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PROGRAMA No.

0238

NUMEROS

Cap. 1:21 - 2:34

Todavía nos encontramos en el capítulo 1 de Números y en nuestro programa anterior,


estábamos hablando de los importante que es para usted y para mí, que sepamos y estemos
seguros de ser hijos de Dios. Hay muchos cristianos que profesan ser cristianos, pero no
pueden decir: Soy hijo de Dios por la fe en Cristo. Cada uno tiene que saber, tiene que
estar seguro de que es hijo de Dios, que pertenece a la familia de Dios. Tememos de que
hoy en día haya mucha amnesia espiritual. Es pues de vital importancia que un cristiano
sepa y recuerde siempre, que es hijo de Dios.

El Apóstol Juan en su primera carta, capítulo 5, versículos 12 y 13, nos dice: “El que
tiene al hijo, tiene la vida. El que no tiene al hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he
escrito a vosotros que creéis en el nombre del hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna y para que creáis en el nombre del hijo de Dios” (I Juan 5:12-13). Pablo, por su parte,
podía decir: “Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi
depósito para aquel día” (II Tim. 1:12).

Bueno, continuando ahora con este capítulo 1 de Números, necesitaríamos una


calculadora para ir sumando todas las cifras que aparecen en este capítulo. No vamos,
pues, a leer todos esos números de las doce tribus de Israel, ni los números de los que
estaban en cada tribu. Así es que vamos a leer entonces el versículo 21 y luego pasaremos
al versículo 23. Dice así: “Los contados de la tribu de Rubén, fueron 46.500. Luego el
versículo 23: “Los contados de la tribu de Simeón, fueron 59.300” (Números 1:21,23). Y así
sigue hasta el versículo 46, donde dice: “Fueron todos los contados: 603.550.” Y le doy mi
palabra, amigo oyente, que este es el total exacto. Ahora si usted no desea aceptar mi
palabra, pues, tendrá que usar una sumadora para comprobarlo. Pero notemos que los
Levitas no eran contados. Leamos los versículos 47 al 49:

Números 1:47-49 “. . . entre los hijos de Israel.”

Pero los Levitas, según la tribu de sus padres no fueron contados entre ellos, porque
habló Jehová a Moisés, diciendo: “Solamente no contarás la tribu de Leví, ni tomarás la
cuenta de ellos entre los hijos de Israel.” La razón por la cual no eran contados para la
guerra era porque estaban completamente ocupados en el manejo del tabernáculo. Lo

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levantaban, es decir, lo armaban de noche cuando entraban en el campo y lo desarmaban
cuando estaban listos para marchar a la mañana siguiente. Escuche usted lo que dicen
aquí los versículos 51 al 54:

Números 1:51-53 “. . . Jehová a Moisés; así lo hicieron.”

Los hijos de Israel, amigo oyente, tenían que saber quiénes eran. Era también
importante que cada uno de ellos supiera dónde pertenecía. Lo mismo ocurre en cuanto a
nosotros. Necesitamos saber nuestro linaje, el hecho de que pertenecemos a la familia de
Dios, somos sus hijos. Y tenemos que saber dónde pertenecemos. Y, así amigo oyente,
concluimos nuestro estudio del capítulo 1 de este libro de Números. Llegamos ahora al
capítulo 2. Este capítulo nos presenta las normas y el orden de posición de las 12 tribus en
su marcha a través del desierto.

En el capítulo uno nos enteramos del censo. Cada israelita tenía que saber quién era .
Tenía que saber dónde pertenecía. No podían salir a la guerra a menos que cada miembro
de cada tribu supiese su posición. Durante todos los años en el desierto, la disposición del
campamento y el orden a seguir en su marcha, eran ordenados según la dirección de Dios.

Al comienzo de este segundo capítulo, dice que levantaron banderas en el campamento.


Estas eran las banderas bajo las cuales debían acampar los hijos de Israel. Y quizá usted
se ha preguntado qué era lo que decían o qué tipo de diseños aparecía en estas banderas.
Permítanos, entonces, citar dos grandes eruditos del Antiguo Testamento, los doctores Keil
y Delitzsch. Ellos escribieron lo siguiente en su comentario del Pentateuco, escuche usted:
“Ni la ley mosaica, ni el Antiguo Testamento, generalmente, nos dan indicio alguno en
cuanto a la forma o el carácter de la bandera. Según la tradición rabínica, la bandera de
Judá llevaba la figura de un león; la de Rubén, la imagen de un hombre o la cabeza de un
hombre; la de Efraín, la figura de un buey; y la de Dan, la figura del águila. De modo que
las cuatro criaturas vivas, unidas en forma de querubines, descritas por Ezequiel, estaban
representadas en estas cuatro banderas.” Hasta aquí el comentario de estos eruditos Keil y
Delitzsch.

Existe pues el peligro, de tratar de atribuirle demasiado a este hecho y en efecto hay
quienes aún creen que la disposición del campamento es una representación de cómo las
estrellas están colocadas en el cielo, o sea los signos del zodíaco. Hay quienes tratan de
encontrar el evangelio escrito en las estrellas, o tratan de hallar su futuro escrito en las
estrellas. Por eso mismo, no debemos ir más allá de lo que se registra en la Biblia.
Shakespeare dijo en su obra “Marco Antonio y Cleopatra”, “No es a nuestras estrellas, sino
a nosotros mismos que nos encontramos subordinados.”

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En otras palabras, nuestro problema radica en nosotros mismos, no por allá en las
estrellas. No encontraremos el evangelio en las estrellas. El evangelio se halla en la Palabra
de Dios. Las estrellas revelan el eterno poder de Dios y Su deidad, como lo revela toda la
creación. Pero no se hallará el evangelio en las estrellas, ni en la creación. Por lo tanto, no
queremos hablar más en cuanto a estas banderas. La tradición nos dice lo que estaba en
ellas y la tradición puede que esté en lo correcto en cuanto a esto.

Pasemos, pues, a la disposición del campamento. Leamos los versículos 1 al 9 de este


capítulo 2 de Números:

Números 2:1-9 “. . . por sus ejércitos, marcharán delante.”

Fíjese usted que todos acampan alrededor del tabernáculo. El tabernáculo era
levantado dentro del campamento, y luego los hijos de Israel acampaban alrededor de él.
Levantaban las banderas para señalar su lugar en el campamento.

A la tribu de Judá le tocó acampar al este y las tribus de Isacar, como lo vemos en el
versículo 5 y de Zabulón, en el versículo 7, acampaban con la de Judá bajo la misma
bandera. Creemos que el emblema en aquella bandera era un león. Cuando veían pues la
bandera con el león, estas tres tribus sabían dónde pertenecían. Siguiendo adelante, leamos
ahora los versos 10 al 16:

Números 2:10-16 “. . . por sus ejércitos, marcharán los segundos.”

La tribu de Rubén quedó al sur del tabernáculo y las tribus de Simeón en el versículo
12, y la de Gad en el versículo 14, acampaban con Rubén. Su bandera tenía la cara de un
hombre, y así podían reconocer dónde pertenecían. Leamos ahora el versículo 17:

Números 2:17 “. . . así marchará cada uno junto a su bandera.”

Encontramos aquí la posición del tabernáculo, y dónde acampaban los levitas. Sigamos
leyendo los versículos 18 al 24.

Números 2:18-24 “. . . por sus ejércitos, irán los terceros.”

Las tribus de Manasés y de Benjamín, acampaban con la tribu de Efraín. El emblema


en su bandera era un buey. Por último, tenemos la sección del norte descrita en los versos
25 al 31:

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Números 2:25-31 “. . . irán los últimos tras sus banderas.”

Las tribus de Aser y de Neftalí, acampaban con la tribu de Dan. Y el emblema de su


bandera era un águila. Vemos pues, que los hijos de Israel acampaban de una manera
ordenada. Cada familia en cada tribu sabía dónde le correspondía, dónde pertenecía en
aquella tribu. Veamos ahora los versículos 32 al 34:

Números 2:32-34 “. . . Según las casas de sus padres.”

Hemos aprendido ahora que a los hijos de Israel les era necesario saber su genealogía.
Debían saber quiénes eran y dónde pertenecían . Tenían que saber su linaje para poder
saber el lugar que les correspondía en el campamento. No podían salir a la guerra a menos
que estuvieran seguros de sus puestos. De la misma manera, amigo oyente, para nosotros
hoy en día, la lucha cristiana no se hace en la esfera de las dudas y los temores, sino a la luz
clara de una salvación segura. Nuestros enemigos hoy en día son el mundo, la carne, y el
diablo. Amigo oyente, estos enemigos le vencerán si usted no está seguro de su salvación.

Cada persona en la iglesia del Señor Jesucristo tiene un lugar asignado por Dios. Todo
servicio que se presta dentro de la Iglesia o cuerpo de Jesús debe ser dirigido por el
Espíritu Santo. Se nos dice que por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en su cuerpo.
Cuando usted fue puesto en el cuerpo de Cristo, fue puesto como miembro.

El Apóstol Pablo, escribiendo en su primera carta a los Corintios, capítulo 12,


versículos 12 al 14, dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero
todos los miembros del cuerpo, siendo muchos son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque
por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además el cuerpo no es
un solo miembro, sino muchos” (I Cor. 12:12-14).

Cuando usted se incorpora en ese cuerpo, amigo oyente, es puesto allí para servir. Cada
creyente tiene un don. Usted, hermano que nos escucha, tiene un don. Y es el ejercicio de
ese don, lo que constituye el servicio cristiano. Piense cuántos dones debe haber en la
Iglesia. Hay muchos miembros en el cuerpo, y el Espíritu Santo los dirige a todos.

Hay muchos miembros del cuerpo humano y cada uno tiene su función específica. Hay
más de 20 huesos en un solo pie. De igual manera, en el cuerpo de Cristo hay muchos dones
y cada uno de nosotros debe ejercer el don que se le ha dado. Creemos que Dios
recompensa a los Suyos según el ejercicio de ese don. A usted y a mí nos corresponde
averiguar cuál es nuestro don. Sí, creemos que debemos orar pidiendo los dones mejores.

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Según la enseñanza bíblica, el don de hablar en lenguas no es un don para todos los
miembros del cuerpo de Cristo, ni figura entre los que debemos pedir como los mejores.
Después de todo, el cuerpo total no es todo lengua, sino que tiene muchos miembros, cada
uno con su don específico. El Dr. Vernon McGee, autor de estos estudios bíblicos, nos dice a
este respecto, que después de escuchar cómo enseñaba la Biblia el Dr. Ironside, le pidió a
Dios que le dejara enseñar así como enseñaba ese hombre. Pero después de un tiempo,
descubrió que no podía enseñar como él. Pero Dios le ha permitido tener un ministerio de
enseñanza de la Palabra de Dios que procuraba tener y que le pidió. Y amigo oyente,
creemos que debemos procurar seriamente los mejores dones, pero todo está bajo el control
soberano del Espíritu Santo.

Amigo oyente, usted debe hallar su puesto o lugar en el campamento. ¿Está usted
usurpando el puesto de otro? ¿Ocupa usted acaso un puesto en la Iglesia que en realidad no
puede desempeñar y que realmente le pertenece a otra persona? Debemos animar a todos
los hermanos de nuestras Iglesias a que encuentren su puesto. Eso debe animar al hermano
más humilde en la Iglesia. Usted amigo oyente tiene un don y Dios quiere que lo ejerza. No
trate de hacer el trabajo de otro. Haga lo que Dios le ha llamado hacer.

¿Recuerda usted a Dorcas? Ella hacía vestidos. Ese era su don. Usted recordará que
cuando ella murió trajeron a Simón Pedro, y las viudas que allí estaban tenían puesta la
ropa que Dorcas había hecho. Ahora, ¿por qué tenían puesta esa ropa? Porque Dorcas la
había hecho para las viudas. Simón Pedro dijo: “Mejor es que levantemos a esta mujer de
los muertos. ¡La Iglesia la necesita!” Y así Dios la levantó de los muertos. Amigo oyente, el
don suyo puede ser el de coser, o el de pintar o cualquiera otro. Pero si usted es un hijo de
Dios, debe usar su don hoy mismo, para el bien del cuerpo de los creyentes.

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