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Cómo se origina un asesino en serie

ADMIN 12 FEBRERO, 2017 64

Todo asesino serial tiene “trastorno de personalidad antisocial”, una condición que se caracteriza
por la falta de empatía, la manipulación, y el ver a los demás como meros medios para satisfacer
los propios deseos. Pero eso no basta para que surja un asesino. Padres violentos, rechazo social,
traumas y otros factores, podrían crear al monstruo…
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Asesinos seriales: ¿nacen o se hacen?
Primeramente es necesario considerar que no todos los psicópatas son asesinos en serie, pero
todos los asesinos en serie son psicópatas. Esto tomando indistintamente los términos “trastorno
antisocial de la personalidad”, “sociopatía” y “psicopatía”; ya que, si bien las diversas fuentes a
veces delimitan un término de otro, en esencia los tres significan lo mismo y son, por lo general,
empleados indistintamente en la actualidad. Pero entonces y antes de intentar responder si el
psicópata nace o se hace: ¿cuáles son sus características fundamentales? En palabras del Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales IV —donde no se distingue al psicópata del
sociópata, y se engloba a ambos en el trastorno antisocial de la personalidad—, estas son las
siguientes:
1. Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal, como
lo indica el perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención

2. Deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener
un beneficio personal o por placer
3. Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro

4. Irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones

5. Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás

6. Irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia


o de hacerse cargo de obligaciones económicas

7. Falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado,


maltratado o robado a otros

Ahora bien, ¿el asesino serial nace o se hace? Veamos.

El asesino serial es un resultado de la interacción entre las circunstancias (el entorno) y las
tendencias innatas; aunque podría señalarse que éste se autoconstruye, se hace a sí mismo en la
medida en que tiene la posibilidad de elegir qué reacciones tomar ante lo que le sucede: así,
cuando se habla de que “el asesino se hace”, se habla tanto de que las circunstancias lo
construyen como de que él, en la medida en que tiene libertad de autoregulación y reacción, se
autoconstruye como respuesta a esas circunstancias.
Como ya se dijo antes, no todo psicópata es un asesino serial. Cabe así la pregunta: aquellos
psicópatas que se transformaron en asesinos seriales, ¿estaban indefectiblemente destinados a
convertirse en asesinos seriales y en consecuencia eran manifestaciones de que el asesino nace y
simplemente manifiesta esa esencia en el futuro? Para responder a eso hay que tener presente
que la psicopatía es una condición que siempre se manifiesta a nivel de anomalías neurológicas [1],
por lo que el cerebro del psicópata nunca es igual al de la persona normal. No obstante eso no
implica que todo psicópata nace siendo psicópata, ya que una persona normal puede, como
consecuencia de un accidente u otra situación, desarrollar en cualquier etapa de su vida un
conjunto de anomalías cerebrales que lo transformen en psicópata. Lo anterior se vio en el caso
del británico Raymond Fernández, quien inicialmente fue un espía británico más, después de un
fuerte golpe en la cabeza, su conducta cambió y él se transformó en un psicópata y asesino en
serie… Pero las veces en que el psicópata (condición para ser asesino serial) no nace son
excepcionales, por lo que la pregunta sigue vigente para la mayoría de casos. Así pues, la realidad
es que el asesino serial se hace; ya que, según los estudios, en condiciones determinadas de
desarrollo es posible lograr que, alguien que por sus genes o por alguna otra causa (anomalías en
el embarazo) nació siendo psicópata, no se transforme en asesino serial o en tipo alguno de
criminal. En otras palabras, la psicopatía no basta para dar lugar a un asesino serial, ya que éste
es siempre el resultado de la interacción entre las circunstancias (el entorno) y las tendencias
innatas; aunque, desde un punto de vista filosófico admitido por muchos psiquiatras y psicólogos,
el asesino serial se autoconstruye, se hace a sí mismo en la medida en que tiene la posibilidad de
elegir qué reacciones tomar ante lo que le sucede, pero esta aclaración no debe tener peso en el
asunto, ya que, cuando se habla de que “el asesino se hace”, se habla tanto de que las
circunstancias lo construyen como de que él se autoconstruye como respuesta a esas
circunstancias.
Al respecto, la neuróloga Debra Niehof afirma lo siguiente: ‹‹La violencia es el resultado de un
proceso de desarrollo, una interacción permanente entre el cerebro y el medio ambiente […]. Si
una persona ha llegado a creer que el mundo está en contra de ella, y ella está reaccionando de
forma exagerada a cada pequeña provocación, estas reacciones violentas irán más allá de su
capacidad de control, porque está en un modo de supervivencia […]. Es importante entender que
la violencia no tiene una causa única. Puede venir de cualquier parte de la estructura psicológica.
Todo lo que nos encontramos o experimentamos en nuestras vidas tiene el potencial de
afectarnos, y no hay un factor único al que echar la culpa. La violencia es el resultado de un bucle
de realimentación compleja, pero ese bucle puede romperse. La biología no es destino.››
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Perspectiva general
Hemos visto que el asesino serial es el producto de una interacción entre el entorno y ciertas
características del sujeto. Entonces: ¿qué circunstancias tienden a hacer que un psicópata se
transforme en asesino serial? Principalmente estas:

Un entorno familiar inapropiado, con patrones como: violencia entre los padres; maltrato,
indiferencia-abandono o demasiada permisividad por parte de uno o ambos progenitores; ausencia
de uno o ambos progenitores; incestos, abuso sexual o algún tipo de situación sexualmente insana
originada en el marco familiar; comportamientos desequilibrados y destructivos-autodestructivos en
los padres, tales como alcoholismo, drogadicción, prostitución; etc.

El asesino es en gran parte un síntoma de los trastornos socio-culturales, ya que, si bien el entorno
familiar es el factor externo de primer orden en su encaminamiento hacia el crimen, éste constituye
una micro estructura grupal (por algo se le dice “la célula” de la sociedad) que, en sus
desequilibrios y problemas, refleja en gran medida los males generales del entramado socio-
cultural. Así, consciente de ello, el asesino Charles Manson afirmó: “Mi padre es una prisión, mi
madre un sistema, soy lo que ustedes me hicieron. Los miro y me digo: ustedes quieren matarme y
yo ya estoy muerto. Toda mi vida estuve muerto”

Una experiencia social nociva, con patrones como: pobreza, usualmente asociada a un sistema
lleno desigualdad que, en ciertos casos, acaba generando resentimiento social; aislamiento o
maltrato físico y/o psicológico por parte de los pares, sean estos de la institución educativa, del
reformatorio o de otro tipo de ambiente; abuso sexual por parte de un desconocido o conocido
fuera del círculo familiar; presencia de drogas y/o alcohol en el círculo social; vandalismo y
delincuencia; etc.

Vivencia de un marco cultural en el que se exhiben cosas como: mucha rigidez en los roles de
género; aceptación de la violencia como forma idónea de control y parte de la cotidianidad;
desequilibrios a nivel de la mentalidad imperante, manifestados en casos como el de una sociedad
moralista demasiado represiva, una sociedad con tendencia al libertinaje y los vicios, o una
sociedad muy materialista, pragmática y consumista; etc
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Exposición a eventos traumáticos
El ser testigo de uno o varios sucesos traumáticos es algo que muchas veces juega un rol crucial
en la creación del asesino en serie. Según estudios científicos, presenciar un acto violento puede
desencadenar agresión y desórdenes de ansiedad tales como estrés agudo o trastorno por estrés
post-traumático, o inclusive puede ocasionar problemas relacionales y una disrupción en el
desarrollo de la capacidad empática.

Presenciar un acto violento puede desencadenar agresión y desórdenes de ansiedad, tales como
estrés agudo o trastorno por estrés post-traumático, o inclusive puede ocasionar problemas
relacionales y una disrupción en el desarrollo de la capacidad empática. Un ejemplo terrible fue el
del legendario asesino Gilles de Raise, quien destripaba a sus víctimas como un reflejo de que,
durante su niñez, vio a su padre con las tripas afuera, agonizando en el lecho antes de morir tras
un ataque de jabalí.

Así y refiriéndose sobre todo a la violencia animal que muchos chicos presencian, Kellert y
Felthous afirman que: ‹‹Un niño que crece rodeado de agresión contra cualquier ser vivo, tiene más
probabilidad de violar, abusar o matar a humanos cuando sea adulto››. Esto es importante ya que
muchas veces el presenciar violencia animal constituye aquellos eventos traumáticos y
lastimosamente, esta potencial fuente de eventos traumáticos a presenciar, viene como
complemento a experiencias de maltrato pues, según un estudio de la New Jersey Public Child
Protection Agency, en el 88% de las familias donde hay maltrato infantil, hay también maltrato a
animales, y éste está usualmente ligado a una experiencia de humillación e impotencia, tal y como
lo refleja el hecho de que, según el estudio antes dicho, en el 66% de los casos es el progenitor
quien, para castigar o controlar al hijo, maltrata a la mascota.

Ejemplos de asesinos que presenciaron eventos traumáticos son:

Ed Gein: Ed presenció el sacrificio de animales de granja y esto, según confesó, le inspiró ideas
pervertidas que más adelante influenciaron en su conducta criminal.

Guilles de Rais: A sus nueve años, Guilles presenció la muerte de su padre en una sesión de caza.
Fue algo realmente espantoso pues un jabalí había clavado sus colmillos en el vientre de su padre,
y el pequeño Guilles contempló “cómo sus vísceras se esparcían por el lecho”, lo cual lo marcó tan
profundamente que, en el futuro, repitió la escena destripando niños y viendo como las entrañas y
la sangre se derramaban sobre el suelo de su castillo…

John George Haigh: Conocido como “El Vampiro de Londres”, este asesino, durante un bombardeo
de la Segunda Guerra Mundial acontecido en su niñez, corrió aterrado solo para llevarse un susto
aún mayor al ver una cabeza que, producto del bombardeo, había terminado rodando y yendo a
parar ante sus pies…

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Maltrato infantil y adolescente
El maltrato infantil casi nunca será suficiente en la creación de un asesino en serie, pero siempre
será importante. En su libro Serial Killers, Joe Norris nos dice que el maltrato infantil genera
reacciones violentas, trastorna el desarrollo psicológico y hasta puede producir lesiones
cerebrales… Al respecto escribe: ‹‹Los padres que abusan de sus hijos, tanto física como
psicológicamente, inculcan en ellos una confianza casi instintiva en la violencia como primer
recurso ante cualquier desafío.››.
Según criminólogos del F.B.I., cuando un niño sufre maltrato infantil, ve menoscabada su
capacidad de empatía, no desarrolla su capacidad de confianza, seguridad y autonomía,
experimenta un daño en su facultad para vincularse a otras personas, y se llena de fantasías de
dominación, violencia y control.

Los psicólogos dicen que, cuando hay maltrato infantil por parte de uno o ambos progenitores, el
maltratado sufre un menoscabo en su capacidad para confiar en el otro en general, pudiendo así
refugiarse en el aislamiento y en fantasías violentas. Por ello en el libro Homicidio sexual: patrones
y motivos, Robert Ressler y dos autores más afirman que, cuando un niño sufre maltrato infantil, ve
menoscabada su capacidad de empatía, no desarrolla su capacidad de confianza, seguridad y
autonomía, experimenta un daño en su facultad para vincularse a otras personas, y se llena de
fantasías de dominación, violencia y control.
Naturalmente el hogar es la fuente más usual de maltrato infantil y adolescente, pero no la única.
Están también las instituciones educativas, los orfanatos y los reformatorios, entre otras.

Ejemplos de asesinos que han sufrido maltrato infantil y/o adolescente son:

Carl Panzram: A Carl lo golpeaban sus hermanos mayores cuando era niño, y ya más grande,
recibió numerosas palizas estando en el reformatorio.

Albert Fish: Este anciano torturó a varios niños y niñas, era un verdadero sádico, y también un gran
masoquista (se clavaba agujas, se quemaba algodones en el ano, etc…). Ahora y si uno se
pregunta de dónde le nacieron esas oscuras tendencias, Albert responde que de sus experiencias
en un orfanato de Washington D.C., en el cual vio abusos y maltratos tan terribles que terminaron
haciéndolo amar su propio sufrimiento, y el ajeno, particularmente el de seres inocentes como eran
los niños del orfanato…

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Relación con los padres
Generalmente es la madre la figura que más peso tiene en la construcción del asesino serial, en
parte porque, en las biografías de los asesinos, es muy frecuente la figura del padre que se
ausentó tempranamente (cuando el asesino era niño) o que nunca estuvo. Esta madre suele ser
dominante, estricta, cruel, maltratadora; distante e indiferente; incestuosa, promiscua o
sexualmente perturbadora y provocadora; de moral religiosa y represiva, o de un libertinaje amoral;
alcohólica y drogadicta; etc. Mientras tanto, cuando el padre está presente y es fuente de daño y
trastorno, lo es casi siempre bajo la figura del padre autoritario, violento, sádicamente disciplinario,
y usualmente machista y alcohólico.

Los padres son claves en la construcción moral, social y emocional del sujeto, en su
encaminamiento a la legalidad o la ilegalidad. Es así que las biografías de asesinos están llenas de
madres y padres ausentes o perniciosamente deficientes: padres ausentes, o machistas,
bebedores, y violentos, madres prostitutas, descarriadas, distantes o maltratadoras…

Según los psiquiatras, las siguientes situaciones son de gran riesgo en tanto potenciales
generadoras de un futuro antisocial:
 Padre o madre ausente (esto sucede en aproximadamente un 60% de los casos)

 Padre y madre ausentes

 Desequilibrio disciplinario: un padre muy severo y una madre muy permisiva, o un padre muy
permisivo y una madre muy severa. Casi siempre ocurre lo primero, y entonces el niño aprende a manipular
(por culpa de la madre) y desarrolla odio hacia la autoridad en general (por culpa de la autoridad particular del
padre).

 Falta de vinculación con el bebé durante los primeros nueve meses, sobre todo de madre a hijo. Esto
es enormemente perjudicial, ya que deja secuelas a nivel neurológico…

 Padres hipócritas que en público manifiestan una imagen de unión y armonía familiar, pero en
privado humillan y menosprecian al hijo.

La madre
Generalmente, en las biografías de los asesinos seriales, la figura materna (sea madre biológica o
madre adoptiva) tiene un mayor peso en la construcción de la motivación criminal. Puede aparecer
así bajo distintas formas, pudiendo a veces manifestarse varias de estas formas en una sola
madre:

 Madre prostituta: Pedro Alonso López, Henry Lee Lucas.

 Madre que engendra deseo sexual en el hijo: José Antonio Rodríguez Vega, Gary Ridgway.

 Madre sobreprotectora: Harold Shipman, Jesse Pomeroy, Ed Gein, Marta Beck.

 Madre dominante y maltratadora (puede ser maltrato físico o psicológico): Daniel Camargo Barbosa,
Pedro Alonso López, Edmund Kemper, Gary Ridgway, Richard Kuklinski, Ed Gein, Marta Beck, Albert
DeSalvo, Jerome Henry Brudos, Ted Bundy.

 Madre que abandona al hijo o está ausente (pudiendo ser esto por muerte temprana): David
Berkowitz, Gerald Eugene Stano, Ángel Maturino Resendiz, Marcel Petiot, Manuel Delgado Villegas, Bob
Berdella.

 Madre con respecto a la cual el hijo sostiene un vínculo afectivamente dependiente que, al romperse
con la muerte de ésta, impulsa hacia el asesinato al hijo, de alguna u otra forma: Harold Shipman, Peter
Sutcliffe.
Los asesinos seriales suelen tener pésimos modelos maternos, pero a veces eso llega al extremo y
entonces la relación madre-hijo puede volverse escalofriantemente patológica, tal y como en el
caso de Edmund Kemper, quien, tras irrumpir en la habitación de su madre y decapitarla, tomó la
cabeza de ésta, le lanzó dardos mientras la insultaba, y finalmente la agarró para hacerse sexo
oral…

Hecho ya un panorama general con los ejemplos referidos arriba, cabe señalar que, si bien tanto la
madre como el padre pueden inducir agresividad y trastornos en el futuro criminal, la madre está
más asociada a trastornos en la conducta sexual. Son por ello enormemente impactantes algunos
casos en que la conducta de la madre ha originado en el hijo una mezcla de ira y deseo sexual: en
Ed Kemper, esto desembocó en el hecho de que Ed decapitara a su madre y, después de lanzarle
flechas e insultos a su cabeza inerte, tomase esa misma cabeza para hacerse sexo oral; en José
Antonio Rodríguez Vega, esto se plasmó en su búsqueda por mujeres mayores a las que mataba y
violaba, siendo que, a través de esas violaciones, violaba simbólicamente a su propia madre (esto
se desprende de confesiones suyas); por último y no menos sorprendente, en el caso de Henry
Lee Lucas vemos a un chico que era vestido de niña y maltratado psicológicamente por una madre
que se prostituía delante de él, lo cual posteriormente desembocó en que Henry, tras salir del
reformatorio y discutir con su madre, terminase no solo matándola sino violando su cadáver,
expresando así el deseo incestuoso que le causó el ver prostituirse a su madre años atrás…

El padre
Generalmente, en las vidas de los asesinos seriales ocurre una de estas dos cosas: o bien la figura
paterna está marcada por la ausencia, o bien por una presencia opresiva, autoritaria, rígida,
violenta y desprovista de afecto.

En las biografías de los asesinos seriales son dos los modelos paternos que más se repiten: el
primero es el de la figura paterna marcada por la ausencia (sea por abandono temprano del hogar,
porque nunca estuvo, o porque fue distante), y el segundo el del padre con presencia opresiva,
autoritaria, rígida, violenta y desprovista de afecto. Del primero tienden a surgir hijos con falta de
límites; y, del segundo, hijos que han aprendido el uso de la violencia como un recurso efectivo
para ejercer control sobre los demás…

En el primer caso, el del padre ausente, nos encontramos con asesinos que nunca conocieron a su
padre (Pedro Alonso López, por ej.), que su padre abandonó el hogar cuando eran niños o
adolescentes, o que su padre se caracterizó por ser una figura distante y de poca presencia (Yoo
Young-Chul). Para Ronald y Jacqueline Angel, investigadores de la Universidad de Texas, “El niño
que crece sin padre presenta un riesgo mayor de enfermedad mental, de tener dificultades para
controlar sus impulsos, de ser más vulnerable a la presión de sus pares y de tener problemas con
la ley.” Complementariamente, las interpretaciones de diversos estudios estadísticos muestran (en
cifras aproximadas) que, cuando un chico ha crecido sin padre: es 5 veces más propenso a
cometer suicidio, 32 veces más propenso a huir de casa, 20 veces más propenso a tener
desordenes conductuales, 14 veces más propenso a realizar actos de precocidad y abuso sexual,
9 veces más propenso a dejar los estudios, 10 veces más propenso a abusar de drogas y otras
sustancias, y 20 veces más propenso a terminar en prisión…

En el segundo caso, el del padre violento y controlador, las consecuencias son terriblemente
nefastas. Así, el desarrollo social y emocional se alteran, y el sujeto usualmente se aísla y
prácticamente siempre se vuelve más agresivo, desconfiado y manipulador. De ese modo, el padre
autoritario y violento enseña que la violencia es un recurso idóneo para conseguir lo que se desea;
y, paralelamente, puede engendrar en el hijo un sentimiento de impotencia que, en los asesinos
seriales, ha sido la raíz de esas fantasías de control-poder que culminan en atroces actos de
asesinato y tortura. Además de eso, a nivel del desarrollo moral la figura del padre autoritario y
violento es contraproducente; ya que, en lugar de conducir a una interiorización de los códigos
morales, conduce a un respeto del mismo en función de la conveniencia, de modo que el sujeto
tiende a frenar sus malas acciones solo para evitar las consecuencias. Pero lo peor viene cuando
el sujeto desarrolla un odio hacia la autoridad y un rechazo tajante de los códigos sociales-morales
que ésta representa, pues es entonces cuando el comportamiento antisocial puede surgir, sobre
todo si se trata de un psicópata, ya que éste carece de los niveles de miedo que una persona
normal tiene con respecto a las posibles consecuencias negativas de sus actos. Parte de lo
anterior deja entrever el hecho de que, un padre violento y controlador, casi siempre origina un hijo
manipulador y mentiroso; puesto que, además de aprender a controlar mediante la violencia, el hijo
aprende a evitarse problemas mintiendo, ya que la mentira le fue útil para evitar ser castigado y
así, en un futuro, podrá usarla no solo para evitarse males sino para conseguir la confianza y la
aprobación de los demás fingiendo ser algo que no es, tal y como hicieron John Wayne Gacy y el
llamado “Candy Man”… Finalmente, cabe mencionar que entre todas esas secuelas nocivas la
peor es el odio, ya que éste refuerza la tendencia del individuo a justificar las malas acciones que
comete inspirado en su odio; y es que, como escribió el psicólogo Alejandro Londoño
Valencia: ‹‹Quien odia, se considera a sí mismo como una víctima de otro sujeto que es
considerado como la encarnación misma del demonio y, por ende, encuentra la justificación
perfecta para mantener el odio y para emplear la agresión como mecanismo para defenderse de
quien origina sus desgracias.››. Visto a la luz de esa cita el problema parecería no ser tan grave,
pero el odio suele desplazarse hacia otros individuos que, de un modo abstracto o imaginario, se
asocian a quien originalmente lo motivó o, peor aún, simplemente ofrecen la posibilidad de
desahogarlo…
Muchos asesinos tuvieron padres brutales. Por ejemplo, DeSalvo tenía un padre que traía
prostitutas a casa y que golpeaba brutalmente a él y a su madre, llegándole a romper dedo por
dedo a ella, y llegándole a causar a él un daño permanente tras darle con un tubo metálico en la
espalda…

Los ejemplos de asesinos seriales con padres violentos y controladores son muchos, y entre esos
están John Gacy (John Wayne Gacy) y Albert DeSalvo. El primero tenía un padre que, entre otras
cosas, le decía frecuentemente “marica” y “fracasado”, que golpeaba a su madre, bebía en exceso
y hasta llegó a matarle de un tiro a su perrito solo para castigarlo. Por su parte, DeSalvo tenía un
padre que traía prostitutas a casa y que golpeaba brutalmente a él y a su madre, llegándole a
romper dedo por dedo a ella, y llegándole a causar a él un daño permanente tras darle con un tubo
metálico en la espalda…

La adopción
La adopción representa necesariamente la ausencia de los padres biológicos, pero no la ausencia
de una figura materna y de una figura paterna en tanto personajes del desarrollo psicológico
caracterizados no por un vínculo genético sino por un tipo de vínculo relacional asociado a un rol
particular. Pese a eso, la adopción puede generar crisis de identidad que, si bien casi nunca
desempeñan un papel crucial en la motivación del asesino, en ciertos casos sí lo pueden hacer, tal
y como pasó con David Berkowitz y Ted Bundy. En el caso del primero, Berkowitz era un individuo
que había sufrido el rechazo social, sobre todo el de las mujeres… Así, cuando a sus 14 años
perdió (porque murió) a su madre adoptiva, el resentimiento que tenía hacia su madre biológica
creció, ya que ésta lo había rechazado y dado en adopción; y esto, como es de esperarse, se
tradujo en un aumento de aquella misoginia que latía en el interior de sus crímenes (él mataba a
parejas que estaban juntas en sus autos, como si envidiase al hombre y odiase a la mujer). En
cuanto a Ted Bundy, vemos que éste, tras enterarse a los 13 años de que era adoptado, comenzó
a sufrir un trastorno en su desarrollo emocional; y esto, desde luego, fue fundamental en su
encaminamiento hacia el crimen.

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El rechazo
El rechazo ha jugado un rol importante en la vida de casi todo asesino serial; venga éste de los
padres, de los pares de la institución educativa, del sexo contrario, etc.

La experiencia de ser rechazado (por los padres, los compañeros de escuela, las chicas, etc) ha
jugado un rol importante en la vida de casi todo asesino serial. Estudios científicos señalan que los
chicos que sufren rechazo social tienden a ser más agresivos, menos sociables, más impulsivos y
ansiosos. Pero lo peor viene cuando surge el odio, tal y como le sucedió a Henry Lee Lucas, a
Edmund Kemper y a otros.

En el imaginario social tiene bastante presencia la imagen del rechazado como un individuo de
baja autoestima y poca predisposición a la violencia: pero la realidad, en lo que respecta al
segundo punto, puede ser totalmente diferente. Así, la psicóloga Karen Bierman de la Universidad
de Pensilvania, señala que los chicos que sufren rechazo muestran uno o más de estos patrones
de conducta:

1. Bajos niveles de comportamientos prosociales, como turnarse o compartir.


2. Elevados niveles de comportamientos agresivos o disruptivos.
3. Elevados niveles de comportamientos desatentos, inmaduros, o impulsivos.
4. Elevados niveles de ansiedad social.

Y es que el rechazo no solo puede ser interiorizado y manifestado en forma de auto-rechazo, sino
que puede volverse contra su fuente, intensificado y amenazador en su nuevo ropaje: el odio. Lo
dicho se vio en el asesino serial Henry Lee Lucas, a quien rechazaban y ridiculizaban por su ojo de
cristal, pero eso, según confesó el propio Henry, acabó por hacerlo odiar a todo el mundo… Otro
caso, relacionado con el rechazo sufrido por parte del sexo opuesto, es el de Ed Kemper, asesino
que mataba a chicas de la clase media y media-alta. Según Ed Kemper, con esto pretendía
“golpear a la burguesía”, pero además la ira contra las chicas de la alta sociedad (y hasta cierto
punto contra las mujeres en general) estaba detrás de eso, puesto que, en sus visitas a la
universidad, Kemper era ignorado e incluso una vez le dijeron que esas chicas eran “demasiado”
para él, lo cual naturalmente lastimó su orgullo y, años después, le hizo confesar lo siguiente con
respecto a la importancia que tenía en sus crímenes el rechazo que él sentía por parte de las
mujeres: “Cuando estaban vivas, las sabía distantes, sin ninguna comunicación conmigo, y yo
intentaba establecer una relación” Y es que, y esto hay que recordarlo, Kemper sentía placer
sexual al decapitar a sus víctimas femeninas y mirar sus cabezas como “trofeos”.

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La tríada fatídica
Por último, tenemos que los siguientes son tres signos de alarma que, de darse en un individuo
determinado, manifiestan una elevada probabilidad de que se transforme en asesino serial.
Hay tres conductas que, de darse en un individuo determinado, manifiestan una considerable
probabilidad de que se transforme en asesino serial: la piromania, la incontinencia urinaria y la
crueldad con los animales. La primera se asocia a la búsqueda de una sensación de poder
derivada del deseo de destrucción, la segunda a la tensión emocional, y la tecera es realmente
siniestra; pues, según dicen los científicos, el torturar a cualquier ser vivo atrofia las redes
neuronales asociadas a la capacidad de sentir empatía, cosa esta que, en último término, equivale
a un proceso de deshumanización…

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Crueldad con los animales
“La crueldad hacia los animales no es una válvula de escape inofensiva en un individuo sano…es
una señal de alarma”, dijo una vez Allen Brantley, agente especial del FBI. Y es que el torturar
animales no es solo un medio para desfogar la agresividad sino una escuela de crueldad e incluso,
tal y como lo mostró Yoo Young Chul matando perros como preparación psicológica a los
asesinatos que luego cometería, es una actividad ideal para acostumbrarse a la muerte y el dolor
ajenos.

Según estudios, casi todos los chicos que maltratan animales han sido víctimas de maltrato físico
y/o psicológico, generalmente por parte de uno o ambos progenitores, y frecuentemente también
por parte de sus pares, ya sea a través del bullying o la simple marginación y rechazo social. Esto
es importante porque permite entender el carácter éticamente escalofriante que subyace al fin
último de la tortura ejercida sobre animales. Pero para comprender eso hay que tener presente lo
que se ha hallado en estudios científicos: así, en su libro The science of evil, Simon Baron Cohen
escribe que: ‹‹Cuando tratamos de explicar los actos de la crueldad humana, no hay ningún valor
científico en el término “malo” pero sí hay valor científico en el uso del término “erosión de la
empatía”. La afirmación clave en mi libro es que, cuando la gente comete actos de crueldad, un
circuito específico en el cerebro (“el circuito de empatía”) disminuye. Esto podría ser temporal (por
ejemplo, cuando estamos estresados) o de una forma más duradera.›› Entonces tenemos que el
chico, torturando animales, busca disminuir su capacidad de empatía —lógicamente, esto puede
ser inconsciente y, si es consciente, no se lo ha de plantear en los términos expuestos—; pero
acaso: ¿no es esa capacidad de empatía lo que lo frena de hacer daño a los demás y de
exteriorizar su agresividad más allá de cierto punto? Lógicamente sí, y evidentemente esta
capacidad empática ya está mermada en el psicópata, pero hay grados y grados, y la crueldad
animal es un mecanismo para menoscabarla aún más. Ahora: ¿por qué alguien querría disminuir
aquello que frena su violencia?, ¿qué conseguiría con no conmoverse ante el dolor ajeno?
Conseguiría poder emplear más a la violencia para controlar a los demás y, en última instancia,
conseguiría una capacidad mucho mayor de conseguir sus fines y deseos a expensas de un
sufrimiento ajeno que, en virtud de la crueldad, ya no solamente dejará de ser fuente de malestar
(como ocurre con la empatía) sino que hasta podrá constituir una fuente de placer… Llegamos así
al lamentable proceso ético que casi siempre ocurre en el asesino serial que maltrata animales:
primero es una víctima de la maldad y la crueldad de los otros, del mundo; y luego,
fundamentalmente como forma de protección, busca extinguir su propia bondad para así adoptar
una crueldad y una maldad superior a la de sus victimarios, y suficiente para dejar el sufrimiento
propio de la víctima, y pasar a la complacencia perversa del victimario incapacitado para la
“debilidad” de la compasión, e hiper capacitado para la supervivencia egoísta y destructiva en un
mundo que se percibe como hostil y enemigo.
Lejos de pertenecer a la especulación, la explicación anterior es ilustrada en los resultados
compendiados de varias investigaciones criminológicas efectuadas en U.S.A. En efecto, los datos
muestran que la tortura de animales tiene elevados porcentajes de presencia en diversas
categorías criminales, aumentándose a medida que se aumenta la crueldad inherente al tipo de
crimen: acosadores sexuales (36%), acosadores sexuales encarcelados (46%), violadores
convictos (48%) y asesinos adultos (58%).

Piromanía
En los asesinos seriales, la práctica de la piromanía aparece generalmente en la niñez y muestra
esencialmente la búsqueda de un sentimiento de poder originado en la satisfacción del afán de
destruir. Pero la realidad psicológica de la piromanía es aún más profunda y guarda concordancia
con la realidad que suelen vivir quienes se transforman en asesinos seriales. Así, el pirómano es
generalmente un joven lleno de frustraciones, problemas y desajustes emocionales, rabia
acumulada, y usualmente tedio, vacío existencial, sentimientos de impotencia y deseos de
protagonismo. Aunque también hay casos en que la piromanía comporta un aspecto sexual, y en
ese caso evidenciaría una sexualidad sádica, y quizá algo de pirofilia. Ejemplo de esto último lo
vemos en el asesino norteamericano Ottis Toole, quien incendiaba casas abandonadas y luego se
masturbaba contemplándolas arder…

Incontinencia urinaria
Estudios criminológicos muestran que aproximadamente el 60% de los asesinos seriales se orinan
en la cama siendo ya adolescentes. Esto suele estar asociado al estrés emocional que origina un
entorno familiar y social inadecuado y lleno de conflictividad, tal y como el que les toca vivir a los
asesinos seriales durante su infancia y adolescencia.

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