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Análisis como Observador.

El ser humano a través de la historia ha procurado exponer y explicar, lo


conocido como arte, sin embargo, sin embargo dicha epopeya continua siendo un
sueño evasivo, pues este elemento es explotado a partir de las necesidades
particulares de cada ser; el arte es un medio abierto a la interpretación del creador
u observador.

Esta interpretación a la que está sujeta el arte está comprendida por símbolos
inferidos e impuestos que se materializan a través de palabras e imágenes, esto
hace posible la existencia del arte como protesta, puesto que la idea se compone
de imágenes y palabras que le dan fuerza, y por consiguiente poder. El arte como
protesta se debe construir a partir de símbolos valorativos de una idea que logre
relacionarse con las crisis socio-políticas de la sociedad, que se encuentre en un
determinado espacio y tiempo

Los diferentes eventos ocurridos en el país en los últimos años siembran un


panorama bastante particular de susceptibilidad ante cualquier elemento
relacionado con el termómetro político nacional, cualquier exposición a fuentes
que obliguen al individuo a confrontar esa realidad, muchas veces auto-evadida ,
puede generar una lectura única.

Esta muestra que básicamente plantea un escenario así, constituida por una serie
de piezas que responden a esas características de vehículos comunicacionales de
la escena venezolana parece en tal caso buscar generar un choque hacia la
mente ausente del observador, originar un espacio que subsane esa muchas
veces sesgada información de los sucesos de violencia y reivindicaciones políticas
nacionales.

Este tipo de iniciativas tienen un gran espacio en la consideración pública, pues


abordan temas fácilmente digeribles por personas ajenas a las novedades
artísticas y que sin poseer un lenguaje matizado de tecnicismos pueden emitir
una opinión o critica bastante locuaz acerca del tema .Estos empujes artísticos
son elementos anacrónicos muy comunes a lo largo de la historia de la humanidad
y que justamente en los últimos decenios se han servido favorablemente del
elemento fotográfico.
Análisis como Artista.

La lectura de esta exposición gira en torno al elemento opresivo y violento de los


recientes hechos de la historia venezolana. Desde hace ya más de 15 años los
periódicos nacionales describen una realidad que a ojos incautos puede
describirse poco menos que indignante, realidad que por distintas causas ha
buscado ser callada y censurada del juicio y opinión del pueblo venezolano,
objetivo infructuoso. En los últimos años el empleo de la fotografía, “el hecho
fotográfico”, ha servido como observador y divulgador de los distintos gritos y
proclamas en busca de una aceptación de la realidad nacional; desde el 2001
diarios como El Nacional; con el servicio de sus fotógrafos, ha documentado el
hundimiento de este barco bautizado como Venezuela que aun valientemente
muchos desisten de abandonar, y con el advenimiento de esta generación de
relevo el elemento fotográfico se ha configurado como la herramienta prima de
conexión entre realidad hermética local y la mirada inquieta del mundo exterior.

La fotografía es un elemento irrefutable que logra congelar un evento y


conservarlo para su disfrute posterior, sin la posible subjetividad que como
individuos podemos imprimir sobre el registro del evento; además de esa
característica, la fotografía es el medio que más nos acerca a la realidad
tridimensional de nuestro entorno; pensar que una imagen pudiese cambiar el
mundo, desde hace muchos años atrás dejo de ser un sueño para convertirse en
realidad y dados los sucesos de los últimos años pensar que una fotografía es el
único elemento que nos puede conectar con la verdad objetiva se ha convertido
en uno de los pocos refugios de la cordura nacional.

De la multiplicidad de propuesta y piezas expuestas en la galería, hay una serie de


imágenes que resaltan por su formato y concepto, cuando un elemento cotidiano
es extraído de su entorno más inmediato y reasignado a otra realidad ciertos
códigos que funcionaban en su lectura primitiva cambian, se desechan o se
refuerzan con la nueva lectura que le da su desconocido contexto, esas fotografías
que retratan objetos que fueron utilizados para matar o reprimir personas en las
últimas manifestaciones parecen querer presentar o acercar a la víctima con su
victimario de una forma más directa y sin tapujos, o al mismo tiempo sirven para
desdibujar el morbo y la ignorancia natural que como sociedad poseemos con
dichos objetos, para finalmente revelar la naturaleza agresiva y fulminante de las
balas y bombas lacrimógenas. Somos acaso aún los venezolanos inocentes ante
el peligro con que a diario convivimos en esta sociedad a pocos segundos de
colapsar.

Posiblemente esta propuesta quede aun incompleta al desarrollarse en un espacio


desconectado con la realidad a la cual intenta recrear, lastimosamente esta
propuestas tendrán que seguir conviviendo en los pocos sitios capaces de
revelarse ante el asfixio de la censura; lo seguro es que este tipo de tópicos
seguirán surgiendo en las propuestas artísticas venezolanas, porque el arte ya no
se plantea como una herramienta superficial y catártica de la mente obsesiva del
creativo, sino surge como un faro que alumbra y sacude la apatía y el miedo de la
sociedad oprimida.

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