitud con mi familia, con los demás. Silvia.
La voz de Dios es un incordio. Cuando el joven se pone a la escucha y lleva hasta lo
profundo de su corazón esa voz, comienza sin más a cambiar de actitudes. Pero hay
que orientarles en lo del esfuerzo personal. Que somos incapaces de esforzarnos en
nada si no es con la ayuda del Señor.
Algo estupendo que he constatado en los jóvenes que van siguiendo el proceso
oracional, es esto que apunta Silvia: la actitud con la familia. Hay jóvenes que no
sentían a su familia, la veían lejana, su hogar era como una pensión. Y el Señor
desde la oración les ha ido haciendo descubrir que tenían unos padres y hermanos
maravillosos.
A veces esa actitud amorosa hacia la familia, ha hecho que la familia se haya vuelto
un poco más hacia Dios.
“A seguir y no dejarlo, aunque a veces no hay mucha gente. Y también me
compromete a que ahora que llega el verano siga orando, aunque por las
vacaciones deje el grupo. A hacer oración sola, o hablándoles a mis amigas de ella
y orar juntas. Y sobre todo, a no dejar de ir a misa en verano “. Rosa María.
“El grupo me ha comprometido a no dejar la oración y a pesar de no haber grupo
en verano, a formar yo uno con mis amigos y mis amigas para no dejar de lado a
Jesús estas vacaciones. La oración me compromete a estar con Jesús unos
momentos cada día, a contarle lo que me gusta y lo que me preocupa, a tratarle
como el mejor de mis amigos y confiar en El como mi hermano que es “. María
Lourdes.
El verano es muy traidor para los jóvenes. Los monitores debemos prepararles para
este tiempo que todo cambia. No llevan la organización que llevan durante el curso y
el joven se desorienta.
Yo soy partidario de que los jóvenes de EGB y BUP, dejen de ir al grupo en verano.
El grupo se desperdiga. Unos se van a un sitio, otros a otro... Son pocos los que
pueden acudir todas las semanas. Y el grupo se resiente. Quizá lo bonito sería seguir
la idea de Rosa: que los que se quedan se junten con otros y hagan un rato de
oración por su cuenta. Si coincide que pueden hacerlo con un monitor, pues mejor.
Pero cuando los jóvenes ya son mayores, lo ideal es que sigan durante el verano.
Pero eso tiene que nacer de ellos. Este verano en Calahorra me dijeron los del grupo
de jóvenes mayores, que ellos querían seguir haciendo oración durante el verano. Y
así ha sido. Ya no pueden dejar de orar...
“El grupo me ha comprometido a mejorar como persona aportando mi espíritu de
ayuda, de comprensión, de ayuda en todo momento, un espíritu abierto a los demás,
dispuesto a dar todo lo necesario. Pero en ocasiones necesita también recibir,
aunque sólo sea un poquito, la ayuda que ofrece el espíritu de cualquier otra
persona. La oración me compromete a muchas cosas y todas ellas importantes,
como el saber reflexionar la Palabra de Dios, saber escuchar al prójimo,
comprenderle, ayudarle... y todo esto esforzándome para superarme como persona y
mirando mis relaciones con Dios y con los demás “. Raquel.
El joven que se compromete, necesita recibir, aunque sea un poquito, de los demás,
como dice Raquel. Hay que inculcar al joven, que el compromiso no lo puede llevar
con un “llanero solitario”. Que necesita ese empuje humano de personas cercanas
que le animen, le escuchen y si llega el caso, le corrijan y orienten en ese
compromiso. Sería un error el querer dar siempre y no estar dispuesto a recibir. Se
podía caer en un orgullo camuflado de compromiso.
“Me ha comprometido a un trabajo más directo con esas personas que me
necesitan, y sobre todo he aprendido algo muy importante, y es decir “gracias” por
todo, por lo favorable y desfavorable, positivo o negativo “. María José.
María José ha descubierto algo muy interesante y es una gran gracia de Dios. No
sólo alabar y dar gracias a Dios durante el rato de oración, sino en la vida diaria y
todo acontecimiento. Alabar y dar gracias a Dios por todo, incluso cuando todo
parece contrario a nuestros planes, es un seguro de paz interior. Dar gracias a Dios
por todo, es un acto de fe en ese Dios “papá”, que yo sé que me ama y no me deja
solo. Es otro de los puntos que los monitores deberíamos hacer descubrir, esa
cercanía de Dios que se palpa en (Mt 6, 25-34.)
“A ser yo también transmisora de mis creencias con mis amigas, en la catequesis a
niños de mi parroquia, a participar en convivencias de jóvenes y a tomarme más en
serio mis estudios y aportar mi ayuda y mi alegría a mi familia”. María Eugenia.
“El compromiso en serio: anunciar la Buena Noticia y ser instrumento de Dios
entre los hombres mis hermanos. No puedo cerrar los ojos ni tampoco quedarme
con lo recibido gratuitamente La iglesia también necesita de mi testimonio para
seguir evangelizando “. Pili.
“El grupo me ha comprometido a llevar la Palabra de Dios a todo aquel que se
pueda ver necesitado de ella. Me ha comprometido a extender mi experiencia del
Espíritu de Dios entre los que me rodean, para así dar una oportunidad para
conocer el amor de Dios como yo le he tenido, y lo que puedo experimentar con la
oración. Me ha hecho adoptar como compromiso el ponerme al servicio de los
demás, siempre que lo necesiten de mí, sin esperar nada a cambio, como lo han
hecho conmigo “. Ana Mercedes.
Un problema que puede surgir en un grupo de jóvenes, y no digo grupo de oración,
sería el inmovilismo y la pasividad. Ir recibiendo gratuitamente conocimiento de
Dios, pero guardándolo para su bien personal. La oración en sí misma, mueve al
joven a dar gratis los que ha recibido gratis.
Desde los grupos de oración, los jóvenes creen en la nueva evangelización. En esa
reevangelización a que nos llama la Iglesia. Desde su experiencia oracional de
encuentro con el Señor, el joven se mete en sus ambientes con una noticia nueva,
que la hace atractiva a los otros jóvenes, porque va avalada de alegría en todo lo que
hace por los demás.
“Me he comprometido a poner mi vida al servicio de los demás, eligiendo como
carrera el Trabajo Social. Y en ámbitos más pequeños, sobre todo a saber escuchar
y echar una mano en todo momento. También a mantener el contacto con los
cristianos de EDE y de otros lugares para que logremos la fuerza para seguir a
Jesús”. Natalia.
“A creer más en Jesús, a ayudar a los demás y a llevar una vida teniendo a Jesús
como único guía “. Francisco.
“La ayuda a los demás, teniendo a Cristo como único guía”, nos dice Francisco. Ahí
está la clave. Y desde ese Jesús-guía, muchos jóvenes orientan su carrera, su trabajo
futuro en algo que les acerque a los demás como Natalia y tantos otros.
Algo que apunta Natalia es muy interesante. El contacto con otros jóvenes de otros
lugares. Algunos lo hacen a través de encuentros programados, otros por
correspondencia.
Así los jóvenes van descubriendo que no están solos, que en otros lugares hay
jóvenes que viven sus mismos ideales.
“Me ha comprometido a ver el mundo de diferente manera. A saber lo que es bueno
o malo. A hacerme más sensible con la gente, a tomar como amigos a aquellos que
eran un poco enemigos, a ofrecer a la gente un amigo sincero: Jesús. La oración me
ha ayudado a formarme como persona “. Marta.
“Me ha comprometido a seguir en el grupo, a trabajar con niños y niñas entre 11 y
13 años siendo catequista. En definitiva, a bastantes cosas que ayudan también en
la vida diaria”. Miran.
Un mundo diferente, más bonito, con posibilidades de mejorar. Eso es lo que
descubren los jóvenes en la oración y les compromete desde Jesús a cambiar por
dentro en relación con la gente y con la vida diaria y a ponerse al servicio de las
cosas pequeñas de cada día.
“Me ha comprometido a vivir según Cristo. A aceptar su voluntad, a ponerme
siempre en sus manos, en todo lo que hago. A que El sea el centro de mi vida y a
que en todo lo que hago, dé testimonio de que Dios está conmigo. Lo intento llevar
esto a la familia, a mi relación con los demás, a mi novio. No quiere decir que
siempre lo consiga, pero lo intento “. Elena.
“Me compromete a vivir según el sentir cristiano, a llevar la cruz de Cristo con
alegría y dignidad “. Fermín.
A los jóvenes les entusiasma el seguimiento de Cristo. En mi apostolado por esos
mundos de Dios, lo que más les gustaba de mis charlas era cuando les hablaba de
Jesús, ese Jesús humano y cercano. Pero cuando llega la hora de seguirle desde la
cruz... eso ya es otro cantar.
Hay que animarlos a que descubran al Cristo de la cruz, al Cristo del sufrimiento.
Sin cruz y sin sufrimiento, es imposible llevar el amor a los demás. El servicio, el
salir de nosotros mismos es más difícil de lo que parece.
Hay que presentarles al Jesús total. No se lo presentemos sólo en sus momentos más
atractivos. Sería engañar a los jóvenes y manipular el mensaje de Jesús.
Hay que presentarles un Jesús muy humano, vivo, resucitado, pero que pasa por
Getsemaní y por el Calvario y por la gente incomprensiva de su tiempo y por los
amigos de tres años que le abandonan a la hora de la verdad.
“Creo que me ha comprometido a vivir mi fe de una forma coherente. A llevar mi fe
a los que me rodean y ayudar a todo el mundo que pueda, bien sea, los de casa o a
los amigos’ o a los más necesitados como ancianos y niños “. Amaya.
“Me ha comprometido a mantener un contacto cercano con Jesús, a vivir la religión
de una manera mucho más profunda, a ayudar a los demás dándome cuenta de que
Jesús está en ellos. A apoyarme en Jesús en los momentos difíciles”. Meri.
Es muy frecuente, por desgracia, que los jóvenes sigan a Jesús en sus grupos,
practiquen la religión, se den a los demás, pero a renglón seguido vivan situaciones
que nada tienen que vei con Jesús de Nazareth, y ante cualquier dificultad caigan y
sigan la corriente un tanto pagana de ciertos ambientes.
Sólo desde una fe coherente se puede dar un testimonio. Conozco los ambientes más
o menos en los que vive Amaya, que no son muy religiosos que digamos y sin
embargo tanto ella como muchos jóvenes desafían esos ambientes desde Jesús,
desde esa fuerza que han ido adquiriendo en sus grupos de oración.
La coherencia en la fe, lleva a vivir profundamente la religión, a respetar lo que los
demás quieren pensar, pero sin ceder un ápice de mis creencias en Jesús.
Por supuesto que en esos ambientes se pasan momentos difíciles como dice Meri,
pues los otros jóvenes quieren tirar por tierra el mensaje de Jesús, no por mala idea,
sino por ignorancia. Si en esos momentos el joven se apoya en el Jesús interior,
seguirán con su fe intacta y con más bríos que antes. (5.Jn 15,5)
“A acudir más a menudo a la iglesia para orar con Jesús y recibir a Cristo en más
de una ocasión a lo largo de la semana. A superar complejos que antes tenía y
criticar menos a mis iguales. A poseer una mayor comprensión con los que me
rodean, a saber controlarme en algunas ocasiones “. Eva María.
Eva nos da una pista de un compromiso, y un medio para seguir caminando en
Jesús. Algo que va pidiendo el Señor en la oración, es como una necesidad de estar
más con El.
Hay jóvenes que se pasan largos ratos a solas durante la semana en una iglesia o
capilla, charlando un rato con Jesús. Y hay jóvenes que cuando el horario se lo
permite, acuden a la Eucaristía durante la semana.
Y desde esos encuentros, sacan la fuerza para tantas cosas bonitas que solos no
pueden hacer.
No debemos conformarnos con que los jóvenes cumplan con la ley, no les hagamos
fariseos. Hay que animarles a que necesiten vivir a Jesús. Que no se conviertan en
cumplidores y se queden tranquilos. Que sientan la necesidad de amar y de ser
amados por Jesús. Desde Jesús nacerán esas cosas tan interesantes que dice Eva: no
criticar o controlarse en momentos especiales.
Algo que se va notando como compromiso y fruto en los jóvenes de los grupos, es el
respeto a los demás. Hay que luchar porque no se critique a nadie con críticas
destructivas. Si quieren criticar, que lo hagan a la cara y con valentía.
Una expresión que usan mucho los jóvenes, es el “no me apetece” o los más
jovencillos el “no mola”.
Uno de los compromisos que les va naciendo desde la oración, es el autocontrol, el
saber dominarse. Callar cuando tienen que callar y hablar cuando tienen que hablar.
Pido al Espíritu Santo, que haga descubrir a los responsables de grupos juveniles, la
necesidad que tiene el joven de vivir la oración en grupo y la oración personal.
A veces piensan que durante el grupo de oración, sólo se reza, y no es así. A través
de la Palabra de Dios, surgen cada semana todos esos problemas de más actualidad,
y el joven desde dentro va comprometiéndose, no sólo a conocer esos problemas,
sino a vivirlos y comprometerse con ellos.
Para mí es una gran alegría el constatar cómo desde el grupo de oración, los jóvenes
se van comprometiendo con sus parroquias poco a poco, con la sociedad, con todo lo
que Dios les va sugiriendo, porque vuelvo a insistir, el compromiso no se lo
podemos poner nosotros, el compromiso se lo irá sugiriendo Dios.
A veces nos puede parecer que no se comprometen con nada, pero no es cierto.
Conforme van progresando en el grupo, se van comprometiendo a muchas cosas,
claro que muchas no se ven y por desgracia en este mundo lo que no se publica en
un periódico ya parece que no tiene valor. Algunos jóvenes, bastante tienen con el
compromiso de aguantar a sus padres o de estudiar o de ir aguantándose ellos
mismos.
Lo que sí está claro, como hemos visto en estos testimonios, es que la oración
revuelve por dentro y compromete.
Los jóvenes cuando iniciaron el grupo de oración, estaban bastante lejos de Jesús y
de la Iglesia.
Cientos de jóvenes podrían dar estos testimonios u otros similares. Jóvenes que han
sido “tocados por Jesús.
VI. NOVIOS ORANTES
No me voy a parar a comentar lo que hoy supone el noviazgo en la juventud. Llevo
dieciséis años trabajando con parejas. He acompañado a unos cuantos en el día de su
matrimonio y con mucha pena tengo que decir, que hay una mayoría de jóvenes que
se casan sin haber profundizado en el amor.
Creen que se aman, pero la mayoría de las veces a un nivel afectivo sensible, pero
no a un nivel de Cor. 1 3. Tienen ataduras de amor, pero a un nivel de apetencias y
deseos, más que a un nivel de entrega gratis.
Creen que se aman porque no discuten, lo cual no es bueno, pues puede suponer que
uno domina a otro.
Creen que se aman, porque se cuentan muchas cosas, pero no llegan a conocer cómo
es el corazón de su pareja.
Creen que se aman, porque sus cuerpos se han manifestado cercanos desde la
experiencia afectiva, pero no se han unido sus espíritus.
Creen que se aman, y no han sabido diferenciar la sexualidad de la genitalidad.
Creen que se aman, y a la primera dificultad que les surge, se inculpan el uno al otro
sin aceptar cada uno su parcela de culpabilidad.
Creen que el amor lo supera todo, y sólo es verdad en parte. El amor supera todas las
dificultades a nivel de diferencia de edad, a nivel de diferencia económica, pero no
lo puede superar normalmente a nivel de diferente cultura o diferente experiencia
religiosa. Sencillamente, porque a nivel de esas experiencias religiosas, el amor no
se puede cultivar. Hay unas barreras que impiden la conexión de sus espíritus.
Una de mis experiencias gozosas como sacerdote, es celebrar un matrimonio con
jóvenes que viven unidos en su espíritu, que Cristo los va uniendo, que han
conectado en lo más profundo.
De los jóvenes encuestados, seis tenían novio/a en ese momento. Ellos me comentan
su experiencia, vivida desde el grupo de oración.
“Sirve para darnos paz y más cariño. Pienso que el hecho de compartir algo tan
grande como el creer en Jesús, nos da seguridad y hace que una pareja se sienta
más unida y con más cosas en común “. Nieves.
Paz y cariño. Un cariño precioso que nace de ese compartir cosas tan profundas
como a Jesús de Nazareth. Los novios que oran se sienten más unidos, sobrc todo en
lo profundo de su corazón. Los dos miran a Jesús y Jesús va haciendo que conecten
donde otras parejas es difícil que puedan entrar.
Hay parejas que pueden rebatirme esto, y decir que ellos no oran juntos y se llevan
de maravilla, incluso lo dicen esto parejas no creyentes y creyentes no practicantes.
Les respeto y les comprendo. Pero es que ellos no han tenido nunca la experiencia
de este Jesús de Nazareth que hace nacer algo nuevo en el corazón de los que se
comunican a través de El. Si lo conocieran, se llevarían todavía más
maravillosamente de lo que ellos creen.
“Bueno, no sé qué contestar Tal vez me ha ayudado a conocerlo y a quererlo más,
porque en lo principal piensa como yo, así lo creo. Porque es una persona con la
que no tienes que ser distinta, y en la que se puede confiar. También me ha ayudado
a sentirme más cerca de Dios por hacerme pasar tan buenos momentos”. Eugenia.
Cuando no hay amor del bueno, muchos jóvenes tienen que adoptar posturas
contrarias a lo que ellos son, para poder contentar a la otra persona y comienzan a
construir una relación falsa.
El amor da confianza, y uno puede ser lo que es, porque el otro lo acepta así.
Cuántos jóvenes sobre todo chicas, pierden su identidad por ceder a planteamientos
de un amor fácil y caduco.
Por otra parte, cuando una pareja comienza a conocerse desde Jesús y un día ven que
no son el uno para el otro, he constatado que su separación no es traumática, que ha
sido una aventura bonita, y que cada uno sigue diferentes caminos en busca de otra
persona.
Es que Jesús todo lo hace bien...
“En nuestro noviazgo ha sido fundamental. Gracias a la oración hemos superado
muchas dificultades. Nos hemos comprendido más y hemos compartido algo
importante en nuestra vida, que es Dios. En épocas que no oramos juntos, estamos
mucho más tensos y agresivos, pero cuando hacemos oración, nos llenamos de una
paz tan grande, que no puede haber mayor felicidad. Además, es muy bonito
conocer los sentimientos más profundos de mi novio a través de la oración “. Elena.
La experiencia de Elena es muy rica. Ya está casada. En todo el camino del
noviazgo, no sólo ha caminado con su novio, sino que en todo momento había en
ella una fuerza, la fuerza de Jesús, que la orientaba, la serenaba y le daba ánimo para
solucionar los problemas normales de todo noviazgo, problemas por otra parte, que
si no se solucionan en el noviazgo, es muy difícil que se puedan solucionar después.
Tensión y agresividad, son algo muy común en las parejas, cuando el diálogo es
insostenible o cuando los dos se resguardan en sus fronteras infranqueables, a causa
del egoísmo. Elena tiene la experiencia de que cuando oraban juntos, volvía una paz
maravillosa.
Además, desde la oración se van conociendo los sentimientos de la otra persona.
Esto es estupendo en un mundo donde hay una tendencia a guardarnos todo dentro
por la desconfianza hasta en las personas que decimos amar.
Conozco novios, que en la guantera de su coche llevan siempre el Evangelio para
usarlo en esos momentos de oración. Conozco novios, que todos los domingos y
otros días si pueden, van juntos a la Eucaristía.
Conozco a Miren y a Patxi que cuando estaban en Hong-Kong trabajando, se
juntaban un rato por la mañana, y mientras iban al trabajo en un transbordador,
aprovechaban para orar juntos. Ya están casados, esperan un niño y su matrimonio
está totalmente cimentado en el amor de Cristo, que es el amor más profundamente
humano.
“Estoy en condiciones de afirmar que la oración es un seguro de amor para la
pareja. Pienso que la oración, ya sea personal, en grupo, o en pareja, es necesaria
en toda pareja porque te hace crecer en el amor y en la amistad, porque Dios es
amor y es amistad. El grupo ayuda en toda pareja, porque la intercomunicación es
enriquecedora para toda persona. Somos un ser sociable y necesitamos a los
demás”. Fermín.
Hoy nos aseguramos en todo y para todo. Aseguramos la casa, el coche; hacemos un
seguro de vida para que queden bien la mujer y los hijos en caso de... Y aquí viene
Fermín a hablarnos de otro seguro. El seguro del amor para la pareja. Y este seguro
es la oración.
Orar es un trato de amistad y un encuentro de amor con el Señor. Si ese rato de
oración lo compartimos en pareja, Jesús va dejando caer sobre ellos su amor y su
amistad y es algo fantástico.
Por otra parte, uno de los problemas de los novios de hoy, es que caminan muy
solos. Se comentan muchas cosas en las cuadrillas de amigos, pero hay unas zonas
clIIe se van guardando en los bajos del corazón y si no emergen a la superficie, a la
larga pueden hacer mucho daño. De ahí lo estupendo que es vivir en UP() (le
oración, donde casi sin querer van aflorando los problemas y situaciones de otras
parejas parecidos unos a otros, que animan a salir de esos problemas, pues desde
Jesús siempre se encuentran soluciones a los problemas y si no tienen solución,
porque tiene que ser así, el saber aceptarlo con elegancia.
Los grupos de oración no son una agencia de trabajo, ni una casa de belleza para
hacernos más guapos, pero sí que es un auténtico camino para poder afrontar los
problemas normales de la vida. Problemas, que cuando se viven en solitario o solo la
pareja, son muy difíciles de soportar.
Como bien dice Fermín, somos unos seres sociables y necesitarnos de los demás. Es
muy bonito ver cómo se ayudan unas parejas a otras en los grupos, y aprenden a
ayudar a otras, aunque no pertenezcan al grupo. En los grupos, el Señor va
enseñando a amar a la pareja y a todos los demás desde el amor que se tienen el uno
al otro.
“He de decir que todos mis intentos han sido en vano para llamar la atención de mi
novio hacia Jesús, pero desde luego yo no me he rendido. Por otra parte, la oración
me ha servido para confiar y aumentar nuestra relación. Jesús es un punto
importante de mi vida e intento que lo sea también en la suya. Por eso siempre le
muestro lo que en la vida supone Jesús para mí”. Amaya.
La postura de Amaya es muy correcta en su noviazgo. Como la hay en muchas que
sufren ante esa aparente lejanía de sus novios con respecto a Jesús. También les pasa
a algunos chicos con sus novias.
Pero cuando la chica o el chico son coherentes con su fe y con su seguimiento a
Cristo, a la larga el novio o la novia, viven de ese mismo espíritu que les va
contagiando la pareja, aunque no practiquen.
Otra cosa es cuando tanto un chico como una chica rechazan lo que hace su pareja.
Les parecen tonterías. Eso no tendrá un buen futuro. Mi consejo, aunque sé que es
muy doloroso, es que la dejen o lo dejen. En esas parejas nunca podrá haber una
compenetración interior tan necesaria para vivir el matrimonio a un nivel humano
digno.
Por supuesto que hay que tener un respeto para los que no han recibido la gracia de
creer y aceptar la fe de su pareja, pero ellos no lo pueden entender. Es más, les
parece estupendo lo que vive su pareja, pero no lo llegan a comprender. No
olvidemos que la fe es un regalo de Dios.
Se necesitan jóvenes que como Amaya, desde el respeto, no se rindan y a fuerza de
ser testigos, venga el Señor y dé la gracia de la fe a su pareja. Para ello es
indispensable que el chico o la chica creyente, sean coherentes con su fe en todos los
sentidos.
“Ha habido ocasiones en que nos hemos enfadado casi sin motivos (casi siempre he
sido yo la culpable). Tras hacer oración, he comprendido que mi enfado es
injustificado y que he hecho sufrir a Luis. Gracias a la oración, nuestra relación
vuelve a ser correcta de verdaderos enamorados. Además como él pertenece a una
comunidad catecumenal, los dos estamos felices de estar más o menos
comprometidos dentro de la Iglesia, en nuestro deber de cristianos “. Eva María.
Dios es la Verdad y nos dice la verdad. Orar es encontrarnos cara a cara Con esa
verdad Esto le sucede a Eva. Qué pocas veces nos sentimos culpables de lo que
hacemos. Hay una tendencia a echar la culpa a la otra persona. Si nos ponemos en
oración personal o en grupo, el Señor nos irá diciendo esa verdad, aunque a veces
nos cueste ceder.
Desde Jesús todo vuelve a ser nuevo. Reverdece el amor y va madurando con vistas
a un matrimonio basado en el amor.
Qué hermoso es que desde dos grupos eclesiales que siguen caminos o métodos
diferentes, los dos vayan cara a ese Cristo al que todos vamos aunque sea por
diferentes caminos.
Qué diferencia hay entre las parejas que van a recibir el sacramento del Matrimonio,
sabiendo lo que hacen, desde una base de amor, desde un respeto mutuo, desde un
no haber quemado etapas, a esas otras que no entienden que en el sacramento del
Matrimonio se están encontrando con un Jesús que les puede dar todo lo necesario
para vivir el matrimonio con elegancia y dignidad. Esas parejas que han quemado
etapas porque pensaban que se amaban.
No nos engañemos. El amor es entrega, sacrificio, renuncia. Todo esto lleva a la
felicidad.
Muchos jóvenes cuando dicen a su pareja “te amo”, en realidad están diciendo “te
necesito”.
Cuando dicen “te amo”, están diciendo “te uso”.
Y cuando dicen que se aman, en el fondo no deja de ser una violación psicológica
por falta de personalidad y por miedo a perderlo/a. Por causa de un amor engañoso,
que produce tristeza y un montón de dudas, se rompen los ideales que tenían de un
amor gratis y de no quemar etapas.
Por eso son engañosos los argumentos de muchos jóvenes que dicen amarse y tienen
relaciones matrimoniales, argumentando que hay que ver si les va bien, que es una
preparación para el futuro. Lo que ocurre en el fondo, es que no tienen fuerza de
voluntad y aman por nada. Esos argumentos sirven lo mismo que si un estudiante de
segundo de medicina se empeñara en hacer una operación de apendicitis, para ver si
CSO es lo suyo. Sé que muchos no estarán de acuerdo. Lo siento por ellos. A la
larga se darán cuenta de que el amor es otra cosa.
La alegría de los que van al matrimonio tras haber vivido un amor limpio, de
respeto, de renuncia, es incomparable a los que van desde el amor experimental. Y
de eso sé un rato, pues me ha tocado estar muchos años acompañando a parejas. Por
supuesto que hay que ser muy comprensivos con estos últimos, porque en el fondo
suele ocurrir que nadie les habla a tiempo, o no han conocido el amor de Jesús.
Los monitores debemos animar a las parejas a que oren juntos. Desde la oración,
desde Jesús de Nazareth, irán construyendo un futuro seguro y auténtico, sin fisuras
y esperanzador.
VII. CINCO TESTIMONIOS DE ORACION
Cuando hace unos años pedí a un grupo de jóvenes que me hablaran sobre su
experiencia de oración, estos cinco no mc respondieron corno los demás ateniéndose
a las preguntas, sino que me contaron su proceso de oración en un relato un poco
largo pero estupendo que quiero publicar íntegramente.
Ana, que hoy es ya médico forense. Natalia, que ya está en prácticas después del
MIR, Marije, que es profesora de filosofía, Rornán que es todo un biólogo y Viky
que sigue estudiando. En lo que yo sé de ellos, puedo decir que siguen con su
experiencia orante y los que pueden, siguen en el grupo de oración.
1. Ana. 23 años. Estudiaba Medicina:
“Antes de comenzar mi oración en grupo, yo era una más de los católicos que
parecen demostrar con su comportamiento que Cristo murió y ya no vive más. Mis
problemas me hundían. Mi estado de ánimo dependía del cariz de los
acontecimientos. En mi escala de valores, mis estudios y yo, ocupábamos el primer
lugar. Dios era sinónimo de religión, una realidad más. Paralela a otros asuntos de
mi vida, pero suelta, no integrada en la vida de cada día. Así el resultado era una
joven triste, desbordada por múltiples problemas, esclava de infinitos sucedáneos de
la felicidad y al mismo tiempo cerrada en la satisfacción de sus triunfos: una joven a
la que de poco le servía la religión.
Pero un día todo cambió. Yo puedo decir que la entrada en el grupo fue la
responsable. Pero antes sucedió algo insólito. Sin duda fue la experiencia de Dios.
Fue un maravilloso encuentro, tú a tú en el sacramento del Perdón. No era la primera
vez que me confesaba, pero sí la primera vez que vivenciaba el infinito amor de
Dios. Me sentí estrechada entre sus brazos. Sentí que El estaba enamorado de mí y
que yo era única para El, tal como soy, con todos mis pecados.
Desde entonces empecé a mirar toda mi realidad con ojos nuevos. Dios con su amor,
inundó todos los aspectos de mi vida diaria. La religión pasó a ser algo que
informaba todas mis decisiones. Ahora mis problemas siguen existiendo, pero
adquieren el sentido de ser voluntad de Dios. Mi Creador no puede querer nada malo
para mí. Por eso siempre le doy gracias.
Ahora soy libre, y cuando vuelvo a esclavizarme, tengo a Cristo para liberarme.
Ahora descubro maravillas en los que me rodean, yo he dejado de ser tan
importante. Ahora pocas veces estoy triste, soy una joven en la que Jesucristo forma
parte activa en su vida. El está presente en cada momento, en cada decisión, en cada
problema. Así todo pesa menos. El yugo es más ligero.
Mi oración la inicié ya desde pequeñita, al estar en una familia y recibir una
educación cristiana. En mi historia ha habido muchos momentos importantes, pero
sin duda el último que me ayudó a sufrir la más auténtica conversión, ha sido la
experiencia antes citada.
Mi nueva forma de orar nació entonces. Nació como un diálogo cariñoso y tierno, y
al mismo tiempo de agradecimiento hacia Ese que tanto me perdonó.
Para mí desde entonces la oración fue un diálogo fluido, amistoso entre El y yo.
Muchas veces al día me sorprendo a mí misma dándole gracias, alabándole por las
cosas más pequeñas que encuentro en mi camino.
Como si de un amigo se tratara, tengo todos los días una cita con El. Es cuando El
me habla y yo le escucho más largamente. Para mí la oración es un diálogo entre
amigos, un dejarte empapar por El en el silencio, una cita con quien no falla nunca.
Pero es algo más. Una forma de hacer presente de manera libre a Dios, en todos mis
asuntos, grandes o pequeños.
* Dificultades:
— Oración personal: las más importantes son las que nacen de mi interior. Se
pueden denominar pecado. Destacaría: falta de fe y confianza, no aceptar la voluntad
de Dios.
Las dificultades que nacen del mundo también pesan, sobre todo en determinados
momentos: la propaganda, el confort, el placer, el triunfo...
— Oración de grupo: El hecho de reunirme con otros jóvenes para rezar, compartir
las dificultades en la oración personal, poner en común todos los problemas, las
vivencias.., me ayuda a superar todas las dificultades para orar. No encuentro
dificultades en el grupo de oración.
Para mí los medios para que mi oración sea fuerte, son sin duda dos: El sacramento
del Perdón o de la alegría, porque las fuerzas para empezar de nuevo son un
auténtico gozo, y por otra parte, el hecho de orar con otros me ayuda a tener una
oración fuerte.
* A qué me compromete:
A muchas cosas, pero a una fundamental: a amar.
Creo que es importante que una joven católica se muestre como imagen de Cristo.
Un Cristo gozoso, dispuesto a todo por los demás. Pienso que la oración me
compromete a una sola cosa, pero que a su vez se despliega en infinitos objetivos.
Me compromete a ser una joven testigo de Jesús vivo entre los que me rodean
(amistades, familia, pareja...) y eso se concreta en ser portadora de amor, de
esperanza, de gozo... allí donde me encuentre, pase buenos o malos momentos. Sólo
así la gente que me rodea se dará cuenta de que Cristo vive y de que merece la pena
seguirle.
* Cómo ayuda a mis relaciones.
Sin Cristo y sin la oración, las relaciones con mi pareja no existirían. Cuando existen
infinitos obstáculos, cuando me siento herida, cuando tengo que olvidarme de mí
misma... sólo la oración con Cristo me ayuda a seguir adelante.
Cuando hacemos oración “en pareja”, el amor que nos une se hace mayor, porque
hablarnos con la sinceridad con que se habla con el Creador. Nos sirve para
conocernos más y mejor. Nos ayuda a hacer delante de Cristo esa amistad-amor que
nos liga”.
2. Natalia. 20 años. Estudiaba Medicina
“En primer lugar creo que hay que distinguir la oración tal como nos la enseñaban
cuando éramos pequeños. “Padre Nuestro”, “Ave María” y otras por el estilo, ya que
esto lo vivo desde que era pequeña.
Esa otra oración personal, la inicié hace dos años. Empecé de manera espontánea y
muy de vez en cuando. Cuando oraba sola algunas noches, notaba que aquello no me
llenaba.
Se había formado un grupo de oración, y por probar un poco me metí en él. Poco a
poco me fui metiendo más. Conocí a gente con mis mismos problemas y que me
ayudó a vivir mis compromisos y a profundizar en la fe.
Como en todo, también en esto he encontrado dificultades, porque a veces me
desaliento pensando que no tiene sentido el hacer oración, que son tonterías que yo
me invento, que no sirve para nada... Menos mal que el grupo me sigue ayudando y
con él no tengo dificultades.
La oración es algo especial para mí. Es una comunicación de tú a tú con Cristo,
corno dos amigos. Es poder darle gracias, pedirle aquello que más necesitas con la
total confianza de que El sabe qué es lo que necesitarnos, que nos dará lo que más
nos convenga, aunque a veces nos cueste entender que las cosas son corno son, que
suceden para nuestro bien, sobre todo cuando le pedirnos algo y nos da totalmente lo
contrario. Pero si confiarnos en El, debernos aceptarlo así, de la misma manera que,
cuando le pedimos perdón, sabemos que El nos perdona, que siempre está dispuesto
a perdonamos, que sólo espera a que se lo pidamos.
Creo que el mejor medio para que la oración sea fuerte, es la misma oración. Por eso
debemos orar aunque a veces no tengamos ganas ni sintamos nada. También nos
puede ayudar el orar con otra persona, pues su emoción al orar, poco a poco nos irá
contagiando.
La oración es un compromiso de libertad, de amor, de perseverancia, de no
desánimo, de aguantar, de confiar... en una palabra, de acercarnos a Dios con la
misma confianza con que lo hacía Cristo”.
3. Roman. 25 años. Biologo. Estaba en la mili
“Inicié mi oración hace año y medio (en plan más serio) al comenzar a formar parte
de un grupo de oración.
Antes, mi trato con Dios era más superficial y lo consideraba más lejano. Mi idea de
la vida cristiana era la de algo menos alegre, más rígida y aburrida.
Entre las dificultades que encuentro en mi vida de oración, las más importantes son
la pereza en épocas de “sequía” (cuando no siento nada) y la falta de tiempo (cuando
sólo me ocupo de mí mismo).
Para mí la oración es hablar con Dios, donde se le trata como un amigo. Le pides, le
agradeces y le comunicas a El tus inquietudes.
Si dejo los sacramentos disminuye la oración, y si los recibo, se refuerza.
La oración en grupo me ayuda a realizar la personal y también al revés. Me
compromete a llevar tina vida más acorde con el Evangelio, porque te lleva a querer
a Jesús y a tomarlo como modelo, a dejarte irradiar por el Espíritu Santo y saber que
Jesús actúa a través de ti”. (6)

(6) “Como toe conoces creo que puedes completar o matizar lo que quiero decir. Ya sabes cómo
pienso”. Eso me escribía Román al final de su testimonio desde la Mili. Nada más Román. Que sigas
tan majo como siempre.

4. Marije. 22 años. Estudiaba Filosofía.


Antes de conocer el grupo, mi vida era normal. Desde muy pequeñita recuerdo que
me gustaban “las cosas de Dios”. Era para mí un mundo misterioso que me intrigaba
y me inquietaba. Siempre me he sentido atraída hacia ese “campo”.
A los catorce años pasé una crisis, ya que por diferentes circunstancias, me separé de
la cuadrilla con la que estaba saliendo. Dos de las amigas que se separaron conmigo
conocieron un grupo de oración y me invitaron a ir. Así comencé a ir a un grupo.
Era una forma nueva de orar que yo desconocía. No se limitaban a rezar oraciones
aprendidas de memoria, sino que oraban a Dios espontáneamente. Me impactó
bastante y pronto descubrí que podía ser muy interesante para mi vida espiritual.
Aprendí a orar con sencillez y tener una relación más cercana y directa con Dios.
Por otra parte, la relación de las personas que allí se reunían me hizo llegar a
apoyarme en ellas y que ellas se apoyaran en mí. Nos preocupábamos unos de otros.
En una palabra, que no nos éramos indiferentes. Se había formado un grupo
heterogéneo que buscaba a Dios con sencillez de corazón y humildad, sin
proselitismos ni protagonismos.
Cada semana esperaba que llegara el día de la oración para encontrarme con el
Señor y con esas personas. Era un rato muy agradable que me ayudaba a mirarme en
mi interior, a dejar los ruidos de fuera y a meterme en mí misma, para hacer silencio
y poder hablar con Jesús, pedirle perdón por mis faltas y las de mis hermanos, darle
gracias por todos los bienes que nos concede, alabarle por su grandeza y su poder y
presentarle finalmente nuestras necesidades.
Más tarde comenzaron a hablar de la importancia de la oración personal y me di
cuenta de la necesidad que tenía de comunicarme con Dios unos minutos cada día.
Luego esa necesidad se fue haciendo mayor y fui ampliando mi rato de oración.
Seguía el mismo esquema que se seguía en la oración comunitaria, pero adaptado a
mi situación personal. Cuando no sabía qué contarle al Señor, leía un fragmento de
su Palabra y la meditaba. He experimentado que su Palabra me da vida y que es
eterna Es así como inicié mi oración tanto en grupo como personal. Encontré en el
grupo algo que nunca había visto fuera:
* Personas que se reunían exclusivamente para orar y compartir la oración con
todos.
* Esas personas se apoyaban humanamente y me ayudaban a hacer fructífera
mi vida espiritual, a no dejarla vacía y seca. Me ayudaron a madurar.
Me enseñaron a leer la Biblia, a considerarla como lo que es: Palabra de Dios,
y a entender lo que Dios me decía a través de ella. Que no estaba escrita para
unos señores que vivieron hace miles de años, sino que era para mí también.
* Me enseñaron a rezar con los salmos y a meditar su Palabra.
* Me ayudaron a vivir los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, no
como una obligación rutinaria, sino como la gran oportunidad de encontrarme
con Jesús y de tener una relación más estrecha con El.
* Me enseñaron a conocer al Espíritu Santo y a valorar su presencia en la vida
del cristiano.
* Me enseñaron a considerar a María como la gran intercesora y compañera de
viaje.
* Me enseñaron a amar a la Iglesia y a tomar conciencia de que yo también soy
Iglesia.
* Me enseñaron a compartir la fe y a dar testimonio de ella.
¿Qué es la oración para mí?
La oración para mí es un medio imprescindible para comunicarme con Dios. Es una
oportunidad que tengo para hablarle y escucharle, de ponerme en sus manos para
que haga de mí lo que quiera. Es una forma de estar abierta y disponible para que El
haga lo que quiera en mi vida. Es una manera de continuar mi amistad con un amigo
que conoce lo más íntimo de mi ser, que me ama, que es fiel, que me escucha y
quiere lo mejor para mí (aunque en ocasiones a mí no me lo parezca).
La oración me ha ayudado a tener presente a Dios en cada situación. A contar con El
en cualquier cosa que vaya a decir o a hacer. La oración se ha hecho parte de mí.
Supongo que la oración debe pasar de ser un rato al día dedicado al Señor, a ser una
actitud de vida.
La oración es un buen camino para dar sentido a tu vida ya que te lleva a
comprometerte y a luchar por un ideal. Ves las cosas de modo diferente, con más
tranquilidad, con más confianza, porque sabes que El todo lo puede y que con El
todo tiene solución. Los proble mas son más pequeños y más llevaderos.
Doy gracias a Dios por haberme concedido el don de la fe y el de la oración y por
haberse hecho imprescindible en mi vida. Si El me faltara, no sería feliz ni tendría
paz.
Medios para ayudar a que mi oración personal sea fuerte:
* Confesión frecuente.
* Eucaristía diaria.
* La Palabra de Dios.
* La oración de mis hermanos (saber que no estoy sola, que hay personas que
también oran, que me apoyan y que se pueden apoyar en mí).
* Mi fe en Dios. Que en momentos de oscuridad me puedo apoyar en ella.
* Libros de espiritualidad que me ayudan a reflexionar con sus ideas y
métodos.
* El ejemplo de personas que dan testimonio con su vida.
¿A qué me compromete?
* A ser testigo de Jesús con la gente que me rodea, a anunciarlo con mi vida, a
ser coherente con lo que digo y lo que hago (aunque muchas veces no lo logre
por vergüenza, miedo o reparo).
* A estar disponible para ser un instrumento suyo, para que El pueda actuar a
través de mí.
* A recibir los sacramentos con más frecuencia para una relación más estrecha
con El.
* A ayudar a las personas, a no juzgarlas, a aceptar- las tal y corno son (aunque
a veces me resulta muy difícil y caigo en la critica).
* A estar alegre y a llevar alegría, consuelo y paz a los demás.
* A mirarme menos a mí misma y a mis problemas y a preocuparme más de
los que me rodean.
Dificultades para mi oración.
—personal.
* Falta de organización para distribuir mi tiempo y dedicarle más rato a Jesús.
La pereza para ponerme a orar. La falta de voluntad.
* Otros pecados como la tristeza, la apatía, el olvido de lo que Dios ha hecho
en mí. Algún roce con alguna persona...
— de grupo.
* Los respetos humanos. El “qué pensaran...”.
* Las barreras entre unas personas y otras, que llega a crear tensiones.
* La falta de interés o atención en los que inician el grupo, sus risitas y
murmullos. Que haya desorden y no se respeten los silencios...
* El cansancio, la desilusión
5. Viky. 23 años. Estudiaba Pedagogía
Cuando pienso en mi vida antes de conocer el maravilloso regalo de Dios, que es la
oración, me doy cuenta de que mi vida era muy corriente, que no tenía nada de
particular. La gente que me rodeaba llevaba la misma vida que yo, no era original
viviendo. Los días eran todos iguales: monótonos, aburridos... Sólo me parecían
bonitos aquellos días en que había algo especial: una fiesta, una excursión, una
reunión familiar, etc. Solo me sentía alegre, dinámica y activa esos días, los demás
eran muy rutinarios.
La religión para mí era una cosa inútil. Solo para sacerdotes y monjas. La Eucaristía,
la confesión, la oración... no tenían sentido. Pensaba que todo eso era una pérdida de
tiempo. Además, aquellas personas que decían ser creyentes, que hablaban del amor
de Dios y de la obligación de amarnos los unos a los otros, eran personas que
cometían muchos fallos. Eran tan egoístas, tan perezosas, tan poco serviciales como
yo. Pero yo pensaba: “por lo menos yo no predico una cosa y hago otra...”.
Un día, estando en el colegio vino una monja y nos invitó a ir a unas convivencias.
Yo como de costumbre me negué y ante mi negativa, la monja envió a mis
compañeras a ver si me convencían. Como era muy amiga de una y no quería
enfadarla, fui.
El primer día se me hizo eterno. El segundo sólo pensaba en volver cuanto antes a
casa. Pero el mismo día tuvimos una charla con un padre benedictino, y aquella
conferencia me dejó impresionada. La mirada de aquel hombre no era humana,
aquel hombre estaba lleno de Dios.
Fue en aquel momento cuando pensé que el Dios cristiano podía existir de verdad.
Cuando regresé al colegio, sentí que algo había cambiado en mi vida. Escribí al
padre benedictino para que me hablara de Dios. Y le sigo escribiendo desde
entonces.
En el colegio había un grupo de oración. Me acogieron con cariño y me ofrecieron
su ayuda. Mi vida ya tenía algo nuevo: la oración de los viernes.
Sin darme yo apenas cuenta, los viernes se habían convertido en una fiesta para mí,
porque durante todo el día pensaba en la reunión que íbamos a tener a la noche y me
encontraba alegre y contenta.
Hoy han pasado siete años desde aquel primer encuentro con Dios y puedo asegurar
que no soy la misma de antes, mi vida ha pegado un gran cambio. No necesito
esperar un motivo exterior para estar alegre, porque la fiesta no nos la da la gente
que nos rodea, sino que somos nosotros mismos con la ayuda de Dios quienes
hacemos que hoy, mañana y pasado sean días de fiesta.
La oración es vivir con Jesús, es tener un amigo que me conoce mejor que yo
mismo, porque es El quien me ha creado tal y como soy. La oración es por tanto,
decirle a Dios que me alegro de ser como soy, que me acepto con todos mis defectos
y virtudes, porque yo soy obra suya y El me quiere así.
La oración es decirle a Dios que confío plenamente en El. Es decirle que no creo en
las casualidades. Es creer que toda mi vida, que todo lo que me sucede, es porque El
permite que así sea.
La oración es decirle que quiero vivir con El y que El viva conmigo. Es expresarle el
deseo de que su vida y mi vida sean una sola vida.
La oración es lo que me implica a decir con María “Señor, hágase en mí tu
voluntad”. Es decirle a Dios que me pongo en sus manos con la misma confianza
con la que un niño se echa en brazos de su padre.
La oración es una pequeña chispa que un día saltó en mi vida y que poco a poco se
ha ido haciendo hoguera, hasta quemar todos y cada uno de los rincones de mi
corazón.
Hacer oración es decir “gracias, Señor, porque me amas. Gracias porque a pesar de
mis infidelidades, Tú nunca me fallas”.
La oración que hago ahora es muy distinta a la que hacía al principio. Entonces todo
consistía en pedir cosas a Dios. Hoy sin embargo, mi oración es alabanza,
agradecimiento. Es ofrecimiento de toda mi persona.
La oración es bonita, pero hacerla no resulta siempre fácil. A veces uno tiene la
impresión de estar hablando a la pared, de estar divagando sin que nadie te escuche.
Personalmente corro el peligro de divagar, de soñar. Sin yo quererlo, pongo la
imaginación en marcha y me dedico a soñar... Un método que me parece bueno, es
utilizar la Biblia. Partir de un salmo, o de un pasaje del evangelio y reflexionar sobre
el sentido de esas palabras en el momento actual de mi vida. También cuando corro
el riesgo de soñar, comienzo a interceder por otras personas.
Una cosa muy importante para que mi oración sea un encuentro con Dios, es la
confesión. No como rutina de soltar los pecados, sino como encuentro libertador,
sanación de mi mente, curación de las heridas de mi corazón e iluminación del
Espíritu que vive en mí.
La oración personal, exige mucha paciencia, constancia para fortalecerla, y hacer de
vez en cuando oración en grupo. Orar en grupo, es juntarse con los amigos delante
de Dios, para ofrecerle nuestra vida personal y de grupo. Cada vez que dejamos de
acudir al grupo por pereza o porque estamos desanimados, actuamos muy
tontamente, porque sabemos de sobra que después de hacer oración en grupo, nos
encontramos mucho mejor. Nunca se sale del grupo lo mismo que se ha entrado.
Siempre se experimenta un cambio. Durante la oración en grupo, Dios remueve y
renueva nuestro corazón. El siempre cura las heridas y los cansancios.
La Eucaristía vivida con los amigos o unos días de retiro, son también momentos
fuertes que dan vida a un grupo.
Pertenecer a un grupo de oración, es compartir con otras personas algo tan íntimo
como mi experiencia de vida con Cristo. Es celebrar con más gente la presencia de
Dios en mi vida. Es reconocer delante de mis amigos a Dios como único Señor de
mi vida.
Hacer oración es comprometerse a llevar una vida diferente, una vida original. Me
compromete a vivir según el plan de vida que Dios tiene para mí. Me compromete a
tener una escala de valores donde El sea lo más importante para mí y desde El los
demás.
Orar es vivir en alegría y procurar comunicar esa alegría. Orar es tener paciencia con
los demás, es aceptar a las personas como son, no intentar cambiarlas, sino quererlas
como son.
La oración me compromete en los estudios, en la familia, en la amistad... en toda mi
vida.
La oración es una aventura que cambia tu vida. Orar es renacer a la vida, es aprender
a vivir con alegría, en paz y en sencillez. Es vivir en Cristo”.
***
Como podemos observar, todos los testimonios tienen muchas cosas en común, pero
sobre todo dos. La primera, es que han descubierto al Dios-amor en sus vidas y ya
sólo pueden vivir para amar, aunque a veces la debilidad humana les impida hacerlo.
La segunda, es la alegría que sienten.
Estas dos constantes son las que unen a todos los auténticos hijos de Dios. El es
amor, y nos creó para amar.
Todo el mensaje de Jesús en su evangelio es un mensaje de Dios-amor y una
invitación a vivir ese amor entre nosotros. Su último consejo fue “Amaros los unos a
los otros como yo os he amado”,(7.Cfr Jn 13,34) pero antes nos había dicho que sin
El no podíamos nada. Necesitamos de El, de su trato en la oración, de su fuerza en
los sacramentos para vivir en su AMOR.
VIII. POSIBLES ESQUEMAS DE ORACION
Los esquemas de oración son necesarios para la buena marcha de un grupo, sobre
todo para los que inician su aventura oracional. Por supuesto que los monitores que
se enfrentan por primera vez al reto de iniciar un grupo de oración o de dirigir un
grupo ya iniciado, necesitan unas pautas para que el grupo funcione y no se
desoriente.
Pasado el tiempo, y cuando el grupo lleva ya una considerable andadura, se puede
prescindir de esquemas, siempre que en todo grupo no falte la Palabra de Dios, la
alabanza y el silencio.
En los esquemas siguientes, no menciono el momento preoracional, llamado escuela
de oración, pero no deja de ser muy importante como catequesis, no solo sobre la
oración, sino sobre los temas más puntuales de la vida cristiana.
Siempre contando con los tres puntos esenciales que he comentado hace poco, el
monitor cuando va teniendo “olfato” de cómo funciona el grupo, puede potenciar
más una parte que otra en el momento oracional. Por ejemplo, si ve que hay tirantez
en el grupo, detenerse algo más de lo habitual en el perdón. Si ve que el grupo está
con el corazón esponjado, recalcar más la acción de gracias y la alabanza. O ante
acontecimientos importantes, recalcar la oración de petición...
Las celebraciones al final de la sesión de oración, son muy interesantes y positivas.
Tomar algo si alguien ha cumplido los años durante la semana, celebrar la Navidad y
la Pascua. Unos pasteles y una copa de vino, también llenan el ambiente de amistad.

VIII. POSIBLES ESQUEMAS DE ORACION


ESQUEMA 1
* Ambientación (que no falte el canto)
* Invocación al Espíritu
• “Ven, Espíritu Santo...”
• Algún canto apropiado
* Petición de perdón
• Dirigidas por el monitor
• Espontáneas desde el grupo
• Finalizar con un canto
* Lectura de un salmo
• Resonancias sálmicas
• Finalizar con un canto
* Alabanza y acción de gracias
• Desde el grupo
• Finalizar con un canto
* Lectura de la Palabra
• La del próximo domingo
* Resonancia de la Palabra de Dios
• Qué me dice esta Palabra
• Finalizar con un canto
* Peticiones
• Dirigidas por el monitor
• Desde el grupo
* Padre Nuestro
• Unidas las manos (ayuda al grupo)
* Abrazo de Paz
• Puede darse mientras se canta

ESQUEMA 2
* Ambientación - Música clásica
* Invocación al Espíritu. - Ven, Espíritu...
• Canto
* Perdón: (esquema):
Cogiendo de la mano al que está a la derecha y a la izquierda, se dice: “Sana, Señor
cura y perdona al que tengo a mi derecha y a mi izquierda “. Lo puede decir el
monitor en nombre todos o los que quieran en voz alta.
• Canto de perdón
* Alabanza y acción de gracias, sobre todo por su misericordia al habernos
perdonado.
• Canto
* Palabra de Dios.
• Silencio largo. Los que quieran comentan la Palabra
• Canto
* Peticiones
* Padre Nuestro
* Abrazo de paz.

ESQUEMA 3
* Ambientación
Explicar los símbolos de la sala. Se pueden cambia, pero evitando que sirvan de
distracción.
* Invocación al Espíritu. “Ven, espíritu...” le pedimos que nos abra
la mente
— el corazón
— el perdón
— sane, cure, libere
• Canto de liberación
* Alabanza
• Canto de alabanza
* Palabra de Dios y silencio largo.
• El monitor pregunta desde el Señor a qué nos compromete esta Palabra en la
semana que viene.
* Acción de Gracias.
Canto
* Peticiones
* Padre Nuestro
* Abrazo de paz

ESQUEMA 4
* Ambientación
* Invocación al Espíritu. “Ven, espíritu...”
• Canto
* Perdón
• Canto
* Resonancia sálmjca - Inculcar mucho el silencio entre una resonancia y otra.
• Canto
* Palabra de Dios
• Largo silencio
* Alabanza desde la Palabra.
• Silencio
* Acción de gracias
• Canto
* Peticiones.
• Canto final. Alegre y con compromiso.
* Padre Nuestro
* Abrazo de paz.

ESQUEMA 5
* Ambientación
* Invocación al Espíritu. “Ven, Espíritu...”
* Perdón
Canto
* Alabanza y acción de gracias
Silencio. Que recuerden lo positivo de la semana pasada
* Palabra de Dios
• Largo silencio
• Dialogar sobre el mensaje de la Palabra
• Canto
* Peticiones. Presentar un problema de actualidad.
* Padre Nuestro
* Abrazo de paz.

ESQUEMA 6
* Ambientación
* Perdón
Desde el “Ven, Espíritu” con la misericordia de Padre.
• Canto
* Lectura bíblica
Aprovechar la primera o segunda lectura de domingo siguiente.
• Silencio
• Canto
* Alabanza y acción de gracias por la Palabra.
* Palabra de Dios
Obligada la del domingo siguiente
• Largo silencio
• Canto
* Peticiones de esta manera:
“Te alabo, Padre, por tu Palabra y por el mensaje que me has regalado. Te pido que
sea realidad et mi vida” Es bueno concretizar. Al principio lc hace el monitor y
luego invita al resto.
• Canto
* Padre Nuestro
* Abrazo de Paz.
ESQUEMA 7
* Ambientación
* Invocación al Espíritu. “Ven, Espíritu...”
• Canto
Perdón
• Canto
* Lectura de Santa Teresa o San Juan de la Cruz, o algo del Antiguo Testamento.
• El monitor explica la lectura
• Silencio
• Canto
* Alabanza
• Canto
* Palabra de Dios.
Puede elegir el monitor un pasaje que en una circunstancia concreta, ayude al grupo.
* Acción de gracias por la palabra
* Peticiones
* Padre Nuestro
* Abrazo de paz.

ESQUEMA 8
* Ambientación
* Invocación. “Ven, Espíritu...”
. Canto
* Perdón.
Se puede pedir por el mundo, por los padres, por los profrsores. Sintiéndose
intermediarios de Dios en ese perdón. Invitarles a que se perdonen mutuamente.
* Palabra de Dios.
• Largo silencio
• Presentar desde la Palabra a todos los hombres
• Canto
* Alabanza y acción de gracias
• Canto
* Intercesión.
Se toman de la mano unos a otros y piden por el de la derecha y el de la izquierda.
Inicia el monitor e invita al resto a hacer lo mismo ya sea en silencio o en voz alta.
También se intercede por la Iglesia, la familia, el colegio... sin olvidar las campañas
como el Domund, Cáritas, etc...
* Padre Nuestro
* Abrazo de paz.

ESQUEMA 9
Este esquema es para la oración personal, en una iglesia, en casa, en la habitación o
en el monte, en un lugar recogido sin ruidos ni interferencias.
* Ambientación
• Para qué me he parado
• Quién soy yo y con quién voy a estar
Se puede tener una vela encendida como signo de
la presencia de Jesús.
* Invocar al E. Santo, para que nos serene en este momento en que dejo todo para
estar con el amigo.
* Es bueno pedir perdón por las infidelidades
* Leer la Palabra de Dios, preferentemente el Evangelio.
Uno de los días, puede leerse el que meditará el grupo el día de la siguiente reunión.
IX. FORMULAS ORANTES
Creo que pueden ser útiles para los monitores los siguientes formularios de oración,
que pueden ir descubriendo a los jóvenes en sus inicios en un grupo de oración. Son
fórmulas y expresiones que han ido saliendo de la boca de los jóvenes cuando va
creciendo en su corazón la presencia y la vida del Espíritu Santo.
En un primer momento, quizá sólo habla el monitor. Que no se desanime. Lo que el
monitor vaya diciendo, irá calando en el corazón del joven y el día menos pensado,
el mismo joven se sorprenderá al escucharse a sí mismo diciendo cosas al Señor.
Invocación al Espíritu Santo:
Hay que inculcarles que invoquen al Espíritu Santo para que les ayude en ese rato
que van a estar compartiendo la oración con otros jóvenes. Hay que evitar por
ejemplo fórmulas como ésta: “Ven, Espíritu Santo, y ayúdame a estudiar...”. O “Ven
y ayúdame a obedecer a mis padres...”. Al Espíritu Santo se le invoca para el
momento concreto de orar en el grupo. Desde la oración bien hecha, nacerá esa
fuerza para estudiar u obedecer.
Fórmulas de invocación
(Responden todos “Ven, Espíritu Santo”).

* Ven, Espíritu Santo, y enséñame a orar.


* Ven, Espíritu Santo, y quita de mi mente todo estorbo.
* Ven, Espíritu Santo, y pacifica mi corazón.
* Ven, Espíritu Santo, y abre mi corazón a tu Palabra.
* Ven, Espíritu Santo, y abre mi corazón a tu cariño.
* Ven, Espíritu Santo, y purifica mi mente y mi corazón.
* Ven, Espíritu Santo, y libérame de imaginaciones absurdas.
* Ven, Espíritu Santo, y lléname de tus dones.
* Ven, Espíritu Santo, e ilumíname.
* Ven, Espíritu Santo, e inúndame.
* Ven, Espíritu Santo, y enséñame a orar.
* Ven, Espíritu Santo, y arrópame con tu presencia.
* Ven, Espíritu Santo, y ablanda mi alma.
* Ven, Espíritu Santo, y llena mi corazón de tu presencia.
* Ven, Espíritu Santo, y ayúdame a comprender tu Palabra.
* Ven, Espíritu Santo, y ayúdame a compartirte con mis compañeros.
* Ven, Espíritu Santo, y enséñame a alabarte.
* Ven, Espíritu Santo, y enséñame a darte gracias.
* Ven, Espíritu Santo, y enséñame a pedirte lo necesario.
Fórmulas como éstas, o parecidas, enseñan al joven a dejarse llevar por el Espíritu
de Jesús durante el tiempo que dure la oración compartida.
IX. FORMULAS ORANTES
Petición de perdón
* Por mi soberbia (TODOS: Perdón, Señor).
* Por mi orgullo.
* Por mi vanidad.
* Por mi egoísmo.
* Por mi envidia.
* Por mi impureza.
* Por mi cobardía.
* Por mi hipocresía.
* Por mi vagancia.
* Por mis críticas.
* Por mis miedos a responder a tu llamada.
* Por mis complejos no aceptados.
* Porque no me acepto como soy.
* Porque me comparo con los demás.
* Porque me siento inferior.
* Porque me siento superior.
* Por no estudiar lo que debía.
* Por mis insultos.
* Por no seguirte.
* Por faltar a mis deberes religiosos.
* Por mi agresividad con mis padres y amigos.
Hay que inculcarles que cuando alguien pide perdón por algo, ese algo debemos
sentirlo como nuestro propio.
* Libérame de mis heridas (TODOS: Libérale, Señor).
* Libérame de mi pasado.
* Sáname, Señor, de mis miedos (TODOS: Sánale, Señor)
* Sáname de mis egoísmos.
* Sáname de mi falta de amor.
* Sáname de mi mal genio.
* Sáname de mi introversión.
* Sáname de mis angustias.
* Cúrame de mis infidelidades (TODOS: cúrale, Señor),
Como ya hemos apuntado en capítulos anteriores, es muy interesante orar por el de
la derecha y la izquierda nuestra con estas mismas fórmulas; “Sana, cura, limpia,
libera... al de mi izquierda y al de mi derecha...)

IX. FORMULAS ORANTES


Invocación de alabanza.
* Te alabamos, Señor, porque eres Padre (TODOS. Te alabamos, Señor.)
* Te alabamos, Señor, porque eres como una madre.
* Te alabamos, Señor, porque eres un Dios cercano.
* Te alabamos, Señor, por tu inmensa presencia.
* Te alabamos, Señor, porque eres comprensivo.
* Te alabamos, Señor, porque eres inmenso.
* Te alabamos, Señor, por tu amor.
* Te alabamos, Señor, porque eres misericordioso.
* Te alabamos, Señor, porque eres grande.
* Te alabamos, Señor, porque nos amas como somos.
* Te alabamos, Señor, porque nos aceptas como somos.
* Te alabamos, Señor, porque eres nuestro Creador.
* Te alabamos, Señor, porque nos has hecho a imagen y semejanza.
* Te alabamos, Señor, porque siempre nos escuchas.
* Te alabamos, Señor, porque hay muchas cosas que no entendemos.
* Te alabamos, Señor, porque me estás mirando.
* Te alabamos, Señor, por tu Gracia.
* Te alabamos, Señor, por el regalo de tu presencia.
* Te alabamos, Señor, porque nunca nos fallas.
* Porque eres bueno, te alabamos, Señor.
* Porque eres presencia.
* Porque eres bondad.
* Porque eres cariño.
* Porque eres fuerza.
* Porque eres amistad.
* Porque estás aquí.
* Porque eres camino, verdad y vida.
* Porque eres agua viva.
* Porque eres el Buen Pastor.
* Porque eres Palabra.
* Porque eres Perdón.
* Porque eres Alegría.
* Porque muchas veces no te entiendo.
* Porque eres luz y oscuridad al mismo tiempo.
* Porque eres verdad dura y suave.
* Porque eres fuego que abrasa.
* Porque sin Ti nada podemos hacer.
Al Joven le irán naciendo otras muchas formas de alabanza y de acción de gracias al
Señor.

IX. FORMULAS ORANTES


Invocación de intercesión
* Te pido, Señor, por la Iglesia (TODOS: Te lo pedimos. Te rogamos, óyenos.
Escúchanos, Señor).
* Por el Papa.
* Por los obispos.
* Por los sacerdotes.
* Por los padres.
* Por los hermanos y familiares.
* Por mis amigos y compañeros.
* Por mis profesores.
* Por alguien que está enfermo.
* Por la paz en mi corazón.
* Por la paz en mi familia.
* Por la paz en mi pueblo.
* Por la paz en el mundo.
* Por la paz en... (señalar lugares en conflicto).
* Por mi parroquia.
* Por el grupo.
* Por los jóvenes en paro.
* Por los hombres y mujeres en paro.
* Por los enfermos de SIDA.
* Por los drogadictos y por los que les ayudan.
* Por los alejados de Jesús.
* Por mis estudios.
* Por que me dé fuerzas para luchar.
* Por mis apatías.
* Por mis rutinas.
* Por mi novialo.
* Por los que pasan hambre.
* Por los misioneros.
* Por las misiones. (nombrar alguna conocida).
* Por los que me caen bien.
* Por los que me caen mal.
* Por mi agresividad.
* Por los que no han podido venir al grupo.
* Por los que lo han abandonado.
„< Por las necesidades más urgentes de los que estamos aquí.
* Por la semana que viene.
* Para que seas el centro de nuestra vida.
Es bueno cogerse las manos, orar y pedir estas cosas u otras parecidas por el que está
a la derecha y a la izquierda.

IX. FORMULAS ORANTES


Invocación de adoración
Hay grupos de jóvenes que hacen oración de adoración. Lo he experimentado en
convivencias de jóvenes y es algo que les llega muy hondo y les compromete en el
Reino,
Esta forma de orar es menos frecuente. Quizá porque no se les ha enseñado a
hacerla. Pero orar ante el Señor expuesto, como hacen a menudo los jóvenes de la
Adoración Nocturna en la parroquia de Santiago de Calahorra, es una forma de orar
preciosa.
Dios está en todo lugar. Pero en la Hostia consagrada y en la Cruz se hace más
cercano, más vivo. Se pal- pa el misterio y surge una oración llena de silencio y
pobre en palabras.
En primer lugar, se trata de una expresión de fe. Hay que fiarse de las palabras de
Jesús (Jn 6 y 19).
En segundo lugar es la contemplación del misterio del amor de Dios a los hombres.
De esta contemplación nacen deseos de amar al que tanto nos ama. Y como decía
Santa Teresa, “mirar y dejarse mirar”.
En tercer lugar, una respuesta desde los más hondo del agradecimiento a ese Jesús
en la Eucaristía o en la cruz, con fórmulas como éstas:
* Te adoramos Señor, porque estás ahí aunque no te veamos. (TODOS: Te
adoramos, Señor).
* Te adoramos Señor, y nos fiamos de tu Palabra.
* Te adoramos porque, ¡ Qué grande eres!
* Te adoramos porque te queremos.
* Te adoramos por esa grandeza que nos muestras.
* Te adoramos desde nuestro pobre ser.
* Te adoramos desde nuestro pecado.
* Te adoramos y te damos gracias por tu inmenso amor.
* Te adoramos porque nos estás mirando.
* Te adoramos porque tu Sangre nos da vida.
* Te adoramos porque tu cruz da sentido a nuestra vida.
* Porque tu Eucaristía es pan para el camino.
* Porque de tu corazón nacen nuestras ilusiones.
* Porque tu silencio nos envuelve.
* Porque eres nuestro Señor.
* Te adoramos desde nuestra fe.
* Te adoramos desde nuestra esperanza.
* Te adoramos desde nuestro amor.
* Te adoramos porque nos abrazas desde tu presencia misteriosa.
* Te adoramos porque podemos adorarte a pesar de nuestra pobreza.

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