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Ricardo Piglia-Princeton PDF
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PIGLIA
ARCADIO DÍAZ QUIÑONES
Por otro lado, en los comienzos de su carrera participó en la fundación de la influyente revista literaria y
política Los Libros (1968-1974), y trabajó como editor. En 1968 comenzó la publicación de la primera serie de
novelas policiales editada por el joven Piglia: La Serie Negra en la editorial Tiempo Contemporáneo. Hay que
recordar que de 1970 a 1973 dirigió para la misma editorial la notable Colección Trabajo Crítico, que publicó,
viaje a los Estados Unidos. Gracias a la amistad con Altamirano, de la importante revista cultural Punto
Sommers, tuvo su primer encuentro con el vibrante de Vista. Su primera novela, Respiración artificial
movimiento chicano y con la vida en la frontera. (1980), de un modo indirecto pero provocativo,
También en California entabló lo que sería una coloca al lector frente al miedo y la persecución
larga amistad con Jean Franco, otra prominente generados por el terror estatal. Puso valientemente
latinoamericanista, compañera de Sommers. a prueba los límites de lo que se podía decir. La
novela fue aclamada tanto por críticos literarios
De vuelta a la Argentina, y al igual que ocurrió
como por historiadores, y le trajo a su autor
con otros intelectuales de izquierda, Piglia
reconocimiento internacional. Traducida al inglés
continuó excluido de las instituciones estatales.
por Daniel Balderston, destacado especialista de las
Como Ludmer, y muchos otros, se ganaba la vida
letras latinoamericanas, doctorado en Princeton,
dictando seminarios privados para escritores y
Respiración artificial continúa brindando
estudiantes universitarios, en lo que constituía una
herramientas indispensables para los debates sobre
auténtica universidad subterránea. En 1978, en
la diferencia –fundamental para Piglia– entre la
años de torturas y desapariciones, Piglia fue uno de
verdad histórica y la ambigua verdad de la ficción.
los co-fundadores, junto con Beatriz Sarlo y Carlos
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Ya Néstor Perlongher, en una extraordinaria entrevista que le hizo a Piglia en São Paulo en 1987, justo después
de su primera estancia en Princeton, entablaba un diálogo sobre otra cuestión clave en esa novela y en los
cursos de Piglia: la relación entre literatura y política. ii
En 1983, con la apertura democrática, Piglia volvió a dictar cursos en la Argentina: un seminario sobre
Borges en la Universidad Nacional de La Plata. En marzo de 1984 ofreció un seminario sobre Roberto Arlt en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Muy pronto retomó también su trabajo como
editor. Dirigió la colección “Los mundos posibles” para Folios Ediciones, en las que en 1983 se publicaron Ley
de juego de Miguel Briante, y El entenado de Juan José Saer.
ii “A literatura crítica de Ricardo Piglia”, en Folha de São Paulo, 10 de julio de 1987. Con motivo de la traducción de Respiração artificial, publicada ese
año por la editorial Iluminuras.
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L a fama ganada por Piglia como novelista y cuentista ha impedido valorar el alcance de su labor docente y
su enorme respeto por la investigación académica innovadora. En Princeton no dio clases de “escritura creativa”
ni dirigió talleres. Pero estaba permanentemente reflexionando sobre los géneros literarios, los comienzos y los
finales de los textos narrativos, el problema de la verdad en la ficción o en la crónica, y sobre el nudo que enlaza
lo poético y lo teórico. El profesor Piglia establecía una distinción muy clara: no enseñaba literatura; enseñaba
modos de leer. En esa defensa de la lectura y del poder del lector sobre el texto citaba, por supuesto, a Borges.
Fue igualmente explícito en su interés por analizar la diversidad de poéticas populistas y de vanguardia, y la
historia de la lectura. Sus seminarios de posgrado abrían nuevos terrenos para futuras investigaciones. Por
otra parte, insistía con los estudiantes en la importancia de afirmar los proyectos propios, y hablaba con
frecuencia de la necesidad de cuestionar las exigencias de una profesionalización que tiende a imponerles
determinados lenguajes críticos o políticas de investigación a los jóvenes. A menudo le escuchamos reivindicar
con vehemencia la importancia de la identificación personal.
En 1998, en uno de sus retornos, generosamente aceptó participar de una conversación con alumnos
que habían estado leyendo sus textos en un seminario y habían preparado una detallada lista de preguntas
acerca de sus prácticas de lectura, escritura y enseñanza. En esa larga Conversación habló, entre muchas
otras cosas, de su experiencia como militante maoísta en los años sesenta, de la relación profunda que tiene
la docencia con su propia biografía intelectual, y de la forma en que pensaba su trabajo en las universidades
norteamericanas. iii
iii Ricardo Piglia: conversación en Princeton, Arcadio Díaz Quiñones, Paul Firbas, Noel Luna y José Antonio Rodríguez Garrido, eds. Princeton, Program
in Latin American Studies, 1998.
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P ara Piglia, la enseñanza no parece ser un obstáculo para la escritura. Se entregaba a su trabajo docente
con gran pasión, lo cual explica el entusiasmo que generaba a su alrededor. Los syllabus de sus cursos que se
conservan en los archivos universitarios constituyen un precioso material de consulta. Impecables, con una
escritura escueta, esos programas nos permiten ver no sólo sus contenidos sino también su manejo de géneros
sintéticos parecidos a veces a la rapidez fulgurante de sus “tesis” y sus “notas en diarios”. Pueden leerse,
en efecto, como un diario en el que sus lecturas y las clases se van convirtiendo en el comienzo mismo de su
escritura. La pedagogía es clave en su poética, al igual que ocurre con algunos de los escritores que más admira.
Piglia tiene una alta opinión de algunos textos didácticos escritos por poetas y novelistas, como El ABC de la
lectura de Ezra Pound, los consejos del “Decálogo del perfecto cuentista” de Quiroga, el ensayo “Contra los
poetas” de Gombrowicz, los cursos de literatura y las opiniones contundentes de Nabokov, y, siempre, los
textos de Brecht.
RODOLFO WALSH
Los textos propuestos eran La mayor y se definía de la siguiente manera: “Cultura La narración fragmentada. Las formas
La ocasión. A este respecto, es importante de masas y cultura de élite. El éxito. El breves”. Leer esas descripciones es como
recordar que Piglia se mantenía muy mundo literario como ficción criminal”. Y penetrar en el laboratorio secreto del
atento al desarrollo de la Colección más adelante: “La reproducción, la copia. escritor Piglia.
Latinoamericana de Manuscritos y El psicoanálisis como folletín. El cuerpo y En otros cursos examinaba los
Correspondencias de la Firestone Library. el relato”, seguido de “El narrador ausente. diferentes modos en que escritores como
Y, según informó Fernando Acosta, el Géneros menores y relato popular”. Virgilio Piñera, Puig o Alejo Carpentier
bibliotecario latinoamericanista de Con la obra de Walsh, representada imaginan las historias nacionales o el
Princeton, Piglia, en su último año, jugó por Operación masacre y Los oficios modo en que las subvierten. Su énfasis
un importante papel de mediador e hizo terrestres, auscultaba las relaciones entre en la capacidad de algunos textos
posible que la Colección adquiriera los periodismo y literatura: “La non-fiction. literarios de comprender desde dentro
papeles de Saer. Periodismo y novela política. El género las tradiciones culturales, o de invertir
Volviendo al seminario sobre las policial”. sus presupuestos, atraía a los estudiantes
vanguardias, el marco para la lectura de Ese año el seminario concluía con a las clases de Piglia. Un rasgo distintivo
Puig, basado en las novelas The Buenos preguntas clave en torno a Walsh y a la de sus cursos, además, era la inclusión de
Aires Affair, y El beso de la mujer araña, novela: “La política y el fin de la novela. críticos, historiadores y filósofos que han
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escrito textos de fuerte carácter teórico sobre la narrativa o sobre la lectura: los formalistas rusos, Bajtín, Erich
Auerbach, Walter Benjamin, Lukacs, Roger Chartier, o Carlo Ginzburg, han sido referencias continuas en sus
seminarios y en sus propios textos.
Es tentador ver algunos de los ensayos de Piglia como el resultado de la experiencia pedagógica acumulada.
Así, por ejemplo, las concisas meditaciones de Piglia sobre el arte de la ficción en “Tesis sobre el cuento”, –
publicadas originalmente en 1986– y luego las “Nuevas tesis sobre el cuento”, ambas incluidas en ese pequeño
gran libro, Formas breves (1999). En ese sentido, la serie de provocativos ensayos de su libro La Argentina
en pedazos (1993) es fundamental. Forma una lente indispensable a través de la cual observar la fracturada
tradición literaria argentina. Esos ensayos están llenos de ideas originales y de hipótesis productivas, y han
modelado a menudo los términos del debate crítico. Es difícil no percibir ecos más
profundos en el título de ese libro: avanza desde Echeverría y Lugones a los dos linajes de
Borges y a las exploraciones desafiantemente heterodoxas de Arlt sobre el rol del dinero
y sobre el delito. Piglia es citado a menudo en trabajos académicos, o aunque no se cite,
se perciben las marcas diseminadas de sus interpretaciones. Muchas de las lecturas
críticas sobre esos autores que circulan hoy están basadas en las perspectivas que él
planteó en esos textos, así como en las entrevistas incluidas en las sucesivas ediciones
de su libro Crítica y ficción.
iv Se publicó primero en la revista Políticas de la memoria (verano 2003-2004) con excelentes fotografías del líder
revolucionario.
v Sarah Hirschman, Gente y cuentos. ¿A quién pertenece la literatura? Prólogo de Ricardo Piglia. Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2011.
RICARDO
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PIGLIA
ARCADIO DÍAZ QUIÑONES