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{Cifra de una identidad O sintesis del proceso de colonizaci6n interna? esde que en 1942 Pablo Antonio Cuadra lo publicara por primera vez bajo el titulo de Ef Gaegiiense 0 Macho-Ratén. Comedia Bailete And- nima de la Epoca Colonial, se ha Tepetido casi undnimente que esta obra encierra la esencia de la identidad nicaragiiense: el mestizaje. Cuadra decia que en la pieza “esta iniciado, insinuado con cifras vivas, con elementos claros y perma- nentes, el admirable mestizaje indo-hispano sobre el cual esta basada nuestra cul- ‘ura, nuestra vida, nuestra autenticidad, nuestro ser pueblo”, y de abi, a resultas de esa tautologia quedd instituido el mestizaje como un dogma. Con este discurso literario se construia la tradicién catdlica e hispanista, que ademas de proclamar la desaparicién del indio, consagraba el castellano como [a fengua nacional, que lo era de la Raza, de la Patria y del Imperio que se pretendia restituir en Hispanoamérica con la victoria de Francisco Franco sobre la Espafia Fepubiicana. Dicho discurso atravesé casi inalterado todo e! siglo XX, incluso, mas allé de la revolucin sandinista, que no cuestioné esa tradicion, a pesar de haber feconocido constitucionalmente el cardcter multiétnico, plurilinglle y multicultural de la nacionalidad nicaraglense. Ya hemos visto que tal construccion pasé de la critica cultural a la historia natural cuando su creador postuié mds tarde que ol protagonista del Gtiegliense es “un personaje que el pueblo nicaraguense jieva en la sangre” (Cuadra,1987, 65). Hasta ahora casi no se ha hecho mucho esfuerzo por Cuestionar (a elaboracidn discursiva de! poeta Cuadra. Al contratio, nuevas voces ‘se unen para reforzar la descripcion de los sujetos que conforman la categoria de nicaragtienses como vagabundos, fanfarrones, picarescos, y burlones.? Sdlo una voz disidente hubo en ios afios setenta del siglo pasado, la del Alejandro Davila Bolafios, que argumenté que el personaje no era un mestizo sino un indio anticolonialista; pero, igual que Pablo Antonio Cuadra, también vio en la obra el atributo de contener en si la esencia del ser nicaraglense. Naci, creci y estudié hasta concluir la escuela secundaria en Matagalpa, una ciudad provinciana del centro montafioso, en el norte de Nicaragua, donde la ma- Barroco Descalzo® 41 yor parte del tiempo las autoridades civiles, eclesidsticas 0 militares eran o han sido provenientes del Pacifico. Habité, pues, un casco urbano rodeado de indios, que bajaban de las cafiadas, en multitudes, para las principales flesias de laiglesia. Era para la Semana Santa. para Cristo Rey 0 para la Virgen de las Mercedes que veia desfilar a los indios organizados en la Accién Catdlica, con sus estandartes, prece- didos por los alcaldes de varas y los capitanes de cafadas. Bajaban cantando Tu reinaras con las banderas de la iglesia hasta llegar al atrio de la catedrai, donde por la noche se amontonaban para dormir a la intemperie, con sus mujeres y nifios, Las celebraciones iittirgicas y las procesiones eran el centro de aquellas festi- vidades, en las que nunca vi bailes, disfrazados o manifestaciones paganas del arte colonial y de las culturas indigenas absorbidas por el mestizaje, como cia decir que habia en otras partes dei pals, principalmente en Managua para Santo Domin- go, en Masaya para San Jerénimo o en Diriarmba para San Sebastian. A excepcion de la festividad de la Virgen de Guadalupe, cuando a las nifias se las vestia con trajes de indias, llevando los nifios cotona de manta y varas con borla de la autori- dad indigena para ir a dejar ofrendas a la iglesia, no habia una fiesta religiosa con danzas 0 mascaras. Se disfrazaban los ladinos en los llamados Bailes de Huipiles, en lo que mas bien constituia una parodia de las costumbres y los trajes de los indios vencidos, remedando su particular acento. Pero los indios estaban vivos, habitaban las cafiadas de los alrededores. Se les veia deambular con su ropa conteccionada en los telares de la comunidad. Todavia se les vio interpretar sus bailes y canciones durante las celebraciones del centenario de la ciudad, en escenarios que no se confundian con los de las fiestas Teligiosas. Los matagalpinos de mi generacién no olvidariamos el desfile —nunca visto antes ni después- congue se clausuraron esas fiestas de! centenario (1962), el cual se inicié con la carroza de Alejandra Hemdndez, una india imponente, de 'a comunidad de El Chile, que hablaba {a lengua matagaipa y que desde su sitial saludaba, como reina indigena de las fiestas, sin esbozar ninguna sonrisa, con el traje autéctono de manta blanca, hilada en su comunidad, iba tocada con una po- bre y pretenciosa corona de abalorios confeccionada por manos ladinas especial- mente para la ocasién. Su rostro adusto, inspiraba temor y respeto a un tiempo. El paseo de varias decenas de carrozas alegoricas ‘0 cerraba la reina ladina, Edda Haslam Blandén, arriba de un simulacro de carro tirado por dos pegasos de 42« ;Cifra de una identidad o sintesis de un proceso de colenizacién intema?

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