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Profesor: Rodrigo Rojas

Curso: 8° A – 8º B Fecha: 17/10/2013


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Entrevista:

"El nacionalismo es la peor construcción del


hombre"
Mario Vargas Llosa ha dedicado tres años a reconstruir la vida de Roger Casement, pionero defensor de
derechos humanos, que protagoniza 'El sueño del celta'
IKER SEISDEDOS Madrid 29 AGO 2010
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Mario Vargas Llosa recoge en su nueva y estupenda novela aquella reflexión del escritor y político
uruguayo José Enrique Rodó: "Un hombre es muchos hombres". No digamos ya en el caso de
Roger Casement (1864-1916), personaje real inspirador de uno de los lanzamientos más esperados
del otoño literario. Diplomático reservado, sir y escritor, temprano relator de derechos humanos,
héroe irlandés, traidor británico, torpe estratega militar, homosexual atormentado, reo ajusticiado...
De la suma de todos los casement resulta una obra que Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) ha
tardado "tres años" en culminar, desde aquel lejano y nebuloso "descubrimiento del personaje en
una biografía de Joseph Conrad".
"No hay barbarie comparada a la del colonialismo. África nunca se recuperó"

"Nunca he hecho novela histórica. Para mí, la historia es materia prima"


El tiempo se fue en documentar la peripecia de un cónsul británico que, despertado a los horrores
del colonialismo de Leopoldo II, viajó por el Congo belga en 1910 para documentar la barbarie con
descarnado realismo en el informe que le daría fama (y que ahora rescata Ediciones del Viento en
La tragedia del Congo). No fue esa la única amarga denuncia de Casement. La situación de los
indígenas al servicio del sistema de la extracción del caucho en la Amazonia mereció otro de sus
relatos de estilo aterrador por su exacta sobriedad.
Entregado a la causa nacionalista irlandesa, viajó a Berlín para conspirar contra Reino Unido en
plena I Guerra Mundial, participó en el alzamiento del Ulster de 1916 y acabó condenado a morir
ahorcado tras tres meses en prisión y un juicio que conmovió a la sociedad británica por el
aireamiento de unos diarios repletos de escabrosas aventuras homosexuales cuya autenticidad aún
es objeto de debate. "Es un personaje múltiple, con varias biografías que no encajan muy bien",
explicaba recientemente Vargas Llosa en su casa de Madrid, donde se mostró tan brillante, preciso y
generoso como la lectura de sus libros hacía presagiar. "Fue, sobre todo, uno de los primeros
europeos que tienen una conciencia clara de lo que es el colonialismo".
Pregunta. Sorprende el nacionalismo fervoroso de su protagonista. Un atributo poco común en sus
héroes...
Respuesta. Siempre he tenido terror de esa forma de fanatismo. El nacionalismo me parece la peor
construcción del hombre. Y el caso más extremo de nacionalismo es el nacionalismo cultural.
Aunque en ciertas circunstancias puede representar valores libertarios...
P. ¿Hay un buen nacionalismo?
R. En ciertos pueblos aplastados por colonizadores, que aspiran a liberarse del ocupante, el
nacionalismo tiene un valor positivo. Pero lo peligroso es cuando se convierte en una ideología. El
nacionalismo significa violencia, prejuicios, distorsión de valores. Casement vive la parte más
idealista, que es la de la lucha contra el opresor.
P. El libro está repleto, desde su mismo título, de sueños y fantasías.
R. El sueño del celta es un poema que escribió Casement, que era muy mal poeta. A mí las fantasías
me sirvieron para tapar los huecos de un personaje enigmático. Y luego están las fantasías políticas.
Leopoldo II fue un gran fabricante de sueños; él consigue que le regalen el Congo porque monta
una ficción, un mito sobre sí mismo, sus intenciones y sus designios. Por eso Casement se va al
Congo, en pos de ese sueño.
P. Y se topa con el horror más absoluto y conradiano, el horror del coronel Kurtz...
R. Es un libro también sobre cómo ciertas circunstancias deshumanizan a los hombres hasta
hacerlos monstruos. Eso también lo vivió en el Perú, con el sistema de extracción del caucho. Se
cometían las mayores atrocidades desde la impunidad más absoluta. Es como una especie de
inmersión en el mal. Casement vive eso y mantiene una distancia, lo escribe, lo documenta y no se
vuelve loco.
P. ¿La barbarie de África, que se suele despachar como un continente sin remedio, es heredada?
R. Por supuesto. No hay barbarie comparada a la del colonialismo. Y además deja unas secuelas de
las que África nunca se ha podido recuperar. No dejó nada positivo. En otras partes se puede decir
que algo quedó...
P. ¿Como en América?
R. Allá se trasladó una parte de Europa que echó raíces. Se recreó una nueva versión de Occidente.
Pero en África fue el saqueo por el saqueo. Como eran culturas muy primitivas fueron arrolladas sin
ninguna oposición. Fíjese, tanto tiempo después no hay manera de que el Congo se ponga en pie.
Leopoldo II ha sido la gran maldición del Congo.
P. Sin olvidar al bestial dictador que fue Mobutu...
R. Les ha tocado lo peor. Tal para cual. Los horrores que hicieron ambos...
P. ¿Diría que la figura de Leopoldo II ha quedado fijada en la historia en su justa envergadura
genocida?
R. En Bélgica, no. Sigue teniendo un museo maravilloso, que es una especie de pequeño Versalles.
No sabemos cuántas, pero se calcula que murieron 10 millones de personas en su época. Casi como
dos veces el Holocausto judío. Es, de hecho, el primer gran Holocausto moderno. Ahí siguen
todavía, entre matándose, con ejércitos extranjeros interviniendo en el Congo.
P. ¿Cree, como Robert Kaplan, que hay países incapaces de construir una democracia?
R. En lo inmediato no creo que haya ninguna posibilidad para el Congo. Es el país que peor lo ha
pasado en el África y probablemente en el mundo. Hay una fuerza de las Naciones Unidas a la que
han dado unas instrucciones completamente disparatadas, yo lo pude comprobar cuando viajé con
Médicos Sin Fronteras para escribir un reportaje en El País Semanal. Solo actúan para que se
apliquen los acuerdos de paz, pero les prohíben que intervengan en los asuntos internos.
P. Los periódicos informan regularmente de episodios pavorosos como las recientes violaciones en
masa acaecidas en Congo ante la pasividad de la ONU.
R. Cuando viajé, un médico me habló de que el gran problema eran las violaciones. Todos violan
porque la violación se ha convertido en un arma política, militar. Haces daño al enemigo violando a
sus mujeres. Es el objeto más vulnerable, codiciado que hay. Y me impresionó muchísimo. Me
contó varios casos espantosos y se echó a llorar. ¡Qué extremos de barbarie! Todo esto lo vio
Casement de una manera muy premonitoria. Sus informes son de una enorme riqueza etnológica,
antropológica y desde luego política. Luego es muy interesante la evolución del personaje, cómo
siendo un anglófilo imperialista y anglicano se hace independentista irlandés y católico. Vive una
contradicción permanente siendo diplomático británico se instala en la duplicidad que en realidad es
una triplicidad, si se añade el asunto de su homosexualidad. Depende del ángulo desde el que lo
mires cambia completamente de sentido, de valencia moral, política.
P. El lector que desconozca el personaje histórico, quedará fascinado con otra dimensión, la
novelesca...
R. Siempre va a quedar alrededor de él una gran incertidumbre. ¿Qué cosas son ciertas de las que se
le han atribuido? Sobre todo lo relativo a sus escandalosos diarios, está hundido en los fondos de la
inteligencia británica. Y en Irlanda, por una parte es considerado un héroe, pero por otra hay una
incomodidad absoluta. Nadie lo reivindica abiertamente porque provoca mucho malestar, porque es
un país católico, moralista, tradicionalista. Hablas con los independentistas, reconocen que es un
héroe y niegan de entrada todo lo que se le ha atribuido.

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