Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Revista Etiam 1 PDF
Revista Etiam 1 PDF
Buenos Aires
2006
ETIAM. Revista Agustiniana de Pensamiento: Volumen I, Núme-
ro 1, año 2006 / coordinado por José Demetrio Jiménez. 1ª ed.-
Buenos Aires: Orden de San Agustín - Religión y Cultura, 2007.
336 p. 23x16 cm.
ISBN 978-987-02-2485-3
1. Religión. I. Jiménez, José Demetrio, coord.
CDD 230
Director
José Demetrio Jiménez, OSA
Consejo de R edacción
Alberto Bochatey, OSA; Juan Antonio Buere, OSA;
Aldo Marcelo Cáceres, OSA; José Guillermo Medina, OSA;
Emiliano Sánchez, OSA; Santiago Alcalde, OSA;
Gerardo García Helder; Luis Nos Muro, CM
Secretario
Pablo Daniel Guzmán
Presentación
Estudios
Silvia Magnavacca - Elementos fundamentales para una lectura actual
de san Agustín���������������������������������������������������������������������������������� 11
Valentín Cricco - La memoria en san Agustín: imagen del tiempo y
enigma de la eternidad�������������������������������������������������������������������� 37
Luis Marín de San Martín, OSA - “Con amor eterno te he amado”.
Una lectura agustiniana de la encíclica “Deus caritas est” ��������� 59
Alberto Sanguinetti - Libertad y gratitud siguiendo a san Agustín��� 99
Santiago Sierra, OSA - El desafío de saber. Elementos pedagógicos
agustinianos������������������������������������������������������������������������������������� 139
Temas de actualidad
Ricardo Moscato - Los desafíos de la identidad de la Escuela Católica
en tiempos alterados������������������������������������������������������������������������������ 169
Agustín Alcalde, OSA - La misión educativa. Formación, reflexivi-
dad y transformación����������������������������������������������������������������������� 193
Pedro Langa Aguilar, OSA - El “boom” del pluralismo religioso���� 217
Foro Plural por la Democracia - Carta Democrática de Tucumán������� 251
Textos y glosas
Martín Grassi - El Tú Eterno. Dios en la filosofía de Martin Buber�������� 263
Rincón poético
Luis Nos Muro, CM - Querido Dios���������������������������������������������������� 311
Notas bibliográficas���������������������������������������������������������� 313
Obras de san Agustín
Comentarios y glosas
Nos Muro, L., Las oraciones más bellas de san Agustín – Luis Nos Muro
García Helder, G., ABC de san Agustín. Apuntes de espiritualidad
agustiniana – Rafael del Olmo
De la Hoz, J. S., Agustín de Hipona. Peregrino de estrellas – José
Serafín de la Hoz
Echávarri, J. (Selección), Comentarios de san Agustín a los Evangelios
dominicales y festivos. Ciclo C – Gerardo García Helder
Estudios
“Los altavoces y los gritos de este mundo –decía– se han vuelto tan
fuertes que apenas tenemos la fuerza para percibir el sosiego y la calma
de estar con Dios. Si nos imaginamos de vez en cuando que nos hemos
vuelto más inteligentes, capaces y más sabios porque aprehendemos
únicamente lo visible, lo tangible, tendremos que reconocer más bien
que en realidad se ha reducido la vista de nuestro corazón, que ya no
somos capaces de mirar lo invisible y de dirigir los ojos a la eternidad,
sin que todo lo visible deje de ser válido” (OSAInt, 4-2006, 7).
“Nietzsche dijo una vez que no conocía a san Agustín y que le parecía
un tipo ramplón y ordinario. Por un lado, es algo que puede ser cierto,
por otro, sin embargo, allí radica la grandeza cristiana de san Agustín.
Él podría haber sido un aristócrata del espíritu, pero por amor a Cristo y
por amor a los hombres, en quienes él ve a Cristo que viene, abandonó el
castillo de marfil de la alta intelectualidad y del prestigio para ser verda-
deramente persona entre las personas, siervo de los siervos de Dios. Por
amor a Cristo que no desdeña a nadie, abandona la divina señoría que
podría haber tenido y decide ser una persona como nosotros, abandona
toda su grande personalidad elocuente para hablar de la Palabra de Dios
en modo sencillo y simple” (ibíd., 8).
*
Las obras de san Agustín son citadas a pie de página según se indica en el
apartado Abreviaturas de las obras de san Agustín, que se encuentra al final de la
revista (ver Índice).
Elementos fundamentales
para una lectura actual de san Agustín*
Silvia Magnavacca
UBA – CONICET
Buenos Aires
Resumen
Distentio, intentio y extensio son las nociones fundamentales sobre las
que se asienta la dialéctica tiempo humano-eternidad divina en el pensamien-
to de san Agustín. Los tres vocablos presentan la partícula –tent–, que alude
a movimiento o tensión, a la que se unen los prefijos dis, in y ex, para sugerir
la dirección de tal movimiento. El hiponense aplica esto a su meditación sobre
el tiempo, no sólo para consagrar una nueva doctrina sobre él, sino también
para describir los pasos del itinerarium mentis ad Deum.
Lo decisivo en esto es la serie de las sucesivas etapas de la dispositio
animi para llevar a cabo tal itinerario. Aún cuando se podrían tomar otros
pasajes que permitieran desentrañar la estructura oculta de esta obra, hemos
optado, en virtud de las razones que se irán desarrollando, por el del famoso
párrafo de Confesiones 11, 29, 39. En él culmina la célebre meditatio del hi-
ponense acerca del tiempo como tensión del alma, cifra y clave del texto de
las Confesiones.
*
Conferencia pronunciada durante la I Semana Agustiniana de Pensamiento,
Buenos Aires, 9 de agosto de 2005.
12 Silvia magnavacca
1
Esto ha llevado a Hans König a dedicar todo un ensayo para subrayar precisa-
mente la sistematicidad del pensamiento agustiniano (König, 1966).
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 13
5
Utilizamos indistintamente “alma” o “espíritu” no sólo porque la distinción
agustiniana entre anima, animus, mens, spiritus, etc. sería de largo tratamiento, sino
principalmente porque no hace a la presente cuestión.
6
Para Agäesse, la distentio agustiniana corresponde directamente a la diástasis
plotiniana, “éparpillement dans un temps non unifié” (Agäesse, 1955:590, n. 15).
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 17
7
O’Daly abre su trabajo (O’Daly, 1987) advirtiendo precisamente que cuando
Agustín, no sin cierta vacilación, describe el tiempo como una distentio animi no
pretende de ningún modo estar ofreciendo una definición de él en el sentido estricto
de este concepto. Es lo que no ha comprendido Kurt Flasch en su sorprendente co-
municación “Ancora una volta: l’ anima e il tempo” (Flasch, 1993:25-40). Tiempo y
temporalidad no son lo mismo.
8
Un lugar paralelo de este momento del texto es tr. 4, 7, 11: “... quia enim ab uno
vero deo et summo per impietatis iniquitatem resilientes et dissonantes confluxeramus et
evanueramus in multa discissi per multa et inaherentes in multis...” (la cursiva es mía).
18 Silvia magnavacca
9
conf. 8, 8, 19.
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 19
10
Chadwick remite a en. Ps. 6, 6, 1, 5, advirtiendo un lenguaje plotiniano en la
preferencia de Agustín por la imagen de lo temporal como un río que discurre escan-
dido por turbulentas cascadas (Chadwick, 1991:244, n. 31).
20 Silvia magnavacca
Ahora bien, como no podía ser de otra manera tratándose del doctor
de la Gracia, el pasaje de la distentio a la intentio no se verifica sin el
auxilio divino. Es éste el que acompaña la transición haciendo recoger la
multiplicidad en la que se dispersó el alma en su unidad y desdibujando
el resentimiento de los tiempos pasados y la ansiedad por los futuros en
un presente único, de atención absorta. Así, el auxilio divino desliga el
alma de la esclavitud de lo contingente: “... et me susceptit dextera tua,
in Domino meo, mediatore Filio hominis inter te unum et nos multos [...]
et a veteribus diebus colligar sequens unum...”. Ciertamente, desde la
perspectiva de un autor cristiano, se trata del Verbo encarnado en cuanto
Dios y hombre y, por ende, mediación entre lo divino y lo humano, entre
lo trascendente y lo contingente, entre lo uno y lo múltiple, entre lo eter-
no y lo temporal. Como se ve, para expresarlo, Agustín apela una vez
más a la Escritura. En este caso son los versículos de 1 Tim. 2, 5: “unus
enim deus, unus et mediator dei et hominum, homo Christus Iesus”. Por
otra parte, poco antes, en las Confesiones 11, 2, 4, ya había aludido a Él
como “dextera Dei”. Sin embargo, se ha dicho que el Verbo habita en
lo más íntimo del alma humana como imagen de Dios en el hombre. Si
éste es rescatado de la disolución, lo es en virtud de ese Verbo que, en
la conciencia derivada de la intentio, descubre dentro de sí. El hiponense
lo indica valiéndose de Filipenses 3, 12-14: “ut per eum apprehendam in
quo et apprehensus sum...”. Por lo demás, la expresión y su sentido mis-
mo son paralelos a los del inicio del libro 10 de las Confesiones, donde
Agustín manifiesta el anhelo de conocer a Dios así como es conocido
por Él: “cognoscam te sicut et cognitus sum”.
Pero precisamente para conocer a ese Dios cuya Palabra se ha
descubierto en la intimidad del alma, ésta debe llevar a cabo otro mo-
vimiento, el de una cuerda que, habiendo recogido todas sus hebras, ha
de tensionarse hacia lo alto, hacia lo que es superior a ella misma. Por
eso, en otro lugar, el hiponense insta al alma –que, también ella, se ha
reconocido a sí misma como sujeta al error y al cambio– a trascenderse.
Es que, de no tener lugar este tercer movimiento, el filosofar agustinia-
no correría, además, el riesgo del solipsismo. Este tercer movimiento
es precisamente el de la extensio. Ella consiste en el impulso con que
la mens humana tiende con todo su ser hacia lo supremo y eterno, por
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 23
Cf. Concordanti in libros XIII Confessionum S. Aurelii Augustini, vol. II, Olms,
11
12
“... a primo ad decimum [Confessionum] de me scripti sunt, in tribus ceteris de
scripturis sanctis ab eo, quod scriptum est: in principio fecit deus caelum et terram
usque ad sabbati requiem” (retract. 2, 32).
26 Silvia magnavacca
los hombres y el que dejó que ellos lo buscaran a tientas. A esa búsqueda
se refieren las Confesiones en lo que hace a su propósito global.
Como aclaración ulterior de este punto de vista, cabe la confronta-
ción con algunos trabajos publicados en las últimas cinco décadas pero
que, a diferencia de los aludidos al comienzo de estas páginas, buscan,
en la subyacente unidad del texto, el hilo conductor capaz de dar cuenta
de su estructura. Así, nos alejamos de quienes, a la manera de Pierre
Courcelle o aun de Fulbert Cayré, entienden que la unidad entre las dos
partes de la obra está dada por el propósito de la catequesis o, en todo
caso, de un fin pastoral (Courcelle, 1968:21ss.; Cayré, 1951 y 1953). En
este sentido, la razón asiste a George de Plinval quien, en uno de sus
penetrantes análisis, subraya que lo central de las Confesiones no estri-
ba tanto en el itinerario que describen cuanto en la interpretación que
el mismo Agustín le confiere (De Plinval, 1954:101). Tanto más lejos
estamos de la posición de O’Meara quien considera que el hiponense,
habiendo concebido el texto unitariamente, lo habría construido sin un
plan determinado; más aún, para O’Meara el libro décimo constituiría
un agregado posterior (O’Meara, 965).
Más rica en el plano hermenéutico es la tesis de Knauer, porque
ensaya una hipótesis desde el interior de la obra: Knauer intenta rastrear
la unidad de la misma Leitworte así como citas escriturarias recurrentes,
con el objeto de reconstruir el itinerario agustiniano (Knauer, 1957).
Con todo, no parece extraer de ese minucioso trabajo las conclusiones
del caso. En la misma dirección, Dönt plantea una suerte de peregrina-
tio sapientiae, aunque sin precisar nítidamente los hitos que la jalonan
(Dönt, 1971).
En este último sentido, compartimos el enfoque, si bien no exac-
tamente las conclusiones del viejo trabajo de Landsberg sobre esta
cuestión. Su posición acaso no ha suscitado la atención merecida, tal
vez porque su tipo de hermenéutica se adelanta a la época en que fue
planteada. La interpretación de Landsberg se apoya en la tríada memo-
ria, contuitus y exspectatio. Según esta perspectiva, los nueve primeros
libros de la obra constituirían la memoria, desde el momento en que en
ellos se recuerda la vida pasada; el décimo representaría el presente de
lo presente, ya que en él Agustín concentra su atención en los procesos
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 27
lo es– para descubrir la riqueza de ese Creador que es, a la vez, Padre
solícito, el hiponense dispone, de un lado, de la Escritura a la que le ha
dado su fe; de otro, de su razón, que opera, particularmente, en contexto
polémico. Particularmente la primera le otorga, como se ha ya sugerido,
un punto de referencia “objetivo” que a sus ojos lo pone a salvo de una
arbitrariedad puramente subjetiva, a lo que se añade la potencia y pro-
fundidad de su propia experiencia personal. De este modo, pues, Agustín
construye una idea de Dios, y esa idea le permite construirse. En esta
encarnizada indagación racional consiste la extensio de los tres últimos
libros y por eso ellos culminan en la quies sabática, apenas entrevista
en la memoria Dei que la intentio hace percibir.
Por todo esto creemos que el pasaje de 10, 29, 39 constituye una
clave de lectura de las Confesiones. No obstante, insistimos en que no se
sostiene aquí que sea la única, sino sólo que permite una lectura lineal,
sin hiatos, del texto en su conjunto. Pero de ningún modo se pueden
descartar a priori otros pasajes posibles. Si lo hemos elegido ha sido
porque éste da cuenta con especial nitidez de lo que hemos llamado el
“modus operandi intelectual” agustiniano, en el sentido de que tipifica
los tres movimientos en los que se articula dicho procedimiento habi-
tual: la distentio expresada en el pasaje que nos ha ocupado sintetiza el
momento de vana búsqueda de respuestas en lo externo al hombre, la
intentio señala el momento de la atención del alma que se vuelve sobre
ella misma, la extensio indica el impulso hacia lo trascendente. Por eso,
no puede sorprender que esta tríada se refleje en la estructura de la obra
más propia de Agustín, y aun la explique.
A la vez, el enfoque que proponemos se encuadra en los caracteres
atribuidos al pensamiento agustiniano: en primer lugar, confirma su
esencial organicidad, ya que el pasaje seleccionado como clave muestra
la congruencia estructural de la obra, por debajo de la letra puntual, y
más allá aun de cambios de registro en la prosa. En segundo término,
denota también el dinamismo del filosofar “sinfónico” del hiponense: lo
hace al subrayar esos tres movimientos cuya articulación unifica el iti-
nerario de Agustín visto por él mismo. Ya que de movimientos se trata,
no puede sorprendernos, entonces, hallarlo inserto en el libro dedicado
al tiempo. En tercer lugar, la importancia decisiva del pasaje insoslayable
30 Silvia magnavacca
por la intentio nos hace encontrarnos una vez más con el pensador por
excelencia de la interioridad.
Precisamente porque intenta reflejar el modus operandi del pensa-
miento agustiniano, esta clave de lectura que se acaba de exponer no
solamente es válida para una obra en su conjunto sino aun para una
argumentación particular. Para no salir fuera de los límites de las Con-
fesiones, vayamos a una del inicio del libro 10. Allí, Agustín, hombre
especialmente sensible a la belleza, confiesa haber comenzado a rastrear
a Dios en las cosas exteriores, preguntándoles si acaso ellas eran el Dios
que buscaba: “Pregunté a la tierra y respondió: “No soy yo”, y todo lo
que en ella hay confesó lo mismo. Pregunté al mar a y a los abismos y a
los seres vivientes que reptan y respondieron: “No somos tu Dios; busca
por encima de nosotros”. Pregunté a las brisas que soplan, y todo el es-
pacio aéreo con los seres que lo habitan dijo: “Se equivoca Anaxímenes,
no soy Dios”13 Interrogué al cielo, al sol, a la luna a las estrellas: “Tam-
poco nosotros somos el Dios que buscas”, respondieron. Dije a todos
los seres que rodean las puertas de mi carne: “Decidme de mi Dios, ya
que no lo sois vosotros, decidme algo de Él”. Y exclamaron con potente
voz: “Él nos hizo”. Mi pregunta era mi atención: la respuesta de ellos,
su belleza. Me dirigí entonces a mí mismo y me dije: “¿Quién eres tú?”.
Y me respondí: “Un hombre”. He aquí un cuerpo y un alma prontos en
mí; uno exterior, la otra interior. ¿Por cuál de ellos debía preguntar por
mi Dios, sobre quien ya había interrogado por medio del cuerpo desde
la tierra hasta el cielo, hasta donde pude enviar como mensajeros los
rayos de mis ojos? Mejor es lo interior. A ese interior remitían todos los
mensajeros del cuerpo, como a presidente y juez, las respuestas del cielo
y la tierra y de todo lo que contienen, cuando decían: “No somos Dios”
y “Él nos ha hecho”. El hombre interior supo esto por el ministerio del
hombre exterior. Yo, el hombre interior, conocí esto, yo, el espíritu, a
través de los sentidos de mi cuerpo”.
13
Recuérdese que Anaxímenes, el presocrático, pertenece a la escuela de Mileto.
Los milesios buscaban determinar la naturaleza primordial, origen de todas las cosas:
para Tales era lo húmedo; para Anaximandro, el espacio infinito; para Anaxímenes,
el aire. La “respuesta” que Agustín hace dar al aire sobre el error de este último se
justifica en cuanto que, según la tradición por él recibida, los milesios habrían divi-
nizado esa naturaleza primordial.
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 31
Así como el Padre es medida sin medida; el Hijo, número sin núme-
ro o especie sin especie; el Espíritu, peso sin peso, en cuanto constituyen
el punto de referencia absoluto de estos tres caracteres ontológicos, ha-
llamos aquí un procedimiento semejante. En el alma humana, sumergida
en la contingencia y la temporalidad, existir, conocer y querer, son, por
sí mismas, acciones contingentes y temporales. Así pues, aunque la ana-
logía se reivindique, la diferencia entre la Trinidad y esta huella suya en
el alma del hombre es abismal, dada la trascendencia de la primera y su
carácter de misterio.
Podríamos seguir con otros desarrollos trinitarios, por ejemplo, el
de ser, vivir, entender, de extrema importancia en El libre albedrío. Pero
baste lo dicho para haber mostrado que el pensamiento trinitario –al que,
por lo demás, parece estar volviéndose hoy en día en los desarrollos de
la teología– es una clave insoslayabla para una actual comprensión de
las obras agustinianas.
Bibliografía
Agäesse, P. (1955). La trinité. Paris. Bibl. Aug., vol. 16.
Alici, L. (1975). “La funzione della distentio nella dottrina agostiniana del tem-
po”: Augustinianum, 15, 325-345.
Cayré, F. (1951). “Mystique et sagesse dans les ‘Confessions’ de saint Augustin”:
Recherches de Sciences Religieuses, 38, 443-460.
Cayré, F. (1953). “Le sens et l’unité des Confessions de saint Augustin”: L’anné
théologique augustinienne, 13-32.
Courcelle, P. (1968). Recherches sur les “Confessions” de saint Augustin. Paris.
Boccard.
Chadwick, H. (1991). Traducción anotada de las Confessiones, en la versión de
Oxford University Press.
De Monticelli, R. (2004). L’allegria della mente. Dialogando con Agostino. Milano.
Mondadori.
De Plinval, G. (1954), Pour connaître la pensée de saint Augustin. Corbeil-Es-
sonnes. Bordas.
Elementos fundamentales para una lectura actual de san agustín 35
Valentín Cricco
Universidad de Morón
Buenos Aires
Resumen
El problema del tiempo en san Agustín es una de las cuestiones más
complejas y acuciantes, no sólo en referencia a su pensamiento, sino también
por la trascendencia y el influjo que ha tenido a partir de la Edad Media hasta
su repercusión en la filosofía contemporánea.
Este tema lleva a plantearnos la dimensión metafísica de la relación
entre el alma y el tiempo desde la perspectiva cosmológica a partir de la
teología agustiniana de la creación, que deriva al problema antropológico
de la contingencia humana entre el Ser y la nada absolutos y a la angustia
existencial por el tiempo.
*
Conferencia pronunciada durante la I Semana Agustiniana de Pensamiento,
Buenos Aires, 10 de agosto de 2005.
38 Valentín Cricco
1
gen. ad litt. 7, 9, 12.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 39
modo que Cristo nos hablaba a nosotros sin haber nacido, es más, que
habíamos de existir mucho después”2.
Esa Palabra que dice el origen del ser y nos enseña, como Maestro
interior del alma, es intención significante que, al mismo tiempo, crea
e instruye, en el principio y en el tiempo. La intentio animi participa en
su génesis y rememora su paideia.
La Palabra, como signo, señala el punto tangencial entre el tiempo
y la eternidad, que la memoria rescata del olvido y la intención del alma
pliega sobre sí como imagen y como enigma, signos del infinito interva-
lo en que acontece el misterio de la Encarnación del Verbo.
En esta hendedura temporal sitúa Agustín el acto y la enseñanza
del Maestro interior que es Cristo, en la misma dimensión ontológica
por la que el Cristo-Palabra crea la naturaleza primordial y, al mismo
tiempo, asume su encarnación como el Otro-crístico, humano y divino,
que alcanza su cumplimiento en la historia..
Es en este intersticio a-temporal en que acontece el presente fugado
agustiniano. Es esa instancia de la trans-temporalidad que el alma incoa
en sí para reflejar y recuperar desde ella la temporalidad de su presente
viviente encarnado.
A partir de estos temas de la memoria y del tiempo en San Agustín,
es posible advertir la trascendencia que reviste, en su pensamiento, la
noción de la doble fase de la creación del hombre expuesta en el Comen-
tario literal al Génesis, alguno de cuyos aspectos trataré de mostrar.
Textos
“Luego de un modo formó entonces, es decir, potencial y causalmente,
como convenía a aquella operación por la que creó todas las cosas al
mismo tiempo, de las cuales descansó el séptimo día; y de otro distinto
ahora, como vemos las cosas que crea en el decurso del tiempo, confor-
me al trabajo que hasta ahora ejecuta”.
2
gen. ad litt. 6, 8, 13.
40 Valentín Cricco
***
En la interpretación del Génesis que en dicho tratado Agustín expone
en forma detallada y que retoma en el tratado de La Trinidad, ambos
escritos en simultaneidad entre los años 400 y 415 e, igualmente, en las
Confesiones, compuesto en el año 400, Agustín presenta el problema del
origen del tiempo y del mundo en vista de aquellos dos momentos de la
creación divina. Pero si ésta fue cumplida simultáneamente en el ahora
eterno, habría, entonces, dos fases en el fiat creador. Y, por otra parte,
¿éstas serían semejantes o diferenciadas en sus respectivos modos?
Si son diferenciadas, como lo señala Agustín, se abre la posibilidad
de reconocer un doble campo de la memoria: una memoria psicológica
que retiene las imágenes sensibles de las experiencias vividas y otra
memoria subyacente y profunda que él llama “oculta” y “secreta”.
Esta memoria profunda, o de las formas, se corresponde con la pri-
mera fase de la creación del hombre, a imagen de Dios, mientras que la
memoria psicológica, o de las imágenes, se constituye a partir de la crea-
ción del tiempo y de la formación del hombre del limo de la tierra, en la
segunda fase de la creación. Las formas, por una parte, y las imágenes
por la otra, determinan, en Agustín, dos concepciones diferenciadas de
la temporalidad que afectan tanto a la percepción subjetiva del tiempo
como a la comprensión del tiempo del mundo.
3
gen. ad litt. 6, 5, 7 al 6, 9, 14.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 41
4
gen. ad litt. 6, 1, 2.
44 Valentín Cricco
5
tr. 14, 8, 11.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 45
6
tr. 10, 3, 5.
48 Valentín Cricco
verdad del ser: “si la cosa es, qué es y cuál es”, por cuya evidencia y
certeza se le patentiza la esencia metafísica de las cosas.
En correspondencia con esto está “la virtud de la memoria respecto
de sí (sicut sese habet vis memoriae)”, en relación a las afeccioneas del
ánimo desde la notio impressa boni como noción trans-empírica del
valor.
Hay, también, una fase trans-psicológica numerante de la memoria
“que contiene –dice en el libro 12 de las Confesiones– las razones y le-
yes infinitas de los números y dimensiones” que numeramos, pero “otros
muy diferentes son aquellos con que numeramos”.
Señala, allí también, san Agustín una rememoración originaria “por
la que vemos las cosas interiormente y en sí mismas, sin imágenes, que
recogemos con el pensamiento lo que se ocultaba disperso y confuso
en aquella memoria profunda” que recompone esa dispersión en una
estructura temporal conectiva (ex quadam dispersione colligenda) como
la denomina.
La memoria primordial conserva contenidos dispersos y confusos,
sin imágenes sensibles, a que se refiere Agustín en el capítulo 11, los
cuales pueden ser recuperados por la acción del colligere in cogitando,
por la función del pensamiento que los reúne y ordena en la unidad de
su nuevo espacio inteligible.
Confluyen en este punto las líneas tendidos hasta aquí en el se-
ñalamiento del doble campo de la memoria, según las dos fases de la
creación del hombre, como imagen de Dios y como formado del limo
de la tierra, a-temporal una y temporalizante la otra. Por otra parte, el
intellectus hace la reminiscencia –reminiscencia sin preexistencia– de
aquellos momentos diferenciados para constituirlos en “realidades inte-
ligibles arquetípicas”, en res intelligibiles, como ideas, formas, razones
o nociones, que tienen diferentes modos, según el desdoblamiento ori-
ginario de ambas memorias.
El pensamiento, desde la fluencia temporal de los instantes que su
cuerpo nihiliza, los recoge en sí y los unifica en la duración de la disten-
tio animi. En este continuum retentivo de cambios incesantes, la intentio
animi, por su parte, se reconoce en el despejamiento de una experiencia
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 49
7
conf. 11, 23, 30.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 51
8
conf. 11, 14, 17.
52 Valentín Cricco
9
conf. 12, 6, 6.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 53
10
conf. 10, 15, 23.
54 Valentín Cricco
11
conf. 11, 27, 36.
12
conf. 4, 10, 15.
13
tr. 11, 10, 16.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 55
14
conf. 11, 28, 38.
15
doctr. chr. 2, 1.
56 Valentín Cricco
16
tr. 15, 11, 20.
La memoria en san agustín: imagen del tiempo y enigma de la eternidad 57
17
doctr. chr. 2, 1.
“Con amor eterno te he amado”
Una lectura agustiniana de la encíclica
Deus caritas est *
Resumen
La influencia de san Agustín en el pensamiento teológico de Joseph
Ratzinger es incuestionable. Él mismo se ha considerado siempre como un
“decidido agustiniano” (Allen, 2005:35) y, de hecho, cuando le preguntaron
qué dos libros se llevaría a una isla desierta, la respuesta brotó rápida: la
Biblia y las Confesiones de san Agustín (Ratzinger, 2005a:120).
Fue en esta obra donde el obispo de Hipona salió al encuentro del
entonces joven teólogo “en toda su apasionada y profunda humanidad”
(Ratzinger, 1997:56; cf. Blanco, 2006:23-24), iniciando un fructífero camino
de reflexión intelectual.
*
Al citar, DCE (Acta Apostolicae Sedis [AAS] 98 (2006) 217-252).
1
Io. eu. tr. 26, 4.
2
s. 43, 7, 9.
60 Luis Marín de San Martín
3
en. Ps. 72, 29.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 61
mente las de eros y agapé. El amor, comentaba el Papa a los fieles, deberá
expresarse también como “un acto eclesial, organizativo”. Y es que “la
Iglesia, incluso como Iglesia, como comunidad, de manera institucional,
tiene que amar”, ya que la caritas “no es mera organización, como otras
organizaciones filantrópicas, sino una expresión necesaria del acto pro-
fundo del amor personal con el que Dios nos ha creado, suscitando en
nuestro corazón el empuje hacia el amor, reflejo de Dios amor, que nos
hace su imagen”. Benedicto XVI concluía expresando el deseo de que su
encíclica “pueda iluminar y ayudar a nuestra vida cristiana”8.
Así tenemos perfiladas las dos partes del documento. La primera,
más especulativa, titulada La unidad del amor en la creación y en la
historia de la salvación, es una bellísima y profunda reflexión sobre
el amor cristiano en la que el Papa intenta responder a tres preguntas
principales: ¿Se puede amar de verdad a Dios? ¿Se puede amar de ver-
dad al prójimo? ¿No nos amarga la Iglesia, con sus mandamientos y
prohibiciones, la alegría del eros, de ser amados, que nos empuja hacia
el otro y quiere convertirse en unión? En la segunda parte, más prácti-
ca, titulada Caritas, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como
“comunidad de amor”, responde también a dos preguntas: ¿No puede la
Iglesia dejar el servicio de amor a otras organizaciones filantrópicas que
se constituyen de muchas maneras? ¿No habría que apuntar a un orden
de la justicia en el cual no existiesen los necesitados y así la caridad
resultara superflua?
8
Alocución improvisada al finalizar la audiencia general del 18 de enero de 2006.
Posteriormente ha vuelto sobre el tema en diversas ocasiones. Destacan el discurso
del 23 de enero de 2006 a los participantes en un Congreso internacional organizado
por el Pontificio Consejo Cor Unum, el mensaje del 21 de noviembre de 2006 para
la Cuaresma de 2007 y el mensaje del 27 de enero de 2007 para la XXII Jornada
Mundial de la Juventud.
64 Luis Marín de San Martín
os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis
también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois
discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35).
Este amor fraterno tiene su fundamento y su razón de ser en el amor
con el que Dios nos ama y que se manifiesta en Cristo. Por tanto, ser
cristiano no es otra cosa que vivir el amor. De ahí la enorme exigencia
y la estremecedora belleza del texto paulino: “Aunque hable todas las
lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como
el bronce que resuena o el címbalo que retiñe. Aunque tenga el don de
profecía, y conozca todos los misterios y toda la ciencia; aunque tenga
plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy.
Aunque reparta todos mis bienes, y entregue mi cuerpo a las llamas, si
no tengo amor, nada me aprovecha […]. El amor no acaba nunca […].
Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero la mayor
de todas es el amor” (1 Cor 13, 1-3.8.13).
No es raro, por tanto, que el Papa Ratzinger haya querido apuntar a
lo esencial en su primera encíclica. Como tampoco lo es que todos los
grandes pensadores cristianos hayan reflexionado, de una forma u otra,
sobre el amor. Reflexión sincera que necesariamente debe hacer todo
cristiano. Es el caso de san Agustín9. No podemos decir que sea original
en sus planteamientos, pero sí en la fuerza y en el dinamismo con los
que lo comunica, compartiendo no sólo lo que es su convencimiento o
el producto de un ejercicio del intelecto sino, sobre todo, su experien-
cia vital fruto de la unión y participación en Cristo. Porque sólo el que
ama comprende y vive el mensaje contenido en la Sagrada Escritura,
participa de la Buena Noticia de Cristo: “Si no dispones de tiempo para
escudriñar todas las páginas santas, para quitar todos los velos a sus
palabras y penetrar en todos los secretos de las Escrituras, mantente en
el amor, del que pende todo; así tendrás lo que allí aprendiste e incluso
lo que aún no has aprendido. En efecto, si conoces el amor, conoces algo
de lo que pende también lo que tal vez no conoces; en lo que comprendes
de las escrituras se descubre evidente el amor, en lo que no entiendes, se
9
En su encíclica Benedicto XVI cita cuatro veces a san Agustín: en el n. 17 (conf.
3, 6, 11), en el n. 19 (tr. 8, 8, 12), en el n. 28 (ciu. 4, 4) y en el n. 38 (s. 52, 16).
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 65
oculta. Quien tiene el amor en sus costumbres, posee, pues, tanto lo que
está a la vista como lo que está oculto en la palabra divina”10.
Los cristianos no debemos olvidar que nuestra nota distintiva es el
amor. De hecho, no son las leyes, los conceptos y doctrinas lo que nos
identifican como cristianos (unidos a Cristo, otros Cristos), sino el amor:
sólo si amamos somos coherentes con nuestra fe; sólo entonces conoce-
mos a Dios, al Dios único y verdadero revelado en Cristo Jesús.
3. El concepto de amor
3.1. Eros y agapé
¿Qué es el amor? Nos encontramos con una primera dificultad porque
todo intento de definirlo resulta insuficiente debido, por una parte, a que
sólo quien lo experimenta, quien lo vive, puede saber qué es: ninguna
definición es capaz de abarcarlo en su completa realidad. Por otra parte,
constatamos el amplio campo semántico del término “amor” que, en
el uso común, designa realidades diferentes. A este respecto, el Papa
purifica el concepto desde una perspectiva netamente cristiana, con la
que reivindica su excelsitud y pone en guardia contra todo intento de
banalización.
De los tres términos que los griegos utilizan para designar el amor:
eros, philia y agapé, es este último el que se utiliza con mayor profusión
en el Nuevo Testamento, marcando el signo de la identidad cristiana.
Pero, antes de seguir adelante, tal vez sea conveniente una aclaración
terminológica. Eros es el amor sensible e instintivo (no exclusivamente
sexual), el amor apasionado que se basa en la atracción, en el deseo, en
lo que me agrada, en la orientación al bien y a la felicidad. Philia es el
amor de amistad. Y agapé es el amor de benevolencia, el amor desin-
teresado, libre y gratuito. ¿Cuál de ellos es el amor cristiano? O, dicho
con otras palabras, ¿es posible la integración cristiana de los distintos
conceptos de amor? Podemos decir que la respuesta a la pregunta sobre
la esencia del amor se inscribe en la relación entre el amor natural y el
10
s. 350, 2.
66 Luis Marín de San Martín
11
diu. qu. 35, 1.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 67
se ama, admitiendo una diferente calidad del amor según sea el objeto
amado: “El cuerpo, por su peso, tiende a su lugar. El peso no sólo impul-
sa hacia abajo, sino al lugar de cada cosa. El fuego tira hacia arriba, la
piedra hacia abajo. Cada uno es movido por su peso y tiende a su lugar
[…]. Mi peso es mi amor; él me lleva dondequiera que soy llevado”12.
Por una parte, el hecho de considerar que Dios es el bien supremo, pu-
rificar el deseo y orientar la vida hacia él, es también manifestación del
eros en cuanto se busca a Dios porque es el único que puede saciar los
más profundos anhelos del corazón humano: “Poco vales si no amas. Si
amas, si suspiras, si adoras gratuitamente a aquel por quien fuiste crea-
do, redimido, aun sin tú merecerlo, si, considerados los beneficios que
te ha hecho, suspiras por él y tienes el corazón inquieto con su deseo,
no busques fuera de él algo de él, te basta él mismo. Por más avaro que
seas, él te saciará plenamente”13.
En este primer momento el movimiento hacia Dios está motivado
por lo que esperamos alcanzar, ya sea por los bienes que nos da o por el
Bien que se nos comunica. Pero san Agustín va mucho más allá y da un
paso ulterior de enorme importancia cuando recuerda que encontrar a
Dios implica participar en él, involucrando nuestro propio ser. El conoci-
miento experiencial de Dios purifica el modo de amar, transformándonos
de amados en amantes, porque “cada uno es como es su amor”. De este
principio san Agustín extrae una consecuencia de capital importancia:
“¿Amas la tierra? Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Diré que serás Dios? No me
atrevo a decirlo por mí mismo; pero oigamos a la Escritura: Yo he dicho: sois
dioses e hijos del Altísimo”14 Así pues, ser capaces de Dios, excelsa ca-
racterística del ser humano, nos abre al concepto de participación y, con
él, al de transformación o divinización: “¿Qué busca también el amor,
sino adherirse al que ama y, si es posible, fundirse con él”15. Este texto,
que Agustín aplica al amor entre los seres humanos, es también válido
respecto al amor de Dios, porque “¿qué es el amor sino vida que enlaza
12
conf. 13, 9, 10.
13
en. Ps. 55, 17. Cf. ciu. 22, 30, 1.
14
ep. Io. 2, 14.
15
ord. 2, 18, 48.
68 Luis Marín de San Martín
cuerpo. […] El conjunto de la una y del otro es lo que recibe el nombre de hombre”:
ciu. 13, 24, 2.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 69
18
Cf. ibíd.
19
Cf. en. Ps. 9, 15; Io. eu. tr. 26, 4.
20
cf. tr. 9, 12, 18.
70 Luis Marín de San Martín
21
ep. Io. 7, 4.
22
ep. 186, 7.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 71
23
ep. Io. 5, 7. Cf. también 4, 4; 7, 6.
24
cf. conf. 5, 10, 19.
25
cf. duas ep. pel. 4, 5, 11; ep. Io. 2, 8.
72 Luis Marín de San Martín
pre: “Nos amó no sólo antes de morir su Hijo por nosotros, sino antes de
la creación del mundo, siendo de esto testigo el mismo Apóstol cuando
dice: Nos eligió en él antes de la constitución del mundo (Ef 1, 4)”26. La
Sagrada Escritura nos muestra de forma clara cómo la historia de amor
de Dios con Israel “consiste en que el hombre, viviendo en fidelidad al
único Dios, se experimenta a sí mismo como quien es amado por Dios
y descubre la alegría en la verdad y en la justicia; la alegría en Dios que
se convierte en su felicidad esencial” (DCE 9; cf. López, 2006: 165-177).
En este sentido clama san Agustín: “Oye cómo fuiste amado cuando no
eras amable; oye cómo eras amado cuando eras torpe y feo; antes, en
fin, de que hubiera en ti cosa digna de amor. Fuiste amado primero para
que te hicieras digno de ser amado”27. Y en otro texto concluye: “No
amamos si antes no somos amados”28. El infinito amor de Dios hacia el
ser humano (amor personal y no abstracto, individual y no general) es el
que nos hace capaces de amar, el que enciende en nosotros la necesidad
de amar y ser amados, hasta el punto de no poder realizarnos sin amor
(Sahelices González, 2003:7). Así pues, no se trata sólo de una capacita-
ción, sino también de una exigencia vital: no sólo puedo amar, sino que
además necesito amar. El entonces cardenal Ratzinger veía en este tema
un reflejo de la imagen de Dios en el hombre: “Creo que aquí hay que
incluir también la condición de ser la viva imagen de Dios. Dios es amor.
La Trinidad representa el amor esencial. El ser humano es la imagen de
Dios, alguien, pues, cuya dinámica más íntima tiende asimismo a dar
y recibir amor […]. Así pues, si el rasgo esencial de la persona es real-
mente parecerse a Dios, ser una persona que ama, la humanidad y cada
uno de nosotros sólo puede existir si existe el amor y enseña el camino
hacia ese amor” (Ratzinger, 2005a:176).
En el Antiguo Testamento encontramos vigorosas imágenes sobre el
amor de Dios, principalmente la paternal-maternal y la nupcial. Israel,
presentado como un hijo, es destinatario del amor personal de Dios. Su
amor “es un amor de predilección: entre todos los pueblos, él escoge
26
tr. 13, 11, 15.
27
s. 42, 5.
28
s. 34, 2.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 73
29
s. 57, 2.
30
s. 58, 2.
74 Luis Marín de San Martín
31
ibíd.
32
tr. 8, 10, 14.
33
ord. 2, 18, 48.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 75
34
cf. ep. Io. 7, 2.
35
s. 207, 1.
76 Luis Marín de San Martín
36
s. 227; cf. 228 B, 2; 229, 1.
37
s. 137, 1.
78 Luis Marín de San Martín
38
Ratzinger advierte que san Pablo no utiliza nunca la expresión cuerpo místico
de Cristo, sino siempre cuerpo de Cristo.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 79
39
cf. s. 174, 4.
40
s. 142, 5; cf. en. Ps. 119,5.
80 Luis Marín de San Martín
dad. Por eso “nos amamos a nosotros mismos justamente cuando ama-
mos a Dios. Y en conformidad con otro precepto, amamos con verdad
a nuestro prójimo como a nosotros mismos cabalmente cuando, según
nuestras posibilidades, le conducimos a un semejante amor de Dios. Es
que a Dios le amamos por sí mismo, y a nosotros mismos y al prójimo
nos amamos por él”46 (Cilleruelo, 1976).
46
ep. 130, 7, 14; cf. ciu. 21, 27.
47
cf. conf. 4, 4, 7ss. La definición del amigo como “la mitad de su alma” la toma
san Agustín de Horacio (cf. Carm. 1, 3). Y la de “un alma en dos cuerpos” de Ovidio
(cf. Tristes 4,4,72) y de Aristóteles (cf. Dióg. Laercio 6,1,20).
82 Luis Marín de San Martín
48
ep. 130, 2, 4.
49
s. 336, 2.
50
Io. eu. tr. 32, 4.
51
conf. 4, 4, 7. “Bienaventurado el que te ama a ti, Señor; y al amigo en ti, y al
enemigo en ti, porque sólo no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos
en aquel que no puede perderse” (ibíd. 4, 9, 14).
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 83
52
diu. qu. 71, 5.
53
ep. 143, 3.
84 Luis Marín de San Martín
54
ep. Io. 7, 8.
55
tr. 8, 8, 12.
56
ep. Io. 8, 12.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 85
57
ep. Io. 10,3.
58
Io. eu. tr. 16, 33.
86 Luis Marín de San Martín
59
s. 103, 4; cf. ep. 238, 2, 13.
60
ep. 243, 4.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 87
61
Se ha criticado que no se mencione la Revelación como fuente de la doctrina
social de la Iglesia, remitiéndola sólo a la razón y el derecho natural (González-Car-
vajal Santabárbara, 2006:30).
88 Luis Marín de San Martín
62
ciu. 4, 4. El relato sobre Alejandro Magno es de Cicerón (cf. De republica 3,14).
63
cf. ciu. 19, 21, 1.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 89
64
cf. en. Ps. 32, 2, 15.
65
cf. ep. 192, 1-2.
90 Luis Marín de San Martín
66
El amor necesita ser creíble.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 91
67
en. Ps. 51, 12, 7. Cf. adult. coniug. 1, 14, 15; s. 138,2.
68
ciu. 19, 19.
69
“El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno
callar sobre él, dejando que hable sólo el amor” (DCE 31c).
70
cf. lib. arb. 2, 18, 47.
92 Luis Marín de San Martín
71
doctr. chr. 1, 22, 21.
72
s. 358 A, 1.
73
cf. en. Ps. 35, 5; s. 53, 15; s. 102, 2.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 93
74
cf. Io. eu. tr. 9, 10.
75
Toda oración es a través de Cristo. Cf. en. Ps. 108, 9; Io. eu. tr. 73, 1.
76
Io. eu. tr. 74, 2.
94 Luis Marín de San Martín
“Nadie diga: ‘No sé qué amar’. Ame al hermano y amará el amor. Me-
jor conoce la dilección que le impulsa al amor que al hermano a quien
ama. He aquí cómo puedes conocer mejor a Dios que al hermano; más
conocido porque está más presente; más conocido porque es algo más
íntimo; más conocido porque es algo más cierto. Abraza al Dios amor
y abraza a Dios por amor. Es el amor el que nos une con vínculo de
santidad a todos los ángeles buenos y a todos los siervos de Dios; nos
aglutina a ellos y nos somete a él. Cuanto más inmunizados estemos
contra la hinchazón del orgullo, más llenos estaremos de amor. Y el que
está lleno de amor, ¿de qué está henchido sino de Dios?”79.
77
Io. eu. tr. 46.
78
Io. eu. tr. 46.
79
tr. 8, 8, 12.
Una lectura agustiniana de la encíclica deus caritas est 95
Bibliografía
Allen, J. L. (2005). Pope Benedict XVI. A biography of Joseph Ratzinger. New York.
Continuum International Publishing Group.
Bellardinelli, S. (2006). “Caridad y filantropía”: Melina, L. – Anderson,
C. A. (eds.), La Vía del Amor. Reflexiones sobre la Encíclica Deus caritas est
de Benedicto XVI. Burgos. Monte Carmelo – Pontificio Instituto Juan Pablo
II, pp. 295-306.
Blanco, P. (2006). Joseph Ratzinger. Vida y Teología. Madrid. Rialp.
Busto, J. R. (1984). “Cuando el dolor pone a prueba la fe”: Sal Terrae, 74, 615-
626.
Busto, J. R. (1998). El sufrimiento, ¿roca del ateísmo o ámbito de la Revelación
divina? Lección inaugural del curso académico 1998-1999 de la Universidad
Pontificia Comillas. Madrid.
Capánaga, V. (1973). “Interpretación agustiniana del amor. Eros y Agape”: Au-
gustinus, 18, 213-278.
Cilleruelo, L. (1976). Teología Espiritual I. Ordo Amoris. Valladolid. Estudio
Agustiniano.
Cilleruelo, L. (1985). “La amistad, san Agustín y la actualidad”: Estudio Agus-
tiniano 20, 79-104.
Cola, S. (1993). “Dios Amor en los padres y en los grandes teólogos”: Aa.Vv.,
Dios Amor en la tradición cristiana y en los grandes interrogantes del hombre
contemporáneo. Madrid. Ciudad Nueva.
De Rougemont, D. (1993). El Amor y Occidente, Barcelona, FCE.
Esquerda Bifet, J. (2006). “La caridad como fuente de misión”: Aa.Vv., Deus
caritas est. Comentario y texto de la encíclica Dios es amor de Benedicto XVI.
Valencia. Edicep, pp. 177-198.
Gelabert Ballester, M. (2006). “El corazón de la fe cristiana. A propósito de
la encíclica de Benedicto XVI”: Teología Espiritual.
González de Cardedal, O. (2005). Ratzinger y Juan Pablo II. La Iglesia entre
dos milenios. Salamanca. Sígueme.
González-Carvajal Santabárbara, L. (2006). “Un Papa que entiende de
amores”: Pliego Vida Nueva n. 2554, 24 de junio, 30.
96 Luis Marín de San Martín
Resumen
Tratando de san Agustín, mucho más que en otros autores, se presenta
el binomio experiencia-pensamiento. De algún modo, todo pensamiento tiene
algo que ver con la experiencia vital del pensador y, a su vez, el pensamiento
modela la experiencia influye en ella.
De todas formas, sucede también que haya distancia entre ambos po-
los: que se viva una cosa y se piense otra. Sobre todo se da que el pensamiento
esté influido por circunstancias culturales que lo empujan de modo diverso
a la coherencia con lo vivido por el pensador. Todos pensamos un poco o
mucho lo que piensa nuestra época. Nadie escapa del todo a los modelos de
su tiempo.
Este binomio ideas-experiencia vital está fuertemente presente en
Agustín, antes que nada por las características de su rica personalidad de
brillante intelectual, poseedor de una gran sensibilidad y emotividad, retórico,
maestro en el arte de comunicar. Esto mismo se plasma en sus obras.
*
Conferencia pronunciada durante la I Semana Agustiniana de Pensamiento
– Buenos Aires, 11 de agosto de 2005.
100 Alberto Sanguinetti Montero
las múltiples veces que el autor se dirige a los hermanos lectores1. Por
otra parte, la mayor parte de sus obras, involucran al pastor.
Pero también están dirigidas las Confesiones a los de fuera de la
Iglesia, sea para anunciar a Cristo, sea para refutar errores y rechazar
impugnaciones a la verdad católica.
Así, aparece también la dimensión pastoral y misionera de éste y
todos los escritos de nuestro autor, y se ha de negar en Agustín la con-
traposición entre el pastor y el intelectual, entre ortopraxis y ortodoxia,
entre las obras predicadas directamente al pueblo y las escritas, aún de
tipo más científico. En todas observamos la experiencia del converso
creyente, las ideas, la oración, la comunicación del hombre, del cristiano
y del predicador.
De acuerdo con esto, quisiera yo intentar en esta tarde un diálogo
entre san Agustín, su experiencia y sus afirmaciones y nosotros peregri-
nos del siglo XXI. Soy consciente de que es muy delicado introducir el
presente en la investigación científica del Hiponense, por dos motivos:
a) porque siempre es difícil precisar quiénes y cómo somos los hombres
del siglo XXI; b) porque la relación con el pensamiento de un autor
de hace mil seiscientos años no debe ser ni una mero uso de términos
trasladados, ni un cotejo arbitrario. Sin embargo, teniendo presente el
círculo hermenéutico, por el cual siempre el investigador está presente
en la investigación –por aséptica que quiera hacerla– entonces con el
permiso de ustedes y con su complicidad también trataré, no de probar,
pero sí de insinuar algunas interacciones entre Agustín y nosotros.
También traeré algunas de sus oraciones en diversas obras, para valorar
y hacer presente al orante.
1
Incluso para les pide oraciones, como es el caso luego de mencionar la muerte
de su madre (conf. 9, 13). “Mis confesiones leídas u oídas, excitan el corazón para que
no duerma en la desesperación y diga: No puedo; y lo despiertan al amor de tu mise-
ricordia y a la dulzura de tu gracia, por la que es fuerte el débil que llega a tener por
ella conciencia de su debilidad” (conf. 10, 3) (este pasaje muestra que ya los primeros
capítulos habían corrido entre los hermanos, cuando escribía el cap. 10). “¿Cuál de
mis obras se hizo conocer más frecuentemente y con mayor deleite que el libro de
mis Confesiones?” (perseu. 20).
102 Alberto Sanguinetti Montero
antes que nada voy a notar las dificultades intelectuales para la compren-
sión del hombre, de sí mismo, y que condicionaban su libertad.
Creo que este aspecto merece ser particularmente señalado, porque
hoy mismo hay una cierta tendencia a minusvalorar la importancia de
la verdad, para el recto uso de la libertad. En este orden, la trayectoria
del Hiponense es particularmente luminosa.
Él mismo confiesa su error al decir: “¡Ay, ay!, ¡por qué grados fui
descendiendo hasta las profundidades del abismo, ciertamente fatigán-
dome y ardiendo en deseos por la falta de verdad! Porque, Dios mío…
no te buscaba con la inteligencia (secundum intellectum mentis), con la
que quisiste que aventajase a los animales, sino con los sentidos de la
carne”3.
Por eso, en el tercer libro de sus Confesiones, del capítulo 7 al 10,
presenta una síntesis de los errores que sostenía, por decirlo de alguna
manera, en sus primeros años de universitario. Los resumimos rápida-
mente.
En primer lugar, no podía concebir lo espiritual, sino sólo realidades
sensibles y corporales, concibiendo también a Dios como corporal. Por
lo mismo no podía concebir el alma espiritual. Aún lo espiritual era, de
alguna forma sutil, material.
Tenía dificultades en la comprensión de las Sagradas Escrituras.
Esto provenía, en parte por las exigencias estilísticas de la retórica,
que no veía cumplidas en esos textos, y los hacía despreciables ante las
exigencias del arte.
Más hondamente le chocaban muchos pasajes del Antiguo Testamen-
to. Así no podía entender la justicia de algunas acciones de los patriarcas,
que no se ajustan a la plena proclamación de la ley de Dios. No había
comprendido la condescendencia divina de los tiempos de la historia de
la salvación, en que eran tolerados algunos males. En último término era
la no aceptación de la presencia del Dios bueno y justo en una historia de
hombres limitados, que eran justos aún en sus limitaciones.
3
conf. 3, 6.
104 Alberto Sanguinetti Montero
Pero tal confusión era presentada por los maniqueos como argumen-
to para rechazar el Antiguo Testamento, presentado como obra del Dios
malo, y a su vez para rechazar a la Iglesia Católica, que acepta como
inspirados ambos testamentos.
De forma contradictoria, al mismo tiempo que juzgaba a los patriar-
cas y a la Iglesia, sin embargo aceptaba las pequeñeces ridículas de la
superstición maniquea, como la explicación de las partículas de ángeles
y del mismo Dios que podía exhalar un electo de la secta si comía un
higo arrancado de la higuera4.
Dentro de este ámbito de dificultades en la comprensión de la rea-
lidad, detengámonos en aquellos errores que le impedían comprender
rectamente la libertad.
4
cf. conf. 3, 10.
5
cf. conf. 5, 10.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 105
10
conf. 4, 3, 4.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 107
cidad de darle respuestas; pero se mantenían dificultades intelectuales como ésta del
problema del mal.
15
“Luego todas las cosas que existen son buenas; y aquel mal, del cual buscaba de
dónde fuese, no es substancia; porque si fuese substancia, sería bueno” (conf. 7, 12, 18).
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 109
16
Cf. conf. 7, 9ss.
110 Alberto Sanguinetti Montero
17
Cf. conf. 5, 14, 24.
18
En este camino tuvo un gran lugar Ambrosio con sus predicaciones e interpre-
taciones alegóricas (cf. conf. 6, 4). “Oíale, es verdad, predicar al pueblo rectamente la
palabra de la verdad todos los domingos, confirmándome más y más en que podían
ser sueltos los nudos todos de las maliciosas calumnias que aquellos engañadores
nuestros levantaban contra los libros sagrados” (conf. 6, 3).
19
Cf. conf. 6, 3.
20
Cf. conf. 6, 5.
112 Alberto Sanguinetti Montero
5. El camino de la liberación
En la liberación de Agustín, como en la de cada ser humano no se trata
de un camino lineal, ni de una simple deducción de consecuencias. En
este sentido el ordenamiento que hacemos es relativamente fiel y tiene
un cierto interés dialógico.
A la liberación de los errores que impedían reconocer el estado en
que estaba y a su vez ponerlo verdaderamente en el camino verdadero,
sigue un rápido desarrollo de liberación que implica diversas dimensio-
nes, de las cuales queremos elencar varias.
21
Cf. conf. 7, 19.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 113
22
conf. 7, 20; cf. ciu. 10, 28; la acusación hecha a Porfirio por no aceptar la humil-
dad de Cristo: “Vieron (los filósofos) hacia dónde, pero no vieron por dónde; amaron
la patria excelsa, pero ignoraron el camino de la humildad”.
23
cf. ibíd.
114 Alberto Sanguinetti Montero
24
en Ps. 31, s. 2, 18. Io. eu. tr. 55, 7: “Es tan grande ciertamente la utilidad de la
humildad humana, que la divina sublimidad la recomendó con su ejemplo; porque
el hombre soberbio perecería eternamente, si no le saliera al paso el Dios humilde.
Pues «el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Estaba
perdido por seguir la soberbia del engañador. Habido sido hallado siga la humildad
del Redentor”.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 115
25
El simple robo de peras, sin interés en ella, le permite a Agustín un análisis
delicado –y algo prolijo– de la búsqueda del mal en cierto modo por sola maldad.
26
conf. 2, 7.
116 Alberto Sanguinetti Montero
27
conf. 8, 5.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 117
28
cf. en. Ps. 34, 1, 12; 43, 25; 53, 3.11; 79, 14; 104, 3; 134, 3.
29
en. Ps. 26, 2, 7.
118 Alberto Sanguinetti Montero
“Busca tu bien, ¡oh alma! Existe un bien distinto para cada ser, y todas
las creaturas tienen cierto bien propio: el de su integridad y el de la per-
fección de su naturaleza. Lo que interesa saber es qué le es necesario a
cada cosa imperfecta para llegar a ser perfecta. Busca tu bien. Nadie es
bueno, sino Dios. El Sumo Bien, éste es tu bien.. ¿Y qué le falta a quien
el Sumo Bien es su bien?”30.
30
en. Ps. 102, 8.
31
en. Ps. 138, 3.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 119
Que Yo soy el que soy, me concierne a mí; que soy el Dios de Abraham,
el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, a ti te concierne; y si no alcanzas en
lo que soy para mí, comprende lo que soy para ti”34.
34
en. Ps. 134, 6.
122 Alberto Sanguinetti Montero
“He aquí que existen el cielo y la tierra, y claman que han sido hechos,
porque se mudan y cambian… Claman también que no se han hecho a
sí mismos: ‘Por eso somos, porque hemos sido hechos; no éramos antes
de que existiéramos, para poder hacernos a nosotros mismos. Y la voz
de los que así decían era la voz de la evidencia. Tú eres, Señor, quien
los hiciste; tú que eres hermoso, por lo que ellos son hermosos; tú que
eres bueno, por lo que ellos son buenos; tú que eres Ser, por lo que
ellos son. Pero no son de tal modo hermosos, ni de tal modo buenos,
ni de tal modo ser como lo eres tú, su Creador, en cuya comparación
ni son hermosos, ni son buenos, ni tienen ser. Conocemos esto; gracias
te sean dadas; pero nuestra ciencia, comparada con tu ciencia, es una
ignorancia”35.
35
conf. 11, 4. Ampliamente se extiende Agustín en un comentario a la creación
por la palabra, que es intemporal en el Verbo eterno y temporal en la creatura.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 123
más aún si menos ha pecado, más debe reconocer que ello es por regalo
y favor divino. La necesidad de ser salvado de una condenación justa,
proclama la total gratuidad de la acción salvadora de Dios.
La dimensión totalmente libre de esta acción de Dios se expresa en
término de llamado, de elección y vocación.
Agustín tiene un límite conceptual al identificar elección con ‘no a
todos’. Es verdad que él, como la mayoría de sus contemporáneos, tenía
una cierta convicción de que era grande el número de los condenados.
Esta convicción –que no fe– le provenía de muchas expresiones de las
Escrituras, pero también del ver objetivamente la conducta de muchos
hombres. No nos admiremos de ello, por el hecho de que nosotros es-
tamos en otra situación cultural. Los cristianos de todos los siglos se
admirarían de la cultura general actual, incluida la de la mayoría de los
cristianos, que creen saber que no se condena casi ninguno o ninguno. El
fundamento de ese estado de ánimo en una ideología, rayana en la pre-
sunción, en el sentido propio teológico de este término, por el cual es un
gran pecado: es decir, el querer adelantarse al juicio de Dios y pretender
saber este juicio, porque debe de adecuarse a nuestras expectativas.
Volviendo a Agustín, dentro de las perspectivas de una aceptación
pacífica de que muchos se condenen, él plantea la elección en términos
de oposición de elección a unos sí y a otros no. Sin embargo, a pesar de
este límite sistemático, la idea principal dentro de la noción de elección
no es saber la cantidad de salvados, sino afirmar que provenga de una
decisión libre de Dios. Así, aún si fuera a darse –cosa que sabremos
sólo el día del juicio– que todos los hombres se salvaren, siempre sería
por una elección inmotivada de cada uno. Esta elección de Dios, que
proviene de su libérrima decisión, es eficaz, porque obra, excita toda
el proceso de la salvación desde el mismo initium fidei, desde el primer
movimiento hacia la justificación44.
44
Sabido es que Agustín en ep. rom. 6, 1 afirmaba que era de Dios el dar la
facultad de obrar el bien a los que creen o quieren, pero atribuía el creer o querer al
hombre (nuestro es). Pero ya en diu. qu. Simpl. 1, 2, 9: “Si alguien se jacta de haberlo
merecido por su fe, sepa que le concedió el creer aquel que tiene misericordia cuando
inspira la fe de quien se apiadó para llamarlo cuando aún era infiel”. En retract. 2, 27
recuerda que aquí venció la gracia.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 127
“Si ambos (la perseverancia final y el inicio de la fe) son don de Dios
y Dios tuvo presciencia (y ¿quién puede negarlo?) de que concedería
estos dones, es necesario predicar la predestinación, a fin de que pueda
defenderse de modo inexpugnable la verdadera gracia de Dios, la que
no se da según nuestros méritos”45.
el hombre podía solo con su libre albedrío47. Pero el mismo Agustín, que
se fatigará tanto en la controversia, muestra con claridad que, antes que
apareciera la herejía pelagiana, él predicaba constantemente la gracia
con la que Dios nos libera de nuestros malos errores y costumbres, sin
que precedan méritos buenos nuestros, y hace esto según su gratuita
misericordia48. Escuchémoslo, bellamente en una de sus oraciones.
cf. perseu. 20. Recuerda sus obras anteriores a la polémica y en concreto diu.
48
“Yo quiero que en las obras se alabe al Creador, pues no estimo al ala-
bador ingrato. ¿Alabas lo que hizo y no mencionas al que lo hizo? ¿No
comprendes que si no fuese tan grande, no encontrarías qué alabar?…
Luego no te alaba la generación y generación en tus siervos cuando
alaba tus obras, como ciertos charlatanes mudos, que alaban la crea-
tura y olvidan al Creador. ¿Cómo te alaba? Y anunciarán tu poder. En
la alabanza de tus obras, publicarán tu poder. Estos alabadores, santos
y buenos fieles, verdaderos alabadores, no ingratos para con la gracia,
cuando alaban las obras de Dios, éstas y aquéllas, las más perfectas y las
menos, las celestes y las terrestres, se encuentran a sí mismos entre las
obras de Dios que alaban, porque ellos están entre las obras de Dios…
Aprended, pues alabar. Contemplando las obras, admirad al artífice,
dando gracias, no arrogándoos nada. Alabado, porque obró, porque así
estableció, porque dio tales cosas”51.
50
La preferencia por la expresión negativa “no ser ingrato”, puede provenir por
la ambigüedad del término gratus, que significa tanto agradecido, como agradable
(grato); en cambio ingratus, aunque puede usarse como desagradable, es empleado
corrientemente como desgradecido (cf. Sanguinetti Montero, 1983:46ss).
51
en Ps. 144, 7. Luego desarrolla más la obra de la gracia en los números si-
guientes. A cada paso aparece la alabanza como la culminacion del acto religioso del
hombre. “De él somos hechura, creados en Cristo Jesús en buenas obras, para que
en ellas caminemos. Esta es la suavidad abundante de su memoria en nosotros. Eruc-
tando ésta, exultarán sus predicadores con su justicia de él, no propia. ¿Qué hiciste
para que existamos, para que alabemos, para que exultemos con tu justicia, para que
eructemos la memoria de tu abundante suavidad, qué hiciste para con nosotros, Señor,
a quien alabamos? Digámoslo, y cuando lo decimos, alabemos” (en Ps. 144, 10).
130 Alberto Sanguinetti Montero
sp. et litt. 11, 18. “Esta es la sabiduría, esta es la piedad, por la que recibe culto
52
el Padre de las luces, de quien proviene todo don perfecto. Recibe culto por el sacri-
ficio de alabanza y acción de gracias, para que su cultor no se gloríe en sí mismo sino
en él” (sp. et litt. 13, 22).
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 131
“Quien canta la alabanza, no sólo alaba, sin que alaba con alegría.
Quien canta la alabanza, no sólo canta, sino que también ama a quien es
objeto de su canto. La alabanza consiste en el elogio por parte de quien
confiesa; en el cántico se expresa el afecto del amante”56.
53
en. Ps. 148, 2.
54
en. Ps. 34, 1, 1. Esto se manifiesta especialmente en los salmos, que el Espíritu
nos ha dado por su profeta.
55
conf. 1, 1.
56
en. Ps. 72, 1.
132 Alberto Sanguinetti Montero
“Y por lo que añadió: Yo digo mis obras al rey, significase que la máxi-
ma obra del hombre es alabar a Dios… A él corresponde agradarte con
su rostro, y a ti alabarle con la acción de gracias”57.
57
en. Ps. 44, 9.
58
ciu. 22, 30.
59
ciu. 22, 30.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 133
este caso el culmen de la misma vida inmortal, por encima del amor es
la alabanza. Hay entonces que afirmar que la descripción de la vida en
la ciudad santa tiene su culminación en el mysterium laudis (Rivera de
Ventosa, 1967:373).
en. Ps. 70, 1, 2: “¿qué significa espontáneo del Señor? El que sirve a Dios libre-
60
mente con voluntad… ¿cuánto más ha de servirse a Dios con total, plena y absoluta
voluntad?”
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 135
“Sea alabado Dios voluntariamente, sea amado con cariño, sea gratuito
el amarlo y el alabarlo. ¿Qué significa gratuito. Por Él, no por otra cosa.
Pues si alabas a Dios para que te dé algo distinto, ya no amas gratuita-
mente a Dios”61.
61
en. Ps 53,10.
62
en Ps. 118, 10, 6: “Corrí –dice– el camino de tus mandatos cuando dilataste
mi corazón. No lo hice por mi propio arbitrio, como si no necesitase de ningún auxi-
lio tuyo, sino que lo hice cuando dilataste mi corazón. La dilatación del corazón
es la delectación de la justicia. Esta es un don de Dios para que no nos achiquemos
en sus preceptos por el temor de la pena, sino que nos dilatemos por la dilección y
delectación de la justicia. Esta amplitud (latitudo) suyanos la promete cuando dice:
Habitaré en ellos y deambularé. ¡Cuán amplio es el lugar donde Dios deambula! En
esta amplitud se difunda la caridad en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos ha sido dado”. Cf. Martin, 2004.
63
en Ps. 118, 14, 4: “Amó los mandamientos de Dios por lo mismo por lo que
caminaba en la latitud, por el Espíritu Santo, por el que se difunde la misma dilección,
y dilata los corazones de los fieles. Y los amó pensando y obrando”.
136 Alberto Sanguinetti Montero
en Ps. 18, 2, 10: “El temor del Señor. No es el temor servil sino el casto, que
64
ama gratuitamente y queno teme ser castigado por aquel a quien teme, sino ser se-
parado de aquel a quien ama. Este es el temor casto no al que expulsa del corazón la
caridad consumada, sino el que permanece para siempre. Este es el Espíritu Santo,
es decir, a éste lo da, lo confiere, lo infunde el Espíritu Santo”. Cf. Neusch, 2002.
65
en Ps. 67, 18: “No se entiende por qué dijo: Mi carga es liviana, sino porque da
el Espíritu Santo, por quien la caridad es difundida en nuestros corazones, para que
amando obremos libremente, lo que hace servilmente el que obra temiendo”.
66
en. Ps. 49, 21.
Libertad y gratitud siguiendo a san agustín 137
Bibliografía
Brotóns Tena, E. (2004). “Felicidad y Trinidad a la luz del De Trinitate de San
Agustín”: Estudios Trinitarios, 38, 401-452.
Bruaire, Cl. (1981). Il diritto di Dio. Brescia. Paideia.
Galindo Rodríguez. J. A. (2003). “La ascesis cristiana en la espiritualidad de
San Agustín”: Teología Espiritual, 47, 187-222, en particular La llamada de
Dios, p. 200.
Juan Pablo II (1998). Fides et ratio. Roma. Vaticano.
67
conf. 5, 1.
68
trin. 15, 28.
138 Alberto Sanguinetti Montero
Martin, Th. F. (2004). “Exercises in Grace: Augustine’s En. in Ps. 118”. Augus-
tiniana (Mélanges offerts à T. J. van Bavel à l’occasion de son 80e anniver-
saire), 54, 147-175.
Neusch, M. (2002). “De la crainte à l’ amour chez saint Augustin”: Christus, 49,
295-305.
Nygren, A. (1962). Erôs et Ágape. La notion chrétienne de 1’amour et ses transfor-
mations, 1. Paris. Aubier.
Rivera de Ventosa, E. (1967). “La estructura de la Ciudad de Dios a la luz de las
formas fundamentales del amor”: Augustinus, 1967, 12, 355-374.
Sanguinetti Montero, A. (1983). Gratuidad y respuesta del hombre a Dios. Estudio
en las “Enarrationes in Psalmos” de San Agustín. Montevideo. Instituto Teológi-
co del Uruguay “Mons. Mariano Soler”.
El desafío de saber
elementos pedagógicos agustinianos
Resumen
La educación es una de las claves del desarrollo humano y el cono-
cimiento es como el esqueleto que tiene que ayudar a edificar la gran casa
del amor.
Son muchos los colegios, universidades y centros de estudios de todo
tipo que se remiten a un proyecto educativo que asume las características de
la educación agustiniana.
Evidentemente esto se refiere a un patrimonio formado por una ex-
periencia de siglos y a una visión del hombre, del mundo y de Dios del todo
particular y que se proyecta en una forma de ver la vida y el futuro.
Introducción
Es cierto que muchas de estas directrices nacen del sentido común, otras
se sustentan y enlazan con los valores típicamente cristianos y varios de
los rasgos de estas características educativas agustinianas no tienen nada
de original y se pueden encontrar en la gran mayoría de los sistemas
pedagógicos. De todas las maneras en el origen de este talante educativo
nos encontramos con un hombre, Agustín, que, además de un teórico
de la enseñanza, ha sido un genial educador en su tiempo y ha puesto
bases que también hoy pueden ayudar a los educadores. Es decir, en la
experiencia y en la doctrina de Agustín se pueden individuar distintos
elementos pedagógicos que constituyen una forma peculiar de educar y
nos revelan un estilo propio; no poco de este talante se pude descubrir
en estas palabras: “No te hagas demasiado esclavo de la autoridad, sobre
todo de la mía, que nada vale. Horacio dice: Atrévete a saber, a fin de
que la razón te subyugue antes que el miedo”1.
1
qu. an. 23, 41.
140 Santiago Sierra
2
conf. 1, 1, 1 y 13, 36, 51.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 141
3
sol. 2, 1, 1.
4
ep. 91, 1.
142 Santiago Sierra
5
tr. 9, 1,1.
6
Io. eu. tr. 25, 17.
7
b. uita 4, 33.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 143
8
s. 13, 9.
144 Santiago Sierra
9
en. Ps. 103, 2, 11.
10
conf. 10, 3, 4.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 145
11
conf. 1, 9, 14.
12
conf. 1, 12, 19.
146 Santiago Sierra
13
ord. 2, 16, 44.
14
ibíd., 2, 17, 45.
15
cf. ibíd., 1, 10, 29.
148 Santiago Sierra
sistema della cultura cristiana” (Oggioni, 1949:276). “An assesment of his contribution
to the practice of education must include an appraisal of his work in refiring and trans-
mitting to the conception of a curriculum of general education preparatory to hagher
professional study and founded on the study of the liberal arts” (Howie, 1969:241). El
mismo Howie dedica el capítulo noveno de su obra, titulado The educational influence
of St. Augustine”, al influjo de la pedagogía agustiniana en la historia de la pedagogía
hasta nuestros días.
19
cf. sol. 2, 11, 19-20, 36; mus. 6, 10, 25-17, 59; lib. arb. 2, 9, 25-20, 54.
20
cf. ord. 2, 7, 24-20, 54.
21
ench. 1, 1.
22
cf. mus. 6, 13, 39; uera rel. 49, 94.
23
ord. 1, 1, 3.
150 Santiago Sierra
2.1. Amistad
Se puede afirmar que “la amistad es el rasgo específico y distintivo de la
paideia agustiniana; y el homo amicus, el amigo, el arquetipo de hombre
agustiniano. Innumerables textos avalan esta concepción agustiniana de
la amistad” (Díez del Río, 1996:474).
La amistad juega un papel importantísimo en la vida y en los escri-
tos de Agustín. Él, sin duda, es un hombre sensible a la amistad, es un
hombre hecho para la amistad. Cualquiera que lea las Confesiones se da
cuenta que desde su juventud el “amar y ser amado”24 era el motor de
sus relaciones. Siempre está rodeado de amigos con quienes comparte
admiraciones terrenas e ideales religiosos. Convertido al maniqueísmo,
arrastra a sus amigos con él: “Tales cosas seguía yo y practicaba con mis
amigos, engañados conmigo y por mí”25. El amigo anónimo de Tagaste,
parece una víctima más de su proselitismo26. Posiblemente su estancia
en el maniqueísmo, le ha ayudado a vivir la necesidad de compartir los
secretos. Antes de la conversión con un grupo de amigos quiso dedi-
carse a la sabiduría: “También muchos amigos, hablando y detestando
las turbulentas molestias de la vida humana, habíamos pensado, y casi
ya resuelto, apartarnos de las gentes y vivir en un ocio tranquilo. Este
ocio lo habíamos trazado de tal suerte que todo lo que tuviésemos o
pudiésemos tener lo pondríamos en común y formaríamos con ello una
24
conf. 3, 1, 1.
25
ibíd., 4, 1, 1.
26
cf. ibíd., 4, 4, 7.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 151
27
ibíd., 6, 14, 24.
28
uita, 3.
29
s. 299 D, 1-2.
152 Santiago Sierra
30
ep. 130, 2, 4.
31
sol. 1, 9, 16.
32
ibíd., 1, 12, 20.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 153
33
ibíd., 1, 13, 22.
34
acad. 3, 6, 13.
35
cf. ep. 258, 1-4.
36
duas ep. pel. 1, 1, 1.
37
en. Ps. 132, 6.
154 Santiago Sierra
2.2. El amor
El motor de toda la actividad es el amor, que se configura así como la
meta a conseguir y la explicación de todo, este amor lleva a ser como la
gallina que se acomoda a sus pequeños. Para Agustín el amor ha de ser
el motivador de la educación: “Teniendo presente que la caridad debe
ser el fin de todo cuanto digas, explica cuanto expliques de modo que la
38
Io. eu. tr. 18, 4.
39
conf. 4, 4, 7.
40
diu. qu. 71, 6.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 155
2.3. La interioridad
También la interioridad está mirada bajo el prisma de la amistad, porque
el propio conocimiento ha de llevarnos al conocimiento de los otros y
a la comunión con los otros, que en el estilo agustiniano es la amistad.
41
cat. rud. 4, 8.
42
en. Ps. 66, 10.
156 Santiago Sierra
2.4. La verdad
Se tratará de ir acercándose cada vez más a la verdad, que tiene un ca-
rácter común49. Agustín es un hombre que siempre está en aprendizaje:
“el que me toque enseñar no significa que no pueda aprender”50, y es
consciente que la enseñanza auténtica exige sobre todo una actitud abier-
ta y a la escucha de todo lo que surge a nuestro alrededor. Hablando de
uno de sus escritos, pero que puede servir para descubrir su actitud en
otros campos, dice Agustín: “No me pesará indagar cuanto dudo, ni me
avergonzaré de aprender cuando yerro. En consecuencia, quien esto lea,
si tiene certeza, avance en mi compañía; indague conmigo, si duda; pase
a mi campo cuando reconozca su error, y enderece mis pasos cuando me
extravíe. Así marcharemos, con paso igual, por las sendas de la caridad
en busca de aquel de quien está escrito: Buscad siempre su rostro. Esta
es la piadosa y segura regla que brindo, en presencia del Señor, nuestro
Dios, a quienes lean mis escritos, especialmente este tratado”51. Agustín
en la educación quiere llegar a cada persona y dirigirse a cada uno con
sus particularidades, es decir, como buen cocinero quiere condimentar
los alimentos según los gustos del destinatario: “Como existe no peque-
47
ep. 155, 2.
48
s. 127, 2.
49
cf. conf. 12, 25, 34.
50
s. 244, 2.
51
tr. 1, 3, 5.
158 Santiago Sierra
ña semejanza entre los que comen y los que aprenden, de ahí que para
evitar la desgana de los más no hay otro remedio que condimentar los
alimentos sin los cuales no se puede vivir”52.
Evidentemente este tener en cuanta a cada uno tiene mucho que ver
con el amor, que, como ya hemos afirmado, es lo que define el talante
agustiniano, porque “cuanto más amamos a las personas a las que ha-
blamos, tanto más deseamos que a ellas agrade lo que les exponemos
para su salvación”53. Pero, precisamente porque tenemos un sólo maestro
y todos tenemos que seguir aprendiendo, porque somos condiscípulos,
el educador ha de sentirse compañero de camino, es decir, un amigo
que busca junto a otros amigos la misma verdad. Esto quiere decir que
la tarea del educador es acompañar en el descubrimiento de la verdad;
este acompañar debe hacerse siendo conscientes de que “nadie puede
levantar a otro a ser lo que él es, si no comienza por descender un tanto
al puesto en que el otro se encuentra”54. Esta actitud acogedora, tolerante
y comprensiva es fundamental en Agustín no sólo como algo teórico,
sino que ha sido uno de los pilares de su vida y una llamada constante
para solucionar las desavenencias con los demás: “Mas para que la
mansedumbre os resulte más fácil y no os opongáis a mí con espíritu
hostil, dañoso para vosotros, es conveniente pediros que, ante un juez
cualquiera, puesto por ambas partes, depongamos toda arrogancia. Nin-
guno de nosotros afirme haber hallado la verdad; busquémosla como
si unos y otros la desconociésemos. Se la podrá investigar con esmero
y concordia, si no se cree, con temeraria presunción, haberla hallado y
conocido ya”55. Una educación con estas bases ha de tener como meta
formar para la libertad, la tolerancia y la responsabilidad.
La tarea prioritaria del educador desde este punto de vista es la de
motivar, animar y lograr que el alumno se interese, por eso es necesario
que el educador tenga gran capacidad de adaptación sintonía, aceptan-
do a cada educando en su individualidad, tal y como es, conociendo
52
doctr. chr. 4, 11, 26.
53
cat. rud. 10, 14.
54
ep. 11, 4.
55
ep. fund. 3.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 159
2.5. Búsqueda
Si, como hemos dicho, nadie tiene la plenitud de la verdad, la actitud de
búsqueda exigirá un diálogo sincero para colaborar en el esclarecimiento
de la verdad, poniendo en común los pequeños fragmentos de verdad
que cada uno tiene. Esta actitud de búsqueda es fundamental en la es-
cuela agustiniana, una búsqueda sin conformarnos con lo conseguido
ni instalarnos en lo descubierto, estando siempre en camino. Es cierto
que no podemos ni debemos renunciar a nuestra herencia, pero tampoco
quedarnos petrificados en el pasado si queremos construir una nueva
sociedad, será desde nuestra propia inquietud de educadores como ten-
dremos que ir poniendo al día esas estructuras claves del talante agus-
tiniano. La inquietud agustiniana es búsqueda permanente de nuevos
caminos y una exigencia vital: “¿Qué significa caminar? Os respondo
en pocas palabras: Avanzar, no sea que por no entenderlo caminéis con
mayor pereza. Avanzad, hermanos míos; examinaos continuamente sin
engañaros, sin adularos ni pasaros la mano. Nadie hay contigo en tu
56
cat. rud. 5, 9.
57
en. Ps. 38, 6.
160 Santiago Sierra
2.6. Encarnación
El talante educativo agustiniano y su forma de transmitirlo nacen de
su propia vida de buscador incansable de la verdad, que ha sabido vivir
para los demás, estando atento al Maestro interior y siendo fiel al hom-
bre concreto, pero Agustín siempre ha puesto el acento al modo de vida,
porque la doctrina tiene que venir encarnada y pasada por el molino de
la experiencia para que la verdad sea contrastada y verificada públi-
camente: “Lo que intenta es que la verdad se patentice, que la verdad
deleite, que la verdad conmueva; porque ni aún la misma caridad que
es el fin del precepto y la plenitud de la ley, puede ser en modo alguno
recta, si las cosas que se aman no son verdaderas, sino falsas... ¿Qué es,
pues, hablar no sólo con elocuencia, sino también con sabiduría, sino
emplear palabras adecuadas en el estilo llano, brillantes en el moderado
y vehementes en el sublime, pero aplicadas siempre a cosas verdaderas
que convengan ser oídas? El que no pueda las dos cosas diga con sabidu-
ría lo que no puede decir con elocuencia, antes que decir con elocuencia
lo que no dice sabiamente. Y si ni aun esto puede, viva de tal modo que
no sólo granjee para sí el premio divino, sino que también sea ejemplo
para otros, siendo de esta manera su modo de vida como la exuberancia
de su elocuencia”63. Por todo esto podemos afirmar que el talante agus-
tiniano es más un modo de ser que un hacer concreto, más un estilo que
una tarea específica. Agustín es consciente que la verdad más que una
teoría, tiene que ser una vida porque “de nada sirve predicar la verdad
si el corazón disiente de la lengua, y de nada aprovecha oír la verdad si
el hombre no edifica sobre piedra. El que edifica sobre piedra es aquel
que oye y obra”64.
El educador tendrá que ayudar a sus alumnos a que no se conformen
y vivan inquietos, encauzando sus intenciones en una búsqueda personal
y compartida, animando a la reflexión frente a la superabundancia de pa-
labrería y superficialidad que invaden todos los rincones de la vida social
de nuestros días; ayudar a que el alumno se encuentre consigo mismo y
descubra su mejor ser en el interior, aceptando sus valores y poniéndolos
en circulación, será una bonita manera de ser educador hoy.
63
doctr. chr. 4, 28, 61.
64
en. Ps. 57, 23.
162 Santiago Sierra
2.7. La libertad
Si lo que más caracteriza al hombre es la libertad, para que una educa-
ción sea adecuada, ha de ser una educación en la libertad y para la liber-
tad y es que “Dios sólo ha concedido esa facultad al hombre entre todos
los animales mortales”65. Pero Agustín aspira a llegar a la verdadera
libertad, que la define así: “La verdadera libertad consiste en la alegría
del bien obrar y es también piadosa servidumbre por la obediencia a la
ley”66. Evidentemente esto exige una conversión constante, pero no es
de extrañar, porque para Agustín la verdadera educación es aquella que
nos permite realizar una experiencia de conversión.
3. Conclusión
Lo que se pretende con una educación al estilo agustiniano es ir creando
una sociedad distinta, con nuevos valores y acentos, es decir, una nueva
sociedad basada en al amistad, el amor, el compartir y la comunión;
para ello es necesario una fidelidad total al hombre e invitar a una in-
terioridad profunda que insiste en una búsqueda compartida. Enseñar
a pensar y a amar es la genial síntesis de la educación agustiniana, una
educación que viene caracterizada por la amistad, el hambre de verdad,
la búsqueda permanente..., pero que siempre ha de interrogarse: ¿Qué
tipo de hombre quiere promover la visión pedagógica agustiniana?
¿Qué modelo de sociedad queremos construir? Queremos construir la
ciudad de Dios que tienes sus cimientos en la verdad, el amor, la soli-
daridad, con una apertura a la trascendencia. Pero es necesario partir
de los alumnos que tenemos, saber quienes son, cuales son sus inquie-
tudes, sus preocupaciones, sus valores y afectos y, hablando para ellos,
transmitirles o ayudarles a descubrir el sentido de la vida, invitándoles
a que aprendan a amar, porque quien ama, sabe vivir “y cada uno vive
conforme a lo que ama”67.
65
adult. coniug. 1, 16, 17.
66
ench. 30, 9.
67
tr. 13, 20, 26.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 163
68
Talega es una bolsa de tela que sirve para guardar cosas. Agustín no era un
hombre que se guardase la sabiduría para sí, sino que la comunicaba diligentemente.
El desafío de saber. elementos pedagógicos agustinianos 165
Bibliografía
Díez del Río, I. (1994). “El perfil o modelo de educador agustiniano”: LEA,
48, 3-23.
Díez del Río, I. (1996). “La Paideia agustiniana”: Religión y Cultura, 24, 469-
489.
Howie, G. (1969). Educational theory and practice in St. Augustine. London.
Routledge and Kegan Paul.
Kolvenbach, P. H. (1997). “Educar en el espíritu de San Ignacio”: Razón y Fe,
236, 21-31.
Oggioni, E. (1949). S. Agostino filosofo e pedagogista. Padova. Casa Editrice Dott.
Antonio Milani.
Temas de actualidad*
*
Las obras de san Agustín son citadas según se indica en el apartado Abreviatu-
ras de las obras de san Agustín, que se encuentra al final de la revista (ver Índice).
Los desafíos de la identidad de la Escuela
Católica en tiempos alterados*
que es dar vida y esto es una tarea exigente que necesita del encuentro
interhumano, es trabajar para provocar destinos diferentes a los aparen-
temente determinados
Discernimiento para ponernos en el lugar del profeta Ezequiel y
preguntarnos qué hay de seco en nuestras escuelas, en nuestras voca-
ciones docentes, en nosotros mismos, en nuestros alumnos y escuchar la
pregunta del Señor: “¿podrán revivir estos huesos secos?” Y escucharlo
diciendo: “Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles, escuchan la palabra
del Señor, yo voy hacer que el espíritu penetre en ustedes y vivirán”.
Discernimiento para transformar nuestra fragilidad, nuestros can-
sancios y decepciones en fuerza evangelizadora, siguiendo a san Pablo:
“Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero
no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero
no aniquilados. Siempre y a todas partes llevamos en nuestro cuerpo los
sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo” (2 Cor 4, 8-10).
Por eso nos preguntamos: ¿Por dónde van los caminos del Señor Je-
sús en nuestras obras educativas? ¿Qué está afectado por la sequedad, el
desencanto, la imposibilidad? ¿Cuál es nuestra palabra y nuestros gestos
para profetizar sobre los desiertos y los huesos secos, para proclamar y
vivir el Evangelio en nuestra comunidad?
El desafío implica un reto, una convocatoria a un combate singu-
lar, situado en un contexto. Implica decisión personal y audacia para
enfrentarlo, y desde ya un horizonte de esperanza. Volver a creer que
el deseo de Dios tiene la suficiente fuerza para renovar y transformar lo
seco y desordenado. Que tenemos el tesoro de una mirada cristiana de
la realidad y que lo que vemos “no es todo lo que hay”. Que tenemos el
deber moral de “sobrepasar” el mundo de los hechos. Asumirnos como
guías para tiempos difíciles, guías en el desierto, que toman el riesgo de
confiar en Dios.
Saint-Exupèry ha escrito en El Principito que el desierto es her-
moso: “Su belleza reside que en algún lugar de él se oculta un pozo de
agua. La belleza del desierto es invisible y no se ve bien sino con los ojos
del corazón”. Algo así podemos decir de nuestros tiempos y de nuestros
espacios educativos. ¿Cómo es nuestra mirada sobre ellos?
174 Ricardo Moscato
1
uera rel. 39, 72.
2
cat. rud. 4, 8.
180 Ricardo Moscato
“Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por las ovejas. El
asalariado en cambio cuando ve venir al lobo las abandona y huye y el
lobo las arrebata y las dispersa” (Jn 10, 11-12).
signo del amor que estimule un estilo de sociedad más fraterna, justa y
solidaria” (CEA, 2003:14).
4° Que seamos hombres y mujeres de pensamiento y acción, atentos
y sensibles a la cultura, a la problemática del país y la región, estudio-
sos, reflexivos y activos en el ámbito de la educación. Que podamos
reflexionar sobre nuestras prácticas en vez de juntar retazos de teorías
descontextualizadas que no fecundan nuestras aulas y escuelas. Que po-
damos pensar juntos, en redes, no solo dentro de nuestras instituciones
sino desde ellas hacia la sociedad.
Bibliografía
CEA – Conferencia Episcopal Argentina (2003). Navega Mar Adentro. Ac-
tualización de “Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización”. Buenos Aires.
Oficina del Libro.
3
conf. 3, 6, 11.
La misión educativa
formación, reflexividad y transformación*
capítulo primero (1, 1): “Cuando hablamos estamos haciendo posible el enseñar y el
aprender”, en palabras de Adeodato en el diálogo que mantiene con su padre Agustín.
2
Según el diccionario, uno, “decente” proviene de “decere” – parecer bien; el
otro, “docente”, de “docere” – enseñar.
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 195
2. Un consejo educativo
Finalizada la aclaración del título, comienzo con un consejo para andar
por el colegio: “Debemos conseguir sacar de cada alumno lo mejor de sí
mismo”. Este objetivo educativo cargado de utopía no es un pensamiento
actual. Fue enunciado por Epicteto. Más recientemente dirá Perrenoud
al comenzar una de sus obras e intentar definir lo que es educar: “hacer
que cada aprendiz vivencie, lo más frecuentemente posible, situaciones
fecundas de aprendizaje... eso es enseñar” (Perrenoud, 2000). Voy a
dar otra leve variación de la misma música: El Maestro debe motivar,
esclarecer, convencer, conmover, enseñar a buscar el sentido de lo que
se aprende, llegando al corazón de las palabras. Esta reflexión sobre el
Maestro lo encontramos en el libro IV de una de las obras de san Agus-
tín La doctrina cristiana5.
San Agustín recoge y amplia el pensamiento de Epicteto cuando
habla del hombre interior. Perrenoud parece parafrasear a San Agustín
cuando insiste que para individualizar la educación lo primero que de-
bemos hacer es situarnos en el “punto de vista del alumno” e “imaginar
una escuela organizada de tal modo, que cada alumno se le coloque lo
más frecuentemente posible, en una situación de aprendizaje fecundo
Podría hacerse una conexión entre este libro y el trabajo como poder de “info-
4
mar” y “transformar”.
5
En la edición portuguesa de la Ed. Paulus, A doutrina cristã, São Paulo 2002,
p. 210.
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 197
6
en. Ps. 51, 10.
198 Agustín Alcalde
profesores son como cocineros que elaboran alimentos para una platea sin apetito”
(Cury, 2002:27).
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 199
“Delicatus ille est adhuc cui patria dulcis est; fortis autem iam, cui
omne solum patria est; perfectus vero, cui mundus totus exsilium est.
Ille mundo amorem fixit, iste sparsit, hic exstinxit” (Hugo de São Vitor,
2001:167) 8.
8
“Es todavía delicado o flojo aquel para quien la patria es dulce; es ya más fuerte
aquel para quien cualquier tierra es la patria: mas en verdad es perfecto aquel para
quien el mundo entero es un exilio. El primero fijó su amor en el mundo, el segundo
lo extendió, el tercero lo extinguió”.
200 Agustín Alcalde
9
Citado en López Quintás, 2003:84.
202 Agustín Alcalde
10
Preponderancia dada a la Filología, amor a la Palabra, como lugar donde se
sienta, asienta, apoya, descansa, reina, la Sabiduría.
204 Agustín Alcalde
“No poseemos las llaves que abrirán las puertas de un futuro mejor. No
conocemos el camino trazado. “El camino se hace al andar” (Antonio
Machado). Podemos, sin embargo, hacer explícitas nuestras finalidades:
la busca de la hominización en la humanización, por el acceso ala ciu-
dadanía terrena” (Morin, 2002:115).
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 205
“Unus fons est et multi rivuli, quid anfractus fluminum sequeris? Tene
fontem et totum habes” (Hugo de São Vitor, 2001:153) 12.
Anoto aquí e insinúo con esta cita algo que todos ustedes ya saben,
la importancia de la metacognición en el proceso de aprendizaje. ¿Se
habla por primera vez de ella en los años 1970 que es cuando surge este
concepto o término? Me atrevo a traer a su consideración una aclaración
del mismo que aunque no tiene una definición unívoca podría resumirse
así: Metacognición se refiere al conocimiento del propio conocimiento,
a la evaluación, a la regulación y organización del propio conocimiento.
Capacidad de evaluar una tarea y hacer correcciones controlando la
actividad cognitiva (Ribeiro, 2003).
Y me pregunto: ¿no está hablando Hugo de conocer y/o saber lo
que leemos, organizar la lectura y evaluarla? Lectura que en su tiempo,
precisamente porque estaba comenzando a ser personal y privada, era
tan revolucionaria como hoy día lo es nuestro nuevo lenguaje digital?
Se comenzaba a leer sin pronunciar. Y todavía más: ¿no está haciendo
referencia a un conocimiento imprescindible en la pesquisa y la inves-
tigación y que, por otra parte, fue el origen de la universidad y siempre
debía ser, aunque en sus inicios, una tarea o destreza propia de la escue-
la? Está posibilitando el “pensamiento complejo” aquel que cuestiona el
propio método de investigación y el proceso de conocimiento, cuestiona
de forma crítica no sólo el resultado sino también el camino, el modo,
el procedimiento para llegar a ese resultado. Ayuda así a los alumnos a
que sepan que saben.
¿No está, por tanto, Hugo de San Víctor presentando a sus alumnos
(recuerden que él nunca escribió para los profesores) de una forma inusi-
tada para su tiempo un nuevo modo de afrontar el aprendizaje que era el
libro y, por tanto, animando a la lectura y a aproximarse a la Sabiduría,
tarea tan apreciada durante toda su vida por san Agustín?
Otros planteamientos de futuro. Cuando en nuestro lenguaje peda-
gógico hablamos de aprender a aprender después que la UNESCO nos
recordó que la “Educación encierra un tesoro” (Delors, 1996:98) estamos
retomando las ideas de Hugo de San Víctor, lo mismo que cuando se
habla de “aprender a hacer” ya que fue él el primero que modificó los
contenidos del aprendizaje del clásico trivium y quadrivium al colocar
las ciencias mecánicas –el trabajo del hombre– como un saber aparte
dentro de la reflexión filosófica. En su planteamiento la tecnología ad-
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 211
Una presentación de una clase o día de aula del Maestro Hugo po-
dría tener, más bien, este perfil:
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 213
Bibliografía
Aa. Vv. (2005). I Jornada Agustiniana de Educación: “El lugar de la educación.
Una aproximación desde san Agustín”. Buenos Aires-Madrid. Religión y
Cultura.
Alves, R. (1999). Entre a ciência e a sapiência. São Paulo. Loyola.
Carrol, L. (1985). Alice’s Adventures in Wonderland. London. Penguin Books.
Cury, A. (2002). O Mestre do Amor. São Paulo. Academia da Inteligência.
Fernández, A. (2001). Os idiomas do Aprendente. Porto Alegre. Artmed.
Hugo de São Vitor (1991). Principios fundamentais da Pedagogia. São Paulo.
Salesiana.
Hugo de São Vitor (2001). Didascálicon – Da arte de ler. Petrópolis. RJ: Vozes.
Jiménez, J. D. (2005). “Sobre la pedagogía de la religión cristiana”. I Jornada
Agustiniana de Educación: “El lugar de la educación. Una aproximación desde
san Agustín”. Buenos Aires-Madrid. Religión y Cultura.
López Quintás, A. (2003). La Cultura y el sentido de la Vida. Madrid. Rialp.
Morin, E. (2002). Os sete saberes necessários à educação do futuro. São Paulo.
Cortez-UNESCO, 5a ed.
Mounier, E. (1990). Obras completas, vol. III. Salamanca. Sígueme.
Perrenoud, Ph. (2000). Pedagogía diferenciada. Das intenções à ação. Porto
Alegre. Artmed.
Illich, I. (2002). El viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al “Di-
dascálicon” de Hugo de san Víctor. México. FCE.
Ribeiro C. (2003). “Metacognição: Um Apoio ao Processo de Aprendizagem”:
Psicologia: Reflexão e Crítica, 16(1), 109-116.
Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro (Informe de la UNESCO de
la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI). Madrid.
Santillana-UNESCO.
La misión educativa. Formación, Reflexividad y transformación 215
1
Abundante bibliografía y puntuales reflexiones en Torres Queiruga, 2005:11-29;
Langa, 2006a:47.
2
El fin propio del diálogo interreligioso es la conversión común de todos al
mismo Dios, el Dios de Jesucristo, que interpela a los unos por medio de los otros.
Recíproca llamada ésta que es, sin duda, evangelización mutua, que construye entre
los miembros de las diversas tradiciones religiosas la comunión universal, signo de
la llegada del Reino de Dios. Para Pablo VI y su Ecclesiam suam, De la Hera Buedo,
2001:171-98; Pontifico Consejo para el Diálogo Interreligioso-Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, 1991:11; Fe y Secularidad, 1994: 107-111.
218 Pedro Langa Aguilar
1. Exigencias
Es natural que son muchas, y que aquí diga sólo algunas. El pluralismo
religioso, por de pronto, pide análisis capaces de reconfigurar la enverga-
dura interreligiosa de las Iglesias. Muchos de sus conflictos tuvieron gé-
nesis y desarrollo europeos, por más que ahora sus ramificaciones sean
planetarias, y el ecumenismo, se quiera o no, está llamado a procurar
que Europa, esa vieja tierra pródiga en divisiones eclesiales profundas,
aspire a la pacífica convivencia de pueblos y culturas por el orbe entero
(Poupard, 1991; Willebrands, 1995; Negro, 2004; Langa, 2002).
De ahora en adelante la reflexión ecuménica no podrá limitarse al
significado de la compresencia de una pluralidad confesional cristiana
en un marco geográfico determinado: de hecho, se hace ya perentoria
la pregunta de cómo compaginar el divino designio salvador y la co-
existencia plurirreligiosa. Porque ni siquiera un discurso así podrá en el
futuro reducirse, ya digo, a las realidades de la vieja Europa. La compo-
nente asiática de las religiones viene pisando fuerte, y puede que dentro
de unos años lo acuse tanto, si no más, la cultura latinoamericana, pues
si los papas posconciliares no han cesado de repetir que Latinoamérica
es la esperanza de la Iglesia, es de temer que tampoco aquellas tierras
suramericanas se libren del fenómeno en cuestión.
No todo el planeta tierra, claro es, profesa el mismo credo, y las
estadísticas entre católicos y otros cristianos, o entre cristianos y mu-
sulmanes, hindúes, budistas, hebreos y demás credos se encargan de
probarlo (Barret, 1982:12-14; Arinze, 1997:725; Qualizza, 1997:225).
Religiones, por otra parte, que durante siglos han sido un modo de vivir
para millones de seres humanos que de ellas han aprendido a orar y a
el Boom del pluralismo religioso 219
2. Diálogo interreligioso
Su necesidad dimana del mismo pluralismo religioso, el cual, por lo
demás, tampoco tendría sentido sin ingrediente dialógico, así que la
relación es mutua. De ahí que dialogar entre religiones no afecte sólo a
Iglesias y comunidades cristianas, obligadas de suyo a lo dialógico, sino
también al movimiento ecuménico como tal. Desunidas pero empujadas
por la gracia de la unidad donada por el Espíritu Santo en los siglos XX-
se desarrolló una visión negativa sea del judeocristianismo, sea del he-
braísmo, con tendencias antijudaicas relevantes en el modo de enjuiciar
y tratar a la religión judía.
Cierto que los veintiún siglos de historia y teología no soportan un
juicio global positivo sobre la actitud de la Iglesia con el hebraísmo, por
mucho que se distinga el Israel de la Biblia del hebraísmo que luego se
impuso (Borowitz, 1990:195-206; Aa. Vv., 1993; Kuschel, 19966), pero
la Nostra aetate clarificó las cosas. Destacan las últimas décadas por el
buen hacer de la Comisión para las relaciones religiosas con los judíos
(Kasper, 2004:94-114)7, y la visita de Juan Pablo II y Benedicto XVI a
las sinagogas de Roma y Colonia respectivamente8. Los otros credos van
despacio, y el Islam más por la carga fundamentalista y la ausencia de
reciprocidad. Porque la Dignitatis humanae contempla un entendimiento
dialógico, sí, pero, como Benedicto XVI dijo al nuevo embajador de Ma-
rruecos ante la Santa Sede, a condición de un recíproco respeto9.
6
Por cierto, san Agustín no nació en Hipona, como Kuschel escribe (p. 176),
sino en Tagaste, un error, entre otros, del autor tratando, sin apenas bibliografía, de
Agustín y los judíos (Kuschel, 1996:177-184).
7
La Comisión para las relaciones religiosas con el hebraísmo fue instituida
por Pablo VI el 22.X.1974 como organismo distinto, aunque ligado al PCPUC. Su
finalidad es la de promover y estimular las relaciones religiosas entre los hebreos y
los católicos, con la eventual colaboración de otros cristianos. Entiende desarrollar
tal colaboración por una realización eficaz y justa de las orientaciones dadas por el
Vaticano II en Nostra aetate, 4.
8
Benedicto XVI hace votos por el diálogo y colaboración entre cristianos y judíos
(Roma, 21.IV.05: ACI): En un mensaje al rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, el
Papa Benedicto XVI le decía: “Al anunciarle mi elección y la inauguración solemne de
mi pontificado el domingo 24 de abril, confío en la ayuda del Altísimo para continuar
el diálogo y reforzar la cooperación con los hijos y las hijas del pueblo hebreo”.
9
Discurso del Papa Benedicto XVI al señor Alí Achour, nuevo Embajador de
Marruecos ante la Santa Sede (20.II.2006): “La Iglesia católica, en el contexto inter-
nacional en que vivimos actualmente, está convencida de que, para favorecer la paz
y la comprensión entre los pueblos y entre los hombres, es necesario y urgente que se
respeten las religiones y sus símbolos, y que los creyentes no sean objeto de provoca-
ciones que ofenden su práctica y sus sentimientos religiosos (…) Para los creyentes,
como para todos los hombres de buena voluntad, el único camino que puede conducir
a la paz y a la fraternidad es el respeto de las convicciones y de las prácticas religiosas
ajenas, para que se garantice realmente de manera recíproca a cada uno en todas las
sociedades la práctica de la religión libremente elegida” [www.vatican.va].
226 Pedro Langa Aguilar
estoico Musonio, que vivieron según las normas del Logos (Apol . I, 46, 2-3: BAC
116, 232-33). Con buen soporte bibliográfico: Pozo, 1999:571-575.
el Boom del pluralismo religioso 227
11
El secretario de Bea es elocuente: “Oltre che lavorare e lottare per Nostra aeta-
te, il Cardinale per essa soffrí anche ingiurie e dileggio. Fu ripetutamente attaccato in
varie pubblicazioni, fu definito massone, nemico della Chiesa, eretico, lo si accusò di
aver ingannato papa Giovanni XXIII e di aver ordito un complotto contro la Chiesa”
(612, cf. not. 177).
12
NA, 2: C. Vaticano II, Constituciones. Decretos. Declaraciones. Legislación
posconciliar. Introducciones históricas y esquemas (BAC 252, Madrid 51967) 830.
Cf. LG 6 (sobre no cristianos).
13
El Secretariado para los no Cristianos (Secretariatus pro non Christianis) fue
instituido por Pablo VI el 19.V.1964 con el fin de promover adecuados estudios y fa-
vorecer amistosas relaciones de la Iglesia católica con los seguidores de las religiones
no cristianas. Por aspectos doctrinales y prácticos, tiene que ver con la Nostra aetate.
La Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la Curia Romana de Juan Pablo II, del
28.VI.1988, cambió su denominación en PCDI (Pontificium Consilium pro Dialogo
inter Religiones).
228 Pedro Langa Aguilar
16
“Hay que mirar atrás, comprender toda la acción del Espíritu Santo aún antes
de Cristo: desde el principio, en todo el mundo y, especialmente, en la economía de
la Antigua Alianza. En efecto, esta acción en todo lugar y tiempo, más aún, en cada
hombre, se ha desarrollado según el plan eterno de salvación, por el cual está íntima-
mente unida al misterio de la Encarnación y de la Redención, que a su vez ejerció su
influjo en los creyentes en Cristo que había de venir” (n.º 53).
17
Vid. RM n. 28-29 (Dhavamony, 2002:145-160).
18
“El diálogo […] es una actividad con motivaciones, exigencias y dignidad
propias […] se funda en la esperanza y la caridad, y dará frutos en el Espíritu. Las
otras religiones constituyen un desafío positivo para la Iglesia de hoy; en efecto, la
estimulan tanto a descubrir y a conocer los signos de la presencia de Cristo y de la
acción del Espíritu, como a profundizar la propia identidad y a testimoniar la integri-
dad de la Revelación, de la que es depositaria para el bien de todos. De aquí deriva el
espíritu que debe animar este diálogo en el ámbito de la misión. El interlocutor debe
ser coherente con las propias tradiciones y convicciones religiosas y abierto para
comprender las del otro, sin disimular o cerrarse, sino con una actitud de verdad,
humildad y lealtad, sabiendo que el diálogo puede enriquecer a cada uno” (n.º 56).
19
Publicado conjuntamente por el PCDI y por la Congregación para la evangeli-
zación de los pueblos. Vid. explicado este documento en Cereti, 1998:108s. Asimismo,
Dhavamony, 2002:17; Pluralismo religioso y la misión de la Iglesia en el Magisterio
reciente. “Diálogo y anuncio”, 281-89 [donde el autor comenta el discurso Diálogo y
anuncio, de Juan Pablo II a los obispos hindúes].
20
Vid. la nota 3.
230 Pedro Langa Aguilar
23
De aquí la novedad en la línea hasta entonces del CEI. Por eso, este de Zürich
es acaso uno de los documentos más avanzados sobre el diálogo interreligioso.
24
Uniendo a él también, no obstante, la competencia del Secretariado para los no
creyentes. Ambos para el diálogo y separados de los organismos destinados a la misión.
25
Según este teólogo protestante indio, “no hay diálogo entre religiones, sino diá-
logo entre gentes que viven y experimentan sus credos; este diálogo es mucho más que
una ‘actividad del lenguaje’ ya que envuelve una relación vital y de actividad conjunta
[…] implica integridad y respeto hacia cada uno de los credos” (Bosch, 2004:827).
232 Pedro Langa Aguilar
5. Conclusiones teológicas
Resuelto en el Vaticano II el problema de la salvación de los no cristia-
nos y afrontado en la actualidad como compromiso de todo creyente en
corresponder a la llamada de Dios con la práctica de la propia religión,
la Iglesia católica vuelve a este argumento con Diálogo y Anuncio:
“De este misterio de unidad deriva el hecho de que todos los hombres
y mujeres que son salvados participan, aunque de modo diferente, en
el misterio de la salvación en Jesucristo por medio de su Espíritu. Los
cristianos son conscientes de ello gracias a su fe, mientras que los demás
desconocen que Jesucristo es la fuente de su salvación. El misterio de
la salvación los toca por vías que sólo Dios conoce, mediante la acción
invisible del Espíritu de Cristo. A través de la práctica de lo que es bueno
en sus propias tradiciones religiosas, y siguiendo los dictámenes de su
conciencia, los miembros de las otras religiones responden positivamente
27
El lema de la IX Asamblea general del CEI en Porto Alegre fue: “Dios, en tu
gracia, transforma el mundo”. Y Kasper tituló su intervención: “Católicos: el diálogo
como camino” (Speicher, 2005; Kobia, 2006).
234 Pedro Langa Aguilar
Las preguntas sobre Cristo se agolpan: ¿Quién es? ¿Salvador de los cristianos
36
únicamente o también de todos los hombres? Las otras religiones ¿son vías de salva-
ción o sólo vías de (parcial) conocimiento? El Dios de Jesucristo ¿salva también fuera
e independientemente de Cristo? Aquello que dice Pedro ante el Sanedrín: en ningún
otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo ningún otro nombre..., etc (Hech 4, 12),
¿es una afirmación que suscribimos y repetimos o que, por el contrario, secretamente
removemos? He aquí el problema crucial.
el Boom del pluralismo religioso 237
Tras aludir a lo bueno que sería exponer la posición de Nicolás de Cusa (1401-
37
1464) en su De pace fidei, compuesta en 1453, año en que los musulmanes habían
conquistado Constantinopla [Cusa aboga por una actitud tolerante y pacífica en
referencia a las otras religiones), Ricca explana largo (pp. 52s) la parábola teatral de
Gotthold Ephraïm Lessing (1729-1781), acaso el mayor representante del iluminismo
alemán, titulado Nathan el sabio [se trata de la parábola del anillo verdadero y los
otros dos anillos falsos, pero externamente idénticos al verdadero].
el Boom del pluralismo religioso 239
38
El autor ilustra esto con un par de ejemplos relativos a la relación entre el cris-
tianismo y las religiones orientales.
240 Pedro Langa Aguilar
Fue lema del Octavario de 2003: “Este tesoro lo llevamos en vasijas de ba-
39
rro” (2 Cor 4, 7]. Hermosa síntesis la de Juan Pablo II en la audiencia del miércoles
22.I.2003: “La Semana de Oración por la Unión de los Cristianos nos invita a implorar
con una sola voz y un solo corazón el don precioso de la unidad, que Jesús mismo
pidió ardientemente para sus discípulos. La unidad expresa la fidelidad al Evangelio y
es un medio para que todo el mundo crea que Cristo es el enviado del Padre. Al ser un
tesoro guardado en vasos de barro, es necesario cultivar el amor entre los cristianos,
no obstante las divergencias, y esforzarse en superar las barreras con la oración, el
diálogo y la cooperación en favor de los más necesitados. Todo ello, alimentado por la
perseverancia en el compromiso ecuménico y la esperanza firme de llegar a la plena
comunión, según el gran deseo del Maestro: “que todos sean uno” (Juan 7, 20)” (C.
Vaticano: 22-I.2003: Zenit) (García Hernando, 2003:26-31).
40
AG 9.
41
El diálogo interreligioso ha permitido a la Iglesia compartir con otros los va-
lores evangélicos (cf. DA 54).
42
Fitzgerald, 1998:129-142; Pozo, 1999: 3 y 577.
el Boom del pluralismo religioso 241
bles entonces, pese a todo, de ser acogidas por sus discípulos, y que sería
el Espíritu Santo a hacerles acceder gradualmente a la verdad total (cf.
Jn 16, 12-13). Nadie puede excluir que este gradual acceso a la verdad,
comprendido el conocimiento del misterio de Dios, pueda ocurrir por el
encuentro con otras religiones (Cereti, 1998:127).
También es posible conocer el patrimonio de la revelación gracias
a las aportaciones, purificaciones, estímulos de las grandes religiones
mundiales a la comunidad cristiana. Porque, reconocida en ellas la obra
del Espíritu, quien viene en ayuda de cada uno para huir del egoísmo
y vivir así más a fondo la experiencia del amor de Dios y de los otros,
es que entonces también las religiones contribuyen al crecimiento del
Reino y manifiestan con ello la dimensión más profunda del misterio de
Dios hecho hombre.
Dice la Evangelii nuntiandi que “nunca habrá evangelización posi-
ble sin la acción del Espíritu Santo”43, pues él estimula al anuncio del
Evangelio y hace acoger y comprender la palabra salvadora44. Acciones
una y otra que estuvieron presentes ya en Pentecostés: por impulso del
Espíritu Santo los apóstoles salen a proclamar las maravillas de Dios
(mirabilia Dei) cumplidas en Jesucristo para beneficio del género hu-
mano, de suerte que por su don consiguen todos escuchar esta palabra,
pese a la variedad de los orígenes. El Espíritu Santo es activo en el dar
y en el recibir, en formular la palabra y en recibirla45.
Diálogo y Anuncio añade, por otra parte, que el Espíritu Santo guía
e inspira la misión evangelizadora de la Iglesia y, por tanto, también
el diálogo, y que gracias a él la Iglesia ha cambiado de actitud hacia
las otras religiones comprometiéndose más en el interreligioso. Los
embarcados en este diálogo de salvación, pues, cristianos o no, “están
llamados a colaborar con el Espíritu del Señor resucitado, Espíritu que
está presente y actúa en todas partes”46. Y desde el principio del mundo
43
EN 75
44
Dos verbos de profundo contenido agustiniano (Langa, 1990:691-721;
1997a:377-394; 1977b:69-89).
45
De esto trata muy bien DA, 84 (Stubenrauch, 2001:175-223).
46
DA 40; 84.
242 Pedro Langa Aguilar
58
“Preservemos la paz que Dios nos ha dado”, escribieron los representantes del
cristianismo, judaísmo, Islam, budismo y sintoísmo, subrayando la necesidad de que
“la religión siga siendo el fundamento verdadero y sólido de la paz y del diálogo entre
las civilizaciones” y que “nunca se utilice como fuente de división y de conflicto”.
Reunidos en Moscú del 3 al 5 de julio, unos días después lo hacía en San Petersbur-
go el G8. Vid. Los líderes mundiales religiosos escriben al G8 (VIS: C. Vaticano,
18.VII.2006).
59
Al respecto hay párrafos admirables en DA, 44 y 80. Sabido es que Su San-
tidad Bartolomé I, patriarca de Constantinopla, mantiene desde hace un tiempo su
encomiable campaña en pro de la ecología, secundada por Iglesias y religiones. Juan
Pablo II compartió su actitud. Y Benedicto XVI con motivo del VI Simposio sobre
el Ambiente (13-20.VII.2006), dentro del proyecto “Religión, Ciencia y Ambiente”,
cuyo tema fue: “El río Amazonas: fuente de vida”. Un navío recorrió el curso del
Amazonas: vid. Catequesis sobre creación para salvaguardar ambiente (VIS: C.
Vaticano, 20.VII.2006).
60
Vid. LG 1; DA 80.
61
DA 24.
el Boom del pluralismo religioso 245
Bibliografía
Aa. Vv. (1993). “Roma, más cerca de Jerusalén. El Ecumenismo no tiene marcha
atrás”: Vida Nueva, octubre.
Aa. Vv. (1995). “Los diferentes rostros de Dios”: Concilium, 258, 183-355.
Accattoli, L. (1997). Quando il Papa chiede perdono. Tutti i mea culpa di Giovanni
Paolo II. Milano. Mondadori.
Aland, B. (1992). “Marcione –Marcionismo”: Diccionario Patrístico y de la Anti-
güedad Cristiana, II. Salamanca. Sígueme, pp. 2095-2098.
Arinze, F. Card. (1997). “Le religioni nel mondo. Una sfida alla teologia”: Ras-
segna di Teologia, 38, 725-734.
Barrett, D. (1982). World Christian Encyclopedia. Nairobi. Oxford U. P.
Blázquez, N. (2002). Los pecados de la Iglesia. Sin ajuste de cuentas. Madrid. San
Pablo.
Borowitz, E. B. (1990). “La Torá escrita y oral y los derechos humanos. Funda-
mentos y fallos”: Concilium, 228, 195-206
Bosch, J. (2004). Samartha, Stanley J.: Bosch, J., Diccionario de teólogos/as con-
temporáneos. Burgos. Monte Carmelo, pp. 826-829.
Bürkle, H. (1993). “Dialogo interreligioso”: Waldenfels, H. (ed.), Nuovo Di-
zionario delle Religioni. Cinisello Bálsamo. San Paolo.
Cereti, G. (1998). “Orientamenti del CEC e degli organismi ecumenici della
Chiesa cattolica”: Aa. Vv., Le chiese cristiane e le altre religioni: quale dialogo?
Atti della XXXIV sessione di formazione ecumenica. La Mendola, 26 luglio-
2 agosto 1997. A cura del SAE [Coll. Percorsi ecumenici]. Milano. Àncora,
pp. 88-128.
Congar, Y. (2002). Mon journal du Concile, vols. I-II. Paris. Cerf.
D’Costa, G. (ed.) (2000). La unicidad cristiana reconsiderada. El mito de una
teología de las religiones pluralista. Bilbao. DDB.
Daniélou, J. (2002). Mensaje evangélico y cultura helenística. Siglos II y III. Ma-
drid. Cristiandad.
De la Hera Buedo, E. (2001). Pablo VI al encuentro de las grandes religiones.
Bilbao. DDB.
De Salas, J. (1991). “¿Hacia una ética ecuménica?”: ABC Cultural, N. 4 (29.
XI.1991), 17.
246 Pedro Langa Aguilar
Ricca, P. (1998). “Il dialogo interreligioso: perché? con chi? (II)”: Aa. Vv., Le
chiese cristiane e le altre religioni: quale dialogo? Atti della XXXIV sessione
di formazione ecumenica. La Mendola, 26 luglio-2 agosto 1997. A cura del
SAE [Coll. Percorsi ecumenici]. Milano. Àncora, pp. 46-64.
Ries, J. (1992). I cristiani e le religioni. Brescia. Jaca Book.
Schmidt, St. (1987). Agostino Bea il cardinale dell’unità. Roma. Città Nuova.
Sesboüé, B. (2006). Fuera de la Iglesia no hay salvación. Historia de una fórmula
y problemas de su interpretación. Bilbao. Ediciones Mensajero.
Speicher, S. (coord.) (2005). De Harare a Porto Alegre 1998-2006. Informe
ilustrado sobre la vida del Consejo Mundial de Iglesias. Ginebra. CMI.
Stubenrauch, B. (2001). Dogma dialógico. El diálogo interreligioso como tarea
cristiana. Bilbao. DDB.
Torres Queiruga, A. (2005). Diálogo de las religiones y autocomprensión cristia-
na. Santander. Sal Terrae.
Tracy, D. (1992). “¿Más allá del relativismo y del fundamentalismo? La herme-
néutica y el nuevo ecumenismo”: Concilium, 240, 343-53.
Vischer, L. (1988). “Preparativos ecuménicos para una asamblea mundial de la
paz”: Concilium, 215, 15-26.
Waardenburg, J. (2001). Significados religiosos. Introducción sistemática a la
ciencia de las religiones. Bilbao. DDB.
Waldenfels, H. (1995). Il fenomeno del cristianesimo. Una religione mondiale nel
mondo delle religioni. Brescia. Queriniana.
Willebrands, Card. J. (1995). Una sfida ecumenica. La nuova Europa [Koino-
nia. Dialogo ecumenico e interreligioso]. Verucchio. Pazzini Editore.
Carta Democrática de Tucumán
Preámbulo
Los ciudadanos y agrupaciones políticas y sociales que suscriben
esta Carta Democrática de Tucumán, acuerdan:
Respetar incondicionalmente la eminente dignidad de la persona
humana, respetando el valor santo de la vida y los derechos huma-
nos que emanan de ella; fuente y fin de todo ordenamiento jurídico
y político democrático.
Comprometerse inclaudicablemente en observar y tener una con-
ducta política regida por la triple ética de la pasión por la verdad,
del compromiso en la procura del Bien Común y de la responsa-
bilidad infinita por los pobres.
Bregar por la constitución de un Estado Social de Derecho, que
arraigue en un Humanismo Integral y Solidario, convergiendo
ambos en una concepción de la Democracia Participativa; carac-
terizada por ser personalista, comunitaria y pluralista.
Garantizar la convivencia democrática en Tucumán; amparada
en el sometimiento al orden jurídico –constitucional y legal–,
reformado para adecuarlo a las exigencias de un consenso de las
fuerzas políticas provinciales, que puedan dar un debate público y
254 Foro Plural por la democracia
Principios
1. Principio de la dignidad de la persona humana y de sus derechos
fundamentales
Todo ordenamiento jurídico y político ha de partir del reconocimiento
del valor santo de la vida humana y de la dignidad del ser humano enten-
dido como persona humana; y respetar, concomitantemente, los derechos
fundamentales inherentes a ella.
secular que tengamos de ella–, visión que contrasta tanto con ideolo-
gías políticas individualistas, cuanto con las totalitarias, que tienden a
absorber la sociedad civil en la esfera del Estado. Sólo el principio de
subsidiariedad salvaguarda la dignidad de las personas, y preserva a los
pueblos de ser absorbidos y neutralizados por totalitarismos anárquicos
e individualistas; u oprimidos por totalitarismos colectivistas.
*
Las obras de san Agustín son citadas según se indica en el apartado Abreviatu-
ras de las obras de san Agustín, que se encuentra al final de la revista (ver Índice).
El tú eterno
dios en la filosofía de Martín Buber
Martín Grassi
Universidad Católica Argentina
Buenos Aires
2
Sería muy interesante estudiar la profunda afinidad entre Martin Buber y Ga-
briel Marcel, en cuya filosofía es central la noción de disponibilidad. Para un acerca-
miento a esta convergencia filosófica (cf. Marcel, 1967). Citaré este texto, sirviéndome
de la explicación de Marcel con respecto a Buber.
270 Martín Grassi
2. El Tú Eterno
El hombre siempre ha hablado de algo llamado Dios; un hombre sin
referencia a aquél ser nos resulta impensable, ya sea para negarlo o
3
Punto C: “Análisis de las características y posibilidades del diálogo Yo-Tú en
el planteo antropológico de Martín Buber”.
El Tú eterno. Dios en la filosofía de Martín Buber 271
“Hasta el contacto más íntimo con otro queda cubierto por una aparien-
cia si el otro no ha llegado a ser Tú para mí. Sólo la primera relación,
aquella que establece la contigüidad esencial entre un ser existente y
yo, me conduce por ello no a un aspecto de ese ser, sino a ese ser mis-
mo. Sin duda, me conduce sólo al encuentro existencial con él; no me
coloca en la posición de concebirlo objetivamente en su ser. En cuanto
se establece una concepción objetiva, se nos da sólo un aspecto. Pero
solamente en la relación Yo-Tú podemos encontrar a Dios, pues en ab-
soluto contraste con todos los seres existentes, ningún aspecto objetivo
de Él puede alcanzarse” (Buber, 1970:112).
272 Martín Grassi
4
“Por su naturaleza, el Tú eterno es enteramente Tú”.
274 Martín Grassi
Cada vez que pronunciamos Tú, de alguna forma, nos estamos di-
rigiendo en última instancia a Dios. El modo de relación Yo-Tú, al cual
aspiramos por naturaleza, es decir que es innato, se realiza en el encuen-
tro con los seres, pero en diverso grado. Si bien todas realizan este Tú,
ninguna de ellas lo realiza plenamente, absolutamente, puesto que las
cosas mismas no son enteramente Tú. Justamente por esta ambigüedad
de los seres, ese anhelo de Tú no se encuentra satisfecho en ninguno de
ellos, y de hecho, todos están condenados a transformarse en Ello en
algún momento (quizá más de lo que deseáramos). En cambio, el Tú que
es plenamente Tú no puede ser convertido en Ello, y por tanto, plenifica
y actualiza totalmente la relación Yo-Tú por la cual adquiere sentido la
humana esencia.
“En cada una de estas esferas [de relación del hombre, es decir, con la
naturaleza, con los hombres y con las formas inteligibles], a través de
todo proceso de llegar a ser, cuya presencia sentimos, tendemos la mi-
rada a la franja del Tú eterno; en cada una advertimos un soplo desde el
Tú eterno; en cada Tú nos dirigimos al Tú eterno.
Todas estas esferas están incluidas en el Tú eterno, pero él no está
incluido en ninguna” (Buber, 1967:109).
“Todos los seres existentes frente a mí, que llegan a ser incluidos en
mi ser personal, son poseídos por él en esta inclusión como un Eso.
Sólo cuando, después de reconocer la inapreciable diferencia de un ser,
renuncio a toda pretensión de incorporarlo en alguna forma dentro de
mí, o de hacerlo parte de mi alma, sólo entonces llega verdaderamente
a ser par mí un Tú. Esto se aplica tanto a Dios como a los hombres”
(Buber, 1970:83).
Él. No podemos hablar de Dios, sino que sólo podemos hablar a Dios:
ésta es la cuestión. Hablar de Dios sería dirigirse a él como un producto
de una cierta inferencia operada desde otros seres, ya sean los de la na-
turaleza, los hombres, o cualquier otro. Debemos prestar atención que
en este texto, Buber alude a las tres pruebas clásicas de la existencia de
Dios: la cosmológica, la moral y la ontológica. Buber las niega a todas
ellas y las rechaza. En efecto, Dios no puede inferirse de un dato diferen-
te a sí mismo, puesto que Él es lo Absoluto lo que está más allá de todo
dato y escapa a todo tipo de análisis que se lleve a cabo desde fuera de
él mismo (aún cuando se trate del argumento ontológico, puesto que la
idea de Dios es externa y diferente de Él mismo). Al contrario, Dios es
el Ser más inmediato, más cercano y más presente a nosotros mismos.
Nos encontramos aquí en una posición cercana al agustinismo, para el
cual Dios es más presente a mí mismo que yo mismo. Si prestamos una
especial atención a las tres características que Buber mencionó respecto
a Dios frente al hombre (inmediatez, presencia y cercanía) podemos ver
que las tres hacen alusión a ese carácter intransferible del Ser divino, es
decir, de la imposibilidad de cualquier medio que nos lo muestre.
Ya antes habíamos afirmado que al pronunciar Tú a cualquier ser,
nos estábamos refiriendo en última instancia a Dios mismo. ¿Acaso
Buber no se contradice cuando recién dijo que no podía Dios inferirse
de ningún modo de ningún ser distinto a él? Todo lo contrario: afirma,
de hecho, aún más su propia tesis. Cuando el hombre pronuncia Tú se
dirige a Dios, por más que lo dirija a un ser creado, y por tanto, primero
dice el Tú eterno para luego pronunciarlo de lo finito. Así, podemos
decir Tú gracias a la presencia de Dios, es decir, lo más inmediato al
pronunciar Tú no es la cosa a la cual lo dirigimos, sino Dios mismo. En
efecto, podemos entrar en relación con las cosas, porque las mismas co-
sas tienen un hálito divino, o mejor, porque toda relación está incluida en
Dios mismo. Claro que el problema es que Dios mismo no está incluido
en ninguna de ellas (como ya había afirmado Buber), y por tanto no es
posible el camino inverso.
El hombre, si bien puede –y qué gran honor y gloria es ese mismo
poder– dirigirse a Dios, hablarle, comunicarse con Él tête-à–tête, vis-
à–vis, sin embargo no puede expresar nada sobre Él. Es la diferencia
278 Martín Grassi
“En lugar de incluir a Dios como un tema entre otros temas, esto es,
como el tema más elevado de todos, su filosofía se vería forzada, tanto
en todo como en parte, a apuntar hacia Dios, sin tratar realmente con él.
Esto significa que el filósofo estaría obligado a reconocer y admitir el
hecho de que su idea de lo Absoluto se disuelve al llegar al punto en el
cual lo Absoluto vive, que se disuelve en el punto en el cual lo Absoluto
es amado; porque en ese punto lo Absoluto ya no es lo Absoluto sobre
lo cual se puede filosofar, sino Dios” (Buber, 1970:47).
4. Teología de la invocación
Deus absconditus, Dios mío, escondido, ignoto... ¿cómo he de llamarte
si acaso no puedo conocerte? ¿A quién digo Tú cuando te llamo, Se-
ñor? ¿Dónde he de encontrarte si escapas a cualquier búsqueda? Aquí
estoy, esperándote, y esa misma espera está llena de sentido, espera en
el Amado y el Él ya está en la misma espera. No es, ciertamente, en el
conocimiento científico donde clamaré Tú, sino en el seno de mi amor.
Así, es el mismo Pascal quien se encuentra nuevamente en el fondo de
la cuestión: “El corazón siente a Dios, no la razón. En esto consiste la fe:
Dios sensible al corazón, no a la razón” (Pascal, 1971:n° 278)7.
Pero ¿acaso significa entonces que en el amor a Dios debo dejar al
mundo, huir de él para llegar a la intimidad mística? Justamente esta pre-
gunta es la que ocupará el lugar central del presente capítulo. En efecto,
Buber gasta mucha tinta en la aclaración sobre este aspecto, pues de
hecho, también aquí se juega una capital cuestión: de qué modo llego a
amar a Dios, puesto que se encuentra fuera del mundo en el que vivo.
conf. 1, 1.
6
principio, es una verdad más interior que nuestra misma interioridad” (Sciacca,
1955:190).
El Tú eterno. Dios en la filosofía de Martín Buber 285
“En tu corazón siempre sabes que necesitas de Dios por encima de toda
cosa; ¿pero, sabes también que Dios necesita de ti, en la plenitud de Su
eternidad? ¿Cómo existiría el hombre y cómo existirías tú si Dios no
tuviera necesidad de él, si no necesitara de ti? Tienes necesidad de Dios
para ser y Dios tiene necesidad de ti para realizar el pleno sentido de la
vida. Enseñanzas y poemas se esfuerzan por decirlo más largamente y
dicen de ello demasiado; ¡triste y presuntuoso palabrerío sobre un Dios
en devenir! Mas sabemos inconmoviblemente en nuestros corazones
que hay un devenir del Dios que es. El mundo no es un juego divino.
Hay un sentido divino en la vida del mundo, del hombre, de personas
humanas en la tuya y la mía” (Buber, 1967:90).
ello mismo son una forma de acción recíproca, ya que un polo no tiene
sentido sin el otro8.
“En la realidad vivida no hay unidad del ser. La realidad sólo existe en
la acción efectiva; su fuerza y su profundidad son las de la acción efecti-
va. No hay tampoco realidad interior, sino acción recíproca. La realidad
más fuerte y la más profunda existe allí donde todas las cosas entran
en la acción efectiva, sin reserva: el hombre en su totalidad y Dios, que
abarca toda cosa, el Yo unificado y el Tú ilimitado.
El Yo unificado: pues la realidad vivida (…) implica la unificación
del alma, la concentración de su fuerza, el momento decisivo para el
hombre” (Buber, 1967:97).
sagrada palabra primordial, que significa acción recíproca: pronuncian el Tú, y luego
oyen” (Buber, 1967:90).
288 Martín Grassi
“Sólo aquel que cree en el mundo puede tener verdaderamente algo que
ver con el mundo [solidaridad la llamó en otro pasaje]: y si se arriesga
a ello, no permanecerá privado de Dios. Si amamos al mundo real, que
no puede dejarse abolir, si lo amamos realmente con todo su horror, si
osamos abrazarlo con los brazos de nuestro espíritu, nuestras manos
encontrarán otras manos que las estrecharán” (Buber, 1967:102).
9
“… si a la relación absoluta (que encierra en realidad todas las relativas, porque
ella ya no es, como éstas, fragmentaria, sino total, siendo el cumplimiento de todas
y su fusión en la unidad), se la redujera a la situación de un sentimiento aislado y
limitado, se la sometería a la relatividad psicológica. Desde el punto de vista del alma,
la relación perfecta sólo puede entenderse como teniendo dos polos, como siendo la
coincidentia oppositorum, como la resolución de las antinomias del sentimiento. […]
Sí, ciertamente, en la relación pura te sentías enteramente dependiente, como no te
sentiste en ninguna otra relación, y también plenamente libre, más libre que en todo
otro lugar y momento: te sentías a la vez creatura y creador” (Buber, 1967:90).
290 Martín Grassi
procede desde afuera y contamina el mundo, sino que nace del mundo
mismo como vástago, como realización misma de él. Así, donde haya
comunicación con el Tú eterno divino, allí también habrá comunica-
ción profunda con el mundo del cual somos parte, y del cual, en forma
eminente, somos protagonistas. Sólo en esta comunidad de tres tiene su
auténtico dinamismo la libertad misma, llamada a realizarse en Dios en
la propia vocación en el mundo.
si fuese fotográfico, sino alguien que nos impulsa, alguien que cambia
radicalmente nuestra vida y le confiere un nuevo modo de ser. Esta pre-
sencia es, a la vez, una fuerza. Y esta presencia y fuerza conllevan tres
realidades consigo que es bueno delimitar. Mas vamos al texto mismo
de Buber, y evitemos repeticiones:
para salir de él. Así como uno entra en el encuentro con un simple Tú
en los labios, así con el Tú en los labios lo abandonamos y retornamos
al mundo” (Buber, 1967:119).
Este es quizá el texto central del presente trabajo, pero dada su cla-
ridad, no me detendré demasiado a analizarlo. En cambio, resaltaré la
veta sumamente existencial de la filosofía buberiana, gracias a la cual
su filosofía tiene en sí tanta vida. Si prestamos atención, la presencia
no es algo impersonal, así como tampoco nuestro estar frente a ella es
al modo de una entidad abstracta. El encuentro (sería bueno recordar
siempre esta hermosa palabra cuando hablamos de Dios, o mejor, a Dios)
es todo lo contrario, e implica en su fuero mismo la personalidad única
e irreductible de ambos seres presentes ante sí y ante el otro. Es decir, el
encuentro es, ante todo, personal y único, y como tal es interpelación,
invocación y respuesta. Y tal interpelación cobra su verdadero signifi-
cado y auténtica dimensión en la vocación irrepetible de cada uno, en la
misión propia que hemos de cumplir, en la identidad profunda de mí y
de ti. Así, el sentido de la vida no es algo universal ni necesario, al modo
de las recetas científicas, sino lo que define a cada persona en su más
inviolable intimidad, y la realización de tal sentido sólo es asequible en
los actos que tal persona lleve a cabo, sin criterio ajeno que lo legitime,
sino en la ley de su corazón, que no es ya ley sino amor.
“El encuentro del hombre con Dios no se produce para que se ocupe de
Dios, sino para que confirme que hay un sentido divino en el mundo.
Toda revelación es requerimiento y misión. Pero el hombre, vuelta a
vuelta, en vez de llevar a cabo, en lugar de la realización, una reflexión
relativa a Aquel que se revela, quiere tratar con Dios y no con el mundo.
Pero he ahí que en tal reflexión ya no se enfrenta con un Tú, y sólo pue-
El Tú eterno. Dios en la filosofía de Martín Buber 295
5. Conclusión
¿Quién es Dios para que el hombre se acuerde de Él? Podríamos hacer-
nos esta pregunta, invirtiendo los términos con que dirige Job su súplica.
Si bien la verdadera pregunta es la que formula el santo de Dios, nos
tendríamos que preguntar, también, quién es Dios para los hombres, por
qué es tan indispensable para ellos. La humanidad se dirige a Dios desde
que es humanidad, y aún los que le niegan hablan de Él. Hay algo que
no pasa desapercibido, y esto es la necesidad del hombre de buscar a su
Padre, a su origen último, la necesidad del lenguaje humano de encontrar
su culminación en el silencio de lo inefable. Dios y el hombre no son
dos elementos que puedan disociarse sin un profundo cambio en ambos
términos, sobre todo en el lado humano. Como habíamos afirmado al
principio, el tema acerca de Dios no es algo problemático, sino más bien
se trata de un misterio, algo –alguien en este caso– que implica nuestra
existencia hasta tal punto que no podemos abordarlo desde fuera, como
si fuésemos extraños a la misma pregunta.
En las páginas precedentes hemos ido analizando la postura de este
gran filósofo judío, Martin Buber, quien llega a negar la posibilidad de
la Teología Natural (al menos como se la entiende corrientemente). Pero,
entonces, ¿por qué habla de Dios, si para él hacer eso es un procedi-
miento inadecuado, por qué no mejor callar sobre aquello que no puede
hablarse? Son todas estas preguntas legítimas que podrían formularse
a Buber, pero él mismo se las formula y, de alguna manera, justifica su
reflexión acerca de Dios:
“Lo que usted quiere decir con el nombre Dios es algo muy por encima
de todo alcance y comprensión humanas, pero al hablar de él lo ha hecho
usted descender al plano de la conceptualización humana. (…) Cuando
oigo llamar Dios a lo más elevado, me parece a veces casi una blasfe-
mia. (…) Sí –dije–, es la más abrumada de cargas de todas las palabras
296 Martín Grassi
Pocos textos tan lindos como este que Buber parece gritar mientras
lo leemos. Dios no es la palabra filosófica que designa al Absoluto, al
primer principio de todo lo creado… Dios es la palabra de la súplica,
es el nombre con el cual coronamos el Tú Eterno al cual nos dirigimos
en la soledad de nuestra existencia. Dios no es un concepto, no es una
El Tú eterno. Dios en la filosofía de Martín Buber 297
“... el hombre no puede vivir sin el Ello. Pero quien sólo vive con el Ello,
no es un hombre” (Buber, 1967:40).
“Una sola relación, la que abarca toda cosa, permanece actual aun
cuando está latente. Un solo Tú tiene la propiedad de no cesar jamás de
ser Tú para nosotros. Sin duda, quien conoce a Dios también conoce el
alejamiento de Dios y la angustia de la esterilidad del corazón atormen-
tado; pero no conoce la ausencia de Dios: sólo somos nosotros los que
no siempre estamos ahí” (Buber, 1967:107).
Bibliografía
Buber, M. (1967). Yo y Tú. Buenos Aires. Nueva Visión, 1967.
Buber, M. (1970). Eclipse de Dios. Buenos Aires. Nueva Visión.
Dondo, O. H. (1955). “La poesía, allá lejos”: Obra poética y andanzas de lector.
Buenos Aires. La Valija.
Dostoyevski, F. (1949). Los hermanos Karamásovi: Obras Completas. Madrid.
Aguilar, tomo III.
Dujovne, L. (1965). Martín Buber. Buenos Aires. Omeba.
Gilson, É. (1945). Dios y la filosofía. Buenos Aires. Emecé.
Marcel, G. (1967). “Martín Buber’s Philosophical Antropology”: Searchings.
New York. Newman Press.
302 Martín Grassi
es algo que tiene lugar entre el sol y nuestros ojos, no en el sol mismo.
(...) Mas cuando, como en este caso, algo tiene lugar entre el cielo y la
tierra, uno lo pierde todo cuando insiste en descubrir, dentro del pen-
samiento terrenal, el poder capaz de develar el misterio. Quien rehúsa
someterse a la realidad efectiva de la trascendencia como tal –nues-
tro vis-à-vis– contribuye a la responsabilidad humana por el eclipse”
(1970:25).
3. Religión y ética
“Entendemos por lo religioso en este sentido estricto, por otra parte,
la relación de la persona humana con lo Absoluto, cuando y en cuanto
la persona ingresa y permanece en esta relación como un ser total. (…)
Es en verdad legítimo hablar de la persona de Dios dentro de la relación
religiosa y en su lenguaje; mas al hacerlo así, nada decimos de lo Abso-
luto que lo reduzca a lo personal. En cambio, decimos que penetra en la
relación como la Persona Absoluta a la que llamamos Dios. Uno puede
entender la personalidad de Dios como Su acción. Es incluso permisible
al creyente creer que Dios llegó a ser una persona por amor a él, pues
en nuestro modo humano de existencia la única relación recíproca con
nosotros es la relación personal” (1970:87).
II
III
San Agustín, El Maestro. Trad. Gerardo García Helder – Prólogo Santiago Sierra,
OSA. Religión y Cultura – A.MI.CO. (Colección Magisterio Agustiniano. Serie Obras
de San Agustín, 1). Buenos Aires 2005, 94 pp.
San Agustín, La oración. Carta a Proba y otros escritos. Trad. Gerardo García
Helder – Prólogo Luis Nos Muro, CM. Religión y Cultura – A.MI.CO. (Colección
Magisterio Agustiniano. Serie Obras de San Agustín, 3). Buenos Aires 2006, 95 pp.
Este libro presenta algunos textos de san Agustín, uno de los Padres más des-
tacados de la teología cristiana latina (tanto católica, como protestante), sobre la
oración.
El más extenso e importante es la Carta 130. En ella le dice a la viuda Proba
que: “En estas tinieblas de la vida presente en las que peregrinamos lejos del Señor,
mientras caminamos por la fe y no por la visión, el alma cristiana debe considerarse
desolada para no dejar de orar”. También le explica cómo se debe orar y de que modo
incluso los ricos pueden entrar en el reino de los cielos, como lo hizo Zaqueo y tantos
otros. La tesis de Agustín es que la persona debe sentirse desamparada, debe tomar
316 Notas bibliográficas
San Agustín, La catequesis de los principiantes. Trad. José Oroz Reta, OAR – Pró-
logo Santiago Sierra, OSA. Religión y Cultura (Colección Magisterio Agustiniano.
Serie Obras de San Agustín, 8). Madrid 2007, 114 pp.
San Agustín, La Ciudad de Dios. Trad. José Cayetano Díaz de Beyral – Prólogo José
Demetrio Jiménez, OSA. Club de Lectores. Buenos Aires 2007, Tomo I: 866 pp.,
Tomo II: 826 pp.
San Agustín tiene todavía hoy valiosas palabras para decir. La Ciudad de Dios
es un “magisterio humilde y luminoso” de cuya lectura sacarán provecho teólogos,
filósofos, historiadores, sociólogos y cuantos quieran hacerlo.
Comentarios y glosas
Nos Muro, L., Las oraciones más bellas de san Agustín. Religión y Cultura (Colec-
ción Inquietud, 6). Buenos Aires-Madrid 2004, 128 pp.
Las oraciones más bellas de san Agustín son textos seleccionados de la obra del
santo. Pero textos de tal densidad y belleza que constituyen verdaderas elevaciones de
amor, en las que el obispo de Hipona remansa su genio de orador, pensador y maestro.
Tan ricas y actuales me han parecido estas elevaciones que he estimado oportuno
ofrecerlas a tantos cristianos que buscan alimentar su fe en las más puras fuentes de
la literatura cristiana. Por otra parte, ¿quién se pone a leer las obras completas de san
Agustín? La edición que ofrece la BAC al público de habla castellana alcanza 41 volú-
menes. De san Agustín se leen las Confesiones o algún que otro libro, pero el hombre
actual no tiene tanto tiempo como para embarcarse en la lectura de las obras del santo
africano. Entonces, ¿la lectura de las obras de san Agustín es para gente ociosa?
San Agustín fue un hombre muy ocupado en las tareas pastorales de la Iglesia
de su tiempo, una Iglesia mucho más agitada de lo que nosotros podemos imaginar,
y dividida por herejías tan peligrosas como el donatismo, que reducía las fronteras
de la Iglesia católica al África; el maniqueísmo, tan triste como seductor para débiles
mentales, puesto que hacía recaer las buenas obras sobre una conciencia buena y las
malas sobre otra conciencia mala; y el pelagianismo, la más perniciosa de las tres,
pues descartaba la iniciativa de Dios en el asunto de la gracia.
A pesar de tener que dialogar mucho y con mucha caridad con los herejes de su
tiempo, presidir concilios, catequizar y predicar en su diócesis y ajenas, administrar
justicia y dirigir el pequeño seminario y comunidad de su casa, todo ello con una
salud delicada, Agustín tuvo tiempo para escribir muchos y buenos tratados. La
lectura, pues, de las obras de un hombre tan ocupado como san Agustín yo diría que
es para gente ocupada.
¿Por qué san Agustín y no otro Padre de la Iglesia? Porque es uno de los pensa-
dores más necesarios para la comprensión de la teología y el dogma católicos. Alguien
ha dicho que si san Pablo paulinizó el cristianismo, el obispo de Hipona agustinizó el
Notas Bibliográficas 319
Una buena lectura de las obras de san Agustín le ha ayudado al autor a recoger,
por orden alfabético, extractos que van acopiando pensamientos sobre su espirituali-
dad, de la A a la Z, como suele hacerse ahora.
Desde la amistad y el amor hasta la Virgen María y Zaqueo, pasando por comu-
nidad, esperanza, humildad, Iglesia, Jesucristo y misericordia, entre otros hasta un
total de 38 entradas.
Estamos ante una buena oportunidad para quien desee iniciarse en la espiri-
tualidad agustiniana, ir abriendo boca y comenzar el grato saboreo de su literatura.
Sobre todo hoy, que la prisa nos abruma y nos priva del sosiego necesario para una
lectura pausada y meditativa, como debiera hacer quien desee conocer la ingente obra
agustiniana y atisbar sus amplios horizontes.
San Agustín, uno de los “mejores maestros de la Iglesia” como dijo san Celes-
tino I (Papa del 422 al 432) y lo recordó recientemente su sucesor Juan Pablo II en
la Carta Apostólica Aucustinum Hipponensem (que se ofrece en este volumen como
apéndice), dedicó mucho tiempo al estudio contemplativo y a la explicación en clave
pastoral de las Sagradas Escrituras. Él decía a sus fieles: “Ustedes saben que estas
lecturas del santo Evangelio son proclamadas todos los años en las solemnidades,
como testimonios de la resurrección del Señor. Y así como la lectura renueva la
memoria, también el comentario de la lectura renueva la memoria. Entonces, con la
ayuda del Señor, vamos a decir lo que todos los años ustedes suelen escuchar. Con
todo, si para refrescar la memoria es necesaria la lectura del Evangelio, que se puede
hacer en cualquier otro momento, ¡cuánto más necesario es el sermón, que no se
escucha más que una vez al año!” (Sermón 229 M, 1).
Este libro es una recopilación de textos de san Agustín ordenados de acuerdo a
los evangelios dominicales y festivos del ciclo C. Pretende ayudar tanto al que debe
ofrecer una explicación, como a los fieles que quieren adentrarse en los misterios de
la escritura de la mano de este gran maestro de la fe.
Estudios
Jiménez, J. D. (coord.), San Agustín, un hombre para hoy. Religión y Cultura (Colec-
ción Tradere, 5). Buenos Aires 2006, 461 pp. (t. I) y 549 pp. (t. II).
Con motivo de la celebración del 1650 aniversario del nacimiento de san Agustín
(354-2004), los agustinos de Argentina y Uruguay organizamos el Congreso Agus-
tiniano de Teología, cuyas Actas se publican en dos tomos. Fue en Buenos Aires del
26 al 28 de agosto de 2004, en el marco del Auditorio San Agustín de la Universidad
Católica Argentina (días 26 y 27) y en la Biblioteca Agustiniana «San Alonso de
Orozco» (día 28, coindidiendo son su inauguración oficial).
La apertura oficial del Congreso fue a las 8:30 hs. del jueves 26 de agosto.
Estuvo presidida por Mons. Estanislao E. Karlic, arzobispo emérito de Paraná (Co-
rrientes, Argentina), a quien acompañaron Mons. Cipriano García Fernández, OSA,
obispo-prelado de Cafayate (Salta, Argentina), Mons. Dr. Alfredo Zecca, rector de la
Pontificia Universidad Católica Argentina, y el R. P. Robert Prevost, Prior General
de la Orden de San Agustín, a quien correspondió la clausura: Los agustinos y el
estudio de la Patrología.
Notas Bibliográficas 323
El saludo inicial fue de Mons. Dr. Alfredo Zecca, a quien agradecemos habernos
facilitado las instalaciones de la UCA (Av. Alicia M. de Justo 1300). Agradecimiento
que hacemos extensivo a todas las personas de la universidad que desde diversos
lugares y variadas responsabilidades facilitaron con su colaboración los trabajos de
la organización.
22 conferenciantes, profesores, teólogos y filósofos, versados e interesados en
el pensamiento de san Agustín y la tradición agustiniana, aceptaron la invitación
cursada por la organización. Sus lugares de procedencia fueron Argentina, Bolivia,
Brasil, Chile, México, Estados Unidos, Italia y España.
Se estudiaron las siguientes áreas: Patrística y teología (E. Karlic, Rafael de
la Torre, Robert Dodaro, Mario Mendoza, Imanol Larrínaga, Pedro Langa y Juan
Lydon); Espiritualidad, ecumenismo y moral (Luis Marín, Arminda de la Red,
Norberto Padilla y José María Arancibia); Filosofía, educación y literatura (José
Demetrio Jiménez, Miguel García-Baró, Ramón Eduardo Ruiz Pesce, Marceliano
Arranz, Luis Nos Muro y Herminio de la Red); Historia, derecho y catequesis (Hans
van den Berg, Juan José Vallejo, Roberto Jaramillo, Guillermo Carrasco y Emiliano
Sánchez). El texto de Mons. José María Arancibia, arzobispo de Mendoza, corres-
ponde a una conferencia pronunciada en la parroquia San Agustín de Mendoza el 4
de mayo de 2004.
El sábado 28 de agosto trasladamos la clausura del Congreso a la Biblioteca
Agustiniana «San Alonso de Orozco» (Av. Nazca 3909), que inauguramos oficialmen-
te con la bendición de Mons. Cipriano y la presencia de Mons. Mario A. Poli, obispo
auxiliar de Buenos Aires.
El Congreso concluyó al mediodía. A las 19:00 hs. culminamos la celebración en
la Parroquia San Agustín (Av. Las Heras 2560) con la Eucaristía de la fiesta en honor
del Obispo de Hipona, presidida por el cardenal Jorge M. Bergoglio, SJ, Arzobispo
de Buenos Aires.
La nutrida asistencia al Congreso da fe de la vitalidad del legado de san Agustín.
Junto con los participantes, asumimos la responsabilidad de continuar en su tradición,
pensando agustinianamente la vida.
Con motivo del 1650 aniversario del nacimiento de San Agustín (354-2004), el 15
de mayo de 2004 tuvo lugar en el Colegio-Liceo Santa Rita de Montevideo (Uruguay)
la I Jornada Agustiniana de Educación.
324 Notas bibliográficas
Entre las acciones programadas para el Año Jubilar, pareció necesario atender a
la faceta pedagógica del pensamiento de san Agustín, corazón inquieto en busca de
la verdad, que se adentró repetidas veces en el mundo de la educación. No en vano
fue alumno, profesor, catequista y predicador, religioso y obispo de la Iglesia norte-
africana en una época de decadencia del Imperio Romano, en cuyas circunstancias
también las instituciones educativas estaban directamente implicadas.
Participaron en el encuentro docentes de los colegios San Agustín y San Martín
de Buenos Aires, así como los del Colegio-Liceo Santa Rita de Montevideo, que se
encargaron de la organización. A todos ellos nuestro reconocimiento por la labor
desempeñada en la escuela agustiniana.
Fruto de este encuentro es el librito que presentamos. Contiene las tres ponen-
cias que fueron pronunciadas en aquella ocasión: Sobre la pedagogía de la religión
cristiana (José Demetrio Jiménez); El educador en la escuela católica. Vocación y
desafío (Basilio Ivanof); El educador agustiniano. Actitudes y líneas de acción (San-
tiago Sierra). Es nuestro deseo continuar en esta línea, acercando el pensamiento de
san Agustín a las comunidades educativas de Argentina y Uruguay, profundizando en
la problemática educativa y en la respuesta agustiniana a las inquietudes pedagógicas
de nuestro tiempo.
Finalmente, agradecer a quienes confiaron en nosotros para la organización de
esta Jornada. Sin duda fue viento fresco que nos alentó a seguir ejerciendo la docencia
en un clima de amabilidad y respeto, de cercanía y entrega, de apertura y fe, de es-
peranza y amor. Deseamos seguir la invitación de san Agustín: «Enseña con alegría,
porque la tristeza ensombrece el ambiente y marchita el frescor de las palabras» (La
catequesis de los principiantes 10, 14).
Cáceres, A. M., Una ética para la globalización. Religión y Cultura (Colección In-
quietud, 9). Buenos Aires-Madrid 2005, 151 pp.
Se trata de abrir caminos hacia esos nuevos principios, criterios y valores co-
munes, que tendrían que encarnarse y ser plasmados en acciones que edifiquen una
comunidad más humana y humanizadora.
La opción se plantea como un dilema entre la responsabilidad de aportar para
la construcción de una nueva arquitectura global o vernos involucrados en frenar y
destruir las posibilidades de una globalización alternativa. Teniendo esto en cuenta,
trataré de ofrecer una breve reflexión sobre la necesidad de un universalismo ético,
fundamentado en una nueva espiritualidad y una humilde conclusión, desde la cual
me uno a las voces de aquellas personas e instituciones que hoy en día abogan por el
discernimiento y la orientación ética de este proceso.
El subtítulo de este estudio bien podría ser el siguiente: una ética biocéntrica
fundamentada en la espiritualidad de donación. La centralidad de la vida pide de
todos nosotros una apertura del espíritu a dar de sí, esto es, a abrirnos a la genero-
sidad y el don, a la entrega gratuita de lo que hemos recibido, para enriquecerlo con
nuestro aporte y ofrecer a las generaciones futuras un mundo aún mejor que el este
que recibimos.