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Se publicó por
primera vez en Madrid en 1931 (Editorial Cenit, colección "La novela proletaria").
Posteriormente fue reeditada y publicada bajo el título de Tungsteno (Lima, Editorial Mejía
Baca, 1957).
Fue después incluida en la recopilación: César Vallejo. Novelas y cuentos completos (Lima,
1967, Francisco Moncloa Editores, edición supervisada por Georgette Vallejo, viuda del
escritor). Desde entonces ha aparecido en diversas ediciones, en forma individual o
acompañando a otras obras.
Composición
Según Georgette Vallejo, esta novela fue escrita rápidamente. Vallejo llegó a Madrid el 31 de
diciembre de 1930; casi seguidamente la Editorial Cenit aceptó su proyecto de una novela
proletaria, y en febrero de 1931 el escritor se puso manos a la obra, escribiéndola de un solo
tirón, en un lapso de tres semanas, para ser publicada en marzo de ese mismo año.1 Según este
testimonio, la novela pertenecería, sin atenuantes, a la literatura de propaganda y agitación de
inspiración comunista (realismo socialista).
Sin embargo tenemos indicios que la composición de la novela debió iniciarse entre 1921 y
1923, y que hacía 1927 ya estaba muy avanzada. Precisamente, en este último año, Vallejo
publicó en la revista Amauta un texto presentado como un «Capítulo de una novela inédita»,
titulado «Sabiduría»,2 que luego fue incluido, con ligeras variantes, en la novela (este fragmento
trata del delirio febril de uno de los personajes principales: Leonidas Benites). En España el
escritor debió retomar la escritura de la novela hasta darle su conclusión, aunque para muchos
críticos, el relato (por lo demás demasiado breve tratándose de una novela), resulta fallido o
trunco.
Contexto
Según Antonio Cornejo Polar, en las décadas de 1920 y 1930 el indigenismo se inscribió en un
movimiento de lucha contra la oligarquía, que por entonces tuvo diversas manifestaciones.3
Argumento
Es una obra de denuncia contra los peligros de la penetración imperialista en el Perú que se
realiza por intermedio de las grandes transnacionales mineras, las cuales son apoyadas por la
oligarquía local, así como por otros oportunistas, cuyo único interés es el mayor lucro posible,
para lo cual no tienen escrúpulos en expropiar a precio irrisorrio las tierras de los nativos, pagar
a los obreros salarios ínfimos y cometer una serie de crímenes, abusos y tropelías contra la
población local, todo a nombre de la «modernidad» y el «progreso». Sin embargo, para el autor,
una luz de esperanza se ilumina a través de idealistas que se proponen luchar por la justicia
social.
Resumen
Los sucesos relatados en la novela ocurren en la década de 1910. La empresa norteamericana
Mining Society se adueña de las minas de tungsteno de Quivilca, situada hipotéticamente en el
departamento del Cuzco.4Desde Nueva York, ante el inminente ingreso de los Estados Unidos a
la primera guerra mundial, la gerencia dispone agilizar la extracción del mineral. Así empieza el
reclutamiento de peones y empleados indios para las labores mineras. El primer grupo de estos
parten de Colca (capital de Quivilca), junto con algunos altos mandos de la empresa, y se
asientan en un desolado paraje, en torno a las cabañas de los soras, indígenas que se habían
mantenido hasta entonces alejados de la modernidad.
Luego, el argumento se concentra en torno al dueño del bazar y contratista de peones para la
mina, José Marino, quien junto con su hermano Mateo (dueño de otro bazar en Colca) forman la
sociedad “Marino Hermanos”, que tiene la exclusividad comercial con la empresa minera.
Ambiciosos y desalmados, empiezan por arrebatarles sus tierras a los indios soras, dándoles a
cambio baratijas y objetos de valor irrisorio.
En el bazar de José Marino, se reúne a menudo el grupo dominante de la mina (y lo por tanto,
del pueblo) que incluye a los dos administradores extranjeros, Mr. Taik y Mr. Weiss. En una de
esas sesiones, José Marino decide entregar a su amante Graciela ("La Rosada") al comisario
Baldazari para que se la "cuide" durante su viaje, pero la verdad es que se trata de un
intercambio de favores. La reunión deviene en una gran borrachera que termina con la múltiple
violación y muerte de la muchacha. Oficialmente Graciela fallece por “muerte natural”, pero
todo el pueblo sabe la verdad.
Ante la huida de trabajadores de la mina, desengañados por las pésimas condiciones y el bajo
salario, los hermanos Marino solicitan al Subprefecto Luna que le envíe gendarmes (policías),
para capturar a los fugitivos y hacerles cumplir los contratos. Luna se excusa de hacerlo pues se
halla embargado en la pesquisa de conscriptos para el Ejército. Sin embargo, ven la posibilidad
de que sus intereses confluyan en beneficio mutuo. Dos jóvenes indios, Isidoro Yepez y Braulio
Conchucos, son capturados y llevados a rastras hasta Colca para comparecer ante la Junta
Conscriptora Militar. Debido al atroz maltrato sufrido en el trayecto, Braulio Conchucos fallece
en presencia de todos. Un herrero, el audaz Servando Huanca, tiene la inmensa valentía de
protestar abiertamente contra la injusticia y desencadena un levantamiento del pueblo, que es
ferozmente reprimido por los gendarmes, con muertos y heridos. Varios indios son apresados,
acusados de subversión; entonces los Marino solicitan al subprefecto que de entre ellos se
escojan a algunos para enviarlos a trabajar a las minas. De esa manera pueden cumplir con el
contrato que tienen con la empresa minera.
Finalmente, el relato da pase a discusiones y reflexiones políticas entre Servando Huanca y dos
personajes: el apuntador de la mina (ex amante de la Rosada) y el agrimensor Leonidas Benites;
este último había sido expulsado de la empresa minera y se hallaba resentido. El herrero Huanca
les habla y les ilustra del movimiento revolucionario mundial en la que todos los explotadores
serán vencidos y los obreros e indios de todas partes del mundo serán liberados. El apuntador se
muestra entusiasta con el plan y promete dar su apoyo; por su parte Benites, que al principio se
muestra reticente, finalmente acepta también ponerse al servicio de la causa de los oprimidos en
la futura y cercana rebelión. Así termina la novela.
Personajes[editar]
Los soras.- Son los indios en torno a cuyas cabañas se asientan los trabajadores de la
mina de Quivilca, a quienes ayudan desinteresadamente dándoles alimentos y
ofreciéndose como ayudantes. El narrador se refiere a su natural bondad e inocencia,
fruto de su completo alejamiento de los pueblos civilizados o sociedades comerciales.
No conocen el valor del dinero, ni la "operación compra-venta". Su conciencia
económica es muy simple: mientras puedan obtener lo necesario para vivir, el resto no
les importa. Es por ello que José Marino se apropia fácilmente de sus terrenos, a cambio
de pequeños y pintorescos objetos de bazar, que los soras aceptan creyendo que son de
mucho valor.
Los peones de la mina.- Son los rudos trabajadores mineros, sometidos a un régimen de
trabajo agotador y mal remunerado. Algunos de ellos se solidarizan con los soras por el
saqueo que sufren y otros se molestan por su inocencia y candidez.
José y Mateo Marino.- Hermanos, son los contratistas de peones de la Mining Society y
dueños de dos tiendas o bazares, uno en Quivilca, cerca de la mina (regido por José), y
otro en Colca, la capital de la provincia (administrado por Mateo). Ambiciosos,
desalmados y sin escrúpulos, al mismo tiempo manifiestan una profunda sumisión
frente al imperialismo norteamericano. Eran originarios de Mollendo y habían
comenzado como cargadores en la estación del ferrocarril, hasta que proveídos de un
capital, llegaron a Colca donde establecieron una pequeña tienda, que luego, con la
llegada de la trasnacional minera, empezó a prosperar.
Cucho, adolescente, sobrino de José Marino, a quien sirve como mandadero o sirviente.
Recibe continuos maltratos tanto físicos como psicológicos.
Baldazari.- Comisario del asiento minero, quien al igual que el resto de mandones del
pueblo despoja de sus tierras a los soras. Brazo derecho de Marino, se encargaba de
castigar y encarcelar a los obreros y peones que exigían mejores sueldos y condiciones
de trabajo.
Baldomero Rubio.- Ingeniero contratado por la empresa minera. Llega a Quivilca con
su mujer y dos pequeños hijos. Junto con José Marino y Leonidas Benites forma una
sociedad secreta de crianza y cultivo.
Laura.- India que oficiaba de cocinera, sirvienta y amante de Mateo Marino en la tienda
de Colca. Se acuesta también con José cuando éste les caía de visita. Al final se
embaraza y no puede identificar quien de los dos hermanos es el padre.
El Sub-Prefecto Luna.- Viejo funcionario, cruel y sin tino, quien se pone de acuerdo con
Marino para entregarle a algunos indios prisioneros para el trabajo de las minas.
El Doctor Ortega, limeño, juez de primera instancia en Colca, quien integra la Junta
Conscriptora Militar.
Iglesias, vecino notable de Colca, propietario de las cuatro quintas partes de las fincas
urbanas de la zona y de la rica hacienda de cereales y cría llamada «Tobal».
El Dr. Riaño, médico provincial, recién llegado a Colca, tiene 30 años, elegante y de
palabra fácil y florida.
Servando Huanca.- Herrero de treinta años, muy inteligente, que desafía a la autoridad y
se convierte en líder al encabezar un levantamiento contra la injusticia que sufren los
indios analfabetos. El autor hace una detallada descripción de su fisonomía: es un indio
puro de "salientes pómulos, cobrizo, ojos pequeños, hundidos y brillantes, pelo lacio y
negro, talla mediana y una expresión recogida y casi taciturna".
Crítica
Mucho se ha hablado de la carga fuertemente ideológica y política de esta novela, y de su
marcado maniqueísmo. Y es que, en efecto, El tungsteno demuestra un evidente propósito
social: la denuncia del abuso y la explotación de los indios por parte del imperialismo
norteamericano, y el servilismo de la clase dominante peruana frente a este. Los personajes son
caracterizados esquemáticamente: se exagera el desinterés de los indios, que desconocen el
valor del dinero, y se pone énfasis en la codicia y la crueldad de los administradores y
contratistas de la mina. La división simplista de los personajes entre buenos y malos resulta
evidente. Pero no es por ello que El tungsteno adquiere relevancia, sino porque constituye uno
de los pasos más firmes en el desarrollo de la novela indigenista, cuya máxima expresión fue sin
lugar a dudas José María Arguedas, quien señaló que El tungsteno tuvo tanta influencia en su
formación al igual que la lectura de Amauta, la revista de José Carlos Mariátegui.5