Está en la página 1de 6

Juan María Gutiérrez (Argentina)1

Origen y desarrollo de la enseñanza pública superior en Buenos Aires —Advertencia— (1868)


ADVERTENCIA
La connaisance du passé sert á l'intelligence des faits contemporains, et le fruit parait meilleur
aux esprits logiques et investigateurs lors qu'ils connaissent jusque dans ses racines l'arbre qui
l'a porté.
(C. DIDIER. - Une année en Espagne).
No es solo útil la historia por las grandes y comprensivas lecciones de sus resultados sintéticos.
Las especialidades, las épocas, los lugares, los individuos, tienen atractivos peculiares y
encierran también provechosas lecciones.
(ANDRES BELLO - Opúsculos literarios).
Hemos creído que las presentes noticias sobre el origen y desenvolvimiento de los estudios bajo
los auspicios del Estado podrían servir a fines poco atendidos hasta aquí por nuestros
historiadores. Creemos que el conocimiento íntimo de nuestra sociedad no puede adquirirse de
una manera completa sin el estudio de las materias, de las doctrinas y de los métodos en que se
educaban aquellos que, como sacerdotes o como magistrados, se apoderaban de las riendas
morales de gobierno en la parte que a cada uno le cabía.
Sólo con este conocimiento podrán explicarse las anomalías que bajo varios respectos presenta
la marcha de nuestra revolución hacia el cambio social que ella prometía. Audaces nuestros
padres, por ejemplo, ante el poder despótico del derecho divino coronado en la tierra, le
respetaron allí en donde es más poderoso aún que en el trono y mayores estorbos levanta a la
dignidad personal que constituye al hombre libre.
La instrucción tuvo entre nosotros por base algunas de las ciencias de razonamiento abstracto y
de mera erudición. La facultad que más se aplicaba y desenvolvía, era la memoria. El
profesorado y la dirección escolar eran de resorte exclusivo del clero, a quien correspondía como
función especial de su ministerio. Los colegios, incluyendo en ellos al de la Unión del Sud, no
fueron entre nosotros sino verdaderos seminarios.
Cuando aparece el estudio de las matemáticas es sólo en sus aplicaciones a la navegación y a la
milicia. Pero las ciencias físico-matemáticas, reveladoras de lo creado y de la grandeza de Dios,
las que más contribuyen a la civilización porque dignifican el trabajo, facilitan la producción y
propenden a la difusión del bienestar, no se dejaron ver sino al fundarse la Universidad.

1
Tomado de Juan María Gutiérrez. Origen y desarrollo de la enseñanza pública superior en Buenos Aires. Noticias históricas
desde la época de la extinción de la Compañía de Jesús en el año 1767, hasta poco después de fundada la Universidad en 1821;
con notas, biografías, datos estadísticos curiosos, inéditos y poco conocidos. Buenos Aires, La Cultura Argentina, 2ª edición,
1915.
Este mismo ramo precioso de los conocimientos humanos permanece encerrado en los claustros
de la alta enseñanza, no desciende de esa altura; y es generalmente desairado, porque no se
relaciona inmediatamente con carreras que aún conservan el mismo predicamento que gozaban
antes de 1810.
El conocimiento del pasado facilita la reforma de los errores en que se incurrió; y por esta razón,
nada puede alentar tanto a la adopción de un plan acertado de estudios, en consonancia con el
tiempo presente y con el porvenir, como la historia de lo que a este respecto se ha creído y
practicado hasta aquí.
Es una tarea muy laboriosa entre nosotros la que impone la averiguación de los hechos pasados,
porque éstos se hallan aún encerrados y sin clasificación en los archivos o consignados en
impresos sueltos de difícil adquisición. Esto se notará con sólo echar una mirada sobre las
presentes páginas. Los apuntes históricos que ellas contienen no han podido ser más que una
reunión metódica de los antecedentes que pueden servir para un trabajo de aplicaciones
prácticas en el sentido de las reformas que quedan apenas indicadas. En cuanto a su redacción,
hemos atendido más a la claridad y a la exactitud que a la elegancia de la forma; a que poco se
presta por otra parte la materia. A más, nos hemos sujetado en lo posible a narrar, y sólo en muy
raras ocasiones hemos asumido la responsabilidad de jueces, contentándonos con facilitar el
fallo definitivo a los lectores atentos y competentes.
Muchas personas se imaginan que no habiendo existido en Buenos Aires, como en Charcas y en
Córdoba, un establecimiento antiguo con título de Universidad, debieron carecer nuestros padres
de maestros a la mano para alcanzar aquellos conocimientos que servían de base a las carreras
literarias. Nosotros mismos no hemos sabido, hasta ahora pocos años, a que fuentes recurrir
para conocer los primeros pasos escolares de aquellos de nuestros compatriotas que se hicieron
notables en el foro y en la política, en el primer período de la revolución.
Sólo rebuscando con constancia, y merced a esos hallazgos felices que son la única
recompensa de los perseguidores de antiguallas, hemos podido absolver aquellas dudas e
ilustrar la biografía patria con hechos enteramente ignorados y sumamente curiosos. Bajo este
respecto merece también alguna atención el presente trabajo, cuyos vastos materiales se han
reunido con muchos años de constancia y sistemado en pocos meses.
Al reunir las páginas que forman el presente libro, hemos creído cumplir con un deber, aunque
subalterno, que tácitamente nos impusimos al aceptar el empleo que desempeñamos
actualmente. Al pisar de nuevo la Universidad, nos vinieron a la memoria las siguientes palabras
de un profesor de la Sorbona, en circunstancias análogas a las nuestras: "En entrant dans un lieu
célébre, j 'aime a me demander avant tout quelle en est l’histoire"2.
Pero si las presentes páginas no son la historia propiamente dicha de la Universidad de Buenos
Aires, serán al menos unas cuantas hojas veraces de su interesante crónica.
Se notará en ella falta casi absoluta de noticias acerca del presente estado de los estudios que
llamamos universitarios, y sobre las reformas y mejoras que se han introducido en estos desde
algunos años a esta parte. Pero este vacío es intencional, porque ahora solo nos hemos
propuesto ilustrar aquellas épocas escolares cuyos rastros iban borrándose a medida que el
tiempo las alejaba, exponiéndolas a perderse para siempre. Las resoluciones, planes y
reglamentos de la nueva época del país, que comienza con el año 1852, pueden consultarse
fácilmente, puesto que están consignadas en publicaciones oficiales, y se hallan, a más,
originales en los archivos universitarios mejor llevados y conservados desde entonces.
Por otra parte, la ocasión de explanar y de analizar el actual estado de nuestros estudios
superiores, no era para nosotros la presente. La aplazamos para cuando podamos
complementar la serie de trabajos que apenas iniciamos ahora por medio de esta exploración
rápida sobre nuestro pasado intelectual. Después de conocer lo que ha existido, trataremos de
darnos cuenta del estado presente de la enseñanza oficial superior en la generalidad de los
países civilizados, en el Mediodía y en el Norte de la Europa, y especialmente en la región
Americana en donde se habla el idioma inglés y cuyos habitantes se gobiernan por instituciones
democráticas.
Esta averiguación no tendrá por único objeto conocer en qué cantidad, bajo qué forma y hasta
qué grado se comunican las ideas, las nociones, las fórmulas y los hechos científicos a esa parte
de la humanidad de entre la cual se levantan los sabios y los maestros cuyo genio admiramos y
cuyas doctrinas seguimos como humildes discípulos los que nos encontramos a retaguardia de
la gran escena del mundo intelectual. Trataremos de desentrañar, según nuestra capacidad, pero
con la más sincera intención de llegar a lo cierto, que relación puede haber entre la doctrina, los
métodos y la disciplina oficial, y el sello con que los gobiernos se proponen marcar e carácter de
los que, a pesar de estarles sometidos, han de manejar algún día las riendas directivas de la
opinión pública.
De estudio deduciremos, en la tercera parte del trabajo meditado, cuál deba ser el plan, la
extensión y sobre todo la tendencia de la enseñanza general superior entre nosotros, así como la
participación que en ella deba caber al pueblo mismo aparte de la intervención gubernativa. El

2
C. A. Saint-Beuve, hablando del Colegio de Francia en su discurso Inaugural del curso de poesía latina,
que dictó en 1855.
criterio y la guía que ha de acompañarnos en esta tarea tan difícil como útil, será la naturaleza de
nuestra condición social determinada por la forma gubernativa, por las instituciones libres, y por
los fines a que debemos aspirar como asociación de hombres que se proponen ser dichosos y
respetados, a la sombra de la verdad y de la justicia. Estos fines deben diseñarse bien
determinados y como de bulto sobre los horizontes de lo futuro, en la inteligencia de los que
están llamados a guiar la opinión pública, lamentablemente extraviada hasta aquí, generalmente
hablando, en materia de tanta trascendencia.
La educación del espíritu debe tender a la más inmediata realización de las promesas que nos
hizo la emancipación y la caída del régimen caduco de la monarquía. Esas promesas se
resumen en la palabra libertad, y hoy más que nunca debemos tener la esperanza de
conseguirla, puesto que nos gobernamos según el espíritu de la política constitucional de la
República del Norte, en donde al amparo de estas, goza el ciudadano de una completa posesión
de si mismo. La instrucción debe ser no una rémora para que se cumpla la promesa que
aludimos, sino una palanca impulsora que acelere la inauguración de su imperio en todos los
ramos de nuestra sociabilidad.
Tal vez sin necesidad de llamar expresamente la atención sobre ello, se notará en estas
páginas, un sentimiento de aquel cariño patrio que consiste en honrar equitativamente la
memoria de los antepasados, que no vivieron sólo de pan sino también del espíritu y se sintieron
estimulados a consagrar sus fuerzas a la difusión de la luz, tal cual brillaba para ellos. Es un error
imaginarse que el pensamiento argentino durmió profundamente y que no latió en ninguna de
sus arterias durante la sombría existencia de la colonia. No, su actividad relativa recorrió, como
le fue posible, la órbita, en verdad limitadísima, que le trazaba el oscurantismo de la Metrópoli y
los ciclos con que esta miraba en sus extenuadas colonias todo síntoma de animación y de
progreso.
En ninguna época faltaron entre nosotros, formados por sus propios esfuerzos, oradores
sagrados, eruditos, elocuentes y hasta de buena literatura; jurisconsultos sabios e íntegros;
teólogos y casuistas de ingenio agudo y versados en la escolástica; aficionados a las letras y aun
poetas empapados en las bellezas clásicas de los maestros de la antigüedad. Si fueron estos
pocos en número, porque tampoco el país rebosaba en población y porque los talentos carecían
de estímulo para esforzarse por levantarse del nivel común, no por eso debe desdeñarse a esos
pocos de ánimo selecto, ni echar sobre sus nombres la tierra de un olvido eterno. El brillo de sus
nombres se refleja sobre sus compatriotas de hoy y de siempre, y trae consigo un nuevo
testimonio para probar que la raza europea, lejos de bastardear en América, adquiere bajo el sol
de nuestras latitudes, mayor vigor intelectual y mayor desembarazo de espíritu y de concepción.
Las pruebas de este aserto se encuentran diseminadas en el presente libro. En él se verá entre
otros muchos ejemplos, que cuando Carlos III o más bien sus ilustrados ministros, intentaron la
reforma de las Universidades de España, los miembros de la afamadísima de Salamanca se
hallaban más atrasados en el conocimiento de las ideas de su siglo, que los Canónigos del
Cabildo eclesiástico de la Cátedra de Buenos Aires; que cuando las ciencias matemáticas eran
allí tenidas por cosa de hechicería y muy mal vistas por los teólogos y los filósofos, eran
consideradas aquí como indispensables para fomentar las industrias y hasta para dar al hombre
medios de acierto en la conducta de la vida práctica; que la geometría y el cálculo aplicados a la
navegación y al diseño, se saludaron en Buenos Aires con entusiasmo desde antes de la
revolución, como la mejor dádiva que podría hacer a la patria el celo de uno de sus mejores
hijos; que la medicina, apenas comenzó a ser enseñada en los primeros días del presente siglo,
derramó sus arduos principios sobre terreno generoso y perfectamente preparado para recibir y
fecundar la semilla de esta ciencia, esencialmente de observación.
El propósito de sacar a la superficie desde el fondo oscuro de nuestro triste pasado, los escasos
títulos de la cultura intelectual conquistados por la aplicación argentina, no puede realizarse sino
con el auxilio de los nombres propios, con indagaciones sobre las personas, es decir, con el
estudio de la biografía que es todo el comienzo y el germen de toda historia que concentre la
vida íntima y doméstica de una sociedad de origen cierto y determinado, pero cuyo desarrollo
camina lentamente entre sombras y sin mayor interés para quienes no están ligados a ella por
los vínculos del parentesco patrio.
Es por esta razón que cerramos este libro con una serie de nombres ilustres en los anales de la
enseñanza pública superior, como favorecedores de ella, como profesores, y como Directores o
Rectores de Colegios del Estado y de nuestra Universidad. La mayor parte de estas noticias
biográficas nos pertenecen y las demás las hemos tomado de autobiografías inéditas o de las
colecciones de periódicos donde se hallan confundidas can otras materias completamente
incoherentes.
El índice general por orden alfabético que se encuentra al fin, nos ahorra la tarea de desarrollar
más por extenso el plan de la presente obra y de justificar la inserción en ella de las materias que
abarca. Creemos que nada está demás en un trabajo monográfico y especial, y que, hasta la
copiosa bibliografía argentina en los ramos de la literatura docente que damos a luz por primera
vez, será mirada como un apéndice indispensable y como un medio cómodo para abrazar de una
sola mirada el desarrollo sucesivo de nuestros elementos propios de enseñanza y de estudio.
Habríamos completado esta obra con un bosquejo histórico de las instituciones fundadas entre
nosotros, por la mera acción de la sociedad sin ayuda oficial, para dar fomento a la cultura y a la
instrucción pública, si no fuera el temor de salir de los límites que nos hemos trazado y de abultar
demasiado este libro ya bastante extenso. Y lo sentimos de veras, porque la narración del origen
y trabajos de nuestras sociedades científicas y literarias, redundaría en honra del país como
manifestación de la actividad intelectual que ha distinguido siempre a la sociedad argentina. Esas
sociedades comienzan con el siglo y se asocian visiblemente al progreso de las ideas, pro-
moviendo y reflejándole en todos los hechos de la comunidad.
La prensa periódica nace bajo la protección de la "Sociedad patriótica-literaria." La literatura,
como instrumento para mejorar el orden político, preocupa los ánimos bajo la ardiente
intervención del genio de Monteagudo en la Sociedad patriótica, inaugurada en 13 de Enero de
18123. El liberalismo filosófico y las tendencias a la emancipación de los actos que se relacionan
con la libertad de la conciencia y del juicio sobre la forma externa de las creencias religiosas,
encontró apoyo en la "Sociedad de buen gusto del teatro" de la cual fue el alma y el fundador
uno de nuestros compatriotas más distinguidos, don Juan Ramón de Rojas, discípulo aventajado
del Colegio de San Carlos, soldado valiente y pudoroso en las primeras campañas de la
independencia, cantor inspirado de nuestras tempranas glorias, y víctima de una muerte trágica e
idéntica a la que cupo a Luca, a cuya par brilló por idénticos talentos y servicios. Y por último, y
sin descender hasta más acá del año 1826, todos los pensadores y hombres de inclinación a la
ciencia y a las letras aúnan sus fuerzas para formar la "Sociedad literaria", cuyos anales
publicados bajo el título de la "Abeja Argentina", permanecen aún sin rival como la más alta
manifestación de lo que es capaz de producir intelectualmente el genio argentino4.

3
En la oración que en esa solemnidad pronunció el Dr. Monteagudo, desenvolvió el tema siguiente: "La
ignorancia es el origen de todas las desgracias del hombre".
4
A más de estas asociaciones ha habido en Buenos Aires, la “Lancasteriana", la de "Ciencias exactas", la
de "Medicina", de "Ciencias artísticas", etc., anteriores al mismo año 1826.

También podría gustarte