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CRISIS DE LA
CIENCIA PENAL
TESIS DE GRADO
MCMXVII
AGUILA NEGRA EDITORIAL
BOGOTÁ
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CRISIS DE LA
CIENCIA PENAL
TESIS DE GRADO
MCMXVII
AGUILA NEGRA EDITORIAL
BOGOTÁ
Rector de la Facultad, Dr. D. Antonio José Cada vid_
Consejo de examen:
Vista.
El Presidente de tests,
l. C. f. Armaod Julio.
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Quetelet, a quien se juzga como el primer sociólogo
criminalista, estableció la ley térmica de la delincuencia j
y Gall con sus estudios sobre frenologla dieron copioso
aporte a la escuela que estamos historiando. Sabios pro-
fesores que se dedicaron al estudio de la enajenación men-
tal llegaron en épocas pretéritas a la conclusión de que la
ausencia de remordimientos es la anomalía más caracte-
rlstica del delincuent~ nato. Entrt esos profesores eminen-
tes no podemos menos de citar :J. Pinel, Esquirol, Falret y
Morel, quien señalando los distintivos fisicos, intelectuales
y morales de los degenerados decia: «Los tipos extraor-
dinarios y desconocidos que pueblan las prisiones, nada
tienen de extraordinario ni de desconocido para los que
estudian las variedades de la eSJecie humana por su lado
pslquico y por su lado moral. Esos tipos per~njfican las
degeneraciones de la especie; r la enfermedad que les da
sér constituye para las sociedades modernas un peligro
mayor que lo fue la invasión Je los bárbaros para las so-
ciedades antiguas:>.
«Encargado del manicomio de Pessaro el año 1871,
empezó César Lombroso sus estudios de antropologla y
psiquiatria y desde entonces hasta el 19 de octubre de
1909, fecha en que murió repentinamente en Turín, perse-
veró en sus investigaciones predilectas. Expuso el fruto
de ellas en su cátedra de psiquiatrla en Pavla y como pro-
fesor de medicina legal, de hig,ene y de antropología cri-
minal en la ciudad de Turin. No es dable pasar etrevista
los múltiples trabajos de Lombroso que fue autor muy fe-
cundo y que dio principio a su:~publicaciones cuando ape-
nas contaba diez y siete años de edad:> l.
Juntamente con Lombroso es indispensable mencionar
a los notables expositores de Ciencia Penal, Enrique Ferri
y Rafael Garofalo, el primero !:ociólogo y el segundo ju-
risconsulto que dieron con sus publkaciones poderoso im-
EL DELINCUENTE
***
He afirmado, en lo que ante'~ede, que el tipo criminal
~ebe existir; como consecuencia lógica de esta afirma-
ción es imprescindible proceder a la determinación de las
varias clases de delincuentes. Juzgo que a pesar de las
varias clasificaciones que respl~cto de los criminales han
dado los partidarios de la escuela antropológica, su dis-
crepancia en nada afecta la par:e esencial de ella y basa-
do en esta opinión acojo la dada por el ilustre profesor de
la Universidad de Pisa, Enricc Ferri, que es la siguiente:
La Delincuentes locos o semilocos.
2.a Delincuentes natos.
3." Delincuentes habituales.
4." Delincuentes de ocasión.
5.8 Delincuentes pasionales.
En la primera categoría, se comprenden todos aquellos
individuos afectados de una enfermedad mental, que, efec-
to de la misma, delinquen y re a:izan con frecuencia hechos
atroces, los impulsivos, los epilépticos y los llamados mat-
toidi por Lombroso. El crimen es en ellos consecuencia
de su enfermedad. A veces como sucediera al desgraciado
Morillo, ideas extrañas, nacida:J en su mente trastornada,
llegan a apoderarse de su pensamiento; con ellos va do-
quiera su alucinación que les manda matar, destruir, lavar
con sangre alguna afrenta imaginari~ Y"'ftlatan y destru-
yen por cumplir el mandato de aquel fantasma, sin otra
realidad que su locura, y tras el crimen duermen satisfe-
chos y tranquilos, cual si mediante el crimen su concien-
da se descargase de algo hom~ndo, como si hubieran rea-
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**.
En la segunda categoría, loS delincuentes natos, están
comprendidos todos aquellos criminales incorregibles,
pervertidos hasta ellfmite mismo de la perversión, sin sen-
tido moral y sin conciencia, frecuentemente caracteriza-
dos por las anomaHas ya descritas, que no hallan nada
bajo, nada odioso, nada infame, con tal que satisfaga sus
apetitos y sacie sus deseos o pueda procurarles algún lu-
1. Psicologia Patológica de la Emotividad y de la VolulIÚld. D. Garda
WásQuez.
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*.*
Descendiendo un grado más en la escala de la delin-
cuencia, se tropieza con el crimina. de ocasión. «Ya que
en la naturaleza no existen distinciones absolutas, la di-
ferencia fundamental entre el delincuente de ocasión y el
delincuente nato, está en que para éste el incentivo ex-
terno no tiene importancia ninguna con relación a su ten-
dencia interna criminal, la cual por s' misma tiene una f:.ter-
za centrffuga, que obliga al individuo a buscar el delito y a
cometerle; mientras que en los delincuentes de ocasión
existe más bien una debilidad de r:sistencia a los incen-
tivos externos a los que corresponde por tanto, la mayor
fuerza determinante~ l.
Es cierto que esta misma debilidad se nota en el de-
lincuente habitual, en él es aún más pronunciada, y robus-
teciéndose con la práctica del cri!TItO que va atrofiando su
conciencia y reforzando sus instint·)s de maldad, llega a
hacer de él un sér incorregible. Er todo caso, paréceme,
que la separación del delincuente ocasional y el delincuen-
te habitual, sólo atendiendo a los hechos, puede hacerse.
1. c. f. Ferri, op. cit., página 179.
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Quien delinquió una vez sin rebelar en su delito extraor-
dinaria perversidad y fue empujado hasta él por causas
poderosas, ese es un delincuente de ocasión; mas si el
presidio le envilece; si al salir de él, la sociedad le niega
un puesto en que vivir honradamente; si en lugar de edu-
carie le desprecia; si en vez de alientos le procura esco-
llos en las luchas por la vida, y abandonado, solo, sin ho-
gar y sin pan, vuelve al abismo que ya una vez cruzó,
para hacer de él por siempre su morada, el delincuente
ocasional se ha convertido en delincuente habitual .
•• *
La última categorla, los delincuentes pasionales, varie-
dad de los delincuentes de ocasión, que sin embargo tiene
grandes puntos de contacto con el grupo de delincuentes
locos.
En esta clase de criminales, puede decirse que los ins-
tintos de maldad no existen, ni las ocasiones que ordina-
riamente dan margen a la delincuencia ejercen grave innu-
jo. Son seres intachables en su conducta, pundonorosos
hasta la exageración, pero dotados de una sensibilidad
extraordinaria, de un temperameto muy dado a la pasión
y capaz de estallar en violentos arrebatos de cólera, de-
linquen, en un instante de exaltación y de acaloramiento,
ante el amor contrariado, o la honra calumniada, y co-
giendo un puñal o una pistola, hieren cara a cara a su ene-
migo, para después volver contra sí mismos, en multitud
de casos, el arma ensangrentada, y arrepentirse de su ac-
ción y no volver jamá'; a realizar ninguna que se le ase-
meje.
Bajo un punto de vista, son por cOn!~iguiente verdade-
ros delincuentes ocasionales. Sin la ocasión que determi-
ne el estallido impetuoso de su temperamento; sin la mu-
jer que arrastra su honra por el lodo y. paga con infamias
o con burlas la adoración de que es objeto; sin el procu
insulto que hace subir al rostro oleadas de sangre y sacu-
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Algunas palabras sobre los factores, miseria e igno-
rancia.
Los factores del crimen para el socialismo se reducen
a uno, el económico; cámbie~;e, dicen, nuestra absurda
desigualdad social; caigan a tierra las desigualdades exIs-
tentes; suprfmase, en una palabra, el malestar económico
que aflige a nuestras clases bajas; llévense al campo de la
vida y de la realidad nuestra~; teorías, y este triste fenó-
meno social que se llama delito, habrá dejado de existir.
Vamos por partes: en primer lugar, el crimen no es
patrimonio exclusivo de ninguna clase de la sociedad; en
segundo término, preciso es distinguir entre delitos y de-
litos, y además, en todas las esferas y en todas las capas
sociales, el numeroso grupo de los hombres honrados,
atestIgua que es posible vellcer las atracciones del am-
biente.
Pero, de todos modos, ¿ y los delitos cometidos por
esas otras clases de la sociedad, por los afortunados, por
los poderosos, por los que nada necesitan ni son vfctimas
de ninguna opresión? ¿ Qué razón económica, qué des-
igualdad irritante, qué privikgio odioso les produce?
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•••
La ignorancia y la miseria son dos males que viven
casi siempre estrechamente unidos, y por lo tanto si el de-
lito no es exclusivo patrimonio de las clases pobres, tam-
poco lo será de las clases iletradas. Y sin embargo, todos
esos teorizantes penalistas que p¡:etenden conservar sin
cambio ni mudanza alguna la ciencia de los delitos y las
penas, piden que se difunda la instrucción para acabar con
los delitos, gritando ufanos a los vientos todos: «por cada
nueva escuela que se abre, se c:.erra una prisión» ; y no re-
paran que presidios y cárceles se llenan de bote en bote
en nuestros días, aun cuando a cada instante sea mayor el
número de escuelas.
La consecuencia forzosa y obligada de la falta de ins-
trucción, es la ignorancia, como la consecuencia forzosa y
obligada de la falta de moral dad, e's el vicio y con fre-
cuencia el crimen; pero estas cos esferas de la moralidad
y la cultura, son tan perfectamerIte autómatas, tan por com-
pleto independientes una de oira, que a nadie extraña ha-
llar un hombre virtuoso, que ir.splra sus acciones todas en
la honradez más pura y acrisolada, careciendo hasta de
aquella instrucción más elemental, ni otro por el contrario
i1ustradisimo, repleto de vicios y maldades.
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