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LOS CUASICONTRATOS Y
LA LEY
Los siguientes apuntes, cuyo exclusivo objeto es facilitar el estudio de los Cuasicontratos y
la Ley como Fuentes de las Obligaciones por parte de los alumnos, han sido elaborados en
base a extractos de diversos manuales de estudio, a los cuales se han adicionado
comentarios.
3. LÓPEZ SANTA MARÍA, Jorge, Los Contratos. Parte General, Tomos I y II, Editorial
Jurídica de Chile, Cuarta Edición, Santiago, 2005.
4. MEZA BARROS, Ramón, Manual de Derecho Civil. De las Fuentes de las Obligaciones,
Editorial Jurídica de Chile, Séptima Edición, Santiago, 1987.
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Cristián Boetsch Gillet
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TEMARIO
I.
LOS CUASICONTRATOS
1. CONCEPTO.
2. CRÍTICA DEL CUASICONTRATO.
3. EL ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA COMO FUNDAMENTO DE LOS CUASICONTRATOS.
3.1. Aspectos generales.
3.2. Aplicaciones del enriquecimiento sin causa en el código civil.
3.3. Legislación comparada.
3.4. Condiciones del enriquecimiento sin causa.
3.5. Efectos de la acción.
4. PRINCIPALES CUASICONTRATOS.
5. LA AGENCIA OFICIOSA O GESTIÓN DE NEGOCIOS AJENOS.
5.1. Concepto.
5.2. Requisitos.
5.3. La agencia oficiosa en juicio.
5.4. Efectos de la agencia oficiosa.
(i) Obligaciones del gerente.
(ii) Obligaciones del interesado.
5.5. La agencia oficiosa y el mandato.
6. EL PAGO DE LO NO DEBIDO.
6.1. Aspectos generales.
6.2. Inaplicabilidad de las reglas del pago de lo no debido en caso de nulidad o resolución.
6.3. Requisitos del pago de lo no debido.
(i) Inexistencia de la obligación.
(ii) Error en el pago.
6.4. Prueba del pago de lo no debido.
6.5. Efectos del pago de lo no debido.
(i) Obligación de restituir y su alcance.
(ii) Acciones contra los terceros adquirentes.
7. DEL CUASICONTRATO DE COMUNIDAD.
7.1. Concepto.
7.2. Origen de la comunidad.
7.3. La comunidad no es una persona jurídica.
7.4. Derecho de los comuneros en la comunidad.
7.5. Administración proindiviso.
7.6. Contribución de los comuneros a las cargas y participación en los beneficios.
7.7. Deudas contraídas por un comunero.
7.8. Deudas contraídas por los comuneros colectivamente.
7.9. Responsabilidad de los comuneros.
7.10. La cuota del comunero insolvente grava a los demás.
7.11. Derecho del comunero para enajenar su cuota.
7.12. Situación de los acreedores del comunero.
7.13. Extinción de la comunidad.
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II.
LA LEY COMO FUENTE DE LAS OBLIGACIONES
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I.
LOS CUASICONTRATOS
1. CONCEPTO.
Los arts. 1437 y 2284 dan del cuasicontrato un concepto que es tradicional. La primera de
estas disposiciones establece que las obligaciones nacen “de un hecho voluntario de la persona
que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado, y en todos los cuasicontratos”. La
segunda añade que “las obligaciones que se contraen sin convención” pueden tener origen en
el “hecho voluntario de una de las partes” que, si es lícito, constituye un cuasicontrato.
En fin, el hecho que le da origen es lícito y por ello se diferencia del delito y del
cuasidelito, hechos igualmente voluntarios, pero ilícitos.
Pero los juristas romanos solamente intentaron justificar la fuerza obligatoria y el régimen
a que debían estar sujetas estas obligaciones.
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En la agencia oficiosa, por ejemplo, se obliga el gestor y esta obligación puede considerarse
como obra de su voluntad; pero también puede resultar obligado el interesado o dueño del
negocio.
Más evidente es esta situación, todavía, en el pago de lo no debido. Falta la voluntad del
que paga porque el pago indebido es fruto de un error. Está ausente, también, la voluntad
del que recibe el pago; si estaba de buena fe, no tiene intención de restituir lo pagado y con
mayor razón carece de esta intención si lo recibió de mala fe.
En todos los cuasicontratos se descubre, como rasgo común el enriquecimiento sin causa y,
por lo tanto, injusto, ilícito. Tal es el motivo porque debe restituirse lo indebidamente
pagado o el heredero satisfacer las deudas hereditarias, etc.
Más aún, se considera el enriquecimiento injusto, ilegítimo o sin causa como una fuente de
obligaciones. Tal es el criterio de algunos Códigos modernos.
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Pero puede este fenómeno producirse sin causa justificada, sin un motivo valedero, como
si una persona paga lo que realmente no debe. El que recibe el pago se enriquece a
expensas del que lo efectúa, sin motivo plausible, injustamente.
En tal caso se produce un enriquecimiento sin causa. Para reparar esta injusta lesión,
análoga a la que ocasiona el delito o cuasidelito, sólo cabe un remedio: dotar a la victima
de una acción para obtener la reparación contra el injustamente enriquecido y reputar el
enriquecimiento sin causa como una fuente de obligaciones. Esta acción se denomina in
rem verso.
a) No es otra la razón de ser de las recompensas que, por diversas causas, se deben
por la sociedad conyugal a los cónyuges y por éstos a la sociedad. Las recompensas tienen
por objeto evitar un injusto enriquecimiento de un cónyuge a expensas del otro.
c) Por análogo motivo los actos ejecutados por el marido dan a los acreedores acción
sobre los bienes de la mujer, cuando el acto cede en utilidad personal de ésta y hasta
concurrencia del beneficio que obtenga.
d) En idéntico principio se funda la regla del art. 1688, que obliga al incapaz, en caso
de nulidad del acto o contrato, a restituir aquello en que se hubiere hecho más rico.
Así, el art. 62 del Código Federal suizo expresa: “El que sin causa legítima se ha
enriquecido a expensas de otro, es obligado a restituir”. Véase, también, el art. 812 del
Código Civil alemán.
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La doctrina ha formulado, a grandes rasgos, las condiciones del enriquecimiento sin causa
y los requisitos que hacen procedente la acción in rem verso. Estas condiciones son: (a) que
una persona se haya enriquecido; (b) que haya un empobrecimiento correlativo de otra; (c)
que el enriquecimiento sea injusto, ilegítimo o sin causa; y (d) que la víctima no tenga otro
medio que la acción de in rem verso para obtener la reparación.
El requisito más típico es, sin duda, que el enriquecimiento sea injusto, ilegítimo, sin causa.
El enriquecimiento debe carecer de un título que lo justifique: venta, donación, etc.
Normalmente el enriquecimiento tendrá una causa justificada; por otra parte, la causa se
presume. Por esta doble razón la falta de causa debe probarse por quien intenta la acción
in rem verso.
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Es preciso que el actor carezca de otro medio para obtener una adecuada satisfacción. La
acción de in rem verso tiene, en consecuencia, un carácter subsidiario.
De otro modo, la acción entraría en conflicto con la mayor parte de los demás medios, bajo
cuyo amparo podría obtenerse el resultado perseguido.
Es obvio que la acción de in rem verso no puede perseguir sino el reembolso de aquello en
que el demandado se ha enriquecido.
4. PRINCIPALES CUASICONTRATOS.
El art. 2285 establece que “hay tres principales cuasicontratos: la agencia oficiosa, el pago de lo no
debido y la comunidad”.
b) El art. 2238 dispone que el depósito necesario de que se hace cargo un incapaz, que
se encuentra en su sana razón “constituye un cuasicontrato que obliga al depositario sin la
autorización de su representante legal”.
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5.1. Concepto.
El art. 2286 dispone: “La agencia oficiosa o gestión de negocios ajenos, llamada comúnmente
gestión de negocios, es un cuasicontrato por el cual el que administra sin mandato los negocios de
alguna persona, se obliga para con ésta, y la obliga en ciertos casos”.
Una persona se ha ausentado sin adoptar las medidas necesarias en resguardo de sus
intereses; otra persona asume la tarea de resguardar los intereses del ausente: paga en su
nombre a un acreedor exigente que se disponía a hacer efectivo su crédito, contrata las
reparaciones que reclaman ciertos bienes, etc. Tal es la gestión de negocios o agencia
oficiosa.
Esta intrusión en un patrimonio ajeno se justifica por el fin altruista que la inspira. Por
ende, la intervención del gerente en el manejo de los negocios de otro debe ser espontánea.
La persona que realiza la gestión se denomina agente oficioso o gerente; la persona por cuya
cuenta se verifica se denomina interesado.
5.2. Requisitos.
No hay agencia oficiosa cuando las gestiones se realizan a solicitud del interesado. En
otras palabras, y como ya se anticipó, la intervención del gerente debe ser espontánea,
puesto que de lo contrario estaremos ante un mandato.
Precisa el art. 2123 que el encargo objeto del mandato puede hacerse, entre otras formas,
por la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus negocios por otra. Si hay
aquiescencia, es obvio que hay conocimiento del interesado. Pero el mero conocimiento
del interesado no convertirá la agencia oficiosa en mandato. Será necesario que el
interesado, habiendo podido manifestar su disconformidad, no lo haga.
En caso de duda, y tratándose de una cuestión de hecho, deberá resolverse por el juez si
nos encontramos ante un mandato o agencia oficiosa. El art. 2122 establece una regla al
respecto, al expresar que el mandatario se convierte en un agente oficioso, cuando ejecuta
de buena fe un mandato nulo o por una necesidad imperiosa excede los límites de su
mandato.
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El gestor sólo tiene derecho a reclamar aquello en que, gracias a su gestión, el interesado se
haya hecho más rico, con tal que esta utilidad exista al momento de demandarle.
Sin perjuicio de lo anterior, el art. 2291 dispone: “El que administra un negocio ajeno
contra la expresa prohibición del interesado, no tiene demanda contra él, sino en cuanto
esa gestión le hubiere sido efectivamente útil, y existiere la utilidad al tiempo de la
demanda”.
El inciso final del art. 2291 establece: “El juez, sin embargo, concederá en este caso al
interesado el plazo que pida para el pago de la demanda y que por las circunstancias del
demandado parezca equitativo”. Este es uno de los pocos casos de plazo judicial, es decir,
cuando la ley confiere al juez la facultad de establecer el plazo dentro del cual debe
cumplirse la obligación, en este caso, la del interesado.
En relación a este requisito, la ley regula (a) el caso de que una persona crea
equivocadamente hacer su propio negocio y en verdad gestione un negocio ajeno; y (b) el
caso en que se hace el negocio de una persona, creyéndose haber efectuado el de otra.
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(a) Caso en el que una persona, creyendo hacer su propio negocio, en realidad ejecuta
el de otra persona.
La solución es muy semejante al caso de que se gestione un negocio ajeno contra la expresa
prohibición del interesado.
Dispone el gestor sólo de la acción de in rem verso para reclamar aquello en que la gestión
haya hecho más rico al interesado y con tal que subsista esta utilidad al tiempo de
reclamar el reembolso.
(b) Caso en que se hace el negocio de una persona, creyéndose haber efectuado el de
otra.
A diferencia del caso anterior, hay verdadera agencia oficiosa si alguien cree gestionar los
negocios de una persona y gestiona los de otra. Este error carece de importancia y, sea
como fuere, el gestor ha tenido la intención de obligar y de que se le reembolse.
Por este motivo, previene el art. 2293: “El que creyendo hacer el negocio de una persona,
hace el de otra, tiene respecto de ésta los mismos derechos y obligaciones que habría
tenido si se hubiese propuesto servir al verdadero interesado”.
Sustancialmente diversas son las reglas que regulan la capacidad del agente oficioso y del
interesado.
a) En cuanto al gerente, debe ser capaz. Si fuere incapaz, mal podría obligarse con su
gestión el interesado, desde el momento que el mismo gestor no resulte validamente
obligado. Sería una flagrante contradicción que un incapaz no pudiera obligarse en virtud
de un contrato y que, en cambio, pudiera resultar obligado en razón de un cuasicontrato.
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Por consiguiente, la gestión de una persona capaz de los negocios de, por ejemplo, un
demente, sí dará lugar al cuasicontrato de agencia oficiosa.
Por regla general, sólo puede comparecer en juicio el apoderado o mandatario, dotado de
las facultades establecidas en ambos incisos del artículo 7º del C.P.C.
Sin embargo, la ley admite que comparezca en juicio una persona sin mandato a beneficio
de otro, pero siempre y cuando ofrezca garantía de que el interesado aprobará lo que haya
hecho en su nombre: tal figura se denomina “fianza de rato”. En tal caso, el juez fijará un
plazo para la ratificación del interesado, previa calificación de las circunstancias que
justifican la comparecencia y la garantía ofrecida.
El agente oficioso debe ser persona capaz de parecer en juicio, en conformidad a la Ley N°
18.120 sobre “comparecencia en juicio”.
El art. 2286 destaca claramente que el agente siempre se obliga para con el interesado, pero
que el interesado se obliga para con el agente sólo “en ciertos casos”.
En efecto, el art. 2288, inc. 2°, dispone: “Si se ha hecho cargo de ella para salvar de un
peligro inminente los intereses ajenos, sólo es responsable del dolo o de la culpa grave; y si
ha tomado voluntariamente la gestión, es responsable hasta de la culpa leve; salvo que se
haya ofrecido a ella, impidiendo que otros lo hiciesen, pues en este caso responderá de
toda culpa”.
b) El agente debe hacerse cargo “de todas las dependencias del negocio” (art. 2289,
inc. 1°).
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Por consiguiente, no puede limitar su gestión; debe darle la amplitud que corresponde a la
naturaleza del negocio administrado.
c) El gerente pudo no haber tomado a su cargo la gestión; pero una vez que la ha
asumido, debe continuarla hasta que el interesado pueda tomarla a su cuidado o
encomendarla a otra persona.
El art. 2289, inc. 1°, dispone que el agente debe “continuar en la gestión hasta que el
interesado pueda tomarla o encargarla a otro”.
Muerto el interesado, el agente “deberá continuar en la gestión hasta que los herederos
dispongan” (art. 2289, inc 2°).
d) Por último, como ocurre con los que administran intereses ajenos, el gerente debe
rendir cuenta de su gestión.
El art. 2294 dispone: “El gerente no puede intentar acción alguna contra el interesado, sin
que preceda una cuenta regular de la gestión con documentos justificativos o pruebas
equivalentes”.
Sus obligaciones para con el gerente están sujetas a una precisa condición: que el negocio
haya sido bien administrado o, en otros términos, que la gestión haya sido útil.
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c) El interesado no está obligado a pagar ningún salario al gerente (art. 2290, inc. 2°).
c) El mandante debe ser capaz; el interesado se obliga para con el agente aunque sea
incapaz, puesto que las obligaciones que contrae son ajenas a su voluntad.
6. EL PAGO DE LO NO DEBIDO.
El que paga por error lo que no debe tiene acción para repetir lo pagado. La acción
encaminada a tal fin se designa por la doctrina con el nombre que le daban los
jurisconsultos romanos: condictio indebiti.
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Las reglas del pago de lo no debido no son aplicables cada vez que exista un pago
indebido, aunque ello parezca paradojal.
En efecto, no son aplicables estas normas cuando la obligación existió en el momento del
pago, pero se anuló o resolvió el contrato de que procedía.
Anulado o resuelto el contrato, las prestaciones de las partes resultarán indebidas y éstas
tendrán derecho a ser restablecidas al estado en que se encontrarían como si el contrato no
se hubiera celebrado.
Pero las acciones encaminadas a este propósito no se regirán por las normas del
cuasicontrato de pago de lo no debido sino por las que gobiernan la nulidad (art. 1687) o la
resolución (art. 1487).
Dos condiciones son necesarias que exista pago de lo no debido: (i) que no exista
obligación; y (ii) que el pago se haya hecho por error.
a) Podrá suceder, en efecto, que la obligación no se haya contraído jamás. Tal sería el
caso de un heredero que paga una supuesta deuda de su causante, a quien creía obligado
en virtud de un documento que resulta ser falso.
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c) Hay pago de lo no debido, igualmente, si existe la deuda, pero se paga por otro que
el verdadero deudor; en otros términos, una persona paga una deuda ajena creyéndola
suya.
Pero, en este caso, la ley consigna una importante excepción: “Sin embargo, cuando una
persona a consecuencia de un error suyo ha pagado una deuda ajena, no tendrá derecho
de repetición contra el que a consecuencia del pago ha suprimido o cancelado un título
necesario para el cobro de su crédito; pero podrá intentar contra el deudor las acciones del
acreedor” (art. 2295 inc. 2º).
Por este motivo, la ley decide que no está obligado a restituir. La perdida debe soportarla
el que cometió el error de pagar una deuda de otro.
Tal es la regla del art. 1485, inc. 2°: “Todo lo que se hubiere pagado antes de efectuarse la
condición suspensiva, podrá repetirse mientras no se hubiere cumplido”.
Una regla totalmente diversa rige para las obligaciones a plazo; lo pagado antes del plazo
no está sujeto a repetición porque realmente se debía (art. 1495, inc. 1°).
e) Para que se considere indebido el pago es menester que no exista siquiera una
obligación natural.
Las obligaciones naturales, que no dan acción para demandar su cumplimiento, autorizan
para retener lo que se ha dado o pagado en razón de ellas.
El art. 2296 reitera lo antes dicho por el art. 1470: “No se podrá repetir lo que se ha pagado
para cumplir una obligación puramente natural de las enumeradas en el art. 1470”.
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Para que tenga lugar el pago de lo no debido no basta que no exista una obligación; es
preciso, además, que el pago se haya verificado por error. Este último requisito se
encuentra formalmente establecido en el art. 2295.
Si el pago se hizo para extinguir una obligación existente, pero sabiendo que no era
deudor el que la pagó, es necesario concluir que ha querido pagarla por cuenta del
verdadero deudor.
Si la deuda no existía, el que pagó a sabiendas no ha podido tener otra intención que
donar lo que dio en pago.
El error que determina el pago puede ser de hecho o de derecho. Uno y otro justifican la
repetición de lo pagado.
A propósito del error de derecho, el art. 2297 dice perentoriamente: “Se podrá repetir aún
lo que se ha pagado por error de derecho, cuando el pago no tenía por fundamento aún
una obligación puramente natural”.
Para intentar la acción de pago de lo no debido será menester acreditar: a) el hecho del
pago; y b) que el pago era indebido, esto es, que no existía una obligación ni aun
puramente natural, o si existía, el que pagó no era el deudor o, en caso de serlo, no hizo el
pago al verdadero acreedor.
a) Debe el actor acreditar, en primer término, el hecho del pago; la prueba está sujeta a las
reglas generales.
b) Es preciso que el actor acredite, en seguida, que el pago era indebido. El art. 2295 exige
esta prueba y el art. 2298, inc. 1º, añade: “Si el demandado confiesa el pago, el demandante
debe probar que era no debido”.
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Pero la misma disposición establece una presunción de ser indebido el pago, como una
justa sanción al que niega haberlo recibido: “Si el demandado niega el pago, toca al
demandante probarlo; y probado, se presumirá indebido” (art. 2298, inc. 2°).
(ii) Que el pago fue indebido, es decir, que no existía ni siquiera una obligación
puramente natural, o si existía estaba sujeto su nacimiento al cumplimiento de una
condición pendiente, o quien pagó no era el deudor o si lo era, no pagó al verdadero
acreedor: arts. 2295 y 2298. El inciso 2º del último artículo establece una presunción en
favor del demandante, si el demandado negó el pago y el actor logró acreditarlo: se
presumirá que el pago fue indebido.
(iii) Finalmente, el error es indispensable para que sea admisible la acción de pago de lo
no debido. ¿Quién debe probar el error?
El pago a sabiendas de una deuda inexistente importa una donación. El art. 1397 dispone
que hace donación “el que paga a sabiendas lo que en realidad no debe”.
Pero el ánimo de donar no se presume (art. 1393) y debe probarse por quien pretende que
hay donación. El solo hecho de pagar lo que no se debe no supone el animo de donar.
El art. 2299 resume estas ideas: “Del que da lo que no debe, no se presume que lo dona, a
menos de probarse que tuvo perfecto conocimiento de lo que hacía, tanto en el hecho
como en el derecho”.
Probándose que el solvens tuvo cabal conocimiento de que no debía, el pago importa una
donación. Naturalmente que esta prueba corresponde al demandado, quien con esta
alegación pretende excusarse de restituir. Esta prueba excluye el error y hace inadmisible
la acción de pago de lo no debido.
El actor, por lo tanto, no está obligado a probar sino que ejecutó el pago y que era
indebido; debe suponerse ejecutado por error. Al demandado corresponde probar que no
hubo tal error, sino cabal conocimiento de las cosas por quien efectuó el pago.
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Pero la cuantía de la obligación del accipiens está íntimamente ligada a su buena o mala fe.
a.1) Si ha recibido dinero u otras cosas fungibles que no se le debían, “es obligado a la
restitución de otro tanto del mismo género y calidad” (art. 2300, inc. 1°).
Únicamente es responsable de la pérdida o deterioro cuando se haya hecho más rico (art.
2301, inc. 1°).
a.3) Si ha vendido la especie que se le dio como debida, “es sólo obligado a restituir el
precio de la venta, y a ceder las acciones que tenga contra el comprador que no le haya
pagado íntegramente”(art. 2302, inc. 1°).
Más grave es la responsabilidad del accipiens de mala fe, esto es, que ha recibido a
sabiendas de que no se le debía.
b.1) Si ha recibido dinero u otras cosas fungibles, además de restituir otro tanto del
mismo género y calidad, “debe también los intereses corrientes” (art. 2300, inc. 2°).
b.2) Si recibió de mala fe una especie o cuerpo cierto, “contrae todas las obligaciones del
poseedor de mala fe” (art. 2301, inc. 2°).
En consecuencia, es responsable de los deterioros que haya sufrido la cosa por su hecho o
culpa, aunque no le hayan aprovechado (art. 906); debe restituir los frutos percibidos y
aun los que pudo percibir el solvens con mediana inteligencia y actividad (art. 907), etc.
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b.3) En caso de que haya vendido la especie dada en pago, “es obligado como todo
poseedor que dolosamente ha dejado de poseer”(art. 2302, inc. 2°).
Podrá suceder que el accipiens haya enajenado lo que recibió en pago. ¿Qué acciones tiene
el solvens contra los terceros adquirentes?
La solución depende de dos factores; la circunstancia de que los terceros hayan adquirido
a título gratuito u oneroso y su buena o mala fe.
El art. 2303 dispone: “El que pagó lo que no debía, no puede perseguir la especie poseída
por un tercero de buena fe, a título oneroso”.
El adquirente a título oneroso y de buena fe, pues, escapa a la persecución del que ejecutó
el pago indebido.
Por el contrario, si el adquirente está de mala fe, el solvens podrá accionar en su contra.
Diversa es la condición de los adquirentes a título gratuito. El art. 2303 agrega que el que
pagó lo que no debía “tendrá derecho para que el tercero que la tiene por cualquier título
lucrativo, se la restituya, si la especie es reivindicable y existe en su poder”.
No importa la buena o mala fe del adquirente a título gratuito para los efectos de la
restitución de la cosa. El art. 2303 concluye: “Las obligaciones del donatario que restituye
son la mismas que las de su autor, según el art. 2301”.
7.1. Concepto.
Un concepto de comunidad se desprende del art. 2304, en relación con el art. 1812.
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Pero el cuasicontrato de comunidad requiere, además, que tampoco se haya celebrado otra
convención relativa a la cosa universal o singular que se tiene entre dos o más personas.
Así, Claro Solar destaca que si los comuneros estipulan la forma de administrar la cosa en
común, la distribución de los frutos, la manera de contribuir a los gastos, etc., la
comunidad subsiste, pero no bajo la forma de un cuasicontrato de comunidad. Las
estipulaciones de las partes prevalecerán sobre las reglas legales a propósito del
cuasicontrato de comunidad. Si las partes, nada han pactado, se aplicarán estas normas
legales para los efectos de determinar cómo debe efectuarse la administración y en general
de qué forma se distribuyen los derechos y obligaciones entre los comuneros.
Puede nacer sin que exista convención alguna entre los comuneros, como en el caso de
heredar varias personas de un mismo causante o adquirir varios legatarios una misma
cosa. Aquí, ha sido la voluntad del legislador o del causante la que ha dado origen a la
comunidad.
Se debe tener presente que el derecho de los comuneros sobre los bienes proindiviso o
comunes, debe ser de la misma naturaleza: por ejemplo, todos dueños o todos
usufructuarios; por tal razón, no hay comunidad entre el nudo propietario y el
usufructuario, porque sus derechos son de distinta naturaleza, no obstante recaer sobre
una misma cosa.
A su vez, por ser el derecho de los comuneros de la misma naturaleza, su ejercicio estará
limitado por el derecho de los restantes partícipes.
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Dispone el art. 2305 que el derecho de cada uno de los comuneros sobre la cosa común es
el mismo que el de los socios en el haber social. No quiere indicar con ello el legislador que
la comunidad, en cuanto a su naturaleza jurídica, se asimile a la sociedad, sino que las
facultades de los comuneros serán las mismas de que gozan los socios en el uso, goce y
administración de los bienes comunes.
(i) Derecho a oponerse a los actos de administración de los otros comuneros (2081 Nº
1). Aunque la mayoría de los comuneros esté de acuerdo en realizar un determinado acto,
la oposición de uno de los comuneros impide la realización de tal acto. La oposición debe
formularse antes de que se ejecute el acto o antes que haya producido sus efectos legales:
se trata del ius prohibendi..
(ii) Derecho de cada comunero a servirse para su uso personal de las cosas comunes,
con tal que las emplee según su destino ordinario y sin perjuicio de la comunidad y del
justo uso de los otros partícipes (art. 2081 Nº 2).
(iii) Derecho a obligar a los otros comuneros a que hagan también las expensas
necesarias para la conservación de la cosa proindiviso (art. 2081 Nº3).
Se justifica lo anterior, porque las mejoras necesarias, esto es, las destinadas a la
conservación de la cosa, benefician a todos los comuneros. Deberán financiarse de consuno
en consecuencia; la ley pretende con esta norma evitar que el comunero diligente deba
efectuar por sí solo las expensas necesarias, y luego tenga que repetir en contra de los
restantes comuneros. La regla no se extiende sí a las mejoras útiles ni menos a las
voluptuarias.
(iv) Derecho a oponerse a las innovaciones que sobre el bien común pretenden efectuar
los otros comuneros (art. 2081 Nº4).
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La norma relativa a la sociedad sólo alude a las innovaciones que se pretende hacer sobre
inmuebles. ¿Qué ocurre respecto de los bienes muebles? Se estima que el comunero podría
protegerse en virtud de las otras facultades que se han señalado hemos indicado,
especialmente en los números (i) y (ii).
Para tal efecto, se citará a los interesados a un comparendo. Por acuerdo unánime o por
mayoría absoluta de los concurrentes que representen a lo menos la mitad de los derechos
en la comunidad, o por resolución del juez, podrán adoptarse todas o algunas de las
siguientes medidas:
- La determinación del giro que deba darse a los bienes comunes y del límite de
gastos que pueda hacerse en la administración;
Conforme lo indican los arts. 2.309 y 2310, esta contribución será en proporción a la cuota
de cada comunero.
Si los comuneros no han explicitado el alcance de cada cuota, deberán reputarse iguales. El
Código adopta la misma solución en casos análogos: art. 1.098 inciso 3º, art. 2367 inciso 1º,
(respecto de la fianza). En cuanto a las deudas, el art. 2306 reitera la idea de que se
responde a prorrata de las cuotas (art. 1354)
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las contrajo. Sólo él será responsable frente al acreedor, sin perjuicio de su acción contra los
restantes comuneros para que se le reembolse lo pagado (art. 2307 inciso 1º).
Se debe distinguir aquí entre la obligación a la deuda (que pesa sobre el comunero que la
contrajo) y la contribución a la deuda (que pesa sobre todos los comuneros).
Se refiere a esta situación el art. 2.307 inciso 2º. Frente al acreedor, los comuneros
responderán en la forma estipulada o solidariamente si expresamente se pactó, o en fin, a
falta e estipulaciones, por partes iguales: obligación a la deuda.
Lo anterior es sin perjuicio del derecho de cada uno de los comuneros contra los otros
partícipes, para que se le abone lo que haya pagado de más sobre la cuota que le
corresponda: contribución a la deuda.
Trata la materia el art 2308. Los comuneros responderán de la culpa leve por los daños que
hayan causado en los bienes y negocios comunes. Asimismo, cada comunero debe a la
comunidad lo que saca de ella, incluso los intereses corrientes de los dineros comunes que
haya empleado en sus negocios particulares.
Así lo dispone el art. 2311. Similar disposición encontramos a propósito de la sociedad: art.
2095, con una importante diferencia: la norma del art. 2311 solamente alude a las
relaciones existentes entre los propios comuneros, o sea a las prestaciones que
recíprocamente se deban.
Así se desprende de los artículos 1812 y 1320. La enajenación puede efectuarse aún sin
consentimiento de los restantes comuneros. Excepcionalmente, conforme al artículo 688, se
requiere enajenar un inmueble hereditario de consuno.
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3º Por la división del haber común. En este último caso, el art. 2313 establece que la
división de las cosas comunes y los derechos y obligaciones que de ella resultan, se
sujetarán a las mismas reglas que en la partición de la herencia.(arts. 1317 a 1353)
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II.
LA LEY COMO FUENTE DE LAS OBLIGACIONES
1. CONCEPTO DE LAS OBLIGACIONES LEGALES.
Las obligaciones legales, de acuerdo con los términos del art. 578, nacen de “la sola
disposición de la ley”. La ley es un antecedente único, directo, inmediato.
El derecho de familia es fuente fecunda de obligaciones legales. Tales son, por ejemplo, las
que median entre cónyuges, entre los padres y los hijos, los alimentos que se deben por ley
a ciertas personas.
Fuera ya del campo del derecho civil, se destaca, por su importancia excepcional, la
obligación legal de pagar impuestos o contribuciones.
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Para Planiol, todas las obligaciones legales se resumen en un solo principio, de que son
simples aplicaciones: neminen laedere, no dañar sin derecho a otro.
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