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22/08/2018
condenada, otras instrumentalizada y legitimada, está siempre en la palestra cuando se trata de hablar
testigos que en cualquier tipo de organización humana ha estado presente: en mayor o menor
intensidad, utilizada para fines específicos, como modo de reivindicación, de subyugación, etc.
Habría sido prácticamente imposible configurar regímenes políticos basados en la jerarquía y el poder
asimilado por las masas en relación a la organización de la vida social, pero tal discurso cuenta con una
naturalizada. Cuando hablamos de ésta, no nos referimos solamente al maltratar reaccionariamente por
alguna acción específica, más bien a una estructura que, mediante diversas formas (verbal, judicial,
policial, discursiva) copta, manipula y presiona la vida de quienes componemos la sociedad, a costar de
En el caso de la política autoritaria, esto se observa con mayor alcance, ya que la necesidad de
adoctrinamiento se hace mucho mayor: un proyecto político que no tiene como principio la democracia
y la autodeterminación de los pueblos siempre necesitará de la violencia para poder llevarse a cabo, ya
que es imposible que el total de la sociedad se muestre de acuerdo con él sobretodo considerando que
están realizados y estructurados para la propia y absoluta conveniencia de los gobernantes y los poderes
económicos.
Pongamos el caso remoto de las monarquías: una rígida jerarquía piramidal estructuraba a la sociedad
monárquica de hace un par de siglos. Los abusos y explotaciones eran pan de cada día: el rey como
máxima autoridad contaba con todas las herramientas para hacer efectivo su poder, la mayoría de éstas
relacionadas con el miedo y la violencia. Nadie quiere pasar hambre, quedarse sin un sustento para
vivir, ir al infierno o ser brutalmente torturado. Las dinámicas del poder y la violencia operan en base a
un control de la vida de las personas en cuanto a sus necesidades, el miedo y el dolor. De esta forma,
dichos sistemas autoritarios encuentran sustento, y los pilares de éstos descansan sobre la una
Para el legítimo ejercicio del poder, la violencia no se torna solamente física: existen una serie de
discursos que abalan y justifican dicho ejercicio, naturalizándolo culturalmente en la sociedad y así
creando adeptos hasta en los mismos oprimidos. El régimen genera convicción en grandes cantidades
de la población, por muy desgraciada que torne su vida. La naturalización de las dinámicas de poder,
jerarquías, instituciones, relaciones sociales y distinciones claras entre sexos, clases sociales, razas, etc.
configura una sociedad que funciona para sustentar al poder político-económico y su vez, configura un
lo cual se llevó a cabo también en Latinoamérica luego de las independencias. Pero el hecho de no
contar con la figura sagrada y autoritaria de un rey no quiere decir que el poder y las jerarquías dejen de
existir. La configuración de la vida social sigue estando estrechamente ligada a lo intereses del poder
legitimadoras: la idea de que una democracia representativa hace partícipe a la sociedad no cambia en
demasía las cosas, ya que las desigualdades siguen estando delicadamente trazadas, y con ellas, los
Entendiendo el poder político y sus formas de operar mediante estructuras legitimadoras, nos
adentraremos al tema que nos compete: los autoritarismo europeos del siglo XX. Analizaremos en
particular lo expuesto por Federico Finchelstein acerca del fascismo italiano: sus relaciones y
repercusiones en Argentina, lo cual nos servirá como ejemplo y contexto para comprender la
construcción de un régimen autoritario y de qué forma la violencia se torna uno de sus pilares
fundamentales.
En primera instancia, hay que reconocer los elementos base que le dan vida a la ideología fascista:
tenemos en primera instancia, un fuerte nacionalismo (el cual va acompañado, claramente, con racismo
y xenofobia). También es un régimen que, estrictamente, debe ser totalitario para poder funcionar: un
control tenaz en la vida de los individuos (superioridad racial, desprecio y opresión a las minorías).
Siguiendo con la misma línea, también debe ser antidemocrático para asegurar su pleno
funcionamiento.
El arquitecto de esta ideología es Benito Mussolini, quien comenzó a llevarla a cabo al finalizar la
Primera Guerra Mundial, ganando un gran cantidad de adeptos en la sociedad. Sería interesante
Para esto, nos enfocaremos en Argentina durante la década de 1930 y el desarrollo de las ideas fascistas
en el país. El autor nos expone que los lazos socio-culturales con Italia influyeron en la recepción de
ideas pro-fascistas de parte de políticos e intelectuales italianos (Finchelstein, 113), pero, de todos
modos, la corriente tuvo sus propias particularidades en el país trasandino. Es indispensable nombrar la
figura del dictador Uriburu, quien entre 1930 y 1932 ejerció una dictadura con claras consignas
nacionalistas que con el pasar de los años se transformarían en la base para instaurar y consolidar las
ideas fascistas en Argentina, reafirmando el vínculo existente entre ambos países para justificar la
aceptación e implantación de sus ideales políticos (siempre recalcando que la forma en la cual se dio el
Así, mediante la prensa, los medios de comunicación y la influencia cultural, el fascismo fue tomando
forma y fuerza en la sociedad argentina durante la década de 1930, lo cual perduraría hasta después de
Las justificaciones para su implantación obedecían, en primera instancia, al carácter nacionalista que se
pretendió infundir en la población. Si Argentina partió siendo una nación que se conformó a raíz de las
migraciones de extranjeros, en aquel momento les estaban “cerrando la puerta”, asegurando que los
argentinos eran los únicos dignos de pertenecer al territorio nacional (Finchelstein, 128). De este modo,
los sectores políticos conservadores fueron consolidando aquel discurso en la sociedad, sumado a un
profundo rechazo al liberalismo, tanto en lo económico como en lo secular. Previo al golpe de Estado
de 1930, el clima político ya estaba bastante tenso, en gran parte por la difusión de las ideas
nacionalistas y pro-fascistas. Llamados públicos a los militares para que tomaran las armas, como el
realizado por el intelectual Leopoldo Lugones son interesantes de analizar en relación a sus motivos e
intenciones. En sus propias palabras, señalaba que “la hora de la espada había llegado” (Finchelstein,
129), con el fin evitar una catástrofe nacional, justificando así un golpe de Estado y un régimen
La violencia es paradójica en el sentido de que cuando se implementa desde el poder, ésta se legitima
mediante diversos mecanismos, ya sean discursos, ya sea la fuerza bruta represiva con la que cuenta un
aparato estatal. Respecto a lo primero, los discursos nacionalistas, al tomar tanto fuerza en la nación y
tortura por parte de los militares, ya que todo se realizaba por el “bien de la patria”.
¿A que nos referimos cuando hablamos del bien de la patria?, ¿qué significa exactamente y por qué los
derechos humanos deben sacrificarse en función de ésta, legitimando así el uso y abuso de la violencia?
callejeros para todos aquellos que se oponían, de alguna forma u otra, al régimen. En este caso, la
utilización macabra de la violencia lograba justificarse en base aquel mítico “bien de la patria”, un bien
superior, el cual exige ciertas conductas y justifica ciertas acciones a contar de velar por él.
Así, si analizamos el concepto de patria, podemos dar con un concepto eminentemente político,
directamente relacionado con las fuerzas político-económicas que ejercen su poder en un determinado
territorio. Los individuos que conforman la patria son, prácticamente, sujetos mecanizados y alienados
que deben velar por el correcto funcionamiento de ese método implantado. Por eso, ¿de qué hablamos
materialización se encuentra en las fuerzas políticas más que en los sujetos que componen una
determinada nación, lo cual me hace mucho sentido al momento de analizar los discursos de carácter
fascista y nacionalista. No existe un mayor interés por el desarrollo y el bienestar de los individuos.
Aquellos deben sacrificarse por el bienestar de su país, pero el país lo componen ellos mismos, por lo
tanto la lucha se enfrasca en mantener una “grandeza” mítica, abstracta, que va en contra del libre
Si la patria es más bien, al menos en manos del poder, una mistificación política, no es precisamente
ésta la que corre peligro al momento de gobernar una sociedad mediante su propia voluntad y
autodeterminación. Las corrientes que plantean el discurso de “la razón o la fuerza” (lamentable
gobernar por el bien de la patria y masacrar a los compatriotas se torna una terrible contradicción. El
crear ideales respecto al deber-ser de los sujeto que componen la sociedad y castigarlos cuando éstos no
son debidamente cumplidos va en contra de cualquier determinación y voluntad soberana del individuo.
Así, la violencia frente a quienes manifiestan su descontento e inconformidad frente a los regímenes
totalitarios debiese estar totalmente injustificada y causar un rechazo general en la sociedad, de no ser
por las modalidades discursivas mediante las cuales el poder opera y “educa” a la sociedad, justificando
determinada forma de comportarse y relacionarse en sociedad, en tanto los individuos son sujetos
políticos. Claramente habrá un sector de la población al cual dichos regímenes les convenga, otros
simplemente lo apoyará por convicción ideológica, pero también existe una gran parte de la sociedad
que los rechaza profundamente por no llevarse a cabo por el bienestar y desarrollo de los sujetos en su
conjunto.
En base a esto creo absolutamente legítimas las manifestaciones contra un régimen de aquellas
represivo. Este tipo de manifestaciones son las consideradas “violentas” por el poder político,
etiquetándolas con una serie de conceptos que causan gran impacto en la opinión pública y, por
manifestaciones como violentas, terroristas o delincuentes que, además, vienen de sujetos “no
manifestación de descontento, ya que es una violencia que no contribuye a reforzar el poder del estado.
Si hacemos una analogía con Chile y la dictadura de Pinochet, si bien el fascismo y el militarismo neo-
liberal tienen diferencias sustanciales, comparten ciertos preceptos como el fortalecimiento del Estado
asesinados por los militares. A su vez, ocurre una criminalización de ésta cuando se trata de manifestar
el profundo descontento que causan las violaciones a los DD.HH y la implantación de un modelo
Este fenómeno, lamentablemente, sigue ocurriendo hasta nuestros días cuando observamos por los
terroristas por manifestar las injusticias y pormenores del modelo político-económico, intolerantes
porque no respetan que hay ciertas personas que se muestran de acuerdo con la tortura y aniquilación
Así, la violencia constituye una de las armas más poderosas de un Estado, que en el caso de los
círculo vicioso de perfecto control, contribuyendo en demasía al sostén de los regímenes totalitarios
La producción ideológica que justifica y ampara a un estado violento, torturador, fortalecido y que vela
por el bienestar de un grupo selecto de la sociedad sostiene determinados preceptos que parecen
convincentes ya que apelan, en el mayor de los casos, a romanticismos como el patriotismo, la
funcional” que, a fin de cuentas, responde sólo a los intereses y el bienestar de ciertos individuos.
A modo de conclusión, debemos entender los derechos humanos de cada individuo no solamente como
Cuando nos encontramos frente a régimen político que coarta, mutila o deteriora algunos de estos
preceptos básicos en la vida de un ser humano, simplemente no le está siendo funcional a ellos, lo que
podría ser un punto de partida importante para criticar los regímenes políticos autoritarios.
Además, hablando de los derechos humanos y basándome en los planteamientos de Lynn Hunt, el valor
de la empatía y el sentir por un otro contribuye demasiado a establecer lazos entre los mismos
individuos, generar sentimiento de pertenencia en base a una experiencia de vida comunitaria, más que
por una mistificación abstracta e idealista del lugar en el cual nos desplazamos. Así, cuando
repudiamos la violencia autoritaria que desmedra el desarrollo de los individuos, debemos hacerlo
desde sus preceptos más básicos: aquellos que configurar ideales y modos de ser que no atienden a sus
necesidades y/o se imponen jerárquica e injustamente, sobre otro grupo humano con determinadas
características (hablamos de la interseccionalidad en los discursos del poder, ya que también está
También tener en consideración que las manifestaciones frente a dichos regímenes no deberían ser
anuladas y/o rechazadas por ser violentas en sí mismas. Puede que lo sean, pero el pacifismo creo que
lograría poco y nada enfrentándose a un régimen que funciona a punta de fusil, por lo cual considero
muy pertinente un análisis contextual de aquellas manifestaciones catalogadas como violentas, ya que
al fin y al cabo están combatiendo aquel sistema que utiliza la violencia como su arma primordial y que