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Sinopsis

Cuando la carismática novia de Alix, Swanne, muere por un repentino


problema cardíaco, Alix es invadida por la desesperación. Mientras revisa
la habitación de Swanne en busca de recuerdos de su relación, encuentra
el celular de Swanne, lleno de una docena de mensajes enviados por un
contacto misterioso, L.T.

El mensaje más reciente lee: "Por favor dime lo que hice. Por favor,
Swan. Te amo. I love you".

Sorprendida y traicionada, Alix descubre que Swanne ha estado


llevando una vida doble: saliendo en secreto con una chica llamada Liana
todo el tiempo que estuvo con Alix.

Alix le responde a Liana desde el celular de Swanne para reunir


información antes de finalmente conocerla de frente para darle las
noticias.

Unidas por las mentiras de Swanne, Alix y Liana, se vuelven más


cercanas de lo que creyeron posible. Pero Alix le sigue ocultando la verdad
a Liana.

Alix sabe lo que se siente que le mientan, pero ¿confesar todo con Liana
significará que también la perderá?
Indice
Sinopsis Capítulo 15

Capítulo 1 Capítulo 16

Capítulo 2 Capítulo 17

Capítulo 3 Capítulo 18

Capítulo 4 Capítulo 19

Capítulo 5 Capítulo 20

Capítulo 6 Capítulo 21

Capítulo 7 Capítulo 22

Capítulo 8 Capítulo 23

Capítulo 9 Capítulo 24

Capítulo 10 Capítulo 25

Capítulo 11 Epílogo

Capítulo 12 Sobre la autora

Capítulo 13 Staff

Capítulo 14 Créditos
Esto está dedicado a los que amo
Capitulo I
Corregido por Pily

Un terremoto sacude la tierra bajo mí y nado a la consciencia, buscando


un agarre. La voz de mamá se filtra en mi estado de sueño.

—¿Alix? ¿Cariño?

Mis párpados se abren a la tenue luz del amanecer asomándose a través


de la cortina de mi ventana.

—¿Alix? —repite.

Ruedo y el reloj aparece en mi enfoque: 6:08. La alarma está


programada para sonar en siete minutos. ¿Por qué me está despertando?

Una sombra oscurece el umbral. Papá. Mamá está sentada en la cama


junto a mí. Recibo la sensación de intranquilidad y me empujo sobre mis
hombros.

—¿Qué está mal?

Mamá toma mi mano entre las suyas.

—Ha habido un accidente. —Mira sobre su hombro a papá. Para mí


continúa—: Una tragedia.

Mi estómago cae.

—¿Es Ethan?

—No. Ethan está bien —dice mamá.

Dejo salir un suspiro de alivio. En Navidad, justo luego de cumplir cinco


meses de edad, él cayó con una seria tos. Fue lo suficientemente serio
como para que mamá lo internara en el hospital por dos noches.

Papá entra a mi habitación y se sienta en el pie de la cama, frotando mi


tobillo expuesto. Es raro. Rara vez me toca.
—Es Swanee —dice mamá—. Estaba afuera corriendo esta mañana y
colapsó. Para cuando la encontraron, se había ido.

—¿Se había ido? ¿Qué significa eso?

—Tuvo un problema cardíaco repentino —contesta mamá—. Lo siento


mucho.

—No —replico.

Mamá presiona mi mano entre las suyas.

—No hay nada que nadie pudiera haber hecho.

—Yo podría. Sé primeros auxilios. Me enseñaste.

Sacude la cabeza.

—Un amigo mío en la escuela de medicina murió de lo mismo. Estaba


jugando futbol, ni siquiera corría, solo estaba de pie esperando por la bola
cuando su corazón falló. Se le dio RCP1 en el lugar, pero ya era muy tarde.

—No. —Escucho mi voz lejana—. No, no, no.

Mamá me acerca y me abraza, y entonces el grito aumenta de volumen


en mi cabeza: NO NO NO NO NO.

Tengo que ver a Swan. Llegar a su casa y hablar con ella. Necesito
abrazarla, sentir sus labios en los míos, su deseo pulsando a través de mí.
Hoy es el día que le diré que estoy lista. Ha sido tan paciente conmigo
mientras he estado trabajando con mi miedo. La frustraba. Lo sé. Pero
ahora estoy lista para llevar nuestra relación al siguiente nivel. “No más
espera”, le susurraré al oído tan pronto como la vea.

Mi cabeza está nublada y mi boca se siente llena de bolas de algodón.


Mamá y papá se van de mi habitación, por lo que me arrastro fuera de la
cama y me tambaleo hasta el baño. Inesperadamente, vomito. Nada en mi
estómago. Tengo tres arcadas secas más.

Me siento tan débil que apenas puedo sostener el cepillo de dientes, pero
de alguna forma logro lavarme los dientes y abrir la ducha. Estar de pie
bajo la relajante agua me hace sentir mejor. Más alerta.
1
RCP: Resucitación Cardio-Pulmonar.
Me visto con jeans y una camiseta de mangas largas y luego tomo mi
mochila y las llaves del auto de papá para ir a la casa de Swan. El cuerpo
de mamá crea una barricada en la puerta al garaje.

—¿A dónde vas?

—A la casa de Swanee. Vamos a hacer snowboard en Keystone hoy. Te


lo dije. —Se lo dije la semana pasada. Ya es febrero, y solo hemos ido a las
pendientes tres veces este año. La primera vez durante las vacaciones de
invierno, cuando Swanee y yo oficialmente nos convertimos en una pareja.

—Cariño, Swanee se ha ido. Y hoy es domingo.

¿Domingo? No, es sábado.

—Voy tarde. Queríamos empezar temprano para poder llegar antes de


que las filas fueran muy largas. Le diré a Jewell y a Asher que me sigan de
regreso a la casa para poder dejar el carro de papá, ya que ellos también
vienen…

Mamá aferra mi brazo.

—Jewell y Asher necesitan planear el funeral. No puedes ir ahí.

Aparto a mamá, con fuerza.

—Sí, puedo. —Ella enreda su pie con el tapete y se tropieza de espaldas


contra la lavadora.

—¡Alixandra! —Me sigue al garaje, favoreciendo el tobillo que se dobló al


tropezar—. No vas a ir. Necesitan estar entre familia ahora.

—¡Yo soy familia! —grito. Un hechizo de mareo me hace sujetarme al


Prius de papá.

—No estás en condiciones de manejar —dice mamá—. Dame las llaves.

Entonces se me ocurre.

—Me drogaste. —Le doy la espalda y el vértigo hace que mi cabeza dé


vueltas—. Me drogaste, ¿no?

—Te di un sedante suave, sí.

Me drogó porque sabía lo que le iba a decir a Swanee hoy. No sé cómo,


pero lo sabía.
—Swanee está muerta. —Mamá sujeta mis dos brazos—. Se ha ido, Alix.
Murió ayer por la mañana.

—No te creo.

Mamá se ve herida.

—Nunca te mentiría.

La declaración me hace tambalearme, considerando todas las mentiras


que le he dicho últimamente.

Mi mano derecha está temblando, pero logro meter la llave al seguro y


abrir la puerta.

Mamá evita que me suba.

—¡Tengo que ir! —le grito. Mi voz baja una octava—. Tengo que.

Mira mis ojos

—No puedes conducir. Apenas puedes estar de pie y no llevas zapatos.

Bajo la mirada y tiene razón.

—¿Tienes tu teléfono celular? —pregunta.

¿Mi celular? ¿Por qué? ¿Va a quitármelo? El mes pasado gasté mis
minutos con mensajes, pero ¿qué esperaban mamá y papá? Ahora tengo
una novia. Necesitamos comunicarnos.

Estira su mano y busco en mi mochila por mi teléfono. Me lo quita de la


palma y marca un número, me mira mientras espera la respuesta. Mis
dedos se aprietan en el frío concreto.

¿Cuál es la fecha? La primera prueba de atletismo de Swan no es hasta


marzo, pero ella se ha estado preparando todo el año.

Correr. Es una corredora. Es alta y delgada, ni una onza de grasa en su


cuerpo. Me siento como una gota junto a ella. Swanee tiene una buena
oportunidad al título 5A de nuevo este año para Arvada. Tiene seis ofertas
en la mesa de las universidades con los mejores programas de atletismo y
de campo traviesa. No quiere salir del estado y dejarme atrás, pero le dije
que tiene que seguir su sueño. Por lo que firmó con Arizona State. Será
difícil mantener una relación a larga distancia por todo un año. Aunque
nosotras podemos hacerlo. Hasta que llegue a Arizona, nuestro amor será
suficiente.

Mamá me está hablando.

—¿Qué?

—Dame las llaves.

Las aprieto en mi puño detrás de mi espalda. Ella dice:

—Jewell quiere verte. Pero por favor, Alix, muestra respeto. Tiene
arreglos que hacer por Swanee.

No. Jewell me saludara en la puerta como siempre:

—Hola, Alix. —Sostendrá la puerta por mí—. ¿Qué hay, novia?

Y yo le contaré. Puede hacer un capuchino para mí y sentarse a la mesa


de la cocina para darle a la lengua. Ella es tan genial. Eventualmente dirá:

—Swan está en su habitación. Adelante. —Ella está bien con que esté en
la habitación de Swan con la puerta cerrada. Swanee incluso dijo que
estaría bien si me quedara a dormir. Mi primer pensamiento fue: ¿Cuántas
chicas se han quedado? Pero no era de mi incumbencia. Sabía que no era
una virgen, como yo.

Mi mamá nunca dejaría que Swanee pasara la noche. Horrores. Ni


siquiera podemos estar en mi habitación con la puerta cerrada. Mis padres
son tan mojigatos.

Mamá está de pie con la palma hacia arriba, esperando a que le dé las
llaves. Es inútil mantener mi terreno. Le doy las llaves y dice:

—Ve a ponerte tus botas.

En el tapete, deslizó mis pies en mis botas. Está nevando. ¿Cuándo


empezó a nevar? Swanee odia cuando el clima es horrible. Es suficiente
competir, dice, sin tener que congelarte el trasero en la nieve o la lluvia o
llovizna. Sé la ruta a la casa de los Durbin de memoria y dirijo a mamá.
Frente a la casa de Swanee y alrededor del camino sin salida, hay diez o
doce autos estacionados. Mamá se detiene detrás de la van de Derek. Ya
no es Derek. Quiere que lo llamen Genjko. Qué raro.

Mamá dice:
—Solo nos quedaremos para que des el pésame, y luego nos vamos.

Me apresuro a la puerta. El pensamiento de ver a Swan, de sentir la


corriente eléctrica cuando nuestros ojos se encuentren y ella sonría su
amor.

Llamo al timbre.

La hermana de Swanee, Joss, abre. La veo y mi respiración se corta.

—¿Quién es? —Jewell aparece entre Joss y la puerta. Sus ojos están
hinchados y rojos. Mira de mamá a mí, hipa y dice—: Oh, Alix. —Cubre su
boca y luego me toma en un abrazo.

No puede ser verdad. No puede no puede no puede.


Capitulo II
Corregido por Pily

Lloro en mi almohada toda la noche. Lloro tan fuerte como Ethan solía
llorar cuando estaba recién nacido. Un sollozo desamparado e inútil. Mi
teléfono ha estado sonando, por lo que finalmente compruebo el
identificador. Es un número desconocido. No puedo hablar con nadie
ahora.

Ni me molesto en levantarme para la escuela. Mamá no hace un gran


alboroto por eso, como usualmente. Incluso me pregunta si quiero que se
quede en casa conmigo. Le digo que no. Ella tiene su trabajo, sus bebés.
Es una doctora en un centro de natalidad en St. Anthony donde mantiene
a los bebés prematuros vivos.

¿Por qué? Me pregunto. ¿Para que puedan vivir hasta los diecisiete y
caer muertos?

Lloro. Debo llorar hasta dormirme.

Despierto por un golpe en la puerta. Ruedo para ver a mamá meter su


cabeza.

—Joss está aquí para verte.

Quiero decir, Dile que se vaya. Quiero decir, ¿Ella puede traer a Swanne
de regreso?

Siento una lágrima caer por la comisura de mi ojo. Son las 2:32. ¿A.M?
¿P.M? ¿Cuál día?

Joss se sienta en el borde de mi cama. Su rostro está imperturbable,


pero sé que lucha por mantener el control. Ella y Swanne tienen solo dos
años de diferencia, y son más como mejores amigas que hermanas.

Una ola de resentimiento se eleva dentro de mí. Todos estos años Joss
tuvo a Swanee y yo solo tuve seis semanas. La conoce mejor de lo que yo
nunca la conoceré. ¿Qué tan justo es eso?
Está vestida de negro. Siempre usa negro. Joss es uno de esos topos
invisibles que nadie nunca nota. Tan diferente de Swanee, quien es
brillante y divertida y vivaz.

Es. Era. Estoy pegada en el tiempo presente.

Joss pregunta:

—¿Por qué?

Como si tuviera una respuesta.

Deseo que se vaya. No puedo hablar con nadie ahora, especialmente


ella.

—¿Qué vamos a hacer? —dice.

¿Nosotras? Yo sé lo que yo haré. Quedarme aquí y morir.

Swanee solo ha estado muerta por tres días y medio. Aún podría volver,
¿cierto? Las personas pueden ser resucitadas. Los corazones de las
personas se han detenido antes y los doctores han podido reanimarlos.

Mi madre podría hacerlo, si quisiera.

Joss se levanta, camina hasta mi cómoda y toma mis visores de esquí.

¡VETE!, quiero gritar. Quiero empujarla por la puerta. Aprieto mis


rodillas a mi pecho y me giro.

Luego de cómo un año, ella entiende. Cuando se ha ido, empiezo a


berrear.

Nos conocimos en un viaje de esquí el miércoles luego de Navidad. Mi


mejor amiga Betheny y yo estábamos en un club de esquí en ese momento
y habíamos planeado ir a Winter Park, pero Betheny llamó esa mañana
porque tenía calambres. Aunque ya habíamos comprado los tiquetes,
consideré no ir ya que odiaba hacer esto sola. Ethan fue a casa desde el
hospital, y debí haberles preguntado a mamá y a papá si necesitaban que
me quedara y ayudara. Con los quehaceres. No con Ethan. Él me asusta.
Parece tan frágil que constantemente temo dejarlo caer o hacer algo mal
que le hará daño por siempre.

Al final, la egoísta de yo decidió que merecía un descanso del llanto y la


tos y la falta de sueño.
El bus de esquí estaba lleno para cuando subí. Solo había una fila libre,
por lo que la tomé. La mayoría de las personas del club me conocían lo
suficiente como para sonreír y saludarme, pero yo medio andaba bajo el
ala de Betheny. Ella siempre había sido la popular. Entró al escuadrón de
porristas este año, y aunque hemos sido amigas desde la escuela
elemental, a veces me sentía completamente aparte de sus nuevas amigas.

No era su culpa. Solo soy insegura, supongo.

Mientras estaba buscando mi nano2, escuché:

—¿Este asiento está ocupado?

Levanté la mirada y vi a Swanee. Mi estómago dio un vuelco. Por


supuesto que sabía quién era. Súper atleta. La lesbiana más declarada de
la escuela. Creo que varias chicas gay o bi estaban atraídas por ella desde
lejos. Al inicio del año estaba con esta chica Rachel ¿Carter? ¿Carver?
Luego escuché por la red de la Alianza Gay/Heterosexual que Rachel se
había mudado. No sabía si seguían juntas o no.

—¿Hola? —dijo Swanee—. ¿Sprekken zee Spanisch3?

—¿Uh? Oh, no. Quiero decir, sí. —Mierda, pensé. ¿Podía sonar más
densa? Moví mi mochila del asiento vacío.

—Eres Alix, ¿cierto?

Metió su mochila debajo del asiento frente a nosotras mientras mi boca


colgaba abierta.

—Soy Swanee —dijo.

Sabía mi nombre. Casi requerí toda la fuerza de la naturaleza para


soltar un:

—Hola.

—Una amiga iba a venir conmigo hoy, pero se dobló el tobillo —dijo
Swanee—. ¿Nos conocimos en Rainbow Alley?

Rainbow Alley es el Centro LGBTQI4 de Denver.

2
iPod nano: reproductor de música marca Apple de pequeño tamaño.
3 Transcripción de la pronunciación del alemán para saber si habla inglés (español en la
traducción modificada).
—No lo creo. No he ido en un tiempo.

—Yo tampoco. Oh, ya sé. —Dirigió un dedo índice hacia mí—. Estás en
la AGH5 de la escuela.

—Sí. —Aunque no había asistido a muchas reuniones este año, ya que


Betheny siempre estaba ocupada y me sentía incómoda yendo sola.

—Y pasas tiempo con las porristas. —Medio arrugó su nariz.

—Solo una —aclaré—. Betheny. Mi mejor amiga.

Las cejas de Swanee se levantaron.

—¿Es todo lo que ella es? Porque todos asumen… —La oración quedó
colgando.

—¿Qué? ¿Quiénes?

Se encogió de hombros.

Pude haber dejado salir un bufido. Como un rugido.

—Betheny no es gay.

—¿Segura de eso?

—Cien por ciento —dije—. Me habría dicho cuando le dije. —En sétimo
año. Ella estuvo bien con eso. De hecho, dijo que ya lo sospechaba.

Swanee sostuvo mi mirada. Sus ojos eran tan cristalinos que sentí que
estaba viendo hasta el fondo del mar.

—¿Pero te gusta de ese modo?

—No. —Esperaba que el calor en mis mejillas no llegará a la escala del


tamal caliente. Me pregunté e incluso imaginé besar a Betheny. Pero era
solo porque estaba desesperada por encontrar alguien a quien amar.

El bus rugió y Swanee suspiró. Recuerdo no poder dejar de mirarla con


mi visión periférica. Tenía este largo cabello rubio con mechones azules a

4 LGBTQI: siglas para representar grupos diferenciados por su sexualidad, estas siglas
varían mucho, pero las primeras cuatro o seis casi siempre significan: Lesbianas, Gay,
Bisexual, Transexual/Transgénero, Queer e Intersexual.
5
AGH: Alianza Gay/Heterosexual, grupos que se forman en los centros educativos para
fomentar la convivencia y aceptación entre los estudiantes con diversas preferencias
sexuales.
un lado. Le había preguntado a mamá si podía teñir mi cabello, ya que es
de un sorprendente color rubio de agua sucia, algo como una mancha en
el parabrisas luego de que la nieve se derritiera, y ella dijo que
absolutamente no, que ya tenía hermosos mechones castaños. No sé
dónde estaba mirando, pero no era en mi espejo.

No habíamos ni llegado a la I-70 cuando Swanee volvió a suspirar y dijo:

—Realmente odio esquiar sola. Quieres…

—Sí —la corté.

Rió y yo medio morí de la vergüenza.

Caímos en una fácil conversación, y para cuando íbamos de camino a


casa, estábamos abrazadas bajo una manta y riendo con fuerza.

Tengo que rogarle a mamá, rogarle, para que me deje quedarme en casa
el resto de la semana. Renuentemente, ella acepta, pero me condiciona con
que tengo que cuidar a Ethan si papá tiene que ir a la oficina. Papá es un
consultor web, por lo que trabaja desde casa la mayor parte del tiempo. Le
digo a mamá:

—De ninguna forma. —Tenemos un concurso de miradas y gano porque


empiezo a llorar. Sé que mamá piensa que es todo sobre Swanee, pero es
más como ¿Qué si Ethan nota que está en casa solo conmigo?

—Solo tengo una reunión con un cliente en toda la semana y es hoy —


dice papá, saliendo de su oficina—, por lo que llevaré a Ethan a la
guardería.

Quiero abrazar a papá. No abrazamos en nuestra familia.

—Gracias —le digo.

Agrega:

—Tendrás que ir por él a las cinco. ¿Puedes hacer eso?

Esnifó un poco y asiento. Él chillará todo el camino a casa. Llevaré mi


nano.

Papá lleva a Ethan escaleras arriba para guardar los pañales y cosas, y
luego se van. Mi estómago gruñe, recordándome que no he comido mucho
desde… no puedo mantener nada. Tuesto un par de waffles congelados y
me sienta a la mesa de la cocina. Creo que llamaré a Swanee y…

Presiono mis dedos contra mis ojos y ahogo una oleada de lágrimas.
¿Cómo podría haberse ido y dejarme así? Sin una advertencia. Ni ninguna
última palabra. ¿Cuáles fueron las últimas palabras que intercambiamos?
El viernes en la noche luego de la escuela ella tuvo una reunión de
atletismo. Me besó en mi casillero y dijo que me vería en la mañana para
hacer snowboard.

Eso difícilmente cuenta. Hablamos más el jueves, cuando fuimos a una


noche de micrófono abierto. Estaba en su casa, en su habitación, sentada
en su cama a piernas cruzadas, viéndola con una peluca hasta los
hombros azul neón y un traje todo negro que Joss usaría. Aunque la
camiseta era más grande, podía ver los pechos de Swanee y sus pezones.
Endemoniadamente sexy.

—¿Cómo me veo? —preguntó Swan.

Me bajé de la cama y besé mi respuesta.

—Lo suficientemente bien como para comerte. —Fingí morderle el cuello


y ella soltó un murmullo.

Joss balbuceó:

—Las espero abajo, pervertidas. —Y se fue.

—Podrías usar esos pequeños aretes negros que te hice —dije.

Swanee suspiró.

—Lo haría si pudiera encontrarlos.

Su habitación es peor que el nido de un acaparador. Aunque le compré


un joyero, nunca recordaba guardar ahí los aretes. Si pudiese siquiera
encontrar el joyero.

Swan dijo:

—Como sea, los estoy guardando para una ocasión especial. —Pasó sus
manos por mi cabello y, con un guiño, murmuró—: Jugaremos a ser
vampiros luego.
Eran casi las diez. Quedaban tres bandas por tocar, y tenía que llegar a
casa a las once. Swanee dijo:

—Eres la única persona en el mundo con un toque de queda tan


temprano.

Y Joss dijo:

—¿Qué es un toque de queda? —Y ambas rieron.

Las reglas y órdenes de mis padres eran tan arcaicos.

Ya que ella estaba en último año y yo en penúltimo, no compartíamos


clases, pero teníamos el mismo período de almuerzo. Por mi vida, no puedo
recordar de lo que hablamos el viernes. Trivia. Ahora deseo haber grabado
cada una de sus palabras en cada momento del día.

Sábado, lo sé, se levantó temprano para correr, igual que cada hace
cada mañana. Hacía.

El fin.

Me siento perder el control, por lo que subo a mi cama, esperando


dormir durante todo el proceso de dolor. ¿Por siempre?

La puerta de mi cuarto se abre de golpe y mamá dice:

—¿Dónde está Ethan?

Oh mi Dios. Me siento y mi cerebro se activa.

—En la guardería.

Ella comprueba su reloj.

—Cerraron hace media hora.

La puerta abajo se abre y escucho a Ethan soltar su ruido


molesto/hambriento.

—Gracias al cielo. —Mamá presiona una mano contra su pecho. Papá


sube las escaleras y mamá toma a Ethan.

Papá llena el umbral.

—Lo siento —digo—. Me dormí…


Él me mira el tiempo suficiente para perforar mi corazón.

No. No tiene el derecho.

Swanee era como una psíquica cuando se trataba de leer personas, y


dijo que no le gustaba venir a mi casa porque mis papás siempre
apestaban a vibras de odio alrededor de ella.
Capitulo III
Corregido por Bibliotecaria70

Mamá dice durante el desayuno:

—El servicio por Swanee es el sábado a las diez. No hay entierro ya que
va a ser incinerada, pero después del servicio Jewell y Asher tendrán una
casa abierta.

Incinerada. No puedo pasar de esa palabra.

Si su cuerpo era quemado hasta las cenizas, ¿cómo su corazón volverá a


latir? ¿Pueden siquiera encontrar tu corazón en el hollín?

Ethan golpea su silla alta con ambas manos y mamá vuelve a


alimentarlo con papilla para bebé.

Me dirijo a mi habitación.

—¿Alix?

La ignoro.

—¡Alix!

—¿Qué? —Inclino mi cabeza.

—Sé que esto es difícil para ti —empieza mamá—. Jewell quería que te
dijera que esta es una celebración por la vida de Swanee, por todo el
tiempo que la tuvieron.

Eso suena como que no sufrirán por ella. O la extrañaran. ¿Cómo puede
alguien celebrarlo?

Un volcán hace erupción en mi estómago y corro escaleras arriba para


vomitar.

****
El servicio no es como algún funeral al que he ido antes, pero solo he
asistido a uno, el de mi abuelo, cuando tenía seis. Recuerdo la música de
un órgano sonar triste. Las personas murmurando condolencias a papá y
decía qué tan linda chica era. No era linda porque había estado sollozando
toda la mañana. Abuelo era el padre de papá y mi abuelo favorito. Lloré
tan fuerte durante el servicio que mamá preguntó si necesitaba irme.
Negué con la cabeza, no quería dejar al abuelo. Papá presentó el elogio, ni
una vez su voz se quebró. Luego, en el entierro, nos dijo que quería
quedarse un momento, que llamaría a mamá cuando estuviera listo. Miré
sobre mi hombro en nuestro camino al coche y vi a papá con la cabeza
baja y sus hombros sacudiéndose. Quería correr a él y abrazarlo con
fuerza.

El servicio de Swanee tiene una atmósfera carnavalesca. Hay ramos de


globos y osos de peluche. Un arco floreado. Una pancarta con las palabras
RIP6, SWANEE que parece que todos en la escuela han firmado o adherido
una tarjeta.

Los Durbin han contratado un mariachi y tocan Livin’ la Vida Loca7 de


todas las cosas.

Llegamos tarde porque mamá trabajó el turno nocturno en el ala de


nacimientos prematuros. Eso y porque seguía cambiándome de ropa,
intentando decidir. O prevenir. No ir. No aceptar.

Mamá finalmente había entrado y dicho:

—Tenemos que irnos ya, Alix.

Casi me encerré en el baño y le dije que fuera sin mí. Pero sabía que
Swanee me querría allí.

De camino al servicio, pasamos el Safeway y mi mirada vacía se dirigió a


nuestro punto en el parque. ¿Qué demonios…? Swan y yo habíamos
descubierto este camino de guijarros que llegaban a un bosque de árboles
y luego solo terminaba. Estacionábamos ahí en su pequeño auto
inteligente rosa y nos besábamos por una hora o algo así después del
instituto. Ahora toda el área está siendo arrasada. Un camión estaba ahí,

6
RIP: Rest in peace. Descanse en Paz.
7 Livin’ la Vida Loca: sencillo del cantante puertorriqueño Ricky Martin incluido en su
álbum debut en inglés lanzado en 1999.
vacío, pero había hecho su trabajo quitando los árboles. Haciendo espacio
para apartamentos y oficinas. Construyendo el futuro.

Yo no tengo futuro.

¿Por qué no solo sucumbí a mi deseo por ella? Cada vez que la hacía
detenerse me disculpaba. Una y otra vez. Una vez me preguntó:

—¿Por qué no solo te dejas? Sé que me quieres.

—Lo hago —repliqué—. Pero necesito sentir esto por siempre.

—Alix, no puedes estar segura de que algo es por siempre. —Dibujó un


círculo en mi frente con una raya atravesándolo, y luego trazó un corazón
en mi pecho. Como, Sigue tu corazón y no tu cabeza. Deja de pensar tanto.

Tenía razón sobre que por siempre no tenía significado.

En la iglesia no puedo evitar notar todos los uniformes blanco, rojo y


chaquetas de cuero. Apoyo de los compañeros de Swanee. Reconozco los
rostros de estudiantes, profesores, entrenadores, administradores. Al
frente están los Durbin: Jewell, Asher, Genjko, Joss. Joss está sentada
aparte de la familia, al final del banquillo.

La banda termina Livin’ la Vida Loca y el ministro pide que todos se


levanten y recen. No puedo creer que Jewell y Asher tengan una ceremonia
religiosa. Saben que Swan era anti religión. Genjko es budista. Ha rapado
su cabeza y hecho un voto de silencio. Una vez caminé junto a la puerta de
su dormitorio y vi este santuario que había montado con un Buda dorado.
Estaba arrodillado al frente, quemando incienso. Cuando me vio estiró su
pie y cerró la puerta en mi rostro. Le pregunté a Swanee lo que Genjko
significaba y dijo:

—Perra de Buda. —Me hizo reír. Busqué la palabra en Google y encontré


que el verdadero significado era “silencio original”. Cada vez que Swanee
pasaba junto a Genjko, levantaba los pulgares y decía—: Liberad al Tíbet,
hombre.

Swanee era una atea jurada. Igual Joss. Dudo que Jewell y Asher vayan
a la iglesia. Recuerdo que nosotros lo hacíamos cuando era joven. Y se hizo
más y más difícil llevarme para mis padres. ¿Intuición temprana? Cuando
acepté quién era, noté cuán poco bienvenida era en cualquier institución
cristiana.
¿A dónde van las personas ateas al morir? Quiero que esté… en algún
lugar. Quiero encontrarme con ella ahí.

Las personas se levantan y leen o recitan testimonios sobre Swanee.


Jewell dice cómo Swanee caminaba a los siete meses y cuán bien lo hacía
y como ella siempre la estaba siguiendo.

—Estaba destinada a ser una corredora —dice Jewell. Su voz se rompe y


siento mis ojos llenarse de lágrimas. Traga sus lágrimas—. Murió haciendo
lo que más amaba.

Eso era verdad. Cada día tenía que cumplir con su distancia.

Asher habla sobre Swanee al crecer, cómo se enfocó en los deportes.


Podía ganarle a él y a Derek en baloncesto. No dice en voz alta que ella es
—era— gay. Swanee tampoco estaría feliz por eso. Aceptaba su sexualidad.
No estoy diciendo que la ostentaba, pero nunca era tímida al demostrarme
su afecto en los pasillos. O en cualquier lugar. Excepto en mi casa.

Asher tiene una sorpresa. Grabó la última carrera de Swanee, en la que


ganó el título estatal en los 800 metros femeninos.

Joss se levanta de un salto y corre por el pasillo.

Tampoco puedo verlo. Me levanto y tropiezo con los pies de las personas
todo el camino hasta el final de la fila y luego me dirijo a la salida. Joss
está afuera, apoyada contra la pared de ladrillos, encendiendo un puro.
Respirando con fuerza, inhala y me lo ofrece. Lo rechazo. Si mamá y papá
huelen la marihuana en mí, me castigarán de por vida.

Como si importara.

****

La multitud en la casa de los Durbin llena el patio trasero. Es un día


frío, el noveno día de febrero. Nubes grises amenazan con nieve. Los
Durbin tienen un gran patio cubierto y han conectado calentadores
ambientales para que las personas no se congelen. Aun así, tengo frío
hasta la médula. Las personas están sentadas o de pie con platos de papel
con comida, hablando y riendo juntos. No creo que nadie deba estar
riendo.

Mamá y papá están dentro presentando su pésame, supongo.


—Hola, Alix. —Una mano toma la mía—. Todos realmente lo
lamentamos por Swanee. —Es un chico de la AGH. Un grupo se ha
acercado, vestidos con su arcoíris emblemático. Si empiezan a lanzar
purpurina, me voy.

¿Sabes qué? Igual ya me voy. Cuando me dirijo a la puerta, casi choco


con Betheny. Abre su boca para hablar y yo también. Pero no puedo. Me
doy la vuelta y me apresuro a la casa para escapar por la puerta delantera.

Tiene derecho de despreciarme. Fue mi decisión dejar el club de esquí y


los matemáticos. Cuando estás enamorada naturalmente pasas menos
tiempo con tus amigos. Pero esa no es excusa. Entendí cuando Swanee me
pidió —o, más bien, me dijo— que no fuera a la fiesta de cumpleaños de
Betheny el mes pasado. No lo dijo así, pero podía ver que estaba molesta
porque estaba considerando ir. Betheny debió haber sabido que Swanee no
estaba a gusto con la idea de que me quedara a dormir, como siempre
solía hacer. También estaría celosa si Swanee se quedara a dormir con una
amiga. Incluso una hetero, especialmente si todos asumían…

—No la necesitas —dijo Swanee—. Ahora me tienes a mí. De todos


modos, las animadoras son todas unas putas altaneras.

Quería decir: No Betheny. Ella es genial.

Pero no lo hice.

Debí haber llamado o enviado un mensaje de texto a Betheny para


decirle que estaba enferma o algo. Todo lo que hice fue no aparecer.
Después de su cumpleaños, dejó de llamarme. Lo cual fue como un alivio
porque me daba una excusa para no llamarla o hablarle. En el almuerzo ni
me miraba. Pero tenía a su equipo y yo tenía a Swanee. Por lo que supongo
todo estaba bien con el mundo.

En la mesa y las encimeras de la cocina de los Durbin hay cacerolas y


bandejas de emparedados, ensalada de patatas, vegetales y salsa, rollos de
tortilla, camarones, mini quiches.

Una voz suena detrás de mí.

—Esperaba que te levantaras en el servicio y hablaras sobre Swanee —


dice Jewell—. ¿Tal vez compartir algún recuerdo especial?

Intento sonreírle. Quiero explicarle que en nuestro corto tiempo juntas


creamos muy pocos recuerdos por lo que no quería compartirlos.
—Come —dice Jewell—. Asher ordenó comida suficiente para un
ejército.

—Jewell, los Zarlengo están aquí —llama Asher desde la sala de estar y
Jewell se aleja.

Mientras busco por entre la gente a mamá y a papá para decirles que ya
nos podemos ir, siento movimiento detrás de mí. Mirando sobre mi
hombro, veo a Betheny siguiéndome. Me meto en un pasillo oscuro.
Maldición. Alguien está en el baño.

Al final del pasillo está la habitación de Swanee. La puerta está cerrada,


pero siento su presencia. Me está esperando. Sé que cuando abra la
puerta, ella saltará y gritará: ¡Sorpresa!

A ella le encantan las bromas.

Giro el pomo, empujo y… nada.

Está aquí, sin embargo. Su esencia. Conozco tan bien esta habitación: la
ropa y zapatos en el suelo; la cama, la cómoda, escritorio, armario; la
cacofonía de colores en las paredes. Manchas de azul y verde y púrpura
sobre una base rojo sangre. Íbamos a repintar su habitación y no podía
elegir de qué color, por lo que estábamos intentando diferentes muestras.
Nunca se decidió. Todos sus pósteres de películas siguen puestos. Era una
fanática de Johnny Depp. Tiene fotografías de él por todas partes, pósteres
de Edward Manos Tijeras, Piratas del Caribe, En Busca de Nunca Jamás,
Alicia en el País de las Maravillas. Incluso recibía noticias de su club de
fans en línea. Joss también es miembro.

Ver todas las películas de Johnny Depp en Netflix era algo que podíamos
hacer en mi casa. Estaba tan fascinada por él que era como si yo ni
estuviese ahí. Excepto esa vez en que mamá y papá tuvieron que salir por
un rato y me pidieron cuidar a Ethan.

—Claro —dijo Swanee antes de poder objetar. ¿Por qué eligió ese día
para olvidarse de su obsesión con Johnny Depp y concentrarse en mí?

Sus estantes están llenos de baratijas, juguetes, muñecas viejas. Junto


a los estantes hay montones de libros. La primera vez que me trajo aquí,
recuerdo decir:

—¿Sabías que se supone que los libros van en los estantes?


—¿En serio? —Me miró con la boca abierta.

Sus trofeos de atletismo están en exposición en escasa superficie


disponible: cómoda, escritorio, mesa de noche, alféizar, suelo. Una vez
intenté contar todos sus trofeos. Llegué a sesenta y cinco antes de
rendirme. Tiene cosas de los Bulldog de la Secundaria Arvada por todas
partes —broches, pancartas y gorras. ¿Cómo alguien con su condición solo
cae muerta?

Quiero sentirla, olerla, verla una última vez. Quiero probar…

Me sorprendo por el sonido de su teléfono. Está en su cama dentro de


una bolsa plástica. Me acerco y leo la escritura. Enviado desde el hospital.
La ropa y zapatos de Swanee también están ahí. Esto debe ser lo que
estaba usando.

¿Por qué Jewell no lo ha sacado? A menos que no pudiera soportarlo.

Abro la bolsa y saco la camiseta, la llevo a mi rostro. El olor de Swanee


me roba el aliento. Cuando cierro mis ojos para inhalarla, el teléfono
vuelve a sonar. Conozco ese tono. Un mensaje de texto.

¿Quién estaría llamando? De seguro todos lo saben ya. El teléfono deja


de sonar antes de que lo encuentre y saco los pantalones de Swan. Están
doblados como la camiseta. ¿Si desdoblo todo Jewell se molestará? Me
aseguraré de guardar todo exactamente como lo encontré. El teléfono
vuelve a sonar y busco en el fondo. Está dentro de su zapato, por lo que
Jewell tal vez no lo vio o escuchó. Tal vez una enfermera empacó las cosas
de Swanee. Su teléfono es característico, con su brillante cubierta púrpura
y el S W A N en piedras en la parte de atrás. Brilla en la oscuridad.

Solo Swan tendría un teléfono que brilla en la oscuridad.

Desbloqueo el teléfono y veo varios mensajes de texto y de voz. No puedo


contestar sus mensajes de voz porque no sé su contraseña. Aunque puedo
leer sus mensajes de texto. Hay 108 mensajes sin contestar. ¿Quién en el
mundo…?

El primero fue enviado el día que Swanee murió, a las 5:10 a.m.

Buenos días cariño. Espero hayas tenido una buena carrera.


Llámame cuando llegues a casa.
¿Quién envió esto? Yo seguía dormida, ignorante. Feliz. Entera. El
contacto es LT.

LT. No conozco a nadie con esas iniciales.

—¿Qué haces aquí?

Me doy la vuelta.

—Nada.

—No parece nada —dice Joss desde el umbral. Está viendo la bolsa en
la cama, contenido afuera. Escondo el teléfono en mi espalda.

Digo:

—Solo quería… —¿Qué? ¿Encontrar a Swanee viva?

—Joss. —Jewell aparece detrás de ella—. ¿Por qué no vas a entretener a


tus primos?

—¿Esos malditos tontos? —dice Joss.

—Cuida esa boca.

—¿Por qué? Tú no lo haces.

Jewell le da la vuelta y golpea su trasero. Joss le da a su madre el dedo


desde su espalda.

Jewell me dice:

—Ni siquiera puedo hacerme entrar aquí. —Sus ojos recorren el


perímetro—. No ves ningún ratón o cucarachas, ¿no?

Sonrío levemente y niego con la cabeza. Exhalo el aire que sostenía y


digo:

—No pretendía revisar su bolsa.

Jewell observa la bolsa abierta como si no se registrara en su escala de


realidad. Parpadea y levanta la mirada hacia mí.

—¿Tu habitación se ve como esta?

—Bastante —miento. También soy una floja, pero mamá me obliga a


limpiar una o dos veces al mes.
Jewell señala la ventana y dice:

—¿Te importaría cerrar eso?

A Swanee siempre le gustó su ventana un poco abierta. Nunca tenía frío.


A diferencia de mí. Siempre tengo frío.

Veo la nieve caer realmente. Cierro la ventana y la trabo. Me estoy


girando cuando el teléfono de Swan vuelve a sonar y entro en pánico.
Sigue en mi mano. Jewell no debió haberlo escuchado, sin embargo,
porque está apoyada en el marco de la puerta, lágrimas cayendo por su
rostro.

Pongo el teléfono en vibración y lo meto en mi bolsillo trasero.

Jewell abre sus brazos para mí y voy a ella.

—Ni siquiera pudimos despedirnos, ¿no?

Sus lágrimas reviven las mías.

—La vida es tan preciosa —dice Jewell en medio sollozo—. Tan corta.

Nos abrazamos hasta que la ola disminuye. Jewell está tocando mi


cabello cuando veo a mamá en la esquina.

—Tu padre y yo estamos listos para irnos —dice—. Si tú lo estás.

Quiero quedarme aquí. Estar cerca de Swan.

Jewell retrocede, secando sus ojos. Cierro la puerta de Swanee detrás de


nosotras, pero por mi vida, no puedo soltar el pomo. No puedo dejarla ir.

Le digo a mamá o a Jewell.

—Swanee tomó prestadas unas cosas mías.

—¿Las necesitas hoy? —pregunta Jewell.

—No. Puedo volver. —Necesito volver.

—Ven mañana —dice Jewell—. Llama primero. —Camina hacia mamá,


quien está equilibrando a Ethan en su cadera, y gentilmente toca su
mejilla con los dedos—. Hola, pastelito —murmura.

Ethan llora un poco y luego toma aire para berrear.


—Está cansado —explica mamá.

Jewell gira la cabeza para encontrar mis ojos sobre su hombro.

—Siempre eres bienvenida aquí, Alix. No eres una desconocida.


Capitulo IV
Corregido por Bibliotecaria70

Mi madre obviamente tiene un sexto sentido. Nunca le dije que tenía


una novia, pero una mañana durante el desayuno preguntó:

—¿Cuándo la conoceremos?

Sentí un calor abrasador subir por mi cuello.

—¿A quién?

Mamá estudió su BlackBerry.

—¿Qué tal el viernes por la noche? Puedes traerla a cenar.

—Vamos a salir —murmuré.

—Salgan después de la cena —replicó papá. No era una petición.

Nuestra relación era tan nueva y fresca, no quería que nada la


arruinara. ¿Qué si a ella no le agradan o viceversa? Sorprendentemente,
Swanee parecía halagada por la invitación.

Debió haber fumado una tonelada de marihuana antes de venir, sin


embargo, porque no podía dejar de reír y sus ojos estaban inyectados de
sangre. Podía ver a mamá y a papá intercambiar miradas.

Durante el postre, papá preguntó:

—¿A dónde irán?

—Patinar sobre hielo —contestó Swanee.

¿En serio? Creí que íbamos a una fiesta. Patinar sonaba mucho más
divertido.

Al salir, papá me apartó y me dio sus llaves.

—Tú conduces.
Atrapé la manga de Swanee y le dije:

—Tengo que conducir.

Ella cubrió su boca y bufó-rió a través de sus dedos.

—Atrapada —dijo—. ¿Qué me delató?

¿Su hablar arrastrado? La botella de pachulí con la que se bañó.

A la mañana siguiente recibí un mensaje a las 6:48 a.m.:

Pase por mi auto después de correr. Tu padre es un total idiota.


¿Tus padres me odian?

No, por supuesto que no, le contesté. Mi padre tenía reglas estrictas
sobre conducir bajo el efecto de sustancias tóxicas o ir con alguien que no
estuviera sobrio.

Estaba perfectamente bien.

Excepto que se quedó dormida mucho antes de llegar. Lo que no


agregué es que esa es una de las reglas de papá con la que realmente estoy
de acuerdo.

Al día siguiente mamá me dijo que ella y papá querían conocer a los
padres de Swanee.

—¿Por qué? —pregunté. ¿Iban a delatarla?

—Porque eso es lo que hacen los padres —replicó mamá—. Se llegan a


conocer.

¿En qué siglo?

—¡Oh, mi Dios! —chilló Joss cuando lo escuchó—. ¿Puedo ir? Tengo que
ver esto.

—¿Puede? —me preguntó Swanee.

—No sé por qué no. Ethan estará ahí.

—¿Qué hay de Genjko? —preguntó Swan—. Él es el parlanchín de la


familia. —Joss rió.

Esperaba que eso significara que no eran serios.


Resultó ser que no vino, gracias a Dios. Admito que ya estaba más que
un poco preocupada por la reacción de mamá y papá ante Jewell y Asher.
Los padres de Swanee son de espíritu libre, de una forma ultra genial.
Asher tiene una larga coleta y Jewell muestra mucha piel con su
bronceado falso.

La noche resultó bien. Swanee no estaba drogada y tampoco Joss.


Aparte de la botella de vino que Jewell y Asher guardaron, todo resultó
bien.

La próxima vez que vi a Jewell, preguntó:

—¿Pasamos la inspección?

Mi rostro se puso rojo.

—Con excelencia.

Mamá y papá nunca hablaron sobre los Durbin, aunque tenía una
fuerte creencia de que no los aprobaban. Y Swanee tenía cuidado de no
volver drogada, lo cual aprecié. Si mamá y papá me prohibían verla, sería
toda una guerra.

****

Los mensajes de LT siguen y siguen:

6:10 a.m.: Te dejé 2mv8. ¿Qué pasa?

6:15 a.m.: Ibas a textearme antes de irte. ¿Recuerdas?

12:02 p.m.: ¿Te estás divirtiendo? Desearía haber ido contigo a


Keystone hoy. La próxima.

—No habrá una próxima vez —pensé en voz alta. ¿Quién es esta?

2:12 p.m.: Llámame cuando llegues a casa. Te amo, mi amore9

Swanee estaba llevando español este año como electiva. Personalmente,


planeo llevar algo divertido como fotografía o serigrafía.

Amore, lo repito. ¿Eso no significa amor?

8
MV: mensaje de voz.
9 N.T: Los fragmentos de los mensajes de LT en cursiva están en español en el original.
Hay mensajes del sábado, al domingo y toda la semana siguiente. Me
acuesto en la cama e intento leerlos todos. Muchos son mitad inglés, mitad
español.

8:23 a.m.: Misa esta mañana luego la fiesta de cumpleaños de mi


hermanito en Cuck E. Cheese’s . Probablemente no te veré este fin
de semana. LLÁMAME. Te extraño mucho.

Lunes. 9:03 a.m.: Estoy mensajeando en Hist. Am. Alarma. ¿Dónde


estás?

En una urna, pienso.

11:45 a.m.: Llámame. Mensaje. Voy de camino a almorzar, pero


mantendré el teléfono encendido.

1:34 p.m.: ¿Por qué no has llamado? ¿Estás bien?

—No —digo—. No está bien.

2:10 p.m.: Práctica. Pero terminaré a las 3. LLÁMAME. Te dejé 100


mv.

Una exageración. Aun así, deseo poder escucharlos y ver quién es esta
persona.

3:22 p.m.: ¿Qué hice? ¿Estás enfadada? Por favor, Swan. Dime qué
hice.

Sería una gentileza llamar a esta persona LT y hacerle saber que Swan
no le regresara las llamadas o los mensajes.

Me sorprendo cuando mi teléfono suena. Es después de la medianoche.

—¿Estaría bien si voy? —pregunta Joss—. Necesito salir de este maldito


manicomio.

Me siento mal por ella, pero no puedo con su dolor más el mío. Además,
no creo que mamá y papá estén encantados si ella aparece a esta hora.

—Estoy cansada —le digo.

Ella duda un momento, luego corta.

Otro mensaje de LT llega:


Por favor, Swan. Llámame. Te amo con todo mi corazón.

Lo que sea que eso signifique.

Mi curiosidad me gana. Entro a las Llamadas Recientes y le marco a


Joss.

—¿No deberías estar dormida? —dice sarcásticamente.

Me lo merezco.

—¿Conoces a alguien con las iniciales LT?

Hace una pausa.

—¿Por qué preguntas?

Podría decirle que robé —tomé prestado— el teléfono de Swanee. O no.

—Vi las iniciales en el cuarto de Swan cuando entré.

—¿Quién te dio permiso de entrar en su habitación de todos modos?

—Nadie. Solo estaba… —¿Irrumpiendo? ¿Intentando resucitarla de los


muertos? Joss tenía prohibida la habitación o tenía más respeto que yo—.
¿Quién es LT? —volví a preguntar.

—¿Dónde viste las iniciales?

¿Dónde?

—En un trozo de papel.

Hay una gran pausa, creo que Joss me cortó.

—¿Joss?

—No quieres saber quién es ella —dice.

—¿Por qué? —pregunto.

Vuelve a cortar. Dios, puede ser tan irritante. En el teléfono de Swanee,


abro su lista de contactos. Genial. Toda su lista es de solo iniciales. AVP.
Esa soy yo. Alix Van Pelt.

AD. ¿Asher?

GD. ¿Genjko?
JD. ¿Joss o Jewell? Debe ser Jewell porque a Joss le quitaron su
teléfono por enviarle fotos lascivas a un tipo.

LT. Ella está aquí.

RC. ¿Rachel?

Swan no tiene una lista muy larga. Cinco o seis contactos más.

Otro mensaje llega. ¿Por qué sigue llamando? De seguro sabe que
Swanee ya no puede contestar. Su muerte ha estado en los periódicos y la
televisión. ¿Cómo puede alguien estar tan desconectado?

Supongo que debe haber una simple explicación. LT estaba fuera de la


ciudad. No lee el periódico. No vive en Colorado… excepto que mencionó
Keystone.

Leo el último mensaje.

Por favor. Por favor dime qué hice. Por favor, Swan, Te amo con
todo mi corazón.

Me levanto y tomo mi ordenador portátil del escritorio, la enciendo.


Busco en Google la frase en español.

Mi respiración se traba: Te amo con todo mi corazón.

Aunque es la mitad de la noche, estoy completamente despierta. Por


alguna razón desconocida e impía, contesto su mensaje.

Hola.

Inmediatamente recibo una respuesta:

OMG. OMG. OMG. ¿Dónde has estado?

Contesto:

Aquí. He estado aquí.

Ella continúa:

¿Por qué no contestaste? ¿Por qué no llamaste?

Replico:

Perdí mi teléfono.
¿Por una semana? ¿Por qué no lo rastreaste?

Golpeo mi frente. Respuesta estúpida.

Mi iPad la están arreglando 

OK. Lo siento. Espero que sirva.

Eso suena como que no me cree. Yo tampoco me creería.

Ella envía:

¿Cuándo podemos encontrarnos? ¿Tengo un partido cada noche de


esta semana, pero qué tal el sábado?

¿Qué clase de juego?, me pregunto. ¿Qué clase de juego está jugando?


Te amo. Estoy segura.

Le respondo:

Hablamos mañana.

—Mierda —pienso en voz alta. Eso fue algo tonto. ¿Ahora qué?

Ella envía:

¿Seguro que estás bien? Suenas enfadada.

No estoy enfadada.

No le envío: Estoy muerta.

Mañana hablaremos y llegaré al fondo de esto con esta persona LT. Le


diré sobre Swanee y acabaré con esto.

Ella envía:

Duerme con los angelitos, querida.

Busco la traducción: Duerme con los ángeles, cariño.


Capitulo V
Corregido por Bibliotecaria70

El teléfono de Swan suena a las 7:10 a.m.:

Buenos días, amore. ¿Cómo estuvo tu carrera? Nos vamos a misa,


pero me escaparé luego para poder hablar. ¿Tal vez encontrarnos?
Te extraño demasiado.

No contesté. Y no llamé. Anoche apagué el Servicio de Localización para


que nadie pudiera rastrear el teléfono de Swanee usando su GPS. Noto que
la batería de Swan está casi agotada, y sé que lo mejor que debería hacer
es dejar morir el teléfono. Quemarlo y enterrarlo con Swanee.

Reviso sus mensajes hasta encontrar el último que le envié.

Viernes. El día antes.

¿A qué hora quieres que nos encontremos por la mañana?

Para ir a hacer snowboard en Keystone. Lo cual nunca hicimos.


Keystone. ¿Cómo LT sabría sobre Keystone? Me siento tan confundida,
triste y vacía, todo a la vez. Conecto mi nano para dejar que la música
ahogue el sufrimiento. Infortunadamente, la mayoría de las canciones en
mi lista de reproducción son las que Swanee cargó, y eso solo intensifica el
dolor. Me quito los audífonos, cubro mi cabeza con una almohada. Debí
haberme quedado dormida porque el sonido de mi nombre me sorprende
de regreso a la consciencia.

La puerta se abre.

—¿Alix? Es casi mediodía —dice mamá.

¿Y qué? El tiempo es irrelevante.

—Jewell está al teléfono. Quiere saber a qué hora irás por tus cosas.
Me toma un momento aclarar mi cabeza. Me tropiezo fuera de la cama y
noto que llevo la misma ropa que usé para el servicio de Swanee.

Mamá ha desaparecido.

Escaleras abajo, papá lee el periódico en la mesa, mientras Ethan hace


un desastre de su desayuno. Mamá señala el teléfono inalámbrico, el cual
está en la barra de desayunar.

Lo tomo y me dirijo a la sala de estar.

—Hola. —Aclaro mi garganta.

—Alix, anoche decidimos ir a Hawaii. Hemos estado ahorrando para


unas vacaciones, y ahora es tan buen momento como cualquier otro.
Tenemos que salir de aquí y, ya sabes, reagruparnos. Nos vamos en unas
horas, así que si quieres tus cosas, ¿podrías venir y tomarlas?

—Sí, por supuesto. —Quiero preguntar si puedo ir con ellos. Para…


reagruparme—. Solo necesito vestirme. —O mejor dicho, cambiarme—.
Llegaré en quince minutos.

****

Una bolsa de viaje casi me golpea al ser lanzada al pasillo, pero Asher
tira de mí fuera del camino.

—Cuidado, Genjko. —Luego me dice—: Lo siento por eso.

La ira de Genjko es palpable. Rara vez deja su habitación, por lo que


estoy segura de que lo están obligando a ir a este viaje.

—Toma lo que sea que es tuyo y donaré el resto a la caridad —me dice
Jewell.

—¡No! —llora Joss, tirando su mochila en la pila de equipaje—. Todo lo


que tiene me pertenece.

—¿Qué te hace creer eso? —dice Jewell fríamente.

—Era mi hermana. —La voz de Joss tiembla.

—No necesitamos mal karma en esta casa —replica Jewell—. ¿Cierto,


Genjko?
Él sale por la puerta. Me pregunto cómo se siente por la muerte de
Swanee. O sobre cualquier otra cosa.

Joss me aparta y sale detrás de él.

—Hay un juego de llaves bajo la rana de cerámica en el porche —me


indica Jewell—. Solo cierra al salir.

Me quedo de pie y los veo alejarse. El calentador suelta un siseo,


sacándome de mi estupor.

Mis pisadas crujen mientras recorro el pasillo. La puerta de Swanee está


cerrada, tal y como la dejé. Traje una mochila vacía, y mientras empiezo a
revisar los restos de la vida de Swanee, noto que hay más cosas mías de
las que creí. Swan tomó prestados un par de pantalones de chándal y de
mezclilla y camisetas térmicas de manga larga. Mucha de la joyería de
botones que le hice está tirada peligrosamente por el suelo, junto con unos
libros de biblioteca que eventualmente pasaran la lista de entrega.

Mis rodillas se debilitan y tengo que sentarme. Luego acostarme. Meto


una sudadera azul bajo mi cabeza y me hago una bola.

—¿Por qué moriste? —susurro.

El silencio se presiona contra mi cuerpo y una lágrima rueda desde la


esquina de mi ojo.

—Te necesito. Te amo.

Mi teléfono suena en mi bolso. El tono de mamá. Lo dejo ir al correo de


voz y me quedo inmóvil hasta que empiezo a temblar por el frío del suelo o
la falta de calidez humana. Saco mi teléfono y escucho el mensaje de
mamá:

—¿Ya casi terminaste? Necesito que pases a comprar unas cosas por mí.

Mamá agrega al final:

—Dejaré la lista en el refrigerador.

Listas, listas, listas. Había estado viviendo bajo un régimen fascista


hasta que conocí a Swanee y vi la luz de la liberación.

Quiero memorizar cada centímetro de esta habitación. Mi teléfono está


en mi mano, por lo que tomo fotos.
Tengo una docena de imágenes de Swanee en mi teléfono. Tomas tontas
de ella haciendo muecas, sacando su lengua y cruzando los ojos; imágenes
sinceras de ella en el momento. Un acercamiento de nosotras besándonos.

Necesito dejar de torturarme, pero no puedo dejar que su teléfono


muera. Su cargador está conectado a la pared, por lo que lo tomo y lo meto
en mi bolso. De camino a la puerta, mi pie aplasta un CD. Me inclino para
tomarlo. No hay etiqueta. Solo una línea escrita con un marcador
permanente:

♥ LIANA

****

Antes de llegar a casa, el teléfono de Swan suena. Me orillo y leo


mientras pongo la marcha en neutro.

Hola. No me llamaste. Te dejé un mv. ¿Te llegó? Probablemente


pueda escaparme hoy más tarde. Si quieres. Llámame. ¡Por favor!

Le contesto:

¿Dónde quieres que nos encontremos y cuándo?

Ella responde:

¿Nuestro lugar de siempre? ¿Cómo a las 4:30?

Mierda. ¿Cuál es su lugar de siempre?

Envío:

Vamos a un nuevo lugar. Tengo algo que decirte.

Hay una larga pausa antes de que su mensaje llegue.

¿Es bueno o malo?

Cuando no respondo inmediatamente, envía:

Si es malo, no quiero ir.

Tiene que. Necesita saberlo.

Vuelve a enviar:
Bueno o malo, no me importa. Te extraño. Encontrémonos en Twin
Peaks.

¿Qué es Twin Peaks? Papá nunca me dejaría conducir hasta las


montañas sola. Que se joda. Necesito encontrarme con ella. Envío:

OK.

Contesta:

¿Frente al cine, 4:30?

Bien, envío.

Te amo.

Ni siquiera sé qué responderle a eso. Envío:

Nos vemos.

De repente se me ocurre. Facebook. La encontraré ahí. Al menos ahora


sé su nombre, asumiendo que LT sea la Liana del CD.

Papá prácticamente me ataca cuando atravieso la puerta del garaje.

—¿Qué te tomó tanto tiempo? —pregunta.

Hola para ti también.

Me empuja la lista de compras, junto a un puñado de efectivo, y luego


se dirige a las escaleras. Puedo ver por qué está apresurado y de mal
humor. La pegajosa diarrea de Ethan está corriendo por un lado de su
pañal y por el brazo de papá.

—Gracias por ayudar —dice.

Si está siendo sarcástico, no puedo decirlo.

Creo que la escritura ilegible es un curso en la universidad de medicina,


porque los garabatos de mamá son imposibles de descifrar. Finalmente
descifro que “chancletas de lerdo” es chuletas de cerdo. ¿Es “pn” pan o
pañales? Compraré ambos.

Para cuando llego a casa de SafeWay, la casa está en silencio. Papá está
en su oficina, Ethan debe estar tomando su siesta. Papá me dejó una nota
en la mesa de la cocina:
Si pudieras empezar a lavar la ropa, te compraré un Mercedes.

Su idea de una broma. No sé cuántas veces he pedido un auto para no


tener que compartir. Siempre tiene las mismas excusas: más pagos
vehiculares, exorbitantes costos de seguro, no necesitamos tres autos,
blablablá.

Swanee me dijo que consiguió su auto cuando cumplió dieciséis. Lo


diseñó por internet. El auto más genial del mundo.

Escaleras abajo en la lavandería, hay una montaña de ropa que debe ser
categorizada y lavada. Si mamá y papá esperan que lo haga todo, estaré
aquí por una semana. Meto tanta ropa como sea posible en la lavadora y
hecho una medida de detergente.

Luego corro escaleras arriba y tomo mi ordenador portátil. Apoyada


contra la cabecera, la enciendo y accedo a Facebook. No puedo entrar a la
página de Swanee, pero puedo ver que docenas y docenas de personas le
han dejado mensajes en su muro:

RIP, Swan.

Serás extrañada.

RIP. RIP. RIP.

Mis ojos se llenan de lágrimas y quiero enviarle un iheart, como hago —


hacía— todos los días.

Solo tiene cincuenta y dos amigos. Era selectiva con quien agregaba. En
el área de Búsqueda, escribo Lianta T. nadie aparece. Tal vez estoy
equivocada con el primer nombre. Escribo la letra L y tres personas
aparecen. Lyndi Tartakoff. No la conozco. Entro a su perfil y veo que es de
Michigan. Tengo curiosidad por saber cómo Swanee la conoció, pero no
puede ser la LT que estoy buscando si quiere encontrarse con Swanee en
su lugar de siempre. Libby Tyndal-Weir. Estaba en mi clase de
mecanografía en octavo año. Lili Thompson. Entro a su perfil y veo que es
la tía de Swanee. Creo que la vi en el servicio.

Camino sin salida.

Luego busco en Google Twin Peaks.


Hay un montón de negocios en Colorado que empiezan con Twin Peaks
y también un centro comercial. Si nos encontraremos frente al cine, debe
referirse al Centro Comercial Twin Peaks. Está en Longmont, como a
cuarenta minutos. Imprimo las direcciones y compruebo la hora: 3:45.
Tendré que irme.

¿Cuán a menudo se encontraban en su “lugar de siempre”? ¿Qué hacían


ahí? Mi imaginación está corriendo salvajemente y deseo que Swan esté
aquí para poder preguntarle sobre LT. Estoy segura de que debe haber una
explicación racional para que una chica llame a Swan cien veces al día y le
diga “Te amo. Duerme con los ángeles”. Es casi como si supiera que ahí
era a dónde Swanee se dirigía.

—Saldré un rato —le digo a papá.

Dice automáticamente:

—¿A dónde?

¿Por qué tengo que justificar todo lo que hago? Swanee odiaba que mis
padres me trataran como a una niña. Pensaba que era “menosprecio”.

—Solo afuera —replico.

Gira en su silla de escritorio y encuentra mis ojos.

—Ya hice las compras y empecé con la colada. Prometo terminar cuando
vuelva.

Por un minuto creo que dirá que no y que tendré que escaparme con el
auto. Lo cual nunca he hecho.

Pero su rostro se suaviza y dice:

—Ten cuidado.

Shock. Mi cerebro continúa su pensamiento: Porque si destrozas el auto,


ambos nos quedaremos sin ruedas. Entonces me siento culpable por salir.

El tráfico es pesado para un domingo, como si todos hubieran salido de


la iglesia a la misma hora. Soy la que está rezando mientras los autos
entran y salen de los carriles, haciendo sonar sus bocinas o disparándose
a los espacios. Sé que conduzco muy lento para la autopista, pero ir a
ciento veinte kilómetros por hora me hace sentir como que el Prius perderá
el control. O yo.
Incluso con mis direcciones, me pierdo entre Boulder y Longmont y me
toma más de una hora para llegar a Twin Peaks. Me apresuro a la entrada
del cine. Cuando compruebo mi reloj son las 5:10. Mierda. Nunca llego
tarde.

Swanee sí llega. Llegaba. Siempre llegaba tarde, por lo que tal vez LT
aún no se ha ido.

Una película debe de acabar de terminar porque las personas invaden el


vestíbulo. Hay una fila en la ventanilla de entradas y las personas esperan
para comprar refrescos. ¿Cómo la encontraré?

Busco en la multitud, buscando alguna pista. Es una chica. Duh.


¿Tiene mi edad? Envía mensajes en español, ¿es hispana? Eso elimina tal
vez a un cuarto de las personas aquí. Esto es imposible. Debí haber hecho
un letrero para mostrarlo: LT, ¿BUSCAS A SWANEE DURBIN?

Espera. Qué tonta. Tal vez haya una foto de ella en el teléfono de
Swanee. Lo busco y saco de mi bolso y paso páginas y páginas de
fotografías. Una en particular llama mi atención. Es de Joss mostrando su
pecho. ¡Asco! Probablemente debería eliminarla, pero Swanee debía haber
tenido una razón para tenerla.

Las únicas imágenes en su teléfono son de ella y de Joss, actuando


tonto, con disfraces locos. Ni siquiera hay una mía. Esto no está bien. Sé
que tomó docenas de fotos de nosotras juntas. ¿Por qué las eliminó todas?

Swanee dijo que yo era la persona más hermosa que conocía, pero tal
vez se refería al interior.

Me quedo de pie frente al cine contra la pared de espejo hasta que la


multitud disminuye. Hasta que solo queda un puñado de personas. Dos
chicas están sentadas en un banco como si esperaran a alguien. Parecen
estar en secundaria. Me acerco, aclarando mi garganta.

—¿Uhm, Liana? —digo a la que está más cerca—. ¿LT?

Ellas paran su conversación a media oración y me miran. No, son muy


jóvenes. Más como de escuela media, solo que usan pesado maquillaje. LT
puede ser más joven, creo.

Las dos se levantan y se alejan, hablando y riendo, compruebo cada


persona. Ella no estaría caminando. Estaría esperando.
Una chica de cabello oscuro y una falda corta con una camiseta estaba
justo en el vestíbulo, por los videojuegos. Los cabellos en la parte de atrás
de mi cuello se levantan. Esa es ella. Lo sé.

Doy dos pasos hacia ella, y luego me detengo. Una ola repentina de
nervios me paraliza, no puedo hacerlo.

La chica, LT, envía un mensaje desde su teléfono y el teléfono de Swan


vibra en mi bolsa. Hay un Piercing Pagoda a unos metros, por lo que me
escondo para leer su mensaje.

¿Dónde estás? He estado esperando por más de una hora.

¿Cuánto esperará por Swanee?, me pregunto. Hasta que sepa la verdad,


estará esperando el resto de su vida.

****

¿Por qué no hice que Joss llamara y le diera las noticias antes de que se
fuera a Hawaii para “reagruparse”? Obviamente la habría conocido. ¿O
solo me está molestando? No puedo hacerlo. Me apresuro por el centro
comercial, por la zona de comidas y hasta la salida. Todo el camino a casa
escucho el teléfono de Swan sonar. En un McDonald’s me detengo para
usar el baño. Mientras sigo en el cubículo, leo sus mensajes.

¿Dónde estabas? Esperé por hora y media. ¿Por qué me haces


esto?

Observo el mensaje por un largo rato, luego escribo:

Lo siento. Me quedé sin gasolina.

Responde:

¡Pudiste haberme llamado y dicho eso!

Bien. Está enfadada. Tal vez ahora deje de llamar y esta pesadilla se
acabe.

En casa encuentro el CD de la habitación de Swanee sobre el


reproductor y lo pongo. La primera canción hace que mi cabeza dé vueltas.

Livin la Vida Loca

****
—¿Alix? —Mamá abre mi puerta—. La cena está lista. Y por cierto,
gracias por lavar la ropa.

Se va. Eso definitivamente era sarcasmo.

Me deslizo en mi asiento a la mesa y digo:

—Lo siento. Empecé a hacer la colada y luego lo olvidé.

—¿A dónde fuiste por tres horas? —pregunta papá.

—No fui tan lejos. —¿Lo fue? Pienso rápidamente—. A la iglesia. Pensé
que rezar podría ayudar.

Eso silencia a papá y a mamá. Guau. Si mentir es una categoría en los


SAT, voy a tener un cien por ciento. Comemos en silencio, excepto por
Ethan golpeando sus labios y su bandeja en la silla alta.

Escucho el reloj y deseo tener el poder mágico de regresar en el tiempo.


Podría haber persuadido a Swanee para que olvidara su carrera esta vez
para poder haber ido más temprano, preguntado si Jewell y Asher
pasarían por Idaho Springs para desayunar de camino a las pistas en
Keystone, de alguna forma convencerla de que hacer snowboard sería
suficiente ejercicio por un día.

Mamá interrumpe mis pensamientos:

—No has comido nada.

Miro mi plato y siento náuseas.

—No tengo hambre. Si me disculpas…

—No te irás de aquí hasta que comas algo. —Mamá le da otra cucharada
de cereal de arroz a Ethan.

Ni siquiera recuerdo poner comida en mi plato. Mamá debió haberlo


llenado cuando no estaba mirando. Excepto que los guisantes y el puré de
papá están revueltos y solo yo hago eso.

—Come —ordena.

Hago lo que dice porque siempre soy la hija obediente. Swanee nunca
entendió por qué no les decía que se jodieran. Nunca lo pude explicar.
Ethan lloriquea, escupe su comida y luego suelta un chillido que daña
mis oídos tanto que me los tapo. Mamá presiona el dorso de su mano en la
frente de Ethan y dice:

—Se siente caliente. Con esa diarrea me pregunto si tiene algún parásito
intestinal o gripe. Tal vez no se ha curado de su tos. Necesito medir su
temperatura. —Lo levanta de su silla para llevarlo a la sala de estar. Me
levanto con ella, pero su mano presiona mi hombro—. Come.

Meto un tenedor lleno de puré en mi boca al mismo tiempo que Ethan


vomita a presión sobre la mesa y yo. Siento una arcada, empujo mi silla y
digo:

—Estoy fuera.

Papá se levanta para darle un paño húmedo a mamá.

Arriba en mi baño, me desvisto y tomo una larga ducha. Nada como el


olor y la textura de vómito de bebé para estimular los sentidos.
Temblando, me registro y entro a Facebook, y luego accedo al perfil de
Swanee. Su imagen es un símbolo de igualdad arcoíris. Es reconfortante
ver que dice que está en una relación conmigo. Leo el perfil que conozco
tan bien. Actividades: correr, snowboard, estar con amigos, salir de fiesta.
Intereses: enviar mensajes, charlar, no depilar mis piernas ja-ja, música
independiente, rock fuerte, rock medio, rock caramelo, manzanas
caramelizadas, maíz dulce. Apoya todas las organizaciones de derechos
animales y derechos humanos: HRC, GSA, Rainbow Alley, el Proyecto
Trevor. Todo en ella grita GAY.

Mamá abre la puerta.

—Tu hermano tiene una temperatura muy alta, por lo que tu padre y yo
lo llevaremos al hospital.

—Bien.

Pone un nuevo plato en mi escritorio.

—Come —ordena.

Como si fuera a hacerlo de nuevo.

—Probablemente solo sea un virus. Pero quiero que lo estudien. ¿Te


importaría limpiar la cocina?
Sí, me importaría.

Cuando no contesto, continúa:

—O yo lo haré cuando vuelva.

Sabe que la cocina estará impecable cuando vuelva.

—Llamaré si es serio o si llegaremos tarde. Come.

—Lo haré —suelto.

Me dirige una mirada de acero antes de cerrar la puerta. Me siento algo


mal por levantar mi voz. ¿Pero por qué? Debería ser mi decisión si como o
no.

El teléfono de Swan está en silencio y el mío también. Las lágrimas


llenan mis ojos, pero no quiero llorar. Eso no regresará a Swanee. Bajo las
escaleras y lleno el lavaplatos, feliz por algo que hacer, incluso si solo me
toma cinco minutos. Por suerte, alguien limpió el desastre de Ethan. Swan
y yo solíamos hablar sobre encontrar un pequeño apartamento estudio en
Arizona, mejor que dormir en los dormitorios. Un lugar que pudiéramos
pintar, amueblar y decorar. Llamar nuestro.

Ahora temo estar siempre sola.

Necesito irme, salir de aquí. Conducir. Llegar tan lejos como sea posible
del silencio, de la muerte y de los pensamientos sobre lo que podría haber
sido.
Capitulo VI
Corregido por Bibliotecaria70

Si me estoy distanciando del silencio y la muerte, ¿por qué conduzco


hasta el Cementerio Crown Hill y estaciono en el mausoleo? Unas semanas
atrás Swanee y yo vinimos a ver lo que estaba dentro. Desde lejos parecía
como un castillo de mármol blanco saliendo del terreno del cementerio y
ella estaba segura de que estaba lleno de fantasmas.

—La pasión de mi vida es ser una cazadora de fantasmas —dijo con un


guiño—. Te apuesto a que no sabías eso.

En ese momento reí. Pero el mausoleo siempre me había asustado y le


dije que no quería entrar.

—¿Porque le tienes miedo a los fantasmas?

—Porque parece, no lo sé, irreverente.

—¿Cuándo te hiciste toda religiosa?

—No lo hice. Es solo… —Miré la fría construcción de mármol llena de


cuerpos, y temblé. Realmente no quería entrar.

—Oh, vamos —dijo Swan. Abrió la puerta, ¿y qué podía hacer más que
seguirla?

El mausoleo tenía seis niveles de cadáveres, sus ataúdes guardados en


las paredes con sus nombres grabados en placas. Algunos tenían vasijas
con ramos en estas. Ya que muchas flores estaban frescas, asumí que eran
renovadas frecuentemente. Swan hizo un comentario:

—No querrías que las personas muertas tengan flores muertas. —Su voz
produjo un eco raro.

Recuerdo el aire viciado y la sensación de que las paredes se cerraban


sobre nosotras mientras vagábamos por el corredor. Y teníamos que
explorar cada piso. Leer cada nombre en cada placa.
—Swan —susurré más de una vez—. Vamos.

—Es loco —dijo—. Las personas gastando su dinero es esta mierda.

Sentí claustrofobia y mareo, por lo que me dejé caer en un banco y bajé


mi cabeza entre las rodillas para detener el vértigo. Cuando pude volver a
concentrarme, levanté mi cabeza y vi una pequeña placa frente a mí. Me
levanté y la leí, pasé mis dedos por las letras. Swan volvió y se quedó junto
a mí.

—Esta es de un bebé —le dije. La fecha de nacimiento y la de muerte


tenían cinco días de diferencia. Mi madre pudo haber cuidado al bebé en la
unidad de cuidado neonatal. Pudo haber estado ahí cuando murió.

—No vas a llorar, ¿no? — dijo Swan.

Realmente pensé que podía.

—¿Podemos por favor irnos ahora?

—Exorciza tu débil interior —dijo, empujando mi hombro.

Curvé un labio hacia ella, pero tenía razón.

Ahora salgo del auto y me dirijo a la entrada del mausoleo, pero me


detengo. No puedo entrar. Demasiada muerte. Demasiados fantasmas.

En su lugar, camino alrededor de Crown Hill, noto cómo las tumbas se


vuelven más y más pequeñas entre más me alejo, como si las personas que
murieron recientemente fueran menos importantes. Un tipo con un carrito
de golf conduce hasta mí por el camino y dice:

—Cerraremos en quince minutos.

No sabía que los cementerios cerraban.

—Bien —contesto. Supongo que solo se supone que honres a tus seres
amados a ciertas horas del día.

Le envío a Swanee un mensaje mental mientras regreso al auto: Nunca


morirás en mi cabeza o en mi corazón.

****
A la mañana siguiente, lunes, le pregunto a la bibliotecaria si puedo
comer mi almuerzo en el área de audiovisuales. Me mira con la lástima
que todos me han dirigido toda la mañana.

—Sí —responde—. Pero solo por hoy. ¿De acuerdo?

Hoy es todo lo que necesito. Son las doce y media aquí, ocho y media en
Hawaii.

Llamo a Joss. Esta mañana me envió un mensaje, diciéndome que la


llamara en cuanto pudiera y me dio un número. No sé dónde consiguió el
teléfono, pero estoy feliz de que tenga uno porque necesito hacerle
preguntas. Contesta con el cuarto timbrazo, suena somnolienta.

—Hola —digo—. Soy Alix.

—Necesito que me consigas unas cosas de la habitación de Swan —dice.

—¿Lo estás pasando bien? —pregunto. Pregunta estúpida. Casi


pregunto si está reagrupada, pero esas serían dos preguntas estúpidas
seguidas.

—Quiero mis pelucas y maquillaje. Tengo un montón de ropa ahí, pero


no me importa. Definitivamente quiero el teléfono de Swan. Sé que ella lo
llevaba con ella cuando… Busca en la bolsa del hospital.

Apenas escucho.

—Cuéntame sobre Liana.

No dice nada.

—Sé su primer nombre, Joss. ¿Cuál es su apellido?

Joss bosteza.

—¿Por qué quieres saber?

—Solo quiero.

Hay otra larga pausa.

—Es tu estaca al corazón.

¿Mi qué? Es tan melodramática.

—Es Torres.
Torres. LT tiene un nombre. Liana Torres. Eso la hace más real.

—¿Quién es ella para Swanee? —pregunto.

—No tienes que preocuparte. Ella no sabrá sobre ti —dice Joss.

¿Qué significa eso? ¿No puede responder una pregunta sin andarse con
rodeos?

Ahora estoy más confundida que nunca.

—¿Quién es ella para Swanee? —repito.

—¿No te refieres a era?

Todavía tengo problemas pensando en Swan en pasado.

—Si Swan hubiese querido que lo supieras, te lo habría dicho —dice


Joss.

Quiero que se apresure.

—Tal vez iba a decírmelo, pero no tuvo la oportunidad. —¿Joss pensó en


eso? Porque yo sí… como cien veces.

Joss no muerde el cebo.

—Por favor, Joss. Necesito saberlo.

—¿Por qué?

Porque no tuvimos tanto tiempo juntas y hay tantas cosas que quedaron
sin ser dichas y sin ser hechas. Respondo suavemente:

—Porque sí.

Joss suspira, sonando exactamente como Swanee.

—Liana era su novia.

Mi mandíbula se aprieta. Digo:

—Pero yo lo soy… era…

—Su ex. Terminó con ella cuando te conoció.

El alivio me llena.
—También consígueme la iPad de Swan. Tiene un montón de fotos
nuestras. Solo pon todo bajo mi cama para que Jewell no lo vea.

Aún estoy procesando esta conversación. Algo no calza, como la línea de


tiempo. Y los continuos mensajes de Liana.

—¿Cuándo terminaron exactamente?

—No sé la fecha y hora. Exactamente.

—Pero terminaron.

—Te dije que lo hicieron. ¿Me estás llamando mentirosa?

—No. —Respiro hondo—. ¿Cómo puedes estar tan segura de que Liana
no sabe sobre mí? —le pregunto a Joss. Yo sé sobre ella.

—Porque Swan le dio un apellido falso. Liana no sabía sobre la


verdadera vida de Swanee —dice.

Oh mi Dios. Eso explica los mensajes.

—¿Hay una posibilidad de que no sepa que Swanee está muerta?

Joss continúa:

—Joder.

—¿Qué nombre le dio Swanee?

—Swanelle Delaney. Yo lo inventé.

Cómo si eso fuera importante.

—¿La conoces? ¿Personalmente?

—La conocí un par de veces. A los juegos a los que Swanee me llevó. Es
una perra.

De nuevo con los juegos.

—¿Qué juegos? ¿Dónde?

—Es una animadora en Greeley West.

¿Qué hay de las animadoras siendo perras altaneras? Tal vez eso solo se
aplicaba a Betheny.
—¿Cuánto estuvieron juntas?

—Realmente eres masoquista, ¿no?

—Solo pienso que alguien debería decirle sobre Swanee. Si, uhm, aún
no lo sabe.

Joss imita mi respiración exasperada.

—Cuando encuentres el teléfono de Swan revisa sus contactos. Ella


puede aún tener su número.

Casi suelto que sé el número de Liana.

—¿No crees que se le debería decir en persona?

—¿Quién? ¿Yo? De ninguna forma.

Bueno, no voy a llamarla. Esa sería la forma más cruel de entregar


noticias sobre alguien de quien todavía estás enamorada.

Escucho voces en el fondo y Joss dice:

—Nos vamos a conseguir algo de marihuana nativa. ¿Quieres que te


lleve un poco?

—No. ¿Sabes cuándo volverán?

Cuelga antes de responderme.

Una pieza del rompecabezas está en su lugar. Si Liana no sabía el


apellido de Swanee, es posible que no haya conectado los puntos su
muerte.

Y ahora, con Joss fuera de la ciudad, es mi responsabilidad decírselo a


Liana. De hecho, tengo un deseo ardiente de saber todo sobre ella porque
creo que es la llave para abrir una caja de seguridad llena de secretos
sobre Swanee.
Capitulo VII
Corregido por Celesmg

Greeley es un pueblo de vacas al norte de Arvada. Busco en Google


Greeley West para comprobar el horario de los deportes y noto que el único
evento en casa esta semana es la lucha del martes. Esa mañana le
pregunto a papá si puedo tomar el carro y él dice:

—Habrá tormenta más tarde.

Supongo que puedo ir a Greeley y volver en una hora, hora y media.


Decirle a Liana no tomará mucho tiempo, dependiendo del número de
preguntas que tenga.

Papá dice:

—¿Segura de que no quieres que te lleve y te traiga?

De la misma forma que desde que estoy en la escuela elemental y el


clima era malo. Hago sonar mi lengua disgustada.

—Creo que también puedo conducir seis cuadras en la nieve.

Papá deja una montaña de panqueques frente a mí y dice:

—También puedes caminar seis cuadras.

—O podría conducir. —Me siento enfadada con él y no sé por qué. Estoy


enfadada con el mundo—. ¿Por favor? Juro que tendré cuidado.

Papá carga a Ethan en su regazo con una botella mientras vierte jarabe
sobre sus panqueques.

—No es que no confíe en ti, Alix. Sé que eres una buena conductora.

¿Entonces cuál es el problema?

—¿Puedo tomarlo?
Corta sus panqueques y dice:

—Muy bien. Pero si es bastante malo y no te sientes cómoda manejando


a casa, llámame.

—¿Y qué harás?

Mastica y traga.

—Abrigar a este bebé e ir a la colina a rescatarte. —Sonríe.

Él también lo haría. ¿Por qué tiene que ser tan irritantemente… papá?

Como al mediodía la nieve empieza a caer con furia. Papá me llama al


almuerzo y pregunta:

—¿Te dejarán salir temprano?

—No que yo sepa —contesto.

—Realmente no te quiero conduciendo…

—Papá, son seis cuadras. Estaré bien. Si es necesario lo pondré en


neutro y rodaré por la colina.

No ríe.

Me salto la clase de física y corro al Prius, me subo y me deslizo por el


estacionamiento. La capa de hielo es la prueba de que un cuerpo en
movimiento se mantiene en movimiento hasta que choca. El bulevar
Wadsworth es una pista de patinaje, como dicen, pero conduzco
lentamente, eventualmente salgo de la I-70 a la I-76, de camino a Greeley.

Papá literalmente me mataría si supiera.

Las personas manejan como a cincuenta en la autopista, e incluso eso


parece muy rápido. Cuando finalmente llego a Greeley, mi mandíbula
duele de apretarla tanto.

La nieve es más pesada aquí, y la visibilidad es casi cero. El mapa que


imprimí en la escuela indica “Sal al oeste en Loveland, aproximadamente a
tres kilómetros”.

Compruebo el reloj del salpicadero: 3:49. El encuentro empieza a las


cuatro.
Greeley West es fácil de encontrar, con un letrero que lee ORGULLO
ESPARTANO. El edificio es de un piso hecho con ladrillos, más nuevo que
Arvada. Doblo a la izquierda más allá de la escuela al estacionamiento.
Está lleno, por lo que tengo que estacionar a una cuadra.

La nieve y el viento me acompañan por la amplia calle, hasta los amplios


escalones y a través de la puerta.

Dentro escucho a la banda y veo grupos de personas de camino al


gimnasio. Mi teléfono lee 3:53, y quiero asegurarme de hablar con Liana
antes de que el encuentro empiece. Noto que este no es el momento ideal
para decirle que su ex está muerta, porque o tendrá que fingir que nada
está mal o perderá el control completamente y tendrá que irse. Realmente
no la conozco, por lo que no tengo idea de cómo reaccionará.

De repente una chica sale del baño. Una porrista. La reconozco del cine.
Nuestros ojos se encuentran y dice:

—Hola. —Luego se gira para irse.

—Liana. —Un nudo se forma en mi garganta y lo trago. Ella regresa—.


Soy Alix. Una, uhm, amiga de Swanee.

Tiene ojos color caramelo, enormes, del tamaño de medio dólar.

—¿Quién es Swanee?

Mierda. Ella no sabía su nombre real.

—¿Swanelle?

—Oh. Swan. Nunca mencionó a una amiga llamada Alex. —Una alarma
suena desde el gimnasio y Liana agrega—: Tengo que irme.

—Swan era… —Quiero decir “novia”, pero algo me detiene—. Necesito


decirte algo.

Mira hacia el gimnasio y luego a mí. Su expresión es expectante.

¿Cómo lo hago?

Digo, bastante rápido:

—Ella murió. Estaba corriendo y tuvo un paro cardíaco. Un ataque


cardíaco. —Realmente no sé la diferencia. Espero que no pregunte.
Todo lo que puedo hacer es observar a la chica mientras me observa.

Liana empieza a sacudir su cabeza. Siento su desconfianza. No horror o


dolor. Eso vendrá luego.

Le digo:

—Murió el dos de febrero. Esa mañana del sábado.

Los ojos de Liana se entrecierran.

—Estás mintiendo. Swan está viva. Hablé con ella ayer.

Le enviaste un mensaje, quiero decir. Nunca hablaron realmente.

—Comprueba las noticias.

—Leí sobre esa chica que murió. Pero no había fotografías, y su nombre
era diferente. En ese momento pensé que era extraño que dos chicas
tuvieran nombres tan raros. El apellido también era diferente y ella iba a
una escuela diferente.

Puedo imaginar que Jewell y Asher no querían que la imagen de Swanee


apareciera en las noticias y periódicos. ¿A cuál escuela le dijo Swanee a
Liana que iba?, me pregunto.

—Ella te dio información falsa —replico—. Su verdadero nombre es, era,


Swanee Durbin. Iba a Arvada.

Los ojos de Liana se quedan sobre los míos.

—¿Entonces quién me ha estado enviando mensajes?

Abro mi boca para decir la verdad, pero lo que sale es:

—¿Alguien te ha estado enviando mensajes?

—Joss —sisea.

—No. Ella no lo haría. —No podría porque yo tengo el teléfono.

—¿Es esta una de las bromas de Swan? Porque no es gracioso. Es cruel


y malvado. Y también tú y Joss por hacerlo. —Liana se da la vuelta y se
aleja corriendo, desapareciendo en el gimnasio.

Oh, Dios. Me apoyo contra la pared, cerrando los ojos. Debería estar
orgullosa por encontrar el coraje de decirle, pero me siento enferma.
Tengo que conducir todo el camino a casa en primera marcha, usando
los frenos, para mantener la velocidad en cinco kilómetros por hora. Sin
duda la transmisión necesitará un arreglo total. Está casi oscuro cuando
me estaciono en el camino de entrada. Mamá y papá están en la cocina,
parecen enfadados.

—¿Dónde has estado? —pregunta papá—. Te hemos estado llamando


por las últimas cuatro horas.

¿Cuatro horas? Compruebo el reloj del horno microondas y veo que


tiene razón. Son casi las ocho.

No les voy a decir que fui a Greeley.

Mamá está furiosa.

—Incluso llamé a los Durbin.

Eso me da una ruta de escape.

—Lo siento, no escuché el teléfono. Y mi celular estaba en vibración.

—Alix, te dije que necesitan tiempo para ellos mismos.

—No están en casa. Fueron a Hawaii.

Mamá y papá se miran con el ceño fruncido.

—Para reagruparse —agrego—. Le dije a Jewell que regaría las plantas


mientras no estaban. —¿De dónde salió esa mentira?—. Además, ahí hace
silencio, por lo que puedo estudiar.

Desde su habitación, como una pista, Ethan empieza a llorar. Papá sube
las escaleras.

—¿Incluso pensaste en llamarnos, que podríamos estar preocupados por


ti? —pregunta mamá.

Sí, pensé en llamar, pero luego otras prioridades intervinieron.

—Dije que lo lamentaba.

Me dirige su clásica mirada de “eres la persona más irresponsable sobre


la faz de la tierra”. Luego agrega:
—Comimos sin ti.

Como si ese fuera el peor castigo del mundo, perderme una cena
familiar.

Busco a Liana Torres en Facebook. Naturalmente su perfil es privado.


Todo lo que puedo ver es su actividad reciente, la cual es un cambio en la
foto de perfil. Es hermosa. Siento una punzada de celos y puedo entender
por qué Swanee quería que rompiera mi relación con Betheny, incluso si
solo era amistad.

Si quiero aprender más de Swanee a través de Liana, la única forma es


que ella acepte mi solicitud de amistad para poder revisar sus álbumes y
leer su muro y actividades. Podría agregarme, hasta que descifre que soy
esa perra mentirosa que apareció en su escuela para decirle la verdad
sobre Swanee. Podría fingir un nombre, como hizo Swanee. O usar
Alixandra. O quitar a Swanee Durbin como mi novia.

Olvídenlo. Eso se quedará permanentemente en mi Facebook.

Pensar en el odio en los ojos de Liana cuando pensó que Joss le estaba
jugando una broma trae lágrimas a mis ojos. ¿Por qué no la contradije, por
qué la dejé creer que Swanee seguía viva? ¿Por qué no solo llamé luego del
primer mensaje para hacerle saber lo que le pasó a Swanee mientras
corría?

Era egoísta de mi parte querer saber quién era Liana. Con tiempo
Swanee me habría dicho, si hubiese preguntado. A ella no le gustaba
hablar sobre su pasado. Pero tampoco nos escondíamos secretos.

Podría dejarlo ir y permitirle a Liana creer lo que quiera, si no fuera por


el hecho de que ahora culpa a Joss. No sé por qué me importa, pero lo
hace.

No, va a detenerse aquí. Liana necesita saber la verdad. Punto.

Le envío una solicitud de amistad y espero a ver qué sucede.


Sorprendentemente, papá me pregunta si quiero que me lleve a la
escuela. No parece molesto por lo de ayer, pero me preocupa que no me
deje volver a tomar el auto.

—Estoy bien —digo—. Pero gracias.

En la entrada me pongo mis botas y veo a mamá lista para irse al


hospital. Entonces se me ocurre. Vuelvo a la cocina y le pregunto a papá:

—¿Cómo está Ethan? ¿Descubrieron qué está mal?

Sin levantar la mirada de su iPad, donde lee el periódico cada mañana,


dice:

—Me preguntaba cuándo te ibas a acordar de él.

Mi rostro arde. Lo recuerdo. Me preocupa que esté enfermo. Solo tengo


mucho en mi mente.

—Es un virus intestinal que parece estar moviéndose —explica papá—.


Probablemente se contagió en la guardería.

¿Por qué no agrega “cuando no lo cuidaste”?

—¿Pero estará bien?

Papá encuentra mi mirada y asiente.

—¿Y tú?

Me toma un momento comprenderlo. Hay tantas emociones en mi


interior que quiero correr a él y hacer que me abrace, que me diga que
todo estará bien. Pero no tenemos esa clase de relación.

Extraño tanto a Swan.

No puedo ni contestar mientras me apresuro a la puerta del garaje e


introduzco el código para cerrar la puerta detrás de mí. Papá ha limpiado
el camino de entrada, pero no todas las calles están limpias. Camino por la
69, por la colina que lleva a Dover Court y a la casa de Swanee.

En el momento decido no ir. Nunca falté a la escuela antes de conocer a


Swanee. Me persuadió a hacer muchas cosas que nunca había hecho.
Como fumar marihuana. Y beber. Empezar a liberarme, como ella.
Aparentemente faltaba a la escuela cuando quería, y ni a Jewell, ni a
Asher les importaba. Cuando le dije que mis padres enloquecerían, dijo lo
que yo ya sabía:

—¿No han escuchado que ya se abolió la esclavitud?

Su casa es más vieja que la nuestra. En peor estado. Nos mudamos más
al Oeste, a una zona más nueva, cuando mamá consiguió su empleo en el
St. Anthony. Ella quería que me transfirieran a Arvada West, la cual
alcanza notas más altas que Arvada, o que fuera a una escuela charter 10.
Pero todos mis amigos están en Arvada. Betheny, la AGH, los matemáticos,
el club de esquí. Y luego conocí a Swanee.

Sé que mamá tiene altas expectativas, espera que siga sus pasos y me
convierta en doctora. Odio decirle que tratar con la muerte a diario
endurecería mi corazón como lava. O me comería viva desde adentro.

Encuentro la llave de los Durbin bajo la rana en el porche y entro. Antes


de dirigirme al cuarto de Swanee, vago alrededor, tocando objetos,
tomando artefactos interesantes. Swanee me dijo que Jewell y Asher se
conocieron cuando eran mochileros en Europa. Siempre creí que sería
genial hacer algo como eso, acampar, conocer gente en el camino. Swanee
dijo:

—Que se joda eso. —Ella necesitaba agua caliente para ducharse,


comida real y retretes.

Mi atención cae sobre una repisa. La urna. La tomo y quito la tapa. Las
cenizas no están sueltas en el interior, están en una bolsa de plástico. No
son negras como imaginé. Son grises. Nunca vi a Swanee como una
persona gris. Era de cada color del arcoíris.

Dejo la urna sobre la repisa y camino por el pasillo al dormitorio de


Swanee.

Es exactamente el mismo. No sé por qué esperaba que fuera diferente.

Mi visión se torna borrosa y miro al cielorraso.

—¿Puedes verme, Swan? —Lucho por encontrar las palabras—. ¿Puedes


sentirme?

10Escuela charter: escuelas independientes en Estados Unidos fundadas por profesores,


padres o comunidades con privilegios.
No hay respuesta. Una lágrima cae por mi mejilla y la limpió con ira.
Pateo el desorden, me detengo junto a la cama y observo la bolsa del
hospital. Solo yo la he tocado. Me doy la vuelta y me deslizó por el lado del
colchón hasta que llego al suelo, entonces cubro mi cabeza con mis
brazos.

—Por favor, Dios —murmuro—. Si puedes hacer milagros, tráela de


regreso a mí. No puedo vivir sin ella.

El teléfono de Swan me sorprende. Lo saco de mi bolso. Estúpida. No


creo en la comunicación mística, pero tal vez…

Es Liana.

Esta chica vino a mi escuela y me dijo que estabas muerta. Pero


supongo que ya lo sabes. No es gracioso, Swan.

Es la verdad.

LLÁMAME.

¿Por qué no puede meterse en su dura cabeza que Swanee se fue, que la
persona que murió fue su Swanee, no Swanelle Delaney o cualquier
nombre estúpido que le hubiera dicho?

Por mí, mi engaño. Debería aceptar su oferta, llamarla y decirle toda la


verdad, incluida la parte en que la engañé. Presiono su número, pero luego
de un timbre me acobardo. Todo está tan… mal.

El teléfono de Swanee suena en mi mano. No puedo contestarlo. El


timbrado se detiene y luego de un minuto suena la alarma de un mensaje
de voz. Sin duda le dejó una cadena de maldiciones en español.

Busco todas las cosas que Joss quiere. Su habitación está a la derecha
de la de Swanee. También es un desorden. Meto todo lo que saqué para
ella debajo de la cama, incluido el teléfono de Swanee. Pero cuando llego a
la puerta, me giro, regreso y tomo el celular. Es mío. Además de los pocos
recuerdos que siempre tendré, el teléfono de Swanee es mi única conexión
a ella y no estoy lista para cortar el hilo. Nunca estaré lista.

De regreso a la habitación de Swan reviso todo para asegurarme de que


no dejo nada atrás. No voy a volver, es demasiado doloroso. En su armario,
bajo una montaña de ropa, hay un collar de plata con una cruz. ¿Un
símbolo religioso? Nunca usaba mucha joyería, incluidos los aretes que le
hice. Yo nunca le haría una cruz. Es obvio quién se la dio. Reviso el closet
de Swan. Su ropa, la que cuelga, es familiar. Entierro mi rostro en su
suéter de esquí rosa y azul, el que usaba el día que nos conocimos. Me
pregunto si Jewell lo notará. Joder. Me llevaré el suéter.

Reviso cada cajón, tiro camisetas y pantaloncillos y ropa interior al


suelo. Me doy la vuelta, veo su biblioteca, su pila de libros a un lado.
Examino cada libro. ¿Es mío, suyo, de la biblioteca? Lo tiro uno a uno
contra la pared.

Me siento salvaje, fuera de control. Es tan injusto. Estoy enfadada con


todos, con el universo. Principalmente estoy enfadada con Swanee por
morir y por quitarme lo más precioso que nunca tuve. No me pertenecía,
pero era mía. Mía, Liana. ¿Me escuchas?

—¡Swanee, no tenías derecho! —Sé que no tiene sentido culparla porque


no es como si ella pretendiera morir—. Pero lo hiciste. Y me dejaste aquí,
sola, para recoger las piezas. —Una ira incontrolable burbujea en mi
interior.

Hay revistas en su mesita de noche, y las tiro. Un cuaderno blanco y


negro, o un diario, sale volando. Nunca antes lo he visto. Paso las páginas,
noto que la letra no es la de Swanee.

En la primera página lee:

Te amo por siempre. Para siempre, mi amore. L.

Mi respiración se corta y siento como si tuviera un ataque al corazón.


Para siempre éramos nosotras, Swanee y yo. Liana estaba fuera. Arranco
las primeras páginas y las meto bajo la cama.

Me inclino para recobrar el aliento. Calmarme. El tiempo pasa en olas.


Al observar el desastre que hice pienso que Jewell estará asustada por
haber saqueado la habitación. Con cuidado, con amor, regreso las cosas a
donde las encontré, según recuerdo.

Mamá está en la casa cuando llego. Se levanta del sofá.

—La escuela llamó.

Mierda.
—No me sentía bien.

—¿Entonces dónde estuviste todo el día? Y no me digas que donde los


Durbin.

Entonces no le diré nada. Corro escaleras arriba y cierro mi puerta.


Mamá la abre unos segundos después. Pudo por lo menos haber llamado.
Entra y se sienta en mi cama. Me alejo de ella, deseo que se vaya. Que
todos me dejen sola.

—Entiendo lo difícil que esto es para ti, cariño —dice—. Necesitas un


final. Tal vez debas hablar con un terapeuta.

—Estoy bien —mascullo.

—No estás bien. Estás dolida y estás embotellando tus sentimientos.


Enfadarte con todos a tu alrededor no te hará ningún bien.

Eso es tan profundo, mamá, pienso. Debiste haber escogido la


psiquiatría.

Cuando no respondo, exhala. Luego se levanta y se va.

Un final. Casi rio. No hay un final. No hay tal cosa. Solo heridas
abiertas. Ni siquiera puedo imaginarlas sanando al punto de tener costras.
Capitulo VIII
Corregido por Pily

Mientras leo los nuevos mensajes de condolencias que la gente ha


dejado en mi muro de Facebook, veo que Liana aceptó mi solicitud de
amistad. Se siente tan extraño que lo haya hecho luego del mensaje a
Swanee de ayer.

Entro a su perfil. Tiene 488 amigos. Eso no significa que sea popular.
Ella acepta todas las solicitudes, como yo. No que tenga personas
esperando. Busco el nombre de Swanee entre los amigos de Liana, pero no
está. “Swanelle Delaney” sí está. Liana está en una relación con una
persona que no existe.

Pero entonces, yo también.

Liana tiene un montón de álbumes de fotos. El primero tiene una serie


de fotos de ella en su uniforme de porrista, haciendo saltos y
contorsionando su cuerpo en el aire. Hay una fotografía del equipo de
porristas pateando el aire, luego una de ellas levantándola en una
pirámide. Luego, ella está arriba, mostrando un pompón.

El siguiente álbum es de Liana con una camada de gatitos alrededor.


Sostiene uno contra su nariz. Un pequeño calicó. La expresión en el rostro
de Liana es serena. Si mamá no fuera alérgica, tendría una casa llena de
gatos.

Un álbum familiar incluye fotos de personas en Navidad. Hay una de


Liana en pijama, sentada con un bebé en su regazo y papeles de regalo
alrededor. El bebé tiene cabello oscuro y enormes ojos. ¿Es de ella? ¿Por
eso Swanee pensaba que las porristas eran putas? Los familiares de Liana,
asumo, hacen muecas hacia la cámara, y luego aparece la familia sentada
a la mesa con un pavo y todos los acompañamientos.

Hay una boda en la que Liana es una de las damas de honor.

Entonces veo un álbum titulado SWAN.


Las fotografías cubren páginas y páginas. El auto, Liana salida por la
ventana saludando a alguien. Liana y Swanee usando las pelucas de Joss
en alguna pista de patinaje. Apuesto a que Joss estaba encantada por eso,
si es que lo sabía. ¿Cuán a menudo iba Liana a la casa de Swanee o se
quedaba?

No me importa no me importa no me importa.

Otra imagen de Swanee sosteniendo los brazos de Liana en el suelo. Las


dos riendo, mirándose. Besándose.

Sé que no fui la primera para Swanee, pero es difícil verla amando a


alguien más.

¿Cuánto estuvieron juntas?, me pregunto porque tengo como diez


fotografías en mis álbumes de Facebook. Ella siempre decía:

—No subas mi foto, me veo gorda.

Lo cual era ridículo. Era una delgada y fuerte máquina de correr. Joss
sabría cuánto tiempo estuvieron Swan y Liana juntas. De hecho, podía ser
quien tomó todas las fotos de Swanee y Liana.

Llamo a Joss esa noche y lo primero que dice es:

—¿Conseguiste mis cosas?

—Sí. Están en tu cuarto. No encontré su celular.

—Debería estar ahí. Sé que lo tenía con ella.

—Lo siento. No está ahí.

—Busca de nuevo.

—Joss…

—No importa. Lo encontraré yo misma. Olvidé agregar que quiero las


llaves del carro de Swan. Conseguiré mi permiso este verano y es justo que
me quede con el auto.

—Tampoco vi las llaves —le digo.

—Jewell o Asher deben tenerlas —replica—. ¿Buscaste por la casa?

Lo hice, pero no las llaves del carro de Swanee.


—No. —Una verdad a medias.

—Busca en los bolsos de Jewell.

—Joss, no revisaré las pertenencias de Jewell. O las de Asher.

El puchero en su rostro atraviesa la distancia.

—Bueno, el auto es mío y también todo lo demás. Era mi hermana. Mía.


—La voz de Joss se rompe y termina la llamada.

Maldición. No la llamé para molestarla. Solo necesito hacerle una


pregunta más sobre Liana.

Mi teléfono suena. Mismo número. Contesto y Joss dice:

—Busca en el bolso rojo de Jewell por el celular y las llaves. Ella lo tenía
en el hospital.

La voz de Joss es estable y exigente. No quiero volver a molestarla, pero


no voy a revisar los bolsos de Jewell.

—¿Puede hacerte un par de preguntas más sobre Liana?

—Dios. ¿No puedes solo dejarlo? —exclama Joss.

—¿Cuánto estuvieron juntas?

—Apesto para las matemáticas —contesta Joss.

Aprieto los dientes.

—Yo no. Dime cuándo se conocieron y yo haré las sumas.

—No sé la fecha exacta.

—Aproximadamente.

Suelta el aire exasperada.

—Aproximadamente el quince de agosto.

—¿De este año?

—No. Mil novecientos ochenta y cuatro.

La ignoro.
—¿Cómo lo sabes?

—Yo estaba ahí. Fue durante la charla de primer año, y Swanee se


ofreció a acompañarme por ser de último año. Acampamos en el parque
Estes, Greeley West tenía un campamento de porrismo ahí al mismo
tiempo. Supongo que sus radares gay se cruzaron.

Quince de agosto, dos semanas antes de que empezaran las clases.

—¿No salía Swanee con Rachel el primer mes de clases o algo así?

—Swan la dejó en octubre —dice Joss.

Odio esa expresión.

—¿Entonces Swanee y Liana no empezaron hasta después?

Joss suelta una risa.

—¿Qué?

—Podrás ser buena en matemáticas, pero apestas en lógica. ¿Por qué


crees que Swanee le dio un nombre falso a Liana?

Estoy… aturdida.

—¿Eso contesta todas tus preguntas? —dice Joss—. ¿No estás feliz de
haber preguntado?

Corta la llamada.

Mamá abre la puerta y dice:

—¿Cuáles son tus planes para hoy?

Dormir. No dormí en toda la noche, procesando lo que Joss me dijo. Si


Liana era la razón por la que Swanee terminó con Rachel, ¿eso también me
hacía “la otra mujer”? Joss dijo que Swan y Liana habían terminado, ¿pero
era verdad? Los mensajes de Liana sugerían otra cosa.

—¿Alix?

Sigo sin poder hablar.


—A tu papá y a mí nos gustaría ir al cine y nos preguntábamos si te
molestaría hacer de niñera.

Esa palabra me devuelve a la realidad.

—No puedo. Betheny me pidió ayuda con su… uhm… proyecto.

Mamá mira a través de mí y sonríe.

—Dile a Betheny que puede venir y hacerlo aquí. La extraño. Me he


preguntado qué pasó entre ustedes dos.

—Nada pasó. —Swanee pasó. Agrego—: Tenemos que hacerlo en su casa


porque está en su computadora de escritorio. —¿De dónde saco esta
mierda? ¿Quién demonios usa una computadora de escritorio?

—¿Crees que a Betheny le importaría si llevas a Ethan?

—Mamá, no haríamos nada. Él es una distracción.

Su sonrisa se disipa.

—Bien. No iremos.

Un nudo de culpa se forma en mi estómago porque nunca salen.

—¿No puedes llamar a Jennifer? —Es la dueña de la guardería a la que


va Ethan.

—Lo hice. Está ocupada. Solo iremos al museo infantil. De nuevo.

Culpa total.

No puedo hacer de niñera. La última vez que lo hice casi maté a mi


hermano bebé. Fue el día que mamá y papá nos dejaron a Swanee y a mí
solas con Ethan. Swanee veía Piratas del Caribe como por quinta vez y yo
estaba aburrida, por lo que tenía mis cosas de joyería en el suelo.

Parecía que Swanee no estaba tan interesada en la película como creía


porque en cuanto mamá y papá se fueron, se presionó contra mí y me
empezó a besar. Tenía su mano bajo mi camiseta, tocando el borde de mi
sostén y metiendo sus dedos, se sentía tan bien que estaba perdiendo el
control y estaba a punto de apartarla cuando Ethan empezó a ahogarse.

Sus labios se estaban poniendo azules y jadeaba por aire, y me asusté.


Busqué en su boca, pero no pude encontrar nada, por lo que lo apoyé
contra mi brazo y empecé a golpear su espalda. Con la fuerza suficiente
para romperle una costilla, pero estaba asustada.

—Llama al 911 —le dije a Swanee.

Ella se quedó inmóvil.

De repente un objeto salió volando de la boca de Ethan y él inhaló.


Empezó a chillar inmediatamente. Lo levanté y lo llevé a la otra habitación,
intentando calmarlo. Nunca lo había visto llorar tan fuerte.

Calenté una botella y finalmente lo acomodé en mi regazo, pero no podía


dejar de temblar.

—¿Qué se tragó? —le pregunté a Swanee.

Se levantó y encontró un botón en la alfombra. Todo lo que pude pensar


fue que era una irresponsable. Y Swanee… ella quería continuar donde lo
dejamos.

Desde eso Ethan siempre parece aterrado cuando me acerco. Como si


supiera que estaba en peligro inminente.

Me doy una ducha para lavar el recuerdo, y ayuda. Un poco.

Me acuesto en mi cama, entro a Facebook y veo que no hay nuevos


mensajes en mi muro. No sé si estoy agradecida o no. Es como si Swanee
hubiese sido olvidada en solo dos semanas.

Hay un mensaje esperándome. Es de Liana. Una oración:

No entiendo

Debió haber visto algunas de las fotografías en mi álbum y leído mi


relación. Le respondo a Liana:

Ella te mintió

Casi agrego: Ella nos mintió a ambas, pero tengo esta revelación, ¿Qué si
Swanee sí terminó con Liana y Liana no podía, no quería, aceptarlo? Ella
podría haber estado acosando a Swanee. Swan nunca la mencionó, pero
tal vez estaba intentando solucionar el problema. O se quedó sin tiempo.

Voy a eliminar a Liana y veo que ya respondió a mi mensaje:

Necesitamos hablar. ¿Me llamas?


Incluyó su número de teléfono.

No quiero llamarla. Ahora solo quiero que se aleje, que no haya existido
nunca. No hay nada ni nadie que pueda llenar el vacío que se expande en
mi interior día con día. Saber el pasado de Swanee solo hace que el
presente sea más real.

Voy a desconectarme cuando veo que ha llegado otro mensaje. Es ella de


nuevo:

¿Por favor?

Mierda. ¿Por qué empecé esto? Ahora estoy obligada a terminarlo.

Casi cometo el error de usar el teléfono de Swanee. Liana contesta al


primer timbrazo. Digo:

—Soy Alix.

Ella inhala y exhala temblorosamente.

—No puedo creer que esté muerta. —Liana apenas logra decir las
palabras antes de sollozar—. Encontré su obituario en línea, y la fecha
concuerda con lo que dijiste.

Su dolor me alcanza, y mis ojos se llenan de lágrimas.

—¿Sabías que Joss me estuvo enviando mensajes todo este tiempo? —


pregunta.

Hago una mueca.

—No.

Empieza a sollozar de nuevo.

No podré hablar por teléfono. Digo:

—¿Quieres que nos veamos?

Ella limpia su nariz.

—Tengo que trabajar a las dos.

—¿Dónde trabajas?

—En Greeley. En el centro comercial.


Compruebo mi reloj, son un poco después de las diez. Mamá y papá
estarán fuera hasta la tarde.

—Podríamos encontrarnos ya —replico.

—¿Dónde? —Hace sonar su nariz.

—No lo sé.

—Hay un McDonald’s en Broomfield junto a la 287. ¿Sabes dónde está?

—Sí —contesto.

—Probablemente me tomará veinte o veinticinco minutos llegar —


agrega.

—Si llego primero, esperaré. —Se lo debo.

Se queda en la línea, como si quisiera decir algo más. O como si


esperara a que hable. La sensación me inunda como cuando una montaña
rusa empieza a subir y puedes ver la cima y sabes que en cualquier
segundo serás liberado. Empieza a llorar de nuevo y corta la llamada. Me
quedo por un momento, recobrando el equilibrio.
Capitulo IX
Corregido por Pily

Por alguna razón me tomo mi tiempo para prepararme. Me hago una


coleta como Swanee solía hacer y luego me la quito. Como si eso pudiera
hacer a Liana recordar. Como si me importara. Me pongo maquillaje. Me
pruebo diferente ropa.

—Por el amor de Dios —exclamo—. No es una cita.

Cuando llego al McDonald’s, está sentada en una esquina, abrazando


sus rodillas, su rostro enterrado entre sus brazos. Hay un vaso con cola y
una pajilla en la mesa frente a ella, pero nada más. Me acerco y levanta la
cabeza lentamente. Su rostro parece vacío y sus ojos están rojos.

Me siento en frente y ella vuelve a esconder el rostro.

Esto será un desperdicio si no me va a hablar. De repente, gira la cabeza


para que su mejilla descanse sobre su rodilla y dice:

—¿Cuándo lo supiste?

¿Saber qué? Oh.

—El día en que ella… eso… pasó.

Las pestañas de Liana están húmedas y seca una lágrima de debajo de


un ojo. Parpadeando me dice:

—¿Por qué me dijo que su nombre era Swanelle Delaney y que iba a la
Secundaria Cherry Creek?

No quiero tocar ese tema.

—¿Por qué Swan hace… hacía… cualquier cosa?

Liana no parece registrar la observación. Aparta la mirada hacia la


ventana.
—También la llamaba Swan.

Oh, Dios. Lucho por controlar mis emociones.

—¿Siquiera vivía en Greenwood Village?

—No —contesto—. Vivía en Arvada e iba a la Secundaria Arvada. —Mi


estómago gruñe y digo—: Necesito algo de comer o beber.

Liana empuja su refresco sobre la mesa.

—Toma la mía. No la he tocado. Te compraré algo si tienes hambre. Y


también pagaré por tu gasolina ya que te hice venir.

—Así está bien, no me obligaste. —Es lindo que se ofrezca. No quiero


que sea agradable. Quiero que sea una acosadora. Y una perra. Pero
acepto su refresco.

El frío y burbujeante líquido se siente refrescante en mi garganta


mientras tomo de la pajilla. Me mira con esos grandes ojos marrones y
dice:

—Joss siempre me odió. Swan dijo que era un prejuicio contra los
mejicanos. Pero es más que prejuicio para escribirme por dos semanas y
hacerme pensar que Swan estaba viva. Eso es cruel.

Me ahogo y dejo el vaso.

Nunca he considerado a Joss como racista. Prácticamente desprecia a


todas las personas.

Abro mi boca para decirle a Liana que fui yo y que lo lamento y que no
sé por qué lo hice excepto que no estaba pensando con claridad en ese
momento.

—Ni siquiera pude rezar un rosario por ella. —Liana traga con fuerza—.
¿Tuvo un funeral?

Asiento.

—Más como una fiesta.

Liana frunce el ceño.

—¿Por qué tendrías una fiesta cuando alguien muere?


Mi pregunta exacta.

—Jewell y Asher querían celebrar su vida.

—¿Quiénes son ellos?

¿Es en serio?

—Los padres de Swanee.

Sus ojos se abren.

—¿Los conoces?

—Sí. Son geniales.

Solo me observa.

—No tengo nada de esto. Swan miente sobre su nombre y dónde vive y a
cuál escuela va. Me dice que sus padres no saben que es gay…

Rio un poco. Los ojos de Liana se endurecen.

—Lo saben —replico—. Es la persona más abierta del mundo.

La cabeza de Liana cae contra su asiento. Muevo la pajilla en el vaso y la


miro. Es hermosa, aunque esté cansada. Liana levanta la cabeza.

—En tu perfil de Facebook dice que estabas en una relación con ella.

No puedo verla a los ojos.

—Lo estaba.

—¿Por cuánto tiempo?

—Desde las vacaciones de Navidad. —Debí haber atesorado cada


momento como si fuera nuestro último. Nunca piensas que…—. ¿Por
cuánto tiempo estuviste con ella?

Liana me observa beber.

—El veinte de febrero habría sido nuestro aniversario de seis meses.


Planeábamos casarnos luego de graduarnos.

Toso y refresco sale por mi nariz.

—Joss dijo que terminaron.


—Joss es una mentirosa, en caso de que no lo hubieses descifrado. —En
un murmullo agrega—: Una mentirosa sin corazón ni alma. —Hace una
pausa—. Asumo que supiste de mí a través de ella. Debió haber estado
saltando de la alegría al decirte que Swan te estaba engañando.

La oración me golpea en el pecho.

—No fue así. Encontré pistas. Cosas en el cuarto de Swan. Tu libro de


poesía y el disco. Tuve que sacárselo a Joss.

—Claro —replica, como si no me creyera.

Nuestros ojos se vuelven a encontrar. Los de Liana se llenan de


lágrimas.

—No puedo hacer esto. —Se levanta y corre a la salida.

Estoy paralizada. Swanee no solo estaba saliendo con Liana a


escondidas, engañándome, sino que me dijo que era el amor de su vida y
que siempre estaríamos juntas.

Mi teléfono suena de camino a casa, pero sé que no debo contestar


mientras conduzco. El timbre me indica que es mamá o papá, así que no
es una emergencia, es solo para comprobar cómo estoy. Espero que no
llamaran a la casa de Betheny.

Estaciono en el garaje y reviso mi correo de voz. Es mamá diciéndome


que llegaran a casa como a las cinco y que por favor haga algo para cenar.

Swanee nunca tenía que cocinar la cena para su familia. No sé de una


sola vez que cenarán juntos como una familia.

Swanee.

Estoy tan desconcertada que ya no estoy segura de quién le miente a


quién. Si Swanee le hubiese dado a Liana su verdadero nombre, ella
habría sabido de su muerte. Me pregunto si a Swan le importaba cuánto
dolor nos causaría a Liana y a mí descubrir sobre la otra.

Por qué me importan los sentimientos de Liana es un misterio. Excepto


que ahora sé cuánto he estado sufriendo desde que Swanee murió y solo
había estado saliendo con ella por unas pocas semanas. Ni siquiera nos
habíamos acostado. Mamá vuelve a llamar y contesto, me siento
entumecida. Dice:

—¿Recibiste mi mensaje?

—Sí. —Órdenes recibidas.

—¿Cómo te fue donde Betheny?

—Bien —contesto.

—¿Terminaron el proyecto?

En lugar de mentir, digo:

—Será mejor que empiece con la cena. ¿Te importa si es comestible?

Escucho diversión en su voz cuando replica:

—Eres una gran cocinera y lo sabes.

Al menos me gusta cocinar. Betheny y yo solíamos ver el canal Food


Network un montón, por lo que desarrollé un pequeño repertorio de
recetas. En el congelador encuentro un paquete de pechugas de pollo, las
cuales meto al microondas para descongelar, y todo lo necesario para
hacer pollo empanizado con papas gratinadas. Luego de preparar todo y de
meterlo al horno, noto que estoy muriendo del hambre. Llevo un paquete
de Double Stufs11 a mi cuarto.

Swanee amaba las Oreos. Teníamos esta forma sexy de comerlas cuando
ella las partía, le dábamos una larga lamida a la crema y luego se la
dábamos a la otra para que hiciera lo mismo. Repetíamos esto hasta que
ya no quedaba relleno. Luego cubría sus ojos con las galletas y decía:

—Bésame, Monstruo Come-Galletas.

Casi rio con el recuerdo, pero la risa se traba en mi garganta.

Me hago un emparedado de mantequilla de maní y banana con un


puñado de Oreos para almorzar. Luego quito las Oreos y las regreso a su
paquete.

11
Double Stufs: galletas de chocolate Oreo con crema extra.
En la escuela, cuando estoy a punto de entrar al área de audiovisuales
para almorzar, la bibliotecaria está cerrando.

—Oh, Alix —dice—. No puedes almorzar aquí cada día. Creí que
entendías eso.

Lo hacía, claro. Lo hago. Es la regla.

Podría comer en el baño, creo. Qué asqueroso. Mientras sigo un grupo


de estudiantes a la cafetería, veo que mi lugar usual está vacío, el lugar
que Swanee y yo solíamos ocupar. Alguien incluso ha robado las sillas y
dejado la mesa desierta. Miro alrededor como si viera la cafetería por
primera vez. Como todos se sientan en grupos. Los deportistas y las
porristas, los drogadictos, los solitarios, los hispanos, los negros. Qué
deprimente. Excelente para la diversidad.

Escucho a los gais riendo y bromeando, y sé que podría sentarme con


ellos. Pero no he ido a una reunión de AGH en tanto tiempo que me siento
como una forastera. Una risa estridente a unas mesas llama mi atención.
Los ojos de Betheny encuentran los míos y los sostiene. Deseo poder volver
al tiempo en que éramos mejores amigas. Aparta la mirada antes de poder
sonreírle. Las relaciones no se pueden reconstruir de las cenizas.

No puedo quedarme aquí. Voy a mi taquilla, tomo mi abrigo y como


afuera en una mesa de picnic donde todos los fumadores se reúnen.

Tengo inglés en el cuarto período y la señora Burke nos asigna un


trabajo persuasivo con el tema “La Ignorancia es Felicidad”. Estoy tan
distraída que me pierdo la parte en la que pide voluntarios para escoger
algún lado para debatir la próxima semana.

—Alix —dice—, ¿te importaría tomar la posición opuesta?

Reacciono de golpe al escuchar mi nombre.

—¿La cual es? —pregunto. ¿La ignorancia es ignorancia?

—Sí —exclama alguien más—. ¿Qué es lo opuesto?

—Lo descifrarán —responde la señora Burke.

La ignorancia es felicidad es fácil. Hasta que supe de la muerte de


Swanee, era ignorante de la verdadera profundidad del dolor que una
persona podía experimentar. Como Liana. Ella tuvo dos semanas más
pensando que Swanee estaba viva. Tal vez lo que hice no fue tan horrible.
Salvar a alguien de la agonía de la pérdida no puede ser tan malo.

De regreso en casa, acostada en mi cama escuchando música, mi


celular suena. No hay número. Debe ser Joss, llamando para preguntar si
encontré el teléfono de Swanee. Cuando contesto, Liana dice:

—Asumo que sabes dónde vive Swan. —Suena enfadada. No tiene


derecho a estar enojada conmigo; no hice nada… que ella sepa. De hecho,
si hubiese sabido de ella, nunca habría empezado a salir con Swanee. No
soy ese tipo de persona—. ¿Me llevarías? —Es más una orden que una
petición.

¿Eso significa que nunca estuvo en la habitación de Swanee? ¿Nunca se


quedó a dormir? Es estirar los hechos, pero ¿tal vez no lo hicieron?

—¿Alix?

Estoy indecisa. Entiendo su necesidad, y deseo no hacerlo. Tiene que


tocar y oler y sentir lo que queda de Swanee. Si fuera egoísta diría que no,
lo que queda de Swanee es mío. ¿Pero siquiera importa ahora?

Agrega:

—No tenemos que entrar ni nada. Solo quiero saber cuánto se extendían
sus mentiras.

¿A qué distancia está de romperse el corazón?

—Si no quieres…

—No es problema —la corto.

—¿Cuándo estás libre? —pregunta Liana.

—Cuando sea. —Suena como si no tuviera vida. La cual no tengo.

—¿Qué tal ahora? ¿En cuanto pueda llegar? Podríamos vernos en


Arvada. También me gustaría ver su verdadera escuela.

—Bien. Eso servirá.

—Conduciré un Jetta rojo —dice.


Cortamos y entro a su página de Facebook. Solo para recordar cómo se
ve. Como si eso fuera necesario. Liana podría ser una supermodelo.
Capitulo X
Corregido por Pily

Su Jetta está estacionado cuando llego. Me detengo a su lado, pero no


sale. Abro mi puerta y camino a su carro. Baja la ventana.

—¿Quieres seguirme o puedes llevar a alguien más legalmente? —


pregunto. Porque hay leyes.

—Puedo conducir —responde—. Entra.

Mientras me pongo el cinturón de seguridad, agrega:

—Te traeré luego para que puedas llevarte tu auto.

Sin pensarlo digo:

—Es de mi papá. No tengo uno propio.

—Oh. Bien.

Probablemente piensa que estoy limitada por no tener un coche… lo


cual estoy. No tengo vida. Ni auto. Ni nada.

—Vivo lo suficientemente cerca como para caminar a la escuela. —En


raros días Swanee terminaba de correr lo suficientemente temprano como
para pasar por mí. Estacionaba a una cuadra de mi casa, y cuando veía su
auto rosa la emoción me inundaba. Ahora que lo pienso, se siente como si
hubiese sido ayer.

—Gracias por hacer esto, Alix. Sé que soy un dolor.

—Está bien. —Deseo que deje de actuar amablemente. Soy mejor


manejándola siendo desagradable ya que tiene todas las razones para
odiarme. Salimos del estacionamiento y digo—: Dobla a la izquierda. —
Cambia de marcha y pregunto—: ¿Entonces tú y Swanee siempre se veían
en tu casa?

Liana parpadea y niega con la cabeza.


—A mis padres no les agradaba y viceversa. Los conoció un par de veces
y dijo que le daban vibras de odio.

Mi mandíbula cae abierta.

—Eso es lo mismo que me decía a mí.

Liana encuentra mis ojos.

—Al menos era consistente.

Casi rio, y luego noto que no es gracioso. Liana no puede ser agradable
y graciosa.

Nos dirigimos a la casa de Swanee y Liana dice:

—¿Puedo hacerte una pregunta? Ha sido una endemoniada molestia. No


debería decir demonio, pero ¿qué demonios?

No puedo evitar sonreír.

—Claro.

—¿Por qué Swan fingiría ser alguien más? Tuvo que evitar un montón
de agujeros para mantener su verdadera identidad en secreto. Porque
cuanto más lo pienso, más me pregunto si todo lo que me dijo sobre ella
fue una mentira.

¿Por qué soy la que tiene que terminar haciéndole daño una y otra vez?

—Estaba saliendo con alguien cuando te conoció. No quería que


ninguna de las dos lo descubriera.

La escucho inhalar. Liana continúa:

—¿Terminó con esa chica?

Le digo la verdad:

—Sí. En octubre.

Liana se gira lentamente y me observa.

No la puedo ver a los ojos. Bajo mi cabeza.

—Realmente lo siento.
—¿Por qué? No es tu culpa. —Aparta la mirada.

No, no lo es. ¿Entonces por qué me siento como una mierda?

—Me estaba preguntando… —Liana deja salir el aire lentamente—.


Estoy intentando tomar turnos extra para pagar por el anillo de
compromiso, ya que usé la tarjeta de crédito de mi hermana.

—¿Anillo de compromiso?

—Compramos anillos de compromiso para la otra.

Pero Swanee lo habría devuelto al conocerme. ¿Cierto? ¿Cierto?

—Me adelanté y le di el mío en Navidad, pero ella quería retener el suyo


hasta poder pagarlo.

Liana suena furiosa, como me siento, o sentía. No puedo ni empezar a


imaginar la profundidad de su engaño.

—Como sea —dice—, quiero mi anillo de regreso.

No la culpo.

—¿Has visto un anillo de diamantes en su habitación? Probablemente lo


escondió de sus padres. O tal vez hacía alarde, si lo que dices es verdad.

Le lanzo una mirada asesina. ¿Por qué tendría motivo para dudar de
mí? No sabe que era yo quien le mandaba los mensajes, y nunca lo sabrá.

—Gira a la derecha —digo. Llegamos al camino sin salida y le digo a


Liana que se detenga detrás de la camioneta de Genjko. No hay problema
con bloquearlo, ya que las cuatro llantas están desinfladas, por no
mencionar que sigue en Hawaii, según sé.

Me bajo y cierro la puerta, luego camino por la acera. Liana no está


detrás de mí. Regreso y me inclino en su ventana. La abre un par de
centímetros.

—¿Vienes? —pregunto.

—No quiero conocer a su familia.

—No están en casa. Fueron a Hawaii.

Me mira con la misma sorpresa que mamá.


—Espera. —Camino hasta el porche y toco el timbre. Un minuto pasa y
nadie contesta. Le indico a Liana que se acerque.

Parece renuente a acercarse a la casa. Encuentro la llave bajo la rana y


abro la puerta. Adentro está frío. Congelado. Tal vez debí haber subido el
termostato la última vez que estuve aquí.

Liana se queda afuera, mirando por el umbral.

—No está encantada —bromeo. Pero mis ojos caen sobre la urna con las
cenizas y dudo.

Liana finalmente entra para que pueda cerrar la puerta. Sus ojos se
mueven alrededor.

—Uh —dice—. No era lo que esperaba.

Eso tiene sentido. Si Swanee dijo que vivía en Greenwood Village, Liana
habría esperado una mansión.

—Dijo que sus padres eran adinerados… como del tipo de clubes de
campo. Esa era la razón por la que no podía decirles que era gay. Su
reputación, ¿sabes?

Eso me hizo reír.

—Asher arregla carros extranjeros y Jewell trabajaba medio tiempo


como cuidadora de un señor con Alzhaimer.

Liana entrecierra sus ojos marrones.

—¿Quieres ver su habitación?

Liana encoge un hombro.

—Supongo. Sería bueno encontrar ese anillo para no tener que trabajar
el resto de mi vida.

De camino por el pasillo, pregunto:

—¿Dónde trabajas?

—Victoria’s Secret.

Una imagen de ella con un diminuto sostén y una tanga aparece en mi


mente, y me emociono un poco. Avergonzada, la entierro. Swanee tenía
una montaña de ropa interior provocativa. ¿Acaso Liana usaba su
descuento como empleada para comprarle todo?

Nunca pensé que volvería aquí, y deseo no haberlo hecho. Pero supongo
que luego de tantas mentiras, Liana merece toda la verdad que la
habitación de Swanee le pueda dar.

—Es aquí. —Señalo la puerta cerrada.

Duda como yo lo hice, tal vez espera que esto sea un sueño y que Swan
aparezca. Liana toma el pomo y lo gira lentamente. Adentro está vacío.
Entra, yo me quedo sentada con las piernas dobladas en el umbral.

Intento ver la habitación a través de los ojos de Liana. Hay lazos de


arcoíris y pegatinas sobre los espejos de Swan. Los pósteres de Johnny
Depp. La bolsa del hospital sobre la cama.

—¿De qué son los trofeos? —pregunta Liana.

—Pista y campo traviesa —contesto. Me sorprende que Swan no le haya


dicho eso por lo menos. Pero luego noto que Liana pudo haberlo buscado—
. Era una corredora. El año pasado ganó los mil seiscientos y tres mil
doscientos metros en la Estatal y corrió en relevos. Estaba practicando
para la próxima temporada cuando…

Me pregunto si Liana está pensando lo mismo que yo: ¿Cómo una


persona tan en forma simplemente muere? ¿No tienen que hacerse
estudios los deportistas?

Liana toma el cuaderno.

—Le escribí estos poemas —dice, más para ella misma que para mí—.
Puse mi corazón y alma en estas páginas. —Lo abre y pasa las páginas—.
Faltan páginas.

Mierda.

—Si te hace sentir mejor —replico—, lo tenía en la mesita de noche.

Liana se gira y encuentra mi mirada.

—Esto es lo que eso me hace sentir. —Arranca el resto de las páginas y


las lanza por la habitación. Tira el cuaderno como un Frisbee y este rebota
contra la pared opuesta. Toma una sudadera y la sacude. Es la azul que
enrollé y usé como almohada. En la parte de atrás se lee UNIVERSIDAD
DEL NORTE DE COLORADO EN GREELEY—. Esta es mía, —ella suelta.

Aprieta contra su pecho, luego patea la basura en el suelo y toma el


collar con la cruz del escritorio.

—Esto también es mío. —Revisa el resto de la porquería sobre el


escritorio y luego lo bota todo con el brazo—. ¿Dónde está el anillo? Sé que
sabes dónde está.

Mis mejillas se enrojecen.

—¡No lo sé! Lo juro.

Se mueve con furia hacia mí como si fuera a patearme y derribarme,


pero esquiva mi cuerpo. Un momento después escucho la puerta cerrarse.

Perra, pienso. Al menos pudiste haberme llevado de regreso a la escuela.

Mientras cierro la puerta detrás de mí, veo a Liana sentada en su auto,


su frente presionada contra la manivela. ¿Esperándome?

Cuando me acercó por el camino, enciende el motor y se aleja.

Por la noche llamo a Joss y le pregunto cuándo volverán.

—Pronto, espero —dice—. Odio esta maldita familia, si así es como


quieres llamarla. Cada minuto con ellos es como vivir en una fosa en
llamas del infierno.

Siempre la reina del drama.

—¿Pero no sabes cuándo?

—¿Por qué? ¿Me extrañas?

Cuando no contesto de inmediato, Joss ríe amargamente. No quiero


volver a la habitación de Swanee. Nunca. Pero puede que tenga que
hacerlo.

—¿Sabes dónde está el anillo de compromiso que Liana le dio a Swanee?

—¡El qué!

Suena genuinamente sorprendida.


—¿Swan no te dijo que estaban comprometidas?

—No. ¿Quién te dijo eso?

—Liana.

—¿Por qué hablas con ella?

No le voy a decir a Joss que estamos intercambiando historias de guerra


y que básicamente atacamos a su hermana.

—¿Entonces nunca viste ningún anillo?

—No hay un puto anillo. Swan me lo habría mostrado. —Joss hace


sonar su lengua—. Comprometida. Claro. ¿Ya encontraste el celular o las
llaves del auto?

—No. Lo siento.

—Será mejor que lo hagas porque Jewell está amenazando con ponerle
un seguro a la puerta de Swan. —Termina la llamada.

Por cómo reaccionó creo que Joss no sabía sobre el compromiso. Ahora
tengo todas estas dudas flotando en mi cabeza de nuevo. Sé que Swanee le
mintió a Liana sobre su identidad, pero ahora me pregunto si Liana me
está mintiendo sobre el compromiso. ¿Para hacerme sentir peor? ¿O más
inadecuada de lo que ya soy? Intento ponerme en su lugar y no puedo. Sus
seis meses vencen mis seis semanas.

Tengo una conexión con Liana que desearía no tener. No solo Swan nos
mintió a ambas, en su camino dejó devastación emocional.

Abro un documento en blanco y empiezo a trabajar en mi ensayo


persuasivo y digito el título: La ignorancia no es ignorancia. Eso no puede
estar bien. Una pared se levanta y no quiero escalarla, o siquiera descifrar
un tema para este trabajo.

Entro a mi página de Facebook y veo que tengo un mensaje de Liana. Mi


estómago da un vuelco. Tal vez va a pedirme perdón. No sabe lo que me
tomó compartir a Swanee con ella voluntariamente.

El mensaje lee: No puedo ser tu amiga. Lo siento.


Compruebo mi lista de amigos y veo que ya no está ahí. No es como si
realmente fuéramos amigas, pero nadie nunca me ha eliminado de sus
amigos. Ni siquiera Betheny.
Capitulo XI
Corregido por Pily

Despierto al olor y el sonido del tocino cocinándose escaleras abajo. Mi


nariz me guía a la cocina, donde papá está preparando el desayuno del
domingo. Mamá está ahí, alimentando a Ethan de un tazón con cereal de
bebé. Su localizador suena y ella maldice. A mí me dice:

—¿Te importaría? —Se refiere a que siga alimentando a Ethan. Eso lo


puedo hacer, siempre y cuando otras personas estén por si lo arruino. Me
siento en su silla mientras se apresura al teléfono para llamar al hospital.

Papá pone un plato con huevos, tostadas y tocino frente a mí.

—Gracias. —Froto mis manos—-. Muero de hambre.

Besa la parte superior de mi cabeza. Si no lo hubiese sentido, no lo


hubiese creído.

Mamá corta y dice:

—Lo siento. Me tengo que ir. —Se acerca a papá y le da un beso en la


mejilla. Se detiene detrás de mí y toca mis hombros—. ¿Cómo estás, cielo?

¿Hay una respuesta para eso?

—Bien.

Papá se sienta con su plato y me dice:

—¿Qué vas a hacer hoy?

Dormir. Desperdiciar el tiempo.

—Nada. ¿Por qué?


—Pensé que podíamos ir todos a hacer tubing12 a Winter Park.

—¿En serio? —Mi espíritu se ilumina. No hemos hecho esto desde que
soy pequeña.

—Depende de cuánto tenga que trabajar tu mamá.

Me hundo. Ella se irá por horas, y para entonces será muy tarde para ir
a las montañas.

Ethan aprieta sus labios cada vez que llevo la cuchara hacia su boca. Es
como si temiera que le vaya a envenenar. Mientras tanto, mis huevos y
tocino se congelan. Me rindo con Ethan y como mi desayuno; Ethan deja
salir un chillido que me congela la sangre.

—Alix —dice papá.

—Bueno, no me deja alimentarlo.

Papá acerca su silla para hacerse cargo, y de repente Ethan sonríe. Me


duele que me odie. ¿Qué hice, además de casi matarlo?

Luego de comer y limpiar, voy a mi habitación y saco la vieja caja de


señuelos de pesca de papá del armario. Me siento en el suelo a hacer
joyería. En la caja hay rollos de alambre de colores y cuerda fina, cuentas
de todas las formas y tamaño, botones viejos que he guardado a través de
los años. Tengo cuadrados de color papel para origami, junto a flechas y
aros dorados. Hay un arete en la parte de arriba que empecé y nunca
terminé. Es cable trenzado con cuentas de colores en el orden del arcoíris:
rojo, naranja, amarillo, verde, azul, púrpura.

Era para Swanee, por supuesto. No sé por qué seguía haciéndolos


cuando nunca los usaba. Excepto que siempre decía que los amaba.

No puedo terminar este; no soporto ni verlo. Lo dejo a un lado. Los


botones que he recolectado a través de los años han salido de ropa que
compré en tiendas de gangas y en Goodwill. Los reviso en busca de una
pareja para hacerle aretes a alguien… tal vez a Jewell. Ella usa muchas
cuentas y flecos. O Joss. Me siento culpable por no defenderla con Liana.

12
Tubing: actividad recreativa acuática que consiste en ser tirado por un bote mientras se
está en un flotador.
Joss me envía un mensaje como a las nueve de la mañana para decirme
que ¡¡¡FINALMENTE están casa!!! Me pregunta si puedo ir. Le respondo que
hoy vamos para Winter Park.

Ella envía:

¿Puedo ir?

No quiero que venga. No hoy.

Miento:

Papá dice que quiere que sea solo familia

Un minuto después envía:

¿Entonces pueden dejarme en la casa de una amiga antes de irse?

Eso lo puedo hacer.

Claro.

Mamá sigue en el hospital y papá está en la sala, dándole una botella a


Ethan.

—Ocupo salir un minuto —le digo a papá.

Levanta la mirada.

—¿Cuánto es un minuto?

Bufo en broma.

—Como media hora.

—No más de media hora —replica—. Y si tu mamá llega temprano te


llamaremos.

Tomo las llaves y me dirijo al garaje. Cuando toco el timbre en la casa de


los Durbin, Joss abre.

—Hola —digo—. ¿Cómo estuvo el viaje?

—Asombroso —contesta sin ánimo.

Genjko pasa detrás de ella con su mochila y se dirige a su habitación


liberando un aura destructiva. Perdido en su mundo, supongo.
—Nos vamos —murmura Joss.

Jewell atrapa la manga de Joss.

—¿A dónde vas?

Joss frunce el ceño.

—No es de tu incumbencia.

—Hola, Jewell —digo cuando su celular suena. Me ignora para


contestar.

El teléfono de Asher suena y él desaparece en la sala de estar. Un


momento después vuelve a aparecer y dice:

—Tengo que salir un momento.

Joss me sigue al porche.

—Y todos sabemos por qué.

¿Por qué? Me pregunto.

El auto de Jewell sale del garaje.

Mientras sus padres se alejan en direcciones opuestas, Joss dice:

—No sé cómo esperaron tanto.

Mis ojos hacen la pregunta, y Joss contesta:

—Tienen un matrimonio abierto.

Debo parecer asombrada.

Joss sonríe.

—Mami y papi tienen amigos para joder. —Estudia mi rostro como si


esperara que vomite. Intento con fuerza recobrar mi compostura.

Swan nunca mencionó eso, pero eso es algo que no saldría a relucir en
una conversación casual. Podría estar avergonzada. Sé que yo lo estaría.

—Mi propio amigo para joder me espera —exclama Joss.

Está bromeando, ¿cierto? Pienso. Apenas tiene quince, no es lo


suficientemente mayor como para tener sexo. Pero claro, ¿cuándo se es lo
suficientemente mayor? Medio deseo haberlo hecho antes para no ser
virgen por el resto de mi vida.

Me da la dirección y mientras conduzco saca el teléfono. La veo escribir


VDC, para “voy de camino”. Lo que sea que él conteste la hace reír. Me
pregunto si quien sea que esté viendo le consiguió el teléfono. De hecho es
un alivio, tal vez deje de molestarme por el teléfono de Swan.

Cuando deja el celular, digo:

—¿Buscarías un anillo en la habitación de Swan?

La voz de Joss se endurece:

—Ya te lo dije. No. Hay. Un. Anillo. Ahí.

Conducimos por quince minutos y luego media hora y más.

—¿A dónde vamos? —pregunto porque esto es más largo que el viaje
rápido que esperaba.

—Justo ahí. —Señala la entrada de un parque de tráileres—. Alto. —


Suelta su cinturón de seguridad y abre la puerta del auto.

El tipo que esperaba en la entrada parece tener al menos treinta. ¿No es


ilegal salir con un menor? Y si están teniendo sexo, eso se considera
violación.

Dios, Joss, pienso. ¿No estás ya en muchos problemas?

Antes de poder preguntar si necesitará un viaje a casa —como, justo


ahora— entra y la puerta se cierra detrás de ella.

En casa abro el garaje desde lejos y veo que mamá ha vuelto del
hospital. Son más de las once, muy tarde para ir a Winter Park.

—¿Dónde has estado? He estado llamando —suelta en cuanto paso por


la puerta.

Si el “amigo” de Joss no viviese en Kansas… Si hubiese sido lo


suficientemente considerada como para llamar… busco mi teléfono en mi
bolso, pero tomo el de Swanee en su lugar.

—¿De quién es ese teléfono? —pregunta mamá.


Lo regreso a mi bolso y evito sus ojos, y la pregunta, mientras busco mi
teléfono. Tengo un mensaje de voz.

—Mi celular está muerto —miento—. Olvidé cargarlo.

—No respondiste mi primera pregunta. —Mamá estira su mano.

No le voy a dar el teléfono de Swanee.

—Es de Betheny. Lo dejó en la cafetería el viernes y lo tomé para


devolvérselo. —Esta sensación de Swanee me envuelve. En cuanto
empiezas a mentir, es difícil detenerte. De hecho, casi que se convierte en
un juego.

Justo en ese momento mi celular vibra. Mierda. Veo el identificador de


llamada y no es un número que conozca. Un nudo de resentimiento se
forma en mi pecho porque no soy la conductora de Joss. Luego me siento
mal porque debería llevar mi trasero ahí y salvarla. Me encojo de hombros
para mamá, como si no supiera cómo mi celular se recargó mágicamente.

—¿Hola? —contesto, rodeando a mamá y dirigiéndome a las escaleras.

Liana dice:

—Soy yo. Puedes cortar si quieres.

Mi pulso se acelera.

—Oh, hola, Betheny —replico—. Sí, tengo tu teléfono. ¿Puedo llevártelo


más tarde? Vamos para Winter Park.

Veo a mi mamá en busca de confirmación y ella niega con la cabeza.

—O podría hacerlo luego de que deje de estar castigada de por vida.

Liana no responde. Debe pensar que estoy loca.

—Mamá dice hola. —Subo las escaleras, agregando—: ¿Eso hizo?


Genial.

Liana corta la llamada. Quiero volverla a llamar y descubrir por qué


llamó.

Empiezo a marcar, pero no puedo. No deberíamos estar en contacto.


Obviamente Swanee no quería que nos conociéramos y creo que
enloquecería si supiera que nos conocimos.
Punto para nosotras.

¿Por qué importa lo que Swanee podría pensar? Solo no quiero que
Liana piense… lo que sea que piense en este momento. Sin embargo no
contesta. ¿Por qué me eliminó de Facebook y luego me llamó? Le envío un
mensaje:

Lo siento. Mi mamá estaba junto a mí.

Escribo:

¿Quieres algo?

Duh. No habría llamado de no ser así. Elimino esa línea e intento pensar
en algo más. No se me ocurre nada, por lo que le doy Enviar.

No responde. Espero cinco, diez minutos. Mamá sube las escaleras y


abre mi puerta.

—Voy a acostarme un rato. Tu papá puede dormirse frente al televisor,


por lo que si Ethan despierta, ¿te importaría darle una botella?

Si la toma de mí. Lo cual no hará.

—Necesito ir donde Betheny —replico—, y dejar su teléfono.

—¿Por qué no puede venir?

—Está… castigada.

—¿Betheny? —Mamá arquea las cejas.

Piensa rápido.

—Ha estado tan ocupada con el porrismo y todos los clubes que sus
notas han bajado.

—Lo cual me recuerda. —Mamá cruza sus brazos—. Vi tus notas en


línea y noté que no has entregado varias tareas. Y te perdiste cinco días de
clases en enero. No sé por qué la escuela no nos llamó a mí o a tu padre.

—Sus registros están mal. —De hecho, Swan llamó por mí, fingiendo ser
mi mamá. Había perfeccionado su voz “autoritaria” por el teléfono.
Recuerdo esta llamada en broma que ella hizo…

Mamá me mira como si no me creyera. Continúa:


—Puedo entender lo difícil que han sido estas últimas semanas para ti,
pero por favor no dejes que tu rendimiento académico sufra.

Un nudo se forma en mi garganta. Debe ver que no puedo explicar.


Puedo, pero la razón está en una urna en una repisa.

Relaja sus brazos.

—Perdón por no haber ido a Winter Park hoy.

Tomo mi mochila y tiro una pila de libros sobre mi cama.

—No importa. Tienes razón. Tengo una tonelada de tarea.

Mamá dice:

—Si necesitas un descanso de estudiar, puedes ir donde Betheny. Pero


solo un momento.

—Mamá. —La detengo antes de que se vaya—. ¿Acaso los atletas no


tienen que hacerse exámenes para poder participar?

Me mira con la expresión en blanco antes de entender por qué lo


pregunto.

—Así es —contesta—, pero la fibrilación ventricular, lo cual causó el


paro cardíaco, puede no ser detectado en los exámenes físicos. Creo que
las reglas están cambiando para que sean más exhaustivos, pero puedo no
estar en lo cierto.

Antes de cerrar la puerta, agrega:

—A veces solo está fuera de nuestro control.


Capitulo XII
Corregido por Celesmg

Solo me iré por un par de horas, y en el reino de la salvación eterna,


¿quién marca el tiempo?

Casi paso su auto rojo cuando conduzco por el estacionamiento del


centro comercial. Me siento feliz porque esté aquí. ¿Por qué?
Probablemente porque si no estuviera aquí habría conducido hasta Greeley
por nada.

El centro comercial está casi vacío porque es domingo. Caminó por el


pasillo central, el único pasillo, a través de una zona para sentarse donde
parejas de adultos mayores leen el periódico y beben café.

Cuando me acerco a Victoria’s Secret bajo la velocidad. En mi cabeza lo


tengo todo solucionado, lo que diré:

—Hola. ¿Me llamaste?

Estará sorprendida de verme en persona. ¿O no? ¿Las personas llegan


corriendo cuando las invoca?

—¿Querías decirme algo? —preguntaré.

Porque hemos dicho todo lo que hay por decir. ¿No es así?

Ella dirá:

—No. —Luego bajará esos enormes ojos marrones y parecerá


avergonzada. O se verá triunfante por haber podido tirar de mi cadena.

Yo diré…

No he trabajado en el resto de la conversación.

Está dentro de la tienda, cerca del frente, haciendo nada. Solo mira
hacia el centro comercial. Me meto detrás de una máquina de goma de
mascar que está frente a la tienda, me siento como una idiota.
No me notó, creo. Está ahí con una expresión en blanco en su rostro,
sus ojos están opacos. Un golpe de angustia se dispara a través de mí: ha
aceptado la muerte de Swan.

Lo más que he hecho nunca es mirar la ventana de Victoria’s Secret y


desear tener las agallas para entrar y ver todo.

Es necesario cada gramo de mi energía para hacer que mis pies se


muevan, que rodeen la máquina de goma de mascar y entren a la tienda.
Los ojos de Liana se abren cuando me ve.

—Hola —digo. Olvido la siguiente línea, tengo que improvisar—. ¿Me


ayudarías? Busco un regalo para mi tía.

Liana dice sin ánimo:

—¿Tienes algo en mente? ¿Cuántos años tiene?

Tomo un negligé rojo que está cerca y lo levanto.

—Mañana cumple ochenta y cinco.

Eso le saca una sonrisa.

—Liana, hay que hacer inventario en cuanto termines de hablar con tu


amiga —llama una voz desde la caja registradora.

Liana pone sus ojos en blanco y murmura:

—Mi supervisora.

Respondo:

—No soy una amiga. Soy una cliente.

—Oh. Disculpe. —La supervisora rodea el mostrador con los brazos


llenos de sostenes.

Cuando está lo suficientemente lejos como para escuchar, digo:

—Estaba pensado que a mi tía-abuela Wilma podría gustarle una tanga


de encaje.

Liana sacude su cabeza.

—Eres mala. —Lo considera por un minuto y luego dice—: Tengo lo


indicado.
¿Acaso sus ojos brillan o estoy alucinando? Me guía al centro, donde
hay una colección de corsés y babydolls colgando. Toma uno y me lo
muestra.

—Definitivamente genial para la tía-abuela Wilma. —Es de leopardo con


ligas de encaje negro.

Liana sonríe.

—Se llama viuda feliz. —Sus ojos pierden su lustre. Luego de un largo
segundo, dice—: Te reto a probártelo.

El toque de picardía está de regreso. Tomo la lencería y digo:

—¿Dónde está el probador?

Señala.

Mientras paso junto a su supervisora, sonrío dulcemente.

El probador es frío como el hielo y se me pone la piel de gallina,


especialmente ya que tengo que desvestirme casi por completo para usar el
brillante traje.

Es totalmente revelador. Mis glúteos y senos sobresalen. Un golpe suena


en la puerta y Liana dice:

—¿Cómo va todo ahí?

¿Me atrevo? Abro la puerta y la empujo.

Me mira de arriba abajo, haciéndome sentir más desnuda de lo que


estoy. Luego cubre su boca y empieza a reír. Eso me hace reír, y tiro de
ella al probador.

—Debería hacerte probártelo —digo.

No puede dejar de reír.

—Cállate. ¿Me hace ver gorda?

—No —responde Liana—. Te ves… —Traga con fuerza. Su rostro se


ensombrece y aparta la mirada—. ¿Puedo preguntar cómo se conocieron tú
y Swan?
Quiero volver a ponerme mi ropa normal si vamos a tener una
conversación seria, pero se sienta en la banca frente a mí.

—En un viaje de esquí en las vacaciones de invierno —le digo. Estamos


lo suficientemente cerca como para sentir su calor corporal—. Una amiga
de Swan se suponía que iba a ir, pero se torció el tobillo.

Liana parpadea.

—Patiné con ella la semana anterior. Me caí y me torcí el tobillo.

Una cacofonía de consecuencias resuena en mi cerebro. ¿Y si Liana


hubiese ido a Winter Park? ¿Y si Swanee y yo nunca nos hubiéramos
conocido? ¿Y si Swanee no hubiera muerto?

—¿Liana? —llama la supervisora.

Liana se pone de pie.

—Ya voy. —Hace una pausa en la puerta y da una vuelta. Nuestras


miradas se encuentran y se quedan fijas. Intento cubrir mis áreas
expuestas por instinto… o al menos lo intento.

Luego de que se va, siento calor salir de cada poro, expuesto o no. Ella
es ardiente. Muy ardiente.

Me visto y llevo la lencería al frente y veo que Liana está ocupada con el
inventario o lo que sea. Su supervisora está en la caja registradora y le
digo:

—Me lo llevo. —Le doy mi Visa, la cual se supone que solo es para
necesidades.

Mientras dejo la tienda, me detengo detrás de Liana y la veo golpear


números en su calculadora. Digo:

—Gracias por la ayuda, señorita.

Se gira y mira la bolsa.

—¿Lo llevas?

—Todas las mayores de ochenta necesitan su viuda feliz.

Ríe. Todo el camino a casa su risa resuena en mí.


Mi trabajo persuasivo se entrega mañana y todo lo que he escrito es el
título. Típicamente, antes de Swanee, nunca pospongo las tareas, a
diferencia de las personas normales. Mi MO13 es obsesionarse por los
trabajos sin terminar.

Dejo mi computadora a un lado y me acuesto sobre mi almohada. Para


pensar. Concentrarme.

Liana puede no haber llegado aún a su casa del trabajo. Solo son las,
¿qué? ¿Siete y treinta? Tal vez está trabajando tiempo extra.

Vuelvo a levantar mis almohadas y acerco mi computadora frente a mí.


Si Liana no llama para las diez, yo la llamaré. Diré…

¿Qué? “¿Tienes más preguntas? Pregúntame lo que sea”.

No puedo componer un guion mental cuando se supone que trabajo en


este estúpido ensayo.

La ignorancia es ignorancia. Parece tan simple, tan redundante.


¿Entonces por qué tengo problemas definiéndolo?

Deseo haber escogido el otro lado del argumento. La ignorancia es


felicidad. Ser mantenida en la oscuridad y no tener que lidiar con la
verdad es fácil. Es negación. Swanee me dijo que Asher y Jewell se
declararon en bancarrota el año pasado. Se negaron a ver, o admitir, que
vivían más allá de sus medios.

Sé que Jewell es adicta a las compras y Swanee siempre obtenía lo que


quería. Para su cumpleaños número dieciséis, recibió su auto. Si sabía que
su familia tenía problemas económicos, ¿habría aceptado el carro?
¿Cuándo supo que estaban teniendo problemas? ¿Intentó regresar el
coche? Tanto como yo quería un carro, sé que tendría un conflicto si mis
padres lucharan por poner comida en la mesa.

Para mi cumpleaños diecisiete en noviembre, recibí una Visa. El límite


mensual es tan bajo que si lo excedo, lo cual hago cada mes, mamá y papá
me dan una charla.

13 MO: modus operandi, latín para «forma de trabajo».


¿Qué hora es? Reviso el reloj de mi computadora. Casi las ocho. Escribo
un par de párrafos sobre evitar el dolor y el desorden de la vida real,
mantenerte emocionalmente a salvo. Ignorante. Suena patético.

“Entre más oscuras sean las sombras, más fácil es la vida a los ojos”,
escribo. La señora Burke me dará una brillante F.

¿Qué hora es ahora? Ocho y veinte. Lo suficientemente cerca.

Marco el número de Liana y recibo el correo de voz. No sé qué decir, por


lo que solo corto.

Obviamente no revisa sus llamadas perdidas inmediatamente como yo.


¿Ven? Obsesionada.

Una hora después todavía estoy observando mi silencioso teléfono.

Estudio los eventos del día. Tuvimos un buen tiempo. Al menos yo lo


tuve, y ella pareció tenerlo. No deberíamos estar divirtiéndonos ya que
ambas estamos sufriendo la pérdida. Pero por alguna razón creo que eso
crea un vínculo. Ambas somos victimizadas por las mentiras de Swanee.

No puedo pensar en otra cosa que agregar al ensayo. Todo lo que puedo
hacer es esperar que muchas personas escriban ensayos horribles y que la
señora Burke califique con una curva. Eso me puede ganar una F+.

Mamá y papá están en la sala de estar con las luces apagadas y la


televisión encendida. Papá le está dando un masaje de pies a mamá.
Cuando tomo las llaves de papá, mamá dobla el cuello sobre el respaldar
del sofá y pregunta:

—¿Vas a salir?

No, solo quería tragarme las llaves.

—Hay algo que necesito de donde Swanee. Sé que me dijiste que no


fuera, pero…

¿Pero qué? Necesito salir y aclarar mi cabeza.

—¿Qué es? —pregunta mamá.

Swan todavía tiene la joyería que le di, no que realmente me importe


recuperarla. Preferiría buscar el anillo.
—La camiseta que hicimos en la AGH para el Día del Silencio. —Las
mentiras fluyen libremente de nuevo. El Efecto Swanee.

Papá dice:

—Es muy tarde para molestarlos un domingo. ¿No puedes pasar por la
mañana?

—Tengo una mejor idea —exclama mamá—. Llamaré a Jewell y le diré


que la pase a dejar de camino al trabajo. ¿Cómo es?

—Ella no puede entrar al cuarto de Swanee, mamá.

Mamá frunce el ceño.

—¿Por qué no?

¿Realmente tengo que decirle?

—Solo no puede entrar ahí.

Eso hace que mamá se quede en silencio.

—Ingeniaremos algo más —continúa papá.

Lo cual significa no. Vuelvo a subir las escaleras y casi tiro mi puerta.
Eso me costaría, lo sé, especialmente si despierto a Ethan. Por suerte me
detengo y controlo mi actitud antes de que mi límite con la tarjeta de
crédito baje a cero, o algo peor.

Veo el teléfono de Swanee brillar en mi bolso y lo saco. Tiene dos


mensajes de hoy. Ambos son del mismo número, pero no es Liana.

El primero lee:

Si tienes este celular eres 1 ladrón y te reportaré con la policía.

El número parece familiar. Reviso los contactos de Swanee y no está ahí.


Luego pienso en revisar mi celular. Ajá. Es el número que Joss ha estado
usando. Debía haberlo sabido.

El segundo mensaje lee:

Si quieres mantener a la policía fuera de esto pon el teléfono en


un sobre y envíalo a esta dirección.

Es un área rural en Hudson, probablemente el tráiler donde la dejé hoy.


Ella no tendrá el teléfono de Swanee. Justo cuando lo estoy metiendo en
mi bolso, mi celular suena. Mamá siempre me pregunta con quién estoy
hablando y no hay un lugar en esta casa donde tener una conversación
privada.

Ahora no estoy segura de por qué la llamé.

Le envío un mensaje:

Te escucho. No literalmente.

Ella responde:

LOL. No puedo creer que compraras el viuda feliz.

Envío:

Oye, fuiste quien lo escogió. De hecho, lo estoy usando justo ahora.


Hice la cena usándolo y ahora hago la colada.

LMAO14

Envío:

¿Te gusta trabajar ahí?

Está bien. Mejor que Chuck E. Cheese’s 

Pero ahí consigues pizza gratis 

Y salmonella. En VS puedo ver chicas en lencería todo el día 

Hay una calma en la conversación, como si tal vez no debiésemos


tenerla. Luego envía:

Sé que no debes hablar mal de los muertos, pero lo que Swan hizo
está mal y no tiene perdón. Excepto que soy católica, por lo que
tengo que perdonarla. No quiero odiarla. Lo hice al inicio. Cada
mentira que descubría era como una puñalada en la espalda. Pero
no quiero que el odio controle mi vida.

Swan nunca debió haber hecho lo que le hizo a Liana. O a Rachel. O a


mí. No, no hay comparación entre ellas y yo. Sé en mi corazón que Swanee

14LMAO: Laughing My Ass Off, literalmente traducido como «riéndome hasta que se me
caiga el trasero».
me amaba. Solo quería saber que estaba completamente comprometida
con ella antes de terminar con Liana.

Un día más y lo habría sabido.

Sí, duele descubrir que ella estaba saliendo con alguien más al mismo
tiempo que estaba conmigo. Pero dada la oportunidad, le habría probado a
Swanee que nadie podría amarla tanto como yo.

Liana envía:

Tengo que irme.

Antes de que se vaya, contesto:

Espera.

Una pausa.

¿Qué?

Esa es la pregunta, pienso. ¿Por qué la estoy haciendo esperar? Necesita


continuar con su vida y yo también.

Le envío:

Nada. Olvídalo.
Capitulo XIII
Corregido por Celesmg

Cuando entrego mi ensayo de persuasiva, la señora Burke revisa la


página casi vacía y luego la gira para ver si he continuado en la parte de
atrás. Tiene la misma expresión que mi mamá pone cuando está
decepcionada. Casi digo, “Calidad sobre cantidad, ¿cierto?” Estoy
sorprendida de que dar clases no saque al asesino en serie de la mayoría
de adultos.

De camino a casa paso la calle de Swanee y veo su auto estacionado al


final de la entrada con un rotulo de SE VENDE en la ventana. COMO
NUEVO. $18,500.

Oh por Dios. Joss.

Jewell se está deteniendo en el camino de entrada mientras paso y me


saluda. Sale, pone en su hombro un bolso y grita:

—Hola, Alix. Entra por un capuchino. Aunque tendrá que ser rápido.

La sigo al interior, preguntándome cómo saber si se ha reagrupado. Su


cabello está empapado y recogido en una coleta.

La casa se ve igual, la mesa llena de papeles y revistas, ropa colgando


por todas partes. Apesta a incienso, como si Genjko hubiese encontrado
una oferta. Él debería dejar de usar tanto eso.

Jewell abre sus botas de cuero y camina en medias hasta la cafetera. Me


siento en mi lugar usual a la mesa. No conversamos. Usualmente es
parlanchina, me pregunta sobre mi vida y solo habla de chica a chica.

Deja mi café frente a mí y dice:

—¿Has visto el teléfono de Swanee?

La sangre corre a mis mejillas.


—Apuesto a que Joss lo robó, aunque jura que no lo hizo. Es toda una
mentirosa y ladrona. Siempre me estaba quitando dinero del bolso, y sé
que ha estado revisando la habitación de Swanee. ¿Swanee te contó de la
vez que Joss descargó un montón de pornografía en mi computadora?
Consiguió un virus y tuve que llevarla a arreglar. Debiste haber visto cómo
me miraron.

Swan sí me contó eso. Ella pensaba que era histérico. Joss, no tanto.
Fue un reto a Joss. Incluso si ella no quería participar en las bromas de
Swanee, o temía las consecuencias, nunca le diría que no.

Jewell toma su café y se mueve detrás de mí hacia el pasillo.

—Jewell. —Giro en mi asiento—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Se detiene y revisa su reloj.

—Tengo una cita en veinte minutos.

—Uhm, ¿sabías que Swanee estaba viendo a otra chica?

Jewell ríe.

—¿Solo una?

No rio. Lleva su taza a su boca, bebe y luego lame la espuma de su labio


superior.

—Le dije a Swanee que era muy joven para ir en serio con alguien. A su
edad yo tenía a los chicos haciendo fila. También chicas. —Guiña un ojo.

Solo la miro. ¿Sabía sobre Liana?

Ella dice:

—No es como si estuvieran comprometidas, Alix.

Mi corazón pesa y un ruido ensordecedor llena mis orejas. Logro sacar


la pregunta:

—¿Te importaría si entro una vez más al cuarto de Swanee? Ella… tomó
prestado este libro, y lo necesito llevar a la biblioteca.

Jewell suspira, como si fuera una gran imposición.


—Solo un minuto. —Regresa a su bolso y busca un juego de llaves. La
sigo por el pasillo y veo que un candado ha sido instalado en la puerta de
Swanee.

—Vi el letrero de se vende en el auto de Swanee. ¿No se lo dejarán a


Joss por lo de la pornografía?

Jewell se da la vuelta.

—Ese auto nunca habría sido de Joss. Si te dijo eso, estaba mintiendo.
—Un teléfono suena en el bolso de Jewell y dice—: Volveré a cerrar cuando
termines. —Contesta el teléfono—: Hola, bebé. —Mientras entra a su
habitación y cierra la puerta.

Solo observo la puerta por la que entró Jewell, pensando “¿Quién es esta
persona?” Ha cambiado. O tal vez nunca antes he visto a través de su capa
superficial.

Busco entre los cajones de Swanee de nuevo, busco una caja de anillo.
Podría estar en cualquier lugar en su suelo o escritorio, o detrás de los
libros. Si el anillo hubiera estado en su dedo mientras corría, estaría en la
bolsa del hospital. Busco en esta y termino con las manos vacías.

Joss tenía razón. No hay ningún anillo. Liana estaba mintiendo, y ahora
es posible que mintiera sobre muchas cosas. Todo. Que ella, Joss y
Swanee estuvieran trabajando juntas y la broma fuera para mí. Me siento
en la cama de Swan, me siento desorientada. Mareada. Automáticamente,
para detener el movimiento, mis dedos se deslizan bajo el colchón.

¿Qué es esto?

Me pongo de pie y levanto el colchón un par de centímetros. Dinero.


Mucho. Principalmente billetes de veinte. Si tuviera que estimar, diría que
hay cuatrocientos o quinientos dólares.

Me enfada porque era quien siempre tenía que pagar cuando salíamos.
Incluso cuando Joss estaba con nosotras, Swanee decía que no tenía
dinero y si me importaba cargarlo a mi Visa. Por supuesto que no. La
amaba.

La puerta de Jewell se abre y cierra. Ella grita:

—Alix, ¿ya casi terminas? Necesito irme.


Dejo el dinero, aunque debí haberlo tomado como reembolso.

Junto a la repisa veo un par de libros de la biblioteca, por lo que los


tomo, botando un trofeo por error. Un mitón se cae y me inclino para
tomarlo. Está pesado, como si tuviera algo dentro.

Vuelco el contenido en mi palma y veo que es una caja de anillo. Liana


no mentía. Esta ardiente ira contra Swanee bulle en mi interior. ¿Eso es lo
que éramos para ti? ¿Trofeos para agregar a tu colección?

Jewell dice desde el umbral:

—¿Encontraste el libro?

Me giro lentamente, deslizando la caja en mi bolsillo.

—Dos, de hecho. Ambos se pasaron de la fecha, pero pagaré la multa.

No me lo agradece o se ofrece a pagarme.

Mientras cierra la puerta detrás de mí, Jewell continúa donde dejó la


conversación:

—Le dije a Swanee que debía divertirse. Salir con un montón de


personas. A su edad no hay razón para atarse. No solo contigo…

Tengo nauseas. No puedo soportar ver a Jewell a los ojos. Nunca he


sentido tanto asco por una persona. Antes de decir algo de lo que me
arrepentiré, me apresuro a la puerta.

—Si Joss te dice que tiene el teléfono de Swanee, me lo haces saber.

Las palabras son un borrón. Cerca del auto de Swanee, mi estómago se


retuerce y doy una arcada. Quiero gritar. Quiero que Dios o alguien me
diga lo que está bien o mal en este mundo, lo que es honorable y decente,
porque la forma en que Jewell y Asher viven sus vidas, la moral que les
enseñan a sus hijos, no hay duda de por qué Swanee era como era.
Incluso si no los había conocido por tanto tiempo, ¿cuán ingenua pude
haber sido? ¿Cuán estúpida? De repente mis padres parecen semidioses
comparados con ellos.

¿Swanee realmente me amaba o solo era un engaño?

Le envío un mensaje a Liana:


Encontré tu anillo. Tal vez puedas regresarlo y que te den un
reembolso.

No contesta, por lo que me hago una bola en mi cama y cubro mi cabeza


con mi almohada. Deseo poder dejar de pensar, dejar de sentir, solo…
dejar. Mi teléfono suena y es un mensaje de Liana:

¡Gracias! Perdón, no recibí tu mensaje antes. Estamos en la


semifinal del baloncesto femenino por lo que las porristas fuimos al
juego. Y sí, sí lo quiero de regreso.

Contesto:

¿Quieres que lo envíe por correo?

¡¡¡NO!!! No les dije a mis papás que estábamos comprometidas.

Comprometidas. Aún no puedo creer que fuera real, incluso si el anillo


es la prueba. ¿Liana cree que lo era? ¿Por qué Swanee se metió conmigo si
amaba a Liana lo suficiente como para casarse con ella?

Liana envía:

Probablemente planeaba empeñar el anillo y guardar el dinero.

Para agregarlo a la fortuna bajo el colchón, pienso.

Liana pregunta:

¿Estás bien?

¿Yo? No. Me duele. Mi corazón duele. Quiero odiar a Swanee por


dejarme y a Liana, pero no puedo llegar a eso. Mi amor por Swanee era
real y todavía lo es.

Liana vuelve a enviar:

Alix, ¿estás bien?

Contesto:

Sí, solo proceso algunas cosas.

Replica:

Yo también. No puedo dejar de llorar. Un minuto estoy triste, luego


enfadada, luego confundida y vacía. Podría continuar.
No tiene que hacerlo.

Envía:

Ganamos el juego, bien, por lo que animaré el miércoles en Denver


Coliseum. ¿Arvada juega?

Contesto:

Difícilmente. Apestamos en todo menos atletismo.

Envía:

¿Quieres que nos encontremos luego del juego? Tal vez hablar nos
ayude.

Mi corazón se acelera un poco, aunque sé que probablemente solo está


interesada en recuperar el anillo.

Claro.

Envía:

Ya que no tienes un carro, ¿por qué no paso por ti a tu casa? A


menos que tus papás no sepan y puedan hacer preguntas.

Envío:

No, saben que soy lesbiana. Eso no es problema. ¿A qué hora?

Es un juego nocturno por lo que no terminara hasta las 10 o


10:30.

El toque de queda es un problema. Si tan solo mis padres fueran más


indulgentes, como… olviden eso.

Envío:

Nos vemos.

Papá y mamá están levantados y vistiéndose para el trabajo,


apresurándose para desayunar y alimentar a Ethan antes de llevarlo a la
guardería.

—¿Puedo ayudar? —pregunto.


Ambos me miran con la boca abierta.

—Puedes alimentar a Ethan para poder terminar mi desayuno y


vestirme —dice mamá.

No tengo la práctica para llevar la comida a la boca de Ethan sin dejar


caer la mayor parte en su frente, pero eventualmente tomamos un ritmo
en el cual él abre, yo meto y luego espero a que trague antes de ofrecerle el
siguiente bocado. Todo el tiempo lloriquea, como si apenas pudiera
soportar la tortura de que haga esto.

—¿Puedo preguntar algo? —les digo a mamá y a papá.

—Oh-oh —dice papá—. Sabía que había una trampa. ¿Cuánto?

Bufo en broma.

—Me gustaría salir mañana por la noche. Algo tarde. Luego de la final
de basquetbol de las chicas en el centro.

Papá arquea sus cejas.

—¿Arvada está en las finales?

—Ese sería un milagro —digo—. El juego no termina hasta como las


diez, por lo que podría perderme el toque de queda. ¿A menos que se
extienda? ¿Por favor, por favor, por favorcito?

Papá saca su gofre de la tostadora.

—¿Con quién vas si Arvada no está jugando?

Bueno, no puede ser Betheny, ¿no?

—Alguien —respondo.

—Eso lo aclara —replica papá—. ¿Lo conocemos?

Solo miro a papá. Mi pausa al alimentar a Ethan hace que me escupa.


Juro que lo hizo a propósito.

—Ella, quiero decir —se corrige papá.

Niego con la cabeza.

Papá mira a mamá sobre la mesa y ella dice:


—Nos gustaría conocerla.

—No estamos saliendo —replico—. Es solo una amiga.

Mamá lleva su plato al lavavajillas.

—Aún nos gusta conocer a tus amigas.

Un rápido saludo y despedida, pienso.

—¿Entonces puedo ir?

No contestan. Van a decir que no. ¿Por qué elegí la ruta noble? Pude
haberme escapado y nunca lo habrían sabido.

—Es una noche de escuela —dice mamá.

—Lo sé.

Ethan empieza a removerse y su rostro se pone rojo, como si estuviera


listo para explotar.

—¿A dónde van? —pregunta papá.

Por el amor de Dios.

—No lo sé. Iremos en jet privado a las Bahamas.

—Lindo —replica papá—. ¿Puedo ir?

¿Esto podría ser más patético? Abro mi boca para decirles que lo
olviden, pero Ethan deja salir un chillido. Golpea su bandeja, lanzando su
plato al aire, donde gira y cae sobre mi cabeza. Un latido pasa, y luego
mamá y papá empiezan a reír.

Oh, sí. Es tan gracioso.

Ahora tendré que volverme a duchar y cambiarme de ropa. Arrastro mi


silla y me levanto.

—Solo por eso —dice papá—. Creo que deberíamos dejarla ir.

¿Qué? Veo a mamá. Está doblada por el estómago sobre el fregadero,


jadeando por aire mientras ríe.

Papá me dice:
—La campana suena a la medianoche. Luego de eso te convertirás en
una calabaza.

Casi digo “pobre”, pero este no es el momento para ser quisquilloso


sobre los cuentos de hadas.
Capitulo XIV
Corregido por Celesmg

Me siento alegre. Viva. No puedo esperar a que sean las diez. Es loco,
realmente. Liana es, era, mi rival. Debería despreciarla. Pero todo lo que
siento es emoción al verla de nuevo, y ahora me pregunto si mamá tenía
razón con que necesitaba ayuda profesional.

Luego de la cena, saco cada muda de ropa que tengo. Nadie me ha


comprado un nuevo guardarropa desde la última vez que me probé mi
ropa. Me veo desaliñada en pantalones y un suéter largo, nerd en un
cardigán de botones que mamá me consiguió para Navidad. Me pruebo el
viuda feliz y me quedo frente a mi espejo. Un poco de sombra negra y
puedo pasar como una prostituta. Esto es demente. Bailo para ponerme
mis pantalones ajustados y una camiseta de mangas largas. Los
pantalones son más sueltos de lo que solían ser. No tengo que meter mi
estómago para abotonarlo.

Mi teléfono suena.

—No puedo ir —dice Liana.

Mi espíritu se hunde.

—¿Puede ser para otro momento? —pregunta.

Una pequeña burbuja de esperanza se eleva.

—Claro.

—Es solo que todos los juegos empiezan tarde, y papá quiere que siga el
bus de regreso a casa.

—No tienes que explicarte —digo. Pero estoy feliz de que no sea porque
tiene planes con alguien más. Lo cual no es de mi incumbencia de todos
modos.

—Realmente lo siento.
Suena sincera.

—Está bien.

—No, no lo está. Había estado esperándolo.

¿En serio?

Hace una pausa.

—¿Te gusta el anillo?

—Yo… —Casi digo que no lo he visto. Pero claro que lo he hecho. Es


hermoso. Moriría si alguien me diera algo tan hermoso y significativo—. No
me lo he puesto —le digo.

—Solo probaba —dice con una sonrisa en su voz.

Creo que pasé. Espero haberlo hecho.

Agrega:

—Estoy libre luego de misa el domingo. ¿Sirve para ti?

—Sí —contesto. Todo lo que hago aquí es desperdiciarme, física y


emocionalmente.

—¿Como a las once?

No puede ser antes.

El domingo en la mañana, sigo viendo a través de las cortinas de la sala


de estar esperando a que ella llegue. Papá dice:

—¿Esperas a alguien?

No quiero decirle porque él y mamá no estaban muy felices de que me


dejara plantada la otra noche. No que lo hizo. Como les dije, no estamos
saliendo.

El Jetta aparece a la vista y, mientras se detiene, corro a la puerta.

Baja la ventana y le entrego la caja con el anillo. La tira a la guantera.

—¿No te quieres asegurar de que está ahí? —digo.


—No quiero volver a ver ese maldito anillo nunca más. Lo siento, Dios.
—Hace la señal de la cruz—. Como sea, confío en ti.

Un toque de culpa me apuñala donde duele. No tiene razón para confiar


en mí, especialmente si supiera de los mensajes.

—¿Quieres ir a algún lugar a almorzar? —pregunta—. Vi un Chipotle de


camino aquí, y estoy muriendo de hambre.

De repente también tengo hambre. Desde el umbral, escucho:

—¿Alix? —Es papá.

—¿Te importaría conocer a mi papá? —le pregunto a Liana—. Dile que


usaremos tu jet privado para ir a París.

Frunce el ceño.

—Solo di hola.

Sale y me acompaña por la acera. En el pórtico digo apurada:

—EstaesLiana. Liana, Papá.

Ella estira la mano para sacudirla.

—Hola —dice ella.

—¿Cómo conociste a Alix? —pregunta papá.

Oh, Dios, no. Liana me mira y le devuelvo la mirada.

—Es una larga historia. Vamos a salir. Volvemos en un rato.

Podría patearme. “Salir” suena mucho como a tener una cita. Liana le
sonríe a papá.

—Un gusto conocerlo.

Siento que papá quiere decir algo más, pero apresuro a Liana.

Ordenamos dos enormes burritos y encontramos una mesa cerca de la


ventana sin personas cerca que puedan escuchar lo que decimos. No que
estemos hablando. Ambas estamos atacando la comida como si no hubiera
un mañana. Lo cual, en nuestro mundo, parece inminentemente posible.
Me gusta que no esté atenta con su dieta. Swanee escogía mucho su
comida. Tenía que desarmar todo y quitar lo que no le gustaba.

Liana y yo bebemos de nuestras pajillas al unísono y tragamos. Me


pregunto quién romperá el hielo. Aunque se siente perfectamente natural
estar sentadas en silencio y comer.

—¿Dónde encontraste el anillo? —pregunta finalmente.

—En su habitación. En uno de sus trofeos.

Liana muerde otro trozo de burrito.

—¿Recuerdas que dije que Jewell y Asher eran padres geniales? Me


retracto. Están locos. —Le cuento a Liana sobre lo que Jewell me dijo y
cómo impulsó a Swanee a dormir con cualquiera.

Los ojos de Liana disparan fuego y sacude su cabeza.

—No excusa su comportamiento.

—No, lo sé. Pero lo explica un poco. Pobre Joss. —Muerdo mi burrito.

—¿Qué con Joss? Cae con ella por enviarme mensajes.

Ahora sería el momento perfecto para decirle a Liana la verdad, y abro


mi boca para hacerlo, pero las palabras se traban en mi garganta. Aun así,
no es justo que odie a Joss.

—Creo que Joss es la más normal de todos.

Liana arruga su nariz.

—¿Por qué lo supones?

—Solo intenta llamar la atención —digo—. Además, hacía todo lo que


Swan le decía. ¿Sabías sobre la pornografía?

Los ojos de Liana se abren.

—¿La qué?

Le cuento a Liana la historia.

—Lo único que escuché fue sobre el mensaje desnuda. Swan también la
retó a hacer eso.
Mi mandíbula se abre. La foto fue viral y arruinó totalmente la
reputación de Joss.

—Aunque no tenía que hacer ninguna de esas cosas —dice Liana—. Fue
su decisión. Igual que decidió hacerme creer que Swan seguía viva. Eso fue
realmente irrazonable.

Lleno mi boca de burrito.

La mirada de Liana se dispara hacia la ventana.

—Swan podía ser romántica y dulce. Como, en mi cumpleaños salí de la


escuela para encontrar mi carro lleno de globos. Había llenado mis
ventanas con “Yo corazón Tú”. —Los labios llenos de Liana se curvan
levemente.

Recuerdo la vez, como una semana después de conocer a Swanee, que


encontré mi casillero cubierto de pegatinas de corazones brillantes. El
director no estuvo muy feliz de que desfigurara la propiedad escolar.
Swanee me ayudó a quitarlas. Luego, unos días después, mi casillero
estaba cubierto de pegatinas de arcoíris.

Liana dice:

—Llamaba en la noche y hablábamos por horas y horas. Me hacía sentir


como si fuera la única persona en el mundo. Intentaba cortar, pero decía
“Solo un minuto más”. Lo cual se convertía en una hora. Era divertido,
pero estaba cansada al día siguiente. —Liana se detiene y baja la cabeza—.
Lo siento.

También hacía eso conmigo. Decirme cuánto me amaba y cuánta suerte


tenía de que la coincidencia nos uniera.

Liana suspira.

—Perdimos el último juego el viernes. En tiempo extra.

Eso me trae de regreso al presente.

—¿Te gusta ser una porrista?


—Sí, me gusta. Ya estoy planeando intentar entrar a la cuadrilla en la
CU15. Swan y yo íbamos a conseguir un apartamento juntas en Boulder.

Me ahogo.

—¿Qué?

Ahora no es el momento para decirle a Liana que Swan firmó una carta
con el propósito de ir a Arizona State.

—Me gustaría verte animar alguna vez.

—¿Por qué?

—Porque apuesto que eres realmente buena.

Se encoge de hombros.

—Quedamos en tercer lugar en la competencia Spirit Squad este año.

—Vaya.

—No es el primero.

Es apasionada, igual que Swanee con sus carreras.

—Mi amiga Betheny es una porrista. Bueno, antigua amiga.

Ella nota eso.

—¿Qué pasó?

—Adivina.

Los ojos de Liana se fijan sobre mí.

—Swan definitivamente era del tipo celosa.

Al punto en que sacrifiqué todas mis relaciones.

—¿Tú y Betheny eran…?

—No. Solo amigas. —Buenas amigas. Mejores amigas.

15 CU: Colorado University.


—Swan siempre sospechaba de mis amigas. —Liana limpia una mancha
de natilla de su boca con una servilleta—. Odiaba cuánto tiempo pasaba
en el grupo de porrismo. Como si fuera una gran orgía. —Rueda los ojos.

Nos quedamos en silencio de nuevo.

—¿Lo era? —digo.

Me mira y, con un brillo travieso en sus ojos, dice:

—Sí. Metía a todas en VS16 en la noche y nos poníamos salvajes.

Rio. Ella sonríe de lado.

—Cuéntame sobre tu familia.

¿Qué hay que decir?

—Mi mamá es una obstetra y mi papá es un consultor de tecnología


informática. Oh, y tengo un hermano bebé.

—¿En serio? —Sus ojos se iluminan—. Amo a los bebés.

Quiero preguntarle si el bebé que vi en su álbum de Facebook es de ella,


pero continúa:

—Tengo seis sobrinas y tres sobrinos.

Jesús.

—Es lo católico en nosotros. Grandes familias. Procreación, ¿sabes?

Su teléfono suena. Lo busca y contesta:

—¿Qué pasa? —Escucha mientras tomo mi bebida—. Salí con una


amiga. —Va a tomar un trago—. Papá, sigo en Denver. ¿Por qué Clarice no
puede hacerlo? —Escucha y aprieta los labios. Sus labios me atraen. Tiene
lindos labios. Ni gruesos, ni delgados. Labios perfectos.

Sigo fascinada por sus labios cuando reúne su basura y la mía.

—Tengo que ir a casa. Mi hermana necesita una niñera porque mi


mamá tiene su grupo de la iglesia y mi papá no puede ni poner una botella
a calentar. Gracias por el anillo.

16 VS: Victoria’s Secret.


—No hay problema.

En la puerta se gira.

—Ni siquiera llegamos a hablar de… ya sabes.

Bien por mí. No es su responsabilidad componer mis sentimientos.


Liana me deja frente a mi casa.

—Entonces —continúa.

—Entonces. —Eso es todo. Siento una sensación de conclusión mientras


salgo del auto.

Me maldigo, maldigo el mundo, el inframundo, el mundo después de la


muerte… mientras la veo alejarse.

Estoy atrapada entre dos mundos. Uno me está llevando hacia atrás, el
otro hacia adelante. La fuerza regresiva es mayor, aunque el deseo de
avanzar es tan fuerte que tengo problemas al quedarme en mi lugar. Sé
que el pasado es Swanee, pero ¿puede el futuro ser Liana?

Swanee estaría furiosa si me juntara con ella. Nos odiaría a ambas.

Sé que no debería importarme, pero lo hace. Tengo que dejar que Liana
siga, permitirle que avance para poder hacerlo yo.
Capitulo XV
Corregido por belisrose

Joss me está esperando junto a mi casillero el lunes. Parece… afligida.

—Hola —digo. Noto que Joss también era una víctima de las acciones de
Swanee como Liana y yo. Incluso si Liana tiene razón sobre nuestras
decisiones siendo propias, Joss sufrió las consecuencias de seguir los retos
y los locos planes de Swanee—. Lo siento por el auto —agrego—. Y el
candado en la puerta de Swan. Espero que hayas sacado todo lo que
querías.

—¿A quién le importa el maldito auto? Cuando tenga mi licencia me


compraré un Ferrari.

Claro. ¿Con cuál dinero? Debería decirle sobre el dinero oculto bajo el
colchón de Swan. Asumo que no sabe sobre este o ya lo habría tomado.
Aunque unos cuantos dólares no son suficientes ni para las llantas de un
Ferrari.

—El aniversario fue el sábado pasado —dijo Joss.

Todos los aniversarios en los que puedo pensar pasan por mi cabeza.
Nada.

—¿De qué?

Joss solo me observó.

—Murió ese día. Nos lo perdimos.

Oh, por Dios. ¿Fue así? El tiempo parece haberse convertido en un tipo
de molestia que tengo que enfrentar cada día. Ha sido más fácil
últimamente, y debería sentirme culpable por eso. Pero por alguna razón,
no lo hago.

Giro mi combinación en el candado para abrir mi casillero.


—Deberíamos hacer algo —dijo Joss.

Casi digo “¿Cómo qué? ¿Hacer un pastel?”

Saco mis cuadernos para mis clases de la mañana, evito los ojos de
Joss. Intento bloquear la desesperación que emana. Es imposible.

—¿Qué tenías en mente?

No contesta. Creo que Joss necesita hablar con alguien que la ayude
con el dolor de haber perdido a su hermana.

—Sabes —digo—, tenemos terapia gratuita…

—¡Cállate! —suelta—. Nadie entiende o a nadie le importa cómo me


siento. Obviamente tú no lo haces. —Tira los libros de mis brazos y se
aleja.

—Joss. Ven. Me importa —grito.

Me muestra el dedo medio.

Supongo que lo merezco por querer olvidar en lugar de celebrar. Sí me


importa Joss. Solo no sé qué hacer para ayudarla. No soy una terapeuta.
Como dijo mamá, creo que su dolor está embotellado, y uno de estos días
va a explotar desde el interior.

Ya que puedo sentir mis pulmones ennegreciéndose por el humo de los


demás, regreso a comer a la cafetería. Mis opciones son leer un libro sola y
dejar que todos vean lo perdedora que soy o pedirle a la AGH que me
acepten. No tengo ni que preguntar. Una silla aparece mágicamente y me
siento. La chica a mi derecha dice:

—¿Quieres algo de mi pollo frito?

Y el chico al otro lado de la mesa añade:

—Es tan bueno como para chuparse los dedos. —Todos chillan. Incluso
yo tengo que reír. Había olvidado qué tan bueno es estar con este grupo.

—Gracias —le digo—. Realmente no tengo hambre. —En ese punto


todos empiezan a mover sus sobras hacia mí. Tal vez tengo algo de
hambre. Y me siento algo sola porque no puedo recordar la última vez que
mi voz se unió a una conversación.
Estoy haciendo lo usual en una noche de viernes (nada) cuando recibo
un mensaje de Liana. Mi corazón da un salto. Este lee:

Fossil Ridge. Sábado a las 9

Sé que no debería saltar a su voluntad como hacía con Swanee. ¿Quién


es Liana para mí? ¿Una conocida? ¿Una amiga? Alguien que estaba oculta
de mí, lo cual solo le agrega a su misterio.

Llego tarde al juego porque no puedo encontrar la Secundaria de Fossil


Ridge. Googlemaps apesta. Cuando finalmente llego, el juego ya está en
proceso y las bancas están llenas. Me dirijo a la parte azul y dorado de
Greeley West.

Las porristas no están usando el mismo uniforme que vi en la página de


Facebook de Liana. Las faldas son cortas y plegadas, pero en lugar de los
suéteres están usando chalecos. ¿Sus uniformes de primavera? Liana se
nota inmediatamente, no solo porque está al frente, sino porque es
fantástica. Cuando la cuadrilla empieza a bailar una rutina que es en
parte hip-hop y en parte jazz, sus movimientos son fluidos y complicados.
Tan genial. Tan atlética. Sus piernas son musculosas y firmes, como si se
ejercitara bastante. También es grácil. Apuesto a que ha llevado un
montón de clases de baile.

Greeley West hace una anotación y las porristas gritan y hacen saltos
con splits en el aire. La audiencia canta con las porras. Realmente no estoy
prestando atención al juego, por lo que me sorprendo cuando las personas
se levantan y se van. ¿Quién ganó? No creo que fuera Greeley West porque
los hombros de los jugadores están caídos mientras se arrastran hacia el
bus y los jugadores de Fossil Ridge están chocando sus manos.

Me quedo atrás, observando a las porristas sacar botellas de Gatorade


de una hielera. Liana gira la tapa de la suya y traga hasta que se acaba la
mitad del líquido. Cuando vuelve a llevar la botella a sus labios, encuentra
mis ojos. La saludo con la mano. Mientras camina hacia mí, una de sus
compañeras llama y Liana dice sobre su hombro:

—Vine en auto. Nos vemos mañana.

Dos porristas levantan la hielera y se dirigen al autobús escolar, y el


estacionamiento empieza a vaciarse.
—Viniste —dice.

—No creí que hubiera sido una petición.

Me golpea en el brazo y esto envía un escalofrío por mi cuello y cabeza.


Liana no habla hasta que saca sus llaves del bolso. Se gira hacia mí.

—¿Nuestro lugar de siempre?

—¿Chipotle?

—No, tonta. El McDonald’s en Broomfield. ¿Está bien?

Encuentro mis llaves. Está más que bien. Tenemos un lugar de siempre.
Ordenamos hamburguesas con papas y sodas, y Liana ni me pide que
pague por su combo. Cuando nos dirigimos a la mesa en la que nos
sentamos antes, no estoy segura de qué decirle. Solo puedo pensar en una
razón para que me pidiera venir hoy.

—Entonces supongo que quieres decir una oración o algo por el


aniversario. Debería decirte que no soy religiosa.

Me mira en blanco.

—¿Cuál aniversario?

¿Está bromeando?

—Ya sabes. ¿La muerte de Swan?

—¿Qué hay con esa?

—Ha pasado un mes, hoy son cinco semanas.

Desenvuelve su hamburguesa y dice:

—No para mí. Todavía me queda una semana antes del aniversario del
día en que mi vida se destruyó.

Hago una mueca. Desenvuelvo mi quesoburguesa.

—¿Realmente es tan importante cuál día te enteraste? —replico.

—¡Sí! —suelta—. Porque cambió todo lo que sabía de ella. O creía saber.
Por no mencionar que me enteré sobre ti.
Bueno, igual para mí. Mi mirada cae y pierdo mi apetito. Pasa su mano
por su cabello y deja salir una respiración pesada.

—Lo siento. No hay razón para desquitarme contigo. Eres la única


persona con la que puedo hablar que realmente entiende por lo que estoy
pasando.

Levanto mi cabeza y nuestras miradas se encuentran. No por mucho,


sin embargo, porque no puedo mirarla sin sentirme culpable por el
impacto de los mensajes de texto.

—Solo comamos y hablemos de algo y alguien más —dice. Lleva su


hamburguesa a su boca y la muerde. Me indica que coma. Luego de
tragar, habla—: Nuestro equipo de béisbol es el peor de la liga, en caso de
que no lo hubieses notado. Casi estaba avergonzada de que lo vieras.

—Realmente no estaba viendo el juego. —Mierda. Debería cerrar mis


labios con goma.

Sonríe y bebe de su soda.

—Cuéntame de tu familia —pido.

Mueve unas papas en la salsa de tomate.

—Tengo dos hermanas y tres hermanos. Una mamá, un papá, dos


perros, tres gatos, mis abuelas y abuelos, pero viven en México. Mi mamá y
papá son de la primera generación de estadounidenses.

—¿Es por eso que no te has declarado ante ellos?

Frunce el ceño levemente.

—¿Quién dijo que no lo estoy?

Intento recordar.

—Creí que lo hiciste.

—No. Finalmente les dije el año pasado. No fue fácil. El que dirán, sabes.
—Nota mi ignorancia ante la expresión y continúa—: Una ley implícita en
la cultura latina que dice que serás juzgado por tus amigos y tu familia por
lo que haces.

Meto mi pajilla en mi soda dietética.


—Eso debe ser difícil. —Pienso que ser católica no puede ayudar.

Se encoge de hombros y vuelve a morder su hamburguesa.

—Es lo que es.

—¿Tu familia te acepta?

—Se necesitó un tiempo. Mamá todavía reza por mí. Creo que acepta
que no me puede cambiar, pero teme cómo será mi vida. Y, por supuesto,
quiere cien nietos de cada uno de nosotros.

—Puedes tener hijos —digo.

Liana sigue:

—Intenta decirle eso a mi mamá. Solo no menciones la inseminación.

Río.

—Ese bebé en el álbum de tu Facebook…

—¿Caleb? Habla sobre el que dirán. Mi hermana lo tuvo a los quince.

Mis ojos se abrieron.

—Lo sé. Pero somos una familia y lo amamos.

Terminamos nuestro almuerzo y hablamos y reímos sobre toda clase de


cosas. Los únicos temas que no vuelven a relucir son Swanee y el
aniversario. Gracias a Dios.

Agrego a Liana a mis contactos en el teléfono. No espero que llame o


algo así. Pero si me invita a otro juego, creo que puedo desarrollar un
interés por el béisbol.

La señora Burke me devuelve mi trabajo “La Ignorancia es Felicidad”,


recibí una D-. En la parte de arriba escribió una nota: Alix, de todos mis
estudiantes creí que serías la que ibas a descubrir que lo opuesto de “La
Ignorancia es Felicidad” es “El Conocimiento es Felicidad”.

Mierda. Soy tan estúpida.

Aunque se supone que escuche y tome notas mientras la señora Burke


explica nuestro siguiente trabajo (escribir un análisis crítico), no puedo
ignorar la vibración del celular en mi bolso. Miro rápidamente el
identificador. Es ella.

Sé que tendré que mejorar mi nota en este siguiente trabajo, pero no


puedo soportarlo. Llevo mi bolso a mi regazo y leo el mensaje de Liana:

¿Qué estás haciendo en este momento?

Miro a la señora Burke escribiendo en la pizarra.

Le respondo:

Enviándote mensajes

LOL. En serio. ¿Dónde estás?

Inglés. Meh.

Envía:

Amo inglés.

No tienes a Burke. Debería estar enseñando inglés medieval. Es así


de vieja.

Liana envía:

ROFL. ¿Puedes escribir poesía?

Envío:

Dios, espero que no.

¿No te gusta la poesía?

Sí. Solo no puedo escribirla.

¿Lo has intentado?

—Solo voy a tomar esto. —La señora Burke está junto a mí con sus
manos extendidas. Atrapada. Le doy mi teléfono. Sin perder un segundo, la
señora Burke continúa con su clase desde el frente del salón, donde deja
caer mi teléfono en su maletín. Este vibra y un montón de personas ríen y
se giran para hacer sonidos de decepción hacia mí. Mi rostro arde.

Intento tomar notas, pero estoy muy distraída. Preocupada porque Liana
siga llamando o piense que la estoy ignorando. Los minutos pasan y me
encuentro garabateando su nombre: Liana. Liana. Lindo nombre. Se
ajusta a ella. Liana Torres. Suena poético.

El período termina con la campana.

—Quiero aprobar su tema y tesis antes de que empiecen su trabajo de


análisis crítico, así que escriban un párrafo y tráiganlo el jueves —dice la
señora Burke mientras recolectamos nuestras cosas para irnos—. Pueden
escoger un libro, una película o cualquier cosa que valga la pena analizar.
El tema está abierto. Lo que estoy buscando son habilidades lógicas y de
escritura.

Rápidamente anoto lo que está en la pizarra: Propósito (declaración de la


tesis); Resumen corto; Argumentos; Conclusión. Tendré que buscar qué
significa cada uno.

La señora Burke está metiendo sus notas en su maletín cuando me


detengo junto a su escritorio. No me mira.

—¿Señora Burke?

—Sí, Alix. —Todavía nada de contacto visual.

—¿Puedo tener mi teléfono?

—Al final del día. Estaré en la oficina del departamento de inglés.

Sale por la puerta.

Es mi teléfono. No tiene el derecho.

Cuando entro a la cafetería, paso a Joss quien se apresura a la salida.


Probablemente para fumar un puro o seis. Corro para alcanzarla.

—Joss, oye. —Pongo una mano en su hombro y se aparta—. Lo siento


por el aniversario. —No se gira para enfrentarme. Regreso al momento
cuando los RIP en el perfil de Swanee se redujeron a cero y me siento lívida
por la corta memoria que las personas tenían de ella—. Debimos haber
tenido un momento de silencio o algo —le digo suavemente—. Incluso si
solo éramos las dos.

Joss inhala y suelta una respiración temblorosa y sus hombros se


empiezan a sacudir.

—Tal vez podamos juntarnos y hablar…


—Alix, ahí estás. —La señora Burke se acerca a mí—. Mi esposo está
enfermo y tengo que irme, pero quería que tuvieras tu teléfono.

Eso fue lindo. Me siento mal por asumir que tenía algo contra mí. La
señora Burke le dice a Joss:

—Vas a llegar tarde a clase. —Joss se gira y veo el rímel cayendo por su
rostro.

—Jódase —le dice a la señora Burke.

Me encojo.

—Esas son dos horas de detención, señorita —suelta la señora Burke.

Por suerte la señora Burke se da la vuelta y se aleja antes de escuchar


todos los insultos que Joss susurra. Joss sale mientras reviso mi teléfono.

Hay diez mensajes y un correo de voz. Introduzco mi contraseña para


escuchar el mensaje.

—Hola. Soy yo —dice Liana—. ¿Estás bien?

La llamo inmediatamente.

Contesta con el primer timbre.

—Me confiscaron el teléfono en clase —le digo.

—Oh, no. Lo siento.

—No es tu culpa. Conozco las reglas.

—Yo también. No debí haberte enviado un mensaje durante el día.

—No, está bien.

—Es raro, pero me siento mejor hablando contigo. Más esperanzada de


que la vida sigue. Espero que no te importe.

—No me importa. Me siento igual. —Lo cual es verdad.

—¿Dónde estás ahora? —pregunta. Los pasillos se están llenando y las


orejas están por todas partes por lo que me meto en el baño y me encierro
en un cubículo.

—En el baño.
—¿Antes o después de clase?

—Entre. Inglés y almuerzo.

—Inglés. Almuerzo —repite Liana como si lo estuviera anotando—. Te


volví a enviar una solicitud de amistad al Facebook. Pero si quieres que me
aleje y te deje sola, solo recházala. Lo entenderé.

Alguien entra al cubículo junto al mío. Tengo que enfrentar la pared y


ocultar nuestra conversación, lo cual deja un momento de silencio.

—Bien —dice Liana—. Perdón por molestarte.

—No. —Bajo mi voz—. No quiero que me dejes en paz. Es solo que… —


susurro—. Alguien está aquí.

—¿Contigo? ¿Estás usando la viuda feliz?

Sonrío.

—Lo uso todos los días. Esperando tener suerte, ¿sabes?

Ríe.

—Como sea, si quieres hablar, necesitaré tu horario para saber cuándo


es seguro llamar. Y viceversa.

Dos cosas se me ocurren instantáneamente: 1. Ella planea volver a


llamar. 2. Swanee nunca podía recordar mi horario, sin importar cuántas
veces se lo anotara. Yo sabía dónde estaba ella a cada momento del día. O
al menos creía saberlo.

—¿Dónde estás tú? —pregunto.

—Vestuarios, preparándome para un encuentro deportivo.

—¿Por qué los vestuarios?

—Para poder tomar mis pompones y pasar un cepillo por mí cabello.


Tengo que verme genial, sabes.

Amo su cabello. Es grueso y ondulado. Daría lo que fuera por tener un


cabello como el suyo en lugar de mi trapo, el cual ni sostiene una trenza.

—¿Dónde es el juego? —pregunto.

—Berthoud.
Antes de poder decir lo que pienso, se me adelanta:

—No vengas. Nos has visto jugar.

Sabe que no iría a ver a su equipo.

—Solo estaré dos minutos —dice—. Por cierto, ¿llevé el anillo para un
reembolso? Como le cambié el tamaño no me dieron la cantidad total, lo
cual apesta, pero descubrí algo interesante.

—¿Qué?

—Liana, la banda ya empezó. —Alguien grita en el fondo.

—Te lo diré luego —replica—. Morirás. Más o menos como yo.


Capitulo XVI
Corregido por Michelita.

Mientras camino por la acera, veo a Joss esperándome en el porche


delantero. Se saltó la detención, lo cual solo prolongará su sentencia.

Ahora cada vez que la veo, me siento culpable de que Liana la culpe por
los mensajes. Parece querer, o necesitar, hablar.

—¿Te gustaría entrar? Tengo Double Stufs17.

Decir eso estuvo completamente mal.

Pasa junto a mí y sale dando zancadas por la acera.

Noto que ha pasado de gótica a zorrita. Usa la falda más corta que he
visto sobre mallas de red con una blusa de corte bajo que muestra todo.
Siempre pienso que las chicas que se visten así están gritando: ¡Mírenme!

Tengo la urgencia repentina de correr tras ella, sujetarla, decirle que


está bien llorar, estar enfadada, sufrir, gritar y maldecir al mundo por
llevarse a su hermana y mejor amiga.

Aunque no conozco a Joss tan bien, Swanee querría que la ayudara a


superar esto. Dejo caer mi mochila en el porche y voy tras ella.

Se fue. Desapareció. La llamo y no recibo respuesta, por lo que regreso a


la casa. Encuentro a papá en su oficina con Ethan, meciéndolo para que
se duerma. Echo un vistazo y digo:

—¿Está bien si tomo el carro prestado por un rato?

—Solo regresa para la cena.

Conduzco en la dirección por donde se fue Joss, pero es como si se


hubiera evaporado. Podría hablar con Jewell, compartir mi preocupación

17
Double Stufs: Galletas Oreo con doble relleno.
de que Joss necesita alguien con quien hablar de la muerte de Swanee. Sí,
claro.

Mientras me pregunto qué hacer sobre Joss, mi cerebro ajusta


automática el GPS de papá a Berthoud. Una hora. Rayos. Estar de regreso
para la cena podría ser un problema, por lo que hago una nota mental de
llamar a mis papás cuando llegue para que no se preocupen.

Liana tiene razón. La puntuación final es quince a uno, Berthoud. Y solo


miré al marcador para que fuera menos evidente cuán concentrada estaba
en Liana durante el juego. Luego de que termina, mientras está bebiendo
Gatorade, me le acerco por atrás y suelto un:

—¡Bú!

Salta y deja caer la botella. Ambas nos agachamos para tomarla.

—¿Qué haces aquí? —dice.

—Estaba de camino.

—¿A dónde?

—Uhm, ¿Wyoming?

Reímos al unísono. Ella dice:

—Tenemos un mejor equipo de atletismo. Ven a esos encuentros. —Su


rostro se congela—. Si puedes.

Nos quedamos allí por un minuto, sin decir nada. Mi corazón empezó a
estrellarse contra mis costillas.

—Liana, el bus se va como en un minuto —dice una porrista con cabello


color aguamarina brillante, rompiendo el hechizo—. Podría usar tu ayuda
con la hielera —dijo cerrando la tapa.

—Dijiste que descubriste algo cuando regresaste el anillo —le digo.

Me sostiene la mirada y luego mira hacia otro lado.

Debí haberla escuchado y no haber venido. Ahora me siento atrevida.

Traga con fuerza y su voz es hueca cuando dice:


—¿Podemos hablar de eso luego?

Se va antes de que pueda contestar.

Mierda, mierda, mierda. No llego a casa hasta después de las siete, y


mamá y papá están completamente furiosos. Naturalmente, olvidé llamar.
No me preguntan dónde estaba, lo cual es un alivio, pero también me hace
pensar que ya no les importa.

—Llamé a Jewell para preguntarle si podía traer tu camiseta — dice


mamá.

—Mamá, ¡no tenías derecho!

—Tengo todo el derecho. Soy tu madre. Jewell dijo que creía que ya
habías tomado todo lo que querías de la habitación de Swanee. —Terminó
de cargar el lavavajillas e inició el ciclo de lavado.

Me siento a la mesa.

—Lo siento. Tengo todo. También noté que son la familia más
disfuncional del mundo.

Mamá no contesta. Creo que ella y papá notaron eso mucho tiempo
atrás.

—Te dejé algo de salchicha alemana y chucrut en el refrigerador para


calentar.

—Bien. Gracias —digo—. Realmente siento haber llegado tan tarde sin
avisar. Si quieren quitarme las llaves…

—No nos des ideas.

Me siento sola a la mesa con mi cena recalentada y pienso si Liana me


atrajo a Berthoud con la historia del anillo. No, eso sería más del estilo de
Swanee. Liana no es como ella.

No puedo seguir culpando a los demás. Fue mi culpa por no escuchar a


Liana, mi culpa por no llamar. Elegimos nuestras propias acciones, como
dijo Liana.

Pensar en mis malas decisiones hace aparecer una imagen de Joss.


Tanto como quisiera distanciarme de los Durbin, no puedo borrar a Joss.
Su imagen, su dolor sin resolución, mi culpa rodeándola. Como si Swanee
se estuviese burlando de mí, esa noche veo el brillo de su teléfono en mi
bolso. Sé que debería librarme de este. ¿Entonces por qué no puedo?
Debería dárselo a Joss, pero sabría que soy la ladrona y la mentirosa. No
sé por qué no estoy lista para dejar ese estúpido celular. Ha pasado más
de un mes y sin duda el teléfono está muerto o el servicio cancelado.
Tenerlo solo me recuerda lo que he perdido. No puedo dormir. Bajo las
escaleras por algo de chocolate caliente y cuando paso la oficina de papá,
veo la luz encendida. Mamá está ahí, trabajando en la computadora de
papá. Debe sentirme porque dice:

—¿Sí, Alix?

Ese sexto sentido me asusta. Tal vez necesito cambiar de desodorante.


Entro y me siento en la silla para “pensar” de papá. Realmente es donde
toma siestas cuando cree que nadie lo ve.

—¿Te importa si te hago una pregunta?

Mamá deja de escribir y se da la vuelta.

—¿Qué harías si supieras que alguien está en peligro y no hiciste nada


para ayudarlo? —le pregunto.

—Déjame adivinar, ¿Joss? —dice.

Que sea el séptimo sentido.

—Sí.

—¿Drogas? Porque si es así pienso que Jewell debería saber.

¿Qué bien haría eso? A Jewell no le importa.

—Creo que está teniendo sexo con un tipo que tiene como el doble de su
edad. Pero ese no es el problema.

—¿Ese no es el problema?

—Mamá, por favor. Bien, ese es un problema. Pero no es el peor.

—¿Qué podría ser peor?

—Nadie ha hablado con ella sobre la muerte de Swanee.

—Estoy segura de que Jewell y Asher lo han hecho.


Estoy segura de que no.

—Creo que necesita ayuda profesional. Como un psicólogo.

Mamá sostiene mi mirada por un momento, luego toma su teléfono.


Debe conocer a un montón de psicólogos y consejeros. Cuando le
contestan la llamada, dice:

—¿Es Joss?

Oh mi Dios.

—¿Está alguno de tus padres en casa? Soy la doctora Van Pelt. ¿La
mamá de Alix? —Escucha por un minuto—. ¿Le dejarías un mensaje a
Jewell para que me llame…? —Mamá aparta el teléfono de su oreja.
Lentamente corta—. ¿Siempre le habla así a la gente?

—Más o menos.

—Seguiré intentando contactar a Jewell y a Asher. Hiciste lo correcto al


decirme. Esa chica necesita mucha ayuda. —Mamá se estira y toca mi
rodilla.

—¿Qué les dirás?

—Les diré exactamente lo que me dijiste.

—Omite la parte del sexo. Y no les digas que lo dije.

—No omitiré nada —replica mamá.

—Mamá, no tengo pruebas de que está durmiendo con ese tipo. Estoy
más preocupada por cómo está enfrentado todo. O no lo está enfrentando.
Y mantenme fuera de eso cuando hables con Jewell. Lo cual sé que suena
egoísta…

¿Por qué empecé esta conversación?

Mamá asiente.

—Haré lo mejor que pueda.

Mi cerebro me dice que me levante y me vaya, pero mi cuerpo no


responde. Mamá empieza a escribir de nuevo. Se detiene y mira sobre su
hombro.
—¿Hay algo más? —Suena ocupada y sé que debería irme para que
trabaje.

—¿Cómo lo haces? —pregunto.

—¿Hacer qué?

—Tratar con bebés enfermos. Verlos morir sabiendo que no se puede


hacer nada para salvarlos.

Mamá vuelve a girar en la silla. Su rostro se suaviza.

—¿Alguna vez te conté por qué quise convertirme en obstetra?

Niego con la cabeza.

—Estaba en la universidad, cambiando de una carrera a otra. El plan de


diez años, ¿sabes? —Sonríe un poco—. No me sentía apasionada por nada.
Luego tomé esta clase de estudios urbanos, y la mitad de nuestro curso
estaba haciendo servicio comunitario. Había una lista de lugares a los que
me podía ofrecer como voluntaria y elegí un refugio para mujeres y niños.
Esta mujer, tenía como mi edad, apareció el primer día de trabajo. Yasmin.
Tenía ocho meses de embarazo. También tenía unos gemelos como de tres
o cuatro años. Nos hicimos buenas amigas. Era graciosa e inteligente y
ambiciosa. Desafortunadamente, su novio era el típico abusador. Celoso y
lleno de ira. Él tenía que controlar cada movimiento de Yasmin. Y cuando
bebía o consumía drogas… —Mamá sacude la cabeza.

»Como sea, un día estaba en el refugio limpiando, y una amiga de


Yasmin la llevó. La había golpeado severamente, y para cuando llamamos
a la ambulancia, estaba en trabajo de parto. Antes de que los paramédicos
llegaran, el bebé empezó a salir. Los paramédicos intentaban salvar a
Yasmin y los gemelos estaban enloquecidos y el personal intentaba
calmarlos. Supongo que estaba en el lugar y momento correcto porque fui
quien recibió el bebé. Fue como un milagro, Alix. Esta pequeña vida en mis
manos. Yasmin no podía hablar y no estoy segura de que me escuchara
decirle “Es una niña”. Ella murió de camino al hospital.

—Oh, mi Dios —jadeo.

—Pero su bebé vivió. Salvas al que puedes salvar, eso le da significado y


propósito al trabajo. —Mamá encuentra mi mirada—. Espero que
encuentres eso en la vida.
Me levanto y camino a la puerta.

—¿Alix?

Me detengo y me giro.

—No eres responsable de Joss.

¿Entonces por qué siento que lo soy? Pude haber perdido a mi novia,
pero no puedo imaginar cómo se debe sentir perder tu hermana y mejor
amiga.
Capitulo XVII
Corregido por Michelita.

Mientras busco en Google todas las partes de la asignación de análisis


crítico, mi celular suena. Es Liana.

—¿Qué haces? —pregunta.

—Buscando un trabajo de análisis crítico en línea para copiar.

Cuando no ríe, digo:

—Es broma.

—Lo sabía.

Creo que todavía estamos intentando conocer a la otra, intentando saber


cuándo es en serio y cuando es una broma. Liana dice:

—Ella nunca hizo un pago del anillo.

Me toma un momento procesar su observación.

—No sé cuándo, pero fue por su depósito y recuperó el dinero.


Obviamente no pretendía darme un anillo.

¿Ese era el dinero bajo su colchón? Si era así, era mucho.

—¿Sabes cuánto depositó?

—Cien, eso vi. Dijo que hacía pagos semanales.

Más mentiras.

—Lo descubrí cuando volví a regresar mi anillo y vi que el anillo a juego


estaba en exposición.

Oh, Dios. Eso tiene que doler. No puedo pensar en nada que decir más
que:
—Lo siento.

—Como sea —continúa Liana—. Solo quiero superar todo esto.

Yo también, pienso. Me voy a librar de ese teléfono, cuanto antes mejor.

—¿Entonces qué haces? —pregunta Liana—. ¿Además de cometer un


crimen?

—¿Lo es?

—No lo sé. El plagio puede ser solo un delito menor. De cualquier


manera, tendrás que cumplir tiempo, chica. Me estaba preguntando… —
Su voz se apaga.

—¿Qué?

—Si tal vez. ¿Podemos vernos de nuevo?

El corazón me palpita con fuerza en el pecho.

—Claro. ¿Cuándo? ¿Dónde? —¿Sueno muy ansiosa?—. ¿Nuestro lugar


de siempre?

—Sí. El viernes el juego es en Broomfield a las cuatro. Debe terminar


como a las cinco treinta.

Tendré que pedirle permiso a mamá y a papá para perderme la cena.

—Lo intentaré —le digo.

—Si es un problema… —dice.

—No. No hay problema. Es solo que mamá y papá solo piensan que
debemos cenar juntos.

—Sí, también tenemos esa costumbre. Aunque es difícil cuando todos


trabajan y hacen deportes. Pero me gusta cuando todos podemos estar
juntos.

Tal vez debería apreciar más nuestras tradiciones familiares. Excepto en


este caso.

—Allí estaré—afirmo.

A la mañana siguiente, cuando voy a preguntar sobre la noche del


viernes, mamá dice:
—No iba a ir a la conferencia anual de obstetras en Dallas este fin de
semana, pero hay una sesión especial dedicada a los nuevos progresos en
el cuidado prenatal, y me gustaría asistir. El compañero de universidad de
tu padre vive en Forth Worth y él no lo ha visto en años, entonces le
gustaría ir conmigo.

¿Qué? No, por favor, no.

—No pueden dejarme sola con Ethan.

—Solo serán las noches del viernes y del sábado.

—No puedo. Tengo planes para el viernes.

—Cancélalos —dice papá desde su lugar en la estufa.

Las posibilidades son que todo estará bien, pero aún puedo sentir el
terror de Ethan cuando casi se ahogó la última vez que lo cuidé. ¿Y por
qué el viernes?

—Nos iremos luego de que llegues de la escuela y regresaremos el


domingo en la tarde —dice mamá. Debe ver el pánico en mi rostro porque
agrega—: Solo son dos noches.

Cuarenta y ocho horas de perdición inminente para Ethan. Y daño en


los tímpanos para mí.

—¿No le puedes preguntar a Jennifer? —digo.

—Te lo estamos pidiendo a ti —replica papá—. Es momento de que seas


más responsable por Ethan. Él es tu hermano.

—Lo alimento, ¿no? —Y he cambiado como un trillón de pañales.

Papá pone un plato de panqueques con arándanos y crema batida frente


a mí. Soborno descarado.

—Estarás bien —dice mamá—. Y lo lamento por tus planes. Solo tendrás
que cambiarlos de día.

—Nada de fiestas salvajes mientras no estemos —agrega papá.

Como si tuviera amigos a los cuales invitar a una fiesta.

De camino a la escuela, le envío un mensaje a Liana:


No puedo el viernes. Mis padres van a Texas y tengo que hacer de
niñera.

Ella responde unos minutos después:

 ¿qué hay en Texas?

¿Ganado?

Mú.

Y BBQ.

Responde:

Rico

Seguimos con las respuestas tontas el resto de la semana. Es locamente


divertido hablar con ella. Me hace reír. Me hace desear verla el viernes.

Le pregunto a la señora Burke si puedo tener una prórroga en mi


trabajo crítico ya que no tengo nada para el jueves.

—Tengo un tema en mente… —Una pequeña mentira—, pero quiero


asegurarme de que hay suficiente para una tesis, evidencia y conclusión.

Por suerte eso le mostrará que lo he estado pensando, al menos.


Entrecierra los ojos, y luego dice:

—Bien. Pero máximo el lunes.

Para el lunes puedo estar encarcelada por plagio, abuso infantil, o


ambos.

El viernes tomo la ruta larga a casa, pensando, que si llego tarde tal vez
papá y mamá cancelen su viaje. Sí, claro. La ruta larga significa pasar por
la entrada de Swanee, y veo que su auto no está. Sé que debo sentir algo,
como si el último vínculo se rompiese. Pero no siento nada. Excepto tal vez
tristeza por Joss.

Gran idea tomar el camino largo. Está empezando a llover o es


aguanieve, y estoy empapada para cuando llego a casa. Mamá está de pie
en el pasillo con su equipaje y papá está detrás de ella con Ethan. Mamá
dice:
—Te dejé el número de Jennifer, en caso de que lo necesites. Pero por
favor intenta no molestarla. La información del hotel y el itinerario están
en el refrigerador. Ethan tiene algo de mocos, por lo que también escribí el
número de su pediatra. Tienes mi número celular y el de tu papá.

Y el 911.

Papá me entrega a Ethan e inmediatamente me lleno de ansiedad. ¿Dos


días completos? Ethan debe sentir mi miedo porque deja salir un quejido.
Papá acaricia su cabello y dice:

—Estarás bien, pequeño. Tu hermana mayor ha pensado en muchas


formas de entretenerte, ¿cierto? —Me mira en busca de confirmación.

Como dejar cosas peligrosas que puedan resultar en ahogamiento, no


digo.

—Que la pasen bien. —Camino detrás de ellos a la puerta y al garaje.


Papá mete su maleta y la de mamá en la parte de atrás del auto y me dice:

—Alix, no sé si me siento cómodo contigo conduciendo con Ethan. Pero


si tienes que…

—No lo haré —digo. Estaré vigilando cada uno de sus movimientos. Nos
quedamos ahí como congelados hasta que mamá dice:

—Será mejor que nos vayamos, Jack.

Mamá me da un breve abrazo. Papá parece que me va a abrazar, pero


luego cambia de idea. Ambos suben al SUV y salen por el camino de
entrada.

Ethan empieza a llorar. Dentro lo suelto de su cargador, lo tomo e


intento callarlo. Grita con más fuerza.

—Ethan, por favor. —Está chillando y peleando contra mí con tanta


fuerza que temo dejarlo caer. Camino a la sala de estar e intento sentarlo
en su columpio. Patea y patea. ¿Qué le pasa? Es como si me asociara con
el peligro, como debería hacerlo—. Ethan, vamos. Te gusta columpiarte.
¿Ves? —Empujo su columpio.

Chilla como un cuervo. Las lágrimas aparecen en mis ojos porque no sé


qué hacer. Dejo a Ethan en su corral y encuentro uno de sus juguetes, las
llaves de plástico con el llavero. ¿Se puede tragar esas? Las aparto y
encuentro un koala de peluche. Lo aparta de un golpe. Hay un chupete en
la mesa de café, pero tendré que apartar la vista de él para tomarlo. Lo
vuelvo a levantar y arquea su espalda lejos de mí. Tiene fuerza y está
luchando.

—Por favor, Ethan. Ayúdame.

Tal vez una botella. Lo llevo conmigo a calentar una botella. Se siente
como si tuviera un agarre de hierro en él, con la suficiente fuerza como
para sacarle el aire de los pulmones. ¿Pero y si lo dejo caer? ¿Y si se
quiebra un hueso o muere por un trauma cerebral?

Pongo la botella en el calentador y lo enciendo.

Ethan está berreando y pateando, apretando sus puños, y no sé qué


hacer. Justo cuando estoy a punto de llamar a mamá o a papá y admitir
que soy un total fracaso como hermana, el timbre suena.

—Ethan, cálmate —le digo, pero me golpea todo el camino a la puerta.


Ni siquiera compruebo la mirilla, solo la abro. Es Liana.

—Hola. —Sonríe. Todo lo que puedo hacer es mirarla—. Cancelaron el


juego por la lluvia. —Su sonrisa desaparece—. ¿Es ese tu hermano? —
Tiene que levantar la voz para que la escuche.

—Sí. Ethan.

—¿Qué le pasa? —Él deja de retorcerse lo suficiente para que abra la


puerta y la deje entrar.

—Me odia.

Hace una mueca.

—Los bebés no pueden odiar. ¿Puedo ayudar?

—Te besaría si puedes.

Presiona su brazo contra el mío.

—¿Lo prometes?

Siento un escalofrío.

Se quita el abrigo mojado, lo cuelga en el pomo de la puerta y toma a


Ethan.
—No llores, bebé, todo va a estar bien —dice, frotando su espalda
mientras lo calma—. Ya, ya, ya. —Es como un milagro. Él deja de llorar
instantáneamente. Aprieta su cara en el cuello de él y veo sus músculos
relajarse.

—¿Cómo hiciste eso? —pregunto—. ¿Qué le dijiste? Lo que sea que


fuera, enséñame.

Camina por la sala de estar, frotando la cabeza de Ethan y murmurando


en español en su oreja.

—Tiene calentura.

—Tiene algo de mocos. Y tuvo un resfrío hace poco. ¿Crees que está
enfermo? ¿Deberíamos llamar al doctor?

Siente su axila.

—¿Cuánto lleva llorando?

Miro al reloj en el microondas.

—Como veinte minutos. —¿Eso fue todo?—. El tiempo vuela cuando te


estás quedando sorda.

Liana me sonríe.

—Puede ser que solo esté molesto. ¿Podrías traerme un paño fresco?

Mientras estoy en la cocina mojando un paño, ella llama desde la sala.

—Es adorable. Tiene tu nariz.

¿Cuándo notó mi nariz?

—Y tus hermosos ojos verdes.

Mis mejillas están quemando cuando le doy el paño. Ella es la que tiene
los ojos hermosos. Deja a Ethan en el sofá y se inclina, haciéndole
cosquillas en el estómago. Él sonríe. Sí tiene mi color de ojos. Siempre creí
que mis ojos eran de un color pistacho nada notable, pero en Ethan brillan
como el jade.

Me siento en el apoyabrazos del sofá, observándola apretar sus mejillas


y frente gentilmente. Empieza a hacer un juego, sostiene el paño y él lo
intenta atrapar.
Él ríe.

Es buena con él. Natural. Se nota que le gustan los bebés.

—Dios, estoy feliz de que vinieras. Pudo haber llorado por horas
conmigo. Entonces los vecinos habrían llamado a los Servicios de
Protección Infantil para llevárselo de esta situación abusiva.

—No seas tonta. Se habría calmado —dice.

—No lo conoces. Realmente me odia. Además, tiene miedo que le haga


daño.

Me mira extrañada. Le digo sobre el incidente del botón, y entonces dice:

—Fue un accidente. Los bebés se meten todo a la boca. Caleb se tragó


una moneda una vez y le tomó dos semanas expulsarla.

—¡Iugh! ¿Quién la buscó?

—Hay algunas cosas que solo una madre puede hacer.

La miro y ambas reímos. Se pone seria y dice:

—Sobre lo que te dije antes. ¿El qué dirán¹? No quiero que tengas la idea
equivocada. La familia siempre es primero y todos nos apoyamos y
cuidamos. —Liana se levanta y me da el paño—. Juega con él ahora.

Renuente tomo el paño.

—Empezará a gritar. —Cambiamos de lugar y puedo oler su gel del


cabello o de piel. Lo que sea, no puedo dejar de inhalar. Está usando su
uniforme y veo que tiene la piel de gallina en las piernas—. Si tienes frío
puedes encender la chimenea —digo—. El control remoto está en la mesa
de café.

La enciende mientras hago rebotar el paño. Con cada rebote dejo que
Ethan lo agarre. Pero tan pronto como lo lleva a su boca, lo aparto. Aun
así sigue sonriendo.

Liana se acerca a la chimenea y se frota los brazos. Su piel es tan suave


y bronceada, y hay más que solo el calor de la chimenea calentando la
habitación. Pregunto:

—¿Quieres un suéter o algo?


—No, estaré bien en un minuto.

—Gracias —le digo.

Se gira y me ve a los ojos.

—¿Por qué?

—Salvar mi vida. Y la de Ethan.

Su mirada se queda en la mía por largo rato. Es como si ninguna


quisiera ser la primera en apartar la mirada. Al final, Liana regresa al sofá,
se inclina y presiona su palma contra la frente de Ethan. Dice:

—Está mucho más fresco. Creo que está bien.

Quiero decir que creo que ella está bien. Mejor que bien.

Ethan deja salir un suspiro. Toco la punta de su nariz y me recompensa


con una sonrisa. Liana pasa sus dedos por el suave cabello de Ethan.

—Es realmente precioso.

De hecho lo es.

—¿Tienes algo para tomar? —pregunta.

Doy un salto.

—Sí, por supuesto. —¿Dónde están mis modales?

Me agacho a tomar a Ethan pero me detengo porque sé que llorará si lo


levanto. Sus ojos sostienen los míos y no detecto nada de terror. Decido
intentarlo y él realmente sujeta mi cuello con su pequeña mano.

Liana nos sigue a la cocina, bajando la velocidad para ver por la ventana
al patio.

—Me encanta tu casa —dice—. La sensación. Hay algo sobre la casa de


Swan que estaba… no sé. Frío. Retorcido. Un desorden caótico.

Siempre creí que el desorden era acogedor. Hogareño.

—Siento mencionarla. No volvamos a hablar de ella.

—Trato. —Me siento aliviada. Exaltada. Liberada.


Equilibro a Ethan en mi cadera y reviso el refrigerador. Mamá debió
haberlo llenado antes de irse.

—Tenemos Sprite y Cola dietética. Si tienes hambre puedo hacer pizza.

—Eso suena fantástico. Siempre y cuando salga de aquí entre las ocho
treinta y las nueve.

—No tardaré tanto. —Le entrego a Ethan y saco los ingredientes para
una pizza de pepperoni, salchicha y tres quesos.

—Sprite para mí —dice.

Saco la botella y dos vasos. Mientras dejo un vaso frente a ella, veo a
Ethan de pie en su regazo, jugando con sus aretes. Se me corta la
respiración.

—¿De dónde sacaste esos?

—¿Qué?

—Los aretes. —Los botones negros que hice para Swanee—. No importa,
sé de dónde.

Liana aparta la mano de Ethan de los aretes.

—Ella dijo que hasta que tuviera el dinero para el anillo, esperaba que
estos fuesen suficiente.

—Apuesto a que también dijo que los hizo.

Liana no contesta.

Me siento a punto de llorar. Luego tengo ganas de lanzar la taza de


medidas contra la pared.

—Yo los hice. Para ella. —Si veo a Liana, perderé el control.

—Los regresaré, Alix.

—Olvídalo. Fueron un regalo. Podía hacer lo que quisiera con ellos.

Por un minuto Liana no habla. Luego dice suavemente:

—¿Cuándo terminan las mentiras?

Cierro mis ojos. Aparentemente no con la muerte.


Capitulo XVIII
Corregido por belisrose

El teléfono suena y mamá me dice que ya llegaron. ¿Ya? Compruebo el


reloj y son casi las nueve. El tiempo vuela cuando comes pizza con una
chica hermosa mientras tu hermano bebé está a salvo en su cargador
completamente dormido. Mamá pregunta cómo van las cosas y contesto:

—Genial.

—¿Te costó dormir a Ethan? —pregunta.

—Para nada. Lo he estado alimentando con Robitussin18.

—Alix.

No quiero decirle que aún no está en su cuna escaleras arriba ya que


temo dejarlo solo.

—La pasamos bien. Realmente fue algo divertido. —La oigo decirle a
papá lo que dije y le sonrío a Liana.

Liana comprueba su reloj y enloquece. Se aleja a la sala de estar y hace


una llamada con su teléfono celular.

—Si necesitas algo tienes nuestros números —dice mamá.

No la voy a llamar porque estoy determinada a probarles que soy


responsable y confiable. Que soy una buena hermana.

—¿Tu mamá? —pregunta Liana cuando ambas cortamos.

—Sí. Comprobando cómo estoy, la cual es una buena idea ya que viste
lo excelente que soy como niñera.

Liana me empuja suavemente en el hombro.

—Lo haces asombroso.


18 Robitussin: medicamento narcótico utilizado contra la gripe.
—Sí. Desde que apareciste.

—Tengo que irme.

—¿Me ayudarías a acostarlo primero?

Me sigue escaleras arriba. Mientras lo metemos en su cuna, él se queja,


pero Liana frota su brazo hasta que se calma y sus párpados se cierran.
Me inclino para besar su frente. Huele dulce, como a talco de bebé.
Siempre he amado ese olor.

Me quedo sobre él, Liana susurra:

—¿Te quedarás aquí toda la noche?

—Pensaba hacerlo.

—Alix, estará bien. Tienes el monitor. Solo enciéndelo y mantén el otro


contigo.

Monitor de bebé.

—Espera. —Entro a la habitación de mamá y papá y lo saco. Espero que


mis instintos maternales o paternales sean tan sensibles como los de
mamá y papá cuando Ethan se despierta y llora. O tose. O se ahoga.

Liana baja las escaleras conmigo por detrás. Se pone su abrigo.

—No puedo agradecerte lo suficiente —digo.

—Gracias por la cena. Fue asombrosa. Ahora eres mi chef personal.

—A tu servicio —exclamo con una reverencia.

La conversión se pausa.

—¿Bueno? —dice.

¿Bueno qué? Sus oscuros ojos parecen atravesarme.

—Lo prometiste.

Oh, mi Dios. ¿Se refiere a…? Mi garganta está seca y lamo mis labios.
Ella hace lo mismo, y luego se acerca un paso, se inclina y toca mis labios
con los suyos. La explosiva sensación que me recorre es como una
erupción volcánica. Cuánto tarda el beso queda a la adivinación.
Eventualmente una se aparta, y juro que no es ella. Liana abre la puerta y
sale antes de poder exhalar el aire en mis pulmones.

Debí haberme quedado dormida con el monitor contra mi oreja porque


cuando despierto tengo una marca rectangular en mi mejilla. No hay
sonidos saliendo del parlante y pienso: Está muerto. Rodó y se sofocó.
Corro a su habitación y lo encuentro en su cuna, jugando con sus pies.
Cuando me ve empieza a rebotar y a sonreír. Tan lindo, excepto por el olor
como a fábrica de diarrea.

Mientras cambio su pañal, noto que no le di un baño antes de acostarlo


anoche. Aún tiene algo de mugre en su cabello por la cena. Decido primero
darle el desayuno para poder lavar todas las capas a la vez.

Ethan es un desastre y me empapa. Cuando le pongo champú en su


cabello le formo rizos y luego lo levanto. Podríamos hacer esto todo el día,
excepto que el teléfono suena escaleras abajo. Sé que no debo dejarlo solo,
incluso si está en la tina de seguridad.

Mientras lo seco, el teléfono vuelve a sonar, por lo que lo enrollo en la


toalla y lo llevo escaleras abajo conmigo.

—Hola —dice papá—. ¿Cómo van las cosas?

—Bien. —Excepto que rompimos la rutina del baño, lo cual


probablemente dejará a Ethan marcado de por vida.

—¿Qué tienes planeado para hoy? —pregunta.

—No sé. Pensé en afilar los cuchillos.

Papá ríe.

—¿Quieres saludar a Ethan? —Pego el teléfono en la oreja de Ethan y


papá le habla. Los ojos de Ethan se abren y dice algo parecido a “da-da”. Si
lo ha dicho antes, no estoy segura.

Regreso el teléfono. Papá me pregunta:

—¿Acaba de decir lo que creo que dijo?

—Eso creo. ¿Crees que es un sabio?

Papá ríe.
—Puede que solo tenga gases.

Hablamos por un par de minutos hasta que Ethan se pone inquieto.

—Debo dejarte —le digo—. Bob Esponja espera.

Tan pronto como cuelgo, el timbre suena. ¿Quién puede haber venido?
Veo por la mirilla, pero está en negro, como si hubiese una mano ahí.

—¿Quién es? —pregunto.

No hay respuesta.

¿Y si es un secuestrador? ¿Alguien que ha estado acechando la casa,


esperando el momento adecuado? He estado mirando muchos programas
de policías. Aun así…

Abro la puerta un poco y mi mandíbula cae.

—Hola —dice Liana.

Abro la puerta por completo y destrabo la puerta metálica.

—¿Qué haces aquí?

Hace un puchero.

—¿Quieres que me vaya?

—No. —Dios, no. Entra y el aire frío la sigue. Noto que sigue lloviznando.

—¿Volvió a llover? —pregunto.

—No. Como la mitad de los jugadores tienen gripe, entonces el


entrenador canceló el juego. Apesta. Pero sería miserable animando en
este clima. —Tomo su abrigo y se estira hacia Ethan—. Está desnudo.

—Acabamos de tomar un baño y no lo he podido vestir aún.

—O a ti.

Reviso mi frente y veo que todo lo que uso es una camiseta para dormir
y que está pegada a mi cuerpo por el agua de baño. Todo es visible. Me
abrazo.

—¿Puedo vestirlo? —pregunta.


—Absolutamente. —Empiezo a subir las escaleras a la carrera, pero me
detengo y la dejo pasar. No necesita ver mi trasero.

Podría ducharme ya que ella está cuidando a Ethan. En lugar de eso me


pongo unos pantalones de chándal y una camiseta. Cuando salgo, ella
sigue en el cuarto de Ethan.

—Tiene la ropa más linda —exclama. Eligió un mono de mezclilla grande


con una camiseta blanca y roja y zapatos rojos.

—Cuando no está cubierto de papilla para bebé.

Lo levanta al aire y él chilla encantado.

—¿Cuánto puedes quedarte? —pregunto. Por favor que sea todo el día y
noche.

—Hasta que estés harta de mí. —Enrolla el dobladillo del mono.

Le sonrío.

—Entonces espero que hayas traído tu cepillo de dientes.

Me regresa la sonrisa, sus ojos burlones. Incluso estar de pie tan cerca
de ella hace que mi corazón se acelere.

—¿Qué quieres hacer? Papá no quiere que lleve a Ethan a ninguna parte
por lo que estamos algo limitadas.

—No tenemos que hacer nada. Podemos ver una película.

Una película. Por favor que no sea una con Johnny Depp.

—Eso suena bien.

Mientras caminamos hacia las escaleras, Liana dice:

—¿Está es tu habitación? —Se detiene en el umbral.

—Sí.

—¿Puedo verla?

Dios, ¿dejé cosas innombrables tiradas?

Me entrega a Ethan antes de entrar y revisar mis cosas. Mi


computadora, iPad, libros, muñecas y peluches de la infancia. Por alguna
razón quiero su aprobación. Señala una calcomanía de arcoíris que tengo
en el espejo.

—¿Conseguiste esa en el Desfile de Orgullo?

—No. Rainbow Alley.

—Nunca he ido ahí. Me gustaría.

—Te llevaré —digo.

—¿Cuándo?

—Cuando quieras.

Su teléfono suena y lo saca de su bolsillo trasero. Habla en español con


quien sea que esté en la línea.

—No lo sé. —Me mira—. ¿Tres en punto?

Levanto cinco dedos, dos veces, como “Que sean las diez en punto”.
Sonríe.

—Llegaré a casa antes de que oscurezca, ¿bien? Te amo. —Termina la


llamada.

Se agacha y toma el arete de arcoíris de la caja, la cual no he guardado.

—Guau, esto es genial. Sí planeo regresarte todos los aretes.

—Como dije, no tienes que hacerlo.

—No pretendía molestarte.

—¿Por qué me molestaría? ¿A quién le importa que lo único que le hice


a ella no significara nada? —Esta ola de ira llena mi interior y mis ojos se
llenan de lágrimas. MALDICIÓN. MALDITA ELLA. Me acerco, cierro la caja y
la pateo debajo de la cama.

Liana se acerca a mi espalda y apoya su cabeza contra la parte de atrás


de la mía. La pequeña mano de Ethan tira de mi oreja gentilmente. Una
lágrima se escapa y baja por mi mejilla. Limpio mi nariz. Me gira y me
abraza.
Puedo sentir su aliento en mi cuello y me hace estremecer. Nos
apartamos y nos miramos a los ojos, y todo en lo que puedo pensar es en
que quiero besarla.

Pero ella se aleja y dice:

—¿Dónde hay Kleenex? ¿En el baño?

Asiento. Entra y sale con unos pañuelos y me los da.

Limpio mi nariz. Me da espacio, caminando por el resto del cuarto.

Ethan se pone inquieto y digo:

—Creo que olvidé darle su botella. Te veo abajo.

Caliento una botella, aliviada por poner algo de distancia entre Liana y
yo. Ella activa cada nervio en mi cuerpo. Me acomodo en el sofá con Ethan
y su botella, mientras Liana se sienta al otro lado, tan lejos como es
posible. Gracias a Dios.

—¿Quieres que revise las películas en On Demand?

—Claro —respondo.

Revisa las opciones y no hay nada que queramos ver. Es todo lo que
puedo hacer para mantener a Liana fuera de mi vista periférica. Ella ve el
DVD de papá de Little Miss Sunshine19 y dice:

—Amo esa película.

—Yo también. —Aunque nunca se lo admitiré a papá.

Inserta el DVD. Dejo a Ethan en su corral y lo acerco frente a mí para


poder verlo también.

Como diez minutos luego de que empieza la película, ella acomoda una
almohada debajo de su cabeza y se acuesta, se quita los zapatos y estira
sus piernas sobre mi regazo.

—¿Está bien? —pregunta.

19Little Miss Sunshine: película de comedia dramática estrenada en 2006 protagonizada


por Abigail Breslin.
Ethan está dormitando con su chupete, por lo que acerco sus piernas
para contestarle y luego le hago cosquillas. Suelta un quejido y patea.
Susurro:

—Silencio. Lo despertarás. —Nos ponemos a luchar con las piernas.


Entonces, no sé cómo sucede, pero nos estamos besando. Ella está sobre
mí y yo sostengo su cabello y está presionando su cuerpo contra el mío.
Levanta la cabeza y me mira, y debe ver el deseo y la necesidad que siento
porque continúa. Solo que se mueve y cae del sofá. Me estiro para detener
su caída, pero caigo sobre ella. Ríe y me abraza.

Ethan gime y ambas saltamos para revisarlo. Completamente dormido.

—No deberíamos estar haciendo esto —dice suavemente.

—No te preocupes. Tengo suficientes botellas en el refrigerador por si se


despierta.

Ella hace sonar su lengua.

—No me refiero a eso.

—Oh. —Pero quiero. Y no hay nadie que me detenga. Beso a Liana. El


beso se estira y siento ese cosquilleo en mi abdomen inferior.

Rompe el beso y dice:

—¿Crees que esto es algún tipo de venganza?

—No lo sé, no me importa.

Sonríe. Me besa de nuevo. Sus labios son suaves y mi necesidad es


enorme. Mis manos tienen mente propia y empiezan a subir y bajar por
sus piernas. Estamos acostadas de lado y mi mano se mete entre sus
muslos.

Me aparta un poco.

—No.

Lo mismo que solía decirle a Swanee cada vez que llegábamos tan lejos.
Dice con los ojos bajos:

—Todavía soy virgen.

—¿Qué? De ninguna forma. En seis meses nunca…


—No te mentiré. Quería. Pero no podía mover un codo en ese estúpido
auto, y ella quería hacerlo en mi auto, lo cual creía que era asqueroso. Le
dije que pagaría una habitación de hotel, siempre y cuando no estuviera
infestada de cucarachas y pulgas.

Río. Un poco histéricamente. Despierto a Ethan y empieza a llorar.

Rayos. Liana se pone de pie y lo levanta de su corral.

—Está mojado.

—Buscaré un pañal —replico.

Subo las escaleras con alas en mis pies. Nunca lo hicieron. No sé porque
hace una diferencia, excepto que es algo que Swanee quería y nunca
obtuvo. De ninguna de nosotras.

Luego de que Liana se va sé exactamente de qué haré mi trabajo crítico.


Por suerte la señora Burke ha visto la película y entenderá su contribución
en el rol del humor en animar el espíritu de la humanidad.

Termino el esquema, luego me acuesto y repito todo lo que pasó hoy.


¿Hice el primer movimiento? ¿Fue Liana? ¿Me quiere tanto como yo a ella?
¿Y si es por venganza, como ella dijo? Debería sentirme culpable y
avergonzada porque me gusta, especialmente porque Swanee ha estado
muerta tan poco tiempo. ¿Pero no fue ella quien dijo que éramos
afortunadas porque la coincidencia nos unió?

El monitor emite un suave llanto desde la habitación de Ethan. Corro y


lo encuentro acostado sobre su estómago, intentando rodar. Lo
reacomodo, canto y froto su brazo como hizo Liana, pero no logro que se
duerma, entonces lo levanto y lo llevo frente al televisor. Supongo que no
importa lo que ve o cuándo, pero ¿quién sabe cuán joven quedas dañado
por todo el sexo y la violencia en la televisión? Reviso los canales hasta que
encuentro South Park20, lo cual es como una caricatura, ¿cierto?

El teléfono suena y siento que mi corazón salta pensando que es ella.

Papá dice:

—Espero no haberte despertado. Solo me reporto.

20South Park: serie de dibujos animados caracterizada por su humor negro, burlas
explícitas y vocabulario soez.
Comprobar sería más apropiado. Y por supuesto que Liana no llamaría
a nuestra línea de casa. Le aseguro a papá que afilé los cuchillos sin
derramar sangre. Él dice:

—Llegaremos a casa en la mañana, pero cambiamos a un vuelo más


temprano.

¿Por qué? ¿Y si Liana vuelve?

—Quédense otra noche si quieren —digo—. Quédense dos noches.

—No podríamos hacer eso nunca. Los extrañamos mucho.

¿Es en serio? Solo han pasado un día y medio. Pensarías que querrían
escaparse más a menudo. No puedo recordar las últimas vacaciones que
tuvieron.

De la nada, sigue:

—Estamos realmente orgullosos de ti, Alix.

¿Por finalmente ser la hermana que siempre debí haber sido? Un nudo
se forma en mi garganta.

—¿Alix?

—Ethan acaba de despertar. Será mejor que vea si necesita una botella
o algo. —Mascullo una despedida. Ethan está pegado al televisor y pienso
Genial, ahora he plantado la semilla para un sedentario. Como si leyera mi
mente empieza a llorar como si tuviera hambre. Caliento una botella y lo
mezo en mis brazos en el sofá, cantando suavemente mientras traga. La
primera canción que se me ocurre es Born This Way21 de Lady Gaga.
Parece gustarle porque sonríe y aplaude. Me pregunto qué hace ahora
Liana. Si le atraigo tanto como ella a mí. Qué pasará luego, si es que algo
sucederá.

Debo llamarla o enviarle un mensaje. Preguntarle directamente.

Soy tan segura. Como en primaria: ¿Te gusto?

La botella de Ethan rueda por mi pie y regreso al presente. Él está


dormido. Apago el televisor y lo levanto cuidadosamente, apoyándolo sobre

21Born This Way: traducido como “Nací de esta manera”, es una canción de Lady Gaga
que pertenece al álbum homónimo y que promueve la aceptación personal.
mi hombro sin una toalla. Si escupe, toda esa mezcla lechosa caerá por mi
espalda.

Realmente no me importa.

Mi teléfono suena escaleras arriba y quiero subir las escaleras de dos en


dos, pero sé que eso despertaría a Ethan. Luego de acostarlo y besarlo,
camino de puntitas a mi habitación.

Un mensaje de texto de ella:

Lo siento si fui muy lejos hoy.

Le respondo:

No. Yo lo siento.

Le toma un tiempo responder y pienso que esta conversación acabó.


Otro mensaje llega:

Tenemos que dejar de disculparnos. Era lo mismo con la-que-no-


debe-ser-mencionada. Siempre me estaba disculpando por algo,
siempre me sentía mal o inadecuada.

Respondo inmediatamente:

¡Yo también!

Todos estos recuerdos salen. Ella odiaba mi ropa; me dijo que debía
perder peso, hacer más ejercicio. No le gustaba mi gusto en películas y
música. Resentía el hecho de que tenía que cenar con mi familia y pasar
los fines de semana haciendo deberes o la tarea. Cualquier momento que
no estuviera disponible era una ofensa personal.

Liana envía:

Ella aparecía en mi escuela y esperaba que me fuera. No podía


hacer eso. Tenía el porrismo y un trabajo. Luego me acusaba de no
amarla lo suficiente.

Envío:

Eso suena familiar.

Excepto que a diferencia de Liana, yo sí renuncié a mi vida por ella.


Renuncié a todo.
Liana envía:

¿Cómo vas con Ethan?

Bien. Genial. Despertó y lo volví a dormir. Lanzaste un tipo de


hechizo en él y ahora me ama.

Ella envía:

Siempre te ha amado.

Leo la línea una y otra vez y noto que siempre lo he amado. Y siempre lo
cuidaré.

Hoy la pasé bien, envía. Siempre la paso bien contigo.

Yo también.

Que tengas dulces sueños. Eso significa que duermas bien.

=. Eso significa que tú también.

LOL.

Luego de terminar de hablar, me acuesto en la oscuridad y miro a la


negrura, me siento levemente intoxicada. Algo, una luz parpadeante,
rebota en el cielorraso. Es el teléfono de Swanee en mi bolso. El brillo de la
cubierta empieza a desvanecerse. Un último recuerdo perfora mi cerebro.
Algo que dijo unos días antes de decidir que estaba lista. Estábamos en su
auto, estacionadas detrás de Safeway, y casi, casi la dejé hacerlo. Cuando
la aparté en el último segundo, ella dijo:

—Por el amor a todo, Alix. Nunca he conocido a alguien que no haya


tenido sexo para cuando tiene diecisiete.

Mentirosa, mentirosa, mentirosa.

Lucho para salir de la cama, pateo el bolso con el teléfono al armario y


cierro la puerta.
Capitulo XIX
Corregido por Celesmg

Mamá y papá llegan al mediodía, mientras Ethan termina su


desayuno/almuerzo. Hay cereal de bebé sobre Ethan y sobre mí, en la
mesa y en las paredes. Esperaba poder limpiar antes de que llegaran.

Ethan chilla y se estira hacia mamá. Lo levanta y le hace cosquillas. Él


ríe con fuerza.

—Sé que es un desastre… —empiezo.

—Lo has hecho bien, pequeña —me corta papá—. Gracias por ayudar.
—Me aprieta ligeramente los hombros.

Verdadero contacto físico. Empiezo a levantarme para lavar el fregadero


y limpiar las paredes.

—No te preocupes. —Mamá me aparta. Le dice a Ethan—: Di ma-ma.

Papá murmura en mi oreja:

—Le dije que Ethan dijo da-da primero y ahora está jodidamente celosa.

Vaya. Mis padres rara vez maldicen.

Dejo la esponja en la encimera y pregunto:

—¿Puedo salir un rato?

—Claro —responde mamá—. Y gracias de nuevo, Alix.

No puedo tomar mi abrigo del armario lo suficientemente rápido.

En la primera señal de Alto le mando un mensaje a Liana:

Listo.
Me responde:

Wii  ¿Nos vemos en nuestro lugar de siempre?

Llego antes que ella a McDonald’s. El olor es muy tentador, por lo que
empiezo a atacar mi hamburguesa con queso y papas fritas antes de que
llegue. Ordeno su combo favorito, y mientras se sienta, dice:

—Oh, podría besarte.

Hazlo, pienso.

Nuestros ojos se encuentran y la electricidad envía una ola por mi


cuerpo. Toma un enorme mordisco de hamburguesa y masculla:

—¿Qué quieres hacer hoy?

—No lo sé. ¿Tener sexo en tu auto?

Bufa y me patea por debajo de la mesa.

—Hay este evento en Boulder al que vas a un montón de estudios de


artistas y los ves trabajar. ¿Eso suena bien?

—Suena asombroso.

—También es gratis.

Saca un panfleto y lo miramos. Hay cerámica, pintura y vidriería.


Incluso incluye un mapa de todos los estudios. Decidimos llevar mi auto,
pero Liana no se siente cómoda dejando el suyo en McDonald’s, por lo que
me pide que la siga a su casa.

Mientras conducimos por Greeley, noto que es como una yuxtaposición


de comunidad granjera/ganadera y genial campus universitario. La
Universidad del Norte de Colorado está en secciones de terrenos con
edificios de diversos estilos arquitectónicos. Los estudiantes están fuera
jugando Frisbee o caminando hacia o desde los dormitorios.

Cuando Liana se detiene junto a la acerca, estaciono detrás de ella.


Cierra su carro y camina hacia el mío.

—Ven a conocer a mi familia —dice.

Miro hacia su casa. Es un bungaló de dos pisos hecho con ladrillos


rojos. El tipo de casa que me gustaría tener algún día.
—Si mamá empieza a rezar con su rosario, solo has la señal de la cruz y
di “Y con tu espíritu. Amén”.

¿Es una broma? Practico en mi cabeza mientras nos dirigimos a la


puerta delantera. La abre y un hombre mayor nos saluda.

—Papá —dice Liana—. Ella es Alix.

—Hola, Alix. —Él extiende su mano—. Liana nos ha contado todo sobre
ti.

Abro los ojos hacia Liana. ¿Cómo qué?

Ella golpea su brazo.

—Detente.

La mano de él es tan grande que envuelve la mía.

—Un placer conocerlo —digo.

—Déjame ir por una chaqueta en caso de que haga frío —dice Liana,
dejándome sola con su padre.

—Siéntate —dice, indicándome un gastado sofá. Me hundo en este. Se


deja caer en un reclinable frente a mí, se apoya y cruza sus manos sobre
su sección media. Tiene espeso cabello rizado que está algo gris en las
sienes, y un bigote—. Cuéntame de ti.

Trago con fuerza. ¿Qué quiere saber?

—¿Cómo conoces a Liana? —pregunta.

—Uhm, solo somos amigas. —Sonríe como si entendiera más de eso de


lo que pretendía. O no. Agrego—. No voy a su escuela.

—¿No? —Arquea sus espesas cejas—. ¿A cuál vas?

—Arvada —contesto.

—Ese es un largo camino.

—Mis padres acaban de volver de Texas. —Espera. ¿Preguntó sobre


ellos? ¿He contestado todas sus preguntas?

—¿Entonces viajan mucho?


—Casi nunca.

Liana vuelve.

—Bien, estoy lista.

Gracias a Dios, pienso. Otro minuto y estaría dando la historia de mi


vida voluntariamente. Volvemos a mi auto y Liana dice:

—¿Te preguntó si estábamos durmiendo juntas?

—¿Qué?

Ella ríe.

—Debiste haberle dicho que tomabas la píldora22 y que no había de qué


preocuparse.

Los artistas llenan el lugar. Boulder es conocido por su naturaleza


eclética, y muchos artistas parecen salidos de una máquina del tiempo
proveniente de la era hippie. Pero todos tienen algo en común: su pasión
por su trabajo.

Mientras Liana y yo nos quedamos de pie y vemos a uno hacer una


delicada vasija de vidrio soplado, puedo sentir la alegría del artista al crear
algo de nada. Todas sus piezas se doblan dos veces al cuello, la cual debe
ser su detalle característico.

Mi mirada se dirige a una repisa con una colección de cisnes de cristal


en exposición. Mi almuerzo amenaza con reaparecer. Veo que Liana
también la está mirando, y dice:

—Salgamos de aquí.

Visitamos seis estudios de cerámica en los que me sorprendo en cómo


un bloque de arcilla puede ser lanzado a la rueda para darle la forma de
un perfecto tazón, plato o taza.

Este artista usa basura reciclada para hacer piezas y candelabros. Son
originales y hermosas.

22 Píldora: Se refiere a la píldora anticonceptiva.


El último estudio en nuestra lista es un joyero. Está a una distancia
caminable, y sin pensarlo, Liana y yo entrelazamos nuestros dedos. Ella
sonríe y dice:

—¿La estás pasando bien?

—Genial —respondo.

Sus dedos se aprietan.

Una campana sobre la puerta de la joyería suena cuando entramos.


Cuatro joyeros comparten el espacio. Uno hace aretes, brazaletes y anillos
plateados y turquesa. Son hermosos, pero muy convencionales para mí. La
joyería que atrapa mi atención está en una caja de cristal. Todas las piezas
son de cobre. El joyero detrás del mostrador está sentado a una mesa de
madera golpeando cobre que ha cortado en formas geométricas para unir
las capas.

—Hola —me dice—. Si hay algo que quieras, todo está a la venta.

—Gracias. —Incluso los precios con descuento alcanzarían el límite de


mi Visa de dos meses.

—¿Dónde conseguiste esos aretes? —me pregunta—. Nunca he visto


nada como esos.

Liana enlaza su brazo con el mío y dice:

—Ella misma los hizo.

Él asiente con aprobación.

—Si alguna vez quieres rentar un espacio en un estudio aquí, házmelo


saber.

¿Es en serio? De ninguna forma mi trabajo se compara con el de estos


profesionales. Afuera del estudio, Liana me dice:

—¿Quieres preguntarle cuánto cuesta un espacio?

—No. Solo es un pasatiempo. No soy tan buena.

Me hace una mueca.

—Te subestimas. Apuesto a que podrías vivir de tu arte.


Nadie nunca lo ha llamado arte. Nos dirigimos a mi auto y Liana
pregunta:

—¿Qué planeas hacer luego de graduarte?

He estado evitando pensar en eso.

—No lo sé. ¿Ser una niñera? —En ese momento mi teléfono suena. El
sonido de mis padres me recuerda que no soy lo suficientemente vieja para
tomar decisiones para mi vida.

Es papá.

—¿Dónde estás? —pregunta.

—En Boulder.

—¡Boulder! ¿Haciendo qué?

Casi digo: Practicando el amor libre.

—Haciendo un tour por estudios de artistas.

—¿Estás sola?

Le hago señas a Liana pidiéndole que meta un palo en mi ojo.

Ella ríe.

—No —respondo.

—¿Estás con Betheny?

—No.

—¿Está bien preguntar con quién estás?

¿Por qué le importa?

—Estoy con mi amiga Liana.

Que se está convirtiendo en más que una amiga.

—¿Llegarás a casa para cenar? —pregunta papá.

Tengo que hacerlo, ¿no? Compruebo mi reloj y son más de las tres. Ese
debería ser tiempo suficiente.
—Sí.

—También puedes invitar a tu amiga si quieres.

No creo que esté lista para meter a Liana a la fosa Van Pelt. Liana y yo
seguimos caminando hacia el carro y abro las puertas con el control en la
llave. Espero que ella entre, pero en su lugar envuelve mi cintura con sus
brazos, me acerca y me besa. Siento mi bolso caer y mis rodillas
debilitarse. Pudimos habernos quedado así por horas si alguien no se
hubiese acercado y sonado la bocina.

Ambas subimos al Prius, nos miramos y reímos.

Una loca risa salida de la nada.

Esa noche Liana me envía un mensaje:

El. Mejor. Día.

Contesto:

¿Qué es mejor que el mejor?

Nos mandamos mensajes por un rato hasta que escucho el localizador


de mamá sonar. Es pasada la medianoche y sé que debe estar cansada.

Liana envía:

Gracias por aceptar mi solicitud de amistad.

Eso me recuerda que tengo que enviarle mi horario de clase.

Envío:

Noche de escuela. Será mejor que tengas tus “dulces sueños”

LOL. Igual.

Unos mensajes más y terminamos.

Tomo mi computadora para enviarle mi horario a Liana. También quiero


el de ella, incluido el trabajo y las actividades extracurriculares. Noto que
mi estado de relación lee En una relación, pero ya no está el nombre de
Swanee. Cuando la busco en mis amigos veo que ha desaparecido. Alguien
cerró su perfil. Lo cual está bien. Cambio mi estado a Soltera.
Entonces tengo esta idea loca. Ella probablemente diga que no o lo
ignore, pero le envío una solicitud a Liana confirmando que estamos en
una relación. Un segundo después llega una respuesta. Suelto un pequeño
chillido de alegría. Aceptó.

Cuando entrego mi esquema del análisis crítico a la señora Burke,


parece impresionada. Es mucho más que un solo párrafo. Por supuesto, si
no aprueba el tema, estoy de regreso en cero. Una sonrisa curva su boca y
dice:

—Amo esta película.

¡Genial!

El trabajo no se entrega en un tiempo, pero apuesto a que si me


esfuerzo puedo terminarlo en dos o tres noches. Sé que la nota de mi
trabajo persuasivo está en mi expediente permanente, pero una A en este
puede mejorar mi nota a una C+ o una B-.

Liana pasa casi todos los días animando en juegos de béisbol o carreras
de atletismo. Aún hablamos durante el día o la noche, pero extraño estar
con ella. Físicamente. Las relaciones a larga distancia apestan. En la cena
del jueves, papá dice:

—Tierra a Alix.

¿Quién dice eso todavía?

—¿Eso te suena bien?

—¿Qué? —pregunto.

Se gira hacia mamá.

—¿Crees que debemos llevarla a que le comprueben la audición?

Mamá levanta tres dedos y levanta la voz para mí:

—¿Cuántos dedos ves?

—Once —digo—. Mi oído y visión están bien.


—Preguntaba cómo te sentirías si pasamos las vacaciones de primavera
en Vail. Uno de mis clientes tiene un condominio que no usará y preguntó
si nos gustaría rentarlo.

Las visiones de hacer snowboard por una semana me animan.

—Eso sería asombroso. ¿Todos nosotros? —pregunto.

—Por supuesto —contesta mamá.

—¿Qué harán ustedes? —Ninguno esquía, Ethan está muy pequeño. A


menos que esperen que haga de niñera mientras ellos rentan motos de
nieve, para lo cual mejor nos quedamos en casa.

—Estaremos ocupados —dice papá—. Podemos ir a hacer tubing o a


andar en trineo. Creo que hay carruajes tirados por caballos. A Ethan le
gustará eso. Tú y mamá pueden ir de compras.

¿Cuándo fue la última vez que mamá y yo fuimos de compras juntas?


En primaria para comprar ropa nueva.

—Podríamos hacer un viaje a Glenwood Springs por un día —agrega


mamá—. Entrar a una piscina caliente. Eso suena ideal para mí.

Suena como el cielo.

No había notado que las vacaciones de primavera eran la semana


siguiente. Se me había escapado.

—¿Bueno? —pregunta papá.

—Bueno… sííííí…

—Tengo trabajo el sábado, así que nos iremos el domingo —dice mamá.
El teléfono suena y se levanta para contestar.

—Es para ti, Alix —escucho a mamá decir.

¿Quién me llamaría a la casa? Contesto y es Joss.

—¡Mantente fuera de mi vida! —grita—. ¡No tienes idea de lo que está


pasando, y de todos modos no es de tu incumbencia!

Hago una mueca. Mamá debió haber hablado con Jewell.


—Para tu información, Swan me llevó a Maternidad Controlada por
anticonceptivos hace meses. No soy idiota.

—Nunca dije que lo fueras.

—Swan es la única que me entendía —dice Joss con voz rasposa.

Eso puede ser verdad, pero me importa. Quiero preguntar si ya está en


terapia, si Jewell está haciendo algo para ayudar. Joss suelta:

—La maldita perra robó el iPad de Swan de mi habitación.

¿Por qué lo necesitas? Tienes recuerdos, quiero decir, pero eso solo
provocaría otro ataque.

—¿Tienes fotografías? —pregunta Joss—. Quiero todas las fotos de ella


que la gente tenga. Era mi hermana y me pertenecen.

Fotos. Sí tengo fotografías de Swan de mi teléfono que subí a mi


computadora. Podría transferirlas a una unidad de memoria portable y
eliminarlas de mi máquina. Eso borraría todo rastro de ella de mi vida.
Excepto por el teléfono.

¿Es eso lo que quiero? Sé que es lo que necesito.

—Sé que tienes fotos en tu celular —dice Joss.

Regreso al momento con un parpadeo.

—Sí, tengo. Puedo ponerlas en una USB y las puedes imprimir.

—No puedo permitirme imprimirlas. ¿Puedes hacerlo?

Aun forzándome a pagar. Debería decir que no, pero no puedo


encontrarlo en mi corazón.

—Claro.

—Bien. —Suelta una respiración tranquilizadora—. Bien. Entonces


puedo perdonarte.

No sé por qué eso me hace sentir tanto irritada como exonerada. Agrega:

—Oh, y para tu información, él me dejó. —Corta.


Capitulo XX
Corregido por Celesmg

Cuando le cuento a Liana que iremos a Vail por las vacaciones de


primavera, ella dice:

—¿Todo el tiempo? —Puedo escuchar la decepción en su voz.

—Pero aún podemos hablar. Y te prometo que nos veremos en cuanto


vuelva.

—Cuando vuelvas serán mis vacaciones de primavera. Mi papá siempre


lleva a un grupo de estudiantes a sitios arqueológicos o cuevas, y voy con
él. El año pasado fuimos a Machu Picchu, y este año iremos a una
excavación en el campo escolar en el North Park, cerca de Walden.

—¿Pond?

Bufa.

—No, tonta. Walden, Colorado. Población de cinco. Está cerca de


Steamboat Springs.

—¿Podrás esquiar?

—Eso desearía. Principalmente ayudo con el equipo y grabando las


exposiciones de papá.

—Yupi —digo sin entusiasmo.

—Es genial. Realmente me gusta ir.

—¿Piensas en ser arqueóloga? —pregunto.

—No —replica—. Planeo especializarme en estudios mejicanos-


estadounidenses y en ciencias políticas.

Si tan solo su ambición se me pegara.


Suspira.

—Desearía ir a Vail contigo.

—Eso sería genial. Envíame mensajes pervertidos, ¿sí?

—¡Ja! Solo si tú lo haces primero.

No nos puedo imaginar enviando mensajes pervertidos.

—Deseo poder vernos una última vez antes de que te vayas. ¿Recuerdas
que preguntaste si me gustaba ser porrista? A veces apesta.

Totalmente.

—Rómpete una pierna —le digo.

—¡No digas eso! Me caí de la pirámide en segundo año y me rompí la


muñeca.

Rayos.

—No te rompas nada, te quiero completa.

—También te quiero completa —dice suavemente.

Eso envía una ola de calor hasta mis huesos.

El sábado papá me pregunta si me importa ir a la tienda a comprar


pañales y fórmula. Ya que Walmart está de camino, tomo la memoria
portable para imprimir las fotos de Joss. Naturalmente, hoy de todos los
días, su máquina de fotos no sirve. Pregunto si puedo dejar las fotografías
para que las tengan impresas cuando regrese.

Liana me llama mientras estoy arriba empacando.

—¿Crees que podríamos hablar por Skype mientras no estás?

Dah.

—¿Por qué no hemos usado Skype todo este tiempo?

—Porque me haría querer estar contigo más de lo que ya lo hago. Odio


estar lejos.
—Yo también.

—Pero hagámoslo de todas formas.

Intercambiamos nombres de Skype y hablamos por un rato. Antes de


terminar la llamada, Liana dice:

—Te estás metiendo en mi piel, Alix Van Pelt. Puedo ver por qué quien
no debe ser nombrada se enamoró tanto y tan rápido de ti.

—Igual por aquí, Liana Torres.

Hablamos por una, dos o tres horas más y me olvido de empacar.

Las personas que no van a Méjico para divertirse en el sol durante las
vacaciones de primavera, llenan los hoteles de esquí en Colorado. Mientras
subo por el telesquí con dos chicos universitarios, (un chico con un brazo
alrededor de los hombros de una chica), deseo con fuerza que Liana esté
aquí.

Es genial tener un condominio en el corazón de Vail. Realmente puedo


caminar del edificio al telesquí. Hay un balcón en cada unidad, y mientras
me acerco al final de la colina creo ver a mamá y a papá, buscándome. Los
saludo, y luego caigo de cara. Eso debe impresionarlos.

Como a la hora del almuerzo me da hambre, por lo que vuelvo para


hacerme un emparedado y ver si mamá y papá están ahí. No están, por lo
que reviso el refrigerador por algo de comer, cualquier cosa.

Las personas deben estar usando la propiedad compartida porque hay


pan fresco junto a mantequilla de maní y jalea de mora. Me preparo un
emparedado y salgo a la cubierta a comer y ver a los esquiadores. El clima
es soleado, un cielo color zafiro sin nubes. Sentada con los pies en la
baranda, llamo a Liana, supongo que ya debe de haber vuelto a casa de
misa.

Contesta al primer timbrazo.

—Espero que estén en el telesquí porque creo que es un delito esquiar


usando el teléfono.

Tal vez ella deba estudiar leyes.


—Estoy tomando un descanso. Aposta, o es acostada, en los regazos del
lujo —le digo.

—Te odio —contesta. Sé que está bromeando—. Deseo estar apostada, o


es acostada, contigo.

—Es algo solitario —confieso—. ¿Tenemos tiempo para usar Skype?

—Tristemente, no. Tengo que salir para el trabajo en cinco minutos.

—No se vale mirar en los vestidores —digo.

—Arruinas la emoción —dice.

Sonrío. Hablamos hasta que dice:

—Agh. Voy tarde. Y mi teléfono está casi muerto. —El mío también está
sin batería por lo que entro a cargarlo.

Mamá entra por la puerta con los brazos llenos de compras y la libero de
algunas bolsas.

—¿Dónde están papá e Ethan? —pregunto.

—Andando en trineo por el pueblo —dice.

La ayudo a sacar las compras y guardarlas.

—Compré toda esta comida y ahora no tengo ganas de cocinar —admite


mamá—. ¿Quieres salir u ordenar algo?

El emparedado solo apaciguó mi apetito.

—Definitivamente —digo—. Salgamos.

Se sienta a la mesa del condominio y abre un folder con un montón de


menús de restaurantes en el pueblo.

—Es agradable verte feliz de nuevo —dice mamá—. Hemos estado


preocupados por ti, sabes.

No la veo a los ojos.

—¿Qué esperaban?

—No hablo de la muerte de Swanee. Por supuesto que estarías mal por
eso, pero cada día que estuviste con ella, te estabas… apartando.
Apartando. ¿A qué se refiere? Creo que lo sé. Cómo Swanee intentaba
convertirme en alguien que no era. Manipulándome. Haciéndome sentir
inadecuada, como dijo Liana. No solo eso, sino que me apartó de mis
padres.

Sí necesitan notar que en algún momento me tendrán que dejar ir, y


viceversa.

—¿Nunca has sentido que hiciste sacrificios por papá? —pregunto—.


¿Hecho cosas que no querías hacer?

Mamá considera la pregunta.

—Supongo que me he adaptado. Ambos lo hemos hecho. Pero nunca


nos hemos pedido que sacrifiquemos quiénes somos como individuos. Y si
realmente teníamos una objeción moral contra algo que el otro quería, lo
habríamos hablado y comprometido. Hemos dado, no quitado. Nos hemos
hecho más fuertes juntos.

Lo mismo que ruego sentir con Liana. Cuando ella no está conmigo, me
falta una parte.

—¿Qué tal Chipotle? —dice mamá—. Hay uno al final de la calle.

Chipotle. Tengo que sonreír.

—Mucho bueno.

Luego de almorzar y dos horas más de snowboard, estoy completamente


exhausta. Todos salimos a cenar a un lugar italiano y casi me duermo
sobre la mesa. Cuando volvemos, les digo a mamá y papá que iré a la
cama.

Metida bajo las mantas, acomodo dos almohadas y enciendo mi


computadora. Antes de llamar por Skype a Liana, debería enviarle un
mensaje para saber si es una buena hora. Mi teléfono está en la cocina,
todavía cargando, por lo que tengo que salir de la cama para tomarlo.
Mamá, papá e Ethan están en la sala de estar con las luces apagadas y
suave música sonando.

—Lo siento. —Desconecto el teléfono—. Olvidé esto.

—¿A quién llamarás? —pregunta mamá.


—Uhm, una amiga.

—¿Tienes que hacerlo?

—Hablaré suave. Prometido. —No espero la respuesta de mamá.

En mi habitación le mando un mensaje a Liana.

¿Puedes usar Skype ahora?

No contesta. Me siento con mi computadora hasta que el salvapantallas


aparece. Debo dormirme porque el sonido de Skype en mi computadora me
despierta de golpe.

Es ella. Presiono Aceptar.

—¿Estás ahí, Alix? —pregunta—. ¿Puedes oírme?

—Sí. Solo déjame… —Su rostro aparece y mi corazón da un salto.

—No te puedo ver —dije—. Déjame ver mi video… —Luego de un


segundo mi rostro aparece en el monitor—. Ahí. —Sonríe—. Estamos
conectadas.

Lo estamos, pienso. En más de una forma.

—Cuéntame de tu día —dice—. Minuto por minuto.

—La nieve estaba perfecta y estaba cálido. Aunque hay muchas


personas.

Es casi como si estuviera aquí. Excepto que no puedo tocarla u olerla o


sentir su calor corporal.

Un golpe suena en la puerta. Mamá mete su cabeza y dice:

—Nos vamos a la cama.

—Bien.

—¿Quién es esa? —pregunta Liana.

Mierda.

—Mi mamá.

Mamá mira hacia la computadora.


—¿Con quién hablas?

—Liana —le digo.

—Déjame saludar a tu mamá —dice Liana. Le hago una mueca y ella


hace lo mismo.

Giro la computadora hacia mamá. Se acerca a la cama y acomodo la


pantalla hasta que el rostro de mamá está en la sección de video.

—Hola —dice Liana—. Solo quería decir que pienso que Ethan es el bebé
más lindo del mundo. Aparte de mi sobrino porque no puedo ser
prejuiciosa. —Sonríe.

—Gracias. —Mamá me mira, y luego a Liana—. ¿Cuándo viste a Ethan?

—Esa vez cuando ustedes estaban fuera de la ciudad… —Liana se


detiene. Debe notar que nunca le dije a mamá que tuve compañía o debe
verlo en el rostro de mamá porque agrega rápidamente—: Solo pasé un
momento para visitar a Alix. No sabía que Ethan estaría ahí.

Los labios de mamá se tensan.

—Será mejor que haga mi tarea —dice Liana—. Hablamos luego, Alix. —
Para cuando le doy vuelta a la computadora, Liana ha terminado la
llamada.

Espero que mamá me diga algo por dejar entrar extraños a la casa,
especialmente cuando ella y papá no están y solo somos Ethan y yo, pero
todo lo que dice es:

—Tu papá tenía razón. Es linda. ¿Va a Arvada?

—No. —Eso es todo lo que estoy dispuesta a dar por ahora.

—Invítala a la casa cuando volvamos…

—Sus vacaciones empiezan ese día y va para una excavación con su


papá y unos estudiantes de arqueología. —Cierro la tapa de la
computadora—. Pero lo haré.

Un brillo llena los ojos de mamá.

—¿Qué? —digo.

—Nada. —Se inclina y besa mi frente—. Te veo en la mañana.


Capitulo XXI
Corregido por Celesmg

El día que vuelvo a casa, Liana no me envía un mensaje o me llama por


Skype, por lo que supongo que va camino a Walden. Le dejo un mensaje de
voz para que me llame o me envíe un mensaje en cuanto pueda.

La mañana del martes me envía un mensaje justo después de que suena


la alarma.

¿Puedes usar Skype? Solo tengo unos minutos hasta que papá
vuelva por mí.

Dios, tengo un peinado de almohada y mis dientes se sienten raros. Nos


conectamos y, naturalmente, se ve como si acabara de salir de una página
de Elle.

—¿Dónde está tu papá? —pregunto.

—Estudiando el lugar. Está bastante desolado por aquí. Nada como


Perú. Pero en el lado positivo, vimos tres alces. Espera. Te enviaré una
fotografía.

Cuando esta llega, me maravillo por lo enormes que son. He visto renos,
pero nunca un alce.

—Papá derrochó con el hotel, por lo que nos estamos quedando en el


Motel Hoover Woundup. Yu-jú. Tengo que compartir una habitación, por lo
que no hay mucha privacidad.

Todo lo que puedo hacer es observarla y proyectarme a cientos de


kilómetros.

—Deseo que estuvieras aquí —dice, al mismo tiempo que yo digo:

—Deseo estar ahí. —Reímos.

Hablamos por un rato hasta que mamá me llama:


—Alix, vas a llegar tarde.

—No sé si podré hablar por Skype todos los días —dice Liana—, pero
intentaré sacar algo de tiempo lejos del grupo en la mañana o por la noche
para llamarte. ¿Bien?

Aceptaré cualquier precioso momento.

Nos quedamos como si quisiéramos decirnos algo más. Liana lleva dos
dedos a sus labios y me envía un beso virtual antes de terminar la
llamada.

De camino a la puerta, mamá me entrega un montón de panfletos.

—Para Joss —dice—. Por supuesto, también puedes leerlos. Espero que
sepas que tu papá y yo estamos aquí para hablar.

Miro los títulos: “Las Cinco Etapas del Dolor”, “Cómo Enfrentar la
Muerte de un Familiar”, “Enfrentar la Pérdida de un Ser Amado”. Creo que
lo he manejado bastante bien, gracias a Liana.

Joss me está esperando junto a mi casillero antes del almuerzo. Mierda.


Olvidé recoger las fotografías. Liana está al teléfono diciendo:

—La semana que vuelva tendré que animar o trabajar todos los días,
pero tengo un encuentro por invitación en Denver el sábado. Debe acabar
como a las cinco.

Levanto un dedo hacia Joss.

—Por supuesto que voy —le digo a Liana—. ¿Dónde es?

—Jeffco. Podríamos ir a cenar luego. ¿Tal vez luego conseguir una


habitación?

Mi corazón salta en mi pecho. ¿Está…?

—Broma.

No sé si sentirme aliviada o apesadumbrada. Si iba en serio, no habría


nada que me contuviera.

Mientras meto mi combinación en el candado, Liana dice:

—Estoy contando los días.


—Yo lo segundos. Tick, tock, tick, tock…

Ríe.

Amo cómo su risa estimula mis sentidos.

Joss está lanzándome dagas con sus ojos, por lo que digo:

—¿Puedo llamarte luego?

—Igual tengo que volver a la excavación. Hablamos pronto.

Cortamos.

—¿Quién era? —dice Joss.

—Solo una amiga. Tus fotografías estarán para mañana. Pasaré luego de
la escuela y las recogeré. ¿Bien?

—Las cenizas de Swan ni siquiera están frías —acusa Joss fríamente.

Debió haberlo notado por mi tono de voz cuando dije “una amiga”. O tal
vez toda la conversación nos delató.

—Traje estos, en caso de que puedan ayudar. —Busco en mi mochila


por los panfletos que mamá me dio.

Joss lee los títulos y dice:

—¿Acaso dicen “Reemplaza a una persona amada con alguien nuevo tan
pronto como sea posible”?

Tiene esta habilidad para hacerme sentir culpable e inferior. De la


misma forma que Swanee.

Joss tira los panfletos prácticamente a mi rostro y se aleja.

Cuando conduzco a mi casa, Joss está sentada en el porche. ¿Para


disculparse? Poco probable, pero cualquier cosa es posible.

Ella sigue el Prius al garaje. Ni siquiera he salido del auto cuando dice:

—¿Las tienes?

Las fotografías.
—Sí.

Estira la mano. Cierro la puerta y le paso el paquete. Es un sobre grueso


y pregunta:

—¿Quieres verlas conmigo?

¿Si digo que no sonará frío? Si digo que sí… cierro mis ojos y este
inesperado velo de dolor me cubre. ¿La llegaré a superar?

Joss no está usando un abrigo y lleva esa corta falda sin mallas.

—Entremos —le digo—. Nos haré algo de chocolate caliente.

Solo se queda ahí con una expresión en blanco.

No voy a esperar una respuesta porque me estoy congelando.

Por suerte me sigue.

Papá está en su oficina trabajando. Ha montado el columpio de Ethan


cerca de su escritorio y el movimiento ha adormilado a Ethan. Papá sale de
la habitación y se estira.

—¿Cómo estuvo la escuela?

—Una tortura, como siempre —contestó Joss por mí.

—Bien. Nuestros impuestos funcionan.

Joss realmente sonríe.

—No lo alientes.

Él se sirve una taza de café mientras preparo dos tazas de chocolate con
malvaviscos.

—¿Cómo estás, Joss? —le pregunta papá, dirigiéndole esa mirada de


lástima.

Por favor no lo ataques. Por favor, por favor, por favor, pienso.

Joss murmura algo incoherente. Gracias a Dios.

Le indico con la barbilla hacia la sala de estar y papá regresa a su


oficina, cerrando la puerta. Enciendo la chimenea con el control remoto,
me quito los zapatos y me acomodo sobre mis piernas para ponerme
cómoda.

Joss sostiene el paquete de fotos frente a ella como si fuera el Santo


Grial. Todo lo que quiero es revisarlas y luego volver a mi lugar feliz. Saca
la primera fotografía y la observa por un año. Finalmente me la pasa.
Swan y Joss, en un acercamiento de cabezas, mejilla contra mejilla. Los
recuerdos me llenan como una montaña y me siento asfixiada entre los
escombros. Tengo que bajar mi chocolate porque mis manos empiezan a
temblar.

Joss sigue examinando la segunda fotografía. Si tenemos que estudiar


cada una así de lento, estaremos aquí toda la noche.

—¿Podríamos acelerarlo un poco, Joss? Puedes pasar más tiempo en


casa con estas.

Se gira para verme.

—Creí que querrías tomarte tu tiempo.

—Así es, pero… las tengo en mi computadora, ¿recuerdas?

Joss pestañea. Eso parece calmarla. Lo que no sabe es que eliminé las
fotografías en cuanto las cargué al dispositivo USB. Para llenar el tiempo
entre fotos, pregunto:

—¿Qué tienes en contra de los hispanos?

Me mira.

—Nada. ¿Quién te dijo eso?

Casi le digo que fue Liana, pero me detengo a tiempo. Swanee también le
mintió a Liana sobre eso, creando esta relación tóxica entre Liana y Joss.
¿Por qué? ¿Para qué propósito servía eso? Joss saca la siguiente foto y
jadea.

—¿Qué es? —Me inclino y Joss aparta la foto. Esta sale volando y cae
hacia arriba en el suelo. Antes de que pueda levantarla, la veo. Es en la
que se expuso. Joss mete la foto al sobre y avanza a la siguiente.

—No estoy segura de cómo eso llegó a mi teléfono, pero de seguro la


eliminaré.
Joss traga con fuerza.

—Swan dijo que el tipo de la banda me notaría si le enviaba mensajes


pervertidos. Le escribí que solo era para sus ojos, pero Swan me dijo que
agregara “Ven y consíguelo”. Luego él se la envío a todos y los policías
aparecieron en nuestra casa.

Dios mío.

—Lo siento tanto, Joss. Algunas de las cosas que Swanee hacía
realmente herían y humillaban a las personas. Incluida tú.

—Ella no lo pretendía —suelta Joss.

¿En serio? Me acerco para rodear los hombros de Joss, pero tiene esa
vibra que me mantiene lejos. Agrego:

—Ella no pensaba mucho sus bromas y los posibles efectos negativos.

Joss se queda sentada por un largo minutos, sus hombros caídos.


Siento una quebradura en su cobertura y digo:

—¿Quieres hablar de esto?

—Había bromas. —Se encoge de hombros—. Le gustaba joder las


mentes de las personas. Era hilarante.

—No estoy riendo.

Joss va a hacer un comentario sabiondo, pero se detiene.

—¿Quieres hablar de su muerte?

Su cabeza se gira y sus ojos son fríos.

—No. Ella se fue. Sayonara.

—Joss…

Toma todas las fotos y las mete en el sobre. Se pone de pie y sale sin
decir otra palabra, cerrando la puerta detrás de ella.

Vuelvo a estar enfadada. Furiosa. Hirviendo de ira.

—Forma de irte, Swanee.


Durante mi llamada con Liana recuento todo lo que pasó hoy,
agregando:

—Y Joss no tiene prejuicios contra los hispanos. No sé por qué Swan te


dijo eso.

—Me retracto de todo lo que dije contra Joss. Excepto la parte en la que
no tenía derecho a enviarme mensajes luego de la muerte de Swan. Esa
fue una cruel broma.

—Sí, sobre eso…

Mamá toca suavemente a mi puerta y la abre un poco. Tiene a Ethan.


Giro el monitor lejos de mamá por instinto para que no pueda ver con
quién hablo.

—Necesito correr al hospital y tu papá está en una reunión —dice—.


¿Puedes cuidar a Ethan? —Él está examinando un sonajero plástico como
si fuera un gran misterio del universo.

—Claro —respondo.

Me lo entrega. Salvada por el hermano.

—Hola, chiquito —exclama Liana. Ella sacude sus dedos hacia él.

Mamá se inclina.

—Hola, Liana. ¿Cómo estás?

—Bien, gracias, doctora Van Pelt. ¿Y usted?

—Los días de parto son casi siempre buenos. —Mamá sonríe.

Eso habría sonado loco si no le hubiera dicho a Liana que mamá era
una obstetra.

Ethan planta su mano en mi monitor, untando los rasgos de Liana.

—Tu papá debe llegar en una hora más o menos —me dice mamá—.
Tranquila.

Se va y equilibro a Ethan entre mis piernas frente a mi computadora.


Liana dice:
—He estado pensando a dónde podemos ir luego del encuentro del
próximo sábado. Además del Motel 6.

—Rayos —digo—. Y ya hice la reservación.

Sonríe.

—Realmente me gustaría ir a Rainbow Alley. Si no te importa.

—Eso sería genial. Puede que tengan un espectáculo de travestís o


karaoke. Revisaré el horario.

—Por favor no me hagas ir al karaoke. Soy muy mala —ruega.

—¿Quieres decir que finalmente encontré tu debilidad?

Ríe.

—Tengo un millón de debilidades. Solo no quiero que las veas.

—¿Por qué no?

—Porque quiero que pienses que soy perfecta en todos los sentidos. ¡Ja!

—Ahora mi objetivo en la vida es encontrar algo en lo que apestes.

—Es una larga lista —dice.

Lo dudo.

Ethan mueve su sonajero y me golpea en el rostro. Esto hace que Liana


ría, y luego ambas reímos. Es como mamá dijo, ella me hace sentir como si
me pudiera adaptar, de una buena forma. Ser más bondadosa, completa,
con alguien dispuesta a crecer conmigo, y viceversa.

No veo a Joss el resto de la semana. Supongo que está huyendo de mí,


todavía revisando las fotos. Manteniéndose enfocada en ellas, como si
fueran los únicos recuerdos de su hermana. Deseo poder encontrar una
forma de hacer que Joss se abra conmigo. O con alguien. Sé que no
puedes ayudar a una persona que no quiere ayuda, pero ¿dejas de
intentarlo en algún momento? Si fuera yo, esperaría que al menos a
alguien le importara lo suficiente como para no rendirse. El viernes, de
camino a casa, dejo una carta sellada en el buzón de los Durbin para Joss.
Por suerte Jewell no lo abrirá. Todo lo que escribí es: Estoy aquí para
cuando necesites hablar. XO Alix.
Liana y yo hemos estado hablando por Skype y teléfono todos los días, y
cuando el sábado llega finalmente me siento tan feliz como un niño en
Navidad. Le pregunto a papá durante el desayuno si él me iría a dejar al
Estadio Jeffco.

—¿Qué hay en el estadio? —pregunta papá.

—Una carrera por invitación.

Él casi ha terminado de limpiar el desayuno de Ethan.

—¿Te importa si vamos?, tu mamá está trabajando y sería lindo salir de


la casa.

—Uhm, claro. —Ese no era el plan exactamente. Pero él no se metería en


mis planes con Liana. ¿No?

—Si es un encuentro de todo el día, no estoy seguro de poder


quedarnos. Aunque un poco de aire fresco no hará daño.

Leyó mi mente.

Cuando llegamos al estadio, papá se dirige a la sección de Arvada, pero


yo me detengo. Busco en el estacionamiento y no veo el auto de Liana.

—¿Vienes? —pregunta papá, acercándose a las bancas. Al otro lado de


la pista, las porristas de los Espartanos cargan su hielera, y Liana sale del
grupo. Mi estómago salta. Protege sus ojos, mira alrededor de la pista y
luego a las bancas. Buscándome, lo sé. Como si una fuerza magnética nos
atrajera, nuestras miradas se encuentran. Corre hacia nosotros y llamo a
papá:

—Vuelvo en un minuto.

No nos hemos visto en persona en semanas. Liana ni siquiera se mide al


abrazarme, levantarme y hacerme girar. Es fuerte. Sé que ambas
queremos besarnos, y es molesto sentir la presión social de no poder
hacerlo.

—Me estaba preguntando si solo eras un sueño. —Me sostiene a la


distancia de un brazo.

—Completamente real.
Me abraza con fuerza de nuevo y el mundo se desvanece. Luego el
anunciador rompe nuestra felicidad y Liana toma mis manos.

—¿Hay un lugar donde pueda cambiarme luego del encuentro? No


quiero usar mi traje de porrista en la cena y en Rainbow Alley.

—Pero hay un espectáculo de travestís. Te adaptarás realmente bien.

Empuja mi hombro juguetonamente.

—Te puedes cambiar en mi casa —le digo.

—Bien. ¿Te sentarás con Arvada o GW23?

Miro hacia las bancas.

—Mi papá está aquí, así que supongo que tengo que sentarme con
Arvada.

—¿Dónde está? —Sigue mi mirada y luego saluda.

Papá devuelve el saludo.

—Te veo luego. —Liana aprieta mi mano, enviando una ola eléctrica por
mi cuerpo.

Subo por las bancas y me siento junto a papá.

—¿A qué escuela va Liana? —pregunta.

—Greeley West.

—Santo pato. Eso está lejos.

—Dímelo a mí.

—¿Quieres sentarte allá? —pregunta.

—¿Podemos?

Sonríe. Luego se levanta y camina cargando a Ethan alrededor de la


pista. Liana nos saluda con una gran sonrisa y mis rodillas se debilitan.

23 GW: Greeley West.


La carrera de chicos empieza. Los 100 y 300 metros. Mi concentración
está fija en Liana. Es la más hermosa, la más talentosa. La he extrañado
como loca. Papá se gira hacia mí y dice:

—¿Alguna vez piensas en ella?

Estoy pensando en ella justo ahora.

—Bien, pregunta tonta. Por supuesto que lo haces. Pero me pregunto si


Liana no es por rebote. ¿Lo has considerado?

¿De qué está…? Oh, Swanee. Mentiría si dijera que ella no cruza mi
mente. Pero lo que Liana y yo tenemos es real. No tiene nada que ver con
Swanee y todo con nosotras. Liana y yo nunca hablamos de una relación
por rebote, solo de una basada en la venganza. ¿Son lo mismo? No lo creo.

Solo podría comprometerme a una persona, a diferencia de Swanee,


quien parecía poder abrir y cerrar su amor como un tubo. Cuando no
contesto, papá dice:

—No importa. Es tu vida. Tienes que aprender estas cosas sola. Solo no
quiero que salgas herida.

Ella no es un rebote. Pudo haber estado ahí cuando más la necesité,


pero eso no la hace un rebote. ¿O sí?

Arvada gana el salto en alto y al otro lado de la pista nuestro grupo se


vuelve loco. Mis ojos se enfocan en Betheny, quien hace saltos a piernas
abiertas y sacude sus pompones. También es una asombrosa porrista. Me
pregunto si alguna vez le dije eso. Ahora, por supuesto, nunca tendré esa
oportunidad. Papá frota su espalda y dice:

—Creo que eso es todo para nosotros.

Ethan se está enfadando por falta de una botella.

—¿Me llamarás cuando estés lista para irte?

—Liana y yo vamos a cenar, y luego a Rainbow Alley. Ella maneja.

—¿Qué tan tarde crees que llegues?

—No mucho. Rainbow Alley cierra a las nueve.


Aprieta mi hombro mientras baja. Mientras se aleja, veo a Betheny
trotar hasta él para saludarlo. Se acerca a Ethan, han pasado meses desde
que lo vio, por lo que debe verse gigantesco.

Debí haber seguido a papá ya que necesito usar el baño y este está al
otro lado. Quiero decirle a Liana que volveré, pero está discutiendo con el
equipo. Las personas se reúnen cerca de los baños, comiendo y fumando.
Joss está ahí.

—Hola, Joss —la llamó.

Se ve demacrada y pálida. Aplastando su cigarrillo en la tierra, se mueve


hacia mí.

—Necesito… —Señalo el baño—. Ya vuelvo. No te vayas.

Cuando salgo, no está. Luego la veo por la pista.

—Hola. —Me acerco a ella—. ¿Cómo estás?

—Jodidamente genial.

—¿Recibiste mi carta?

—La recibí.

Silencio. Entonces, de la nada, dice:

—Estaba aquí cuando ella murió.

—¿Qué? ¿Dónde?

—Aquí. En la pista. Quería que le midiera el tiempo, como siempre


hacía.

Mi mandíbula se abre.

—¿Estabas aquí?

Parpadea hacia mí.

—¿Tienes un problema de los oídos? A ella le gustaba correr en esta


pista ya que le daría una ventaja en la carrera. —Joss regresa la mirada a
la pista—. Subimos por la cerca. Estaba oscuro por lo que la policía no la
vería en la pista. Nadie lo haría. Yo fui quien llamó al 911.

Espera un minuto.
—La historia que escuché es que estaba muerta antes de que nadie la
encontrara.

Joss continúa:

—Ese día hacía frío. Traje un termo con café para mí y una botella con
agua para Swan. Ella se estiró, luego empezó a correr. Estaba en la zona.
Sabes cómo se pone.

Ponía, pienso.

—¿Entonces qué?

Joss observa a la distancia.

—Bajé el café para encontrar su cronómetro, y cuando levanté la mirada


estaba al otro lado de la pista. En el suelo. Al inicio pensé que solo estaba
descansando, por lo que le grité “Estás perdiendo el tiempo al dormir,
perezosa”. —La voz de Joss es hueca—. No se movió. Por lo que grité con
más fuerza. Me levanté y caminé hasta ella, pensando que solo estaba
fingiendo y cuando llegué no estaba respirando. Sabía que tenía su
teléfono porque siempre lo llevaba, así que llamé al 911 y me dijeron que le
diera RCP. —Agrega—: Pronunciada muerta a la llegada.

Oh, Dios mío.

—Joss —digo—. Estoy segura de que no hay nada que pudieras hacer.
Según mamá la mayoría de las personas que tienen un paro cardíaco
repentino mueren instantáneamente. Su corazón solo se detiene. El RCP
no la habría traído de regreso. —¿Mamá no dijo eso? Creo que Joss
necesita ser liberada de la culpa. Toco su hombro y digo—: No puedes
culparte.

Observa mi mano y luego a mí.

—No lo hago. —Saca medio puro de su bolsillo y lo enciende. Inhala


profundamente, cerrando sus ojos. Si Swan estuviera aquí… si ella viera
todo… eso solo lo hace diez veces peor—. ¿Podrías prestarme un par de
dólares para un perro caliente? —dice—. Muero de hambre.

Todo lo que tengo son veinte, los cuales iba a usar para cenar con Liana.
Le doy el billete a Joss y le digo:

—Quédate el cambio. —Usaré la tarjeta para la cena.


Lo mete en su bolsillo trasero y se aleja. El área de comida está llena,
debe ser la hora del almuerzo. De repente mis ojos son cubiertos desde
atrás.

—Tres intentos —dice Liana suavemente en mi oreja—. Y los primeros


cuatro no cuentan.

Sonrío y giro. Vuelve a tomar mis manos y me acerco a ella. Nuestra


atención es atraída por alguien junto a nosotras y el olor a mostaza.

Es Joss de regreso.

—Recuerdas a Joss —le digo a Liana.

—Lo hago —responde—. Alix me explicó todo, pero tengo una pregunta.
¿Por qué me enviaste mensajes desde el teléfono de Swan por dos semanas
luego de su muerte?

Joss curva sus labios.

—No sé de qué demonios estás hablando.

Debería confesar. Necesito hacerlo. Pero no frente a Joss.

Joss entrecierra sus ojos hacia nosotras. Sus ojos viajan a nuestras
manos y de regreso.

—Las odio —ataca—. A las dos.


Capitulo XXII
Corregido por Celesmg

Cuando el encuentro termina y el estacionamiento empieza a vaciarse,


Liana está en su auto esperándome. Troto hacia ella y nos abrazamos, y
luego me besa tan apasionadamente que siento como si me hundiera en
arenas movedizas.

Un par de chicos silban, recordándome que todo el mundo no está listo


para aceptar al amor.

—¿Recuerdas cómo llegar a mi casa? —le pregunto a Liana mientras


subimos a su auto.

—Estás permanentemente guardada en mi GPS —admite.

Eso me emociona.

Le cuento que Joss estaba en el estadio el día que Swan murió. Que le
dio RCP. Que escuchó a los paramédicos declarar a Swan muerta.

Una mirada de sorpresa, y luego una de consternación, cruzan los ojos


de Liana.

—Nadie debería pasar por eso, especialmente con tu propia hermana. —


Se estira, toma mi mano y la lleva a su regazo.

Cada vez que me toca es como si hubiera un panal en acción por mi


cuerpo.

—Encenderé una candela para que Joss pase esto —dice Liana.

Lo cual es dulce, pero no estoy segura de que sea suficiente.

Cuando llegamos a mi casa, le digo a Liana que estacione en el bordillo


en lugar del camino de entrada, en caso de que mamá esté en casa y tenga
que salir en una emergencia.

Ella ya está en el hospital. Papá está en la cocina y sale a saludarnos.


—¿Cómo le fue a tu equipo? —le pregunta a Liana.

—Más o menos. Las chicas ganaron más eventos que los chicos.

Papá me lanza una mirada y permanezco impasible.

—Solo nos cambiaremos antes de salir —le digo. Me dirijo a las


escaleras con Liana detrás de mí.

Papá se aclara la garganta.

Oh, por el amor de Dios.

—Esperaré aquí. —Pongo los ojos en blanco mientras paso junto a ella
de camino hacia abajo.

Lleva su bolsa de Victoria’s Secret a mi habitación y cierra la puerta.

—¿Cuándo y dónde se conocieron ustedes? —pregunta papá. El


cronómetro del calentador de botellas suena y papá vuelve a la cocina para
levantar a Ethan de su silla alta.

—Es una larga historia. —También es incómoda aquí, esperando a


Liana.

Papá carga a Ethan y lo empieza a alimentar.

—Tengo tiempo.

—No, no lo tienes. Realmente es una saga épica. —Una que siempre


permanecerá sin contar.

Por suerte, Liana es una artista que se cambia rápido y sale de mi


habitación. Se ve genial en todo, pero esta noche usa pantalones negros
con blusa reveladora.

Mis pantalones gastados y camiseta no servirán. Odio tener que dejar a


Liana sola con papá, pero le digo:

—Será rápido.

Cuando bajo, Liana tiene a Ethan en sus brazos y ella y papá están
riendo. Es tan genial, cómoda con todos y segura de sí misma. Dos cosas
que no soy.
Papá me da la charla requerida: no hablen con extraños. No beban y
manejen. Por ninguna razón aparente, él pregunta:

—¿Necesitas dinero?

Tenía dinero hasta que se lo di a Joss.

—Esta noche yo invito —dice Liana.

¿Qué? Es la primera vez que alguien me lleva a una cita… y paga. Me


siento… especial.

En cuanto estamos en el auto, Liana dice:

—Ponte esta venda. Quiero sorprenderte.

Oh-oh, pienso. No soy buena con las sorpresas. Cuando dudo, dice:

—No haría nada para herirte o avergonzarte.

Lo sé. La venda es un pañuelo que huele a ella. La ato en la parte de


atrás de mi cabeza.

—Si tenemos que ir muy lejos, me enfermaré —le advierto.

—No es tan lejos —confiesa—. A menos que me pierda.

Conducimos por diez minutos, hasta que Liana gira abruptamente y se


estaciona.

—Bien, puedes quitarte la venda.

La bajo y miro alrededor. Encuentro sus ojos.

—¿Estás loca?

—Probablemente tendré que ir a confesarme, ¿pero qué demonios?

Ambas empezamos a reír. Siempre he querido venir aquí, pero nunca he


tenido las agallas.

Naturalmente, está lleno de chicos. Grandes televisores tienen deportes


a todo volumen. La anfitriona dice:
—Hola. Bienvenidas a Hooters24. ¿Cena para dos?

No puedo evitar ver sus senos. Tienen que ser falsos o mejorados. Sin
duda usa un sostén para elevar de Victoria’s Secret. Liana me mira de
costado mientras nos guía a una mesa, ambas reprimimos la risa.

El menú es exhaustivo. Aperitivos, hamburguesas, alitas de pollo,


ensaladas. Mi atención se aparta y Liana me empuja.

—Ojos en el menú.

Cada mesera en este lugar tiene pechos grandes y es hermosa. Sé que


debo estar en contra de hacer a las mujeres objetos, pero oye, cuando lo
tienes, lo aprovechas. ¿Cierto?

Ambas armamos nuestras hamburguesas y compartimos una orden de


papas fritas. Es difícil hablar con todo el ruido de los televisores y los
chicos, bueno, clamando. Pero no importa. Compartimos una malteada de
chocolate y nos miramos a los ojos. ¿Quién necesita hablar?

Cuando la cuenta llega, Liana la toma.

—¿Segura de que no quieres que pague la mitad? —pregunto.

Estira su mano libre sobre la mesa y entrelaza sus dedos con los míos.

—Estoy llevando a mi novia a cenar.

Esta ardiente alegría enciende un fuego en mi interior. ¿Me considera su


novia? Nada en este mundo me haría más feliz.

Afuera, mientras abre su auto, me meto frente a ella. La abrazo, beso y


luego susurro en su oreja:

—Te quiero.

Sonríe tiernamente.

—También te quiero. —Me besa hasta que me falta el aire.

En el camino a Rainbow Alley, le pregunto a Liana:

24Hooters: nombre popular de la cadena de restaurantes estadounidense Hooters of


America, Inc., los cuales son reconocidos por las mujeres de pechos grandes que trabajan
en los mismos.
—¿Crees que estamos en una relación rebote? Ya sabe, ¿de la que no
debe ser mencionada?

Liana se toma un momento para contestar.

—Sé que le pasa a las personas porque tienen este espacio vacío en sus
corazones. Pero nunca sentí esta clase de amor por alguien como por ti. Es
como si finalmente supiera lo que es el amor verdadero.

Sus palabras llegan a mi mente y sé exactamente cómo se siente. Lo que


yo tenía con Swanee parecía amor, pero ahora me pregunto si era una
infatuación. Mi necesidad para llenar un vacío.

Una sensación de liberación me invade, como si finalmente estuviera


libre de ella. Cualquier agarre que Swanee tenía sobre mí se ha ido. Al
saber lo que ya sé, puedo decir que estoy feliz de que terminara. No cómo
pasó, sino cuándo.

—¿Dónde estás? —pregunta Liana.

—Aquí. —Le sonrío—. Contigo.

Rainbow Alley está escaleras abajo en el Centro LGBTQI en Denver. La


música bailable nos golpea mientras bajamos por las escaleras.

—¿Qué son estos? —pregunta Liana, señalando los azules de la pared.


Cada una está hecha de arcilla cosida y expresan algunos aspectos del
viaje emocional hacia declararse o vivir tu verdad: miedo, coraje,
compasión, apoyo, aceptación, amor, entre otros. Eso es lo que le digo. Se
queda frente a la pared para leer unas cuantas, rodeando mi cintura con
sus brazos. Nosotras hemos compartido este viaje, incluso si no fue juntas.

Liana nunca ha visto un espectáculo de travestís, por lo que sé que esto


será genial para ella. Los muebles están empujados contra las paredes,
haciendo espacio para el entretenimiento. En la mesa de bocadillos
llenamos un plato con pretzels, papitas, caramelos, vegetales y salsa antes
de encontrar una acogedora esquina en un sofá para acomodarnos.

Mira mis ojos y me comunico con los míos. Luego mete un gusano ácido
en su boca hasta la mitad y me tienta para que muerda la otra parte.

El espectáculo de travestís empieza y las personas animan. Esta noche


es retro: Madonna y Cher. Terminamos nuestra comida y dejo el plato en
una mesa a mi lado. Como sincronizados, nuestros rostros cierran la
distancia y nos besamos. Es un beso gentil, dulce, con un pequeño toque
salado por la papitas. Nos volvemos a besar y mi anhelo se suelta. Se
mueve para podernos abrazar más de cerca. Esta vez siento pasión y deseo
en su beso.

Es como si estuviéramos flotando y lejos de la realidad y de todo lo que


nos mantiene separadas. Somos una. Siempre estuvimos destinadas a
encontrarnos, y ahora finalmente lo hemos hecho.

—Nunca creí que confiaría en alguien de nuevo —dice, acariciando mi


cabello—. Pero confío en ti, Alix, con todo mi corazón y alma.

Al escuchar estas palabras siento que choco contra una pared de


concreto. Tengo que decirle sobre mis mensajes, mi engaño. No podemos
empezar esta relación con una mentira.

Sostiene mi cara entre sus aterciopeladas manos y me besa


profundamente, poniendo todo su ser en esto.

Estoy enferma físicamente. Me aparto y digo:

—Necesito usar el baño. —Mientras me separo de ella, mi pie se enreda


en la tira de mi mochila y el contenido se sale.

Liana ríe.

—Ve, yo lo recojo.

La dejo recogiendo mi maquillaje y cosas. Me encierro en un cubículo y


dejo que mi cabeza caiga a mis manos. Tengo que decirle. Tengo que. Tal
vez entienda y no me odie. Y tal vez la ignorancia es felicidad.

Luego de unos minutos, tiro la cadena y salgo. Mientras me muevo entre


un montón de personas girando al son de la música, una chica toma mi
brazo y me hace girar. Casi digo “No estoy disponible. Estoy enamorada”.

Pero en ese momento los ojos de Liana encuentran los míos a través de
la sala. No está sonriendo; de hecho, su expresión casi me asusta.
Entonces lo veo. El teléfono de Swan. En la mano de Liana.

Oh, Dios mío. Me apresuro y digo:

—Puedo explicarlo.

Sus ojos son negros como el carbón.


Me siento en el borde del sofá.

—¿Por cuánto tiempo has tenido esto? —dice.

Quiero mentir, pero el momento para la verdad ha llegado.

—Lo encontré en su habitación el día del funeral…

Parpadea en horror. Se pone de pie, tira el teléfono al sofá, donde rebota


y cae al suelo. Toma su bolso y se dirige a la salida.

Corro detrás de ella.

—¡Liana, por favor! Déjame explicar.

Sube las escaleras corriendo.

—Admito que envié esos mensajes porque no sabía quién eras y no


quería llamarte porque no quería que te enterarás por teléfono.

En la puerta, se gira.

—Me mentiste. Todo este tiempo pudiste haberme dicho que eras tú
quien enviaba los mensajes, pero no lo hiciste.

Abro mi boca para seguir explicando, pero no hay una explicación.


Mentir por omisión sigue siendo mentir.

Abre la puerta y trota a su auto.

—¡Liana, espera! —La sigo—. No estaba pensando en cómo te afectaría.


Por favor. Tienes que creerme.

Se sube al carro, retrocede y acelera fuera del estacionamiento, se


detiene en Colfax y casi choca contra una camioneta. El conductor hace
sonar la bocina.

Las lágrimas ruedan por mis mejillas y me quedo ahí, intentando


recuperar el aliento. No. No, no, no.

—Oye —dice una voz a mi lado—. Olvidaste tus cosas. —Es la chica que
me hizo girar. Tomó mis cosas del suelo y el sofá, incluido el teléfono de
Swan.

No puedo ni mover mi brazo para tomarlas. Ella inclina su cabeza.

—¿Estás bien?
¿Bien? ¿Bien? Ni siquiera sé el significado de esa palabra.
Capitulo XXIII
Corregido por Celesmg

Durante todo el domingo espero a que el teléfono suene. Sé que no lo


hará. Y no puedo hacerme llamarla. Ninguna disculpa será suficiente para
restaurar su confianza.

En el camino a casa la noche anterior, el taxista seguía preguntando si


había algo que podía hacer ya que estaba teniendo una crisis, y casi le dije
que chocara contra un poste de luz y me saque de mi miseria. Pero eso
solo crearía un círculo vicioso de miseria para mis padres y familia, si
tuviera alguna.

¿Por qué no deseché el teléfono? Luego de enamorarme de Liana, ya no


necesitaba seguir atada a Swanee.

La casa es tan silenciosa y mi corazón duele tanto que necesito ir a


algún lugar, hacer algo para encontrar consuelo. No sé por qué mis pies
me llevan a la habitación de Ethan.

Está dormido, su móvil de grullas de papel cuelga sobre su cuna. Lo


hice para él el día antes de que llegara del hospital. Leí que las grullas
representan el honor, la lealtad y la paz, y son usadas para celebrar las
ocasiones especiales, como nacimientos y bodas. En lo que incluye el
honor y la lealtad, nunca encontraré el amor duradero o me casaré. Nunca
tendré un bebé.

Ethan mueve sus brazos y piernas, y sus globos oculares se mueven por
detrás de sus párpados. Debe estar soñando. Me pregunto en qué sueñan
los bebés, si tienen fantasías o pesadillas. Su experiencia en la vida es tan
limitada… ¿cómo pueden tener tanto en qué soñar? A menos que las
personas reencarnen, lo cual significa que podemos tener recuerdos de
cientos de vidas pasadas a las nuestras.

Dios, espero que mis vidas previas fueran más felices que esta.
Me salgo del domingo familiar al decirle a mamá que no me siento bien.
Al menos no es una mentira.

Cuando bajo a desayunar el lunes, papá pregunta:

—¿Cómo estuvo tu cita?

La pregunta incorrecta. Empiezo a llorar.

De ninguna forma voy a lograr pasar el día escolar. Corro escaleras


arriba y me encierro en mi habitación. Luego de un rato, alguien llama.
Toma cada gramo de poder de voluntad no gruñir un “Vete”.

La puerta se abre y me enrollo en mi sábana y manta, fingiendo


cualquier enfermedad fatal y contagiosa que sea la más común en este
momento.

Un peso cae en la cama.

—¿Quieres hablar? —pregunta mamá suavemente.

No quiero. Realmente, realmente no quiero. Toca mi cabeza y ruedo,


enterrando mi cabeza en el regazo de mamá, y lloro como un bebé. Cepilla
mi cabello sobre mi oreja, descansando su cabeza sobre la mía.

—Soy buena para escuchar —dice.

Entre sollozos e hipos relato toda la humillación del descubrimiento del


teléfono de Swanee y de enviarle mensajes a Liana, encontrarla, traicionar
su confianza.

—Cuando descubrió la terrible persona que soy, terminó conmigo.

Mamá hace sonar su lengua.

—Si eso es lo peor que llegas a hacer en tu vida, te estoy nominando


como santa. —Lo cual me hace llorar con más fuerza porque ¿no son todos
los santos católicos?

Para su crédito, mamá no ofrece clichés, como “Dale tiempo”. O “Esto


también pasará”.

Porque no lo hará.

El localizador de mamá suena y lo comprueba.


Me alejo de ella.

—Puede esperar —dice por primera vez desde que puedo recordar.

Respiro hondo un par de veces para calmarme.

—¿Puedo saltarme la escuela? ¿Y todos los otros días?

—Avisaré. —Asiente.

Mientras está en modo simpático, le pregunto:

—¿Puedo raparme la cabeza?

Hace una mueca.

—No.

Maldición.

Es inútil quedarme en la cama. Eso solo me hace revivir el pasado y


odiarme más por lo que hice. El martes, de camino a la escuela, espero
detrás del arbusto de enebro en la entrada a la casa de Joss. Finalmente,
diez minutos después de que el timbre suene, la veo caminar por la acera,
cabeza baja. Su cabello está apelotado y grasoso, y tiene la misma
expresión que siempre lleva: chica muerta caminando.

—Joss. —Salgo de detrás del arbusto—. Tengo algo para ti —le digo.
Saco el teléfono de Swanee de mi bolsillo—. Jewell probablemente cortó el
servicio y la cobertura ya no brilla, pero sé cuánto lo quieres.

Joss mira del teléfono a mí.

—Lo encontré en la bolsa del hospital.

—¿Cuándo?

—El día del funeral.

—Lo robaste.

¡Sí! ¿Bien? ¡Lo robé!

—Eres una ladrona y una mentirosa —dice.


—Tienes razón. Lo siento. Debí habértelo dado de inmediato.

¿Cuántas vidas han sido afectadas por las cosas que debí haber hecho
diferente?

Joss no es tonta.

—Fuiste quien le mandó mensajes a Liana. ¿Así es cómo se


encontraron?

—No lo pretendíamos.

Niega con la cabeza.

—Lo juro. Como sea, no importa porque terminamos.

Levanta sus cejas un poco.

—¿Por qué? Era la pareja perfecta: una mentirosa y una perra.

—No culpes a Liana. Ella no sabía. Soy quien la traicionó.

—Hay mucho de eso sucediendo —dice.

Creo que está descubriendo cómo Swanee se aprovechaba de ella.

—Joss, tienes que hablar con alguien de la muerte de Swan. Si no es


conmigo entonces un consejero. O tus padres.

—¿Hablar contigo? ¿La persona que usó a Swanee para encontrar una
novia? Estoy segura. —Pasa a mi lado, casi tirándome en la acera.

—Al menos toma los panfletos —grito—. Hay muchos recursos en la


parte de atrás.

—Tú lee los malditos panfletos. Necesitas más ayuda que yo —dice Joss
sobre su hombro.

Puede tener razón. No se me puede confiar el corazón de nadie.

Necesito librarme de este teléfono celular. Cada persona a la que toca se


ha quemado. Vuelvo a casa y le pregunto a papá si puedo tomar el auto
como por una hora. Dice:

—¿No vas tarde para la escuela?


—Sí. Pero necesito hacer algo antes. —Por favor, que no pregunte qué.

—Bien —dice.

Tomo las llaves y lanzo mi bolso en el asiento delantero del auto. En el


Lago Stanley, me estaciono y saco el teléfono de Swanee de mi bolso. El
hielo se ha derretido y los gansos graznan junto al agua. Me sisean
mientras camino entre ellos, y si no estuviera en una misión podría
encontrarlos intimidantes. Me estiro lo más que puedo y lanzo el teléfono
al lago, donde cae a unos metros de distancia. Deseo tener un mejor brazo
para que se hundiera en el centro y nunca lo encontraran. Mi mejor
esperanza es que no drenen el lago o que una sequía no lo desvanezca.

—¿Por qué, Swanee? —pregunto en voz alta— ¿Por qué te pareció


necesario engañarnos? Te amé, Liana te amó. Apuesto a que Rachel
también lo hizo. ¿Por qué no fue suficiente? Recibí lo que merecía por
mentirle a Liana. —Mi voz se rompe—. No que tú merecieras morir. Pero si
estás viendo tu vida, no puedes estar muy orgullosa por cómo la viviste. —
Hago una pausa para respirar hondo—. Donde sea que estés, espero que
estés pidiendo perdón y redención. Porque yo lo estoy haciendo.

Perder a Liana es mucho peor que la muerte de Swanee, y no creo que


es porque el dolor está compuesto. Me siento tan deprimida que no tengo
ni energía para empezar mi tarea. Mi cabeza se siente tan pesada como el
plomo y cae sobre mi mochila.

Mis ojos atrapan los bordes de los panfletos sobresaliendo del bolsillo
delantero. Saco el primero y leo el título: “Las Cinco Etapas del Dolor”. Lo
abro.

Negación, ira, negociación, depresión y aceptación, no necesariamente


en ese orden. Puedo ver cómo atravesé cada etapa con Swanee, incluso la
negociación al pedirle a un Dios en el que no estoy segura de que creo que
la trajera de regreso.

¿Dónde estoy con Liana? Deprimida. Enfadada conmigo misma por ser
tan estúpida. Acepto que tiene todo el derecho para no querer volverme a
ver.

Una semana pasa, y luego dos, sin llamadas, ni mensajes de Liana, no


es que espere que me contacte. Una noche luego de que todos se acuestan
entro a Facebook y veo que me ha eliminado. De nuevo.
Me quedo sentada por una hora construyendo el coraje. Entonces le
envío un mensaje:

Lo siento. Perdóname. Te amo.

Voy a presionar Enviar, pero me detengo. No merezco que me perdone.

No merezco ser amada.

Decido no hacerlo.

La primavera usualmente es mi estación favorita del año, con todos los


tulipanes, narcisos y manzanos floreciendo. Este año, no obstante, hay
una neblina que se aferra al aire, apagando todos los colores.

El único momento brillante es cuando recibo mi trabajo de análisis


crítico y veo que la señora Burke me dio una A. Pero luego vuelvo a estar
triste porque ver Little Miss Sunshine me recuerda besar a Liana.

Una mañana de sábado de abril, papá me alcanza antes de terminar de


limpiar lo del desayuno.

—¿Qué harás esta mañana? —Está en la sala de estar, frotando las


encías de Ethan donde le están saliendo los dientes. Ya hemos contado
cinco dientes, por lo que este sería el sexto.

—No lo sé. Pensaba ver caricaturas con ustedes.

—Vamos a dar un paseo. —Levanta a Ethan y lo apoya contra su


hombro.

—¿A dónde?

No contesta mientras trota escaleras arriba. Unos minutos después


regresa con Ethan vestido con el mismo mono y camiseta a rayas que
Liana escogió para él. Es como un déjà vu en el que todo lo que veo, toco,
saboreo y huelo me recuerda a ella. Papá dice:

—¿Pones a Ethan en el carro mientras llamo a tu mamá?

Ethan es un chico feliz, sonriendo y jugando con sus juguetes. Ha


empezado a gatear y su vocabulario crece con cada día. Incluso tiene un
nombre para mí que suena como “maahna”, por hermana.
Papá sube al asiento del conductor y ambos nos ponemos los cinturones
de seguridad. Aún no me dice a dónde vamos. Sospecho que es un lugar
realmente emocionante, como OfficeMax o Safeway.

Debo estar perdida en mis pensamientos porque apenas noto cuando el


auto se detiene en el estacionamiento.

—¿Dónde estamos? —pregunto.

Papá inclina la cabeza.

—De verdad ocupas lentes.

El enorme rótulo me da en el rostro: LAKEWOOD FORDLAND.

Papá sale y suelta la silla de Ethan del asiento. Camina hacia la entrada
y luego se gira y ve que sigo sentada en el auto.

—¿Vienes?

Supongo que voy.

Lo sigo a la sala de exposiciones donde es atacado inmediatamente por


un vendedor.

—Buenos días. ¿Con qué los puedo ayudar hoy? —pregunta.

—Vinimos a comprar un auto —dice papá.

No me dijo que comprarían un auto nuevo.

—Para mi hija —agrega.

¿Qué?

El vendedor me sonríe.

—¿Cuál es la ocasión?

Al infierno si lo sé.

—Se lo ha ganado —dice papá.

¿Lo hice?

—¿Tienes un modelo específico en mente? Soy Bob, por cierto. —Estira


su mano para estrechar las nuestras.
Papá me entrega la silla de Ethan y saca un puño de papeles.

—He investigado un poco —dice—, y parece que el Ford Focus es una


buena opción. —Sigue hablando sobre seguridad, precio, valor y
blablablá—. Tendrá que ser usado. Si está bien por ti, Alix.

¿Bien? En este punto aceptaría un Go Kart.

La puerta se abre y mamá entra. Otro vendedor la ataca, pero ella dice:

—Estoy con ellos. —Nos alcanza y pregunta—: ¿Me lo perdí?

Papá la mira.

—No. Creo que aún muestra señales de sorpresa y maravilla.

Mamá sonríe y toma el bebé. Mientras seguimos a Bob al


estacionamiento, papá balbucea sobre todos los autos que encontró en
línea que parecían apropiados, y sigue preguntándome si estoy bien con
eso, y todo lo que puedo hacer es asentir con la cabeza, sí, sí, sí.

El primer auto que vemos es un hatchback Ford Focus rojo. Bob


menciona las características y la condición prístina, pero todo lo que
puedo ver es el color.

—¿Alix? —dice papá—. ¿Qué piensas?

—No rojo.

—Bien. —Revisa sus papeles y deja todos los autos rojos al final.

Bob nos muestra un hatchback negro que llama Negro Esmoquin. De


nuevo con todas las características. Se ve bastante genial.

—¿Te gusta? —me pregunta.

—Supongo.

—¿Quieres ir a dar una vuelta?

¿Como conducir? Miro a mamá y luego a papá. Todos esperan mi


respuesta.

—Claro.

—Permítanme ir por las llaves —dice Bob.


Se ve como nuevo, pero papá me dice que tiene dos años. Lee el reporte
y nos informa que solo ha sido usado por poco más de dieciséis mil
kilómetros. Bob vuelve con las llaves y abre el lado del conductor para mí.

—Tienes tu licencia, ¿cierto? —pregunta mamá. Para papá dice—: ¿Te


aseguraste de que trae su licencia?

—Ups.

—La tengo —digo. No salgo sin llevarla, solo en caso de que mis papás
decidan llevarme a comprar un auto. ¿Cierto?

Bob entra al lado del pasajero y me siento esperando que mamá y papá
entren a la parte trasera. Cuando noto que no lo harán, me concentro en
las características y funciones que Bob está mencionando.

—Es manual. ¿Sabes conducir manual? —dice.

—Los autos de mis padres son manuales. —Cuando voy a poner


reversa, la palanca se queda pegada. Hago una mueca y dice:

—Siempre tienes que acostumbrarte a los carros diferentes.

Eso me hace sentir mejor. Me indica que me dirija hacia la Sexta


Avenida para que pueda ver cómo funciona en la autopista. Todo mi
cuerpo está temblando y estoy aferrando la manivela con tanta fuerza que
mis nudillos están blancos. Logro salir al tráfico sin matar a nadie y
finalmente respiro hondo. Alguien hace sonar la bocina y me adelanta por
la izquierda.

—Puede que quieras acelerar un poco —dice Bob y sonríe.

Mis ojos suben y bajan, suben y bajan, y finalmente encuentro el


velocímetro. Voy a sesenta en una zona de cien kilómetros por hora.
Cuando llegamos a Wadsworth, Bob dice:

—Puedes salir aquí si quieres.

Quiero. Me da instrucciones para llegar a la tienda entre calles


secundarias para mostrarme cómo manejar en la ciudad. Cuando nos
detenemos en la venta, mamá y papá están sentados en una banca con
Ethan entre ellos en su silla. Se levantan y caminan hacia nosotros
mientras nos detenemos.

—¿Bueno? —inquiere papá.


—Lo tomo.

Papá ríe.

—¿Qué?

—Creo que deberías manejar más de uno para decidir.

Eso solo aumenta la posibilidad de que me una a las estadísticas de


accidentes adolescentes y/o incidentes de ira. Sigo a Bob aturdida
mientras me muestra un auto blanco, (aburrido), y luego uno plateado.
Mis ojos se mueven al siguiente auto.

—¿Qué hay de ese? —pregunto.

Es uno azul metálico y no un hatchback. Liso y más deportivo. Papá


revisa sus papeles y dice:

—No tengo información de eso.

—Este entró ayer —nos informa Bob—. Tres años, pero tiene poco
menos de trece mil kilómetros.

—Vaya —dice papá. Hace toda clase de preguntas sobre las inspecciones
de seguridad y el valor, mientras paso mi mano por el capó y miro el
interior. Tiene un interior de cuero blanco. No muy práctico, diría mamá,
pero ya que es mi auto, lo práctico no es necesario para mi decisión.

—¿Lo puedo sacar? —digo antes de que Bob pregunte. Mira a papá y él
se encoge de hombros.

—Ella es la clienta.

Oh, Dios mío. Papá tenía razón sobre conducir más de uno. Este es
mucho mejor. Se siente tan sólido y estable en mis manos, como si
estuviera destinado. No quiero ni volver a la venta, solo quiero seguir
conduciendo sin ver hacia atrás.

Bob me saca de mi ensoñación al preguntar:

—¿Vamos para las Vegas? Porque probablemente debería llamar a mi


esposa.

Me guiña un ojo, no de una forma pervertida, más una bromista.


Cuando volvemos, les digo a mamá y a papá:
—Definitivamente este es el indicado.

—Si estás segura —dice papá.

—Positivo.

Papá le dice a Bob:

—Haz los papeles.

Mientras caminamos a la sala de exposición, pregunto:

—¿Esto va a mi Visa, la cual no podré pagar ni en un millón de años?

Mamá mira a papá y ambos ríen. Mamá une su brazo al mío.

—Este va por nuestra cuenta.


Capitulo XXIV
Corregido por belisrose

Tan pronto como el papeleo está listo, le pregunto a mamá y a papá si


puedo conducir. Papá replica:

—No sé cómo más vamos a llevar el auto a casa, a menos de que le


estén dando licencias a bebés de nueve meses. —Agrega en un murmullo—
: No me sorprendería.

Sé a cuál lugar iré primero. Diez minutos después, mientras me


estaciono ella está saliendo de su auto. Usa su uniforme.

Ambas nos quedamos de pie por un minuto mirándonos. Sé que me odia


y no hay excusa para mi comportamiento, y aunque lo hubiese, podría no
aceptar mi disculpa. Pero tengo que intentarlo.

—Hola. —Me acerco a ella.

Al menos no huye.

—¿Cómo estás? —pregunto.

—Bien —contesta—. ¿Y tú?

—Con un poco de frío.

La conversación se congela.

—Tengo un auto nuevo —digo—. Bueno, es usado.

Mira alrededor de mí.

—Lindo.

—Eso no es lo por lo que vine. Quería decirte que lo siento. Lo siento por
todo lo que se derrumbó. Aprecio tu amistad y nunca haría nada para
herirte, y sé que lo hice y que si hay una forma de compensártelo, quiero
hacerlo porque te extraño y te necesito en mi vida. —Me estoy ahogando y
las lágrimas llenan mis ojos.

Betheny cruza el césped y me rodea con los brazos.

—También lo siento. Por meses he intentado descifrar la forma de


decirte cuánto lo siento por Swanee, pero parecías no querer hablar
conmigo.

—Lo sé.

—Debió haber sido increíblemente difícil para ti.

No sabe ni la mitad. Empiezo a llorar, y me deja llorar en su hombro.

—¿Entonces volvemos a estar bien? —pregunta.

—Estamos muy bien.

Me abraza y le devuelvo el abrazo. Cuando me suelta, chilla con toda su


fuerza:

—¡Tienes un auto!

Saltamos al aire juntas y chocamos las manos. Pone su mano en su


cadera y continúa:

—¿Siquiera me vas a llevar a dar una vuelta?

—Si deseas morir, adelante.

La lluvia empieza como una llovizna el jueves y para el viernes es una


tormenta. ¿Pero adivina qué? ¡Tengo un auto para ir a la escuela! Mientras
me cambio de mi ropa al pijama, escuchando la lluvia chocar contra mis
ventanas, recuerdo la fiesta a la que Swanee me llevó el primer fin de
semana luego de nuestro viaje de esquí. Había un DJ y podría haber
bailado todo el tiempo. Pero Swanee quería drogarse, entonces eso es lo
que hicimos.

En mi memoria, su rostro cambia al de Liana y pienso “Ni siquiera


llegamos a bailar”. Probablemente bailaría en círculos alrededor de mí y
nos perderíamos en la música y en la otra.
Siento un nudo en mi garganta y lo trago. Olvido sentir lástima por mí.
Esa ni siquiera es una de las cinco etapas del dolor. Escaleras abajo,
mamá prepara una olla de chili.

—Huele delicioso —le digo, rodeando su cintura con mis brazos.

—Si quieres ayudar, puedes cortar pan y ponerle margarina —dice.

En cuanto corto el borde del pan, el timbre suena. Mamá baja su


cuchara y dice:

—Yo iré.

Escucho la puerta abrirse y luego silencio. Mamá exclama:

—Estás empapada. Entra. Es para ti, Alix —grita.

Joss siempre elige los peores momentos, pienso.

Doblo la esquina y me detengo de golpe.

Liana está en el vestíbulo, empapada de pies a cabeza.

Nada, ni una palabra, pasa entre nosotras.

—¿Dónde está tu auto? —Mamá mira sobre el hombro de Liana.

—Murió —declara Liana. Para mí agrega—: He estado conduciendo


alrededor de la esquina por horas y se quedó sin gasolina.

¿Conduciendo alrededor haciendo qué?, me pregunto.

—Estás temblando —dice mamá—. Alix, ¿por qué no llevas a Liana


arriba y le das ropa seca?

“Esa no es una buena idea”, quiero decir. Puede golpearme.

—¿Quieres quedarte a cenar? Hay suficiente —pregunta mamá.

—No —suelto. Liana ha sufrido bastante por culpa mía.

Mamá me ignora.

—Está bien —dice Liana—. No quiero ser una molestia. Solo quería
hablar con Alix.

¿Sobre qué?
—No es problema —replica mamá—. Siempre hago comida suficiente
para un ejército.

Liana sostiene mi mirada.

¿Por qué mamá está haciendo esto? ¿Torturándola, y a mí?

En cuanto cruzamos el umbral de mi habitación, Liana cierra la puerta


detrás de ella. Me empuja a la cama y cae a mi lado, sentada sobre una
pierna doblada.

—Verdadero o falso —dice—. Si no te hubiese conocido, nunca me


habría enterado de las mentiras de Swan.

—Puede que lo hubieras hecho eventualmente.

—¿Cómo? ¿Quién iba a decirme? Eres la única que fue lo


suficientemente considerada como para pensar que querría saber de su
muerte. Pregunta dos: verdadero o falso. Nunca habría recuperado mi
anillo si no fuera por ti.

—Jewell podría haberlo encontrado cuando limpiaba la habitación.

Excepto que dudo que Jewell supiera sobre el anillo si Joss no sabía.

—La respuesta es verdadero —dice Liana. Continúa—: Si no hubiéramos


atravesado esto como lo hicimos, nunca habría llegado a usar otra ficha de
perdón de Dios. Cada vez que uso una me acerca más al cielo.

No puede estar diciendo que me perdona.

Se concentra en mi rostro.

—No te habría conocido y enamorado.

Bajo mi mirada.

—No. Habrías conocido a alguien mejor. Más honesto. De más


confianza.

—¡Alix! —Su tono hace que levante la cabeza de golpe—. ¿Cómo puedo
perdonarte si no te perdonas a ti misma?

Siento las lágrimas quemar mis ojos.

Se acerca, descansando su frente contra la mía.


—Te he extrañado tanto. —Toma mi rostro con sus manos y me besa.

No puedo ni hablar para decirle cuánto la amo y la extraño. Es como si


el tiempo estuviera suspendido mientras esperaba por este momento.
Caemos en la cama y nos besamos hasta que suena un golpe. Mamá dice a
través de la puerta:

—La cena está lista.

—Mierda. —Ambas nos sentamos de un salto—. Bajamos en un minuto.

—¿Debería preparar un espacio para ti, Liana? —pregunta mamá.

—Sí, por favor —contesto.

Liana no solo está mojada, mi frente está empapada. Mamá dobló un


montón de ropa para que la guarde, por lo que saco unos pantalones y
una sudadera para cada una. Parecerá sospechoso que me haya cambiado
de ropa, pero no me importa. Ambas nos giramos para cambiarnos.

Excepto que miro y está usando un sostén de lunares de Victoria’s


Secret. Piel de gallina.

Es igual de alta que yo, pero mi ropa se ve mejor en ella. Sexy.


Probablemente porque tiene más curvas. Toma la pila de ropa mojada y
pregunta:

—¿Qué quieres hacer con esto?

La tomo.

—La pondré en la secadora mientras cenamos. Debería estar lista para


cuando te vayas a ir. —Toma mi mano libre y ese cosquilleo familiar me
anima—. No puedo creer que esto esté pasando. Pellízcame —digo.

Lo hace. Con la fuerza suficiente para que me queje.

Los modales de Liana son impecables, por supuesto. Le hace cumplidos


a mamá y contesta preguntas sobre su familia. Aprendo que su mamá
trabaja a medio tiempo en la oficina postal y que es voluntaria en la
iglesia, y les cuenta sobre la investigación de su papá en la UNC.

Luego de la cena, Liana empieza a lavar platos en el fregadero.


—Ustedes dos vayan —nos dice papá—. Me encargo de esto.

—Necesito un aventón a una gasolinera —dice Liana—. Y también ocupo


llamar a casa para decirles a mamá y a papá dónde estoy y que llegaré
tarde. —Luego agrega—: Yo, uh, dejé mi teléfono en el auto, ¿estaría bien
si uso su teléfono?

El localizador de mamá suena.

—Sigue lloviendo afuera. —Se apresura y toma el teléfono—. No deberías


conducir con este clima, especialmente todo el camino hasta Greeley. ¿Por
qué no le preguntas a tus padres si te puedes quedar esta noche?

¿Eso salió de la boca de mi mamá? ¿Mi. Madre?

—Podemos encargarnos de tu auto en la mañana —agrega mamá. Luego


le habla al teléfono—. ¿Qué pasa?

—Estoy acostumbrada a conducir en mal clima —me dice Liana.

Escucho a mamá decir:

—Pero solo tiene veinticinco semanas. —Escucha y luego agrega—:


Llegaré tan rápido como pueda. —Sale corriendo de la sala y por las
escaleras. Sobre el barandal grita—: Alix, prepara el cuarto de invitados
para Liana.

—Siéntete libre de usar el teléfono —dice papá al mismo tiempo.

Liana llama y explica la situación y luego murmura:

—Papá… —Suspira—. Un minuto. —Le entrega el teléfono a papá y


dice—: Quiere hablar contigo.

Tomo a Ethan de los brazos de papá mientras él le asegura al padre de


Liana que ella es bienvenida a quedarse esta noche y mañana hasta que la
lluvia disminuya, y luego hablan sobre hidroplaneo y de juegos acuáticos.

—¿Quieres ver a Ethan gatear? —inquiero.

—Sí. —Sonríe—. Está tan grande. Es increíble la diferencia que hacen


veintisiete días.

¿Ha estado contando los días?

Mamá pasa corriendo por la cocina, parece estar en pánico.


—Buena suerte —grito. Ella no lo reconoce. La secadora suena y papá
entra a la sala para aliviarme de Ethan. Tan pronto como saco la ropa de
Liana, está a mi lado, tomándola.

—Realmente aprecio esto, Alix —dice.

Había olvidado lo grandes que son sus ojos y lo lustroso que es su


cabello. Si papá no nos pudiera ver…

—La habitación de huéspedes está por aquí. —Paso junto a ella, rodillas
débiles.

Nuestra supuesta habitación de invitados se usa para almacenar, por lo


que empiezo a empujar cajas contra la pared para encontrar la cama.
Liana me ayuda, por supuesto, y deseo poder decirle que me deje hacerlo
porque cada vez que se acerca estoy tentada de lanzarla a la cama.

Ella debe estar sintiendo lo mismo porque me presiona contra la pared y


me besa profundamente. En el umbral, papá se aclara la garganta, y yo me
salgo de sus brazos.

—Déjenme terminar de reacomodar —dice—. Alix, ve a encontrar


sábanas y mantas y una almohada. —¿Es esa una sonrisa en su rostro?

Luego de terminar de preparar la habitación, papá se va a comprobar a


Ethan en su cuna. Todo lo que quiero hacer es cerrar la puerta, apagar las
luces y continuar donde nos quedamos.

Liana debe leer mi mente o anticipar mi movimiento porque dice:

—Tengo miedo, Alix. Te quiero con tanta fuerza que no creo que pueda
decir que no. Por favor entiende.

Lo hago.

—Además, estoy cansada. ¿Estaría bien si solo me voy a la cama? —


pregunta.

—Sí, claro. —Repentinamente también me siento agotada. Los exámenes


sorpresa me hacen eso—. ¿Quieres un pijama?

—¿Tienes una con conejos o patos? —pregunta.

—No, pero tengo una viuda feliz.

Ríe. Dios, he extrañado esa risa.


—¿Tienes una camiseta larga o una camisola? —dice.

¿Yo, usando una camisola?

—Voy por una camiseta.

Sin advertencia, escuchamos un sonido como de balas golpeando la


ventana, como una ametralladora. Ambas nos agachamos, cubriendo
nuestras cabezas. Luego notamos lo tontas que nos vemos y reímos. Nos
acercamos a la ventana y miramos hacia afuera. La lluvia sigue cayendo
por el cristal, pero ahora el suelo está cubierto de perlas de hielo.

—Está granizando —decimos al unísono. Me golpea—. Me debes una


soda.

—Oh, hombre. Espero que no dañe mi nuevo auto.

Se gira hacia mí.

—¿Tienes un auto?

—Por ninguna razón, excepto que tal vez estaban cansados de que los
molestara unas cien veces al día.

—O sintieron que lo merecías. —Descansa su cabeza en mi hombro.

El granizo es implacable. Ahora de verdad estoy preocupada por mi


auto.

—Por suerte papá me consiguió el seguro para abolladuras.

Se gira para verme.

—¿Hay tal cosa?

Solo la miro. Envuelve mi cuello con las manos y finge estrangularme.


Dice:

—Recuerdo hace un par de años cuando cayó este granizo del tamaño
de bolas de softbol. No duró mucho, por suerte, y luego de eso salí y
encontré el trozo más grande que había. De hecho era un montón de
trozos unidos. Lo puse en el congelador para mantenerlo por siempre. Me
pregunto qué le pasó.

También recuerdo esa tormenta.


—Espera —digo y corro escaleras abajo a la cocina. En la parte de atrás
del congelador hay una bolsa, la saco. Corro escaleras arriba y se la
muestro a Liana.

Sus ojos se abren. Me lanza esta sonrisa torcida y dice:

—Las mentes geniales piensan de forma parecida.


Capitulo XXV
Corregido por Pily

Escucho a mamá llegar como a las dos de la madrugada. No he podido


dormir por saber que Liana está en la otra habitación. Me salgo de la
cama, me acerco a la puerta y la abro un poco. Esto sorprende a mamá.

—¿Qué haces despierta? —susurra.

—No puedo dormir. ¿Está el bebé bien?

El rostro de mamá me responde. Abro la puerta por completo.

—Intentamos detener el parto, pero ella tenía un desprendimiento de la


placenta. El bebé pesaba medio kilo y lo mantuvimos vivo por seis horas.
Pero sus pulmones estaban sin desarrollar y tenía un defecto cardíaco.
Luego tuvo una hemorragia cerebral. Pobre.

Me acerco y abrazo a mamá por la cintura. Es trágico. Morir joven, no


importa la edad.

—Al menos salvamos a la mamá —dice mamá—. Estoy agotada.


Necesito ir a la cama. —Se sale de entre mis brazos y besa mi cabeza.

Vuelvo a mi cuarto, y un minuto después suena un golpe bajo en mi


puerta. Me levanto. Liana está ahí, sus brazos doblados sobre su pecho.

—¿El bebé sobrevivió? —pregunta.

Niego con la cabeza.

Su rostro se desarma. Escucho a mamá y papá hablar en su habitación,


por lo que tiro de Liana a la mía y cierro la puerta.

—No puedo dormir —confiesa.

—Yo tampoco. —Con el brillo del reloj digital todo lo que puedo ver es su
silueta, pero esta me pone alerta—. ¿Quieres ver una película con mi iPad?
—Claro —acepta.

Camina a mi escritorio, y cuando me detengo de golpe, choca contra mí.


Ríe. También me hace reír, pero lo reprimo.

—¿Cerraste la puerta? Porque si mi mamá o mi papá saben que estás


aquí…

Ambas nos acercamos a la puerta y miramos hacia afuera para


asegurarnos que no hay moros en la costa.

—Ya vuelvo —murmura Liana. Camina de puntitas por el pasillo, cierra


su puerta en silencio y luego vuelve.

Solo hay una silla en mi escritorio, pero podemos sentarnos en el suelo


o la cama.

—Te prometo mantener mis manos y labios para mí si tú lo haces —


dice.

Levanto una palma.

—Honor de exploradora.

—¿Alguna vez fuiste una exploradora?

—Diablos no.

Ríe y luego cubre su boca con una mano.

Pongo la iPad entre nosotras mientras sube a la cama junto a mí.


Mientras revisamos las películas, le pregunto:

—¿Crees que es peor perder un bebé que ha vivido por seis horas o a
una persona algo mayor? Digamos, diecisiete. Alguien que ha dejado una
huella.

Incluso si eran pisadas en los corazones de otros.

Liana no contesta por un largo tiempo. Al final dice:

—No creo que importe. O amas a tus hijos o no. Siempre serán parte de
ti.

No hablaba sobre padres. Me refería a mí. A ella.


—Hazme saber si ves algo que te guste. —Voy por la tercera o cuarta
página de películas antes de notar que sus ojos están fijos sobre mí—.
¿Qué?

—Veo algo que me gusta. —Toma la iPad, se estira sobre mí y la deja en


la mesita de noche. Mientras está sobre mí, baja la cabeza y me besa
gentilmente al inicio y luego más apasionadamente. Sé que debo
apartarme, decirle que se detenga, pero no puedo. La quiero.

Me abraza y me hace rodar para enfrentarla.

—Mentí —dice.

—Yo también.

Cierro mis ojos y nos volvemos a besar. Luego, tan rápido como
empezamos, nos detenemos. Liana pone un brazo sobre mí y nos
abrazamos. Hablamos.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —digo.

—Lo que sea. No quiero mantener secretos, Alix.

—Lo juro sobre mi corazón y espero…

Toma mi mano y la presiona contra su corazón.

—Vivir.

—Vivir. —Aunque esa promesa es de fe.

—¿Cuál es tu pregunta?

—Es sobre tu religión —empiezo—. No quiero ofenderte.

—No lo harás. ¿Qué quieres saber?

—¿Alguna vez piensas que es hipocresía ser católico al saber que


condenan a las personas gais?

Tan pronto como salen las palabras, deseo borrarlas. Tiene el derecho
de creer lo que quiera.

—Tienes razón —dice—. Es difícil racionalizar cómo una persona puede


seguir algunas enseñanzas de una religión y no otras. Todo lo que sé es
que amo a Dios, y creer que hay un poder supremo y un cielo al cual ir al
morir me reconforta. Hay muchas enseñanzas en las que no creo. Como
que no puedes tener un plan prenatal, solo puedes ir a una iglesia
católica, no puedes usar poliéster.

—¿Qué? ¿En serio?

—Para mí, sin embargo, Dios es amor, puro y simple. Y Dios nunca me
pediría elegir entre mi verdad y mi fe.

Eso tiene sentido para mí. Podría construir una espiritualidad personal
basada en el amor.

—¿Contesté tu pregunta? —inquiere Liana.

—Sí, gracias.

—De nada. —Pasa sus dedos por mi rostro y me besa. No hacemos más
que besarnos. Tocarnos. Es suave y cálida y segura. Creo que la seguridad
es lo que ambas necesitamos ahora.

Brillante luz solar atraviesa las cortinas y mis adormilados ojos se


mueven sobre la cama. Ella sigue aquí, abrazada contra mí. Veo mi reloj y
jadeo. ¿Diez treinta?

—Liana. —La sacudo un poco.

Ella murmura.

—Tienes que volver a la habitación de invitados. —Si mamá o papá nos


encuentran aquí…

—Pero no quiero. —Une su pierna a la mía y me hace rodar. Pasa sus


dedos por mi cabello.

Liana debe escuchar las pisadas en las escaleras al mismo tiempo que
yo. Lucha por soltarse de la sábana. En ese momento suena un suave
golpe y mi puerta se abre. Mamá mete su cabeza.

—Necesito que hagas unos mandados por mí, si no te importa.

—No me molesta. —Veo de lado al resto de la cama y noto que Liana no


está a la vista. Debió haberse bajado del colchón justo a tiempo.
—Buenos días, Liana —agrega mamá—. Tal vez en el camino Alix puede
conseguir algo de gasolina para llevar tu auto a una estación.

—Bien —chilla esta vocecita desde el suelo—. Gracias.

Mamá se va y caigo sobre mi cama. Liana está sobre su estómago, su


trasero expuesto a los lados de su ropa interior.

—Espera. —Tomo mi iPad—. Déjame tomar una foto para Facebook.


Epilogo
Corregido por Pily

Veo a Joss unas pocas veces en la escuela, pero cuando nuestras


miradas se encuentran, se gira y huye. Entiendo el mensaje. Tal vez soy su
peor recuerdo de su hermana muerta ya que soy quien le dijo la verdad.
Un día paso por su entrada y hay un letrero de SE VENDE en el patio
delantero de la casa de los Durbin con un VENDIDO pegado encima. Mi
primer pensamiento es “Espero que a donde llegue Joss, tenga un nuevo
comienzo para sí misma”.

La distancia entre Arvada y Greeley es una molestia, pero la escuela ya


terminó para ambas, por lo que Liana y yo tenemos más tiempo para estar
juntas. Nuestro equipo de atletismo femenino llegó a las finales estatales,
incluso sin Swanee, y fue genial animarlas y pasar tiempo con Betheny de
nuevo. Estoy segura de que Swanee no estaría feliz al saber que no era tan
esencial para el equipo como creía. Pero en su corta vida logró encontrar
su pasión.

Liana sugiere que cree una página en línea para vender mi joyería. Su
hermano estudia para ser diseñador web y aceptó ayudar.

—Por una cuota nominal —le dijo a Liana. Liana le contestó:

—Por “nominal” te refieres a “gratis”. —Ella amenazó con contar sobre


su multa por velocidad, y ahora tengo mi genial página llamada Enjoyado
por Alixandra. En la primera semana realmente vendí dos pares de aretes.
Es asombroso imaginar que mi joyería la usan personas que la encuentran
linda o atractiva. Voy a aplicar en CU para estudiar arte. O medicina. O
ambas. Liana va a necesitar una compañera, ¿cierto?

Liana y yo nos veremos en el Anfiteatro Red Rocks para el concierto del


4 de julio y los fuegos artificiales. Aunque ahora somos una pareja oficial,
antes del concierto queríamos finalizar un aspecto de nuestras vidas para
que no estuviera siempre sobre nosotras. Mientras giro hacia la entrada de
Red Rocks, veo que el auto de Liana ya está en el estacionamiento. Ella no
está a la vista.

El cielo es de un maravilloso azul contra el globo de helio blanco que


compré en Party City de camino aquí. El globo se mueve con la briza
mientras camino hacia el auditorio. No quiero perder mi globo en el viento,
por lo que enrollo el lazo tres veces en mi muñeca.

Liana está sentada en la plataforma superior con su globo blanco, y


cuando me ve se levanta y me saluda. Me apresuro a ella y nos abrazamos.

—Llegas tarde —dice—. ¿Tuviste problemas encontrándolo?

—Sí. Mi GPS está permanentemente programado en Greeley. —Reímos.


Si vives en Colorado, sabes dónde está el Anfiteatro Red Rocks. Por no
mencionar que estoy quince minutos antes.

—¿Lista? —me pregunta.

—En un minuto. Escribí algo. —Busco en el bolsillo delantero de mis


pantaloncillos y saco una hoja de papel doblada en cuatro. Si hay algo que
he aprendido de todo esto, gracias a Swanee y a Liana, es que tenemos
poco control sobre lo que pasa en nuestras vidas. Pero sí tenemos el poder
de perdonar, tanto a uno mismo como a los demás.

—No es muy bueno —le digo a Liana.

—Si tú lo escribiste debe merecerse el Premio Pulitzer.

Bufo.

—Toma esto. —Le doy mi globo blanco.

Me siento, ambas miramos al escenario vacío. Consideramos hacer esto


en el Estadio Jeffco, donde murió Swanee, pero acordamos que eso sería
mórbido. Y la melancolía no es nuestra intención hoy.

—¿Lista? —pregunto.

—¿Podrías ser más dramática?

—Cállate.

Sonríe. Su cabello brilla con el sol y un mechón rizado vuela a su boca.


Me estiro y lo aparto.
Desdoblo el papel, respiro hondo y recito:

Tal vez sabías


cuán corto sería tu tiempo
cómo tu amor
podía ser potente
posesivo
veneno.

Amamos a la persona
que conocíamos
o al menos eso creíamos.
Eso nunca cambiará.
El amor puede darte vida
o quitártela
puedes pasarlo
o detenerlo.

Dudo.

—¿Es horrible?

—No. Pero se siente inconcluso.

—Dah. Porque hay más. —Continúo:

Queremos que sepas


que te perdonamos
y te agradecemos
por unirnos.

Vuelvo a doblar el papel.

—Eso es todo.

Liana toma mi mano y la aprieta.

—Es perfecto. ¿Ahora estás lista?

Asiento.

Me devuelve mi globo. Discutimos comprar un montón de globos de


colores, pero al final escogimos dos blancos, para simbolizar a las
palomas. Paz y serenidad. No podíamos abandonar el arcoíris
completamente, por lo que conseguimos una variedad de cintas de colores
y las atamos a los globos. Anudamos las cintas y nos levantamos.

Nuestros dedos entrelazados alrededor del nudo y digo:

—A la cuenta de tres.

—Uno, dos, tres —contamos y liberamos ambos globos.

Estos se elevan en el aire, las cintas moviéndose como colas de una


cometa. Liana y yo tapamos el sol y vemos mientras un soplo de viento
mueve los globos por el auditorio, entre dos torres de granito rojo, sobre el
escenario y fuera de la vista.

Nos rodeamos con los brazos, descansando nuestras sienes juntas.


Luego nos besamos. Liana se aparta y señala al cielo. Veo a los globos por
última vez, navegando hacia el cielo.

Adiós, Swanee, me digo. Fuiste la primera y eso nunca cambiará. Pero la


vida continúa y también los sobrevivientes. Liana y yo nos unimos a sus
grupos.
Sobre la autora

Es una escritora estadounidense de ficción para jóvenes adultos. Nació


el 16 de enero 1952 en Jamestow, Nueva York. Cuando tenía cinco años,
su familia se mudó a los suburbios de Denver, Colorado. Sus padres se
divorciaron cuando estaba en la secundaria. Tiene tres hermanos: un
hermano John, y dos hermanas menores, Jeanne y Susan.

Recibió una Licenciatura en Arte en el Colegio para mujeres de Colorado


en 1974 con una mención en Francés. Enseñó en quinto grado durante un
año, hasta que ella y el director de común acuerdo determinaron que la
enseñanza no era la carrera para ella. Regresó a los estudios obteniendo
una Licenciatura en Ciencias de la Universidad Metropolitana del Estado
de Denver en 1985.

Durante los próximos diez años trabajó como analista de investigación,


programadora de computadoras e ingeniero de sistemas. En 1989 obtuvo
una Maestría en Administración de Negocios en la Universidad de Colorado
en Denver con énfasis en los sistemas de información.

Ha publicado 20 obras, en su mayoría novelas, orientadas hacia los


niños y adolescentes, muchas de ellas se ocupan de temas
LGBT(Lesbianas, Gays, Bisexuales).

Además de en los Estados Unidos, los libros de Peters se han publicado


en numerosos países, entre ellos Corea del Sur, China, Croacia., Alemania,
Francia, Italia, Indonesia, Turquía y Brasil.
Staffs

PrisAlvS

Pily

Pily
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belisrose

PrisAlvS
Traducido corregido
y disenado en

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