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Los hechos

jurídicos

Derecho
Privado I

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Los hechos jurídicos
El hecho jurídico

Definición de causa eficiente de los derechos

Además de las ideas cardinales de sujeto y objeto de las relaciones


jurídicas, tenemos también otra noción cuya importancia procuraremos
destacar: la causa eficiente, en virtud de la cual las relaciones jurídicas
nacen, se modifican, se transforman, se transmiten o se extinguen.

Los hechos jurídicos son todos los “acontecimiento[s] que, conforme[s] al


ordenamiento jurídico, produce[n] el nacimiento, modificación o extinción
de relaciones o situaciones jurídicas”1.

Cuando nos referimos a los hechos jurídicos como causa eficiente, debe
entenderse que el suceso o acontecimiento está previsto de antemano por
la ley, para que, según las circunstancias y siempre que se reúnan los
requisitos que impone una determinada norma, produzca efectos jurídicos.

Por ejemplo, el nacimiento con vida es causa eficiente porque, luego de


que se produce, el ser humano adquiere automáticamente, con carácter
definitivo e irrevocable, la personalidad jurídica.

En el Código Civil y Comercial de la Nación2 (CCCN), se encuentran


regulados en el Título IV del “Libro I, Parte general”. En este apartado, se
trata con gran extensión la teoría de los hechos y los actos jurídicos.

Los hechos jurídicos se clasifican en hechos externos o naturales y hechos


humanos. Los primeros son aquellos en los que no interviene para nada la
conducta humana, como

el nacimiento, la muerte, la destrucción natural de una cosa,


el derrumbe de un edificio por un terremoto, etc. Estos, si
bien son hechos en los que no intervino la voluntad del
hombre, son jurídicos en tanto producen consecuencias
para el derecho.

1 Art. 257, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
2 Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

1
Los hechos jurídicos humanos son voluntarios o
involuntarios. Se considera que son voluntarios si son
realizados con discernimiento (capacidad general de
razonar, de conocer, [que] aumenta a medida que el sujeto
crece o madura), intención (la posibilidad de dirigir la
voluntad hacia lo querido o deseado sobre la base del
discernimiento) y libertad (la posibilidad de movimiento,
libertad física, y la posibilidad de decidir sin presión externa,
libertad moral). Los hechos involuntarios… son los
ejecutados sin discernimiento, intención y libertad, no
producen obligaciones salvo que causaran daño en otro [y
se enriqueciera con ello el autor del hecho]. (Lulila, s. f.,
https://goo.gl/NPuRmh).

La obligación se producirá según la medida de ese enriquecimiento.

Los hechos voluntarios, a su vez, se dividen en lícitos e


ilícitos, según sean conformes o contrarios a la ley. Los
hechos voluntarios ilícitos pueden ser: delitos (supone la
intención de causar un daño) o cuasidelitos (se causa el
daño aunque no haya habido intención, es por culpa
imprudencia, negligencia o impericia) y los lícitos son los
actos jurídicos y los simples actos voluntarios. (Lulila, s. f.,
https://goo.gl/NPuRmh).

Diferencia entre el simple acto lícito y el acto jurídico

El artículo 258 del Código único define el simple acto lícito “como la acción
voluntaria no prohibida por la ley, de la que resulta alguna adquisición,
modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”3; mientras
que el artículo 259 del mismo cuerpo legal brinda el concepto de acto
jurídico y refiere que “es el acto voluntario lícito que tiene por fin
inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas”4.

Así, la principal diferencia entre ambos es que el simple acto lícito no tiene
por fin inmediato crear, modificar o extinguir relaciones o situaciones
jurídicas, sino que, por el contrario, carece de este. Sus efectos jurídicos se
darán prescindiendo de la voluntad del agente y por la simple circunstancia

3 Art. 258, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
4 Art. 259, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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de haberse colocado en la situación prevista por la norma como supuesto
de hecho.

Por ejemplo, la persona que hace reparaciones urgentes en la propiedad


de un amigo ausente no tiene en miras (o sea, no tiene por fin inmediato)
entablar una relación jurídica (el arreglo de una casa), sino simplemente
prevenir un perjuicio patrimonial al amigo. La ley es, entonces, la que
establece, más allá de la intención de esta persona, que el beneficiado por
esa reparación debe indemnizar al amigo benefactor y dentro de la medida
del beneficio que obtuvo por los gastos hechos por su amigo.

Por su parte, los actos jurídicos tienen por fin inmediato adquirir, modificar
y extinguir relaciones o situaciones jurídicas. Es decir, el acto jurídico es un
hecho de autonomía privada mediante el cual simplemente se persigue un
fin práctico autorizado por el ordenamiento.

Ahora bien, ¿para qué determinar la distinción entre actos jurídicos y


simples actos lícitos? Ello es así por el régimen aplicable. En efecto, si
estamos frente a una categoría como la de los simples actos lícitos, que
producirá efectos por designio legal y con independencia del querer del
sujeto, no serían entonces aplicables las normas del Código en materia de
elementos, vicios e ineficacia de los actos jurídicos, por lo tanto, cada acto
queda regido por lo que se disponga en cada hipótesis. Esto nos lleva a
señalar otra distinción entre el acto jurídico y el simple acto lícito: el
primero siempre es voluntario, mientras que el segundo es indiferente que
lo sea, requiriéndose cuanto mucho que el sujeto cuente con
discernimiento (Rivera y Medina, 2014).

Figura 1:

Fuente: Buteler Cáceres, 2000, p. 200.

3
La voluntad jurídica

Definición. Importancia

La voluntad individual apreciada en el mundo de las relaciones jurídicas


juega un papel fundamental.

Así, Buteler Cáceres (2000) explica que, si partimos de los atributos de las
personas y, dentro de ello, de la capacidad, se advierte que la voluntad o la
aptitud de voluntad es el presupuesto primario, indispensable de la
capacidad de hecho.

Asimismo, señala que, si se tiene en cuenta el domicilio, dentro de este se


encuentra el real o voluntario, el que se constituye por la voluntad
soberana de una persona capaz, en cuanto esté materializada de un modo
concreto.

En relación con los contratos, hay uno cuando “dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o
extinguir relaciones jurídicas patrimoniales”5.

En definitiva, lo que quiere poner de manifiesto el mencionado autor es


que la voluntad individual, mirada en sí misma y a través de su ejercicio
efectivo, a través de su declaración y condicionada de antemano por la ley,
es el factor predominante destinado a reglar las relaciones jurídicas de
carácter privado.

Enunciación de los elementos internos y externos

El artículo 260 del Código Civil y Comercial prevé: “Acto voluntario. El acto
voluntario es el ejecutado con discernimiento, intención y libertad, que se
manifiesta por un hecho exterior”6.

Los actos voluntarios son aquellos realizados mediante los presupuestos


mencionados en el artículo (discernimiento, intención y libertad) que
integran el elemento moral o interno del acto voluntario, además del
elemento material o externo, que es la manifestación de la voluntad.

5 Art. 957, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
6 Art. 260, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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Cada elemento interno, como se verá, puede verse obstado por
determinadas circunstancias, como la minoridad, la declaración de
incapacidad o de vicios, el error, el dolo o la violencia, que afectarán a uno
o varios de esos elementos, ocasionando la involuntariedad del acto.

Figura 2:

Fuente: Tagle, 2002, p. 89.

Elementos internos

El discernimiento. Definición

El discernimiento se refiere a la aptitud general de conocer, es decir, a la


madurez intelectual para razonar, comprender y valorar el acto y sus
consecuencias. Se trata, en definitiva, de tener una conciencia cabal de
nuestras propias acciones, de su conveniencia e inconveniencia, de su
bondad o maldad, de su licitud o ilicitud (Buteler Cáceres, 2000).

Esta aptitud depende del grado de madurez que se haya alcanzado y puede
faltar por la edad o por cuestiones de salud mental.

El discernimiento debe ser distinguido de la capacidad, pues, en tanto el


primero es una cualidad o aptitud natural del sujeto de conocer, razonar y
comprender, la capacidad es la cualidad o aptitud jurídica de obrar y de
ejercer actos válidos.

5
En pocas palabras, se puede tener discernimiento y ser, sin embargo,
incapaz, como los menores mayores de diez años, quienes, conforme con
la ley (artículo 261, inciso b, del CCCN), poseen discernimiento para
ejecutar actos ilícitos y, por ende, son responsables de sus consecuencias,
pero son incapaces de obrar, por lo que no pueden celebrar actos jurídicos
válidos por sí mismos (Tagle, 2002).

Causas obstativas del discernimiento

El artículo 261 del código único reza

Acto involuntario. Es involuntario por falta de


discernimiento:

a) el acto de quien, al momento de realizarlo, está


privado de la razón;
b) el acto ilícito de la persona menor de edad que no hay
cumplido diez años;
c) el acto lícito de la persona menor de edad que no ha
cumplido trece años, sin perjuicio de lo establecido en
disposiciones especiales.7

Tal como hemos señalado anteriormente, el discernimiento es uno de los


elementos necesarios para que exista voluntad jurídica, por lo que la
ausencia de este conlleva la involuntariedad del acto.

La falta de discernimiento determina la falta de aptitud del sujeto para


hacer uso de la autonomía privada y no se produce a raíz de vicio alguno,
sino por una circunstancia inherente a la aptitud intelectual general del
sujeto.

Las causas que obstan el discernimiento pueden agruparse en dos grandes


grupos: aquellas que presuponen un desenvolvimiento insuficiente de la
inteligencia (minoridad, en tanto inmadurez; puntos b y c) y las que
consideran que el sujeto no estaba en pleno uso de sus facultades
intelectuales al realizar el acto (privación de la razón, punto a).

Respecto a la privación de razón, esta puede ser de dos clases, según si la


falta de razón refleja alguna clase de patología más o menos permanente o
bien un oscurecimiento del intelecto temporal o accidental y solo

7 Art. 261, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

6
relacionado con el acto en cuestión. Estas circunstancias incidirán en los
extremos por acreditar en un eventual juicio, debiendo tener en cuenta los
alcances concretos de la inhabilidad del sujeto en caso de que hubiera sido
objeto de una declaración (Rivera y Medina, 2014).

En relación con la edad, debe señalarse que, de acuerdo con el sistema que
adopta el Código Civil y Comercial, según el cual se presume, sin admitir
una prueba en contrario, que las personas obran con discernimiento a
partir de determinadas edades, por lo que estas deben ser capaces de
distinguir entre actos lícitos y actos ilícitos.

En el caso de actos ilícitos, la ley ha entendido que el ser humano capta


antes la noción de lo bueno y de lo malo que la apreciación de lo que para
él puede ser conveniente o inconveniente y, por ello, supone que los
menores mayores de diez años tienen discernimiento para ejecutar actos
ilícitos sin admitir prueba en contra. Por ende, habrán de responsabilizarse
por las consecuencias de sus actos, es decir, que responderán civilmente
con su propio patrimonio. Esto, sin perjuicio de la responsabilidad de los
padres y del derecho de repetición que, en razón de este discernimiento,
estos tienen contra sus hijos (artículo 1754 del CCCN).

En cambio, respecto de los actos lícitos, la ley considera que se tiene


discernimiento desde los 13 años, pero no para todos los actos, sino solo
para que aquellos que la ley expresamente les permite realizar, como ser:
la persona adolescente de entre 13 y 16 años puede tomar decisiones
respecto de aquellos tratamientos que no resultan invasivos; a partir de los
16 años, el adolescente puede tomar decisiones sobre el cuidado del
propio cuerpo (artículo 26 del CCCN); puede ejercer profesión si ha
obtenido título habilitante, aunque sea menor de edad (artículo 30 del
CCCN).

La intención. Definición

Se ha definido la intención como el discernimiento aplicado al acto


concreto del que se trata. Es representarse los motivos determinantes de la
acción y tener conocimiento concreto del estado de los casos (Buteler
Cáceres, 2000).

Aun cuando haya discernimiento, puede faltar la intención. Ya veremos,


más adelante, que pueden concurrir vicios como el error o la ignorancia o
bien el dolo y, en ese caso, faltará la intención. Pero, a la inversa, la
intención presupone siempre el discernimiento, ya que no se puede
concebir este último sin aquella (Buteler Cáceres, 2000).

7
En pocas palabras, es la conciencia plena y cabal de los alcances de un acto
determinado.

La libertad. Definición

La libertad consiste en el imperio de sí, en la posibilidad de elección sin


coacción, en la determinación propia, es la independencia de la voluntad.
Consiste en la posibilidad de elegir entre distintas opciones sin presiones
de ninguna naturaleza.

Este concepto comprende dos aspectos: la libertad física y la libertad moral


o libre albedrío.

Así, la libertad moral es la espontaneidad en la determinación adoptada


por la persona, sin ningún influjo extraño que pueda torcerla o
desvirtuarla.

La libertad física es el poder material de hacer lo que de antemano se ha


resuelto hacer o bien abstenerse de hacer lo se ha resuelto no hacer.

Elemento externo

La manifestación de la voluntad: noción

Tal como hemos señalado anteriormente, la voluntad jurídica debe


manifestarse a través de un hecho exterior. Esta exigencia luce razonable,
dado que, de no existir alguna exteriorización, el mero suceso interno no
puede ser valorado por el ordenamiento. Es decir, una voluntad no
manifestada no es de interés para el derecho, ya que, sin exteriorización,
no solo no puede haber hecho voluntario, sino tampoco involuntario: a los
efectos legales, en ambos casos no habría modificación alguna susceptible
de ser aprehendida por el derecho (Rivera y Medina, 2014).

Ahora debemos preguntarnos: ¿qué sucede en aquellos casos en los que la


voluntad interna no coincide con la declarada?

Es importante, como se ha sostenido anteriormente, que los elementos


internos y el elemento externo se sumen para lograr efectos en el mundo
del derecho. Sin embargo, puede haber falta de coincidencia; por ejemplo,
cuando se expresa algo que no se tiene la intención de manifestar, algo
diferente a lo querido. En estos casos, se plantean cuestiones relativas a la
posibilidad de que esos actos sean válidos y, además, a los criterios de

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interpretación que se deben utilizar para determinar qué es lo correcto, si
lo que se quiso o lo que se manifestó. Respecto de este dilema, se han
planteado teorías que trataron de dar respuesta y que son explicadas con
gran claridad por Tagle (2002).

Señala la mencionada autora que, en la doctrina jurídica moderna, el


problema de la divergencia es resuelto por dos teorías opuestas: la teoría
de la voluntad y la teoría de la declaración.

 La teoría de la voluntad, también conocida como teoría francesa,


expuesta originariamente por el alemán Savigny, considera que el
efecto jurídico se produce por consecuencia de la voluntad interna
y no por la declaración que de ella se hace. Es decir que, para esta
teoría, el elemento importante es el interno o la voluntad real, en
tanto que la declaración o el elemento externo no es más que el
medio para dar a conocer la voluntad real; por lo que, en caso de
divergencia, debe darse preeminencia a la intención efectiva del
agente.
 Por otro lado, la teoría de la declaración o teoría alemana sostiene
que la voluntad interna carece de relevancia jurídica, puesto que
no es conocida por el derecho sino a través de sus
manifestaciones exteriores, por lo que solo la declaración de
voluntad tiene valor y merece respeto.
 En otro orden de ideas, se encuentran las teorías intermedias, que
advierten que, llevadas a sus extremos, la teoría de la voluntad
real y la de la declaración resultan inaceptables; la primera porque
protege exclusivamente el interés del autor de la declaración,
dándole la posibilidad de impugnarla cuando no coincide con la
voluntad interna, lo que atenta contra la seguridad jurídica. La
segunda, a la inversa, lesiona el principio de autonomía de la
voluntad sobre el que se construye toda la teoría del acto jurídico.

De tal modo, las teorías intermedias, partiendo de uno u otro punto,


elaboran soluciones que combinan la necesidad de respetar la real
intención de las partes con la seguridad y la confianza que deben
prevalecer en las relaciones jurídicas. Así, la teoría de la responsabilidad
considera que debe respetarse la voluntad interna, a menos que la
divergencia entre la manifestación y la voluntad real sea producto de la
negligencia del declarante, en cuyo caso, este deberá soportar las
consecuencias. Por otro lado, la teoría de la confianza afirma que la
declaración debe prevalecer sobre la voluntad interna cuando haya
suscitado una legítima expectativa en el destinatario, siempre que este no
haya obrado culposamente al no poner la debida atención que le habría

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permitido captar los elementos objetivos que indicaban la falta de
voluntad.

Ahora bien, descrito el debate, debemos preguntarnos qué ocurre en el


Código Civil y Comercial argentino.

Si bien nuestro código no contiene precepto alguno que expresamente


establezca cómo debe resolverse la cuestión, diversas disposiciones
demuestran que se ha acogido como principio rector la doctrina de la
voluntad, haciendo predominar la voluntad real del agente sobre la
declaración. Esto se evidencia en la reglamentación de la teoría general del
acto voluntario, en la recepción de la teoría general de los vicios de la
voluntad, en la consagración del respeto al principio de la autonomía de la
voluntad que se vincula con la facultad de los particulares de reglar sus
relaciones jurídicas.

Sin embargo, este principio de respeto a la voluntad interna se encuentra


atenuado en diversas disposiciones particulares. En resguardo del valor
seguridad en el tráfico jurídico, y tienen eficacia ciertas declaraciones de la
voluntad no obstante su discordancia con el íntimo querer del sujeto que
las realiza.

Así, por ejemplo, en diversas normas, la ley hace prevalecer la buena fe, la
confianza o la responsabilidad a fin de proteger al destinatario de la
declaración. Ello sucede en la adopción del error reconocible (artículos 265
y 266), en la preeminencia de la buena fe en el ejercicio de los derechos –
como en la ejecución e interpretación de las relaciones jurídicas (artículos 9
y 10)–, así como en el no amparo del dolo recíproco (artículo 272) ni de la
simulación dirigida a perjudicar terceros (artículos 333 y 334) (Rivera y
Medina, 2015).

Los diversos modos de manifestación de la voluntad

El elemento externo es la declaración de voluntad, la conducta por la cual


el sujeto la exterioriza o la manifiesta. A este elemento alude el artículo
262 del Código Civil y Comercial: “Manifestación de la voluntad. Los actos
pueden exteriorizarse oralmente, por escrito, por signos inequívocos o por
la ejecución de un hecho material”8.

8 Art. 262, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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Este precepto contempla la manifestación de la voluntad expresa, que se
da cuando hay un signo exterior sensible emitido por el declarante con el
único objeto de dar a conocer su voluntad concreta.

Esta declaración positiva puede concretarse a través de:

 Manifestación verbal. La declaración de la voluntad por medio de


la palabra hablada, si bien es un medio que traduce exactamente
la voluntad interna del emisor, tiene el inconveniente de que este
puede, más tarde, negar o alterar lo dicho, lo que hace muy difícil
probar su existencia, por lo que solo se utiliza en actos de menor
importancia.
 Manifestación escrita. Esta se traduce en la exteriorización en un
cuerpo de escritura de la voluntad de quien la emite. Es la que
mayores garantías ofrece, ya que da certeza plena, pudiendo estar
contenida en instrumento público o privado. Es la más
conveniente, sin dudas, pues, al quedar consagrada por escrito,
adquiere fijeza y, por ende, otorga seguridad, puesto que facilita la
prueba de la declaración de voluntad.
 Manifestación por signos. Esta declaración consiste en la
utilización de gestos o actitudes dirigidos a otros respecto de
determinados objetos, permitiendo lograr un significado único e
inconfundible. Es decir, hay una actitud física del sujeto que no
deja lugar a dudas sobre su voluntad interna. Por ejemplo, quien
levanta la mano en un remate o en la votación de una asamblea.
 La última parte del artículo alude a los hechos materiales; aquí
salimos, sin embargo, del campo de las declaraciones para pasar al
de la mera manifestación, con lo cual se ingresa al terreno de la
exteriorización tácita de la voluntad (Rivera y Medina, 2014, p.
602).

Por otro lado, en continuidad con el punto d, tenemos la manifestación


tácita o indirecta de la voluntad, que, a diferencia de la positiva, no tiene
por fin dar a conocer la voluntad de manera directa, sino que esta se
infiere del comportamiento del sujeto.

El artículo 264, prevé: “Manifestación tácita de la voluntad. La


manifestación tácita de la voluntad resulta de los actos por los cuales se la
puede conocer con certidumbre. Carece de eficacia cuando la ley o la
convención exigen una manifestación expresa”9.

Debemos señalar que, para que exista una manifestación tácita de la


voluntad, hay tres condiciones que deben darse: a) que se trate de actos

9 Art. 265, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.

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por los que se puede conocer con certidumbre la existencia de la voluntad,
es decir, que se pueda inferir la existencia de una voluntad en determinado
sentido; b) que no se exija una expresión positiva; c) que no haya una
declaración expresa contraria.

Ejemplos de este tipo de manifestación son la remisión de deuda del


acreedor que devuelve a su deudor el pagaré sin protesta o reserva, la
adquisición por parte de quien ha recibido mercadería y la consume, llevar
materiales al lugar de una obra para realizarla.

Por último, tenemos el silencio como manifestación de voluntad. En primer


lugar, debemos decir que hay silencio en sentido jurídico cuando una
persona no manifiesta su voluntad con relación a un acto jurídico, tampoco
por una acción especial destinada a este efecto ni por una acción de la que
se pueda inferir la voluntad. Es decir, es la abstención, la omisión, el callar.

El artículo 263 del Código Civil y Comercial dispone:

Silencio como manifestación de la voluntad. El silencio


opuesto a actos o a una interrogación no es considerado
como una manifestación de voluntad conforme al acto o la
interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de
expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las
partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el
silencio actual y las declaraciones precedentes.10

Conocemos el viejo adagio que dice “el que calla, otorga”. Este refrán no
tiene vigencia dentro del orden jurídico, donde la regla es que el silencio es
un signo negativo: el que calla no afirma ni niega. El silencio solo
excepcionalmente puede constituir un modo de manifestación o de
declaración de la voluntad tácita.

Estos casos de excepción son:

 Cuando haya obligación legal de expedirse. Cuando la ley impone


la exigencia de pronunciarse y el obligado guarda silencio, este es
considerado como una manifestación de la voluntad. Por ejemplo,
quien, debiendo absolver posiciones, no concurre o se niega a

10Art. 263, Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación
Argentina.

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responder, por lo tanto, queda confeso en todos los hechos que
surgen de la relación de las preguntas (artículo 417 del CPCCN)
 Cuando las partes hubieran dispuesto un deber de expedirse en
el marco de un contrato. Si nos inclinamos por el efecto
obligatorio de los contratos, estaríamos frente a un supuesto
similar al primero; sin embargo, también es posible considerar que
ese silencio es una declaración, ya que podría haberse pactado
que el silencio tenga ese valor, en tanto signo inequívoco
particular (Rivera y Medina, 2014).

 Cuando los usos y costumbres impongan el deber de expedirse.


En los casos donde el ordenamiento positivo prevé que la
costumbre es fuente de derecho (artículo 1) e impone el deber de
pronunciarse, el silencio será considerado como manifestación
tácita de la voluntad. Es decir, nuevamente estaríamos ante un
caso donde hay un deber legal de manifestarse.

 Cuando hay una obligación de explicarse a causa de una relación


entre el silencio actual y las declaraciones precedentes. Cuando
se puede relacionar el silencio actual con la conducta previa del
sujeto, las circunstancias autorizan a presumir que el silencio se
vincula con una manifestación de voluntad concordante con sus
declaraciones anteriores. Así, por ejemplo, si me proveo de libros
de una de las tantas editoriales que trabajan en Córdoba y tengo
de antemano este trato: que todas las obras de derecho civil que
aparezcan mes a mes me las deben enviar; si al mes siguiente no
las devuelvo, ello significará que las he comprado y deberán
cargarlos en mi cuenta. El silencio está de antemano erigido en
declaración de voluntad.

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Referencias
Buteler Cáceres, J. (2000). Manual de derecho civil. Córdoba, AR: Advocatus.

Ley N.° 26994. (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso
de la Nación Argentina.

Lulila (Nombre de usuario). (s. f.). Desarrollo de algunos temas de Penal 1.


Recuperado de https://es.scribd.com/document/230108887/Algunos-Temas-de-
Penal-1

Rivera, J. C. y Medina, G. (Eds.). (2014). Nuevo Código Civil y Comercial de la


Nación, comentado por especialistas. Buenos Aires, AR: La Ley.

Tagle, M. V. (2002). Derecho Privado. Parte general (Vol. 1). Córdoba, AR:
Alveroni.

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