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PROCESO DISCIPLINARIO-Quien tiene licencia temporal no puede ejercer como

defensor del disciplinado

El marco jurídico del ejercicio de la abogacía está determinado por el Decreto 196 de
1971 y, últimamente, por la ley 1123 de 2007; sin embargo, como quiera que en ésta
solamente se reguló el régimen disciplinario aplicables a los profesionales del derecho, la
única norma de referencia es la primera.
En los artículos 31 y 32 del Decreto Ley en mención se dispuso en que tipo de procesos
podía ejercerse pero siempre con la respectiva licencia temporal.
Tenemos entonces una sentencia de la Corte Constitucional que respalda la posibilidad
de que los abogados con licencia temporal intervengan en los procesos penales y otra
que avala la taxatividad del listado de materias en que es admisible dicha intervención.
Sin embargo, en ninguna de ellas se hace mención a la posibilidad de que los egresados
de las facultades de derecho, aún no graduados, pero con licencia provisional, ejerzan
como defensores en procesos disciplinarios.

CAMPO DE ACCIÓN DE LOS ABOGADOS CON LICENCIA TEMPORAL-


Alcances de la figura/CAMPO DE ACCIÓN DE LOS ABOGADOS CON LICENCIA
TEMPORAL Jurisprudencia de la Corte Constitucional

En principio, pudiera concluirse que la autorización genérica para que los abogados no
graduados, titulares de una licencia provisional, intervengan como defensores de oficio
“en los procesos penales en general”, los está autorizando también para ejercer en
materia disciplinaria, bajo el entendido de que ésta es una modalidad de la atribución
punitiva del Estado.
En respaldo de ésta interpretación, pudiera decirse que si pueden actuar como
defensores de oficio los estudiantes, que hagan parte de los consultorios Jurídicos de las
Facultades de Derecho, con mayor razón podrían hacerlo aquellos egresados de dichas
Facultades que no hubieren obtenido su grado pero estuvieren habilitados para el
ejercicio profesional mediante una licencia provisional.
Sin embargo, la interpretación que se acaba de hacer justifica solamente la intervención
de los titulares de licencias provisionales, en calidad de defensores de oficio, lo cual se
estima tanto más procedente, en aquellas ciudades en que no funcionen facultades de
derecho legalmente reconocidas o en las cuales no funcionaren aún los Consultorios
Jurídicos de aquellas. La situación de estas personas como defensores de confianza, es
decir, designados por el implicado, es bien distinta: Las normas legales que autorizan el
ejercicio de la profesión de abogado, teniendo como título habilitante una licencia
provisional son restrictivas, limitando dicha atribución a casos específicos dentro de los
cuales no se encuentra el de los procesos disciplinarios (literal a del artículo 31 del
Decreto Ley 196 de 1971).

DEFENSA TÉCNICA-En materia disciplinaria es discrecional del investigado

Respecto a las consecuencias derivadas de la aceptación de la intervención, como


defensor de confianza, de un abogado titular de licencia provisional, es necesario
empezar por advertir que en materia disciplinaria la defensa técnica es potestativa, es
decir, discrecional del investigado.
Con todo, en el momento en que el investigado decide dar poder a alguien para que lo
represente en el trámite del proceso, se entiende que prefiere el ejercicio de una defensa
técnica a la defensa material que él mismo pudiera hacer. En lo que atañe a las razones
que tiene para otorgar poder, éstas se pueden resumir en que estima idónea, a la persona
designada, para defender sus intereses.
La idoneidad, sin embargo, es un concepto que para efectos de la escogencia del
defensor, es de carácter subjetivo, en cuanto es expresión de la convicción íntima de que
la persona escogida posee los conocimientos jurídicos necesarios para asegurar la
defensa técnica. Dicha convicción puede derivarse del conocimiento de las capacidades
de la persona, merced a sus logros académicos o profesionales.
Sin embargo, hay un componente objetivo que determina la idoneidad del abogado, que
por regla general escapa a la valoración de su poderdante: Se estima idóneo a un
abogado para asumir defensas en materia disciplinaria como apoderado de confianza, por
el simple hecho de tener tarjeta profesional. Ésta idoneidad es la que interesa o debe
interesar al investigador disciplinario; la otra, al investigado.

CAMPO DE ACCIÓN DE LOS ABOGADOS CON LICENCIA TEMPORAL-


Incidencias de su intervención en los procesos disciplinarios

Pues bien, las incidencias de la intervención procesal del defensor de confianza que
careciere objetivamente de idoneidad (por no tener tarjeta profesional sino licencia
provisional), deberán mirarse desde la perspectiva de la afectación material que dicha
intervención hubiere podido tener en el derecho de defensa del investigado; esto significa
que se impone valorar si su falta de idoneidad objetiva no fue contrarrestada por su
idoneidad subjetiva, es decir, por la suficiencia, pertinencia y ponderación de los actos de
defensa que hubiere propuesto.
Se debe tener en cuenta, adicionalmente, que si el investigador optare por invalidar las
actuaciones en que hubiere intervenido el defensor en dichas condiciones, o decretar la
nulidad de las decisiones que se hubieren fundado en tales actuaciones “viciadas”,
deberá considerar que la nulidad es un remedio procesal extremo para cuyo decreto se
deben observar los principios que en el Código de Procedimiento Penal (Ley 600 de
2000), estableció el legislador para tales efectos.
Otra consecuencia que se podría derivar del hecho de permitir la intervención en un
proceso disciplinario de un defensor de confianza, que no tuviere tarjeta profesional de
abogado sino una simple licencia provisional, es que objetivamente podría haberse
permitido la violación de la reserva de la investigación, lo que impone, a su vez, una
verificación en sede disciplinaria, de la responsabilidad del servidor público que permitió
dicha situación.
Lo anterior, sin perjuicio de las implicaciones que pudiere tener lo que en el Decreto 196
de 1971 se denomina “ejercicio ilegal de la abogacía”, respecto de la responsabilidad, no
solamente de quien la ejerce, sino también de quien lo permite (artículos 41 y 42).

Bogotá D.C., 14 de junio de 2011


PAD
C-034-2011

Doctora
LEONILA E. ATENCIO BUSTILLO
Jefe de la Oficina de Control Disciplinario
Universidad del Atlántico
Km 7 Vía a Puerto Colombia
Barranquilla, Atlántico

Procuraduría Auxiliar para Asuntos Disciplinarios 2


Carrera 5 N° 15-80 piso 23 PBX 5878750 Ext. 12336 www.procuraduria.gov.co
Ref.: Su oficio CD-0160-11, radicado en ésta oficina el 14 de marzo de 2011.

Respetada Doctora:

En el escrito de la referencia, formula usted los siguientes interrogantes:

1° “¿Puede ejercer en un proceso disciplinario como Defensor del Disciplinado


aquella persona que tiene Licencia Temporal vigente al momento de la actuación y
que fue designado por el disciplinado?”

2° “En caso de ser negativa la respuesta, ¿qué pasa con las actuaciones y
notificaciones en las cuales hizo parte como Defensor del Disciplinado el
licenciado temporalmente?

Al respecto, he de advertirle que la función consultiva asignada a este Despacho,


(artículo 9, numeral 3 del Decreto 262 de 2000), no permite absolver casos
particulares o concretos, de acuerdo con lo señalado en la Resolución número 127
de 3 de abril de 2008, proferida por el señor Procurador General de la Nación, por
la cual se reglamenta el ejercicio del derecho de petición en este organismo de
control, menos aún si los hechos son susceptibles de procesos disciplinarios; por
lo tanto, las respuestas en estos casos se deben limitar a suministrar elementos
de juicio de carácter general y abstracto que sirvan para ilustrar el tema que
interesa al peticionario.

Respecto al primer tema de consulta, ha de tenerse en consideración que el


marco jurídico del ejercicio de la abogacía está determinado por el Decreto 196 de
1971 y, últimamente, por la ley 1123 de 2007; sin embargo, como quiera que en
ésta solamente se reguló el régimen disciplinario aplicables a los profesionales del
derecho, la única norma de referencia es la primera.

En los artículos 31 y 32 del Decreto Ley en mención se dispuso:

"ARTÍCULO 31. La persona que haya terminado y aprobado los estudios


reglamentarios de derecho en universidad oficialmente reconocida podrá ejercer la
profesión de abogado, sin haber obtenido el título respectivo, hasta por dos años
improrrogables, a partir de la fecha de terminación de sus estudios, en los
siguientes asuntos:

a) En la instrucción criminal, y en los procesos penales, civiles y


laborales, de que conozcan en primera o única instancia los jueces municipales o
laborales, en segunda los de circuito y, en ambas instancias, en los de
competencia de los jueces de distrito penal aduanero;

b) De oficio, como apoderado o defensor, en los procesos penales


en general, salvo para sustentar el recurso de casación, y

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c) En las actuaciones y procesos que se surtan ante los
funcionarios de policía.

ARTICULO 32. Para poder ejercer la abogacía en las circunstancias y asuntos


contemplados en el artículo anterior, el interesado deberá obtener la respectiva
licencia temporal en la cual se indicará la fecha de su caducidad.

Para este efecto, elevará solicitud al Tribunal Superior de Distrito Judicial de su


domicilio, acompañada de certificación expedida por la correspondiente
Universidad, en que conste que ha cursado y aprobado los estudios
reglamentarios de derecho”.

Los literales a y b del artículo 31, fueron demandados en cuanto autorizan la


intervención de los abogados licenciados, en las defensas penales, pero la Corte
encargada de velar por la integridad de la Constitución avaló las normas
demandadas con los argumentos que a continuación se transcriben, por
considerarlos pertinentes para el tema que nos ocupa:

“1. La defensa técnica constituye un derecho fundamental que hace parte del conjunto de
garantías que integran el debido proceso.

2. La configuración legislativa del derecho a la defensa técnica es susceptible de


variaciones, dependiendo del tipo de procesos o de actuaciones en que deba observarse,
sin que en ningún caso se altere su núcleo esencial. La misma Constitución defiere al
legislador el señalamiento de los eventos en los que se puede acceder a la administración
de justicia "sin la representación de abogado" (C.P. art. 229).

3. El derecho a la defensa técnica adquiere singular relevancia en el ámbito penal, ya que


al tenor de lo dispuesto en el artículo 29 superior, "Quien sea sindicado tiene derecho a la
defensa y a la asistencia de un abogado escogido por él, o de oficio, durante la
investigación y el juzgamiento..."

4. La aplicación del debido proceso a "toda" clase de actuaciones judiciales o


administrativas, indica que el derecho en comento es predicable de "todo el itinerario en
que se vierte la actuación judicial en el campo penal", pues "en toda la actuación
procesal previa de instrucción, juzgamiento y ejecución de pena, debe prevalecer como
garantía mínima la asistencia del defensor habilitado profesionalmente para dicho fin". A
su turno, la referencia que en la norma constitucional citada se hace al "sindicado" ha de
entenderse "receptora de aquellas que en la misma normatividad aluden a los imputados,
procesados y aún a los condenados"

5. El Constituyente dejó plasmada en la Carta la voluntad de asegurar el respeto pleno al


derecho a la defensa técnica en el ámbito penal, mediante una "regulación categórica y
expresa de carácter normativo y de rango superior", que "compromete, con carácter
imperativo y general, al legislador, a la ley y a los jueces"

6. Lo anterior significa que "dichas funciones de defensa del sindicado en las etapas de
investigación y juzgamiento no pueden ser adelantadas por una persona que no se
encuentre científica y técnicamente habilitada como profesional del derecho, so pena de
la configuración de una situación de anulabilidad de lo actuado en el estrado judicial por
razones constitucionales, o de inconstitucionalidad de la regulación legal o reglamentaria
que lo permita"

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7. Así pues, "en asuntos penales es requisito indispensable que quien obre en
representación del sindicado, esto es, quien deba asumir su defensa, ha de ser u
profesional del derecho, es decir, aquella persona que ha optado al título de abogado y,
por consiguiente, tiene los conocimientos jurídicos suficientes para ejercer una defensa
técnica, especializada y eficaz, en aras a garantizar al procesado su derecho de defensa"

8. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta que en la práctica es difícil que siempre se


cuente con profesionales del derecho y, por tanto, solamente para los casos
excepcionales en que ello ocurra, la ley "puede habilitar defensores que reúnan al menos
las condiciones de egresados, o de estudiantes de derecho pertenecientes a un
consultorio jurídico, (Decreto 196 de 1971, arts. 30, 31 y 32, Decreto 765 de 1977) pues
de esta forma se consigue el objetivo de que dichos defensores sean personas con cierta
formación jurídica"

A la regulación de la situación excepcional a la que se acaba de aludir apunta el artículo


31 del decreto 196 de 1971, que autoriza a la persona "que haya terminado y aprobado
los estudios reglamentarios de derecho en universidad oficialmente reconocida" para
ejercer la profesión de abogado, "sin haber obtenido el título respectivo, hasta por dos
años improrrogables, a partir de la fecha de terminación de sus estudios" entre otros
asuntos, en la instrucción criminal o etapa investigativa y en ciertos procesos penales, así
como de oficio, en calidad de apoderado o defensor, "en los procesos penales en general,
salvo para sustentar el recurso de casación..."; hipótesis contenidas en los literales a) y
b), que son tachados de inconstitucionales por la actora, bajo el entendimiento de que
permiten al abogado sindicado de un delito atender los requerimientos de su propia
defensa.

Claramente surge de lo hasta aquí expuesto que la interpretación que la demandante


vierte en su libelo no corresponde al supuesto regulado por el legislador ni al alcance de
la norma, que se limita a establecer algunos asuntos en los que se admite que los
egresados de las facultades de derecho, "en trance de obtención del título profesional o
del cumplimiento de requisitos especiales para el mismo como el de la judicatura, pongan
sus conocimientos especiales adquiridos y actúen como abogados en la defensa de los
intereses de los sindicados en los proceso penales, durante las etapas de investigación y
juzgamiento"

(…)

Para la Corte los apartes acusados del artículo 31 del decreto 196 de 1971 no quebrantan
la Constitución y, en consecuencia, se impone declararlos exequibles en la parte
resolutiva de esta providencia”.1

El mismo año, a instancias del derecho reconocido a los ciudadanos en el numeral


6° del artículo 40 de la Norma Superior, la misma Corte hubo de pronunciarse
sobre la delimitación del campo de acción de los abogados con licencia temporal,
en los siguientes términos:

“En lo que respecta al ejercicio de las profesiones, esta Corte debe reiterar que, a la luz
del artículo 26 de la Carta y sin perjuicio del derecho fundamental en cuya virtud toda
persona es libre de seleccionar la actividad que estime más adecuada a su vocación y
aptitudes, la ley puede exigir títulos de idoneidad. El Estado, por conducto del legislador,
asegura de ese modo el interés colectivo, que puede verse afectado por falta de niveles

1
Corte Constitucional; Sentencia C-025 de 1998; M.P.: Fabio Morón Díaz

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mínimos de preparación y formación académica en quien ofrece sus servicios
profesionales.

En el campo específico del Derecho, el articulo 229 de la Constitución ha dejado también


en manos del legislador atribuciones suficientes para señalar los casos en que puede
cualquier persona acceder a la administración de justicia sin la representación de un
abogado.

De la Constitución no resulta, como parece entenderlo el demandante, una regla que


autorice a quien ha terminado estudios de abogacía para principiar a ejercer de una vez,
por ese sólo hecho, en todo tipo de procesos, y para asumir en todas las instancias la
representación judicial de las personas.

Esa es una materia que corresponde definir a la ley, la que exige por regla general el título
de abogado para desempeñar las funciones inherentes a la profesión, y si las normas
legales señalan excepcionalmente que en ciertos procesos puede actuar quien carezca
de título pero tenga determinado nivel de preparación, están apenas desarrollando la
competencia constitucional otorgada.

En consecuencia, a menos que se plasme una regla manifiestamente irrazonable, hace


parte de la discrecionalidad del legislador la de establecer los tipos de procesos y las
instancias en que puede actuar una persona todavía no graduada, y no por contemplar
distinciones -que son necesarias en todo régimen excepcional- se vulnera el derecho a la
igualdad alegado en esta ocasión por el actor.

Sobre esa autorización legal ya dijo la Corte:

"De conformidad con lo previsto en el artículo 26 de la Constitución, es la


ley la que puede exigir títulos de idoneidad para el ejercicio de las
profesiones y, por lo tanto, mientras no contravenga preceptos
constitucionales ni desconozca los elementos mínimos de los derechos
fundamentales (como ocurre, según lo ha destacado la jurisprudencia,
cuando se permite que cualquier persona sin aptitud ni preparación en el
campo jurídico, asuma la defensa de un procesado), el legislador está
autorizado para establecer los requisitos exigibles para el desempeño de
las distintas actividades profesionales así como para estatuir grados o
escalas de condiciones académicas según la naturaleza, contenido e
importancia de los servicios que se presten en el ámbito de cada una de
ellas.

Del mismo modo, será el propio legislador el que defina cuándo


determinados rangos de la gestión profesional no hacen exigible un título,
dando lugar a la validez de las actuaciones correspondientes si se cumplen
otros requisitos que la misma legislación consagre". (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-626 del 21 de noviembre de 1996.
M.P: José Gregorio Hernández Galindo).

La Corte halla perfectamente ajustado a la Carta Política que el legislador delimite el


campo de acción permitido a los titulares de licencias temporales y que ellas sean
admitidas sólo en los trámites procesales taxativamente señalados por la ley.

Con tales precisiones no se contravienen las cláusulas de los tratados internacionales


invocados por el demandante (artículos 23 de la Declaración Universal de los Derechos

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Humanos; 6 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y 8
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos), los cuales se limitan a recalcar la
obligación estatal de permitir a las personas el libre ejercicio de su derecho fundamental
al trabajo, el cual -se repite- no es incompatible con la exigencia legal de títulos de
idoneidad.

El legislador, si tiene entre sus facultades la de establecer los títulos de idoneidad, puede,
dentro de nuestro sistema jurídico, señalar los asuntos para los cuales no son
indispensables, es decir, los que exceptúa de su exigencia, autorizando por tanto que
corran a cargo de personas no tituladas.

Puede, por supuesto, entonces, estipular niveles intermedios de títulos, reconociendo


idoneidad a quienes todavía no poseen el definitivo, pero siendo excepcionales tales
niveles -como el de las licencias temporales y el de los estudiantes de consultorios
jurídicos-, es lógico que la ley establezca para ellos ciertas limitantes. Eso explica que
señale taxativamente los procesos y las instancias en que pueden intervenir los
portadores de licencias temporales y que, en materia de recursos, no permita que se
ejerza la actividad litigiosa en relación con el de casación, que es extraordinario y que
exige un más alto nivel de preparación académica.

Tampoco ha sido desconocido el inciso 5 del artículo 67 de la Constitución, que confía al


Estado la función de velar por los fines de la educación y por la calidad de la preparación
de quienes han estudiado. La norma examinada procura precisamente asegurar la
idoneidad de quienes hayan de ejercer como abogados, exigiendo el título que acredita
un rango mínimo de preparación académica y excepcionalmente la licencia temporal, con
un nivel inferior, lo que explica las limitaciones que para ese documento han sido
previstas.

En cuanto a los numerales 21 y 22 del artículo 189 de la Carta Política, que incluyen
dentro de las funciones del Presidente de la República las de ejercer la inspección y
vigilancia de la enseñanza y la de la prestación de los servicios públicos, ambas son
atribuciones administrativas que se desarrollan por aquél funcionario con arreglo a la ley,
y lo que se estudia en el presente proceso no es si el Presidente está obrando
adecuadamente en los indicados asuntos -ello no es de competencia de esta Corte en el
ámbito del juicio de constitucionalidad- sino si las disposiciones legales relativas a una
determinada profesión son constitucionales. El cargo al respecto está mal formulado. Y,
además, no es cierto -como lo afirma el impugnante- que corresponda al Gobierno
expedir una Ley General o Marco en materia de servicios públicos, pues esa competencia
es de naturaleza legislativa.2

Tenemos entonces una sentencia de la Corte Constitucional que respalda la


posibilidad de que los abogados con licencia temporal intervengan en los procesos
penales y otra que avala la taxatividad del listado de materias en que es admisible
dicha intervención. Sin embargo, en ninguna de ellas se hace mención a la
posibilidad de que los egresados de las facultades de derecho, aún no graduados,
pero con licencia provisional, ejerzan como defensores en procesos disciplinarios.

Ahora bien, en el Código Disciplinario Único expedido en 2002, el legislador


autorizó por primera vez en el ordenamiento disciplinario, la intervención de los
2
Corte Constitucional, Sentencia C-744 del 2 de diciembre de 1998, M.P.: José Gregorio Hernández
Galindo.

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estudiantes de derecho que hicieren parte de los Consultorios Jurídicos de sus
respectivas Universidades, como defensores de oficio en los procesos
disciplinarios (artículos 17 y 93).

Con este marco normativo, pudiera concluirse que la autorización genérica para
que los abogados no graduados, titulares de una licencia provisional, intervengan
como defensores de oficio “en los procesos penales en general”, los está
autorizando también para ejercer en materia disciplinaria, bajo el entendido de que
ésta es una modalidad de la atribución punitiva del Estado.

En respaldo de ésta interpretación, pudiera decirse que si pueden actuar como


defensores de oficio los estudiantes, que hagan parte de los consultorios Jurídicos
de las Facultades de Derecho, con mayor razón podrían hacerlo aquellos
egresados de dichas Facultades que no hubieren obtenido su grado pero
estuvieren habilitados para el ejercicio profesional mediante una licencia
provisional.

Sin embargo, la interpretación que se acaba de hacer justifica solamente la


intervención de los titulares de licencias provisionales, en calidad de defensores
de oficio, lo cual se estima tanto más procedente, en aquellas ciudades en que no
funcionen facultades de derecho legalmente reconocidas o en las cuales no
funcionaren aún los Consultorios Jurídicos de aquellas. La situación de estas
personas como defensores de confianza, es decir, designados por el implicado, es
bien distinta: Las normas legales que autorizan el ejercicio de la profesión de
abogado, teniendo como título habilitante una licencia provisional son restrictivas,
limitando dicha atribución a casos específicos dentro de los cuales no se
encuentra el de los procesos disciplinarios (literal a del artículo 31 del Decreto Ley
196 de 1971).

Respecto a las consecuencias derivadas de la aceptación de la intervención, como


defensor de confianza, de un abogado titular de licencia provisional, es necesario
empezar por advertir que en materia disciplinaria la defensa técnica es potestativa,
es decir, discrecional del investigado.

Con todo, en el momento en que el investigado decide dar poder a alguien para
que lo represente en el trámite del proceso, se entiende que prefiere el ejercicio de
una defensa técnica a la defensa material que él mismo pudiera hacer. En lo que
atañe a las razones que tiene para otorgar poder, éstas se pueden resumir en que
estima idónea, a la persona designada, para defender sus intereses.

La idoneidad, sin embargo, es un concepto que para efectos de la escogencia del


defensor, es de carácter subjetivo, en cuanto es expresión de la convicción íntima
de que la persona escogida posee los conocimientos jurídicos necesarios para
asegurar la defensa técnica. Dicha convicción puede derivarse del conocimiento
de las capacidades de la persona, merced a sus logros académicos o
profesionales.

Sin embargo, hay un componente objetivo que determina la idoneidad del


abogado, que por regla general escapa a la valoración de su poderdante: Se

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estima idóneo a un abogado para asumir defensas en materia disciplinaria como
apoderado de confianza, por el simple hecho de tener tarjeta profesional. Ésta
idoneidad es la que interesa o debe interesar al investigador disciplinario; la otra,
al investigado.

Pues bien, las incidencias de la intervención procesal del defensor de confianza


que careciere objetivamente de idoneidad (por no tener tarjeta profesional sino
licencia provisional), deberán mirarse desde la perspectiva de la afectación
material que dicha intervención hubiere podido tener en el derecho de defensa del
investigado; esto significa que se impone valorar si su falta de idoneidad objetiva
no fue contrarrestada por su idoneidad subjetiva, es decir, por la suficiencia,
pertinencia y ponderación de los actos de defensa que hubiere propuesto.

Se debe tener en cuenta, adicionalmente, que si el investigador optare por


invalidar las actuaciones en que hubiere intervenido el defensor en dichas
condiciones, o decretar la nulidad de las decisiones que se hubieren fundado en
tales actuaciones “viciadas”, deberá considerar que la nulidad es un remedio
procesal extremo para cuyo decreto se deben observar los principios que en el
Código de Procedimiento Penal (Ley 600 de 2000), estableció el legislador para
tales efectos.

Otra consecuencia que se podría derivar del hecho de permitir la intervención en


un proceso disciplinario de un defensor de confianza, que no tuviere tarjeta
profesional de abogado sino una simple licencia provisional, es que objetivamente
podría haberse permitido la violación de la reserva de la investigación, lo que
impone, a su vez, una verificación en sede disciplinaria, de la responsabilidad del
servidor público que permitió dicha situación.

Lo anterior, sin perjuicio de las implicaciones que pudiere tener lo que en el


Decreto 196 de 1971 se denomina “ejercicio ilegal de la abogacía”, respecto de la
responsabilidad, no solamente de quien la ejerce, sino también de quien lo permite
(artículos 41 y 42).

Por último, téngase en cuenta que la presente respuesta únicamente constituye un


criterio auxiliar de interpretación, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 230
de la Constitución Política, 5.º de la Ley 153 de 1887 y 25 del Decreto 01 de 1984.

Atentamente,

JUAN CARLOS NOVOA BUENDÍA


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