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Campo de Accion de Los Abogados Con Lice
Campo de Accion de Los Abogados Con Lice
El marco jurídico del ejercicio de la abogacía está determinado por el Decreto 196 de
1971 y, últimamente, por la ley 1123 de 2007; sin embargo, como quiera que en ésta
solamente se reguló el régimen disciplinario aplicables a los profesionales del derecho, la
única norma de referencia es la primera.
En los artículos 31 y 32 del Decreto Ley en mención se dispuso en que tipo de procesos
podía ejercerse pero siempre con la respectiva licencia temporal.
Tenemos entonces una sentencia de la Corte Constitucional que respalda la posibilidad
de que los abogados con licencia temporal intervengan en los procesos penales y otra
que avala la taxatividad del listado de materias en que es admisible dicha intervención.
Sin embargo, en ninguna de ellas se hace mención a la posibilidad de que los egresados
de las facultades de derecho, aún no graduados, pero con licencia provisional, ejerzan
como defensores en procesos disciplinarios.
En principio, pudiera concluirse que la autorización genérica para que los abogados no
graduados, titulares de una licencia provisional, intervengan como defensores de oficio
“en los procesos penales en general”, los está autorizando también para ejercer en
materia disciplinaria, bajo el entendido de que ésta es una modalidad de la atribución
punitiva del Estado.
En respaldo de ésta interpretación, pudiera decirse que si pueden actuar como
defensores de oficio los estudiantes, que hagan parte de los consultorios Jurídicos de las
Facultades de Derecho, con mayor razón podrían hacerlo aquellos egresados de dichas
Facultades que no hubieren obtenido su grado pero estuvieren habilitados para el
ejercicio profesional mediante una licencia provisional.
Sin embargo, la interpretación que se acaba de hacer justifica solamente la intervención
de los titulares de licencias provisionales, en calidad de defensores de oficio, lo cual se
estima tanto más procedente, en aquellas ciudades en que no funcionen facultades de
derecho legalmente reconocidas o en las cuales no funcionaren aún los Consultorios
Jurídicos de aquellas. La situación de estas personas como defensores de confianza, es
decir, designados por el implicado, es bien distinta: Las normas legales que autorizan el
ejercicio de la profesión de abogado, teniendo como título habilitante una licencia
provisional son restrictivas, limitando dicha atribución a casos específicos dentro de los
cuales no se encuentra el de los procesos disciplinarios (literal a del artículo 31 del
Decreto Ley 196 de 1971).
Pues bien, las incidencias de la intervención procesal del defensor de confianza que
careciere objetivamente de idoneidad (por no tener tarjeta profesional sino licencia
provisional), deberán mirarse desde la perspectiva de la afectación material que dicha
intervención hubiere podido tener en el derecho de defensa del investigado; esto significa
que se impone valorar si su falta de idoneidad objetiva no fue contrarrestada por su
idoneidad subjetiva, es decir, por la suficiencia, pertinencia y ponderación de los actos de
defensa que hubiere propuesto.
Se debe tener en cuenta, adicionalmente, que si el investigador optare por invalidar las
actuaciones en que hubiere intervenido el defensor en dichas condiciones, o decretar la
nulidad de las decisiones que se hubieren fundado en tales actuaciones “viciadas”,
deberá considerar que la nulidad es un remedio procesal extremo para cuyo decreto se
deben observar los principios que en el Código de Procedimiento Penal (Ley 600 de
2000), estableció el legislador para tales efectos.
Otra consecuencia que se podría derivar del hecho de permitir la intervención en un
proceso disciplinario de un defensor de confianza, que no tuviere tarjeta profesional de
abogado sino una simple licencia provisional, es que objetivamente podría haberse
permitido la violación de la reserva de la investigación, lo que impone, a su vez, una
verificación en sede disciplinaria, de la responsabilidad del servidor público que permitió
dicha situación.
Lo anterior, sin perjuicio de las implicaciones que pudiere tener lo que en el Decreto 196
de 1971 se denomina “ejercicio ilegal de la abogacía”, respecto de la responsabilidad, no
solamente de quien la ejerce, sino también de quien lo permite (artículos 41 y 42).
Doctora
LEONILA E. ATENCIO BUSTILLO
Jefe de la Oficina de Control Disciplinario
Universidad del Atlántico
Km 7 Vía a Puerto Colombia
Barranquilla, Atlántico
Respetada Doctora:
2° “En caso de ser negativa la respuesta, ¿qué pasa con las actuaciones y
notificaciones en las cuales hizo parte como Defensor del Disciplinado el
licenciado temporalmente?
“1. La defensa técnica constituye un derecho fundamental que hace parte del conjunto de
garantías que integran el debido proceso.
6. Lo anterior significa que "dichas funciones de defensa del sindicado en las etapas de
investigación y juzgamiento no pueden ser adelantadas por una persona que no se
encuentre científica y técnicamente habilitada como profesional del derecho, so pena de
la configuración de una situación de anulabilidad de lo actuado en el estrado judicial por
razones constitucionales, o de inconstitucionalidad de la regulación legal o reglamentaria
que lo permita"
(…)
Para la Corte los apartes acusados del artículo 31 del decreto 196 de 1971 no quebrantan
la Constitución y, en consecuencia, se impone declararlos exequibles en la parte
resolutiva de esta providencia”.1
“En lo que respecta al ejercicio de las profesiones, esta Corte debe reiterar que, a la luz
del artículo 26 de la Carta y sin perjuicio del derecho fundamental en cuya virtud toda
persona es libre de seleccionar la actividad que estime más adecuada a su vocación y
aptitudes, la ley puede exigir títulos de idoneidad. El Estado, por conducto del legislador,
asegura de ese modo el interés colectivo, que puede verse afectado por falta de niveles
1
Corte Constitucional; Sentencia C-025 de 1998; M.P.: Fabio Morón Díaz
Esa es una materia que corresponde definir a la ley, la que exige por regla general el título
de abogado para desempeñar las funciones inherentes a la profesión, y si las normas
legales señalan excepcionalmente que en ciertos procesos puede actuar quien carezca
de título pero tenga determinado nivel de preparación, están apenas desarrollando la
competencia constitucional otorgada.
El legislador, si tiene entre sus facultades la de establecer los títulos de idoneidad, puede,
dentro de nuestro sistema jurídico, señalar los asuntos para los cuales no son
indispensables, es decir, los que exceptúa de su exigencia, autorizando por tanto que
corran a cargo de personas no tituladas.
En cuanto a los numerales 21 y 22 del artículo 189 de la Carta Política, que incluyen
dentro de las funciones del Presidente de la República las de ejercer la inspección y
vigilancia de la enseñanza y la de la prestación de los servicios públicos, ambas son
atribuciones administrativas que se desarrollan por aquél funcionario con arreglo a la ley,
y lo que se estudia en el presente proceso no es si el Presidente está obrando
adecuadamente en los indicados asuntos -ello no es de competencia de esta Corte en el
ámbito del juicio de constitucionalidad- sino si las disposiciones legales relativas a una
determinada profesión son constitucionales. El cargo al respecto está mal formulado. Y,
además, no es cierto -como lo afirma el impugnante- que corresponda al Gobierno
expedir una Ley General o Marco en materia de servicios públicos, pues esa competencia
es de naturaleza legislativa.2
Con este marco normativo, pudiera concluirse que la autorización genérica para
que los abogados no graduados, titulares de una licencia provisional, intervengan
como defensores de oficio “en los procesos penales en general”, los está
autorizando también para ejercer en materia disciplinaria, bajo el entendido de que
ésta es una modalidad de la atribución punitiva del Estado.
Con todo, en el momento en que el investigado decide dar poder a alguien para
que lo represente en el trámite del proceso, se entiende que prefiere el ejercicio de
una defensa técnica a la defensa material que él mismo pudiera hacer. En lo que
atañe a las razones que tiene para otorgar poder, éstas se pueden resumir en que
estima idónea, a la persona designada, para defender sus intereses.
Atentamente,