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Eucaristía: subraya que el cristiano es el capaz de sacrificarse por el bien de los otros. Esto
NO es reflejo antropológico. Esto es lo más auténticamente cristiano.
Para entender qué dimensión de la iniciación cristiana subraya la eucaristía, hay que
tomar el texto 1 Cor 11-12, más específicamente 1 Cor 11, 17-34.
Hay que empezar por entender que la eucaristía se daba en el contexto de un banquete
fraterno y festivo que tenía lugar en un día ordinario de trabajo. Al final de ese banquete
se celebraba la eucaristía. Los cristianos empiezan muy pronto a celebrar el día del Señor el
primer día de la semana, que era día de trabajo. Por eso la celebración era al final del día y
normalmente tenía lugar en casas de habitación.
En este pasaje confluyen dos situaciones: (1) el grupo de los creyentes no cabían en
una sola sala. Comienza a surgir la necesidad de dividirse en grupos según la capacidad de
la casa donde se reunían. El problema fue que esta división “física” se empezó a hacer por
criterio de clase social. Por supuesto la comida era diferente para cada clase social.
(2) Una segunda circunstancia es que las clases menos adineradas, en un día laboral,
terminaban su jornada más tarde y llegaban más tarde a la comida. Por eso Pablo dice que
cada uno come su propia cena y, mientras uno pasa hambre, otro se embriaga.
Comer el pan y beber del cáliz sin esforzarse sinceramente por vivir la caridad, es
comer y beber la propia condenación.
Vivir la eucaristía significa, entonces, construir una comunión que sólo se puede
edificar abandonando el ensimismamiento y el aislamiento para salir al encuentro de
los hermanos. Esto requiere que cada persona viva una renuncia y un esfuerzo por dejar sus
seguridades y vencer sus temores. Renunciar al ambiente donde se siente seguro para salir al
encuentro con los hermanos. Todos los creyentes estamos obligados a dar lo mejor de
nosotros mismos para salir al encuentro con los hermanos.