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El rol de la prensa
escrita en dictadura
Los casos de Tucapel Jiménez y Marta
Ugarte
06 - Agosto - 2019
En la primera categoría se encuentran periódicos tales como el Clarín, el cual contaba, al año
1972, con 220.000 ejemplares. También circulaban los diarios El Siglo (29.000), Puro Chile
(25.000), La Nación (21.000) y Última Hora (17.000), contabilizando un total de 312.000
ejemplares aproximadamente.
En cuanto a los periódicos de oposición, circulaban La Tercera (220.000), El Mercurio
(126.000), Las Últimas Noticias (81.000), La Segunda (55.000), La Tribuna (40.000) y La
Prensa (29.000), sumando un total de 541.000 ejemplares (CEME - Centro de Estudios
Miguel Enríquez - Archivo Chile).
Estas cifras indican un notorio predominio de los medios de oposición, gracias a una mayor
capacidad de circulación de sus diarios, respecto a la prensa pro gobierno. Toda la prensa,
hasta fines de los años sesenta, se mantuvo en general fiel a los cánones de una convivencia
política caracterizada por el respeto a las instituciones y a las reglas del juego democrático.
Sin embargo, en la medida en que la situación se fue polarizando y en que el desafecto al
sistema democrático fue creciendo, la prensa comenzó a abandonar rápidamente su tradición,
para hacer un tipo de entrega informativa maniquea, de barricada, injuria, insulto y de alto
compromiso ideológico (Bernedo, 2004).
Durante 1972 la situación del país empeoró progresivamente. Las descalificaciones entre
ambos bandos ideológicos se expresaron cada vez más explícitas en la prensa, pasando de las
injurias a las amenazas. La prensa de izquierda, que veía el golpe de Estado como inminente,
a comienzos de septiembre todavía tenía ánimo para burlarse de esa posibilidad: “Por la
revolución y la Patria Nueva, métanse el golpe en la cueva” (Puro Chile, 06/09/73). En la
madrugada del día 11 de septiembre de 1973, mientras comenzaban los movimientos de
efectivos de las fuerzas armadas para iniciar el golpe militar, El Siglo, reflejando el crítico
momento que vivía el país y también como una gran ironía del destino, salía a la calle con el
siguiente titular: “¡Cada cual en su puesto de combate!”. (Bernedo, 2004: 18)
En este sentido, es primordial explicitar qué se entenderá por dicha violencia política, donde
Pipe y Jorquera señalan: “Toda violencia está constituida por una dimensión política (...)
ocurren en el marco de acciones dirigidas a preservar, modificar, sustituir o destruir el
modelo de Estado o de sociedad vigente” (CINEP, & Justicia y Paz, 1996). La violencia
puede ser instrumentalizada tanto por el poder como por la resistencia, por lo que es posible
considerar entre las violencias políticas aquellas ejercidas desde el poder estatal en contextos
de disputa política. (Jorquera & Piper, 2018).
Se entiende, por lo tanto, que la violencia política ejercida en los casos a analizar a
continuación se enmarcan dentro del ámbito estatal con la finalidad de preservar el poder
vigente, respondiendo al contexto de dictadura que se vivía en la época donde acontecieron
las muertes de Tucapel Jiménez y Marta Ugarte.
La importancia de los casos a analizar es que uno de los asesinatos más significativos
ocurrido en la década de los 80, fue el del dirigente sindical Tucapel Francisco Jiménez
Alfaro, en un plan maquinado por la Dirección Nacional de Inteligencia del Ejército (DINE)
y ejecutado por oficiales del Cuerpo de Inteligencia del Ejército (CIE), el 25 de febrero de
1982. Este hecho conmocionó al país y a las esferas política y sindical, debido a la brutalidad
con la que el líder sindical fue asesinado y a los oscuros hechos que rodearon su desaparición
y posterior muerte.
La importancia que el líder sindical y presidente de la Asociación Nacional de Empleados
Fiscales (ANEF), tenía en el país, y su labor reagrupando y unificando sindicatos y
organizaciones de trabajadores, era vista con resquemor por los altos mandos y las entidades
de inteligencia de la Junta Militar.
Por su parte, el asesinato de Marta Ugarte -cuyo cuerpo fue encontrado el 12 de septiembre
de 1976 en la playa de La Ballena- en los Molles, destacó por su crudeza, por la forma en
cómo fue informado a través de la prensa -tergiversando totalmente la información- y porque
permitió a la opinión pública enterarse de una de las más crueles técnicas utilizadas por el
régimen de Pinochet para hacer desaparecer a detenidos: lanzar los cuerpos al mar amarrados
a un riel. Marta había sido militante del partido comunista y jefa provincial de la JAP en
Santiago, información que fue omitida cuando su muerte apareció en la prensa oficialista.
La investigación se desarrolla a través del enfoque cualitativo, ya que fue realizada a partir de
elementos del Análisis Crítico del Discurso (ACD). Nos basamos en Theo Van Dijk (2008)
para utilizar diversas categorías de análisis (tales como la presuposición, la omisión y la
lexicalización) que nos permitieran constatar la relación entre ideología y discurso.
La prensa ha sido uno de los dispositivos- bajo la lógica foucaultiana (Marroco, 2003;
Zamorano & Rogel-Salazar, 2013)- que diversas instituciones han tenido para poder mostrar
un punto de vista de carácter ideológico. Consideramos la ideología como “sistemas básicos
de cognición social: elementos organizadores de actitudes y de otros tipos de
representaciones sociales compartidas por los miembros pertenecientes a un grupo. Las
ideologías controlan, de manera indirecta, las representaciones mentales (modelos) que
están en la base y que conforman el contexto introducido en el discurso y en sus estructuras”
(van Dijk, 2008: 202). Al mismo tiempo, consideramos las funciones de la prensa en relación
a lo expuesto por Rodrigo (2005): hacer saber (informar), hacer creer (persuadir) y hacer
hacer (manipular), considerando esta última como la formación y/o modificación de
representaciones sociales compartidas como actitudes e ideologías acerca de temas sociales
relevantes, creando determinados modelos mentales (van Dijk, 2009). Por ende, la
manipulación, a diferencia de la persuasión, incluye poder y dominación de por medio. Dicho
esto, utilizamos la semántica del discurso, específicamente las estructuras proposicionales,
para identificar de qué forma la prensa se refería a ambos casos contemplados en la
investigación.
El Capitán Herrera le indicó a Tucapel Jiménez que se dirigieran a las parrilladas Pudahuel,
donde buscarían empleo como cocineros o mozos. Cuando llegan al lugar, Herrera le notifica
que son policías y que se encuentra detenido. Luego le indican que siga el camino
deteniéndose en el kilómetro 17 de la ruta 68, camino a Lampa, sector de “Noviciado”,
“entre los fundos Leonera y Peralillo.”(La Segunda, 26 de febrero de 1982. p.14.) En ese lugar,
el suboficial que iba sentado en el asiento del copiloto, bajó del vehículo y abrió el
portamaletas para disimular que buscaba algo. En ese lapso, Herrera retiró el cabezal del
asiento del conductor y disparó 5 tiros a la cabeza de Tucapel Jiménez, quien cayó hacia el
lado del copiloto. Posterior a esto, el suboficial que acompañaba a Herrera, procedió a
realizarle 3 cortes en la garganta a Jiménez con cuchillo. Luego de esto, sustrajeron el
taxímetro y algunos documentos personales. Se aseguraron de que estuviera muerto, y
abordaron el Peugeot 404 que los esperaba.
El día 27 de febrero de 1982, la noticia del asesinato de Tucapel Jiménez ya figuraba en los
titulares de la mayoría de los diarios del país. “Chile entero repudia el asesinato de
Tucapel”, “A bala y cuchillo murió T. Jiménez” y “Fue asesinado Tucapel Jiménez”
señalaron respectivamente La Tercera, Las Ultimas Noticias y El Mercurio.
El Mercurio indicaba que “el cadáver del presidente de la ANEF presentaba dos heridas de
bala y tres profundos cortes inferidos con arma blanca en el cuello”, y agregaba además que
“su licencia de conductor fue ubicada ayer en una calle de Viña del Mar”( El Mercurio, 27 de
Febrero de 1983. p.1). Se evidencia la falta de información respecto a las lesiones exactas que
había sufrido Tucapel Jiménez, así como también se aporta un antecedente clave; la licencia
de conducir encontrada en Viña del Mar. Esta información habría comenzado a esclarecer el
panorama del encubrimiento y posteriormente la utilización de un “chivo expiatorio” para
ocultar la responsabilidad de los agentes del Estado en el asesinato.
La Segunda, a su vez, indicaba que “la muerte de Tucapel Jiménez sería consecuencia de un
homicidio de carácter delictual, no conociéndose hasta entonces otras aristas.” Se recogen
además las impresiones de algunos personajes políticos y sindicales. “El nuevo presidente de
la ANEF, Hernol Flores señaló (…) “quienes mataron a Tucapel son enemigos de los
trabajadores. Sin duda es un crimen del extremismo político”, y “el presidente del Frente
Juvenil Andrés Chadwick (…) señalo asimismo “la insólita actitud de algunos dirigentes
sindicales que buscan aprovechar este alevoso asesinato para obtener beneficios
políticos”(La Segunda, 27 de Febrero de 1983). De esta forma, empieza a hacerse notar en la
opinión pública que el asesinato de Tucapel Jiménez era atribuido a opositores a la
organización sindical.
Esto nos hace más sentido entre la manipulación de la prensa de darle voz a Augusto
Pinochet y las intenciones de la Junta Militar en querer encontrar con “máxima celeridad” a
los responsables, sabiendo que los mismos gremialistas confirmaban que “habían recibido-
Tucapel Jiménez y Ernesto Vogel- comunicaciones anónimas con amenazas”. Si bien la
prensa le da la voz a los gremialistas para dar su opinión frente a lo ocurrido, podemos
entender bajo las macroestructuras que propone van Dijk (2008), como la focalización de
segundo término (se exponen los puntos de vista de los trabajadores únicamente después de la
focalización principal: las autoridades militares) que estas declaraciones no se exponen en el
corpus principal de la noticia, sino que es la tercera página de ésta.
Si bien existe una tribuna al dirigente gremial Rafael Cumsille, dicha focalización centrada en
la primera parte de la noticia nos hace preguntarnos ¿fue azarosa la elección periodística de
colocar a dicho dirigente en la primera parte de la noticia? Si hacemos una comparación, lo
que extrae el periodista de su entrevista son términos de “confianza en las autoridades” y un
excelso a la patria: “una situación como la presenta, que empaña la tradición de un pueblo
hermano amante de la paz, del derecho y de la convivencia”.
Esto puede ser entendido como una manipulación por parte de la prensa al rescatar ciertos
elementos de lo expuesto por un entrevistado, más que su opinión frente al asesinato mismo.
Lo podemos comparar con la referencia que hace de Manuel Bustos Huerta, presidente de la
cuestionada ‘Coordinadora Nacional Sindical’, sin personalidad jurídica y procesado por
´falsa representación de los trabajadores’, siendo la forma en que el periodista enuncia los
dichos de cada participante entrevistado es que podemos inferir una manipulación de
contenido como también el interés de focalizar las opiniones no contrarias a la Junta Militar,
así como tampoco de cuestionar las buenas intenciones del mismo por el asesinato de
Tucapel Jiménez.
La diferencia entre los periódicos radica, según nuestro análisis, en la postura de la prensa
respecto al acto, ya que La Segunda, al no exponer tanto lo dicho como los pasos a seguir por
la Junta Militar, así como tampoco la opinión del resto de los gremialistas, se supondría que
es una editorial más parcial a los actos y tan solo cumple con la función hacer saber
(informar) propuesta por Rodrigo (2005). Sin embargo, la omisión de ciertos hechos (van
Dijk, 2009) es un tipo de manipulación y podemos constatar que lo más objetivo que una
línea editorial exponga es también una postura ideológica frente a los sucesos.
El 9 de Agosto de 1976, Marta Lidia Ugarte Román, de 42 años, es detenida por agentes de la
DINA mientras se dirigía al médico por unas mordeduras de perro que había sufrido un par
de días antes. Su hermana dice haberla visto en un auto de investigaciones, sentada entre dos
agentes de civil con los ojos vendados.
La profesora universitaria, modista y miembro del Partido Comunista, fue llevada hasta La
Torre ubicada en Villa Grimaldi. Tras pasar ahí cerca de un mes siendo torturada física y
psicológicamente, Marta Ugarte y otros 7 detenidos serían trasladados a otro centro de tortura
ubicado en Los Andes, sin embargo, en el trayecto tomaron un desvío hacia el Comando de
Aviación del Ejército por orden del capitán Germán Barriga, jefe de la brigada “Purén” de la
DINA. (Marré, 2004)
Una vez en el lugar, los detenidos fueron formados para que posteriormente el doctor
Osvaldo Pincetti les inyectara, uno por uno, una sustancia que les provocaría la muerte. Al
cabo de unos minutos, los responsables guardaron los cuerpos desnudos atados a unos rieles
dentro de sacos de papas que serían cargados en un helicóptero “Puma” del Comando de
Aviación del Ejército. Sin embargo, al parecer Marta resistió la inyección colocada por
Pincetti, puesto que no estaba muerta pero sí adormecida. Al percatarse de esto, Germán
Barriga da la orden inmediata de sacarla del saco y asfixiarla con un alambre hasta matarla.
Cristian Álvarez, nombre de chapa del agente de la DINA que asesinó a Marta Ugarte, señala
en el testimonio que brindó al caso “Calle Conferencia”, que tras ejecutar la orden de Barriga
y cargar los cuerpos al helicóptero, se dirigieron al poniente para sobrevolar los mares de la
Quinta Región. En este lugar, por orden del piloto, Álvarez lanza al mar los cuerpos sin vida.
Esta declaración la hizo en 2005 al ser procesado por el juez Víctor Montiglio.
Por otro lado, en el intento por justificar las graves lesiones que manifestaba el cuerpo de
Marta, incluyen un apartado hablando de la principal teoría que manejaba la policía que
consistía en que “la muchacha fue atropellada en un sector de la carretera Panamericana
Norte.”
En el caso de El Mercurio, nos encontramos con un diario que hoy se entiende como un
importante instrumento político utilizado por la dictadura para manipular la información en
pos del encubrimiento de sus crímenes, y el caso de Marta Ugarte no fue la excepción. Con el
título de “Crimen en las playas de Los Molles”, el diario da a conocer la noticia de una
supuesta joven de 23 años que había sido estrangulada y abandonada en la arena. No
menciona las graves lesiones que aparecen en el informe Retting ni mucho menos que se
trataba de Marta Ugarte, miembro del comité central del Partido Comunista.
Consideramos tres noticias para realizar el análisis crítico del discurso respecto a lo dicho por
la prensa en el caso de Ugarte: “horroroso crimen: estrangulan con alambre a una bella joven”
(La Segunda, 13/09/1976); “escalofriante crimen cerca de La Ligua: ahorcan a una joven con
alambre” (La Tercera, 14/09/1976) y “estrangulan a hermosa joven” (Las Últimas Noticias,
14/09/1976).
En cuanto a la primera, a partir del titular en portada, vemos una lexicalización al enunciar
“una bella joven”, exponiendo características innecesarias a una víctima de un caso de dicha
magnitud. En el cuerpo de la noticia podemos inferir el porqué de la lexicalización
previamente expuesta: dar una presuposición de que el asesinato fue de carácter “pasional”.
De la misma manera, adelantarse a la edad de la víctima- que al reconocer el cuerpo sabemos
que no corresponde la edad- también es querer fomentar la presuposición de acto pasional al
ser una mujer de 23 años de edad: “según la información brindada por carabineros, el
cuerpo corresponde al de una mujer de aprox. 23 años, muerta a causa de estrangulamiento.
Detallan que fue, al parecer, víctima de un crimen pasional”. La juventud y la belleza son
léxicos que contribuyen a una conformación de sentido en torno a la víctima: una mujer que
difícilmente moriría en otras circunstancias ajenas a las obsesiones de algún hombre,
presuponiendo que el asesinato fue por motivos “personales”, “pasionales”, ajenos al impacto
público.
Al día siguiente, La Tercera también emite una noticia con contenidos similares: se destaca la
edad y la apariencia física de la víctima. Como pudimos constatar en la información sobre el
caso, Marta Ugarte tenía 42 años al momento de su muerte, por lo tanto, si bien no se supo
con exactitud al momento de encontrar el cadáver, los medios insistieron en que se trataba de
una joven, lo cual consideramos como una manipulación en torno a los hechos: no solamente
se informó lo ocurrido, sino además se indujo (sin las pruebas necesarias) a comprender de
qué trataba la situación.
Además, podemos inferir que la presuposición de ser el caso de una mujer “joven” y el lugar
de encuentro tiene como objetivo crear una relación con el femicidio del cual fue víctima la
alemana Christa María Olivia Mock Brettner (26) a través de una similitud de características:
ambas mujeres “jóvenes, bellas y semidesnudas”: se busca afanosamente a un desviado
sexual, a un débil mental, como autor de este asesinato. La relación fomenta en el imaginario
social una credibilidad en el primer acercamiento: un crimen amoroso, cuando las
características de ambas no se parecen en la objetividad (diferencias etáreas y
circunstanciales entre los casos).
Las Últimas Noticias reprodujeron los elementos expuestos hasta ese entonces. El mismo día,
el diario titulaba: “Estrangulan a hermosa joven”, reforzando así la consistencia de
relacionarlo con un crimen “pasional”. El periodista Pablo Honotaro, encargado de cubrir el
caso, también lo relaciona con el de Mock Brettner, asegurando que “probablemente fue
cometido por “un maniático sexual” y se piensa que la víctima es una estudiante de la
capital”. Además, recalca que es un sector donde esos crímenes son habituales, contando el
caso de una profesora alemana que fue violada y estrangulada por un pescador tiempo antes.
La presuposición de los actos crea una nebulosa en la audiencia y es aquí donde podemos ver,
nuevamente, la manipulación de la prensa por ocultar el asesinato de Marta Ugarte, un error
por parte de los agentes de la dictadura militar que evidenció las represalias de éstos frente a
los opositores al régimen.
CONCLUSIONES Y PROYECCIONES
En cuanto a los objetivos planteados para esta investigación, encontramos que los discursos
entregados por la prensa al momento de comunicar los crímenes cometidos van siempre de la
mano con la intención de desviar el verdadero motivo de asesinato. Por un lado, encontramos
que en ambos casos se hizo un esfuerzo por manipular evidencias, entregando datos poco
certeros sobre cómo sucedieron las cosas, cuál fue el contexto en el que se produjeron los
hechos, en el caso de Marta Ugarte nunca se dio a conocer una identidad verídica y concreta
de quién era la mujer encontrada con claros signos de tortura. Lo mismo sucedió con Tucapel
Jiménez, desviando los hechos al publicar que su muerte habría sucedido en el contexto de un
asalto del que habría sido víctima el líder sindical. En ambos casos se pretendió restar
importancia a los hechos y comunicarlos como sucesos bastante comunes y no como los
crímenes planificado y violentos que fueron.
Por otro lado, nuestro tercer objetivo específico hace referencia comparar y contrastar las
noticias entregadas por la prensa con la información levantada en los informes emitidos
durante la transición a la democracia sobre los crímenes y las violaciones a los derechos
humanos cometidas en dictadura. Esto nos permitió reafirmar la existencia de una
manipulación de la información difundida a nivel de masa por los periódicos ya que en
ninguno de los casos estudiados concuerda la información entregada.
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