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Nombre: Felipe Richardson Nieto

Curso: FILS009-1 Teoría de la vida humana (Metafísica, epistemología, ética, otras dimensiones)
Profesor: Jorge Acevedo Guerra

Resumen: El siguiente texto consistirá en una breve explicación del tema general “Vida humana y
pensamiento” en la obra del filósofo español José Ortega y Gasset. A través de distintos temas y
subtemas se irá planteando el asunto general. Para esto, se utilizará una bibliografía diversa que permita
abordar de manera pertinente el problema central del texto. Lo primordial será poder marcar las líneas
generales de los tópicos abordados, tanto para el entendimiento provisorio de sus conceptos como para
la reflexión futura a partir de los precipicios que puedan imaginarse junto a cada uno de estos, es decir, la
posibilidad de extensión filosófica al poder problematizar aún más en torno a ellos.

Introducción
Nuestra investigación anterior, relativa al concepto de vida humana, nos reveló que esta se trata del punto
de partida desde el cual considerar toda producción humana posible. No es, por supuesto, menesteroso
que se reiteren los ya explicitados puntos que definieron tal investigación y arrojaron esta conclusión; por
el contrario, esta solamente es mencionarla en pos de asociar a su objeto de investigación el siguiente
concepto general que exige tratamiento en este segundo proyecto, a saber, el pensamiento

Ahora bien. ¿Cuál es la relevancia de este concepto y porqué se ha suscitado en Ortega una reflexión
sobre el mismo? Por lo pronto, es conveniente enlazar, en aras de concretar lo mencionado en el primer
párrafo, este concepto con la vida humana. Como un escenario cual horizonte de posibilidades, la vida es
la realidad radical, el en de cualquier desarrollo. En efecto, todo fenómeno sucede en la vida, y, de
manera aparentemente perogrullesca, toda vida se vive en la vida humana. Uno de los fenómenos que se
despliega sobre este vasto horizonte es el pensar. En efecto, en tanto “Vida es lo que somos y lo que
hacemos”1, el pensamiento es, en primer lugar, un ejercicio del hombre, una actividad, una ocupación de
la que cabe preocuparse y, si se me permite un pequeño juego lingüístico, pos-ocuparse, refiriéndome
con esto a la reflexión filosófica que brota después de un relámpago, un suceso que marca el curso de la
historia de modo ensordecedor, como lo fuera, por ejemplo, la guerra nuclear. Esta actividad, por lo
demás, parece haberse erigido de tal modo que su evocación remite a una arquitectura magnánima,
siempre relacionada con los vértices del universo. Precisamente, el pensar, desde la antigua tradicción
helénica, ha figurado como una de las actividades más altas, sino la más alta. Fruto de esta
consideración, que permite entender la importancia que tiene para el hombre, han surgido numerosas

1
Ortega y Gasset, J., Rodríguez Huéscar, A., & Ortega y Gasset, J. (2004). ¿Qué es filosofía?; Unas
lecciones de metafísica (p. 126). México: Porrúa.
escuelas filosóficas en las que el pensar lo fue todo. Sin ánimos de extenderse más sobre este punto, es
útil recordar la decisión de Sócrates al beber la cicuta.

En segundo lugar, es relevante dar indicios del escenario que permitió la emergencia de esta
problemática en Ortega, es decir, en su caso particular. Respecto a esto, conviene resaltar, en primer
lugar, que el pensamiento, como concepto, no es nada nuevo para el filósofo español. En efecto, dice
Ortega que “es un tema que aparece a menudo trotando por los vericuetos de toda mi obra”2. Vale
decir que hay, entonces, un acercamiento preliminar, es decir, un primer encuentro. Desde luego, esto no
es suficiente para dilucidar el asunto. Por el contrario, resta un elemento importante desde el cual es
posible entender la preocupación por el pensamiento: la desatención del pensamiento que, no solo no
está de moda, sino que está sumido en dos peripecias principales: las crisis internas de las ciencias y la
la “crisis en la actitud del hombre ante el Pensamiento mismo, tomado en su integridad”3

¿Qué quiere decirnos esta crisis y a qué se debe? Principalmente, esta crisis se debe al declive del
racionalismo como paradigma de una época, sumado a una situación de incertidumbre, de duda vital y
nihilismo, entendiendo nihilismo como “la situación de desorientación que aparece una vez que fallan
las referencias tradicionales, o sea, los ideales y los valores que representaban la respuesta al
"¿para qué?", y que como tales iluminaban el actuar del hombre”4. Ortega, por su cuenta,
refiriéndose a Husserl para ilustrar este problema, identifica el fenómeno de debilitamiento progresivo de
los instrumentos de la Inteligencia moderna en el siglo XX, de tal modo que la Inteligencia misma,
sinónimo de Pensamiento, se vuelve un problema más que una solución. En efecto, a grandes rasgos, el
pensamiento moderno comienza a agotar sus últimas fuerzas, a darse cuenta de sus límites, dando paso
a un debilitamiento que fue producto de la incapacidad de sus instrumentos para resolver los problemas
sociales y morales, es decir, “los problemas que el hombre siente como últimos y decisivos”5

I.- Pensamiento: ajuste intelectual con el contorno.


Como se ha dejado entrever anteriormente, la inteligencia o pensamiento, como objeto mismo de
intelección y reflexión filosófica, ha sido obnubilado en consecuencia de una una crisis del pensamiento
como moderno. En vista de esto, es necesario volver sobre este para intentar rescatarlo de un inminente
extravío que pueda resultar irreversible.

Usualmente, a la hora de reflexionar sobre el pensamiento, se incurre en el error de centrarse únicamente


en los elementos que lo rodean, que tienen que ver con él, esto es, con su perímetro, cuando lo decisivo
se resuelve, en realidad, en el área. Léase la siguiente metáfora como un ejemplo de ocuparse del mero
rededor: "El bosque es una suma de posibles actos nuestros, que, al realizarse, perderían su valor
genuino. Lo que del bosque se halla ante nosotros de una manera inmediata es sólo pretexto para
que lo demás se halle oculto y distante."6. Así como los árboles son al bosque, lo son ciertos
elementos al pensamiento, que lo ocultan y dificultan su adveración. Enumeraremos y trataremos tres de
los siguientes elementos que obstaculizan el tratamiento del Pensamiento en cuanto a la elucidación de
su Ser, es decir, la aprehensión de su esencia: los mecanismos psíquicos o psicologismo, la lógica y el
conocimiento. El siguiente fragmento resume las líneas generales del planteamiento correspondiente al
subtema, es decir, el ajuste del pensamiento con su contorno: “En uno y otro caso a la pregunta: ¿Qué

2
Ortega y Gasset, J. (1964). Apuntes sobre el pensamiento. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
V, pág. 517). Madrid: Revista de Occidente
3
Ibíd. (p. 521).
4
Volpi, F., Rosso, C., & Vigo, A. (2005). El nihilismo (p. 16). Buenos Aires: Biblos.
5
Ortega y Gasset, J. (1964). Apuntes sobre el pensamiento. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
V, pág. 524). Madrid: Revista de Occidente.
6
Ortega, . G. J. (1914). Meditaciones del Quijote: Vol. 1 (p.71). Madrid: Imprenta Clásica Españ ola.
es el pensamiento?, se responde mostrando cosas que no pretenden ser pensamiento concreto y
efectivo. La Psicología nos presenta las actividades intelectuales, es decir, la mera posibilidad
instrumental de pensar. La Lógica destaca sólo ciertos esquemas formales del pensar que son los
que ostentan los presuntos atributos lógicos. Más eficaz que todo esto es el poder ocultador del
Pensamiento que tiene el Conocimiento, hasta el punto de que prácticamente se comportan como
sinónimos”7.

1. El pensar no se agota en los mecanismos psíquicos que ponemos en juego al pensar

Este es el primero de los elementos referidos por Ortega como un ocultador del pensamiento.
Denominado con el término de psicologismo, este elemento se refiere a la noción del pensamiento como
el conjunto de las actividades psíquicas que actúan en el proceso intelectivo de pensar. Es decir que, en
lugar de referirse al pensamiento como un proceso holístico o total que tiene una esencia que descubrir,
el psicologismo se contenta con responder que el pensamiento se trata de sus meros instrumentos o
medios para realizarse, satisfaciendo el con qué, mas no la pregunta fundamental, a saber, el qué es.
Este enfoque se circunscribe al estudio de los métodos que posee el sujeto para pensar, sus mecanismos
internos y sus condiciones externas, mas ignora que el pensamiento se trata del conjunto de actividades
físicas empleadas para un fin del cual no se puede hablar con demasiada fanfarronería. En efecto, “Uno
de los dos errores latentes en aquella identificación consiste, pues, en suponer que los medios
psíquicos con que el hombre cuenta en la faena Pensar son adecuados y suficientes para que esa
acción resulte lograda.”8 Un ejemplo de esta insuficiencia es, como se dijo en un principio, la razón.
Esta, en tanto instrumento o mecanismo del cual se sirve el pensamiento, no cumple cabalmente con la
exigencia que la faena del pensar precisa, es decir, la exigencia primordial de desocultamiento del ser.

2. El pensar no se agota en los principios lógicos que procuran regularlo.

Otro de los elementos es la Lógica, desde la cual el pensamiento es concebido únicamente como
pensamiento en tanto es lógico, es decir, en tanto obedece a ciertas pautas inscritas en una legalidad
determinada. Entiéndase pensamiento lógico como “el pensamiento en que se dan ciertos
caracteres— ser idéntico a sí mismo, evitar la contradicción y excluir un tercer término entre lo
«verdadero» y lo «falso»”9. De este modo, el pensamiento se reduce a una de sus fórmulas, a uno de
sus modos de despliegue en el hombre, marginando el resto de modalidades del pensar que, al no
satisfacer la legalidad de la lógica, quedan relegados de la categoría del pensar. Por ejemplo,
pensamientos que se escapan de esto serían el pensamiento simbólico, el pensamiento mágico, entre
otros. Se cuestiona, además, la posibilidad misma del pensamiento lógico, es decir, si todo puede caber
dentro de sus parámetros. La respuesta a esto es, por supuesto negativa, afirmando tajantemente que, al
contrario de lo que se piensa, “se ha descubierto, con espanto, que no hay concepto última y
rigorosamente idéntico, que no hay juicio del que se pueda asegurar que no implica contradicción,
que hay juicios los cuales no son ni verdaderos ni falsos, que hay verdades de las cuales se
puede demostrar que son indemostrables, por tanto, que hay verdades ilógicas”10

3. El pensar no se reduce al conocimiento, que es solo un modo de pensar.

De la misma manera en que sucede con la Lógica, el Conocimiento limita esta actividad fundamental del
hombre a una de sus formas. No obstante, el concepto de conocimiento lo logra con más efectividad que

7
Ortega y Gasset, J. (1964). Apuntes sobre el pensamiento. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
V, pág. 529). Madrid: Revista de Occidente.
8
Ibíd. (p.527).
9
Ortega y Gasset, J. (1964). Apuntes sobre el pensamiento. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
V, pág. 527). Madrid: Revista de Occidente.
10
Ibíd. (p.528)
los dos elementos antes mencinados, pues es, en palabras de Ortega, la manera más tupida de hacerlo.
Esto porque lo oculta de tal modo que ha adquirido su apariencia, es decir, el conocimiento se ha vestido
de pensamiento para reemplazarlo en su ausencia, sin que nadie se percate de que se trata de un mero
disfraz. En efecto, “Se supone que siempre que el hombre se ha puesto a pensar lo ha hecho con
idéntico designio: averiguar lo que las cosas son. Como esta faena es lo que se llama «conocer»,
tendríamos que pensar y conocer son lo mismo”11

¿Cuál es la diferencia entre pensamiento y conocimiento como para afirmar que la segunda obstruye el
desocultamiento de la primera? Para comprender esta diferencia, que se presenta de manera bastante
sutil, es necesario considerar la antropología orteguiana. Para Ortega, el hombre, que ha de habérselas
con su circunstancia, está destinado a hacer algo frente a tal situación, en la que se inscribe la posibilidad
de estar en la duda, esto es, de caer en la duda vital que le impide actuar. La fórmula “el hombre tiene
siempre es la necesidad de pensar, porque más o menos está siempre en alguna duda” resume
sucintamente este punto y el alcance de su significado se extiende hasta el punto que nos compete en
estos momentos.

Precisamente, el pensar que nace a partir de la necesidad humana de resolver su engorrosa situación,
en medio de un punto de inflexión como lo es la duda vital, se despliega de diversos modos, dentro de los
cuales está el conocimiento. Este modo de pensar consiste en “ensayar la solución del misterio vital
haciendo funcionar formalmente los mecanismos mentales bajo la dirección última de los
conceptos y su combinación en razonamientos”12. La diferencia, aparentemente inexistente, queda de
manifiesto después de esta aclaración: el conocimiento, con su legalidad y sus pautas, corre la misma
suerte que el pensamiento lógico, tratándose de una modalidad del pensamiento, no el pensamiento
mismo. De hecho, Ortega plantea que el conocimiento exige de supuestos para ponerse en marcha, es
decir, exige un punto de partida. Estos supuestos son dos: la admisión de la existencia del ser como
sustancia y la suposición de que la capacidad intelectiva del hombre puede aprehender esta sustancia.
“Pero entonces resulta que el conocimiento antes de empezar es ya una opinión perfectamente
determinada sobre las cosas: la de que éstas tienen un ser. Y como esa opinión es previa a toda
prueba o razón y supuesto de toda razón o prueba, quiere decirse que es simplemente una
creencia, en cuanto tal nada diferente de la fe religiosa.”13

II. A la la vida humana le es inherente una perspectiva.


La vida humana, como concepto general, no puede ser cabalmente entendida sin considerar que cuando
Ortega la menciona, lo hace pensando siempre en tanto cada hombre vive su vida, no aislado del resto,
sino separadamente en un conjunto. No se trata de una mera abstracción que se agota en el
pensamiento puro, sino de un concepto que puede permitir la constatación de que cada persona es un
cuerpo individuado, diferente del otro, desarrollándose en un entorno común al que se le denomina
mundo externo o realidad. En efecto, todos enfrentan lo mismo desde su soledad, que no los aísla
radicalmente como sucedería en una pauta solipsista, sino que los separa por caminos distintos de un
mismo bosque.

Mencionar la vida humana, y reiterarla cada vez que se pueda, no es una decisión arbitraria. Es de suma
importancia tomarla en cuenta en ese punto considerando que el concepto a tratar, la perspectiva, está
desarrollado en relación con esta. En efecto, “dicha idea es en Ortega inseparable de la de la vida
humana” (Rodríguez Huéscar, 1985: 99).

11
Ibíd. (p.529)
12
Ibíd. (p.530-531)
13
Ortega y Gasset, J. (1964). Apuntes sobre el pensamiento. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
V, pág. 532). Madrid: Revista de Occidente
De modo introductorio, conviene señalar brevemente alguna noción de perspectiva como concepto
general en el pensamiento orteguiano. En primer lugar, esta tiene que ser puesta a la luz de su carácter
epistemológico, es decir, a la luz de su funcionalidad con respecto al campo teórico que especula sobre el
conocimiento mismo del hombre, ya sea de su posibilidad, naturaleza, procedencia, etc. Respecto a este
punto, no se indagará en buscar el fundamento de análisis meticulosos sobre la epistemología del autor,
como preguntarse en qué se fundamenta la posición epistemológica cuando admite la realidad externa al
hombre.

En segundo lugar, es necesario estipular que la idea de perspectiva se halla sumamente ligada a la idea
común de perspectiva visual, es decir, está asociada analógicamente a una pauta de conocimiento de
carácter empírico. En tanto la apreciación de un objeto depende del posicionamiento de los ojos, se
puede afirmar que la imagen que se tiene de este dependerá siempre de la combinación particular de los
elementos que participan en el proceso cognoscitivo. Sin embargo, el concepto orteguiano va más allá de
esta mera descripción de un modo particular de conocimiento empírico por medio de uno de los tantos
sentidos que posee el hombre, tomando en cuenta más aspectos abarcables en el sujeto cognoscente.
Efectivamente, la perspectiva está configurada por distintos elementos o distintas dimensiones que la
condicionan: retina, corazón, visión, intelecto y valoración. En suma, se trataría de los sentidos
corporales, resumidos en retina y visión; la dimensión sentimental, que marca las tendencias afectivas del
hombre (corazón); y, por último, respecto al intelecto y la valoración, tenemos la dimensión axiológica (a
la que Ortega nombra “estimativa”).

Por último, cabe destacar que en cuanto ortega plantea su postura frente al conocimiento, introduciendo
el concepto mentado en este breve texto, está polemizando con pautas anteriores, que, tal como se ha
venido diciendo, se encontraban lo suficientemente abatidas como para el surgimiento de teorías tanto
alternativas como contrarias. En el caso de Ortega, se trata de una teoría alternativa. ¿Alternativa a qué?
Al paradigma racionalista que se heredó desde el inicio de la modernidad. Decimos que es alternativo en
tanto no se trata de una teoría propiamente antagonista como lo fue, en su tiempo, el empirismo: no, se
trata, más bien, del producto típico que se espera una vez una teoría se encuentra sumamente debilitada,
consciente de sus limitaciones y alcances.

1. Perspectiva según el ensayo «Verdad y perspectiva»

En este brevísimo ensayo, Ortega desarrolla sucintamente un concepto de perspectiva. El contexto que
suscita la emergencia de esta noción es mayoritariamente histórico. El pensamiento de su época, y los
hombres que lo ejercitan, no están caracterizados por un compromiso con la verdad, sino por un
constante estado de alteración manifestado en la supeditación de esta a la política, es decir, la verdad
supeditada al parámetro de lo útil para cierto régimen político de turno. Frente a esta adversa situación,
se propone pensar en un nuevo sujeto que valore el ensimismamiento en tiempos de alteración,
acotándose a la teoría sociológica orteguiana: el Espectador.

El espectador, a diferencia del hombre promedio del siglo XX, que ha hecho de la verdad un mero
elemento subordinado a la utilidad, contempla, teoriza, busca la verdad, busca la postrimería, esto es,
frente a los medios, se interesa por los fines. Esta es, en efecto la actitud contraria de la que se exige en
la política de su tiempo, penetrada por la búsqueda de los medios, de lo útil.

En medio de la exposición de este nuevo sujeto y su ocupación con respecto a la situación del
Pensamiento, el concepto de perspectiva aparece en medio de una polémica intelectual. El espectador,
lejos de representar la divinización de la contemplación pura que es posible hallar en Aristóteles, es una
figura representativa de un nuevo acercamiento al campo epistemológico. Este nuevo acercamiento, que
rechaza corrientes varias como el racionalismo, el intelectualismo, el pragmatismo y el escepticismo, pone
de relieve tanto la posibilidad del conocimiento como una renovación respecto a su origen y formación.

Precisamente, el espectador se opone a las dos posiciones dominantes de su tiempo: escepticismo y


racionalismo. La primera afirma que, en tanto el único punto de vista es el individual, el conocimiento
queda relegado a la arbitrariedad del individuo, negando así la posibilidad de verdad en tanto concepto
universal que no se circunscribe a la particularidad propia de la estructura individual del sujeto
cognoscente. El segundo apunta a la búsqueda de un punto supraindividual, es decir, externo al individuo
en tanto este se considera insuficiente para la posibilidad de conocimiento y verdad. A diferencia de
ambos postulados, Ortega parte de una posición sintética, esto es, conservando los elementos antitéticos
al mismo tiempo en que se plantea una posición nueva: “La verdad, lo real, el universo, la vida —como
queráis llamarlo—, se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuento, cada una de las
cuales da hacia un individuo.”14. Sin rechazar el individuo como punto de partida ni negar la posibilidad
de conocimiento, Ortega plantea que la verdad es compatible con el punto de vista individual en tanto
esta está compuesta de las diversas perspectivas que nacen en cada hombre. Esto se manifiesta con
claridad en el siguiente fragmento: “la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que
cada cual ocupa, fatalmente, en el universo.”15.

Se entiende, de esta manera, que el concepto de perspectiva en este primer ensayo consiste en un
instrumento funcional a la renovación de la posibilidad del conocimiento, pues la perspectiva es el inicio
de toda empresa humana de conocer en tanto el hombre, en tanto género humano, solamente puede
conocer la verdad desde su perspectiva individual. Por último, tengamos presente el siguiente fragmento
como una suerte de compendio respecto a esta primera aproximación sobre la perspectiva: “la
perspectiva individual es la realidad radical, primaria y originaria, desde la cual el mundo se nos
hace presente”16.

2. Perspectiva según el libro El tema de nuestro tiempo

En estrecha relación con Vida y Perspectiva, el tratamiento del concepto en esta nueva obra está
inmiscuido también en la polémica con ciertas corrientes de pensamiento pretéritas: racionalismo y
relativismo. En primer lugar, mientras el racionalismo propone que el conocimiento es posible únicamente
en tanto el sujeto cognoscente aprehenda la realidad tal y como es, sin deformarla de ningún modo,
exigiendo así un sujeto absolutamente transparente, el relativismo asevera que “El conocimiento es
imposible; no hay una realidad trascendente, porque todo sujeto real es un recinto peculiarmente
modelado. Al entrar en él la realidad se deformaría, y esta deformación individual sería lo que cada
ser tomase por la pretendida realidad”17

En efecto, Ortega rechaza esta tradicional visión en la que el individuo es un elemento conflictivo. Dice el
español que “La individualidad de cada sujeto real era el indomable estorbo que la tradición
intelectual de los últimos tiempos encontraba para que el conocimiento pudiese justificar su
pretensión de conseguir la verdad”18. Por supuesto, negándose a seguir los juicios de esta tradición, se
propone reformularse la pauta de conocimiento y sus presupuestos sobre el individuo, afirmando que, por

14
Ortega y Gasset, J. (1963). Verdad y perspectiva. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol. II, pág.
19). Madrid: Revista de Occidente
15
Ibíd.

16
Revista de Estudios Orteguianos, Vol. 6, págs: 119-132. Fundación Ortega y Gasset. Madrid, 2002.
17
Ortega y Gasset, J. (1966). El tema de nuestro tiempo. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol. III,
p. 198). Madrid: Revista de Occidente.
18
Ibíd. (p.200).
el contrario, la realidad no tiene una fisonomía por sí misma, es decir, la realidad no puede abstraerse
como separada del punto de vista individual. Esta proposición orteguiana puede ser entendida
considerando la realidad como la circunstancia en la que se desenvuelve el hombre, en la que despliega
su quehacer en un espectro de posibilidades, un horizonte de apertura. Visto así, y teniendo en cuenta
que esta estructura ontológica de la realidad es imposible de disolver, puede comprenderse de mejor
modo el insistente rechazo de Ortega por las tesis sustancialistas que su época heredó de la modernidad.

Además de esto, la perspectiva, que consiste en el punto individual propio de la estructura ontológica de
la realidad orteguiana, se desarrolla en mayor profundidad a la hora de considerar que la verdad no se
trata de una realidad única, sino que es omnímoda y absoluta. Con esto se quiere decir que la verdad
está compuesta de diversos haces, precisamente pertenecientes a la perspectiva de cada individuo. “De
esta manera, la peculiaridad de cada ser, su diferencia individual, lejos de estorbarle para captar la
verdad, es precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de realidad que le corresponde.
De esta manera, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato de
conocimiento insustituible”19

III. El pensar dialéctico en la vida humana.


1. Pensar dialéctico e historia de la filosofía.

Antes de entrar de lleno en el pensar dialéctico, hay que preguntarse por la dialéctica misma.
Generalmente, se tiene nociones de esta palabra a la hora de trabajar con textos filosóficos. Por ejemplo,
es usual rememorar el pensamiento de Heráclito sobre los opuestos en absoluta armonía. Para
esclarecer más el asunto, podemos concebir primeramente este concepto como la relación entre dos
elementos opuestos o antitéticos, relación que significa también cierto movimiento que busca resolver
esta contradicción interna.

El pensar dialéctico consistiría en uno de los tantos modos a través del cual se desarrolla el pensamiento
La filosofía, en tanto disciplina cuyo instrumento es el pensar mismo, también se desarrolló, claro está, de
un modo dialéctico. En ese sentido, Ortega propone reflexionar sobre la historia de la filosofía en tanto
exposición de su forma dialéctica de pensamiento, esto es, explicar nuestra herencia filosófica
considerando el modo de operar dialéctico en el proceso intelectivo de los hombres.

En efecto, en la historia de la filosofía o el desarrollo del pensar como ejercicio primordial de esta
disciplina, está inscrita una serie dialéctica de pensamientos que vertebran su evolución, es decir, un
desarrollo que implica que estos se relacionen entre sí. Ortega afirma que hay dos formas de proceder en
esta dialéctica: el pensar analítico y el pensamiento sintético o dialéctico. El pensamiento dialéctico, sin
dilatar más el asunto, se resume comúnmente en la pauta hegeliana de la tesis, la antítesis y la síntesis.
Ortega, por su parte, toma este sistema y deja entrever que este modo de pensar impone siempre la
yuxtaposición de un nuevo pensamiento que está complicado en su antecedente, esto es, en términos
hegelianos, la construcción de una síntesis a partir de dos tesis contrapuestas como elemento que
conserva el antecedente y aporta un contenido novedoso, algo que no estaba en el proceso anterior. No
obstante, es menester mencionar que Ortega no es un mero reproductor de la dialéctica hegeliana: por el
contrario, “Ortega y Gasset nos dijo que tomó el término dialéctica de Hegel porque era
prácticamente una institución, pero que su dialéctica no tenía nada que ver con la del autor
alemán”20

19
Ibíd. (p.202)
20
El fondo de la historia: Idealismo, Romanticismo y sus Repercusiones. Actas del Congreso (Talleres) (1,
noviembre 2010, Getafe, Madrid). Madrid: Universidad Carlos III de Madrid, 2012, pp. 86-91
De este modo, se entiende que la filosofía progresa de una manera particular: “Cada filosofía aprovecha
las fallas de las anteriores y nace, segura a limine de que, por lo menos, en esos errores no caerá.
Y así sucesivamente. La historia de la filosofía se muestra ahora como la de un gato escaldado
que va huyendo de los hogares donde se quemó”21. De esto se trata, grosso modo, el pensamiento
dialéctico, que define también el desarrollo de la filosofía.

2. Pasos del pensar dialéctico

Una de las dificultades de toda explicación dialéctica como proceder de un fenómeno, radica en identificar
y describir los pasos a través de los cuales se desarrolla efectivamente. Los pasos consisten en los
niveles, esto es, cada escalón que el pensamiento sube en un desarrollo dialéctico. Ortega nos plantea, al
reflexionar sobre este asunto, un itinerario común en todo proceder dialéctico: lo que sucede en el
desarrollo de este es que cada elemento está implicado en el otro en tanto lo interpela, esto es, se remite
a él y a sus falencias de tal modo que busca superarlo. No obstante, la superación de una cosa no
significa su aniquilación o absoluta negación; hay en el paso de superar otro elemento una conservación.
En efecto, “Esta aventura de las ideas que mueren, no por aniquilación, sin dejar rastro, sino
porque son superadas en otras más complejas, es lo que Hegel llamaba Aufhebung, término que
yo vierto con el de «absorción». Lo absorbido desaparece en el absorbente y, por lo mismo, a la
vez que abolido, es conservado”. 22. Esta conservación se entiende en tanto la superación de una idea
no implica que esta sea un absoluto error. Al contrario, Ortega nos invita a pensar en que los
pensamientos superados no se tratan de errores, sino de verdades a medias. En efecto, “vemos los
errores como verdades incompletas, parciales o, como solemos decir, «tienen razón en parte», por
tanto, que son partes de la razón”23

En síntesis, puede pensarse que los pasos del pensar dialéctico se resumen en la fórmula antes vista.
Cada planteamiento filosófico es desplegado sobre un ambiente que responde a él. La filosofía, como
disciplina encargada de encontrar la verdad, recibe los pensamientos de modo crítico. En este proceso es
donde el examen diagnostica errores y, en base a ellos, descarta de algún modo el pensamiento tratado,
sin aniquilarlo completamente, pues no es en absoluto un mero equívoco.

3. Ejemplos de pensar dialéctico (uno de ellos: el teatro)

El pensar dialéctico o sintético se manifiesta en diversos casos. Aquí es preciso examinar cómo el teatro
es uno de estos, según las reflexiones de Ortega. En primer lugar, en busca de una definición de Teatro,
el filósofo español medita sobre la búsqueda de una estructura general a todo teatro habido y por haber,
esto es, algo que haya subsistido en cada uno de sus modos, un ser. Más adelante, con esta idea como
objetivo de su reflexión, Ortega devela un aspecto fundamental del teatro en cuanto a su estructura. Este
aspecto es su dualidad, es decir, su división dual operante en varios ámbitos.

El significado de esta dualidad se presenta de diversos modos. En lo arquitectónico, esto es,


considerando el teatro como un edificio, un espacio físico, concebimos que este “el Teatro es un edificio
que tiene una forma interior orgánica constituida por dos órganos —sala y escenario— dispuestos
para servir a dos funciones opuestas pero conexas: el ver y el hacerse ver.”24. Esta definición nos
informa de una dimensión dual en el teatro, tanto a nivel de su mera arquitectura y organización espacial

21
Ortega y Gasset, J. (1965). Origen y epílogo de la filosofía. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
IX, pág. 354). Madrid: Revista de Occidente
22
Ortega y Gasset, J. (1965). Origen y epílogo de la filosofía. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol.
IX, pág. 359). Madrid: Revista de Occidente
23
Ibíd.
24
Ortega y Gasset, J. (1964). Idea del Teatro. En J. Ortega y Gasset, Obras completas (Vol. VII, pág. 455).
Madrid: Revista de Occidente
como de su proyecto artístico que exige dos elementos conectados por funciones opuestas, actor y
espectador, hiperactivo e hiperpasivo. Del teatro podemos decir que, además, “Bien mirado, el teatro es
esencialmente un arte de mediación: la obra del dramaturgo, ausente, llega al espectador
vivificada, a través de dos filtros: el director, quien a través de su puesta en escena ofrece su
interpretación de la obra; y el actor, que hace lo propio con su personaje” (Ortega Máñez, 2009)
Ahora bien: ¿qué tiene que ver esto con el pensar dialéctico? Podemos afirmar que el teatro,
considerando su realidad misma, esto es, cuya estructura o naturaleza es dual y está siempre marcada
por estos puntos contrarios, pero en íntima conexión, es un ejemplo del pensar dialéctico en tanto su
misma condición impele al movimiento dialéctico de interacción de opuestos con una intención resolutiva
de tal oposición. El teatro, en tanto situación compuesta de dos elementos en tensión que han de
habérselas entre sí, pues ambos se necesitan, contiene en su estructura la misma naturaleza que puede
explicar el pensar dialéctico como el despliegue de la filosofía. Los aspectos contrapuestos, por ejemplo,
del actor y el espectador, se resuelven en la unidad misma del teatro y su significación trascendente
respecto a sus elementos contradictorios. La trascendencia, por supuesto, ha de ser entendida en los
términos con los que se ha venido aclarando el asunto: cada resolución o síntesis de un elemento
compuesto por elementos contradictorios no significa en absoluto una aniquilación total, ni menos una
indiferencia o ignorancia con respecto a ellos: contrariamente, de lo que se trata es de entender que la
posibilidad misma de la resolución, como producción de un nuevo momento diferente de los elementos
contradictorios (antecedente), siempre conserva su pasado.

Conclusión

Si bien el objetivo de esta pequeña investigación fue la vida humana y el pensamiento, entendiendo
ambos elementos en conjunción, a lo largo de su recorrido se exponen puntos interesantes que podrían
tomarse en una investigación posterior. Quizá, una de las ideas más tentadoras, en el sentido de la
capacidad que tienen de suscitar reflexiones en la mayoría de las personas, es la idea del pasado como
ruina. Esta idea, si bien no es sistematizada aquí, sino solo mencionada, podría tomarse como un
elemento de vital importancia teniendo en cuenta que la teoría misma del desarrollo dialéctico de la
Filosofía en Ortega y Gasset nos arroja hacia una situación de la que parecemos ser protagonistas, es
decir, que vivimos en las ruinas de la Modernidad. En efecto, no es ninguna novedad pensar esto: al
parecer, diversas razones nos llevan a tener consciencia de que la época actual es, cuanto menos, una
postrimería de la Modernidad.

Ahora bien, es sumamente legítimo preguntarse si es que realmente se ha salido de la modernidad y su


caracterización, como nos lo hace notar el mismo Ortega. No es un diagnóstico fácil, sino de suma
dificultad, en cuya investigación podríamos tardarnos una vida entera. A pesar del pesado horizonte que
se extiende sobre nosotros al momento de siquiera meditarlo, podemos tener en cuenta los numerosos
antecedentes que nos ayudarían a pensar con mayor claridad acerca de esto. Para tamaño proyecto nos
serían útiles, por ejemplo, obras tales como el Asedio a la modernidad y Olvido de la Razón de Sebreli,
La decadencia de Occidente de Spengler o La derrota del pensamiento de Finkielkraut.

A pesar de la incertidumbre que genera pensar que vivimos entre ruinas, la posibilidad de considerarlo es,
cuanto menos, enriquecedor y necesario para el ejercicio del pensamiento filosófico. Por lo demás,
dilucidar un asunto de este talante no solamente posee un aspecto teorético y contemplativo, como se
suele imaginar desde fuera el ejercicio de la filosofía, algo así como una gimnasia mental de hombres
aburridos en la acepción más vaga de la palabra, sino que también está dotado de un profundo aspecto
práctico y existencial, es decir, decisivo en cuanto delimita los senderos a través de los cuales avanzar
por un destino que parece siempre permanecer en sumo misterio.

BIBLIOGRAFÍA

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