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Capítulo XIII sobrenaturales, por razón de la gracia, que diviniza la vida y la actividad

humanas.
LAS VIRTUDES HUMANAS DEL CRISTIANO
2. VIRTUDES HUMANAS Y CARIDAD
Las virtudes humanas, elevadas por la gracia divina e informadas por
las virtudes teologales, son indispensables para que los cristianos a) La caridad se apoya en las virtudes humanas
podamos identificamos totalmente con Jesucristo, «perfecto Dios y
La caridad se apoya en las virtudes humanas para obrar respecto a las
perfecto Hombre», pues Él, nuestro Modelo, posee de modo pleno estas
cosas de este mundo. En efecto, la caridad reside en la voluntad y eleva
virtudes. Por ello, solo en la medida en que nosotros también las
todos los actos de esta potencia hacia Dios. San Josemaría Escrivá
tengamos y crezcamos en ellas, podremos alcanzar la santidad cristiana.
afirmaba: «Viviendo la caridad -el Amor- se viven todas las virtudes
1. VIRTUDES TEOLOGALES Y VIRTUDES HUMANAS humanas y sobrenaturales del cristiano, que forman una unidad y no se
pueden reducir a enumeraciones exhaustivas.
las virtudes teologales son las que se refieren directamente a Dios y
disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. b) Las virtudes humanas son informadas por la caridad
Estas virtudes son estrictamente sobrenaturales, el hombre no puede
La caridad informa las virtudes humanas, las pone en marcha y las dirige
adquirirlas con su propia capacidad, y, por ello, tienen que ser
al fin de la vida espiritual. En efecto, aunque las virtudes humanas son,
«infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de
en sí mismas, perfecciones de la persona, solamente alcanzan su pleno
obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna».
sentido si están al servicio de la caridad, que les da su perfección última,
Las virtudes humanas se pueden adquirir «mediante las fuerzas orientándolas al amor de Dios.
humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos.
Por eso, en la vida espiritual, estas virtudes no deben considerarse como
Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el
una simple preparación previa a la caridad, ni se trata de cultivarlas
amor divino. Son hábitos que se pueden poseer sin que se requiera la
independientemente de ella, pues ha de ser precisamente el amor el que
presencia de la gracia de Dios en el alma humana, y que facilitan el
lleve a fomentarlas y desarrollarlas, con la ayuda de la gracia. «El
correcto ejercicio de las potencias del alma en un plano meramente
ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad.
natural. Pero, en el cristiano, estas virtudes pueden ser elevadas a una
Dicho de otro modo, se trata de ser justos, fuertes, etc., por amor de
dimensión sobrenatural, al ser vivificadas por la gracia santificante.
Dios.
el Catecismo de la Iglesia Católica define las virtudes humanas del
3. EL CRECIMIENTO DE LAS VIRTUDES HUMANAS
cristiano como «actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones
habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros Para crecer en las virtudes humanas es necesario repetir actos concretos
actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la de virtud, sin los cuales no se crece en el amor al bien; no basta, pues,
razón y la fe. Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una el conocimiento del bien ni el deseo de poseer las virtudes, sino que,
vida moralmente Buena. además, «es preciso aprender a practicarlas. Como afirma San Gregorio
Magno: “Hay algunos que quieren ser humildes, pero sin ser
Es preciso tener claro que la distinción entre virtudes «teologales» y
despreciados; quieren contentarse con lo que tienen sin padecer
«humanas» no significa que las primeras sean sobrenaturales y las
necesidad; ser castos, pero sin mortificar su cuerpo; ser pacientes, pero
segundas no, ya que, en un cristiano, las virtudes humanas son
sin que nadie los ultraje. Cuando tratan de adquirir las virtudes, pero
rehúyen los trabajos que las virtudes llevan consigo, es como si, no 5. LAS VIRTUDES CARDINALES
queriendo saber nada de los campos de batalla, quisieran ganar la Guerra
Desde muy antiguo, las virtudes humanas se vienen agrupando en torno
viviendo cómodamente en la ciudad.
a cuatro de ellas -prudencia, justicia, fortaleza y templanza-, que suelen
Desde esta perspectiva se entiende que no sea tanto la cantidad como la llamarse cardinales, porque constituyen el quicio o gozne (cardo, en
calidad de los actos lo decisivo para el crecimiento en las virtudes: un latín), alrededor del cual giran y se desarrollan las demás. No se practica
acto especialmente intenso de virtud puede hacerla crecer más que el bien sin la prudente discreción de lo que es grato a Dios; sin la
muchos actos de escaso valor ético. imprescindible rectitud del alma, propia de la justicia; sin vencer con
fortaleza las dificultades, que a menudo se oponen a la práctica del bien;
Por este motivo, además de la reiteración de actos intensos virtuosos,
en fin, sin la templanza, que da medida y dominio en el uso de los bienes
para un cristiano, crecer en gracia constituye también un modo eficaz de
y pasiones.
crecer en virtudes humanas, y para ello es imprescindible la recepción
frecuente de los sacramentos: sin estos no hay verdadero crecimiento de a) La virtud de la prudencia
las virtudes humanas en cuanto armonía de las potencias del alma que
«La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en
se vuelcan en la búsqueda amorosa de Dios, bajo la acción del Espíritu.
toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos
para realizarlo. Esta sabiduría no consiste en el conocimiento de muchas
reglas, sino en una inclinación de la razón práctica hacia la verdad
4. EL «JUSTO MEDIO» DE LAS VIRTUDES
acerca de lo que hay que hacer, esto es, el bien creado que ha de elegir
Si la virtud dispone al hombre a lograr su fin, este ha de ser el criterio la voluntad. Por ello, afirma san Josemaría Escrivá: «Esta virtud
para medirla. La expresión in medio virtus («la virtud está en el medio») cardinal es indispensable en el cristiano; pero las últimas metas de la
significa, precisamente, eso: exacta adecuación de las facultades prudencia no son la concordia social o la tranquilidad de no provocar
humanas a la medida que dicta la razón, en orden al fin. Las virtudes fricciones. El motivo fundamental es el cumplimiento de la Voluntad de
teologales, en cambio, no conocen este «medio», ya que «nunca puede Dios. Señalaremos, finalmente, que la prudencia es también llamada
el hombre amar a Dios tanto cuanto debe ser amado; ni puede creer y «auriga virtutum», porque guía la actividad de todas las demás virtudes
esperar tanto en Él cuanto debe. morales. Toda virtud necesita, para ser perfecta, la guía de la prudencia:
ella es la que en cada caso determina lo que debe hacerse u omitirse.
Por este motivo, el justo medio establecido por las virtudes humanas Volveremos sobre esto más adelante, cuando tratemos de la conexión
nunca ha de entenderse como una llamada a la mediocridad: «Es una entre las virtudes.
equivocación pensar que las expresiones término medio o justo medio,
como algo característico de las virtudes morales, significan b) La virtud de la justicia
mediocridad: algo así como la mitad de lo que es posible realizar. Ese
«La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme
medio entre el exceso y el defecto es una cumbre, un punto álgido: lo
voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para
mejor que la prudencia indica.
con Dios es llamada "la virtud de la religión”. Para con los hombres, la
justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las
relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las
personas y al bien común. La justicia, como cualquier virtud humana,
no puede llegar a su perfección si no es informada por la caridad: La fortaleza comprende, también, la virtud de la mansedumbre, que
«Justicia es dar a cada uno lo suyo; pero yo añadiría que esto no basta. modera el sentimiento de la ira. No es manso el que no se enfada nunca,
Por mucho que cada uno merezca, hay que darle más, porque cada alma sino el que lo hace cuando conviene a la luz de la fe informada por la
es una obra maestra de Dios. La mejor caridad está en excederse caridad. Asimismo, es parte de la virtud de la fortaleza la
generosamente en la justiciar. magnanimidad: ánimo grande, alma amplia en la que caben muchos. Es
la fuerza que nos dispone a salir de nosotros mismos, para prepararnos
«La caridad, que es como un generoso desorbitarse de la justicia, exige,
a emprender obras valiosas, en beneficio de todos. Dentro de la fortaleza
primero, el cumplimiento del deber: se empieza por lo justo; se continúa
se puede incluir también la laboriosidad, virtud que lleva a poner
por lo más equitativo (...); pero para amar se requiere mucha finura,
empeño por sacar partido a los talentos que cada uno ha recibido de
mucha delicadeza, mucho respeto, mucha afabilidad: en una palabra,
Dios.
seguir aquel consejo del Apóstol: llevad los unos las cargas de los otros,
y así cumpliréis la ley de Cristo (Ga 6, 2). d) La virtud de la templanza
Sin justicia, a la caridad le faltaría la «materia» que vivificar o informar. «La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres
Por eso, la vida espiritual pide cultivar la justicia. Esto se traduce, en y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el
gran parte, en fomentar el sentido del deber: la conciencia de que hay dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los
unos deberes de justicia que los demás tienen derecho a exigir, y la firme límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus
determinación de asumirlos y de cumplirlos por amor a Dios. apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar
"para seguir la pasión de su corazón" (Si 5, 2; cf. 37, 27-31).
c) La virtud de la fortaleza
La templanza no entraña, en modo alguno, desprecio por los bienes
«La fortaleza es la virtud moral que asegura, en las dificultades, la
oreados, sino conciencia de la dignidad humana y del señorío de la
firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución
inteligencia y la voluntad sobre las pasiones. «La virtud de la castidad
de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.
forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar
La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la
de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana».
muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. La virtud
Concretamente, la castidad consiste en «la positiva integraron de la
de la fortaleza requiere siempre una superación de la debilidad humana
sexualidad en la persona y, por ello, en la unidad interior del hombre en
y, sobre todo, del miedo. El hombre, en efecto, por naturaleza, teme el
su ser corporal y espiritual».
peligro, las molestias, los sufrimientos. Por ello, es necesario buscar
hombres valientes no solamente en los campos de batalla, sino también Otra virtud incluida en la templanza es la pobreza, esto es, la moderaron
en los pasillos de los hospitales o junto al lecho del dolor: Es fuerte el en el uso de los bienes terrenos, que exige, a la vez, el desprendiólo de
que persevera en el cumplimiento de lo que entiende que debe hacer, esos bienes y emplearlos como Dios quiere. De ahí que «no consiste la
según su conciencia; el que no mide el valor de una tarea, verdadera pobreza en no tener, sino en estar desprendido: en renunciar
exclusivamente, por los beneficios que recibe, sino por el servicio que voluntariamente al dominio sobre las cosas. -Por eso hay pobres que
presta a los demás. El fuerte a veces, sufre, pero resiste; llora, quizá, realmente son ricos. Y al revés.
pero se bebe sus lágrimas. Cuando la contradicción arrecia, no se dobla
(Juan Pablo II, audiencia general, -XI- 1978).
6. LA CONEXIÓN ENTRE LAS VIRTUDES HUMANAS
Las virtudes humanas están de tal modo unidas entre sí que, si una se
posee con perfección, todas las demás están presentes, y, si una falta,
ninguna otra es perfecta. Si la diversidad de actos con que el hombre se
dirige a su último fin implica la multiplicidad y distinción de las
virtudes, la unidad de la persona y del fin de la vida humana exige su
conexión: «No sabría determinar cuál es la principal virtud humana:
depende del punto de vista desde el que se mire. Además, la cuestión
resulta ociosa, porque no consiste en practicar una o unas cuantas
virtudes: es preciso luchar por adquirirlas y practicarlas todas. Cada una
se entrelaza con las demás, y así, el esfuerzo por ser sinceros nos hace
justos, alegres, prudentes, serenos»51. Por la conexión entre las virtudes
humanas, el que se ejercita en una, tiende a crecer en todas las demás:
las virtudes viven y crecen en armonía, porque, en realidad, es el hombre
mismo, la persona humana como tal, quien crece y se perfecciona a
través de ellas.
Santo Tomás de Aquino enseña que toda virtud moral, al ordenar al fin,
requiere el concurso de la prudencia, auriga virtutum, que da la
proporción de los actos al fin: así, el que no es prudente, con mucha
dificultad vivirá la templanza verdadera, porque no sabrá huir de las
ocasiones, tomar las medidas necesarias para rechazarlas, etc. Pero, a la
vez, la prudencia se apoya en las restantes virtudes morales, pues nadie
juzga habitualmente bien de la proporción al fin, si antes no lo ama, y
esto es obra de las distintas virtudes: así el que está dominado por la
avaricia, difícilmente juzgará sobre lo que es prudente hacer con los
bienes terrenos; de modo semejante a como el enfermo tiene corrompido
el gusto. De este modo, quien tiene desordenada la voluntad, como
apegada a las cosas mundanas, carece de rectitud de juicio sobre el bien;
por el contrario, el que tiene su afecto sano, renovado por la gracia, juzga
certeramente del bien.

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