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Viernes 21 de Octubre de 2016

La Argentina, en el ojo del Cambio Climático

Por su posición geográfica y estructura productiva, es una de las naciones más afectadas por el cambio climático.

Inundaciones y sequías le cuestan al país casi un punto del PBI, según estimaciones del Banco Mundial.

por M. GABRIELA ENSINCK

Inundaciones en la zona central del país, sequías más prolongadas en Cuyo, lluvias intensas y tornados más

frecuentes en el Norte y el Litoral, epidemias de dengue y zika en los principales centros urbanos, retroceso de los

glaciares patagónicos, acidificación y aumento del nivel de los océanos, pérdida de zonas costeras en la provincia de

Buenos Aires… son algunas de las consecuencias visibles del Cambio Climático en el país. Si bien es un fenómeno

global, sus impactos son locales, así como las estrategias de mitigación y adaptación para hacerle frente.

Por su situación geográfica y estructura productiva, la Argentina es uno de los países más afectados por el

calentamiento global. De acuerdo al informe "Modelos Climáticos" desarrollado por el Centro de Investigaciones del

Mar y la Atmósfera (CIMA-Conicet), en los últimos 50 años el aumento promedio de las temperaturas en el país

alcanzó medio grado, pero en la Patagonia superó 1°C.

Según datos del Banco Mundial, las inundaciones son el principal riesgo climático argentino, ya que afectan a la

pampa húmeda, la zona con mayor concentración poblacional y de actividades productivas. En años de lluvias

intensas, como el 2012 y el 2015, los anegamientos se llevan hasta un punto del PBI.

La emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI, de los cuales el dióxido de carbono CO2 es el más común, pero no

el único) es la principal responsable de este desequilibrio. El nivel actual de GEI en la atmósfera es de 400 ppm

(partes por millón), cuando antes de la revolución industrial era de 280 ppm, según datos del Panel

Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).

La Argentina aporta menos del 1% de las emisiones totales de gases de invernadero. Sin embargo, al contabilizarlas

per cápita, su contribución es similar a la de Suecia. Los sectores que mayores emisiones generan son Energía y

Transporte (43%) y Agricultura, Ganadería y cambios de uso del suelo (49%), según datos del ministerio de

Ambiente.

Efectos visibles

"Las tendencias de cambio climático en los últimos 50 años muestran una mayor frecuencia de olas de calor en el

Norte y Este del país, y una disminución de las heladas en la Patagonia", destaca Carolina Vera, investigadora del
CIMA y miembro del IPCC. "También hubo un aumento de las precipitaciones intensas en la zona Centro y Este, y

mayor sequía en el Noroeste y la Patagonia", apunta.

"En el Cono Sur, el calentamiento global se combina con el debilitamiento de la capa de ozono, lo que exacerba los

fenómenos climáticos", apunta Pablo Canziani, investigador principal del Conicet en la Facultad Regional Buenos

Aires de la UTN. La suba del nivel del mar es uno de los efectos más preocupantes. En la Bahía de Samborombón,

donde confluye el Río de la Plata con el océano Atlántico, el mar se elevó 25 centímetros y se estima subirá casi un

metro para finales de este siglo. "La costa está retrocediendo, especialmente en la zona de General Lavalle, San

Clemente y hasta Quequén", describe.

Al mismo tiempo, los océanos, que hoy son considerados "bosques azules" por su cualidad de absorber gases de

invernadero, están perdiendo esta capacidad al calentarse y volverse más ácidos. Según el informe del Banco

Mundial "Desarrollo con menos carbono: respuestas Latinoamericanas", el cambio climático provocará un menor

rendimiento de cultivos tradicionales como trigo y maíz, y un aumento del rinde de variedades genéticamente

modificadas de soja.

"La clave está en la adaptación", sostiene Canziani, que es autor de un estudio sobre nuevos escenarios para el

cultivo de vid y olivares en la Patagonia. "En un escenario moderado, el cambio climático puede ser una oportunidad

de expandir la frontera vitícola, diversificando varietales", asegura.

Un falso dilema

De acuerdo al informe Stern sobre la Economía del cambio climático, publicado en 2007, por cada dólar invertido en

mitigación y adaptación, se ahorran entre u$s 5 y 20 de pérdidas. Los países considerados "de ingresos medios",

como la Argentina y la mayoría de los de América latina, son los que mayor riesgo enfrentan, ya que tienen más

infraestructura expuesta y menor previsión en la mitigación de su impacto.

"Hay un falso dilema entre desarrollo con aumento de las emisiones o menos desarrollo para bajar las emisiones",

destaca Alieto Guadagni, economista y miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente.

"Es posible, mediante innovaciones tecnológicas y reformas institucionales, aspirar a un planeta con crecimiento

(esencial para bajar la pobreza) y menos emisiones contaminantes", asegura. El actual modelo económico, basado

en combustibles fósiles,"deberá ser sustituido por otro con nuevas energías limpias y mayor eficiencia energética",

apunta el ex secretario de Energía. "No ha concluido aún la era de los combustibles fósiles nacida a fines del siglo

XVIII, nunca hubo tanto petróleo y gas como hoy. Sin embargo, los flujos de inversiones ya comienzan a orientarse

hacia las nuevas tecnologías y la eficiencia energética. Esto impulsará nuevos sectores productivos", afirma

Guadagni.
Entre las propuestas que enumera el ex funcionario se cuentan: inversiones en energías renovables, modernización

del transporte público y priorización de la vía ferroviaria y fluvial para el transporte de cargas, impulsar la eficiencia

energética en la industria, nuevos códigos de edificación que aseguren la aislación térmica y el etiquetado para

artefactos energéticamente eficientes.

También señala que "en el mundo se está debatiendo un impuesto al CO2, que ya ha sido implementado por

alrededor de 40 naciones. Creo que es un tema que debería debatirse en breve en el país", sostiene Guadagni.

Un acuerdo bisagra

El acuerdo climático de París, firmado en diciembre del año pasado por 195 países, "significó un enorme avance en

las negociaciones internacionales tendientes a frenar el aumento de la temperatura media global", evalúa Carolina

Vera, del CIMA. Por primera vez, luego del fracaso del Protocolo de Kioto, todos los países firmantes (y no sólo los

industrializados) se comprometieron a reducir sus emisiones de gases GEI, según metas voluntarias llamadas

"contribuciones nacionales determinadas", o INDC por sus siglas en Inglés.

El compromiso firmado en la capital francesa estipula que se mantendrá el aumento de la temperatura media mundial

por debajo de los 2°C respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento a 1.5°

C -algo que piden los países insulares, que están en riesgo de desaparecer por la suba del nivel del mar-.

"La meta es exigente, ya que requiere que dentro de 20 años estemos emitiendo un 30% menos de CO2 que hoy",

dice Guadagni." Como para entonces tendremos 1400 millones más de habitantes y el PBI será el doble del actual,

se trata de reducir las emisiones contaminantes por unidad de PBI en más de un 65%".

En la cumbre de París, la Argentina se comprometió a reducir sus emisiones un 15% hasta el 2030 en base a

recursos propios, y otro 15% si accede a financiamiento. Este compromiso fue calificado como "poco ambicioso" por

varios especialistas -entre ellos Guadagni-, destacando que "si todos los países hubiesen presentado una oferta

similar, la temperatura mundial subiría 4°C".

"Lo que se firmó en París fue un acuerdo marco -destaca Carlos Gentile, subsecretario de Cambio Climático del

ministerio de Ambiente-. En la próxima cumbre de Marruecos se discutirá la "letra chica", y llevaremos un

compromiso más proactivo", adelanta.

Por lo pronto, la cartera comandada por el rabino Sergio Bergman está trabajando junto a otros 11 ministerios que

conforman el "gabinete climático", en una propuesta superadora que incluya además un "plan nacional de respuesta"

a la crisis ambiental.
Nuevos ríos: otras sorpresas que trajo el cambio climático en la Argentina

En zonas de San Luis y Córdoba, donde no había señales de actividad hídrica en sedimentos en 28.000 años,
surgieron al menos seis cuencas; el Nuevo "nació" en 1985 y causa destrozos

Nuevos ríos: otras sorpresas que trajo el cambio climático en la Argentina. Foto: LA NACION / Diego Lima
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Gabriela Origlia
PARA LA NACION
MARTES 06 DE JUNIO DE 2017

CÓRDOBA.- El río Nuevo es el más joven del país: tiene 32 años. Irrumpió de la nada y alarmó a los habitantes del

noroeste de San Luis. Hace unos 18 meses surgió el arroyo La Paraguaya, más al Oeste, ya en territorio cordobés.

Para los expertos, es un "llamado de atención" sobre el impacto del desmonte.

Durante 28.000 años no había habido rastros de agua en la región. Desde mediados de los 80, en la zona límite entre

San Luis y Córdoba se formaron seis cauces, de los cuales el Nuevo es el más espectacular. Los expertos piden

repensar la infraestructura de la región.

Es urgente pensar en la adaptación de la región ante el desequilibrio hídrico

El Nuevo apareció en 1985, en la zona noroeste de San Luis, ubicada entre El Morro y la ciudad de Villa Mercedes. E

inundó los campos de la zona de Juan Jorba, donde hay unos 500 habitantes, incluidos los del área rural.

En 2005 causó destrozos y cortó las rutas nacionales 7 y 8 (claves en la comunicación del Mercosur) y anegó unas

220.000 hectáreas, con viviendas que cedieron, cosechas perdidas y animales muertos.

El arroyo La Paraguaya apareció sobre la superficie el 25 de noviembre de 2015 y empezó a marcar su cauce sobre los

campos. Por aquellos días también cortó la ruta nacional 8 y complicó la cotidianidad de los vecinos de Chaján,

ubicado 290 kilómetros al sur de la capital cordobesa, en el departamento de Río Cuarto.


Esteban Jobbagy, ingeniero agrónomo investigador del Conicet, subraya a LA NACION que el río Nuevo ofrece "un

reloj" que la Argentina no tenía. Se refiere al corte de sedimentos que muestran que en 28.000 años nunca hubo

actividad hídrica como la actual en la región.

¿Por qué el fenómeno se registra en esta región? El geólogo Oscar Barbeito -autor de una investigación sobre este

tema para el Instituto Nacional del Agua (INA)- apunta que es una zona de dunas, de antiguos depósitos eólicos que

actúan tapando la red de escurrimiento. Son de un estadio climático "anterior", de unos 1000 años. Esas

características del ambiente geomorfológico determinan una respuesta "muy rápida" al aumento de la humedad.

¿Por qué los ríos aparecen recién ahora? Para Esteban Jobbagy, ésa es la clave. Hay tres factores que inciden en estas

"rarezas": terremotos, períodos de lluvias excepcionales y cambios en la vegetación. "Es poco probable que los dos

primeros no se dieran nunca en 28.000 años. Lo nuevo es el desmonte, el uso de la tierra."

La región -una franja semiárida de montes y pastizales- hasta hace unas décadas era riesgosa para la agricultura por

las sequías. Se hacían cultivos de baja inversión por temor a las pérdidas. La siembra directa implicó un cambio

significativo y mejoró los rendimientos.

"No nos imaginábamos que, por su efectividad, la siembra directa es conservadora en el uso de agua por lo que hace

falta una vegetación que absorba la humedad. El desmonte cambia la relación de evaporación, nada absorbe el agua

subterránea", indica Esteban Jobbagy, que colaboró con el documental científico Río Nuevo, elaborado por la

Universidad Nacional de San Luis.

Los cañadones que se abrieron con los nuevos cauces no desaparecerán y la estimación es que seguirán creciendo. No

hay señales de que el proceso vaya a detenerse incluso sin lluvias excepcionales. En sus orígenes, el río Nuevo no

llegaba a salir de la cuenca de El Morro, moría sin conectarse con otro curso de agua; hoy ya alcanza el Quinto, que

desagua en la llanura pampeana.

Cauce hondo

El Nuevo se extiende 47 kilómetros, tiene un cauce hondo y en su naciente -en el cerro de El Morro- no deja de

sumar efluentes. "Las incisiones se abren en la tierra, pero ninguna fue tan brutal e hizo tanto daño como el Nuevo",

agrega Esteban Jobbagy.

Poco antes habían "nacido" el Zanjón Negro y La Guardia. El proceso avanza de Este a Oeste; después del Nuevo fue

el turno de El Quebrachal y La Paraguaya, todos similares en su formación.

Esteban Jobbagy y Oscar Barbeito insisten en que, en otro paisaje, el sobrante de agua se convierte en una

inundación; en esta región los terrenos son más inclinados y en el basamento hay rocas. "La irrupción nos alivia de

bastantes anegamientos y salinización, pero genera otros problemas", describe el investigador del Conicet.
"Es un fenómeno muy particular en el que coinciden un ambiente geomorfológico especial y propicio y el desmonte -

aporta Oscar Barbeito ante la consulta de LA NACION-. No podría definir cuál tiene más peso; las napas freáticas

están en la superficie y van aflorando." De hecho, hay áreas donde el suelo se mueve como si fuera una lona

cubriendo una pileta.

Rodolfo Gil, especialista en Suelos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Castelar, sostiene que

"con un solo cultivo al año no se alcanza a extraer el agua que se sacaría con el ciclo natural". Si a ese manejo se le

agrega el factor "relieve, que canaliza y concentra el exceso hídrico, tenemos ríos en superficie".

Los expertos consultados por LA NACION advierten que no hay una obra ideal para solucionar el fenómeno de la

irrupción de cuencas hídricas, por lo que hay que diseñar una infraestructura flexible.

"No hay que pensar en un megapuente, sino en un badén que permita su limpieza rápida; hay que establecer caminos

alternativos", grafica Esteban Jobbagy.

Como regla práctica general indica que las vías deberían ir de Norte a Sur y no de Este a Oeste, como avanzan las

cuencas nuevas. "Lo que está en juego no son solamente los campos, sino toda la logística de las rutas nacionales 7 y

8; hay que desarrollar planes de contingencia", añade el investigador del Conicet.

Estela Acosta, jefa comunal de Juan Jorba, menciona que en su localidad lograron que se les acondicionara un

camino alternativo de 14 kilómetros porque en las crecidas del Nuevo quedan aislados por los cortes de rutas.

Su par de Chaján, Ricardo Reynoso, insiste en que el arroyo La Paraguaya no baja su caudal y cuando crece corta la

ruta nacional 8: "Se lleva el terraplén como si nada. Estamos esperando que se termine la obra de una alcantarilla

doble que reemplazará el puente hasta que se defina el recorrido del agua".

Estela Acosta admite que se empezaron a tomar medidas persuadidos de que tendrán que convivir con una nueva

geografía en la región. La ley de emergencia hídrica de San Luis hace hincapié en el manejo de suelos por parte de los

productores. "A 150 [productores] con menos de 200 hectáreas se les dio la asistencia de ingenieros agrónomos;

están obligados a que el 5% de la superficie sembrada debe ser forestada", dice la jefa comunal de Juan Jorba.

Se proyecta que en la zona se requieren unos cinco millones de árboles y de cultivos de cobertura (protegen el suelo

de la erosión) para que absorban el agua. El fenómeno de irrupción es por sapping, agua que cava desde abajo hacia

arriba. "Llevará tiempo, pero trabajamos para prevenir que se repita lo que ya nos pasó", añade.

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