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La evaluación en Educación Física en el currículo de Chile

El Sistema de Medición de la Calidad de la Educación Física (SIMCE-EF) ha sido


estos últimos años la herramienta de evaluación nacional en la asignatura de (EF) del
currículo de Chile. La prueba está basada en la conocida batería de test Eurofit y es
aplicada a los estudiantes de octavo año básico (13-14 años) en un intento por conocer la
condición física de los estudiantes chilenos.

Este sistema de medición fue aplicado por primera vez como piloto el año 2010, en
donde la Agencia de Calidad de la Educación (ACE) acepta una propuesta hecha por
especialistas para la aplicación y su implementación como la primera evaluación en el
currículo de (EF). La muestra estuvo compuesta por 13.585 estudiantes de Educación
General Básica (EGB) correspondientes al último año de este ciclo, 8° Básico, distribuidos
en 335 centros educativos a nivel nacional (Agencia de la Calidad de la Educación, 2013).

Para la aplicación del (SIMCE-EF) a nivel país, se realizó en diferentes contextos


escolares y sociales, niveles socioeconómicos, sistemas de administración educativa, áreas
geográficas, etc. Una vez recogidos los datos, se analizan, se comparan y se establecen
ciertos puntos de referencia que permiten clasificar a los centros educativos en diferentes
categorías según sus resultados. Éste puede detectarse como uno de los mayores problemas
de cualquier medición pública, cuyos objetivos suelen ser clasificatorios, generando
segregación, discriminación y desmotivación entre los participantes, consiguiendo así los
resultados de abandono de actividad física y deterioro de la salud entre la población escolar.
Sería una propuesta acertada si a partir de los datos obtenidos se detectasen grupos
poblacionales problemáticos y se establecieran propuestas de intervención para abordarlos.

Sin embargo, esta medición ha sido fuente de críticas por diferentes profesionales de
la salud y la educación. Una de los principales cuestionamientos es el escaso impacto en la
salud de los educandos. En efecto, Devís, & Peiró (1993) plantean dos importantes críticas
en relación a los aportes que nos pueden entregar estos test en la salud de nuestros
estudiantes. Por un lado, nula utilización de indicadores asociados directamente con la
salud, tales como: la presión sanguínea o lípidos en la sangre; y, por otro lado, no existe
evidencia científica para correlacionar los resultados obtenidos por los jóvenes en los test
de condición física y su salud en la vida adulta.

Otra crítica, es la planteada por Díaz (1994), el cual establece que los test de
condición física son una situación experimental estandarizada y solo sirven de estímulo a
un comportamiento. Inicialmente, todo test nace con la pretensión de cuantificar un
rendimiento, ya sea de habilidades motrices o de habilidades intelectuales. Este rendimiento
se evalúa mediante una comparación estadística con el de otros individuos colocados en la
misma situación, de modo que es posible así clasificar al sujeto examinado desde el punto
de vista cuantitativo (Blázquez, 2003). Por lo tanto, su aplicación principal será la de medir
el producto de una determinada ejecución. En esta línea, Fox y Biddle (1986) señalan que
los test para medir la condición física no son un buen instrumento para diagnosticar la
salud de los estudiantes, ya que existe gran influencia del factor genético y motivacional en
los logros alcanzados de los educandos.

Ineson & Sim (1989) también critican los test físicos, principalmente porque estos
están inmersos en un modelo individualista, competitivo y mecanicista de la salud, y no
toman en cuenta las diferencias económicas, sociales y culturales de los sujetos que son
sometidos a estas pruebas.

En Chile existe una brecha social entre los diferentes establecimientos evaluados, es
así como los menores índices de obesidad, sobrepeso y los mayores niveles en el test de
condición física encontrados están en los colegios de nivel socioeconómico alto, hecho
atribuible a quizás a varios motivos. Uno de ellos, la gran diferencia y segregación social
existente a lo largo del país (Medina, 2012). Los resultados del (SIMCE-EF) son
coincidentes con la literatura y los reportes de las políticas educativas. Los estudios sobre
rendimiento académico consideran múltiples variables como ingreso, educación de los
padres y dependencia, entre otras, determinando que los estudiantes que pertenecen a
establecimientos particulares pagados tienen un mejor rendimiento académico (Mizala y
Romagera 1998). Otro elemento a considerar con los resultados del (SIMCE-EF), están
directamente relacionados con el origen de los estudiantes (Redondo, 2004), el capital
cultural de las familias, los ingresos socioeconómicos percibidos y el nivel educativo de la
madre (Delors, 1998; Cornejo y Redondo, 2007). En este sentido el resultado de los niños
y niñas se define de manera importante en los primeros años de la vida escolar (Hart &
Risley, 1995).

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