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La Etica en La Investigacion Cientifica
La Etica en La Investigacion Cientifica
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científica, además, están implícitos en el ethos de la ciencia y sus nor-
mas, mismas que permiten el trabajo de la ciencia como tal.
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Por medio del estudio de casos brinda una perspectiva sobre los
aspectos éticos en la investigación. Esta obra ofrece una guía para la
práctica ética de la investigación y aporta un panorama de la integri-
dad en el quehacer científico. Al final, se ofrece al lector un registro de
algunas de las más importantes declaraciones y códigos internacio-
nales en la materia.
Quisiéramos expresar nuestro reconocimiento a la doctora Mer-
cedes Juan por contribuir a fortalecer el quehacer de la comisión na-
cional de bioética. Se extiende un agradecimiento al doctor Enrique
Cabrero, la doctora Julia Tagueña y la maestra Lorena Archundia del
consejo nacional de ciencia y tecnología por la confianza deposi-
tada en sumarnos al esfuerzo por fortalecer la investigación en nues-
tro país. No puede omitirse el apoyo de la doctora Laura Vargas
Parada, quien revisó y comentó el texto. Mención especial merece el
compromiso y esfuerzo del antropólogo David López y el maestro
Gustavo Olaiz de la conbioética en el desarrollo de la obra, su apoyo
resultó fundamental para su consolidación.
INTRODUCCIÓN
a la ética de la investigación
y la integridad científica
1 Cfr. Weber P., Pérez Tamayo R. “Ética y Bioética.” En La construcción de la Bioética. fce
(2007), pp. 13-24
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En concreto, para que la labor científica se lleve a cabo correcta-
mente, los científicos deben adoptar los principios de comunidad, uni-
versalidad, escepticismo organizado e imparcialidad. Robert Merton
fue quien primero identificó estos elementos del ethos en su trabajo
como etnógrafo de la ciencia, y señaló que infringirlos puede producir
tropiezos en un programa de investigación científica.
La ciencia debe ser universal para que los programas de investi-
gación sean exitosos o que realmente tengan sentido. La verdad no
es exclusiva de ninguna cultura, tiempo o lugar, sino que de alguna
manera es inherente a la naturaleza misma y alcanzable por métodos
científicos. Es un esfuerzo común, perseguido por varias personas
en distintos momentos, a través de la observación, desarrollando hi-
pótesis, haciendo pruebas y elaborando teorías, todo en referencia al
trabajo que se ha llevado a cabo por otros. Ninguna teoría puede mar-
car el fin de la ciencia, y aun cuando la confianza en una teoría cientí-
fica aumente, siempre será contingente, esto es que puede verse
remplazada por otra con el tiempo. Por tanto, los científicos deben
permanecer escépticos, como individuos y como grupos que partici-
pan en diversos programas de investigación, siempre dispuestos a
dejar de lado una teoría asumida ante nuevas evidencias o el desen-
cubrimiento de un fraude. Por último, no deben tener intereses par-
ticulares en los resultados de una investigación, sino que deben
tratar solamente de encontrar la verdad. La labor científica conduce
frecuentemente a callejones sin salida y no alcanza grandes avances,
pero es mediante este tipo de investigación que llegan a darse des-
cubrimientos. Los científicos desinteresados persiguen la verdad sin
importar a dónde los lleven sus estudios o el resultado obtenido.
Cuando los investigadores que trabajan en las diversas institucio-
nes científicas no cumplen individual y colectivamente con el ethos
científico, entonces la investigación puede salir mal. La investigación
puede no conducir a verdades, lo que puede ocasionar retrasos o con-
tratiempos que afecten un programa de investigación o repercutir
más allá de las fronteras nacionales; en el peor de los casos, las per-
sonas pueden resultar innecesariamente perjudicadas. Veremos algu-
nos ejemplos más adelante. En los siguientes capítulos también se
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Núremberg y su progenie
Durante los últimos 2000 años, los filósofos han tratado de describir
la naturaleza de lo bueno. Hoy en día, hay quizá tres escuelas princi-
pales de la teoría ética, si bien hay una serie de variantes de cada una,
así como filósofos que debaten las distintas clasificaciones. Para los
propósitos de esta obra, la reflexión se centrará en dichas escuelas,
sin entrar en los puntos más finos del debate –si hay otras, o si están
debidamente clasificadas, tampoco se abordarán a detalle las versio-
nes de cada una–. Las tres en orden cronológico son: ética de la vir-
tud, deontología y consecuencialismo. Cada una de estas teorías
está, de hecho, contemplada en los principios de Núremberg, como
se verá más adelante. En la revisión de cada una, asimismo, nos limi-
taremos a los más famosos expositores de cada una de estas gran-
des teorías, como son Aristóteles, Immanuel Kant y Jeremy Bentham.
En conjunto, representan las bases de gran parte del estudio moder-
no de la ética, y sus teorías informan la toma de decisiones en casi
todas las instancias de la ética aplicada, si bien con el tiempo han ha-
bido algunas adiciones, alteraciones y refinamientos a las teorías ori-
ginales, también constituyen la base teórica de los Principios de
Núremberg.
La ética de la virtud
Deontología
Consecuencialismo/utilitarismo