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“Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”

UNIVERSIDAD JOSE CARLOS MARIATEGUI

Facultad: Ciencias jurídicas y empresariales

Carrera: Ingeniería Comercial

Curso: Historia

Ciclo: II

2018
Actividades

1 Investigar sobre el libro de los muertos

El Libro de los muertos fue una obra fundamental de la cultura del antiguo Egipto. Era un

texto muy extenso: algunos ejemplares conservados en rollos de papiro alcanzan cuarenta

metros. También era un producto caro, por el que se podía pagar un deben de plata, la mitad de la

paga anual de un campesino. Pero, para los egipcios, el valor de este texto era incalculable, ya

que sus fórmulas permitían a los difuntos alcanzar el Más Allá.

Tales fórmulas se inscribían en rollos de papiro y en las vendas de lino de las momias, las

paredes de las tumbas, los sarcófagos y los elementos del ajuar funerario del difunto. Sin ellas, la

persona fallecida podía sufrir una segunda muerte que significaría su total aniquilación.

Era el sacerdote quien recitaba las primeras fórmulas del Libro durante la ceremonia

funeraria, cuando se trasladaba el sarcófago a la tumba. Una vez allí, se practicaban rituales para

revitalizar los sentidos, entre los que se contaba el de la apertura de la boca, por el que se abrían

mágicamente los ojos, las orejas, la nariz y la boca del difunto, quien, una vez recuperados los

sentidos, emprendía su viaje por el Más Allá. Para los egipcios éste era un momento de

esperanza, como se expresa en la fórmula nueve del Libro de los muertos, que los egipcios

llamaban Libro para la salida al día: "He abierto los caminos que están en el cielo y en la tierra,

porque soy el bienamado de mi padre Osiris. Soy noble, soy un espíritu, estoy bien

pertrechado. ¡Oh, vosotros, todos los dioses y todos los espíritus, preparad un camino para mí!".

Los egipcios creían que el difunto emprendía un viaje subterráneo desde el oeste hacia el este,

como Re, el sol, que tras ponerse vuelve a su punto de partida. Durante ese trayecto el fallecido,

montado en la barca de Re, se enfrentaría a seres peligrosos que intentarían impedir su salida por

el este y su renacimiento.
El peor de ellos era Apofis, una serpiente que trataba de impedir el avance de la barca solar

con el objeto de romper el Maat, la justicia y el orden cósmico, y forzar el caos. Apofis cada día

amenazaba a Re durante su viaje subterráneo. Una fórmula del Libro de los muertos se refiere al

encuentro con el temible reptil: "Que seas sumergido en el lago del Nun, en el lugar establecido

por tu padre para tu destrucción. […] ¡Retrocede! ¡Se destroza tu veneno!". El fallecido podía

adquirir las propiedades de varias divinidades y luchar contra los enemigos, como muestra un

pasaje de la fórmula 179: "Me ha sido concedida la gran Corona Roja y salgo al día contra mi

enemigo, para capturarlo, porque tengo poder sobre él. [...] Me lo comeré en el Gran Campo,

sobre el altar de Wadjet, porque tengo poder sobre él, como Sekhmet, la grande".

El juicio del alma

Finalmente, el difunto llegaba a un laberinto, protegido por una serie de veintiuna puertas,

aunque otro pasaje del Libro dice que son siete. Ante cada una de ellas, el difunto debía

pronunciar un texto determinado, mencionando el nombre de la puerta, del guardián y del

pregonero. En cada ocasión, la puerta le decía: "Pasa, pues eres puro".

Una vez pasado el laberinto, el difunto llegaba a la Sala de la Doble Verdad para que un

tribunal formado por 42 jueces y presidido por Osiris evaluara su vida. Ante los dioses hacía la

"confesión negativa", en la que citaba todas las malas acciones que no había cometido, según se

recoge en la fórmula 125: "¡Yo os conozco, Señores de Verdad y Justicia! Yo os traigo lo Justo y

he acabado con el mal. Yo no he hecho daño a los hombres. Yo no he oprimido a mis

consanguíneos. Yo no he sido mentiroso en lugar de ser verídico. Yo no me he enterado de

traiciones. Yo no he sido malvado. Como Jefe de hombres, yo no he hecho trabajar a ninguno

cada día más de lo requerido".


Tras la confesión, llegaba el momento culminante del juicio, aquél en que se procedía a pesar

el corazón del difunto. En un plato de la balanza, sostenida por Anubis, dios chacal de la

momificación, se colocaba una pluma de avestruz, la pluma de Maat, que simbolizaba la justicia;

en el otro plato se depositaba el corazón, que simbolizaba las acciones realizadas por cada

persona. El difunto se salvaba cuando la pluma y el corazón quedaban en equilibrio.

Tanta importancia se atribuía al pesaje del corazón que los egipcios elaboraban un amuleto

específico, el escarabeo del corazón, que, como su nombre indica, se colocaba sobre el corazón

del difunto durante el proceso de momificación. En el reverso del amuleto se inscribía siempre la

fórmula 30 del Libro para que, en el momento del juicio final, el corazón no traicionara al

difunto. "¡Oh, mi corazón de [mi] madre! ¡Oh, mi corazón por el cual existo en la tierra! ¡No te

levantes contra mí como testigo! ¡No te opongas contra mí entre los Jueces! ¡No estés contra mí

delante de los dioses! ¡No seas intransigente contra mí delante del gran dios Señor del

Occidente!".

Finalmente, los dioses proclamaban su veredicto. Aquellos cuyos corazones hubieran pesado

demasiado en la balanza eran considerados impuros y condenados a toda clase de castigos:

sufrían hambre y sed perpetuas, eran quemados al atravesar un lago o cocidos en un caldero, una

bestia salvaje los devoraba... Los justificados, en cambio, tenían motivos para felicitarse.

"Aunque yazgo en la tierra, yo no estoy muerto en el Occidente porque soy un Espíritu

glorificado para toda la eternidad", dice una fórmula del Libro de los Muertos. Ante ellos se abría

el paraíso de los egipcios.

El trabajo en el Más Allá


El mundo de ultratumba en el que vivirían los difuntos virtuosos se conocía como Campos de

Ialu o Campo de Cañas. Los egipcios lo imaginaban como un lugar muy parecido a Egipto, con

ríos, montañas, caminos, cuevas y campos muy fértiles, en los que crecía la cebada hasta los

cinco codos de altura. El difunto, sin embargo, debía preocuparse por obtener su sustento. Aun

siendo un "glorificado", según decía una fórmula del Libro de los muertos, tenía que "arar y

segar, comer y beber, y realizar todas las cosas que se hacen en la tierra". Eso sí, para ello podía

contar con la ayuda de un ejército de sirvientes, representados en unas características estatuillas,

los ushebtis, siempre presentes en el ajuar funerario y que por el poder de la magia se convertían

en criados.

Cada figurita tenía los brazos cruzados y sostenía en las manos aperos agrícolas. En la parte

inferior se inscribía una fórmula del Libro de los muertos: "Fórmula para que los ushebtis

realicen los trabajos en la Necrópolis. Osiris [nombre del difunto] justificado tiene que decir: ¡Oh

ushebti! Se ha llamado al Osiris [nombre del difunto] justificado a realizar cualquier trabajo que

ha de realizarse en la Necrópolis [...] Decid “estoy aquí” cuando se os llama".

Disfrutar de la vida eterna

Una de las cosas que más temía el difunto era tener que comer sus propios excrementos, como

los condenados en el tribunal de la Doble Verdad. Así se expresa en la fórmula 53, en la que el

fallecido se asimilaba a los dioses: "Lo que yo detesto son las porquerías. ¡Que yo no deba beber

cosas fétidas, que yo no deba avanzar al revés! Yo soy poseedor del pan en Heliópolis, que tiene

el alimento en el cielo con Re y alimento en la tierra con Geb".


Una última preocupación del difunto era mantener intacto su cuerpo. La momificación

permitía que éste se conservara, pero no estaba de más la ayuda de la magia. Por eso era

frecuente que las vendas que envolvían la momia llevaran inscrita la fórmula 154 del Libro para

prevenir la descomposición: "Yo vengo para embalsamar a esos miembros míos. Este cuerpo mío

no se descompone. Yo estoy intacto como mi padre Osiris-Khepri que es la imagen [mía], aquel

cuyo cuerpo no se descompone. Ven, toma posesión de [mi] soplo, señor de la respiración,

supremo entre su Similar. Hazme estable, fórmame, tú, Señor del sarcófago. Otorga que yo pueda

caminar para la eternidad como haces tú cuando estás con tu padre Atum, cuyo cuerpo no se

corrompe nunca, aquel que no conoce destrucción".

2 Averigua sobre Esparta y Atenas

Esparta

fue originalmente una ciudad aquea del interior, es decir, no costera. En la Era Micénica tuvo

mucha importancia, pero luego cayó en un largo período de oscuridad al ser tomada por los

dorios. Entre 1100 y 800 a.C. se levantó y llegó a ser la soberana dentro de la región de Laconia.

En esta ciudad, los únicos ciudadanos con derecho eran los dorios conquistadores, que

tomaron el nombre de espartanos. Exentos de las tareas agrícolas se dedicaban al gobierno, a la

caza y al entrenamiento militar y deportivo. El comercio quedaba a cargo de los periecos,

hombres libres, pero sin poder político.

La gran mayoría de la población eran los ilotas o esclavos, tratados cruelmente y carentes de

derechos. De hecho, una vez al año se les golpeaba en forma brutal sin causa aparente, y cuando

se consideraba que habían crecido mucho en cantidad, los asesinaban durante la noche, acto que

recibió el nombre de criptia.


En la cúspide del gobierno de Esparta habían dos reyes (diarquía), con funciones militares y

religiosas. Pero el poder real estaba en manos de un Senado de 28 ancianos ilustres (todos

mayores de 60 años), llamado gerusía.

Esparta era básicamente una ciudad guerrera, siempre lista para combatir. Los niños eran el

blanco de la preparación militar, y al nacer, si no eran sanos, se les abandonaba y dejaba morir. A

los siete años los separaban de su madre y se les daba crianza en cuarteles, enseñándoles a

sobrevivir en medio de la nada y sin alimentos. Al llegar a la edad adulta se convertían en las

“murallas de Esparta”, ya que la ciudad carecía de fortificaciones

En cuanto a la mujer, podemos decir que su principal misión era dar al Estado hijos sanos y

fuertes.

Esparta, luego de la Guerra del Peloponeso, se convirtió en la potencia dominante en Grecia;

pero también proyectó un tipo de vida cruel y hostil.

Auge de Atenas

Como resultado de su brillante liderazgo durante las guerras persas, Atenas se convirtió en el

estado más influyente de Grecia. Esparta, hasta entonces el mayor poder militar de Grecia,

perdió su prestigio naval.

En el 478 a.C., un gran número de estados griegos formó una alianza voluntaria, la Liga de

Delos, para expulsar a los persas de las ciudades griegas de Asia Menor. Atenas encabezó la

alianza y la Liga liberó las costas de Asia Menor. No obstante, Atenas extendió su poder sobre

otros miembros de la Liga de tal manera que, más que en sus aliados, se convirtieron en sus

súbditos.
El periodo de hegemonía ateniense durante el siglo V a.C. es denominado como la Edad de

Oro de Atenas. Bajo el mando de Pericles, que se propuso hacer de Atenas la ciudad más bella

del mundo, esta alcanzó su máximo esplendor.

Se construyeron el Partenón, el Erecteión y otros grandes edificios. El teatro griego alcanzó su

máxima expresión con las tragedias de autores como Esquilo, Sófocles y Eurípides, y el autor de

comedias Aristófanes. Tucídides y Heródoto fueron famosos historiadores; el filósofo Sócrates

fue otra figura de la Atenas de Pericles.

3 Averigua sobre el derecho Romano y la importancia en la actualidad

El imperio romano inicio a orillas del mediterraneo 753 a.c convirtiéndose en uno de los mas

extensos, tomando casit toda Europa y parte de Asia y Africa. Podemos ver que este imperio nos

dejo bastante contenido que podemos aplicar en la actualidad, la literatura, arquitectura, política

y mucho mas campos; pero además de esto nos han dejado bases SOLIDAS para nuestro derecho

que aun a pesar de tanto tiempo sigue siendo parte importante de muchas constituciones,

ordenamientos y conceptos jurídicos, ya que este carácter rigio a los romanos y todos los pueblos

conquistados por varias épocas de su historia y siguen siendo conocimientos importantes para

que los juristas puedan distinguir de la mejor manera

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