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La base de la educación se forma en el hogar

El ser humano es un ser en relación que establece vínculos y se comunica para aprender,
podríamos decir que la comunicación y aprendizaje, se da, desde ese primer llanto que nos
define como seres capaces, “el buen salvaje” como Rousseau lo define en su libro Emilio
escrito en el siglo XVII, reconoce que el niño es inocente y puro, el adulto con su
percepción equivocada del mundo lo pervierte.

Si los niños se comunican por medio del llanto y receptan todo lo que está a su alrededor
desde que son tan solo unos bebes “el self del infante, al infante como persona, una persona
dependiente de algún otro” (Winnicott, 1955), es aquí donde empieza a jugar el papel
fundamental del hogar, entendiendo por este, a la persona o grupo de personas que están al
cuidado del infante.

Desde el periodo de gestación y posterior al nacimiento el infante, establece un vínculo con


la madre, según Melanie Klein es una etapa vitalmente importante, ya que, se adquiere la
capacidad para la preocupación por el otro, desarrollo de empatía, en la infancia más
temprana, esta conexión evita la ambivalencia.

La madre y el padre, la familia, la casa y el patio, las imágenes, los olores y los
ruidos familiares, constituían ese vallado, que también corresponde a la etapa de
inmadurez del niño, su confianza en la confiabilidad de los padres, y la naturaleza
subjetiva del mundo infantil. Dicho aliado representaba una prolongación natural de
los brazos maternos que lo rodeaban cuando era un bebé. La madre se adaptó
profundamente a las necesidades del niño y luego gradualmente se "desadaptó", a
medida que el bebé podía comenzar a disfrutar de las experiencias nuevas e
inesperadas. Y así, puesto que los niños no son en realidad muy parecidos entre sí, la
madre comprueba que ha construido un vallado para cada uno de los hijos. Y de allí
precisamente emerge el niño ahora, listo para una clase distinta de grupo, un nuevo
tipo de recinto, por lo menos durante unas pocas horas por día. En otras palabras, el
niño irá a la escuela. (Winnicott, 1955)

Este aporte de Winnicott; es crucial, para definir la seguridad que los adultos desarrollan en
los niños. El proceso propuesto, nos permite enseñar desde la protección, en el que la madre
satisface todas las necesidades de su bebe. A medida que transcurre el tiempo, crece y
desarrolla habilidades (físicas, emocionales y sociales), su madre le da participación hasta
llegar al protagonismo, que es el momento en que el infante está listo para salir de su
entorno conocido, enfrentarse a uno nuevo denominado escuela.

Si los seres humanos somos comunicación y las relaciones nos preceden, incluso, antes de
nuestro nacimiento, ya que; provenimos de una relación, independientemente de la
condición o circunstancias en la que se haya dado. Es esencial cultivar al ser humano, con
las habilidades necesarias para poder manejar sus emociones y desarrollar sus habilidades
comunicativas en habla y escucha cuando sale de su entorno conocido.

La relación con la familia es crucial en el desarrollo al ser el primer contacto que el infante
tiene con el entorno extrauterino. Es obligación de los padres participar “el desarrollo en el
niño humano de la capacidad para tener sentido moral, experimentar un sentimiento de
culpa y establecer un ideal” (Winnicott, 1955) los padres deben inculcar la “creencia en”,
independientemente de la religión que profesen o los ideales personales, el ser humano
necesita la seguridad de un Dios, son los padres, quienes deben transmitir la “creencia en”,
reconociendo el bien y el mal. Hasta la adolescencia el ser humano utiliza, principalmente
su cerebro reptiliano si en este se establece una conexión neuronal de que actuar mal está
bien, se formaran hábitos y costumbres para el resto de la vida que muy difícilmente serán
modificadas.

Según (Winnicott, 1955) “debe tenerse en cuenta a la familia y concebirse al niño como
parte de ella”, mucho se ha hablado acerca del individuo, es evidente, ya que es el infante el
motivo de investigación, pero es igual o más importante prestar atención a la familia, que
sucede dentro de ella. La psicología contemporánea establece conexiones afectivas que se
dan en un núcleo familiar y su incidencia es positiva o negativa en el desarrollo del
individuo.
Este desarrollo en la familia no es sólo psicológico sino que ésta se constituye en la primera
escuela, mejor habría que decir, en la primera universidad.

De hecho la familia es la primera cátedra de las relaciones humanas y quizás de las más
felices.
También la familia es la primera Academia. Nos referimos a la de Platón y Sócrates que
enseñaron que el verdadero camino de la filosofía es la curiosidad y el preguntar. Cuantas
veces cuando fuimos niños no atosigamos a nuestros padres con una cadena de preguntas y
cuando fuimos jóvenes sometíamos a prueba con nuestros cuestionamientos la solidez de
las posiciones de los adultos, cosa que no es sino el camino del pensamiento crítico. Pero
así mismo estábamos dispuestos a aceptar las posiciones contrarias de nuestros hermanos y
a debatirlas en un ambiente de simpatía y cordialidad.

Y qué decir del diálogo. Muchas veces las actitudes impositivas, la violencia verbal, los
gestos adustos hacían nacer en el interior la rebeldía, el resentimiento y los prejuicios. Sin
embargo un gesto de cariño, un compartir, una conversación, hacían caer los muros que
habíamos construido. Entonces comprendíamos que el mundo no es dualista, no es blanco y
negro, que todos fallamos y que junto con los errores había muchos aciertos.

Igualmente la familia es la primera facultad de medicina, en la que nos enfrentamos no a un


caso científico que nos es indiferente, sino al sufrimiento de un ser humano que hacemos
propio y acompañamos con ternura y amistad.

Aprendimos a curar, no el aspecto superficial de la enfermedad, el dolor físico, sino el más


profundo. Bien sabemos que quien se enferma no sólo se afecta su cuerpo sino también su
ánimo. El enfermo pierde su optimismo, a veces piensa que su situación no tiene remedio,
que va a morir y en esos momentos más que una medicina necesitamos una mano amiga
que nos conforte.

Es muy común decir que la familia es la primera célula de la sociedad. Hoy sabemos que
las células no son mónadas aisladas, todo lo contrario, forman sistemas, se especializan
para una función en cada órgano, transmiten toda la información a otras células, se unen
para defenderse de los peligros y colaboran para el bienestar de todo el cuerpo. Hoy se
acepta que cada cierto tiempo, excepto las células cerebrales, todo nuestro cuerpo se
renueva. Las células viven y mueren para que otras continúen su trabajo.
Esto es la familia, en ella hemos absorbido la convicción que nuestra vida depende de los
demás y viceversa. Hemos disfrutado con la mayor alegría el triunfo de los demás y hemos
llorado con mucha tristeza sus fracasos. Hemos aprendido el valor del reconocimiento por
el bien efectuado y la gratitud del corazón magnánimo por los favores recibidos.

La clase de economía ha sido muy importante e inolvidable. Se nos ha iniciado en el trabajo


como aporte para el bienestar de todos. Hemos aprendido el valor de compartir para
subvenir las necesidades de los demás. Por supuesto que nos enseñaron el valor de la
justicia y la solidaridad. A cuantos de nosotros no nos encargaron alguna vez llevar el pan a
un hambriento y regalar generosamente una limosna a quien la requería.

El cuidado de la naturaleza ha sido otra asignatura maravillosa, pues no sólo nos hemos
admirado con la belleza de la creación sino que también hemos aprendido a amarlos.
Cuantas veces quizás nos hemos compadecido de los animales que sufren y hemos hecho
hasta lo imposible para ayudarlos. Hay que recordar que el verdadero sentido de la ecología
es aprender a valorar la naturaleza como la casa de todos y no únicamente de los seres
humanos sino de todos los seres que la componen.

Por supuesto que hemos aprendido la ética, que existen leyes y límites infranqueables.
Incluso aprendimos de manera práctica a elaborar nuestras propias reglas como también a
ejercitarnos en la práctica del bien y a ser responsables de nuestros actos, asumiendo las
consecuencias y observando como nuestros actos afectan a los demás.

Igualmente, en el caso de las familias creyentes, hemos aprendido creyendo en Dios a


confiar en que el día de mañana será mejor. Nos han enseñado que no hay hombres malos.
San Agustín decía que el mal es sólo ausencia de bien. No hay malos, es decir, no
esencialmente malos, sólo pecadores, como nuestros primeros padres, Adán y Eva, que
fallaron. Así mismo que todo tiene remedio, que todo se perdona.
Con la fe somos capaces de superar toda frontera, Dios ha creado el mundo, toda raza,
somos todos hijos de Dios. Es posible mirar en los ojos de un extraño a un hermano y
adoptarlo como familia.

La Biblia está compuesta por dos testamentos, y testamento quiere decir, alianza, familia.
El mensaje de Cristo es en realidad que estamos llamados por encima de nuestra diferencias
a ser una sola familia unida por el lazo más fuerte, por el amor indestructible de Dios.

Rousseau planteó la pedagogía negativa. La naturaleza nos aporta ya un estado de


perfección. Para él todos nacemos iguales y libres. Por eso la tarea de los padres debía ser
no entorpecer el camino natural de las personas. Probablemente cuando el ginebrino nos
decía que nacemos buenos y la sociedad nos pervierte, estaba anticipándose a sus tiempos y
mostrándonos una realidad que hoy todos podemos confirmar. La sociedad capitalista,
hedonista, relativista nos ha empujado a la libertad vivida como libertinaje, al consumismo
salvaje que va en camino a la destrucción del planeta entero. Realmente como nos decía
Rousseau la sociedad está destruyendo al ser humano.

Para Kant la pedagogía consistía más bien en la disciplina y la autonomía, al imperio de la


razón. Ciertamente esos valores nos han hecho muy exitosos y productivos pero también
nos han mutilado en nuestra condición humana pues nos han desacralizado. No somos más
que una caña que piensa como decía Descartes, pero en realidad sólo una caña. Las
filosofías posteriores pretenden convencernos de que sólo somos materia, que en fondo de
nuestro ser no hay nada, que sólo somos materia, sólo somos un pedazo de mundo sin
sentido.

Nos hemos esforzado en sacar las más extremas consecuencias, muchas veces negativas y
nos hemos encerrado en nuestro narcisismo y autosuficiencia. En realidad hacemos muchas
cosas pero a la base de ellas, el motor que nos impulsa es el miedo o la ambición. Los
derechos humanos son una tabla de salvación que evita que nos matemos todos, pero al
título le hemos quitado la mitad, lo más importante la humanidad.
Sin embargo, no todo está perdido, existe una reserva de humanidad que se resiste a morir.
Tal vez este el sentido verdadero de la expresión roussoniana del “buen salvaje”, él hablaba
del individuo y de la especie. Nuestro tema nos invita a postular mejor las cosas y afirmar
que seguramente él se refería a la familia.

Aunque la sociedad tan fragmentada en la que vivimos ha proclamado la muerte de la


familia en el mundo occidental, esta sigue siendo una permanente fuente de la verdadera
humanidad. Hoy se propone más bien como ideal la vida en soledad y la felicidad efímera
del consumismo.

Existe además otra pedagogía que ya fue señalada por los antiguos y que hoy pocos valoran
pues suena a algo rancio y pasado de moda y es el ejemplo. Las empresas capitalistas se
aprovechan de ella todo el tiempo. Que son las propagandas sino motivación para seguir el
ejemplo. Ellas se esfuerzan para proponernos a los héroes, a las beldades como modelos a
fin de que sigamos sus hábitos de consumo y son muy exitosos, así lo demuestran los
balances de las grandes firmas.
La educación no tiene que ver sólo con la pedagogía sino también con la cultura. Bien
sabemos que ella se refiere a nuestra manera de pensar, a nuestros valores,
comportamientos y costumbres. La tarea pedagógica parte de esta cultura y se orienta a ella.
Los conocimientos no son sino una parte del tesoro cultural que recibimos y que a su vez,
transmitimos a las futuras generaciones.

Pero la cultura, en su sentido amplio, se puede ver como un medio de educación pues se
capilariza en todas nuestras acciones y palabras, en todas nuestras canciones y protestas, en
todas nuestras conversaciones y sueños. Es ella la que nos habla del proyecto de la felicidad
y el camino para alcanzarla. El lugar donde acogemos especialmente la cultura es en el seno
del hogar. Allí hemos escuchado los cuentos, participado de las tradiciones, hemos
entonado juntos las canciones y todo esto se ha convertido a la vez en nuestra sangre y en
nuestra fuerza.
La verdadera pedagogía en la familia, no es tanto la disciplina sino el testimonio, la
comunicación con el ejemplo, con la práctica del valor de la vida, del respeto a los demás
seres humano y de la entrega a la construcción y conservación del verdadero santuario de la
vida que es la familia.

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