Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
“El mundo contemporaí neo: historia y problemas”, AROÓ STEGUI, J., Críítica. Paí ginas 87-89,
Francia; paí ginas 99-104, Alemania y USA.
“El mundo contemporaí neo. Siglos XIX-XX”, VILLARES y BAHAMONDE. Paí ginas 27-40.
La sociedad industrial se define por su elemento tecnoloí gico; fabrica los bienes
utilizando la energíía que proporcionan las maí quinas.
Su origen puede situarse en las uí ltimas deí cadas del s. XVIII (1764: instalacioí n de la
primera maí quina hiladora en un taller ingleí s), y su fin en 1834. Pero los principales
cambios tienen lugar entre 1780-1800, en el aí mbito ingles. Para el resto del mundo es
preferible hablar de industrializacioí n.
Otros como Hobsbawn lo reivindican, apelando a que fue un cambio raí pido en
Inglaterra; admite que la RI fue algo maí s que la transformacioí n industrial, pero que la
industria fue el motor.
En cualquier caso y al margen de la poleí mica, vemos tras este teí rmino:
Extensioí n de la alfabetizacioí n.
Todo esto deriva de la RI, que es el origen del CAPITALISMO INDUSTRIAL. El Modo
de Produccioí n es un concepto abstracto: es una forma de realizarse socialmente, es una
cultura determinada, es una superestructura ideoloí gica... Seríía en definitiva una forma de
entender el trabajo, la ideologíía...
a.- DEMOGRAFICOS: hasta la mitad del s. XVIII el crecimiento demograí fico es muy
lento, pero ahora se produce un crecimiento importante hasta la deí cada de 1780, en la que
se da una recesioí n. Desde 1780 se invierte la tendencia, manteniendo un crecimiento
sostenido hasta s. XIX, que se estabiliza por dos factores:
se controloí la mortalidad;
aumentoí la natalidad.
b.- SISTEMA URBANO: Inglaterra contaba con mayor nuí mero de ciudades que el
resto de Europa. La cuestioí n no es soí lo la importancia de Londres, sino que tambieí n
existen otra serie de nuí cleos urbanos (al contrario que en Francia, donde soí lo destaca
Paríís).
Hay que rechazar que el factor tecnoloí gico fuera el desencadenante en solitario,
aunque sea un factor importante; o que fuera el factor demograí fico; etc.
Ademaí s, para comprender la RI hay que destacar dos sectores clave en sus
primeros momentos:
REVOLUCIOÓ N AGRIÓCOLA
Algunos autores hablan de una auteí ntica Revolucioí n Agríícola que permitioí
aumentar la produccioí n y pudo alimentar a una poblacioí n en aumento. Otros lo rechazan y
hablan de cambios lentos en la produccioí n agraria.
En suma hablamos de una transformacioí n que origina el fin de los rasgos feudales
y el comienzo de ciertos rasgos de produccioí n capitalista.
Poco a poco estas tierras dejan de estar sujetas a las normas feudales, y se
convierten en propiedad privada: si alguien paga por ella intentaraí extraer la mayor
cantidad posible de beneficios.
Este es el origen del proceso (s. XVI), y de esta manera empezaron a cercarse maí s
tierras. Pero en s. XVIII este procese se acelera enormemente afectando no solo al tipo
anterior de tierras, sino tambieí n a tierras de uso comunitario, es decir, tierras comunales
explotadas por todos los vecinos (commond lands); eí stas fueron adquiridas, cercadas y
explotadas de forma diferente por la burguesíía agraria. Este fenoí meno se produce sobre
todo en la segunda mitad s. XVIII, debido a que el Parlamento ingleí s impulsoí los
cercamientos para favorecer el enriquecimiento de dichos burgueses.
Las commond lands eran explotadas por campesinos vinculados a esas tierras por
lazos de tipo feudal (el llamado dominio uí til); pero cuando esa tierra deja de estar
vinculada y pasa a ser privada, su nuevo duenñ o no mantendraí el sistema de
arrendamientos, y los campesinos optaraí n por abandonar dicha tierra, o por convertirse
en trabajadores asalariados (“salto” fundamental). Por tanto se deshacen los lazos feudales
que uníían a los campesinos con la tierra y los senñ ores feudales. Y lo mismo sucede en las
tierras de uso comunal.
Pero todo este proceso no tuvo un coste cero, sino un coste social ante el cual se
disenñ oí una doble respuesta hacia los afectos sociales del mundo agrario; pero los
campesinos tambieí n articularon su respuesta.
Pero la filosofíía de estas workhouses no era soí lo asistencial, sino que tambieí n
econoí mica: se genera un volumen de trabajadores casi gratuitos, y severamente
controlados.
Por todo ello se celebra una reunioí n de diferentes jueces ingleses para pensar una
nueva solucioí n al problema de la pobreza; de esta manera, en 1795, en Speenhamland, se
organiza un sistema asistencial alternativo, que consiste en crear subsidios que debíían ser
proporcionados a los pobres y debíía estar vinculado al precio del pan (si subíía el precio
del pan, el subsidio tambieí n); esto no supone la desaparicioí n de las casas de pobres. Pero
este sistema falla por:
La cuantíía de los subsidios era diferente en los condados ingleses, lo que provocoí
movimientos migratorios.
Los empresarios britaí nicos rebajaron los salarios de sus trabajadores para
compensar el pago de dicho impuesto especial.
Asíí, un sistema que nacioí para resolver un problema social en aumento, acaboí
provocando mayores problemas en relacioí n al nuí mero de pobres y a la existencia de
posibles conflictos sociales.
En 1834 se aproboí una nueva ley de pobres, que limitoí definitivamente los
subsidios, que desde ahora soí lo se daríían a ancianos e incapacitados, pero no a quien
estuviera en edad y tuviera buen estado fíísico para trabajar (eí stos tendríían que ingresar
en las casas de trabajo o seríían expulsados de la parroquia).
En general son movimientos espontaí neos, sin organizacioí n previa, sin lííderes, y no
estaban conectados entre síí.
En 1830 si se dio una revuelta especialmente conflictiva: “La Revuelta del Capitaí n
Swing”, que afectoí al sureste ingleí s, siendo el primer movimiento campesino que generoí
terror entre los terratenientes. Se conoce por ese nombre porque empezaron a aparecer
fascines que amenazaban a los terratenientes, y estaban firmados por dicho Capitaí n,
aunque se cree que no existioí . En estos folletos se articula una especie de cataí logo de
exigencias:
Se les amenaza con violencia fíísica y con la destruccioí n de las cosechas. Los
seguidores de este movimiento son los campesinos joí venes de edad media, jornaleros,
pero tambieí n trabajadores de las minas, que luchan por la mejora de sus condiciones de
vida y porque ahora, al sobrar gente en el campo, tienen maí s competencia laboral. Un
elemento participativo es la participacioí n de las mujeres que queda documentada en
algunas de las acciones violentas, aunque de forma minoritaria.
El punto de partida sigue siendo el sistema feudal, que se rige por la produccioí n
mercantil simple:
Los productores son los duenñ os de los modos de produccioí n: poseen los talleres,
herramientas y el dinero.
Una cuestioí n baí sica es que cualquiera no podíía ser artesano: seraí un privilegio
que soí lo aquellos que determinaran los gremios podríían ejercer. Los gremios son
corporaciones locales integradas por artesanos del mismo oficio, y que regulaban todos los
aspectos relativos a ese oficio: precios, quieí nes accederíían al oficio, ascenso laboral,
salarios... Geograí ficamente los gremios se localizaban en un determinado barrio o zona
urbana. Tambieí n evitaban la libre competencia, algo que frenaba el capitalismo.
Los pobres podíían ser obligados a trabajar: tanto los que pertenecen a las poor
houses como los vagabundos.
Se puede decir que eí ste es en gran medida el origen del capitalismo en Inglaterra,
porque ya se produce estableciendo libremente los talleres, contratando los trabajadores
requeridos, fijando precios libremente, y porque se trabaja para un mercado establecido.
TRANSFORMACIONES TECNOLÓGICAS
¿Todo ese conjunto de inventos tecnoloí gicos fue realmente la causa de la RI? ¿O
viceversa?
1.- Sustitucioí n del combustible tradicional por otro: el CARBOÓ N. Inglaterra sufrioí
una importante deforestacioí n por el crecimiento demograí fico, que provocoí la demanda de
combustible. Por tanto, la carencia cada vez mayor del combustible tradicional (madera),
provocoí su sustitucioí n por el carboí n, que ofrece algunas ventajas importantes:
La utilizacioí n del carboí n como fuente de energíía permitiraí el desarrollo del vapor,
que luego se aplicaraí progresivamente a la industria y maí s tarde al ferrocarril. Ademaí s en
torno a su obtencioí n se genera una importante industria extractiva.
2.- La PRODUCCIOÓ N TEXTIL (ALGODOÓ N) fue el sector maí s dinaí mico hasta los anñ os
treinta del s. XIX. Fue un sector palanca, idea que procede de un economista llamado W.W.
Rostow, que en los anñ os sesenta escribe una obra que explica el desarrollo, presentando un
modelo que seríía aplicable a los distintos paííses, y que se centra en la Revolucioí n
Industrial en Inglaterra. Dicho modelo consta de cinco fases y se denomina TAKE OFF:
b) Se dan unas condiciones previas para lo que luego seraí el despegue econoí mico, de las
cuaí les se senñ alan tres: aumento en la tasa de inversioí n; el existir un aparato políítico
que propicie el despegue econoí mico; y la existencia de un sector palanca o de
arrastre.
e) Desarrollo en masa.
Este modelo podríía ser vaí lido para el caso de Inglaterra, pero es maí s cuestionable
para el resto de paííses, como por ejemplo los paííses subdesarrollados, ya que no han
llegado al consumo masivo ni a la madurez econoí mica. Empieza a perder consistencia
cuando se aplica a casos extra-europeos, y maí s bien, cuando se hace fuera de Inglaterra.
- Fue el primer sector que aprovechoí la mano de obra liberada por el campo.
Por tanto razones teí cnicas, sociales y de mercado explican el eí xito del algodoí n. En
el resto de los sectores textiles tambieí n se dio un desarrollo manufacturero, pero los
gremios pusieron sus trabas y se quedaron para un mercado minoritario, de lujo.
3.- El papel del FERROCARRIL: para entender su papel hay que partir del uso
masivo del carboí n, cuya extraccioí n se convirtioí en una gigantesca industria en Inglaterra
(en 1800 manteníía el 90% de la produccioí n mundial). Esta expansioí n del carboí n es la que
estimula la invencioí n del ferrocarril porque la mineríía requeríía un medio de transporte
potente y barato.
Primero fue utilizado dentro de las propias minas, y despueí s para transportar el
material hasta los puertos de embarque. Para ello la carga fue movida, en principio, por la
fuerza animal (caballos); pero la necesidad de maí s potencia estimuloí la aplicacioí n del
vapor. Su invencioí n es una prueba de la relacioí n entre progreso econoí mico y demanda
social.
El desarrollo del tendido ferroviario por Inglaterra, Ameí rica y Europa fue un
excelente campo de inversiones. Hobsbawn dice que si no se hubiera inventado el
ferrocarril, se tendríía que haber inventado cualquier otra cosa para absorber todo
el capital generado.
En 1847 se produjo la primera crisis financiera del sistema capitalista, pues los
beneficios no llegaron.
De todo esto se deriva que no hubiese sido posible sin la inversioí n de capital: la
economíía inglesa desarrollada con la RI. es capitalista. Antes de la RI. Tambieí n habíía
capital, beneficios... pero ahora se multiplican exageradamente. Lo significativo es que
tambieí n se invierten esos beneficios de una forma distinta a la anterior:
TRANSFORMACIONES SOCIALES
Pero el proceso no fue raí pido ni sencillo: en el camino se desatoí una brutal
competencia y soí lo los maí s haí biles dieron dicho salto; el resto se convirtieron en
proletarios.
Todo ello coincidioí con una abundante mano de obra: se regulan los mecanismos
de contratacioí n y se rebajan los salarios medios.
Desde el punto de vista teoí rico plantea algunos problemas. El concepto de clase
social se ha debatido seguí n la historiografíía marxista: para Marx se define por la posesioí n
de los medios de produccioí n (burguesíía/proletariado); el elemento definitorio de una
clase social es de tipo econoí mico. Sin embargo, otros historiadores marxistas han
matizado el punto de vista de Marx, como E. P. Thompson (“La formacioí n de la clase obrera
en Inglaterra”), para quien tiene que existir una cultura propia de una clase social concreta
(formalizacioí n de una manera de pensar y percibir el mundo); pero esa cultura es un
elemento inmaterial y no econoí mico.
Una de ellas seraí la Trade Union, que procedíía de los sindicatos y reclamaban
salarios maí s justos y reduccioí n del horario laboral.
Las Trade Union se multiplican principalmente entre 1780 y 1840. En 1799 fueron
ilegalizadas por el Gobierno, prueba evidente de esta vertebracioí n del movimiento social.
A partir de ahíí, las asociaciones se refuerzan tambieí n con los partidos polííticos, y
su lucha por la legalizacioí n se convertiraí en un objetivo prioritario. En la deí cada de 1830
tienen su maduracioí n y se crean asociaciones a nivel nacional, a partir de las locales:
Todo el proceso es lento: paso de una sociedad agraria a una sociedad industrial.
Esto se puede comprobar en los censos:
3.- Crecioí el nuí mero de pobres censados, como prueba del deterioro de las
condiciones de vida.
5.- Un problema nuevo seraí la importancia que cobroí el trabajo infantil, porque se
les pagaba menos, teníían las mismas jornadas que los adultos, y eran contratados para
trabajos que requeríían habilidad y destreza con los dedos, por ejemplo (en 1871 el 26% de
la mano de obra industrial eran infantil; en 1911, el 14%). Junto a esto, tambieí n el trabajo
femenino, antes en el campo, pero ahora se incorpora masivamente al proceso industrial
(doble jornada laboral: faí brica y hogar); al igual que los ninñ os cobraban menos, y por tanto
eran una mano de obra codiciada.
Las faí bricas exigen una mano de obra abundante. Alrededor de ellas proliferan las
viviendas y los barrios obreros.
La faí brica y la gran ciudad constituyen el síímbolo de la R.I. En estas metroí polis los
problemas son difííciles de resolver: de iluminacioí n (gas, maí s tarde electricidad),
abastecimiento, comunicaciones. En contraste con los barrios distinguidos de la
administracioí n y la banca, los barrios obreros presentan masas humanas hacinadas, sin las
debidas condiciones de salubridad y servicios. Aparece ademaí s el problema de la
contaminacioí n, algo totalmente nuevo en la eí poca.
En los dos primeros casos la problemaí tica es parecida: se trata del desplazamiento
de los obreros manuales cualificados por las maí quinas, siendo por ello por lo que
LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EL CONTINENTE
La Europa continental dispuso de la tecnologíía britaí nica, pero tuvo que afrontar
tambieí n grandes transformaciones internas para lograr una madurez que no es alcanzada
hasta el uí ltimo tercio s. XIX, porque sus condiciones de partida eran maí s difííciles que las
insulares. El peso de la sociedad agraria era maí s fuerte y ademaí s presentaba enormes
diferencias entre la Europa occidental y la oriental, con una tardíía emancipacioí n del
campesinado; la estructura social era menos igualitaria, especialmente en Europa central,
con una distribucioí n de la riqueza en la que la alta nobleza (los junkers de Prusia)
disfrutaban de enormes extensiones de tierra; las barreras polííticas e institucionales, que
la influencia napoleoí nica amortiguoí pero no consiguioí eliminar, asíí como la ausencia de
una políítica aduanera y comercial comuí n eran obstaí culos para el desarrollo de una
economíía diversificada y de produccioí n destinada al mercado. A pesar de ser un proceso
esencialmente diverso, seguí n eí pocas y paííses, hay algunas pautas comunes en la dinaí mica
industrial europea que conviene senñ alar, sobre todo como aspectos diferenciadores del
modelo britaí nico:
Aunque hubo regiones europeas de gran desarrollo textil, como Alsacia o Catalunñ a,
el papel fundamental ha sido desempenñ ado por el gran conglomerado regional de Beí lgica,
norte de Francia y la Renania alemana, donde la explotacioí n de los recursos mineros y la
constitucioí n de la gran industria sideruí rgica son el eje de su industrializacioí n.
2.- La financiacioí n del proceso industrializador es maí s exoí geno que en el caso
britaí nico. En el continente es mucho maí s fuerte la integracioí n entre la banca y la industria
frente a la víía inglesa donde el ahorro producido en la propia industria era el nuí cleo de la
capacidad inversora. En el continente, especialmente en Alemania, la banca tiene un papel
central en la aportacioí n de recursos con destino a la industria pesada. Ejemplos de bancos
de inversioí n so el Creí dit Mobilier franceí s (1852) de los hermanos Pereire, o el
Diskontogesellschaft alemaí n (1851), al que luego seguiríían otros tres grandes bancos. Este
modelo de asociacioí n entre banca e industria a menor escala se dio tambieí n en la Europa
mediterraí nea.
4.- La industrializacioí n europea es sobre todo un fenoí meno regional, aspecto sobre
el que ha insistido mucho S. Pollard. La existencia de desequilibrios territoriales en el
aí mbito europeo y la diferenciacioí n en el interior de los propios estados nacionales, aunque
podíía existir previamente, es tambieí n una consecuencia de la propia expansioí n del
capitalismo, que genera la existencia de regiones maí s adelantadas a costa de regiones
La regioí n del bajo Rin, el norte franceí s, Catalunñ a, la Italia del norte, Sajonia o
Moravia son ejemplos de desarrollo industrial intenso y permanente, pues la geografíía
industrial europea actual no es muy diferente de la de hace un siglo. Por el contrario, el
Mezzogiorno italiano, la Extremadura espanñ ola o el Alentejo portugueí s son ejemplos del
numeroso pelotoí n de regiones cuyo atraso, acentuado en s. XIX, se mantiene hasta la
actualidad.
La abolicioí n del feudalismo fue tarea prioritaria de todas las reformas liberales
agrarias europeas, a partir del ejemplo franceí s. La emancipacioí n del campesinado en la
Los resultados de estas dos revoluciones agríícolas no tuvieron ideí ntica intensidad
en el espacio europeo continental. Mientras en algunos paííses, como Suiza o Dinamarca, la
agricultura pudo servir de base para su incorporacioí n al grupo de economíías
desarrolladas, en otros lugares, como la Europa mediterraí nea u oriental, las permanencias
propias de una agricultura tradicional (cultivo extensivo, bajos rendimientos, elevada
proporcioí n de poblacioí n activa agraria) mantendraí n su vigor hasta maí s allaí de la II Guerra
Mundial.
Por otra parte, la navegacioí n maríítima fue el sector que experimentoí mayores
transformaciones durante la segunda mitad s. XIX. Los viejos clipper de vela, aunque
mantienen su vigencia todavíía hasta 1890, son progresivamente sustituidos por el barco
Algunos de ellos, como Beí lgica, Francia o Alemania, forman el pequenñ o nuí cleo de la
“Europa interior”, como la denomina S. Pollard o de los first comers que, de forma maí s
precoz, podríían hacer frente al reto britaí nico y ser considerados por eso como “los
primeros en llegar”. Un segundo grupo de paííses, entre los que estaí n Rusia, Austria-
Hungríía o Escandinavia, constituyen los llamados late comers, que soí lo muy avanzado el s.
XIX se incorporaron al proceso de industrializacioí n. A estos dos grupos se podríía agregar
un tercer bloque de paííses que constituyen la “periferia” de Europa, entre los que se hallan
baí sicamente los Balcanes y el Mediterraí neo, aunque regiones de Italia o Espanñ a (norte de
Italia, Catalunñ a, Paíís Vasco) no respondan exactamente a esta tipologíía.
BEÓ LGICA es el paíís que, gracias a sus recursos energeí ticos y a su privilegiada
posicioí n geograí fica, en el centro de una gran regioí n industrial franco-alemana, logra un
nivel maí s raí pido de industrializacioí n. A esta feliz situacioí n geograí fica hay que anñ adir que
Beí lgica se separoí de Holanda en 1830 para constituirse como estado independiente. En el
balance global de la industrializacioí n belga se combinan su estrecha vinculacioí n con la
economíía francesa, que realizoí grandes inversiones en el sector carboníífero (del que
Francia era deficitaria), y el papel activo que el gobierno desempenñ oí en el apoyo a la
industria y en la construccioí n de los ferrocarriles.
Una nueva etapa de expansioí n tuvo lugar desde mediados de la deí cada de 1885
hasta las víísperas de la I Guerra Mundial, acompanñ ada por una segunda industrializacioí n
de caraí cter maí s intensivo que la primera, con una amplia difusioí n de las innovaciones
caracteríísticas de la industria moderna. A lo largo de todo el s. XIX la transformacioí n de la
estructura econoí mica de Francia fue lenta, y la agricultura siguioí teniendo una alta
participacioí n en el producto total del paíís. Asimismo, la tasa de urbanizacioí n fue baja y, a
diferencia de Gran Bretanñ a y Alemania, siguioí siendo un paíís rural. En 1846 la poblacioí n
urbana representaba soí lo el 25% del total, contra un 75% de la poblacioí n rural. En 1901
todavíía el 59% de la poblacioí n vivíía en el campo.
Los cuestionadores del “modelo franceí s” enfatizan que los empresarios franceses
adoptaron las innovaciones caracteríísticas de la industria moderna a un ritmo mucho maí s
lento que los de otros paííses europeos. Los muestran como empresarios “arcaicos”, que
seguíían utilizando los meí todos de produccioí n tradicionales, como la industria a domicilio,
y cuyas empresas eran en su mayoríía de dimensiones reducidas.
Pero en la industria francesa de la primera mitad del siglo, y aun en las deí cadas
sucesivas, no siempre la opcioí n maí s racional era la modernizacioí n tecnoloí gica. Los
meí todos de produccioí n tradicionales presentaban una serie de ventajas, y el sistema
industrial funcionaba con míínimos costos y menores riesgos. Desde esta perspectiva los
empresarios pueden ser percibidos como empresarios racionales que se adoptaron a las
condiciones del mercado y obtuvieron ventajas de la combinacioí n de lo viejo y lo nuevo.
En realidad, el debate sobre el empresariado franceí s forma parte del debate maí s
amplio acerca de ese presunto retraso franceí s con respecto a otros paííses industriales.
Como senñ ala Crouzet, el producto nacional aumentoí maí s lentamente que el de otros paííses
occidentales, pero su poblacioí n tambieí n crecioí a una tasa menor. En consecuencia, el
producto per caí pita se expandioí a un ritmo que no fue inferior al de los paííses de
industrializacioí n maí s exitosa. Ello no debe hacer olvidar, por otra parte, que en s. XIX el
ingreso per caí pita de los ingleses era un tercio maí s elevado que el de los franceses, pero
eí sta era una distancia ya existente en s. XVIII.
Hasta las guerras napoleoí nicas subsistieron rasgos feudales en la sociedad y lazos
de servidumbre en las aí reas rurales (sobre todo en las regiones orientales), que limitaban
la movilidad geograí fica y social y desalentaban la iniciativa individual y las innovaciones.
Tambieí n redundaban en una capacidad de demanda interna restringida y en un escaso
desarrollo de una economíía de mercado.
Al igual que en casi todas las naciones que se industrializaron a partir del s. XVIII,
en Alemania fueron muy marcadas las diferencias regionales. En teí rminos globales, la
regioí n occidental del territorio fue la maí s industrializada, sobre todo Sajonia y Renania,
mientras que la zona oriental, en cambio, siguioí siendo en gran medida un aí rea agríícola.
Con el avance de la industrializacioí n ambas zonas tendieron a complementarse: el este
proveíía al oeste de materias primas y alimentos, y el oeste vendíía al este productos
manufacturados. El este fue tambieí n un aí rea de emigracioí n de mano de obra, que se
dirigíía a los centros industriales de la zona occidental. Ademaí s, su produccioí n agraria
tambieí n se destinaba al mercado externo (sobre todo a Gran Bretanñ a), contribuyendo a
equilibrar la balanza comercial.
Entre las causas a las que suele atribuirse el eí xito de la industrializacioí n alemana,
su sistema educativo ocupa uno de los lugares privilegiados. Se desarrolloí precozmente la
ensenñ anza profesional, teí cnica y cientíífica, y su repercusioí n sobre el desarrollo industrial
fue muy directa. La formacioí n en escuelas reemplazoí el sistema de aprendizaje en los
puestos de trabajo, y la complejidad creciente de la tecnologíía requirioí un mayor
adiestramiento del personal. En las primeras deí cadas del s. XX las universidades alemanas
fueron reformadas, promoviendo el desarrollo de las carreras teí cnicas y de la investigacioí n
cientíífica.
En la industrializacioí n alemana hay que destacar tambieí n el papel del Estado, que
se manifestoí en variadas formas. En una primera etapa fue decisivo el proceso de
liberalizacioí n de la estructura econoí mica y social heredada del Antiguo Reí gimen, asíí como
la conformacioí n del Zollverein. La intervencioí n estatal fue asimismo muy relevante en la
modernizacioí n del sistema de comunicaciones. Hasta mediados de la deí cada de 1870, la
mayor parte de las lííneas ferroviarias fueron construidas por empresas privadas con
participacioí n ocasional del gobierno, pero a partir de entonces los Estados alemanes
adquirieron las companñ íías ferroviarias y las nuevas lííneas fueron tendidas, en general, por
cuenta del gobierno. El Estado fijoí las tarifas ferroviarias de modo de favorecer el
intercambio entre las diversas regiones y la promocioí n de las actividades industriales y las
exportaciones.
A destacar tambieí n el rol desempenñ ado por las grandes empresas, que dominaron
la actividad industrial. Esta circunstancia se vincula con las peculiaridades de los sectores
de punta (industria del carboí n, de hierro y acero, quíímica, eleí ctrica). Asimismo, las
grandes empresas alemanas se caracterizaron por la tendencia a la expansioí n y a la
integracioí n vertical, con el fin de controlar las diversas fases de la produccioí n, Desde la
deí cada de 1870 se generalizaron los acuerdos de cooperacioí n entre empresas, que
llevaron a la formacioí n de caí rteles que teníían como objeto el control del mercado, para
contrarrestar las caíídas de precios y la sobreproduccioí n en la eí poca de la Gran Depresioí n.
El desarrollo de los mismos, como se ha comentado, se vio favorecido por la ausencia de
leyes que limitaran su formacioí n, y su legitimidad fue confirmada por las maí ximas
autoridades judiciales.
Hasta 1870, la mayor parte de los paííses europeos no conocioí una auteí ntica
industrializacioí n, salvo en aí mbitos restringidos de dimensioí n regional. Esto es lo que
sucede en la Europa mediterraí nea, con la eclosioí n de experiencias industriales muy
dinaí micas, como las de Catalunñ a o el Piamonte, regiones teí cnicamente muy adelantadas a
la altura de 1840-1850. En el Imperio Austrííaco, los paííses checos (Moravia y Bohemia)
experimentaron un importante desarrollo industrial, al igual que Hungríía con su potente
industria harinera, pero debíían convivir con regiones muy atrasadas como Galitzia y la
Bukovina. Y lo mismo se puede afirmar de Escandinavia, donde Dinamarca y Suecia
ejerceraí n un papel de paííses punteros a partir de 1870 gracias a su especializacioí n en la
agricultura y en la explotacioí n de recursos naturales, como el hierro sueco.
d) Recurso sistemaí tico a las inversiones extranjeras, que llegaron a dominar el sector
de las industrias baí sicas (mecaí nicas, metalurgia y mineríía).
Entre fines de la deí cada de 1780 y 1820 la produccioí n industrial crecioí , a pesar de
los obstaí culos que generaban la exiguü idad y dispersioí n del mercado interno, lo dificultoso
de las comunicaciones, la escasez de mano de obra y el alto costo del trabajo. El desarrollo
de la industria manufacturera se aceleroí entre 1820-1860, con el liderazgo de la industria
textil, y fue estimulado por la construccioí n de los ferrocarriles, que comenzoí en 1830. En
el perííodo 1840-1860 la industrializacioí n se basoí sobre todo en la produccioí n de bienes
de consumo, en primer lugar de textiles de algodoí n, seguidos por la industria del calzado y
del cuero, la del hierro y la de maquinarias.
Las razones que explican este raí pido eí xito del Japoí n moderno son muy variadas:
Sin embargo, en contra de lo que sugeríía la tesis de Max Weber para el nacimiento
del capitalismo occidental, basado en el apogeo del individualismo, en el caso japoneí s
fueron los valores comunitarios los que se reforzaron con la expansioí n de la eí poca Meiji.
Lo cual demuestra que la víía japonesa al capitalismo, ademaí s de tardíía, fue diferente de la
seguida en Occidente. A todo ello habríía que anñ adir otros factores no menos relevantes. El
primero de ellos, el propio factor nacionalista, que logroí una adhesioí n incondicional de la
poblacioí n a los proyectos reformistas de los gobiernos. Y, finalmente, tampoco fue una
desventaja haber llegado tarde al proceso industrializador, habiendo preservado el
mercado interior de las influencias occidentales, lo que permitioí a Japoí n fundir aspectos
de la primera y de la segunda revolucioí n industrial, como pone de relieve el uso raí pido y
masivo que hizo de la electricidad.