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RVE | ENERO-JUNIO 2007 | VOL III, NÚM. 4 | PP.

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Educación emocional una alternativa


para evitar el fracaso escolar y social
Aurora del Carmen Aliste Díaz
Vivianne Paulina Alfaro Hernández
Universidad de Concepción, Chile.

Hoy en día el aumento de los comportamientos disruptivos y la falta de


motivación de los estudiantes, lo atribuimos a la realidad cambiante de la
sociedad, a la crisis de valores, la disgregación del sistema familiar y a la
influencia de los medios de comunicación. Investigaciones demuestran como las
limitaciones en el desarrollo emocional - social generan diversas conductas
desadaptativas educativas y sociales. La Educación Emocional es la alternativa;
esta pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable
del desarrollo cognitivo, mejorando el bienestar personal y social de todos.

Introducción

E n la sociedad tradicional, el patrón de relaciones sociales, familiares y


laborales eran estables y homogéneas, de manera que las personas
desarrollaban lazos fuertes con su entorno y se habituaban a un estilo de vida
que no planteaba al individuo exigencias continuas de adaptación a un entorno
variable.

La sociedad actual, tras la Revolución Industrial y la instauración del


capitalismo, nos ha enfrentado y la vez “obligado” a adaptarnos a un contexto
cambiante y heterogéneo, que cada vez es más exigente, sumando a esto la
ausencia de pilares sociales importantes, sentimientos de pertenencia y de
identidad y generando en las personas estrés e inseguridad, manifestadas
muchas veces a través de conductas problemáticas, es decir, conductas
peligrosas molestas o disruptivas para el propio sujeto o para quienes les
rodean, que impiden o dificultan el acceso de ese sujeto a programas
educativos, al empleo, actividades ocupacionales o su integración en la
comunidad.

El análisis de la sociedad actual permite entrever que muchos de los


problemas con que se encuentran las personas y en particular los adolescentes
y los jóvenes, tienen mucho que ver con el “Analfabetismo Emocional”
(emociones atrofiadas), que se manifiesta de múltiples formas: conflictos,
violencia, ansiedad, estrés, consumo de drogas, suicidio, depresión,
dificultades de relación. Esto se da durante toda la vida, pero tiene una
virulencia particular durante la edad escolar. Ante esta vulnerabilidad la

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Educación Emocional o la “Alfabetización Emocional” se presenta como un


recurso para potenciar la percepción positiva que el estudiante debe tener de si
mismo, de una capacidad de obrar y confiar en su propio juicio, de ser capaz
de reconocer sus inclinaciones tanto positivas como negativas, de estar abierto
a las necesidades de los demás, en una palabra: conseguir el equilibrio
cognitivo – afectivo - conductual, necesario para enfrentar las necesidades de
este nuevo milenio.

Una de las tareas pendientes de la educación actual, y que no está


contemplada en los currícula oficiales es potenciar y proponer las tareas
pedagógicas para conseguir, expresar y controlar la afectividad, sobretodo los
sentimientos, las emociones, las pasiones y las motivaciones.

La estructura intelectual del niño está inevitablemente unida a su afectividad,


por lo tanto se hace del todo necesario modificar la educación actual, que está
centrada en los contenidos intelectuales y muy poco en la vertiente emocional.
Los niños, jóvenes necesitan, en su desarrollo en la vida adulta, que se les
proporcione recursos y estrategias para enfrentarse con las inevitables
experiencias que la vida nos depara. La competencia emocional está en
función de las experiencias vitales que uno ha tenido, entre las cuales están las
relaciones familiares con los compañeros, escolares, etc.

Se propone un modelo educativo orientado a ayudar a las personas a poseer


un mejor conocimiento de los fenómenos emocionales, a desarrollar la
conciencia emocional, a mejorar la capacidad de controlar las emociones, a
fomentar una actitud positiva ante la vida, desde esta perspectiva. Por lo tanto
la Educación Emocional es una forma de prevención inespecífica, que puede
tener efectos positivos en la prevención de actos violentos, del consumo de
drogas, del estrés, de estados depresivos, de trastornos de la alimentación, de
suicidio, problemas actuales que tienen una incidencia social preocupante y
que suponen elevados costes económicos y humanos.

La Educación Emocional está enfocada al desarrollo de competencias


emocionales: conocimiento de las propias emociones y de las emociones de
los demás, regulación de las emociones, control del impulso, tolerancia a la
frustración, autoestima, automotivación, relaciones interpersonales positivas,
etc.; todo ello enfocado al bienestar personal y social. La Educación
Emocional es una forma de educar para la vida.

Desarrollo del tema

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Antecedentes de la inteligencia emocional 1


En 1966, B. Leuner publica un artículo en alemán cuya traducción sería
“Inteligencia emocional y emancipación” (cit. por Mayer, Salovey y Caruso,
2000). En él se plantea el tema de como muchas mujeres rechazan un rol
social a causa de su baja inteligencia emocional.

En 1986, W. L. Payne presentó un trabajo con el título de “A study of


emotion: Developing emotional intelligence; Self integration; relating to fear,
pain and desire” (cit. por Mayer, Salovey y Caruso, 2000a). En este
documento Payne plantea el eterno problema entre emoción y razón. Propone
integrar emoción e inteligencia de tal forma que en las escuelas se enseñen
respuestas emocionales a los niños. La ignorancia emocional puede ser
destructiva. Por esto, los gobiernos deberían ser receptivos y preocuparse de
los sentimientos individuales. Interesa subrayar que este artículo, uno de los
primeros sobre inteligencia emocional del que tenemos referencia, se refiere
a la educación de la misma. En este sentido podemos afirmar que la
inteligencia emocional ya en sus inicios manifestó una vocación educativa.

Fue el libro Inteligencia emocional de Daniel Goleman (1995) el que difundió


este concepto de forma espectacular, al ser un best seller en muchos países.
Goleman presentó su obra en un momento en que el antagonismo entre razón
y emoción empezaba a ser superado. Se acababan de producir aportaciones
importantes a favor de la emoción por parte de la investigación científica
(psicología cognitiva, psicología social, neurociencia, psiconeuroinmunología,
etc.). Esto ayuda a entender mejor la popularización de la inteligencia
emocional que se produjo a partir de este momento.

Goleman (1995) plantea la clásica discusión entre cognición y emoción de un


modo novedoso. Tradicionalmente se ha asociado lo cognitivo con la razón y
el cerebro, y por tanto con lo inteligente, positivo, profesional, científico,
académico, masculino, apolíneo, Super-Yo, principio de realidad, etc.

Mientras que lo emocional se ha asociado con el corazón, los sentimientos, el


Ello, lo femenino, lo familiar, la pasión, los instintos, lo dionisíaco, el
principio del placer, etc. Es decir, tradicionalmente lo racional se ha
considerado de un nivel superior a lo emocional. Goleman plantea el tema
dándole la vuelta, en un momento en que la sociedad está receptiva para
aceptar este cambio.

1
Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida. Revista de
Investigación Educativa (RIE), 21, 1, 7-43.

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Las obras de Matthews (1997) y Dalgleish y Power (1999), entre otras, son un
indicador de la necesaria complementariedad entre cognición y emoción. Esta
receptividad hacia la aceptación del binomio cognición-emoción, se debe a un
conjunto de factores, entre los cuales están el creciente índice de violencia
(con su carga emocional); la evidencia de que lo cognitivo por sí mismo no
contribuye a la felicidad; la evidencia de que la motivación y el
comportamiento obedecen más a factores emocionales que cognitivos; la
constatación de que el rendimiento académico no es un buen predictor del
éxito profesional y personal; las aportaciones de la psicología cognitiva, la
neurociencia y la psiconeuroinmunología; una creciente preocupación por el
bienestar más que por los ingresos económicos (downshifting); la creciente
preocupación por el estrés y la depresión, con la consiguiente búsqueda de
habilidades de afrontamiento, donde los índices de venta de los libros de
autoayuda son el indicador de una necesidad social, por ejemplo.

Desarrollo emocional
Diversos estudios han demostrado que los niños aprenden a lidiar con las
emociones a una edad previa a la que se había creído anteriormente; el niño es
capaz de reconocer emociones positivas y negativas desde los primeros meses
de vida. Por otra parte, las emociones infantiles son mucho más ricas de lo
que los niños son capaces de expresar, es decir, la experimentación de la
emoción antecede a la capacidad de expresarla.

Alrededor del primer mes aparece la sonrisa en los bebés como forma de
transmitir que son selectivos y sensibles a los rasgos de sus cuidadores. A los
ocho meses los niños pueden identificar el significado emocional de la
expresión facial de sus padres. En esta edad se da también lo que se conoce
como ansiedad ante los extraños y ansiedad de separación, dos organizadores
fundamentales de la afectividad entre el bebé y su cuidador.

Sobre los dos años, los niños empiezan a comprender la emoción implícita en
reír o llorar, y a los tres son capaces de distinguir a las personas apropiadas
para tratar con propósitos distintos.

A partir de los cuatro años los niños son capaces de reconocer los
sentimientos de los personajes de los cuentos. Por otro lado, el lenguaje de los
niños de entre 2 y 5 años es rico a la hora de hablar de la expresión facial de
emociones y muestran un amplio léxico emocional. A los seis años los niños
comprenden que situaciones desagradables producen emociones negativas, así
como situaciones positivas producen felicidad.

Entre las edades de 6 a 11 años, las experiencias escolares tienen una


influencia clave sobre la auto-valoración que realizan los niños sobre sí

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mismos, aspecto que modula de forma muy importante el estado emocional de


las personas.

Entre los 11 y los 15 años se van estableciendo nexos de unión entre hechos y
las emociones que generan. En la adolescencia se reconoce la distinción entre
las emociones que uno experimenta en un momento dado y las emociones de
otras personas en ese mismo momento.

A partir de la adolescencia se ponen de manifiesto déficit en el manejo de las


emociones, principalmente las que tiene relación con las habilidades sociales.
Estos déficit son preocupantes por los efectos que tienen en la juventud y en la
sociedad en general. Diversos problemas (conflictos en la relación con los
demás, desengaños amorosos, suspender exámenes, rechazo social, conflicto
con la familia…) pueden servir de detonante de estados depresivos,
emociones negativas perturbadores y comportamientos disruptivos como
desórdenes en la comida, suicidios, violencia, delincuencia, consumo de
drogas, alcoholismo.

En la adolescencia, la “autoestima social” es una preocupación habitual. En


estas edades el grupo juega un papel más fuerte que la propia independencia;
ser capaz de hacer frente a la presión grupal en ciertas situaciones es una
habilidad de la que muchos carecen, y si esto fuera poco, a partir de esta edad
los jóvenes empiezan a ser conscientes de que las relaciones interpersonales
muchas veces nos obligan a disimular o enmascarar las emociones con el fin
de facilitar dichas relaciones.

Es por todo esto que, antes de llegar a la edad adulta, las personas ya hemos
establecido los objetivos y creencias importantes que consideraremos a la hora
de hacer una evaluación de las situaciones que pueden generar emociones.

Definición de emoción
“Un estado complejo del organismo, generado habitualmente como respuesta
a un acontecimiento externo o interno, caracterizado por una excitación o
perturbación que predispone a una respuesta organizada.”

Por otra parte, la emoción es un proceso multicomponente, formado por los


niveles neurofisiológicos (taquicardia, rubor, sudoración, respiración, presión
sanguínea), conductual (expresiones faciales, tono, volumen y ritmo de voz,
movimientos corporales…) y cognitivo (vivencia subjetiva).

Funciones de las emociones


Las emociones tienen tres funciones fundamentales, además de una
secundaria. Entre las emociones fundamentales podemos distinguir:

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1. Función motivadora de la conducta.

2. Función adaptativa y de supervivencia: las emociones alteran el equilibrio


intraorgánico para informar al individuo de la situación del ambiente.

3. Función social: las emociones sirven para comunicar a los demás cómo
nos sentimos así como para influir en los demás.

Finalmente, se podría decir que las emociones pueden tener una función
importante en el desarrollo personal, ya que tienen efectos sobre otros
procesos mentales, de forma que pueden afectar a como percibimos,
atendemos, memorizamos razonamos y creamos la realidad.

Clasificación de las emociones

Emociones básicas y emociones complejas

1.1 Emociones básicas, primarias o fundamentales: se caracterizan por una


expresión facial característica y una disposición típica de afrontamiento. A
pesar de que existe mucha polémica a la hora de decir cuáles son las
emociones básicas, lo cierto es que las citadas con más frecuencia son:
felicidad, tristeza, ira, sorpresa, miedo, disgusto y vergüenza.

1.2 Emociones complejas, secundarias o derivadas (ya que se derivan de las


básicas a partir de combinaciones entre éstas). No presentan rasgos faciales
característicos ni una tendencia particular a la acción.

Emociones positivas y emociones negativas


2.1 Emociones positivas: son agradables, se experimentan cuando se logra una
meta y el afrontamiento consiste en el disfrute y bienestar que proporciona la
propia emoción.

2.2 Emociones negativas: son desagradables, se experimentan cuando se


bloquea una meta, ante una amenaza o una pérdida y requieren de energía y
movilización para afrontar la situación de manera relativamente urgente.

Concepto de educación emocional


Los conceptos complejos como la educación emocional no pueden describirse
en una definición breve. Es un marco amplio el que permite su
conceptualización. Teniendo esto presente, y solamente con la intención de
tener un punto de referencia, podemos resumir la educación emocional en los
siguientes términos:

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“Proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el


desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo
cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la
personalidad integral. Para ello se propone el desarrollo de conocimientos y
habilidades sobre las emociones con objeto de capacitar al individuo para
afrontar mejor los retos que se plantean en la vida cotidiana. Todo ello tiene
como finalidad aumentar el bienestar personal y social.” (Bisquerra 2000)

Conceptualizada de esta manera, podemos decir que la educación emocional


actúa como forma de prevención primaria inespecífica, consistente en intentar
minimizar la vulnerabilidad a las disfunciones o prevenir su ocurrencia.

Cuando todavía no hay disfunción, la prevención primaria tiende a confluir


con la educación, para maximizar las tendencias constructivas y minimizar las
destructivas.

Además de esto, la educación emocional supone pasar de la educación


afectiva a la educación del afecto. Hasta ahora la dimensión afectiva en
educación o educación afectiva se ha entendido como educar poniendo afecto
en el proceso educativo.

Hoy se trata de educar el afecto, es decir, de impartir conocimientos teóricos y


prácticos sobre las emociones. Pretende que los estudiantes:

• Expresen sus emociones apropiadamente.


• Diferencien entre emociones positivas y negativas en uno mismo y en
el otro.
• Integren sentimientos y pensamientos con el lenguaje.
• Utilicen estrategias para comunicar, enfrentar y dirigir sentimientos
fuertes.
• Tomen decisiones por si mismo.

¿Por qué una educación emocional?


El informe Delors señalaba cuatro pilares para la educación para el siglo XXI:
aprender a conocer, aprender hacer, aprender a convivir y aprender a ser. Los
dos primeros se refieren a la educación intelectual, conocimientos y
procedimientos, ciencia y tecnología, respectivamente; mientras que los dos
últimos tienen que ver con las actitudes, con la formación humanística. La
Educación Emocional puede ayudarnos al desarrollo de estos cuatro pilares de
la educación: conocer, hacer, convivir y ser.

Entre los argumentos que podrían esgrimirse para justificar la educación


emocional podemos destacar los siguientes:

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Desde la finalidad de la educación


La finalidad de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad integral
del alumnado. En este desarrollo pueden distinguirse como mínimo dos
grandes aspectos: el desarrollo cognitivo y el desarrollo emocional.

El primero ha recibido tradicionalmente un énfasis especial, en detrimento del


segundo, que ha quedado prácticamente olvidado de la práctica educativa. La
educación emocional se propone un énfasis especial en este aspecto con
objeto de otorgarle la importancia que merece.

Desde el proceso educativo


La educación es un proceso caracterizado por la relación interpersonal. Toda
relación interpersonal está impregnada por fenómenos emocionales. En el
proceso de aprendizaje individual y autónomo también está presente la
dimensión emocional. Todo esto exige que se le preste una atención especial
por las múltiples influencias que las emociones tienen en el proceso
educativo.

Desde el autoconocimiento
El lema “conócete a ti mismo” ha sido uno de los objetivos del ser humano
desde la antigüedad, además de estar presente en la educación. Dentro de este
autoconocimiento, uno de los aspectos más importante es la dimensión
emocional.

Desde la orientación profesional


El índice de desempleados es un elemento de importante preocupación social.
Se estima que en el futuro la mayoría de las personas pasarán por etapas de
desempleo. Esto induce a que, desde la orientación profesional, se contemple
la necesidad de añadir una dimensión hasta ahora olvidada: preparar para el
“paro”. Como se sabe, el “paro” puede provocar una disminución de la
autoestima, estados depresivos y otras secuelas en la salud física y psíquica
del individuo. Abordar esta problemática desde la prevención implica preparar
para la vida desde una perspectiva que contemple estas eventualidades.

Desde el fracaso escolar


Hoy en día existen unos índices elevados de fracaso escolar, dificultades de
aprendizaje, estrés ante las evaluaciones, abandono en los estudios
universitarios y otros fenómenos relacionados con el fracaso escolar. Estos
hechos provocan estados emocionales negativos como la apatía, la depresión,

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la falta de motivación, la disminución de la autoestima y, en algunos casos,


llegan a intentos de suicidio. Todo ello está relacionado con déficit en la
madurez y el equilibrio emocional.

Desde las relaciones sociales


Es conocido que las relaciones sociales pueden ser una fuente de conflictos,
tanto en la profesión como en la familia, en la comunidad, tiempo libre y
cualquier contexto en que se desarrolle la vida de una persona. Estos
conflictos afectan a los sentimientos, de tal forma que a veces pueden llegar a
producirse respuestas violentas incontroladas.

Desde la salud emocional


Continuamente estamos recibiendo estímulos que nos producen tensión
emocional. Esos estímulos pueden ser estresores del trabajo, conflictos
familiares, noticias, interrupciones, reveses económicos, pérdidas,
enfermedades. Esta tensión emocional puede adoptar la forma de irritabilidad,
falta de equilibrio emocional, ansiedad, estrés, depresión, problemas de
relación. La frecuencia con que se producen estos fenómenos merece más
atención preventiva de la que se le está prestando actualmente.

Desde la revolución de las tecnologías de la información y de


la comunicación
Hemos entrado de lleno en la sociedad de la información y la comunicación
de masa, donde se corre el peligro de que las relaciones interpersonales
queden sustituidas por las tecnologías de la comunicación. Esto puede
provocar un aislamiento físico y emocional de las personas.

Como sustitutos de la relación de afecto a veces se utilizan programas de


radio, televisión, animales de compañía, consumo de drogas. Paralelamente, la
sociedad de la información ofrece una inmensa oferta documental ante la cual
es preciso escoger. Esto, a veces, puede conducir a situaciones de confusión,
sensación de impotencia y desánimo. De todo ello se deriva un argumento
más a favor de educar emocionalmente a las nuevas generaciones para
afrontar con éxito los nuevos retos.

Desde el nuevo rol del profesor


Cada vez se ve más claro que el rol tradicional del profesor, centrado en la
transmisión de conocimientos, está cambiando. Esta modificación se debe en
parte a lo que comentábamos anteriormente de las nuevas tecnologías, que
permiten al alumno acceder a cualquier conocimiento que necesiten de forma

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inmediata. De esta forma, el rol de transmisor de conocimientos del profesor


queda obsoleto, de lo que se deriva la necesidad de que éste se centre más en
aportar una relación emocional de apoyo al alumnado.

Objetivos de la educación emocional


 Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones.
 Identificar las emociones de los demás.
 Desarrollar la habilidad de controlar las propias emociones.
 Prevenir los efectos perjudiciales de las emociones negativas.
 Desarrollar la habilidad para generar emociones positivas.
 Desarrollar una mayor competencia emocional.
 Desarrollar la habilidad de automotivarse.
 Adoptar una actitud positiva ante la vida.
 Aprender a fluir

Contenidos de la educación emocional


Los contenidos de la educación emocional se derivan del marco teórico, pero
pueden variar según los destinatarios (nivel educativo, conocimientos previos,
madurez personal, etc.). Podemos distinguir entre un programa de formación
de profesores y un programa dirigido al alumnado. Pero en general los
contenidos hacen referencia a los siguientes temas.

1. Dominar el marco conceptual de las emociones, que incluiría el concepto de


emoción, los fenómenos afectivos, tipos de emociones y características de las
emociones.

2. Bases teóricas, que incluirían una revisión de síntesis de las principales


teorías sobre las emociones. Estas bases teóricas estarán ausentes en los
programas dirigidos a niños; tienen su justificación en los adultos y sobretodo
a partir de la educación secundaria post-obligatoria.

3. Con la intención de pasar de la teoría a la práctica, se debería analizar la


teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, para pasar a
considerar a continuación la inteligencia emocional, propuesta por Salovey y
Mayer, y difundida por D. Goleman.

De todo ello se derivan actividades con el objeto de potenciar el desarrollo


emocional. Estas actividades fundamentalmente giran en torno a las siguientes
competencias:

• Conciencia emocional.
• La regulación de las emociones

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• La motivación
• Las habilidades socio-emocionales
• Las relaciones entre emoción y bienestar
• El concepto de Fluir (flow),

Las aplicaciones de la educación emocional se pueden dejar sentir en la


educación infantil, primaria y secundaria; en aspectos como indisciplina,
violencia, desempleo, conductas de riesgo: drogas, sida, conducción
temeraria, etc.

Las técnicas y competencias emocionales tienen aplicaciones múltiples y


diversas: comunicación efectiva y afectiva, resolución de conflictos, toma de
decisiones, prevención inespecífica (consumo de drogas, sida, violencia,
anorexia, intentos de suicidio, etc.).

En último término se trata de desarrollar la autoestima, con expectativas


realistas sobre sí mismo, desarrollar la capacidad de fluir y la capacidad para
adoptar una actitud positiva ante la vida. Todo ello de cara a posibilitar un
mayor bienestar subjetivo, que redunda un mayor bienestar social.

Contextos de intervención
La educación emocional no tiene como contexto único de intervención el
sistema educativo, sino que se extiende a los medios comunitarios y a las
organizaciones. Los contextos de intervención están en función del proceso
evolutivo del individuo.

Existen diversas formas de intervención, que pueden aplicarse según las


circunstancias, pero teniendo siempre presente que el objetivo final debería
ser llegar a la implantación del modelo de programas:
- Orientación ocasional: Se trata de que el personal docente aproveche la
ocasión del momento para impartir contenidos relativos a la educación
emocional.
- Programas en paralelo: Se trata de acciones que se realizan al margen de
las diversas materias curriculares.
- Asignaturas optativas: Los centros educativos pueden ofertar asignaturas
optativas sobre temas relacionados con la educación emocional.
- Asignaturas de síntesis: Se realizan durante un breve período de tiempo y
en las que se trata de integrar los conocimientos de las diversas materias.
- Acción tutorial: El Plan de Acción Tutorial (PAT) debería ser el
instrumento dinamizador de la educación emocional.
- Integración curricular: Los contenidos de la educación emocional se
pueden integrar de forma transversal a lo largo de las diversas materias
académicas, y a lo largo de todos los niveles educativos.

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- Integración curricular interdisciplinaria: Es un paso más a partir de la


“integración curricular”. Se requiere la implicación del profesorado, con una
coordinación ejemplar entre ellos, para poder exponer unos contenidos que se
sincronizan con otros que está impartiendo otro profesor.
- Sistemas de Programas Integrados (SPI): Es un paso más al anterior: se
trata de interrelacionar programas diversos.

Conclusiones y Recomendaciones
La Educación Emocional se desarrolla mejor desde temprana edad, es durante
la infancia donde esta abierta una “Ventana de Oportunidades”, es decir, que
el aprendizaje de ciertas habilidades son más fáciles de adquirir durante el
periodo crítico. Pretende dar a las personas herramientas para que puedan
tener una vida emocional más equilibrada y centrada positivamente en los
afectos. Es importante desarrollar conciencia emocional, que es la
comprensión de cómo nos afectan las emociones en la vida diaria. Nos
permite aprender a expresar nuestras emociones, como también enfrentarnos a
situaciones difíciles, sobrellevarlos y abrir puertas a relaciones más ricas y
satisfactorias.

La Educación Emocional o lo que algunos profesionales llaman


Alfabetización Emocional debe orientarse hacia el área emocional y pensante
del cerebro. Esta es una pieza clave en el aula para mejorar estrategias de
intervención pedagógicas. Proporciona una amplia variedad de experiencias
que evocan reacciones emocionales positivas para crear confianza, tiene que
aprender a controlarse a sí mismo, es decir, tener conciencia de los cambios
corporales y a responder calmándose frente a distintos sentimientos negativos.
Los niños y niñas deben aprender y desarrollar capacidades de resolución de
conflictos incluyendo negociación y mediación de pares, entre estudiantes y
docentes. Lo que permite una disminución significativa de actos de agresión y
violencia.

Existen numerosos estudios que evidencian que estudiantes emocionalmente


inteligentes poseen mejor nivel de ajuste psicológico y bienestar emocional,
presentan una mayor cantidad y calidad de redes interpersonales y de apoyo
social, son menos propensos a realizar comportamientos disruptivos,
agresivos o violentos, pueden llegar a obtener un mejor rendimiento escolar al
enfrentarse a situaciones de estrés con mayor facilidad.

El Analfabetismo entorno a las emociones nos lleva a ser prisionero de


nuestras propias emociones, el aprender a ser inteligentes emocionalmente nos
permite experimentar la felicidad, la empatía, la aceptación de si mismo y
mejorar la autoestima.

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Educar en un mundo afectivo y emocional es una tarea necesaria, por lo tanto


el Sistema Escolar debe incorporar la Educación Emocional en conjunto a la
Educación centrada en el desarrollo de habilidades cognitivas y del
conocimiento, siendo el contexto escolar el lugar idóneo para fomentar estas
habilidades y contribuir de forma positiva al bienestar personal y social del
estudiante.

El clima emocional es el factor más decisivo en el rendimiento y en la


prevención del fracaso escolar. Hasta el momento los esfuerzos de todos los
sistemas educativos han ido en la línea del desarrollo de los aspectos
cognitivos. Sin embargo un estudio realizado por la UNESCO en 1997 puso
de manifiesto que el factor más influyente en el rendimiento académico de los
alumnos es el clima emocional del aula.

El conocimiento emocional de los docentes es un aspecto fundamental para el


aprendizaje y el desarrollo de estas competencias en los alumnos, ya que el
profesor se convierte en un modelo de aprendizaje. Desarrollar habilidades de
inteligencia emocional en el profesor no sólo servirá para conseguir
estudiantes emocionalmente más preparados, sino que además ayudará al
propio profesor a adquirir habilidades de afrontamiento.

De este modo los docentes emocionalmente más inteligentes, es decir,


aquellos con mayor capacidad de percibir, comprender y regular las
emociones propias y la de los demás, tendrán los recursos necesarios para
afrontar mejor los eventos estresantes de tipo laboral y manejar más
adecuadamente las respuestas emocionales negativas que frecuentemente
surgen en la interacción que mantienen con los compañeros de trabajo, los
padres y propios estudiantes. A partir de ahora, los docentes tendrán una razón
más para aprender las matemáticas de los sentimientos y el lenguaje de las
emociones.

Referencias

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